Pedreria y joyería para instrucción de Letizia. Consejos de todo tipo.

No, son distintas, si lees el artículo lo explica, la tiara se podría desmontar. También he leído buscando fotos, que es un mito que Carmen Polo no pagase las joyas que tenía. Dicen en una joyería que elegía las piezas que le gustaban y que las hacía llevar a su casa para que su marido eligiera las que le gustaba y él le prestaba el dinero para pagarlas. Esto de prestarle el dinero no lo entiendo muy bien puesto que ella no trabajaba...También me suena a que es un intento de lavar su imagen porque se encaprichaba de todo lo que veía allí donde iba...Al parecer tenían que esconder la plata y todas las cosas de valor de las casas adonda iba de visita....

Margarita Vargas, sin ser hija, ya ha lucido en varias ocasiones piezas importantes cedidas por la abuela a Luis Alfonso de Borbón, al que protegió cuando se quedó huérfano. Este collar de esmeraldas es diferente a la tiara de la exduquesa de Cádiz. Según el joyero Daniel Nicols, dueño de la joyería del mismo nombre y experto en gemología, son piezas que “valen lo que el comprador quiera pagar. Están montadas en oro blanco en talla brillante y baguette. Este tipo de joyas no se venden en escaparate, van directamente a subasta”.

En cuanto a la corona de Carmen Martínez-Bordiú, el experto asegura que es de un valor incalculable y explica que “seguramente es desmontable y se convertía en broche y en pulseras. Es muy habitual en ese tipo de joya”. En este caso se trata de una corona en oro blanco de 18 quilates y con cinco grandes esmeraldas colombianas de la zona de Boyacá, de donde proceden las gemas más valoradas”.

https://www.canarias7.es/hemeroteca/los_collares_de_dona_carmen_la_mujer_de_franco-BXCSN284104

Los collares de "doña Carmen", la mujer de Franco


02/12/2012
Efe


El hecho de que Carmen Polo, la mujer más poderosa del franquismo, tenía una desmedida afición por las joyas no se discute, pero la "leyenda negra" respecto a que "arrasaba" en las joyerías madrileñas, sin que sus propietarios cobraran nunca el importe, fue un rumor nunca confirmado.

Cuando se cumplen 25 años de la muerte de la que fue esposa de Francisco Franco, la periodista Carmen Enríquez relata en su libro "Carmen Polo. La Señora de El Pardo" los usos y costumbres de esta mujer y la gran influencia que ejerció en la vida pública española durante los cuarenta años de poder absoluto de su marido.

El libro se hace eco de la "leyenda negra" que cuenta que los joyeros madrileños acordaron durante la dictadura costear entre todos los obligados regalos que debían hacer a la mujer de Franco cuando visitaba sus establecimientos, un rumor que, asegura Carmen Enríquez en una entrevista con Efe, nunca ha sido confirmado por los propietarios afectados.

Lo que sí confirmaron incluso algunos allegados al propio Franco era cómo una de sus íntimas amigas se "paseaba" por adelantado a estas visitas aconsejando a los joyeros que hicieran algún regalo a Carmen Polo.

"Lo que está claro y nítido" es la costumbre de "ir habitualmente muy enjoyada, con su eterno collar de varias vueltas de muy buen tamaño y de excedente calidad", indica la autora en el libro, que recuerda que en su atuendo tampoco faltaban nunca los pendientes, también usualmente de perlas.

Estas perlas eran casi obligadas en su día a día pero otra cosa era el despliegue de joyas que tanto Carmen Polo como su hija lucían en ocasiones especiales: tiaras espectaculares dignas de reinas para las escasas visitas de jefes de Estado que entonces se acercaban a la España franquista y, especialmente, la que lució "Carmencita" en su boda con el marqués de Villaverde.

Uno de los episodios que mejor retrata su desmedida afición por las joyas, recuerda la periodista, es la que relata el nieto mayor de Carmen Polo en el libro "La naturaleza de Franco": tras celebrar sus bodas de oro, la "Señora" quiso cambiar las alhajas que le habían regalado por este motivo familiares y allegados por un diamante de gran tamaño y valor que había "fichado" en una joyería.

Pero, para completar el alto precio del diamante (entre 8 y 9 millones de las antiguas pesetas), necesitaba, además de las alhajas que le habían regalado, dinero que pidió a su marido, pero que este le negó.

Otro testimonio recogido en el libro de los tesoros acumulados por la mujer de Franco procede de Jimmy Giménez-Arnau, que fue marido de Merry, una de sus nietas, y que aseguró que existía en la casa familiar un cuarto de unos 40 metros cuadrados con armarios estrechos, en los que se guardaban "collares, diademas, pendientes, guirnaldas, broches y camafeos" de "perlas, aguamarinas, brillantes, diamantes, oro y plata".

Pero lo que más le gustaba a Carmen Polo en cuestión de joyas era irse de viaje con una amiga suya a la joyería de un pueblo de Portugal, según señala el historiador gallego Carlos Fernández Santander, que sostiene no obstante que, cuando visitaba la fábrica de cerámica de Sargadelos, abonaba siempre los productos que adquiría.

Aparte de las joyas, las antigüedades eran otra de las devociones de Carmen Polo, explica Enríquez, que recoge en su libro una anécdota vivida por José Antonio Vaca de Osma, diplomático e historiador que fue gobernador civil de Ávila, y que la recibió en su casa durante una visita oficial.

Cuenta Vaca de Osma que a la llegada a su domicilio, Carmen Polo se fijó en un capitel bizantino que tenía en la estancia en la que estaban y que alabó con insistencia mirándolo cada vez "con ojos más ansioso". El gobernador supo resistirse a la presión de la mujer de Franco para que le regalara el valioso objeto prometiéndole que le conseguiría otro, cosa que hizo.

Episodios parecidos circulan por toda España pero, señala Enríquez, quien recuerda el apodo con que muchos se referían al hablar de doña Carmen, "la Collares", abundan sobre todo en Oviedo.

Allí, en su ciudad natal, las familias mejor situadas "mandaban guardar la plata" que había en sus casas cuando doña Carmen anunciaba que iba de visita porque, si se encaprichaba de alguna pieza, había que regalársela.

Objetos de valor acumulados durante años y años y que, al fin de la dictadura, salieron del Palacio de El Pardo llenando camiones y furgonetas para seguir siendo disfrutados por la que ya nunca más sería la "Señora".











http://www.abc.es/estilo/gente/20150112/abci-joyas-carmen-polo-201501091940.html


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A Carmen Polo le gustaban los collares de perlas - archivo abc
Los falsos mitos sobre las joyas de Carmen Polo
«Pagaba siempre», dicen los dueños de las joyerías que solía frecuentar
@marinapinau
12/01/2015 00:00hActualizado:12/01/2015 04:24h

Mucho se ha hablado sobre las joyas de Carmen Polo. La mujer de Francisco Franco tenía por afición adquirir alhajas. Tantas compró durante los años que su marido estuvo en el poder que, según el periodista (siempre exagerado) Jimmy Giménez-Arnau, en la casa familiar había un cuarto de unos 40 metros cuadrados con armarios en los que guardaban «collares, diademas, pendientes...». Sin embargo, pese al rumor extendido que asegura que «la collares», así la llamaban, nunca pagaba las joyas de las que se encaprichaba, parece ser que no era así. La mujer de Franco pagaba sus joyas, pero ¿se gastaría lo mismo que Cristina Kirchner?

El director de cine argentino Guillermo Francella se documentó sobre el rumor que corría en torno a la morosidad de Carmen Polo para filmar la película «¡Atraco!». Según declaró tras su estreno, la abuela de Carmen Martínez-Bordiú pedía a los joyeros «que mandaran [las piezas que le gustaban] al Pardo para que las viera su marido». Una vez seleccionadas las que le gustaban, mandaba el dinero que costaban.

Este hecho lo han confirmado en numerosas ocasiones desde Aldao, la joyería de cabecera de doña Carmen. A pesar de que declinan contestar a ABC esta pregunta, son varias las publicaciones donde lo han desmentido. También lo hizo en su día su nieto, Francis Franco, quien lo dejó escrito en el libro «Cuando mi abuelo era persona». Lo mismo recuerdan en la joyería Loureiro, de Vigo. Según cuentan, doña Carmen escogía personalmente las joyas que le gustaban y pagaba en efectivo. «Doña Carmen, hay que ver qué billetes tan limpios y nuevos trae», le decía entonces con sorna el joyero a la mujer de Franco.

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Sin embargo, Polo no pudo adquirir todas las alhajas que le gustaban ya que Franco, que tenía fama de ahorrador, se negó, en ocasiones, a prestarle el dinero que costaban.
Gracias, leí el artículo con poca atención.
Aquí en Coruña también se cuenta que los joyeros y anticuarios de la ciudad se echaban a temblar ante la posibilidad de que esta mujer se interesase por alguna de las piezas que había en sus tiendas. No sé lo que habrá de verdad. Lo que pienso es que muchas veces le regalarían las cosas que le gustaban por el afán de complacerla. Estamos hablando de una época en que había mucho miedo y el régimen de Franco era un magma intemporal que lo cubría todo.
 
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