No. No es el momento de concentraciones ni de fiestas. De ningún tipo. No hay que regalarle al virus esa generosa invitación. Los codazos para colocarse detrás de la mejor pancarta en días señalados ya suelen ser patéticos, pero ahora mismo resultan insoportables. ¿Hay que arriesgar la salud propia y ajena por mantener la convocatoria de un acto? ¿Merece la pena un brote y un repunte a cambio de una foto, de un escaparate? Porque un gran embudo de contagios siempre destila muertos.
Los políticos tienen mil oportunidades para reivindicar los derechos de las mujeres, empezando por la organización de sus partidos y acabando por su acción de gobierno. El problema es que a algunos se les olvida que ya no están en la oposición y a otros les cuesta recordar que estaban en el poder desde hace nada. Menos consignas y más decisiones. Hay mil formas de gritar, de protestar, de posicionarse, de seguir dando pasos en esta marcha de siglos. El 8M del día a día, siempre. Es justo y necesario. El de las manifestaciones y la movilización multitudinaria en la calle, otro año. Otra vez. Por todo lo alto.
En el 2021, no. Y no es no.
El 8M, otro año
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