Un hilo para Game of Thrones. La serie

¿Quién se sentará en el Trono de Hierro?

  • Jon Snow

    Votos: 31 18,5%
  • Daenerys

    Votos: 12 7,1%
  • Tyrion Lannister

    Votos: 25 14,9%
  • Sansa Stark

    Votos: 30 17,9%
  • Arya Stark

    Votos: 8 4,8%
  • Ninguno de los anteriores

    Votos: 77 45,8%

  • Total voters
    168
Sinceramente si hubieran dejado entrever en estas últimas temporadas que quizá Bran tenía algún interés oculto o que pudiera haber manipulado todo a su antojo pero no de manera descarada sino de forma sutil, el final me habría parecido una genialidad. Pero es que tal como lo han hecho no me convence ni si quiera la explicación de Tyrion con lo de que a la gente la une las historias. Habría preferido ver el desarrollo de Daenerys creyéndose ese ser de luz que lleva la libertad a los pueblos, o Sansa como reina, pero en fin.
 
Estuve viendo ayer el vídeo de OasisGeek sobre el cuervo de 3 ojos y la verdad es que siento que si hubieran desarrollado mejor ese personaje podría tener más sentido el final que nos han dado.

Las conclusiones que yo saco es que Bran ya dijo muchas veces que no era Bran. Por lo tanto es el cuervo de 3 ojos (entendido como un ente que se remonta a la antigüedad del universo GoT y que no tiene nada que ver con los humanos en sí aunque los utilice como "recipientes") el que esta sentado en el trono, y no un Stark. El fallo que han tenido en la serie ha sido no darnos más información sobre este ente y que parezca que en el último capítulo vuelve a ser Bran tras haber repetido mil veces que ya no era él y que no podía gobernar sobre nada porque era el cuervo.

Como os comenté estoy leyendo los libros y espero que se cuente más en profundidad quién es el cuervo de 3 ojos, porque me parece la única manera que podemos tener de darle un sentido y coherencia al final que nos han colado.

Por otro lado estoy leyendo a mucha gente y viendo vídeos que dicen que quizá George, a pesar de haberles dado a D&D un esquema de cómo finalizar la serie, puede no acabar los libros de la misma manera. Vamos, que no tiene por qué ser también Bran/Cuervo de 3 ojos el Rey de Poniente.
 
Ay, ayer me volví a ver el último episodio y a pesar de que Daenerys no era mi personaje favorito me da mucha pena cómo han desperdiciado su evolución y posible desarrollo con una muerte tan rápida y patética. Me pongo a pensar en las primeras temporadas y todo el recorrido que ha tenido y... en fin, qué desperdicio.
 
No me ha llegado a enganchar, a mi novio le encanta, para el el final una mierda, yo la veía pero haciendo otras cosas, casa...foreando...el final me parece a trompicones, me ha dado pena la muerte de kalesi disculpo un poco su locura estaba muy machacada, jon nieve tiene menos carisma que una seta, y quizá a cersei merecía un final mas épico, pero aun así creo que no es mal final
 
Ay, ayer me volví a ver el último episodio y a pesar de que Daenerys no era mi personaje favorito me da mucha pena cómo han desperdiciado su evolución y posible desarrollo con una muerte tan rápida y patética. Me pongo a pensar en las primeras temporadas y todo el recorrido que ha tenido y... en fin, qué desperdicio.


Algo que sí he visto con este final es que a Emilia Clarke, a pesar de ser una joven que desprende simpatía, le han criticado su actuación. Decían que era inexpresiva y que no transmitía todo lo que Daenerys debía transmitir.

Incluso leí un comentario diciendo que el diminutivo (Dany) que le pusieron muchos fans, mostraba la poca presencia que ella le daba al personaje.

Y luego del episodiso de Las Campanas, ella ha obtenido muchos halagos. Que la escena encima de Drogon, cuando decide continuar con la destrucción es una de sus mejores escenas.
También en el último episodio, cuando le habla a sus huestes, ha sido muy alabado. Ella comentó que había visto videos de Hitler para prepararse.
 
Última edición:
He leido muchos reviews en los que comentan que en general el último capítulo se desarrolló bien hasta la muertes de Daenerys y la partida de Drogon, pero que a partir de allí fue cuesta abajo.


A mi me produjo un efecto de anticlimax extraño. Estaba muy tensa hasta que por fin Jon mata a Daenerys, pero a partir del resultado del consejo ya me desinteresé.
 
He leido muchos reviews en los que comentan que en general el último capítulo se desarrolló bien hasta la muertes de Daenerys y la partida de Drogon, pero que a partir de allí fue cuesta abajo.


A mi me produjo un efecto de anticlimax extraño. Estaba muy tensa hasta que por fin Jon mata a Daenerys, pero a partir del resultado del consejo ya me desinteresé.
A mí me pasó igual, hasta ese punto hay cosas que están bastante bien como la arenga de Dany, la escena con Drogon detrás, la confesión de Tyrion o el momento en el que Drogon quema el trono y se lleva a Daenerys. Pero después llega un punto que hay escenas que parecen hasta de coña, cambia totalmente el tono del capítulo y solo se salva el cacho en el que encadenan los destinos de los diferentes Stark con música épica de fondo.
Y observación: en esa escena final de los Stark dirigiéndose a sus destinos no sale Bran. Lo cual refuerza mi teoría de que la intención no desarrollada ni explicada de este final es que ya no es un Stark sino el cuervo de 3 ojos.
 
Ay, ayer me volví a ver el último episodio y a pesar de que Daenerys no era mi personaje favorito me da mucha pena cómo han desperdiciado su evolución y posible desarrollo con una muerte tan rápida y patética. Me pongo a pensar en las primeras temporadas y todo el recorrido que ha tenido y... en fin, qué desperdicio.

A mí me pasa eso: Daenerys tirana alas de dragon me pareció lo más potente del capítulo, pero luego me acuerdo que en el capítulo 3 me emocioné cuando agarró la espada para defenderse de los Caminantes, mientras Jorah daba la vida por ella. Sólo tres capítulos hay entre esos momentos. Una temporada entera merecía esa evolución, para no sentir pena por ella, ni por todos los que dieron la vida por ella.

Sobre el cuervo de tres ojos, me contaron que en el libro El Caballero de los 7 reinos se amplían detalles sobre el Cuervo que entrena a Bran, que en su vida humana fue un bastardo Targaryen y un Lord Comandante de la Guardia de la Noche. Ahí muestran, según me dicen, que el tipo siempre quiso poder y venganza, incluso cuando era humano. Y se nota algo oscuro en él en sus interacciones con Bran en los libros que sí forman parte de la saga de Hielo y fuego. Esa oscuridad del personaje nunca aparece en las escenas que Max Von Sydow tiene con Bran. El Cuervo parece un abuelo sabio, por eso la figura del Cuervo parece un ente bonachón y no ese personaje oscuro que puede manipular mentes y acontecimientos. La teoría de que Bran era el rey de la Noche salía precisamente de lectores de los libros, porque desde siempre se percibe una ambigüedad muy profunda en el cuervo de tres ojos.

Veremos cómo le va a la precuela de GOT, porque trata precisamente sobre los Caminantes y el final de los Caminantes en la serie es decepcionante porque no resuelve ninguna incógnita y es muy diferente a lo que se dice de ellos en los libros.

Por cierto, hay un meme que me dio mucha risa: dice que el final de GOT parece escrito por Catelyn Stark. Bran Rey, Sansa Reina, Arya haciendo lo que le da la gana y Jon exiliado en el Muro.
 
A mí me pasó igual, hasta ese punto hay cosas que están bastante bien como la arenga de Dany, la escena con Drogon detrás, la confesión de Tyrion o el momento en el que Drogon quema el trono y se lleva a Daenerys. Pero después llega un punto que hay escenas que parecen hasta de coña, cambia totalmente el tono del capítulo y solo se salva el cacho en el que encadenan los destinos de los diferentes Stark con música épica de fondo.
Y observación: en esa escena final de los Stark dirigiéndose a sus destinos no sale Bran. Lo cual refuerza mi teoría de que la intención no desarrollada ni explicada de este final es que ya no es un Stark sino el cuervo de 3 ojos.

Toda la reunión de Lords y Ladies es de coña, empezando con ese paso de comedia de Edmure Tully. Me dio pena por el personaje. Tanto sufrimiento y tantas temporadas ausente solo para ser el payaso de los otros.

¿Gobierno justo? Sólo encontraron una forma de perpetuar sus privilegios y seguirse burlando del pueblo. Hablaron de rehacer burdeles y no de fundar escuelas, por ejemplo. ¿Dónde está el cambio? Simplemente el poder se va a alternar entre las casas nobles, si alguien se acuerda de eso cuando Bran se muera a sus 150 o 200 años.
Los Stark iban con ventaja en la reunión y la Independencia del Norte, mientras las Islas del Hierro y Dorne aceptan estar bajo el trono, es incoherente frente a la serie y ya ni hablemos de los libros. A Yara se le olvidó que una temporada atrás le había pedido la independencia a Daenerys. Dorne, por otro lado, nunca ha tenido identificación cultural con el resto del continente y sólo se unieron vía alianza matrimonial. Nunca fueron conquistados. ¿Por qué no piden la independencia cuando ven a Sansa hacerlo?

A un youtuber le escuché decirle que ahora estamos muy emocionales y luego veremos que el final no es tan malo. Yo creo, al contrario, que cuando la gente se vuelva a echar toda la serie completa, junto al final, pues va a notar de manera más clara los vacíos y todos los hechos que nos mostraron que luego sirvieron poco y nada (como el linaje de Jon). Me da pena que GOT vaya a terminar como Lost y How I meet your mother, que pasa el tiempo y los malos (pero sorprendentes) finales que tuvieron eclipsa lo bueno que mostraron. En cambio ¿Cuales son las joyas de las series en streaming? Friends y Breaking bad. Todos los años están en la lista de las más bajadas, porque sus finales son coherentes con su desarrollo. Netflix paga millones en derechos para que no se vayan de su plataforma.
 
Juego de tronos VIII, primera parte: lo peor
Publicado por Rubén Díaz Caviedes y Bárbara Ayuso
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Dothraki: Ezas eshna gech ahilee! (Traducción: «Se va a haber un follón que no sabe ni dónde se ha metido»). Fotografía: HBO.
Se acabó, o sea: tocotó. Hasta aquí hemos llegado. Ocho temporadas, setenta y tres capítulos, tres días, seis horas y cuarenta y siete minutos de Juego de tronos, que se dice pronto. Ocho años han pasado desde el estreno de la serie en 2011, veintitrés desde el lanzamiento del primer libro de la Canción de hielo y fuego en 1996 y casi treinta (año arriba, año abajo) desde que George R. R. Martin comenzó a imaginar la saga de fantasía que acabaría cautivando a los televidentes del mundo entero. ¿Quiere saber lo mejor? Que Martin, entonces un autor poco conocido, mal pagado y todavía menos premiado, se puso a escribirla huyendo de la televisión. Venía de que se cancelasen, uno tras otro, todos los programas de los que había sido guionista. Una saga épica, se dijo entonces. Un ciclo, una epopeya, algo intrínsecamente literario. Algo con mapa y con árboles genealógicos. Bum. Qué contarle a usted que usted no sepa. Juego de tronos es la serie más cara, más vista (legal y ilegalmente, las dos cosas), más premiada y más distribuida (en ciento setenta y tres países de ciento noventa y cinco que tiene el mundo) de la historia de la televisión. La historia de una niña insignificante, por la que nadie daba un duro, que acabará conquistando el mundo y que al final, cuando nada más le queda por conquistar, elegirá prenderle fuego. Considérelo si se cuenta usted entre los que temen que Martin no escriba Sueño de primavera, el esperadísimo tomo final de la Canción de hielo y fuego. Lo escribirá, vaya que sí. Otra cosa es que después coja el manuscrito, lo meta un bidón y le prenda fuego.

Juego de tronos ha terminado y es tradición en esta casa dedicarle un gran repaso a la última temporada de la magna obra de David Benioff y D. B. Weiss. Habrá dos entregas, como siempre: en esta repasaremos los siete grandes errores y en la de mañana los siete grandes aciertos de la temporada. Advertencia a descontentos, farfulleros y otros hijos de la Harpía: aquí insistiremos en el cómo, no en el qué. No nos vamos a parar demasiado en quién debió matar a quién, quién debió sobrevivir a qué y quién debió o no debió volverse tarumba al final. Eso son decisiones narrativas, materia de opinión. Y opiniones, como pasa con los culos, todo el mundo tiene una. Aquí nos centraremos en la ejecución: qué se hizo bien, qué se hizo mal y qué se hizo regulín regulán. ¿Estamos? Estamos. Ah, y otra cosa: SPOILERS, todos los del mundo y más, a partir de ya. Si no ha visto las ocho temporadas de Juego de tronos, a) enhorabuena, ojalá un biopic sobre usted, y b) vuelva usted mañana. Como dijo Varys, y lo dijo, el que avisa no es traidor.

1. La batalla de Invernalia *sad trombone effect*

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El entierro del conde de Orgaz, El Greco, 1587. Fotografía: HBO.
Poco podemos decirle sobre la batalla de Invernalia que no se haya dicho ya: que no se veía un carajo, solo para empezar; que las tácticas militares que siguieron los héroes eran fundamentalmente el ataque al castillo de Playmobil; que los espectros hicieron brecha y se colaron hasta la cocina pero allí, mira tú por dónde, apenas murieron personajes protagonistas; etcétera. Quizá se cuente usted entre los quintacolumnistas súbitos, los youtubers furibundos y los profetas vueltadetódicos que califican la batalla de desastre, blasfemia y ofensa a la bandera; nosotros no llegamos a tanto, sentimos decepcionarle. De hecho, en nuestra próxima pieza, repasando los aciertos de la temporada, señalaremos algunos que tuvieron lugar en el tercer episodio. Eso sí, no podemos completar una revisión sin comentar que la batalla fue, en general, floja.

Poquita cosa, entiéndame. Escasa, por usar un adjetivo más preciso. Dirá usted que había zombis a cholón; bueno, pues más tenía que haber. Dirá que hasta caían del cielo; bueno, pues más tenían que haber caído. Dirá que había un gigante; pues eso, uno solo y nada más. Dirá que han calificado esta batalla, coja aire, como EL MAYOR ESPECTÁCULO EN LA HISTORIA DE LA TELEVISIÓN *truenos*. Mire, entre usted y yo: los hay por ahí con el gatillo fácil para los superlativos. Le pongo un ejemplo, a ver si usted me entiende: Guerra Mundial Z. Que como película es mala y como adaptación debería ser punible por ley, estamos de acuerdo, pero convendrá conmigo que las mareas de muertos vivientes vertiéndose sobre las murallas y anegando las calles de Jerusalén fueron purita gloria cinematográfica. Palabra clave: verterse. A lo bestia, a lo burro, como un tsunami. Como hacían también los muertos de Juego de tronos en la batalla de Casa Austera, sin ir más lejos, cuando se tiraban por el barranco. ¿Por qué no vimos eso, si lo habíamos visto ya, y esta vez era todo igual, solo que más? ¿Se ha parado a pensar cuántos enteros integran supuestamente este ejército de espectros? Apunte: como poco, todos los miembros que vimos en Casa Austera y todos los que ha sumado hasta llegar a Invernalia. Una porción significativa de toda la población del veinticinco por ciento superior del mapa de Poniente. ¿A usted le pareció, de verdad, que vimos semejante cantidad de gente?

Eso en el plano de las cantidades, de las cualidades mejor ni hablar. Los dragones fueron sumidos en la inoperancia, sin más. Motivo: había una nube o no sé qué. Melisandre, otra que tal baila. Superpoder: encender leña. Pues vale. Sabe R’llhor que no la íbamos a ver, por desgracia, trotando y lanzando hechizos como una hechicera de Warhammer, pero qué se yo: esta mujer es capaz de engendrar demonios, digo yo que uno o dos habrían venido bien. Y los caminantes blancos, esa es otra. ¿Dónde estaban los caminantes blancos? Se lo digo yo: juntitos de la manita sin hacer virtualmente nada. Es que ni una carga de caballería-zombi, hija de mi vida, ni una triste persecución a galope al estilo Nazgûl. Mamuts, huargos y otras cabalgaduras, apaga y vámonos. Ni las arañas de hielo que mencionaba la vieja Nana y que George R. R. Martin sacó en un tweet como diciendo «que viene, que viene, ts, ts». ¿Sabe usted lo peor? Que le han preguntado por esto a David Benioff y D. B. Weiss, por las arañas de los caminantes blancos en la mitología de la Canción de hielo y fuego, y dicen, y cito, que «quedan bien en una caratula de un disco de heavy metal» pero que en pantalla ya no tanto. Eat shit, Peter Jackson. Esto, los mismos señores que la temporada anterior nos hicieron comer un oso 1) polar 2) gigante 3) zombi 4) en llamas. Tócate las narices.

Floja, insistimos. Y lo peor es que lo fue calculadamente, no por error. Esa contención con la que se ejecutó la batalla de Invernalia, tan meticulosa, tiene que ver con aquello a lo que dedicamos el siguiente punto: el establecimiento del Rey de la Noche y los caminantes blancos como una amenaza menor respecto a Cersei y la reubicación de su enfrentamiento a media temporada, fuera del clímax de Juego de tronos. Adivine qué: ese fue el auténtico error.

2. El orden de factores sí altera el producto

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Esto cuando pasa con los sanjacobos da mucha rabia. Fotografía: HBO.
Al arrancar esta temporada nuestros héroes se enfrentan a dos villanos, uno al sur y el otro al norte. Uno es un déspota que mata a capricho y se aferra obsesivamente al poder; el otro es todo eso y además cabalga un dragón-zombi, comanda legiones de muertos vivientes y en su agenda figuran goals como desencadenar un invierno perpetuo sobre la tierra y condenar a la raza humana a la extinción. Si Juego de tronos fuese una partida de ajedrez los buenos serían las fichas blancas, los malos serían las negras y luego habría una pala excavadora circulando hacia el tablero a cien kilómetros por hora. Que al final no gane la pala forma parte de las convenciones heroicas de los cuentos, por supuesto; pero decirse que aquella no es el enemigo mayor de todos es una conclusión lunática.

Y sin embargo eso es precisamente lo que han hecho Benioff y Weiss al matar al Rey de la Noche a mitad de temporada: desposeer de su estatus al gran villano y convertirlo improvisadamente en un villano secundario. Hay que elegir a quien le damos la gran batalla final, debieron decirse en algún momento: al Rey de la Noche o a Cersei. Así, pum, salomónicamente. Decidieron que sería para Cersei (solo aparentemente; al final sabríamos que la auténtica villana en aquel choque sería Daenerys) y que harían a sus personajes caracterizar verbalmente el primer combate como «la gran guerra» y el otro como «la última guerra». Como diciendo: no, si admitimos su jerarquía desigual, solo les hemos cambiado el orden. Meec, error. Esto es ficción: el orden es la jerarquía. En los cuentos no rige la propiedad conmutativa, el orden de factores sí altera el producto. En la sintaxis la ubicación confiere significado: el villano que llegue al clímax es el villano primario. Da igual que al final Daenerys acabe como una regadera y se erija sorpresivamente en archienemiga: el problema es que el villano ulterior no sea quien vino siéndolo durante los ocho años que nos preceden. Los dos villanos debieron neutralizarse siguiendo el orden natural (primero el menor, Cersei y/o Daenerys; finalmente el mayor, el Rey de la Noche) o hacer que ambos confluyeran en una única amenaza final. ¿Cómo? Madre mía, será por fórmulas. Lo más tradicional, como recordábamos en este artículo con predicciones sobre esta temporada, es que el villano menor sucumba por sí mismo o sea neutralizado por el villano mayor antes del desenlace. Denethor se tiró Minas Tirith abajo, por ejemplo. Molly Weasley acabó con Bellatrix Lestrange. A Dennis Nedry se lo comía un dilofosaurio.

¿Era difícil conciliar al villano primario y al villano secundario de Juego de tronos? Lo era, en particular porque su ubicación geográfica limitaba mucho su convergencia literal. ¿Era acaso un problema singular de Juego de tronos? Al contrario, esto es muy común en el género fantástico. En parte, porque no hay que buscarle solución, la solución viene inscrita en la propia lógica de la fantasía: el villano paranormal > el villano humano, punto pelota. ¿Es acaso un crimen imperdonable quebrantar de esta forma las convenciones del género? No. Lo grave de este caso es que han violado la promesa implícita que estos señores le hicieron a usted. Matar al Rey de la Noche a media temporada constituye una violación de la propia lógica interna de los Tronos: el crescendo. Winter is coming, nos dijeron hace ocho temporadas. Winter is coming, repitieron incansables mientras el invierno, en efecto, se acercaba poco a poco. Los héroes mermaban, las criaturas avanzaban, las batallas eran cada vez más crudas y todo lo que ocurría al sur perdía relevancia hasta el punto, recuerde, de decretarse una tregua e interrumpir la propia guerra de los héroes contra Cersei al final de la temporada pasada. «Solo hay una guerra que importe», decía Jon entonces. Ocho años, ocho, llevan Weiss y Benioff construyendo deliberadamente un crescendo que vehiculaba el pacto narrativo y les habilitaba para incurrir en infracciones (como abandonar tramas a medias e imprimir velocidades muy distintas a su narración, entre algunas de las más comunes en Juego de tronos) porque todo se amnistiaba hasta completar esa solución definitiva, ese apogeo que aguardaba al final, ese choque entre los vivos y los muertos que se definió implícita y explícitamente como auténtico destino del viaje. Al final, cinco minutos antes, han decretado que mira, que mejor no. Y seguramente, ahora que todo ha acabado, esta decisión se recordará como el gran error de Juego de tronos.

3. Qué Targaryen loco ni qué niño muerto

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Zamora no se tomó en una hora pero Desembarco del Rey sí. Fotografía: HBO.
Poco tenemos que reprocharle a la batalla de Desembarco del Rey, la verdad. Tuvo todo lo que no tuvo Invernalia: hipérbole, delirio, una verdadera escala monumental. Mucho menos al capítulo final, que fue una cosa bárbara. Aplauso, plas, plas, plas. Eso ya lo glosamos mañana. Aquí un solamente detallito y solo porque constituye la guinda a una triste inercia que venimos viendo en las últimas temporadas de Juego de tronos: los niños muertos.

Los niños muertos y toda su parafernalia, entiéndame. Ese bebé lastimero que llora inconsolablemente, ese fistro de madre abnegada, ese hombre ante la barbacoa de miembros churruscados que antes era su hijo. Violines, slow motion, coros de voces blancas. Y el caballito de madera que hace las veces de peluche en llamas en el mundo de los Tronos, eso que no falte. Qué drama, jademivida. Faltaron solo los zooms y una manada de cachorritos de golden retriever en llamas. Problema: la pena no se puede someter a partitura. Problema peor: se puede, pero no se debe. En eso radica la diferencia entre un drama y un melodrama. Problema peor todavía: esto es algo que no se hacía en los Tronos cuando los Tronos eran los Tronos. Y que entonces se vivía como una rareza y un acierto felicísimo. Aquí la gente moría y vivía y a usted nadie le decía si tenía que darle pena, alegría o absolutamente igual. Es usted mayorcita, era el mensaje implícito; usted sabrá. ¿Sabe quién decapitó a un inocente en el primerísimo capítulo de esta serie? Ned Stark. ¿Sabe quien salvó las vidas de miles al urdir la Boda Roja? Tywin Lannister. Y de las masas anónimas, en fin, mejor ni hablar. Al menos dos veces más hemos asistido a la devastación de Desembarco del Rey (durante la batalla del Aguasnegras y la destrucción del septo de Baelor) y en ninguna, que yo recuerde, nos aporrearon con una pancarta que dice ESTO DA PENA. Por no hablar de todos los otros reinos, fortalezas y ciudades-Estado por los que hemos pasado. Periodismo de datos: en las ocho temporadas de Juego de tronos hemos visto en pantalla más de tres mil quinientas muertes. Casi doscientas corresponden a personajes protagónicos y con frase hasta que la gente que hacía esta web se aburrió de contarlas al final de la sexta temporada. ¿Y ahora, AHORA dan pena?

Que sí, Weiss, Benioff: los edificios derrumbándose no bastan, de alguna manera hay que caracterizar el drama humano que está montando Daenerys. Que sí: matar inocentes no está bien. Pero, coxx, que con una secuencia o dos bastaba. Que me lo estáis gritando al oído con un altavoz. Que no es un documental, son extras correteando en llamas que luego los apagan con extintor y les dan un bocadillo. Relajaos un poco. ¿Y si quiero yo, eh, sentir empatía con Daenerys? ¿Y si esto no es, ni más ni menos, lo que corresponde a una khaleesi del Mar de Hierba, a la Anastasia Romanov de una dinastía centenaria cuya familia fue masacrada? ¿Y si esto no es, en suma, mucho peor que algunas cosas que sí han hecho nuestros virtuosísimos protagonistas ya no en el background, sino en pantalla? Jon sentenció un niño a la horca, os recuerdo, y ejecutó él mismo la sentencia. Jaime tú le invitas a tu casa y él tira a un hijo tuyo por la ventana. Catelyn le rajó el cuello a Joyeuse Frey, de quince años, que ya me dirás tú qué culpa tenía de nada. ¿Por qué estos niños de ahora son diferentes de aquellos? ¿Es acaso que las faenas que le hicieron a Catelyn o a Jon son peores que las que ha sufrido Daenerys a manos de la conga interminable de traidores, indeseables y ratas de alcantarilla que integran el elenco de personajes de Juego de tronos? Cuesta imaginarlo y, sin embargo, no me estáis permitiendo que sienta afinidad con el personaje. Setenta y tres capítulos tuvo esta serie y en el número setenta y dos, pum, bautismo en masa: #teamJon por decreto ley. Pues mirad, no. No me da la gana.

4. La calamidad rubia

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Aquí es cuando las hienas tocaban el xilofón con huesos. Fotografía: HBO.
Y después que eso, ensañamiento. Daenerys no pasó por Maquiavelo, ni siquiera por Calígula. De cero a Hitler, pum, directamente. Ay, con el último capítulo de Juego de tronos no se puede uno pelear: fue estupendo, pura magia. Pero qué mal sabor de boca dejó la atropellada transformación de Daenerys en la Reina de Corazones.

Allá por 2011 Martin, Weiss y Benioff cogieron dos leyes narrativas bien gordas, las transgredieron y anunciaron implícitamente que aquellas dos transgresiones serían, de hecho, el propio tema de su serie. Una era la mortandad de los héroes; la otra, que los héroes y los villanos intercambiaban su signo. Rebobine ahora, volvamos a 2019, y respóndame a esta pregunta: ¿le dio a usted penita la muerte de Theon allí arriba, en el bosque de dioses de Invernalia, en el tercer capítulo de esta temporada? A nosotros mucha. ¿Sabe por qué? Porque lo suyo sí fue una transformación de verdad, para cuando murió le habíamos perdonado ya las perrerías. ¿Le emocionó cuando Sansa dio señales de tener nervio, por fin, hace dos temporadas? Lo mismo: fruto solamente de la machaconería infatigable de los showrunners, que poquito a poquito, paso a paso, año tras año, lograron convencerle a usted de que había lobos dentro de aquella bobalicona. ¿Piensa usted que eso es acaso genio, el resultado de un afanoso proyecto intelectual al alcance solo de unas mentes privilegiadas? Lamentamos disentir: es tiempo y nada más. Y tiempo es precisamente lo que nos ha sobrado: ocho años llevamos mamando la teta capitolina de HBO. Ocho años han tomado las transformaciones de Sansa, Theon, Arya y Jaime, por citar solo las más significativas.

Se puede hacer en menos, claro está. Cuatro años. Dos. Uno, qué se yo. Pero no en dos minutos, nos tendrá que perdonar. Que tuvieron una realización prodigiosa y Emilia Clarke se ganó un carretillo de Emmys, pero fueron dos minutos lo que tardó Daenerys en volverse tarumba en el quinto episodio de esta temporada. Y después de eso, en el sexto y último, ya no quedaba Daenerys, solamente un espantajo. A usted me dirijo, sucio realista de los Stark, asqueroso miembro de las huestes #teamJon: míreme a los ojos y dígame sinceramente que no le chirrió aquella Daenerys que vimos en el salón del trono, pobre hija mía, que le faltaba solamente dar vueltas de campana y darle la mano al mismo dos veces. Y el asunto ese del «despertar del dragón», la metáfora de la monedita que decía Varys, eso ni me lo nombre: son dispositivos verbales, excusas baratas. Era una gran idea que Daenerys se convirtiera en villana, un Targaryen sembrando la devastación siempre constituye un magnífico espectáculo, la decisión como tal es valiente e impecable; pero un cambio así necesitaba tiempo. Si no lo tienes, estupendo; entonces todo esto tenía que haber comenzado antes.

5. La buena mala

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*Piensa en elefantes*. Fotografía: HBO.
Y ahora, con su permiso, una contradicción, que siempre es algo muy sano.

El orfeón de papagayos que le hacemos el caldo gordo a los Tronos llevamos ocho años repitiendo que sus personajes son «complejos», que «evolucionan» y que tienen «profundidad». Lo acabamos de hacer aquí, no le digo más. Es una forma asquerosa y doctrinaria muy popular de valorar la calidad de los personajes de una película o una serie de televisión: hacerlo en la medida en que parezcan personas de verdad. Su psique lo es todo, nos decimos. Y de su psique solo importa que atraviese los mismos estados que la psique humana, nos decimos después. Personajes = personas. En pintura hace tiempo que aprendimos que si la verosimilitud fuese la medida de todo no tendríamos el Guernica de Picasso ni El beso de Klimt, pero con la ficción seguimos anclados en Rembrandt.

Consejo: no nos haga mucho caso. Este naturalismo radical que exigimos a los personajes en nuestra era no es siempre lo más deseable. Las autoridades, por ejemplo, deben tener un dedito o dos de profundidad, nada más. Imagine que Yoda o que el Oráculo de Matrix, que están ahí para hacernos conocer información incuestionable sobre el mundo donde acontece la narración, dudasen, se contradijesen, cambiasen de parecer y tuviesen, en suma, tribulaciones humanas. Pasa parecido con los villanos. Si un villano da signos de obedecer motivaciones distintas de la pura villanía entonces ese villano no es realmente un villano, es un ser humano lastrado por la imperfección, como usted y como yo. Es un personaje profundo, complejo, evolutivo, sí; pero es un personaje que no mueve debidamente la animadversión del espectador y que no cumple bien su función. Es un mal personaje.

Hace años esa era Cersei: un manojo de miedos, ambición, compasión y crueldad, entre otros atributos contradictorios. Un ser intelectual, político y sexual, una reconstrucción veraz y convincente de un ser humano. No era un mal personaje, Dios me libre; ocurre que aquello funcionaba precisamente porque Cersei no era el villano, o no el gran villano de Juego de tronos. Eche la vista atrás: el villano entonces era Joffrey y Cersei lo contenía, de hecho, para que no cometiera tropelías peores. Cersei abandonó la periferia moral del cuento y accedió al puesto de comandante en el polo antagonista de la historia después de morir su hijo mayor. Ya no era ese personaje desbordante y enriquecido de las primeras temporadas, era simplemente un señor Burns acompañado por su preceptivo Smithers. Como Sansón, perdió la fuerza con el pelo. ¡Caricato!, bramaron entonces muchos. ¡Desdibujo!, repitieron otros a coro. ¡Cersei ya no gusta!, vinieron a decir. Y sí, claro, pero mire, con perdón: nos ha jodido mayo. Es la mala, ahora sí que sí. No te puede gustar. Si te gusta (si te gusta de verdad) entonces no es verdaderamente mala. Es, disculpe el juego de palabras, una mal mala.

Y a una buena mala, una mala de verdad, como lo era la Cersei tardía, lo peor que se le puede hacer es lo que le han hecho a ella: redimirla patateramente y mal en sus últimos diez minutos de vida. Un tic que ya le hemos criticado a Weiss y Benioff y que en este caso es, o nos lo parece a nosotros, particularmente flagrante. La leona de los Lannister, la figura que ejercía simultáneamente de reina y rey y alfil y caballo y torre a su lado del tablero, reducida al tembleque, la inoperancia física y el lloro con moco. Y ese cobardísimo correteo, tiquitiquitiqui, con el que sorteó a los hermanos Clegane cuando ambos se disponían a darse su anticipadísima ensalada de hostias. No compro, lo siento de verdad. Primero, no hacía falta; Cersei ya practicó la cabalidad, la compasión y otras virtudes en otra era de Juego de tronos, cuando le correspondía. Y, segundo, es indigno del personaje. Cersei era poderosa, temperamental hasta la temeridad y más burra que un arado: dejad que lo sea, Weiss, Benioff. Dadle su apoteosis operística. Cersei bramando al cielo, poco menos, en lo alto de la Fortaleza Roja mientras Daenerys reduce el castillo a cenizas. Un King Kong furioso encaramado a su rascacielos, un Saruman que solo va a bajar de su torre apuñalado por la espalda. O un final simbólico, algo contenido pero retórico al estilo de Maegor I, apodado «el Cruel», que murió atravesado por las propias espadas del trono. El tramo final del delirio, cuando no se acepta ya la propia realidad. El final que tuvieron Viserys Targaryen, Joffrey Baratheon, Ramsay Bolton, el mismísimo Rey de la Noche y hasta Daenerys Targaryen. No era mucho pedir.

6. Sus vidas son los ríos que van a dar en la mar, que son los plot holes

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Un barco lleno de irrelevantes. Fotografía: HBO.
Y seguidamente nos ocuparemos del último punto, el que pone final a esta revisión de la octava temporada de Juego de tronos, pero antes echemos un vistazo a esa gran fosa común que son los plot holes. Pedimos un minuto de silencio por todos los personajes que, sin morir a lo largo de esta temporada, han muerto realmente más que los que sí lo han hecho:

Ilyn Payne. Profesión: verdugo. La cosa tiene mandanga: Juego de tronos ha acabado y el único miembro de la lista de Arya que ha quedado sin despachar, por hache o por be, ha sido quien decapitó literalmente a Ned Stark. Si querían hacerle a Sean Bean un feo peor que matarlo, enhorabuena: lo han logrado.

Kinvara. Profesión: gran sacerdotisa del templo rojo de Volantis, persona chunga en general. Nunca sabremos cuáles fueron las palabras que salieron del fuego cuando Varys fue castrado y por extensión nunca sabremos nada más de esa parcela del background que llegó a insinuarse que sería determinante en Juego de tronos. Kinvara conocía esos detalles pero Kinvara apareció una sola vez y luego nunca más se supo.

Quaithe de la Sombra. Profesión: hechicera, domadora de sombras, tattoo artist. Lo mismo: en su única aparición, Quaithe parecía conocer de antemano que Jorah acabaría atravesando la antigua Valyria y contrayendo la psoriagris, y encima bastante antes de que ocurriera. ¿Cómo? Ah, misterio.

Illyrio Mopatis. Profesión: urdir complots, chupar del bote, sus mamandurrias. No es que sea una ausencia grave: a diferencia de lo que ocurre en los libros, las apariciones de Mopatis han sido muy escasas en Juego de tronos. Hay quien dice que si Ian McNiece hubiese conservado el papel otro gallo habría cantado.

Tycho Nestoris. Profesión: trabaja en la Sareb. Es un señor muy coñazo, estamos de acuerdo, pero el representante del Banco de Hierro de Braavos es quizá es el único de este recuento que tenía que haber salido en la octava temporada. ¿O cree usted acaso que la monstruosa deuda contraída por la corona de Poniente durante el reinado de Cersei queda conmutada con la coronación de un nuevo rey?

Daario Naharis. Profesión: asesino pero poco, amante bandido. Lo dejamos como representante del poder Targaryen en Mereen. ¿Es ahora Mereen una colonia dependiente de los seis reinos? ¿Ha vuelto el esclavismo, por el contrario, a la Bahía de los Esclavos? Si uno dedica un epílogo a hablar de los desafíos políticos que depara el futuro, ¿no son estos los detalles que deberían aclararse?

Meera Reed. Profesión: salvar a Bran y por extensión a Poniente y por extensión a la propia raza humana. Recompensa: ninguna. Ni un cargo, ni un puestito, es que ni participar en su coronación. Y mira que había gente en el concilio aquel, hija de mi vida. Faltaba Elrond.

Jaqen H’ghar. Profesión: ninja mágico o algo así. ¿Nos despedimos de él? Sí. ¿Sonó a verdadera despedida? No. ¿Hacía falta siquiera contratar al mismo actor para hacer aparecer al personaje en la octava temporada? No. ¿Entonces? Entonces nada. Es que ni el caramelito de la teoría Jaqen H’ghar = Syrio Forel. Anda que no habría quedado bonito.

7. Bran I el Roto, y tan roto

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El capitán Panaka urdiendo una estratagema. Fotografía: HBO.
Todos tenemos amigos de esos que llaman solo cuando necesitan algo, seguro que usted también. ¿Sabe lo que le digo, verdad? Estupendo. Hablemos de Bran.

O, lo que es lo mismo, hablemos del Rey de la Noche. En los libros originales no existe el Rey de la Noche (existe un «Rey de la Noche» pero es una figura legendaria que no toma parte en el curso de la acción). «Los Otros», como se los denomina en las novelas, son una masa imprecisa de muertos vivientes y caminantes blancos sin una figura que ejerza su liderazgo. Da igual que cuentes con vidriagón o acero valirio, así solo los matas uno a uno. Pretender detenerlos es como querer detener el agua asestándole puñaladas. Por eso David Benioff y D. B. Weiss introdujeron al Rey de la Noche en su adaptación televisiva: es una abeja reina, un dispositivo que permite desactivar al ejército de espectros. Y luego nos ofrecieron estampas (cómo fue creado él, cómo creaba él a sus caminantes blancos, cómo los caminantes creaban sus propios espectros) que al final han servido para naturalizar su destrucción: con esa daga que le clava Arya se desata una reacción en cadena al estilo muerte de Sauron. No es particularmente original, puede tener un cierto efecto de anticlímax, pero innegablemente se comprende. Bran era la otra parte de este mecanismo: el cebo. Para matar al Rey de la Noche y desactivar al propio ejército de los muertos necesitarían un cuello de botella, un lugar preciso por el que la criatura tendría que pasar sí o sí y hacerlo desprovisto de su cabalgadura monstruosa, Viserion. Eso se nos confirmó solo un capítulo antes de que llegase a ocurrir, que no es lo ideal, pero también pudo comprenderse.

El problema con Bran lo conoce usted bien, lleva ya un par de años siendo uno de las disfunciones más agudas de Juego de tronos. Weiss y Benioff han ido más allá con Bran y al hacerlo han forzado el mecanismo que ellos mismos nos vendieron. A medida que convenía, aprovecharon su omnisciencia para revelar información que nada tenía que ver con el arco sobrenatural y el Rey de la Noche, en particular el asunto de la verdadera identidad de Jon. Y lo peor, la verdadera pirueta, es que luego le pusieron en mute de nuevo cuando lo encontraron conveniente. Cuando hubo que matar a Meñique en la temporada pasada, Bran habla y aporta la prueba definitiva en su contra; pero como Jaime no podía morir en esta antes del clímax (vete tú a saber por qué, pero el hecho es que no podía), entonces Bran no habla y nadie le ahorca en el mismo momento en el que pone un pie en Invernalia. A Daenerys le dice que el Rey de la Noche ha resucitado a Viserion (noticias frescas, esto los espectadores ya lo conocíamos) y sin embargo no dice nada acerca de la ubicación precisa del villano y su ejército (para que esa información, que todavía desconocíamos, dependiera entonces de la incursión de Ed el Penas, Beric Dondarrion y Thormund Matagigantes en la fortaleza de los Umber); etcétera. No es nuevo, esto mismo ya lo criticábamos en la temporada anterior, pero es ahora cuando la reviste verdadera gravedad.

En parte, y solo en parte, Weiss y Benioff han logrado naturalizar la conducta de Bran y su manera de inmiscuirse donde nadie le ha llamado, y es justo decir que lo han hecho con un golpe de efecto magistral. «Estabas exactamente donde debías estar», le dice a Jon en el muelle de la Fortaleza Roja. Todo en esa escena (el texto, la realización, la interpretación de los actores, la ubicación de la propia escena al final) canta por los cuatro costados a iceberg de Hemingway: algo gigantesco que se crea en el espacio en off de la narración invocándolo solamente con un apunte brevísimo. Sugiere que sí: Bran, tal y como lleva especulándose desde hace años, ha intercedido en el pasado de Juego de tronos. Ha aprovechado su poder para terciar en todo aquello que hemos visto en los últimos ocho años, y seguramente más atrás, para que los hechos condujesen al momento final en el que su hermana Arya aparece en el bosque de dioses de Invernalia armada con un puñal de acero valirio y facultada con la destreza necesaria para acuchillar al Rey de la Noche. Eso sí: de que esto sea o no sea «canon», olvídese. Es un recurso literario que se ha puesto en funcionamiento, esta vez, en una historia en pantalla. El iceberg no obedece a ese criterio. Nadie lo va a confirmar.

Sin embargo, a Bran lo han hecho rey. ¿Será Bran el Roto un buen rey en los seis reinos? Indudablemente. ¿Sienta bien un poco de calorcito al final, después de todo el frío que hemos pasado? Mucho. ¿Comporta una simetría resultona que Bran suceda en el trono a la mujer que lo arrojó por una ventana? Sí. Pero narrativamente no es, ni mucho menos, una solución; al contrario, es un embrollo que no lo parece porque aparece cuando queda solamente medio minuto de cuento. Problema número uno de todos los que plantea: si Bran ha reconducido los hechos hasta este punto, parece que se ha convertido a sí mismo en rey. Como ocurre con Dios según el viejo razonamiento (o Dios no es todopoderoso o Dios no es bondadoso; ambas cosas a la vez son incompatibles), Bran o es rey o es un héroe, pero las dos cosas no pueden ser. ¿Lleva solución este entuerto? No lo lleva, es una paradoja. Se la tiene que comer usted, ñam ñam, con cucharita. Weiss y Benioff crearon un autómata con un propósito específico, le dieron cuerda y lo echaron a andar. Después de completar su tarea, sin embargo, olvidaron desactivarlo de tanto que les gustaba y el autómata hizo lo que hacen los de su clase en estos casos: coronarse rey del mundo. No es la primera vez que pasa.

(Y hasta aquí nuestras críticas a la temporada; mañana a esta misma hora cantaremos las alabanzas. Le esperamos).

https://www.jotdown.es/2019/05/juego-de-tronos-viii-primera-parte-lo-peor/
 
A mí me pasa eso: Daenerys tirana alas de dragon me pareció lo más potente del capítulo, pero luego me acuerdo que en el capítulo 3 me emocioné cuando agarró la espada para defenderse de los Caminantes, mientras Jorah daba la vida por ella. Sólo tres capítulos hay entre esos momentos. Una temporada entera merecía esa evolución, para no sentir pena por ella, ni por todos los que dieron la vida por ella.

Sobre el cuervo de tres ojos, me contaron que en el libro El Caballero de los 7 reinos se amplían detalles sobre el Cuervo que entrena a Bran, que en su vida humana fue un bastardo Targaryen y un Lord Comandante de la Guardia de la Noche. Ahí muestran, según me dicen, que el tipo siempre quiso poder y venganza, incluso cuando era humano. Y se nota algo oscuro en él en sus interacciones con Bran en los libros que sí forman parte de la saga de Hielo y fuego. Esa oscuridad del personaje nunca aparece en las escenas que Max Von Sydow tiene con Bran. El Cuervo parece un abuelo sabio, por eso la figura del Cuervo parece un ente bonachón y no ese personaje oscuro que puede manipular mentes y acontecimientos. La teoría de que Bran era el rey de la Noche salía precisamente de lectores de los libros, porque desde siempre se percibe una ambigüedad muy profunda en el cuervo de tres ojos.

Veremos cómo le va a la precuela de GOT, porque trata precisamente sobre los Caminantes y el final de los Caminantes en la serie es decepcionante porque no resuelve ninguna incógnita y es muy diferente a lo que se dice de ellos en los libros.

Por cierto, hay un meme que me dio mucha risa: dice que el final de GOT parece escrito por Catelyn Stark. Bran Rey, Sansa Reina, Arya haciendo lo que le da la gana y Jon exiliado en el Muro.
Yo quiero pensar que de los caminantes blancos no han explicado nada más ni sobre el Rey de la noche porque eso lo van a tratar en la serie BloodMoon o La larga noche. Que realmente como espectadora de Juego de Tronos no me parece bien, porque yo estoy viendo esta serie y quiero saber todo lo que atañe a los personajes implicados en ESTA serie y no en otra que saquen más adelante (obviamente yo la voy a ver y todo lo que saquen y los libros, pero se supone que esto, como dijo George, es una historia cerrada que concierne a los personajes que conocemos y ya que el Rey de la Noche de la serie ni se le parece al de los libros, deberían haber explicado todo lo que tiene que ver con él a fondo en Juego de Tronos, porque además está la incógnita de si BloodMoon tratará sobre el Rey de la Noche de la serie o si será sobre el de los libros y en caso de que sea sobre el de los libros, la gente que vimos la serie no vamos a tener más explicaciones sobre este personaje).
 
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