El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
15/07/2017
CAMILLA Y LETIZIA, VIDAS PARALELAS...
LOS WINDSOR, LOS BORBONES Y EL DIVORCIO
MINIMIZANDO LO DEL DIVORCIO...
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Cierto es que el divorcio no fue recibido de la misma manera en la familia real británica que en la española. En los Windsor el tema no era nuevo. No olvidemos que ya se habían producido varios rompimientos matrimoniales. El de la princesa Margarita, hermana de la reina, de Tony Armstrong-Jones; el de la princesa Ana, del capitán Mark Phillips; el del príncipe Andrés de Sarah Ferguson y el más sonado de todos, el del príncipe Carlos y Diana Spencer. En los borbones sólo se produciría, cuatro años más tarde, de que Letizia se casara, “el cese temporal de la convivencia” de la Infanta Elena con Jaime de Marichalar, que se materializaría en divorcio el 14 de noviembre de 2009. Supuso un duro y dramático golpe en la familia, pero no era la primera vez que una hija de rey rompía su matrimonio divorciándose. Había sucedido 109 años antes cuando la infanta Eulalia, hija menor de la reina IsabeI II, se separó de su primo hermano Antonio María de Orléans en 1900; el príncipe de Asturias, de la cubana, y Don Jaime (ambos hijos de Alfonso XIII) de la Dampierre. A pesar de ello, el divorcio era tabú en la familia real española. Todavía recuerdo los terribles y descalificadores comentarios de la prensa española, tan babosamente cortesana con algunas personas y tan crueles con otras. Cuando Carlos y Camilla anunciaron su boda, los “expertos” se apresuraron a pregonar en prensa que, aunque se casaran, Camilla nunca sería reina de Inglaterra porque era... ¡divorciada!
Y, miren ustedes por dónde, poco después de que el príncipe Carlos tomara la decisión de contraer matrimonio cuando las circunstancias lo permitieran, se anunciaba el 1 de noviembre de 2003, a la 19 horas, que el príncipe Felipe se casaba con una... divorciada. ¡Toma ya! Fue en ese momento cuando el Rey Juan Carlos le dijo a su amigo Miguel Primo de Rivera con quien se encontraba de cacería: “Mi hijo se va a cargar la Monarquía”.
El Palacio de La Zarzuela puso inmediatamente en marcha un efectivo tratamiento de choque, pidiendo a los directores y colaboradores de todos los programas prudencia en las informaciones sobre la vida de Letizia, minimizando lo del divorcio y mezclando churras con merinas: “La chica es estupenda, muy guapa e inteligente, una compañera respetada y el hecho de que esté divorciada no tiene la menor importancia”. El comunicado finalizaba con una advertencia que sonaba a amenaza: “No olvidéis que estáis hablando de la futura Reina de España”. Cuando estos días he visto a Letizia y a Camilla juntas en Buckingham con motivo de la visita oficial, no he podido evitar recordar los duros y difíciles caminos que ambas han tenido que recorrer para llegar a ser consortes reales, a pesar de sus respectivos pasados de mujeres divorciadas. En esto sus vidas respectivas son paralelas. Aunque una, Camilla, tenga 70 años y la otra, Letizia, 46. Pero ninguna de las dos serán ¡nunca! como Su Graciosa Majestad Británica -quien, a sus 91 años, sigue siendo la reina más reina del mundo–, por el hecho de ser sólo consortes. Hasta la propia Letizia ha sabido guardar, muy respetuosamente, la distancia no excediéndose en ningún momento, como sucedió con la emperatriz de Japón a quien le plantó dos besos, uno por cada mejilla, que diría Joaquín Sabina. A la tía Lillibeth se limitó a darle, respetuosamente, la mano. A diferencia de Michelle Obama que, contra todo protocolo, en su primera visita a Buckingham pasó la mano por el lomo de la soberana. En la segunda, advertida, se limitó a saludarla, como Letizia.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
15/07/2017
CAMILLA Y LETIZIA, VIDAS PARALELAS...
LOS WINDSOR, LOS BORBONES Y EL DIVORCIO
MINIMIZANDO LO DEL DIVORCIO...
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Cierto es que el divorcio no fue recibido de la misma manera en la familia real británica que en la española. En los Windsor el tema no era nuevo. No olvidemos que ya se habían producido varios rompimientos matrimoniales. El de la princesa Margarita, hermana de la reina, de Tony Armstrong-Jones; el de la princesa Ana, del capitán Mark Phillips; el del príncipe Andrés de Sarah Ferguson y el más sonado de todos, el del príncipe Carlos y Diana Spencer. En los borbones sólo se produciría, cuatro años más tarde, de que Letizia se casara, “el cese temporal de la convivencia” de la Infanta Elena con Jaime de Marichalar, que se materializaría en divorcio el 14 de noviembre de 2009. Supuso un duro y dramático golpe en la familia, pero no era la primera vez que una hija de rey rompía su matrimonio divorciándose. Había sucedido 109 años antes cuando la infanta Eulalia, hija menor de la reina IsabeI II, se separó de su primo hermano Antonio María de Orléans en 1900; el príncipe de Asturias, de la cubana, y Don Jaime (ambos hijos de Alfonso XIII) de la Dampierre. A pesar de ello, el divorcio era tabú en la familia real española. Todavía recuerdo los terribles y descalificadores comentarios de la prensa española, tan babosamente cortesana con algunas personas y tan crueles con otras. Cuando Carlos y Camilla anunciaron su boda, los “expertos” se apresuraron a pregonar en prensa que, aunque se casaran, Camilla nunca sería reina de Inglaterra porque era... ¡divorciada!
Y, miren ustedes por dónde, poco después de que el príncipe Carlos tomara la decisión de contraer matrimonio cuando las circunstancias lo permitieran, se anunciaba el 1 de noviembre de 2003, a la 19 horas, que el príncipe Felipe se casaba con una... divorciada. ¡Toma ya! Fue en ese momento cuando el Rey Juan Carlos le dijo a su amigo Miguel Primo de Rivera con quien se encontraba de cacería: “Mi hijo se va a cargar la Monarquía”.
El Palacio de La Zarzuela puso inmediatamente en marcha un efectivo tratamiento de choque, pidiendo a los directores y colaboradores de todos los programas prudencia en las informaciones sobre la vida de Letizia, minimizando lo del divorcio y mezclando churras con merinas: “La chica es estupenda, muy guapa e inteligente, una compañera respetada y el hecho de que esté divorciada no tiene la menor importancia”. El comunicado finalizaba con una advertencia que sonaba a amenaza: “No olvidéis que estáis hablando de la futura Reina de España”. Cuando estos días he visto a Letizia y a Camilla juntas en Buckingham con motivo de la visita oficial, no he podido evitar recordar los duros y difíciles caminos que ambas han tenido que recorrer para llegar a ser consortes reales, a pesar de sus respectivos pasados de mujeres divorciadas. En esto sus vidas respectivas son paralelas. Aunque una, Camilla, tenga 70 años y la otra, Letizia, 46. Pero ninguna de las dos serán ¡nunca! como Su Graciosa Majestad Británica -quien, a sus 91 años, sigue siendo la reina más reina del mundo–, por el hecho de ser sólo consortes. Hasta la propia Letizia ha sabido guardar, muy respetuosamente, la distancia no excediéndose en ningún momento, como sucedió con la emperatriz de Japón a quien le plantó dos besos, uno por cada mejilla, que diría Joaquín Sabina. A la tía Lillibeth se limitó a darle, respetuosamente, la mano. A diferencia de Michelle Obama que, contra todo protocolo, en su primera visita a Buckingham pasó la mano por el lomo de la soberana. En la segunda, advertida, se limitó a saludarla, como Letizia.