Tamara Falcó. Boda con Iñigo Onieva. Julio 8, 2023.

SOYHELENA... como por siempre tus posts son durisimos para mi lectura... pero les leo muchas veces y eres la sal del foro, cuanta agudeza, que pasada.
Tamara parece la tipica persona que tiene un gran vacio y llena con obsesiones. Una mujer de 32 años que ama su religion no ouede ser tonta y comparar el amor de devociom a Jesus y el amor hacia un hombre, que son dos cosas diferentes.
 
Pijo


Pijo



Hábitat todo lo que sea caro y VIP
Inteligencia Nula, una piedra es bastante más inteligente
Frase favoritaO sea, es super-total
¿Peligroso?No, siempre que no tenga a su descerebrado guarura, solos al revés, pégales siempre.
ObsesiónLas marcas de ropa
NotasTampoco seas uno de éstos.
Por el hecho de que en algunos países se les llama de manera distinta, cabe decir que cuando se habla de "Pija" no se esta hablando del organo sexual masculino (poronga), sino de un integrante de esta tribu urbana del s*x* femenino


El pijo es el votante clásico del PP, un ser vivo, ya sea macho, hembra o sui generis, con la capacidad de pronunciar la palabra "sabes" y "o sea" (al final de frase remarcando la "s"). La gran mayoría de ellos, aunque no todos, tienen la incapacidad de pronunciar la "b"; por consiguiente, acaban diciendo algo así como "saes".

Debe aclararse que todo lo indicado a continuación sobre gustos y tendencias de los pijos puede ser, y será con total garantía, modificado en breve por orden de alguna redactora de revista femenina o adolescente, quienes dictan, cuales líderes de sectas, cuáles son las preferencias de los pijos para cada temporada. El término temporada no tiene un periodo de tiempo asociado, cada vez se acorta más para así nutrir en mayor medida el consumo compulsivo. Cualquiera que se niegue a acatar las órdenes de una revista pija, cualquiera que no siga los dictámenes de la moda, queda automáticamente expulsado de esta tribu urbana.

El pelo liso y la ropa fucsia de ellas y los jerseys por los hombros y los náuticos de ellos, les hacen fácilmente reconocibles por la calle, aunque no esperemos encontrarlos por los lugares que uno suele frecuentar: sólo son visibles en verano en zonas turísticas tales como La Toja, por poner un ejemplo, en Galicia. También suelen llevar las Reebok blancas con cordones de colores dañinos para la vista. Y sobre todo vestuario de marcas consideradas como pijas, como son las de Lacoste,Tommy Hilfiger, Ralph Lauren, Hackett, etc. Los flequillos son habituales, generalmente semicirculares y peinados de derecha a izquierda. Los pijos jóvenes suelen salir a emborracharse sin que sus padres se enteren. Otra cosa común en los pijos es que suelen tener cara de pan, esto se entiende como mofletuda, ojos pequeños y labios grandes, a veces acompañados por unos elegantes granos.

Los padres (médicos o abogados de profesión en un 60%) profesionales liberales, empresarios, burgueses, terratenientes, etc. tienen la cualidad de creerse todo lo que sus hijos le cuentan ("es que papá, jo, vomité en las sábanas, o sea, por culpa de una hamburguesa que me sentó mal, ¿saes?") y de colocarse en la primera fila de un acto religioso (entiéndase por primera la tercera, debido a que la primera en sí está siempre vacía, la segunda la ocupan las señoras mayores que cantan y en la tercera ya caben estos pijos).

Sus actividades más importantes son hacer creer a los padres que estudian, hablar de ropa u otros temas pijos y lo más importante... ir a las discotecas. Allí incluso llegan a mezclarse con canis camuflados. Lo que se hace allí es simular que bailan mientras intentan trincar las tías que puedan, además de tomar pastillas a más no poder y emborracharse a la media copa. Luego salen y se meten en bronca con esos canis camuflaos, esta clase de enfrentamiento se da porque deben impresionar a las chorvas que les rodean (véase "The Matrix: Cani's Revolution" para comprender la conflictividad entre estos dos grupos). La mayoría llegan a ser capillitas.
 
Los calaveras
Artículo primero


Mariano José de Larra





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Es cosa que daría que hacer a los etimologistas y a los anatómicos de lenguas el averiguar el origen de la voz calavera en su acepción figurada, puesto que la propia no puede tener otro sentido que la designación del cráneo de un muerto, ya vacío y descarnado. Yo no recuerdo haber visto empleada esta voz, como sustantivo masculino, en ninguno de nuestros autores antiguos, y esto prueba que esta acepción picaresca es de uso moderno. La especie, sin embargo, de seres a que se aplica ha sido de todos los tiempos. El famoso Alcibíades era el calavera más perfecto de Atenas; el célebre filósofo que arrojó sus tesoros al mar no hizo en eso más que una calaverada, a mi entender de muy mal gusto; César, marido de todas las mujeres de Roma, hubiera pasado en el día por un excelente calavera; Marco Antonio echando a Cleopatra por contrapeso en la balanza del destino del Imperio, no podía ser más que un calavera; en una palabra, la suerte de más de un pueblo se ha decidido a veces por una simple calaverada. Si la historia, en vez de escribirse como un índice de los crímenes de los reyes y una crónica de unas cuantas familias, se escribiera con esta especie de filosofía, como un cuadro de costumbres privadas, se vería probada aquella verdad; y muchos de los importantes trastornos que han cambiado la faz del mundo, a los cuales han solido achacar grandes causas los políticos, encontrarían una clave de muy verosímil y sencilla explicación en las calaveradas.

Dejando aparte la antigüedad (por más mérito que les añada, puesto que hay muchas gentes que no tienen otro), y volviendo a la etimología de la voz, confieso que no encuentro qué relación puede existir entre un calavera y una calavera. ¡Cuánto exceso de vida no supone el primero! ¡Cuánta ausencia de ella no supone la segunda! Si se quiere decir que hay un punto de similitud entre el vacío del uno y de la otra, no tardaremos en demostrar que es un error. Aun concediendo que las cabezas se dividan en vacías y en llenas, y que la ausencia del talento y del juicio se refiera a la primera clase, espero que por mi artículo se convencerá cualquiera de que para pocas cosas se necesita más talento y buen juicio que para ser calavera. (IRONIC MODO ON)

Por tanto, el haber querido dar un aire de apodo y de vilipendio a los «calaveras» es una injusticia de la lengua y de los hombres que acertaron a darle los primeros ese giro malicioso: yo por mí rehúso esa voz; confieso que quisiera darle una nobleza, un sentido favorable, un carácter de dignidad que desgraciadamente no tiene, y así sólo la usaré porque no teniendo otra a mano, he encontrando ésa establecida. (...)

Todos tenemos algo de «calaveras», más o menos. ¿Quién no hace locuras y disparates alguna vez en su vida? ¿Quién no ha hecho versos, quién no ha creído en alguna mujer, quién no se ha dado malos ratos algún día por ella, quién no ha prestado dinero, quién no lo ha debido, quién no ha abandonado alguna cosa que le importase por otra que le gustase? ¿Quién no se casa, en fin?... Todos lo somos; pero así como no se llama locos sino a aquellos cuya locura no está en armonía con la de los más, así sólo se llama «calaveras» a aquellos cuya serie de acciones continuadas son diferentes de las que los otros tuvieran en iguales casos.

El calavera se divide y subdivide hasta lo infinito, y es difícil encontrar en la naturaleza una especie que presente al observador mayor número de castas distintas; tienen todas, empero, un tipo común de donde parten, y en rigor sólo dos son las calidades esenciales que determinan su ser, y que las reúnen en una sola especie; en ellas se reconoce al calavera, de cualquier casta que sea.

1.º El calavera debe tener por base de su ser lo que se llama talento natural por unos, despejo por otros, viveza por los más. Entiéndase esto bien:talento natural, es decir, no cultivado. Esto se explica: toda clase de estudio profundo, o de extensa instrucción, sería lastre demasiado pesado que se opondría a esa ligereza, que es una de sus más amables cualidades.

2.º El calavera debe tener lo que se llama en el mundo poca aprensión. No se interprete esto tampoco en mal sentido. Todo lo contrario. Esta poca aprensión es aquella indiferencia filosófica con que considera el qué dirán el que no hace más que cosas naturales, el que no hace cosas vergonzosas. Se reduce a arrostrar en todas nuestras acciones la publicidad, a vivir ante los otros, más para ellos que para uno mismo. El calavera es un hombre público cuyos actos todos pasan por el tamiz de la opinión, saliendo de él más depurados. Es un espectáculo cuyo telón está siempre descorrido; quítenselo los espectadores, y adiós teatro. Sabido es que con mucha aprensión no hay teatro.

El talento natural, pues, y la poca aprensión son las dos cualidades distintivas de la especie: sin ellas no se da calavera. Un tonto, un timorato del qué dirán, no lo serán jamás. Sería tiempo perdido.

El calavera se divide en silvestre y doméstico.

El calavera silvestre es hombre de la plebe, sin educación ninguna y sin modales; (...)

El calavera doméstico admite diferentes grados de civilización, y su cuna, su edad, su profesión, su dinero le subdividen después en diversas castas. Las principales son las siguientes:

El calavera lampiño tiene catorce o quince años, lo más dieciocho. Sus padres no pudieron nunca hacer carrera con él: le metieron en el colegio para quitársele de encima y hubieron de sacarle porque no dejaba allí cosa con cosa. Mientras que sus compañeros más laboriosos devoraban los libros para entenderlos, él los despedazaba para hacer bolitas de papel, las cuales arrojaba disimuladamente y con singular tino a las narices del maestro. A pesar de eso, el día de examen, el talento profundo y tímido se cortaba, y nuestro audaz muchacho repetía con osadía las cuatro voces tercas que había recogido aquí y allí y se llevaba el premio. Su carácter resuelto ejercía predominio sobre la multitud, y capitaneaba por lo regular las pandillas y los partidos. Despreciador de los bienes mundanos, su sombrero, que le servía de blanco o de pelota, se distinguía de los demás sombreros como él de los demás jóvenes.

Es decir, que el calavera, como todo el que ha de ser algo en el mundo, comienza a descubrir desde su más tierna edad el germen que encierra.

Fuera ya del colegio, se trató de sujetarle en casa y se le puso bajo llave, pero a la mañana siguiente se encontraron colgadas las sábanas de la ventana; el pájaro había volado, y como sus padres se convencieron de que no había forma de contenerle, convinieron en que era preciso dejarle. De aquí fecha la libertad del lampiño
. Es el más pesado, el más incómodo; careciendo todavía de barba y de reputación, necesita hacer dobles esfuerzos para llamar la pública atención; privado él de los medios, le es forzoso afectarlos. Es risa oírle hablar de las mujeres como un hombre ya maduro; sacar el reloj como si tuviera que hacer; contar todas sus acciones del día como si pudieran importarle a alguien, pero con despejo, con soltura, con aire cansado y corrido.

Sus padres, que ven por fin decididamente que no hay forma de hacerle abogado, le hacen meritorio; pero como no asiste a la oficina, como bosqueja en ella las caricaturas de los jefes, porque tiene el instinto del dibujo, se muda de bisiesto y se trata de hacerlo militar; en cuanto está declarado irremisiblemente mala cabeza se le busca una charretera, y, si se encuentra, ya es un hombre hecho.

Aquí empieza el calavera temerón, que es el gran calavera. Pero nuestro artículo ha crecido debajo de la pluma más de lo que hubiéramos querido, y de aquello que para un periódico convendría, ¡tan fecunda es la materia! Por tanto nuestros lectores nos concederán algún ligero descanso, y remitirán al número siguiente su curiosidad, si alguna tienen.

Revista Mensajero, n.º 94, 2 de junio de 1835.

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Los pijos de entonces ya eran así. Es un poco largo sí, pero merece la pena leer a este señor siempre. De lo mejor que ha habido en el periodismo costumbrista. Genial.
 
Pijo


Pijo



Hábitat todo lo que sea caro y VIP
Inteligencia Nula, una piedra es bastante más inteligente
Frase favoritaO sea, es super-total
¿Peligroso?No, siempre que no tenga a su descerebrado guarura, solos al revés, pégales siempre.
ObsesiónLas marcas de ropa
NotasTampoco seas uno de éstos.
Por el hecho de que en algunos países se les llama de manera distinta, cabe decir que cuando se habla de "Pija" no se esta hablando del organo sexual masculino (poronga), sino de un integrante de esta tribu urbana del s*x* femenino


El pijo es el votante clásico del PP, un ser vivo, ya sea macho, hembra o sui generis, con la capacidad de pronunciar la palabra "sabes" y "o sea" (al final de frase remarcando la "s"). La gran mayoría de ellos, aunque no todos, tienen la incapacidad de pronunciar la "b"; por consiguiente, acaban diciendo algo así como "saes".

Debe aclararse que todo lo indicado a continuación sobre gustos y tendencias de los pijos puede ser, y será con total garantía, modificado en breve por orden de alguna redactora de revista femenina o adolescente, quienes dictan, cuales líderes de sectas, cuáles son las preferencias de los pijos para cada temporada. El término temporada no tiene un periodo de tiempo asociado, cada vez se acorta más para así nutrir en mayor medida el consumo compulsivo. Cualquiera que se niegue a acatar las órdenes de una revista pija, cualquiera que no siga los dictámenes de la moda, queda automáticamente expulsado de esta tribu urbana.

El pelo liso y la ropa fucsia de ellas y los jerseys por los hombros y los náuticos de ellos, les hacen fácilmente reconocibles por la calle, aunque no esperemos encontrarlos por los lugares que uno suele frecuentar: sólo son visibles en verano en zonas turísticas tales como La Toja, por poner un ejemplo, en Galicia. También suelen llevar las Reebok blancas con cordones de colores dañinos para la vista. Y sobre todo vestuario de marcas consideradas como pijas, como son las de Lacoste,Tommy Hilfiger, Ralph Lauren, Hackett, etc. Los flequillos son habituales, generalmente semicirculares y peinados de derecha a izquierda. Los pijos jóvenes suelen salir a emborracharse sin que sus padres se enteren. Otra cosa común en los pijos es que suelen tener cara de pan, esto se entiende como mofletuda, ojos pequeños y labios grandes, a veces acompañados por unos elegantes granos.

Los padres (médicos o abogados de profesión en un 60%) profesionales liberales, empresarios, burgueses, terratenientes, etc. tienen la cualidad de creerse todo lo que sus hijos le cuentan ("es que papá, jo, vomité en las sábanas, o sea, por culpa de una hamburguesa que me sentó mal, ¿saes?") y de colocarse en la primera fila de un acto religioso (entiéndase por primera la tercera, debido a que la primera en sí está siempre vacía, la segunda la ocupan las señoras mayores que cantan y en la tercera ya caben estos pijos).

Sus actividades más importantes son hacer creer a los padres que estudian, hablar de ropa u otros temas pijos y lo más importante... ir a las discotecas. Allí incluso llegan a mezclarse con canis camuflados. Lo que se hace allí es simular que bailan mientras intentan trincar las tías que puedan, además de tomar pastillas a más no poder y emborracharse a la media copa. Luego salen y se meten en bronca con esos canis camuflaos, esta clase de enfrentamiento se da porque deben impresionar a las chorvas que les rodean (véase "The Matrix: Cani's Revolution" para comprender la conflictividad entre estos dos grupos). La mayoría llegan a ser capillitas.
Lo de la Toja inexacto, los pijos tiran más pa Sotogrande...
Lo del vomitao, doy fe. Una amiga de hace tiempo, su hijo mega pijo, le acusa la vecina de que su hijo vomitaba por la ventana...noselopodiacreer...el muy cenutrio no se molestaba en ir al baño y potaba los restos de sus juergas por la ventana tan ricamente...aaarggghh
 
Los calaveras
Artículo primero


Mariano José de Larra





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Es cosa que daría que hacer a los etimologistas y a los anatómicos de lenguas el averiguar el origen de la voz calavera en su acepción figurada, puesto que la propia no puede tener otro sentido que la designación del cráneo de un muerto, ya vacío y descarnado. Yo no recuerdo haber visto empleada esta voz, como sustantivo masculino, en ninguno de nuestros autores antiguos, y esto prueba que esta acepción picaresca es de uso moderno. La especie, sin embargo, de seres a que se aplica ha sido de todos los tiempos. El famoso Alcibíades era el calavera más perfecto de Atenas; el célebre filósofo que arrojó sus tesoros al mar no hizo en eso más que una calaverada, a mi entender de muy mal gusto; César, marido de todas las mujeres de Roma, hubiera pasado en el día por un excelente calavera; Marco Antonio echando a Cleopatra por contrapeso en la balanza del destino del Imperio, no podía ser más que un calavera; en una palabra, la suerte de más de un pueblo se ha decidido a veces por una simple calaverada. Si la historia, en vez de escribirse como un índice de los crímenes de los reyes y una crónica de unas cuantas familias, se escribiera con esta especie de filosofía, como un cuadro de costumbres privadas, se vería probada aquella verdad; y muchos de los importantes trastornos que han cambiado la faz del mundo, a los cuales han solido achacar grandes causas los políticos, encontrarían una clave de muy verosímil y sencilla explicación en las calaveradas.

Dejando aparte la antigüedad (por más mérito que les añada, puesto que hay muchas gentes que no tienen otro), y volviendo a la etimología de la voz, confieso que no encuentro qué relación puede existir entre un calavera y una calavera. ¡Cuánto exceso de vida no supone el primero! ¡Cuánta ausencia de ella no supone la segunda! Si se quiere decir que hay un punto de similitud entre el vacío del uno y de la otra, no tardaremos en demostrar que es un error. Aun concediendo que las cabezas se dividan en vacías y en llenas, y que la ausencia del talento y del juicio se refiera a la primera clase, espero que por mi artículo se convencerá cualquiera de que para pocas cosas se necesita más talento y buen juicio que para ser calavera. (IRONIC MODO ON)

Por tanto, el haber querido dar un aire de apodo y de vilipendio a los «calaveras» es una injusticia de la lengua y de los hombres que acertaron a darle los primeros ese giro malicioso: yo por mí rehúso esa voz; confieso que quisiera darle una nobleza, un sentido favorable, un carácter de dignidad que desgraciadamente no tiene, y así sólo la usaré porque no teniendo otra a mano, he encontrando ésa establecida. (...)

Todos tenemos algo de «calaveras», más o menos. ¿Quién no hace locuras y disparates alguna vez en su vida? ¿Quién no ha hecho versos, quién no ha creído en alguna mujer, quién no se ha dado malos ratos algún día por ella, quién no ha prestado dinero, quién no lo ha debido, quién no ha abandonado alguna cosa que le importase por otra que le gustase? ¿Quién no se casa, en fin?... Todos lo somos; pero así como no se llama locos sino a aquellos cuya locura no está en armonía con la de los más, así sólo se llama «calaveras» a aquellos cuya serie de acciones continuadas son diferentes de las que los otros tuvieran en iguales casos.

El calavera se divide y subdivide hasta lo infinito, y es difícil encontrar en la naturaleza una especie que presente al observador mayor número de castas distintas; tienen todas, empero, un tipo común de donde parten, y en rigor sólo dos son las calidades esenciales que determinan su ser, y que las reúnen en una sola especie; en ellas se reconoce al calavera, de cualquier casta que sea.

1.º El calavera debe tener por base de su ser lo que se llama talento natural por unos, despejo por otros, viveza por los más. Entiéndase esto bien:talento natural, es decir, no cultivado. Esto se explica: toda clase de estudio profundo, o de extensa instrucción, sería lastre demasiado pesado que se opondría a esa ligereza, que es una de sus más amables cualidades.

2.º El calavera debe tener lo que se llama en el mundo poca aprensión. No se interprete esto tampoco en mal sentido. Todo lo contrario. Esta poca aprensión es aquella indiferencia filosófica con que considera el qué dirán el que no hace más que cosas naturales, el que no hace cosas vergonzosas. Se reduce a arrostrar en todas nuestras acciones la publicidad, a vivir ante los otros, más para ellos que para uno mismo. El calavera es un hombre público cuyos actos todos pasan por el tamiz de la opinión, saliendo de él más depurados. Es un espectáculo cuyo telón está siempre descorrido; quítenselo los espectadores, y adiós teatro. Sabido es que con mucha aprensión no hay teatro.

El talento natural, pues, y la poca aprensión son las dos cualidades distintivas de la especie: sin ellas no se da calavera. Un tonto, un timorato del qué dirán, no lo serán jamás. Sería tiempo perdido.

El calavera se divide en silvestre y doméstico.

El calavera silvestre es hombre de la plebe, sin educación ninguna y sin modales; (...)

El calavera doméstico admite diferentes grados de civilización, y su cuna, su edad, su profesión, su dinero le subdividen después en diversas castas. Las principales son las siguientes:

El calavera lampiño tiene catorce o quince años, lo más dieciocho. Sus padres no pudieron nunca hacer carrera con él: le metieron en el colegio para quitársele de encima y hubieron de sacarle porque no dejaba allí cosa con cosa. Mientras que sus compañeros más laboriosos devoraban los libros para entenderlos, él los despedazaba para hacer bolitas de papel, las cuales arrojaba disimuladamente y con singular tino a las narices del maestro. A pesar de eso, el día de examen, el talento profundo y tímido se cortaba, y nuestro audaz muchacho repetía con osadía las cuatro voces tercas que había recogido aquí y allí y se llevaba el premio. Su carácter resuelto ejercía predominio sobre la multitud, y capitaneaba por lo regular las pandillas y los partidos. Despreciador de los bienes mundanos, su sombrero, que le servía de blanco o de pelota, se distinguía de los demás sombreros como él de los demás jóvenes.

Es decir, que el calavera, como todo el que ha de ser algo en el mundo, comienza a descubrir desde su más tierna edad el germen que encierra.

Fuera ya del colegio, se trató de sujetarle en casa y se le puso bajo llave, pero a la mañana siguiente se encontraron colgadas las sábanas de la ventana; el pájaro había volado, y como sus padres se convencieron de que no había forma de contenerle, convinieron en que era preciso dejarle. De aquí fecha la libertad del lampiño
. Es el más pesado, el más incómodo; careciendo todavía de barba y de reputación, necesita hacer dobles esfuerzos para llamar la pública atención; privado él de los medios, le es forzoso afectarlos. Es risa oírle hablar de las mujeres como un hombre ya maduro; sacar el reloj como si tuviera que hacer; contar todas sus acciones del día como si pudieran importarle a alguien, pero con despejo, con soltura, con aire cansado y corrido.

Sus padres, que ven por fin decididamente que no hay forma de hacerle abogado, le hacen meritorio; pero como no asiste a la oficina, como bosqueja en ella las caricaturas de los jefes, porque tiene el instinto del dibujo, se muda de bisiesto y se trata de hacerlo militar; en cuanto está declarado irremisiblemente mala cabeza se le busca una charretera, y, si se encuentra, ya es un hombre hecho.

Aquí empieza el calavera temerón, que es el gran calavera. Pero nuestro artículo ha crecido debajo de la pluma más de lo que hubiéramos querido, y de aquello que para un periódico convendría, ¡tan fecunda es la materia! Por tanto nuestros lectores nos concederán algún ligero descanso, y remitirán al número siguiente su curiosidad, si alguna tienen.

Revista Mensajero, n.º 94, 2 de junio de 1835.

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Los pijos de entonces ya eran así. Es un poco largo sí, pero merece la pena leer a este señor siempre. De lo mejor que ha habido en el periodismo costumbrista. Genial.

Chini, yo soy un auténtico calavera. Pero de los de antes, claro.
 
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