SOCIEDAD

AL MÁS PURO ESTILO MARAJÁ INDIO
Así son los "niños ricos de Rusia": la exhibición del lujo más obsceno
Desde jets privados a regalos de Louis Vuitton. El gigante ex soviético se apunta a la moda de mostrar su fascinante vida privada en las redes sociales


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Foto: iStock.
ADA NUÑO

22/10/2018
Los más reacios al auge de la globalización lo advierten siempre: nos estamos cargando (como si hablaramos de un ecosistema) la esencia de cada pueblo. Esto quiere decir que, aunque el imaginario popular piense en los españoles como toreros y sevillanas, o en los japoneses vistiendo kimonos y cargando con katanas por la calle, a la hora de la verdad somos todos iguales. Puedes pasearte por Hong Kong, Dubrovnik o Cáceres, que dejando a un lado las diferencias claras de cada sitio, verás gente muy parecida. Iphones, deportivas y sudaderas de multinacionales, cafés de conocidas marcas y música trap en un mundo que convive, paradójicamente, con el auge de los nacionalismos.


De los rusos quizá nos llega la imagen del bebedor de vodka con la hoz y el martillo de fondo. O del mendigo anciano, caminando renqueante por un frío San Petersburgo, más propio de una novela de Dostoyevski que de la realidad. Es inevitable caer, de vez en cuando, en los estereotipos, aunque la Unión Soviética haya quedado muy atrás o nadie se acuerde de los Romanov más que para algún musical edulcorado. Desde luego lo que no se espera es la extravagancia propia de los marajás indios en los chavales moscovitas, pero ya se sabe, la capacidad de sorprenderse del ser humano es infinita.


Todas las familias ricas son iguales pero las pobres son todas distintas


Instagram es el ejemplo claro de esta globalización que nos demuestra que, por muy original que te creas, lo que acabas de pensarprobablemente lo ha preguntado ya alguien en Yahoo Respuestas. Y justamente es mediante esta red social con la que los rusos pudientes muestran al mundo cómo es vivir el día a día cuando eres joven y rico. Y no es ninguna tontería.

La cuenta conocida como "Rich Russian Kids" tiene la friolera de 495.000 seguidores. Y es que la moda de los niños ricos domina la red social, demostrándonos que todos tenemos algo de 'voyeur', ya que estamos interesadísimos en ver cómo viven los chavales ricos de Vietnam, Suiza o Dubái.


Jets privados y hamburguesas de oro

La cuenta nos enseña básicamente eso: excentricidades de niños ricos. Posados con Putin, viajes en jets privados con sus peluches o comidas raras y exclusivas.

Sin duda, perfiles como este nos enseñan a replantearnos dos veces los estereotipos culturales que tenemos de cada país. También es hora de dejar de lado la manida frase de "pobre niño rico". Ya lo cantaban The Specials y posteriormente la malograda Amy Winehouse: "pero eras una chica rica y lo único que hacías era divertirte". Quién pudiera.

GALERIA :

https://www.elconfidencial.com/alma...s-ricos-rusia-instagram-curiosidades_1630357/
 
EDUCACIÓN ULTRA A AMBOS LADOS DEL FRENTE
Niños de hierro: viaje a los campos donde militarizan a los menores de Ucrania
Desde hace cuatro años, miles de niños reciben adiestramiento militar -sin criterio educativo- en campamentos ultranacionalistas. Una bomba de relojería para el futuro del país

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Un niño posa con una ametralladora de juguete en el campamento "Lider". (Foto: Ethel Bonet)

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ETHEL BONET. KIEV
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30/10/2018
Victoria tiene ocho años y, como a muchas niñas de su edad, de mayor le gustaría ser diseñadora de moda o modelo. Pero entre sus sueños también está el ser soldado. No ha visto la guerra de cerca pero a su corta edad está convencida de que su deber es defender la patria. Su determinación asusta: “Solo hay una Ucrania y tenemos que defenderla. Por eso he venido aquí, para aprender a luchar. Me gusta mucho disparar con un arma. Ponerme maquillaje de camuflaje y ropas miliares”.

Victoria pasa parte de sus vacaciones escolares en el campamento “Lider”, ubicado en unas viejas instalaciones deportivas soviéticas, a las afueras de Kiev. No tiene página web oficial, pero se anuncia en Facebook o consigue 'reclutas' por el boca a boca. Con una capacidad para entre 180 y 200 niños, de edades comprendidas entre los 7 y los 16 años, la estancia para cada grupo es de 20 días seguidos, durante los tres meses de verano. La estancia completa no sale barata: el día cuesta 18 dólares.

Los instructores -vestidos con ropa militar- combinan actividades deportivas con un entrenamiento militar espartano. Natación, baloncesto, atletismo, ejercicios de resistencia física como reptar por el suelo, saltar obstáculos o trepar por una cuerda... prácticas de tiro con rifles de aire comprimido, armar y desarmar un AK-47... son algunas de las actividades que ofrece el “Lider”, siempre al ritmo de himnos ultranacionalistas y de música hardcore y punk ucraniano.

“¡Ucrania está por encima de todo! ¡Los héroes no mueren, los enemigos mueren! ¡El 'Lider' abre el camino! ¡Ucrania unida! ¡Victoria o Muerte!”, corean los jóvenes patriotas, mientras marchan a paso militar.

"Es como estar en un frente de verdad"
Como en cualquier colonia de verano, los niños hacen una función teatral en el salón de actos para el día de las visitas de los padres. Sobre el escenario entonan canciones nacionalistas, mientras ondean banderas rojinegras de extrema derecha. Por las noches, se hacen veladas nocturnas que poco tienen que ver con las de un campamento convencional: antorchas encendidas y niños vestidos con uniforme de combate, rostros tapados con pasamontañas, el brazo en alto y el puño abierto.

Ivor Jomansky está orgulloso de que su hijo Mathew, de 11 años, prefiera aprender a luchar en vez de perder el tiempo jugando con la Playstation. “Creo que es muy útil para los niños que empiecen a pensar no solamente en juguetes y ordenadores sino en cómo defender su país, por si acaso”, declara.

“Estoy totalmente de acuerdo con mi padre”, responde el pequeño “Aquí nos enseñan tácticas militares, como dispar con rifles de aire comprimido a latas que están a la misma altura y distancia que estarían nuestros enemigoscuando se encuentran a unos 80-100 metros de ti. Las pistolas de aire comprimido tienen el mismo alcance que los Kalashnikov. Es como estar en un frente de verdad”, explica Mathew. El niño está muy motivado en la clase de tiro. Muestra su destreza con el rifle y acierta en la 'diana'.



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Jóvenes cadetes durante una ceremonia en el monasterio Pechersk Lavra, en Kiev. (Reuters)


Ivan Granatkin, director de esta escuela de verano, es un héroe de la revolución de 'Euromaidan'. Este paramédico de 38 años estuvo a la vanguardia de las manifestaciones contra el presidente prorruso Viktor Yanukovich. Granatkin sobrevivió a la matanza del 23 de febrero de 2014,cuando la policía cargó con fuego real contra los manifestantes y murieron cerca de un centenar de personas. En el campamento “Lider” han levantado un monumento para rendir homenaje al “batallón del Cielo”, a los camaradas que dieron la vida por un cambio de régimen en Kiev.

Granatkin lleva la cabeza afeitada con una trenza y va tatuado de arriba abajo. Asegura que no son fascistas, sino, simplemente, patriotas. “Estamos dando a estos jóvenes una educación patriótica en el contexto de la guerra que sigue en curso en el Este de Ucrania. Es muy importante criar a un niño para que sea un patriota y pueda defender su país si es necesario”, puntualiza a El Confidencial.

En el currículo escolar se enseña habilidades militares básicas, continúa Granatkin, ante de señalar que durante las vacaciones escolares “no está de más hacerles recordar a estos jóvenes que hay gente combatiendo en el frente, que lucha y muere todos los días, para asegurar que ellos tengan una vida tranquila”. “Como ciudadanos de Ucrania, todos debemos estar listos para defender nuestro país”, añade el director del "Lider".


El subdirector, Oleksiv Zabolotny, de 56 años, tiene un aspecto siniestro. Paradójicamente, este profesor de inglés de secundaria trabajó como interprete del ejercito ruso para espiar a los norteamericanos. Ahora instruye a los menores en técnicas de combate para luchar contra los separatistas prorrusos. “Creemos que nuestros hijos deben de estar preparados para hacer frente al agresor y, con un vecino como Rusia, estoy absolutamente convencido de que tarde o temprano habrá que hacerle frente. Por eso, es nuestra obligación hacer que estos niños estén preparados para este enfrentamiento”, declara Zabolotny, que aspira a que las nuevas generaciones se conviertan en soldados universales.

Con esta filosofía, millares de niños ucranianos reciben adiestramiento militar -sin criterio educativo ni estándares de aprendizaje- cada verano, desde hace cuatro años, en este tipo de campamentos ultranacionalistas.

¿De dónde sale el dinero?
Ruslan Bormovoy, alias "Tair", decidió fundar su propia escuela Ranger para menores, hace dos años. Durante las vacaciones, este soldado de élite entrena a niños y jóvenes de 11 a 17 años, dentro de unas instalaciones de las fuerzas especiales de Ucrania en Volodymyr-Volynskiy, junto la frontera con Polonia. Aunque Tair no explica de dónde recibe los fondos, su formación con instructores estadounidenses lo delata. A diferencia del “Lider”, el “Ranger” solo ofrece estancias de siete días, a 60 dólares la semana, y para un grupo reducido de 20 alumnos. Tair entrena a estos menores como si se tratara de militares profesionales.

Los niños juegan a la guerra real: aprenden tácticas militares sobre el terreno, con trincheras reales, haciendo emboscadas al enemigo, arrastrando 20 kilos sobre la espalda o rescatando a los heridos mientras atacan a su batallón.

“Muchos de estos niños será futuros soldados. Aquí les enseñamos la otra cara del entrenamiento militar, siguiendo los estándares internacionales. Para ello, uso mi propia experiencia. He recibido entrenamiento militar estadounidense, polaco, francés y canadiense. Esto me permite comprender qué necesitan estos niños para ellos y para Ucrania. Nadie nos defenderá a no ser que lo hagamos nosotros mismos”, manifiesta el tutor de los pequeños Rangers.



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Un combatiente de las milicias prorrusas de Donetsk muestra un rifle de asalto a unos niños durante unas jornadas educativas para menores, en Donetsk. (Reuters)



Danylo Satsuk, alias "el Ángel de la Muerte", entrena con dedicación para convertirse en un luchador como su tío, que ingresó en una de las milicias voluntarias de extrema derecha que luchan contra los separatistas prorrusos del Este de Ucrania. “Este campamento nos preparara para ser soldados. Tenemos ejercicios militares, nuestros propios rifles. Los instructores nos preparan para el futuro”, asegura este niño de 12 años. “Mi tío me habló acerca de la guerra. Asusta y hay mucho dolor. Los soldados están en las trincheras. Hay muchos disparos y la gente muere violentamente”, describe Danylo.

"No somos como los fascistas del otro lado"
El conflicto que vive Ucrania desde hace cinco años ha revitalizado la enseñanza patriótica miliar en las dos parte del país: la Ucrania europeísta y la prorrusa. En las autoproclamadas Repúblicas Populares del Donbás y de Lugansk también se alimenta el espíritu patriótico de los jóvenes, pero con propaganda comunista. En el cuartel general de las fuerzas especiales del Donbás, las nuevas generaciones se preparan para defender "la patria comunista".

Los instructores enseñan a los niños cómo cortar la yugular con un arma blanca o a clavarla en la arteria para que el enemigo se desangre
Los altos mandos militares insisten en que “ellos no son como los fascistas del otro lado, nosotros no enseñamos a los niños a luchar. Nosotros tenemos que defendernos porque ellos no están atacando”, puntualiza el coronel Roman, comandante del escuadrón Vytyaz de fuerzas especiales del Donbás. “Es importante enseñar a los niños a amar a su patria. El patriotismo les enseñará a no repetir nuestros errores, para que sus hijos no experimenten las atrocidades de la guerra. No atacamos a nadie, nos estamos defendiendo. Estamos defendiendo a nuestros hijos y nuestro hogar”, declara el comandante Roman. Su discurso no convence al periodista.

En el pabellón de gimnasia de las fuerzas especiales, las nuevas generaciones muestran su destreza en técnicas de combate, y en el manejo del cuchillo. Los instructores enseñan a los niños cómo cortar la yugular con un arma blancao a clavarla en la arteria para que el enemigo se desangre. “Nadie corta la garganta así. No es correcto. Deberías apuñalar aquí y lo mismo de este lado. Primero apuñalas con el cuchillo aquí”, corrige el instructor a una alumna que está practicando con otro compañero.

Tras cinco años, la guerra aún no ha tocado a su fin. Aunque se resuelva el conflicto, el peligro reside en las nuevas generaciones han crecido aprendiendo a odiar al otro bando. El adoctrinamiento miliar de los niños es una bomba de relojería para el futuro de Ucrania.

https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-10-30/ucrania-ninos-campos-entrenamiento-rusia_1637439/
 
Un marido, tres esposas y 17 hijos en una roca del desierto
Una hipnótica docuserie de Netflix muestra la vida de una comunidad polígama apartada de todos en Utah.



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Los protagonistas de 'Un marido, tres esposas'.


“Tratad de parecer liberadas, lo menos reprimidas que podáis”, les pide Enoch Foster a sus dos esposas, camino de Salt Lake City (Utah). Este “matrimonio plural” es uno de los que protagoniza la docuserie The Wives One Husband, producida por el Channel 4 y disponible ahora en Netflix España. En esa escena en concreto los Foster se dirigen a la capital del estado mormón a protestar por un cambio legislativo previsto que podría ilegalizar su situación y llevarlos a la cárcel.

Por eso es importante que Lillian y Catrina parezcan “liberadas” y no confirmen ante las cámaras el estereotipo de mujer mormona “embarazada y descalza”. Ambas se ríen y confiesan que les gusta bastante andar descalzas por Rockland Ranch, el paisaje alucinógeno en el que viven, con casas excavadas literalmente en la roca del desierto rojizo de Utah. Y embarazadas tampoco les debe importar estar porque en el momento de rodarse el documental, los Foster suman 17 hijos y están planteándose adquirir una nueva esposa, Lydia, que aumente la familia con sus propios vástagos. Enoch y Lydia están inmersos en un cortejo formal, al estilo de los mormones fundamentalistas, que implica cogerse de la mano en público pero no besarse. Y las esposas titulares bromean con la posibilidad de que Lydia sea la esposa “doméstica” que cuide la casa y haga la comida para Enoch.

Las 14 familias que viven en Rockland Ranch, una comunidad fundamentalista fundada por el padre de Enoch, que llegó a tener más de 30 hijos, tienen suficientes motivos para vivir en la máxima discreción posible. La poligamia no es legal en Utah y de hecho sus padres y abuelos se enfrentaron a penas de cárcel por su estilo de vida. Con ellos, la ley mira para otro lado porque sólo se considera legal el primer matrimonio. Sin embargo, algo les llevó a salir de su cueva y dejarse filmar durante un año por las cámaras del programa (que, dada la calidad y la multitud de ángulos, debían ser muchas). El acceso es total: vemos a los Foster votar en una especie de asamblea si intentan ese tercer matrimonio (sólo un niño se resiste) y a sus vecinos, los Morrison, pasar por dificultades porque la tercera esposa, Marina, no acaba de encajar con la segunda. Y eso no es todo: pronto podrían ser cinco si el padre de familia, Abel, se casa con las dos viudas de su hermano, tal y como le prometió en el lecho de muerte.

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Abel Morrison tiene dos esposas y plantea casarse con sus dos cuñadas viudas.


Es de suponer que al equipo le costó ganarse la confianza de las familias y quizá de ahí que no se pregunten ni se contesten muchas dudas que le surgen al espectador: ¿los niños van al colegio?, ¿qué pasaría si una de las esposas se fuera del rancho? (se intuye que tiene derecho a llevarse a sus hijos biológicos pero no queda claro), ¿cómo llevan los suministros básicos a esas casitas que parecen de juguete y cómo llega el dinero para alimentar y vestir a todos esos niños? Tampoco hay mucho contexto sobre las creencias en sí. Los hombres dicen repetidamente que la poligamia les lleva a “otro nivel” (como si fuera un videojuego) en su fe y les pone más cerca de Dios, del que se habla siempre como si fuera el típico jefe caprichoso, con sus manías y sus rabietas. Pero no se explica muy bien en qué consisten esos niveles de paraíso y por qué un hombre con tres esposas está más cerca de la salvación eterna que uno con sólo una, ni si a alguien se le ha ocurrido la posibilidad de que una mujer tenga tres maridos.

Esas lagunas restan algo de valor al documental pero no impiden al espectador quedarse hipnotizado y lamentar cuando llega el final del cuarto capítulo y se da cuenta de que no hay más. ¿Cómo?, ¿y ahora cómo vamos a saber si finalmente Lydia se unió a la familia?, ¿qué pasó con las viudas?, ¿cuántos hijos pueden engendrar esos hombres que un no llegan a los 40? (Google tiene respuestas para algunas de estas preguntas pero no lo revelaremos aquí).

La razón por la que es difícil dejar de mirar la docuserie es lo normales que parecen algunos de sus protagonistas. Beth Morrison, la primera mujer de Abel, estudia para ser enfermera, lleva maquillaje, vaqueros (nada del famoso mormon chic que fetichizan marcas como Batsheva), y una estética perfectamente neutra, y muestra un curioso desinterés en el debate de si su marido debería casarse una cuarta y quinta vez con sus cuñadas. Beth analiza la situación con vocabulario como de terapia o de sección de psicología popular en un dominical. “Te ayuda a ganar perspectiva”, dice, de las tensiones que se producen en su casa. “Me gusta superar retos”, como si hablara de correr una media maratón. Su segunda esposa hermana, que cuando puede ser escapa a hacer yoga con vistas (y a la que muchos espectadores animarán secretamente a agarrar la esterilla y a sus hijos y largarse de allí), emana mucha mayor sensación de infelicidad, derivada de las tensiones con la tercera esposa hermana.

Desde el año pasado, el estado de Utah ha avanzado, con muchas dificultades, una proposición de ley que recriminalizaría la poligamia y haría algo más fácil la vida para las personas quieren escapar de esas comunidades, sobre todo de las menores, a las que se suele casar a los 15 ó 16 años. Estaría bien que Netflix paliase el mono que deja el documental comprando también Escaping Polygamy, otra docuserie que siguió a tres hermanas que huyeron de su secta fundamentalista e iniciaron vidas al margen de la comunidad.

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Utah prepara una proposición de ley que recriminalizaría la poligamia y haría algo más fácil la vida para quienes quieren escapar de esas comunidades.


https://smoda.elpais.com/moda/un-ma...tiva-docuserie-de-netflix-sobre-la-poligamia/







 
Del zurrón al smartphone: así son los nuevos pastores


Historias

PEDRO SIMÓN
Sabuguido (Orense)
REPORTAJE GRÁFICO: CARLOS GARCÍA POZO
3 NOV. 2018



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Miguel Ángel, mirando el móvil mientra pastorea por Sabuguido (Orense).


Miguel tenía 34 años y empacho de urbe. Entonces se hizo 778 kms. para cambiar los 21.000 habitantes de Picassent por los 20 vecinos de una aldea gallega. Hoy pastorea 240 ovejas

En España hay 90.000 pastores y 16 millones de ovejas. "A la gente le da vértigo la soledad; igual es que se aburren de sí mismos", dice. "O peor: igual no les gusta lo que ven"

ÁLBUM: Un día con Miguel, el pastor que se salió del rebaño

Juguemos.

Como en esos ejercicios de Lengua en los que a los niños de Primaria se les da un listado de palabras y se les pide rodear la que no pertenece al grupo, aquí vamos a hacer lo mismo.

Las palabras son Netflix, Amazon, teléfono móvil, podcast, Facebook, Twitter, Black Mirror, Juego de Tronos y... cagaditas de oveja.

¿Cuál no metería en esta lista?

Si usted ha marcado cagaditas de oveja (que es lo que ha hecho, vaya), entonces es que piensa que no existen personas como Miguel Ángel Fernández Ruiz.

Era 2016, el valenciano tenía 34 años y no le encontraba demasiadas ilusiones a la vida. Entonces tomo una decisión radical: se hizo 778 kilómetros para cambiar los 21.000 habitantes de Picassent por los 20 paisanos de Sabuguido (Orense); la cadena de montaje por una vara de avellano; la compañía de la familia por la soledad del monte; el sol mediterráneo por la lluvia gallega; un perro canijo y chillón con cojincito en el cuarto de estar llamado Tobi por cuatro mastines silenciosos que duermen al raso; el baño en la playa atestada de gente por el chapuzón desnudo y a solas en el río Conso; y también se hizo aquellos 778 kilómetros para cambiar un nutrido grupo de amigos de la fauna más variada por un rebaño de verdad: con sus 240 ovejas, sus nueve cabras y hasta una vaquita de peluche.

Los nuevos pastores no responden al manido cliché de la boina y la olla. No visten con capa ni llevan zurrón de cuero. No miran al cielo y aciertan con la lluvia, qué va. Ni de coña distinguen a todas sus ovejas. No lanzan una piedra desde 30 metros y aciertan con el objetivo. Ni a 20.

Los nuevos pastores como Miguel Ángel pasean con el ganado echándole un ojo al WhatsApp, manejan estadísticas de sus ovejas en oficinas agrarias virtuales, están enganchados a series de gangsters como Peaky Blinders, ponen a Pearl Jam o a los Red Hot Chili Peppers en la furgoneta, escuchan podcasts de ciencia y cultura, vienen escaldados de la ciudad y -para que se mueran de envidia en la capital-, en esta época del año, aquí en esta comarca de Orense, no llegan a esa oficina que son los prados hasta las diez y media de la mañana.

Luego nos dirá el dinero que gana al mes. Las horas que trabaja. Pero lo que marca la diferencia es esto otro: «Me río más aquí que cuando estaba en Valencia... ¿Qué te parece? Me salen más carcajadas por cualquier cosa».


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ME RÍO MÁS AQUÍ QUE CUANDO ESTABA EN VALENCIA. ME SALEN MÁS CARCAJADAS POR CUALQUIER COSA


Cuando tenía 20 años se reía menos. No le hacía demasiada gracia el trabajo en la fábrica de piscinas de PVC. No encontró la felicidad en la fábrica de muebles en la que estuvo después. Tampoco en la empresa donde hacía piezas de automoción y en la que trabajaba su padre.

Así que cuando vino la crisis, despidieron a 30 y él se quedó sin empleo con 28 años, Miguel decidió ponerse a estudiar aquellas cosas que realmente le gustaban: un grado medio de FP de trabajos forestales y otro sobre ganadería y agricultura ecológicas.

«Mi padre llegó a trabajar a la fábrica de piezas de coche después de estar cuidando vacas en el Valle de Conso, en Orense. Yo me propuse hacer el camino a la inversa: salí de la fábrica en la que trabajaba mi padre para ir a los montes donde empezó».

Cuando llegó con la maleta a la comarca en aquel verano de 2016, Miguel Ángel llevaba la determinación de un Amundsen a la conquista del Polo Sur y los ojos abiertos del Paco Martínez Soria de La ciudad no es para mí, sólo que a la inversa: lo que impactaba allí era tanto silencio y tanto campo.

Un día estaba trabajando como capataz forestal en la aldea de Sabuguido y admirando sus castaños. Entonces vio a Jacinta con su rebaño. Y se enamoró.

No de Jacinta.

Sino del rebaño.

Así empieza esta historia de amor.


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MI PADRE LLEGÓ A TRABAJAR A LA FÁBRICA DESPUÉS DE ESTAR CUIDANDO VACAS EN EL VALLE DE CONSO, YO ME PROPUSE HACER EL CAMINO A LA INVERSA


«Mi marido y yo nos jubilábamos y nos daba pena que el rebaño se echara a perder, por eso se lo cedimos gratis», confiesa Jacinta.

«Necesitaba salir de Valencia porque mi vida allí era una desilusión, pasaban los días sin motivación ni futuro. Después de que Jacinta me ofreciera su rebaño, pasé una semana pensándomelo», dice Miguel.

Habría que haberlos visto después de darse las manos y sellar el acuerdo. Más de un año de prácticas, arriba y abajo, la extraña pareja: la pastora del pueblo enseñándole todo al chico venido de la ciudad.

«No es un trabajo tan esclavo como la gente se cree. Y menos si tienes algún socio como yo: Toño se ocupa de regar los pastos, del tractor, de desbrozar, también de los animales... Prefiero esto a lo de antes: ese modo de vida de robot en el que ibas a una fábrica o una oficina, tenías un jefe y unos horarios, unas vacaciones obligadas en unos días concretos sí o sí... Aquí te haces más fuerte anímicamente y también más libre. Yo me he quitado el miedo a la soledad y creo que me quiero más».

Primera ventaja: sólo se madruga en los meses de calor. Segunda: tienes el trabajo al lado de casa. Tercera: en el verano dejas a las ovejas a la sombra a eso de las once, vuelves a casa, haces tus cosas, comes, te echas la siesta y no vuelves al lugar donde las dejaste hasta pasadas las seis. Cuarta ventaja: aquí no gastas en patatas porque siempre te dan, ni en tomates, ni en hortalizas, ni en manzanas, ni en leña. Quinta ventaja: los casi 1.000 euros que gana de media al mes (vendiendo corderos y gracias a las ayudas comunitarias) cunden más que 1.500 en Valencia. Sexta ventaja: aquí como mucho tu mayor enemigo es una manada de lobos que mata para comer (cinco ataques, 10 ovejas muertas), mucho menos peligrosos en cualquier caso que esa manga de cabrones con corbata a los que tampoco veías venir en la empresa y que mataban por matar...

Sí que existe una gran desventaja. Tiene que ver con la distancia, está a dos horas y media en coche, responde a seis letras y tiene nombre de mujer: su novia Sandra terminó Ciencias Políticas y vive pegando a Santiago de Compostela.

«¿Qué te parece?», abre la nevera, saca dos Estrella Galicia bien frías, bebe un trago. «Allí no tenía novia ni trabajo y aquí he encontrado las dos cosas».

Sandra está ahí aunque no esté.

Está en la puerta del frigorífico, prendida con un imán: Miguel está rellenando una de esas cartillas de cupones que dan por comprar en el supermercado para regalarle una tortuga de peluche.

Está en una frase que hay escrita en una pizarra con rotulador negro: «Querote moito, mi niña».

Y ojalá que también esté en el futuro, dice.


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HAY AMIGOS QUE ME DICEN: 'UY, YO NO PODRÍA HACER LO QUE TÚ'. YO LES DIGO QUE LO QUE NO SE PUEDE ES LO SUYO. LA CIUDAD ES MUCHO MÁS DURA QUE EL CAMPO


En España hay en torno a 90.000 pastores, 16 millones de ovejas, seis millones de cabras y nuevos profesionales del oficio que piensan más o menos lo que Miguel: «Nunca he viajado a Madrid, la última vez que estuve en Valencia fue la pasada Navidad. Cada vez que llego a una ciudad, pienso lo mismo: no sé cómo se puede vivir así, en la sociedad de las prisas, con ese humo y ese ruido. Luego regreso y veo esto [abre los brazos, no suelta la vara, señala al monte]: pienso que la gente no quiere estar sola porque le da miedo conocerse a sí misma. Se ha perdido el recogimiento y da vértigo la soledad. Igual es que se aburren de sí mismos. O peor: igual no les gusta lo que ven».

Lo que vemos es un hermoso pueblo sin bar ni tienda por el que se llega tras media hora de curvas, una casa de 30 metros cuadrados dividida en dos plantas por cuyo alquiler paga 75 euros al mes, un suelo de madera de castaño, dos televisores (uno arriba y otro abajo), un portátil Dell, un teléfono móvil Leeco, unas botas de agua Dunlop con neopreno por dentro, un libro titulado La última raya que cuenta la historia de un cocainómano putero que viste ropa de marca, una estufa apagada y un hombre encendido.

Hace dos meses sus padres jubilados vinieron a la zona para quedarse en Vilariño de Conso, un pueblo que está sólo a cuatro kilómetros del hijo que se marchó.

Tarsicio, que es orensano: «Anda que no lloramos cuando se fue».

Josefina, que es de Jaén: «Yo no hacía más que preguntarle por teléfono que si tenía frío».

Este mismo martes, su hermano Iván ha venido a la comarca con una misión. Leída así, la frase suena un poco a la Tierra Media de Tolkien. Pero la cuestión es menos épica. Iván, 31 años, se ha hartado también de la ciudad: en vez de las ovejas, el pequeño quiere probar con las abejas.

(...)

Una conversación por WhatsApp. Una semana después de este encuentro.

-Hola Miguel. Tengo una duda con el reportaje. De qué marca era la furgoneta?

-Una Berlingo

-Qué tal la perra?

-Riba ya perfecta [emoticono de cara sonriente]

-Qué tal tú?

-He estado cuatro días con Sandra por León, Gijón y Oviedo. Muy bien. Pero tenía ganas de volver al trabajo

En la imagen edénica y estereotipada, el pastor adivina la lluvia con sólo oler el aire, tiene un férreo control del rebaño, sólo vive para su trabajo y, asombrosamente, distingue a todas y cada una de sus ovejas.

Aquí no, aquí todo es mucho menos hiperbólico: Miguel se puede tirar una hora buscando una oveja extraviada, se olvida una chaqueta o un libro en el monte porque es muy despistado, se le da regular ordeñar, tiene «mucho que mejorar», reconoce, le sigue preguntando a Jacinta por los mejores pastos o los mejores remedios veterinarios y muestra un conocimiento más humano de la materia prima: reconoce a la oveja que siempre se queda atrás, a la que se deja tocar como si fuera un perro y a la que siempre se pierde. No le preguntes por las otras 237.

En la capital, la jornada acaba cuando marca el reloj y aquí cuando se pone el sol o, más francamente, cuando se le pone al pastor.

Nada más arrancar la Berlingo blanca de segunda mano, Miguel pone un cedé que tiene por ahí. Es uno de Iván Ferreiro. Suena una canción que se titula Casa, ahora vivo aquí.

Veamos.

Esta noche va a hacer cuajada con la leche de sus cabras. Se ha terminado el Red Bull. Piensa encargar una linterna frontal por eBay. Tiene que llamar a su novia y a su madre. A ver qué hace Thomas Shelby en el nuevo capítulo de Netflix. Cree que mañana, por fin, ya va tocando, encenderá la estufa de leña.


https://www.elmundo.es/papel/historias/2018/11/03/5bdaf8abe2704e7f0d8b474a.html

 
Del zurrón al smartphone: así son los nuevos pastores


Historias

PEDRO SIMÓN
Sabuguido (Orense)
REPORTAJE GRÁFICO: CARLOS GARCÍA POZO
3 NOV. 2018



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Miguel Ángel, mirando el móvil mientra pastorea por Sabuguido (Orense).


Miguel tenía 34 años y empacho de urbe. Entonces se hizo 778 kms. para cambiar los 21.000 habitantes de Picassent por los 20 vecinos de una aldea gallega. Hoy pastorea 240 ovejas

En España hay 90.000 pastores y 16 millones de ovejas. "A la gente le da vértigo la soledad; igual es que se aburren de sí mismos", dice. "O peor: igual no les gusta lo que ven"

ÁLBUM: Un día con Miguel, el pastor que se salió del rebaño

Juguemos.

Como en esos ejercicios de Lengua en los que a los niños de Primaria se les da un listado de palabras y se les pide rodear la que no pertenece al grupo, aquí vamos a hacer lo mismo.

Las palabras son Netflix, Amazon, teléfono móvil, podcast, Facebook, Twitter, Black Mirror, Juego de Tronos y... cagaditas de oveja.

¿Cuál no metería en esta lista?

Si usted ha marcado cagaditas de oveja (que es lo que ha hecho, vaya), entonces es que piensa que no existen personas como Miguel Ángel Fernández Ruiz.

Era 2016, el valenciano tenía 34 años y no le encontraba demasiadas ilusiones a la vida. Entonces tomo una decisión radical: se hizo 778 kilómetros para cambiar los 21.000 habitantes de Picassent por los 20 paisanos de Sabuguido (Orense); la cadena de montaje por una vara de avellano; la compañía de la familia por la soledad del monte; el sol mediterráneo por la lluvia gallega; un perro canijo y chillón con cojincito en el cuarto de estar llamado Tobi por cuatro mastines silenciosos que duermen al raso; el baño en la playa atestada de gente por el chapuzón desnudo y a solas en el río Conso; y también se hizo aquellos 778 kilómetros para cambiar un nutrido grupo de amigos de la fauna más variada por un rebaño de verdad: con sus 240 ovejas, sus nueve cabras y hasta una vaquita de peluche.

Los nuevos pastores no responden al manido cliché de la boina y la olla. No visten con capa ni llevan zurrón de cuero. No miran al cielo y aciertan con la lluvia, qué va. Ni de coña distinguen a todas sus ovejas. No lanzan una piedra desde 30 metros y aciertan con el objetivo. Ni a 20.

Los nuevos pastores como Miguel Ángel pasean con el ganado echándole un ojo al WhatsApp, manejan estadísticas de sus ovejas en oficinas agrarias virtuales, están enganchados a series de gangsters como Peaky Blinders, ponen a Pearl Jam o a los Red Hot Chili Peppers en la furgoneta, escuchan podcasts de ciencia y cultura, vienen escaldados de la ciudad y -para que se mueran de envidia en la capital-, en esta época del año, aquí en esta comarca de Orense, no llegan a esa oficina que son los prados hasta las diez y media de la mañana.

Luego nos dirá el dinero que gana al mes. Las horas que trabaja. Pero lo que marca la diferencia es esto otro: «Me río más aquí que cuando estaba en Valencia... ¿Qué te parece? Me salen más carcajadas por cualquier cosa».


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ME RÍO MÁS AQUÍ QUE CUANDO ESTABA EN VALENCIA. ME SALEN MÁS CARCAJADAS POR CUALQUIER COSA


Cuando tenía 20 años se reía menos. No le hacía demasiada gracia el trabajo en la fábrica de piscinas de PVC. No encontró la felicidad en la fábrica de muebles en la que estuvo después. Tampoco en la empresa donde hacía piezas de automoción y en la que trabajaba su padre.

Así que cuando vino la crisis, despidieron a 30 y él se quedó sin empleo con 28 años, Miguel decidió ponerse a estudiar aquellas cosas que realmente le gustaban: un grado medio de FP de trabajos forestales y otro sobre ganadería y agricultura ecológicas.

«Mi padre llegó a trabajar a la fábrica de piezas de coche después de estar cuidando vacas en el Valle de Conso, en Orense. Yo me propuse hacer el camino a la inversa: salí de la fábrica en la que trabajaba mi padre para ir a los montes donde empezó».

Cuando llegó con la maleta a la comarca en aquel verano de 2016, Miguel Ángel llevaba la determinación de un Amundsen a la conquista del Polo Sur y los ojos abiertos del Paco Martínez Soria de La ciudad no es para mí, sólo que a la inversa: lo que impactaba allí era tanto silencio y tanto campo.

Un día estaba trabajando como capataz forestal en la aldea de Sabuguido y admirando sus castaños. Entonces vio a Jacinta con su rebaño. Y se enamoró.

No de Jacinta.

Sino del rebaño.

Así empieza esta historia de amor.


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MI PADRE LLEGÓ A TRABAJAR A LA FÁBRICA DESPUÉS DE ESTAR CUIDANDO VACAS EN EL VALLE DE CONSO, YO ME PROPUSE HACER EL CAMINO A LA INVERSA


«Mi marido y yo nos jubilábamos y nos daba pena que el rebaño se echara a perder, por eso se lo cedimos gratis», confiesa Jacinta.

«Necesitaba salir de Valencia porque mi vida allí era una desilusión, pasaban los días sin motivación ni futuro. Después de que Jacinta me ofreciera su rebaño, pasé una semana pensándomelo», dice Miguel.

Habría que haberlos visto después de darse las manos y sellar el acuerdo. Más de un año de prácticas, arriba y abajo, la extraña pareja: la pastora del pueblo enseñándole todo al chico venido de la ciudad.

«No es un trabajo tan esclavo como la gente se cree. Y menos si tienes algún socio como yo: Toño se ocupa de regar los pastos, del tractor, de desbrozar, también de los animales... Prefiero esto a lo de antes: ese modo de vida de robot en el que ibas a una fábrica o una oficina, tenías un jefe y unos horarios, unas vacaciones obligadas en unos días concretos sí o sí... Aquí te haces más fuerte anímicamente y también más libre. Yo me he quitado el miedo a la soledad y creo que me quiero más».

Primera ventaja: sólo se madruga en los meses de calor. Segunda: tienes el trabajo al lado de casa. Tercera: en el verano dejas a las ovejas a la sombra a eso de las once, vuelves a casa, haces tus cosas, comes, te echas la siesta y no vuelves al lugar donde las dejaste hasta pasadas las seis. Cuarta ventaja: aquí no gastas en patatas porque siempre te dan, ni en tomates, ni en hortalizas, ni en manzanas, ni en leña. Quinta ventaja: los casi 1.000 euros que gana de media al mes (vendiendo corderos y gracias a las ayudas comunitarias) cunden más que 1.500 en Valencia. Sexta ventaja: aquí como mucho tu mayor enemigo es una manada de lobos que mata para comer (cinco ataques, 10 ovejas muertas), mucho menos peligrosos en cualquier caso que esa manga de cabrones con corbata a los que tampoco veías venir en la empresa y que mataban por matar...

Sí que existe una gran desventaja. Tiene que ver con la distancia, está a dos horas y media en coche, responde a seis letras y tiene nombre de mujer: su novia Sandra terminó Ciencias Políticas y vive pegando a Santiago de Compostela.

«¿Qué te parece?», abre la nevera, saca dos Estrella Galicia bien frías, bebe un trago. «Allí no tenía novia ni trabajo y aquí he encontrado las dos cosas».

Sandra está ahí aunque no esté.

Está en la puerta del frigorífico, prendida con un imán: Miguel está rellenando una de esas cartillas de cupones que dan por comprar en el supermercado para regalarle una tortuga de peluche.

Está en una frase que hay escrita en una pizarra con rotulador negro: «Querote moito, mi niña».

Y ojalá que también esté en el futuro, dice.


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HAY AMIGOS QUE ME DICEN: 'UY, YO NO PODRÍA HACER LO QUE TÚ'. YO LES DIGO QUE LO QUE NO SE PUEDE ES LO SUYO. LA CIUDAD ES MUCHO MÁS DURA QUE EL CAMPO


En España hay en torno a 90.000 pastores, 16 millones de ovejas, seis millones de cabras y nuevos profesionales del oficio que piensan más o menos lo que Miguel: «Nunca he viajado a Madrid, la última vez que estuve en Valencia fue la pasada Navidad. Cada vez que llego a una ciudad, pienso lo mismo: no sé cómo se puede vivir así, en la sociedad de las prisas, con ese humo y ese ruido. Luego regreso y veo esto [abre los brazos, no suelta la vara, señala al monte]: pienso que la gente no quiere estar sola porque le da miedo conocerse a sí misma. Se ha perdido el recogimiento y da vértigo la soledad. Igual es que se aburren de sí mismos. O peor: igual no les gusta lo que ven».

Lo que vemos es un hermoso pueblo sin bar ni tienda por el que se llega tras media hora de curvas, una casa de 30 metros cuadrados dividida en dos plantas por cuyo alquiler paga 75 euros al mes, un suelo de madera de castaño, dos televisores (uno arriba y otro abajo), un portátil Dell, un teléfono móvil Leeco, unas botas de agua Dunlop con neopreno por dentro, un libro titulado La última raya que cuenta la historia de un cocainómano putero que viste ropa de marca, una estufa apagada y un hombre encendido.

Hace dos meses sus padres jubilados vinieron a la zona para quedarse en Vilariño de Conso, un pueblo que está sólo a cuatro kilómetros del hijo que se marchó.

Tarsicio, que es orensano: «Anda que no lloramos cuando se fue».

Josefina, que es de Jaén: «Yo no hacía más que preguntarle por teléfono que si tenía frío».

Este mismo martes, su hermano Iván ha venido a la comarca con una misión. Leída así, la frase suena un poco a la Tierra Media de Tolkien. Pero la cuestión es menos épica. Iván, 31 años, se ha hartado también de la ciudad: en vez de las ovejas, el pequeño quiere probar con las abejas.

(...)

Una conversación por WhatsApp. Una semana después de este encuentro.

-Hola Miguel. Tengo una duda con el reportaje. De qué marca era la furgoneta?

-Una Berlingo

-Qué tal la perra?

-Riba ya perfecta [emoticono de cara sonriente]

-Qué tal tú?

-He estado cuatro días con Sandra por León, Gijón y Oviedo. Muy bien. Pero tenía ganas de volver al trabajo

En la imagen edénica y estereotipada, el pastor adivina la lluvia con sólo oler el aire, tiene un férreo control del rebaño, sólo vive para su trabajo y, asombrosamente, distingue a todas y cada una de sus ovejas.

Aquí no, aquí todo es mucho menos hiperbólico: Miguel se puede tirar una hora buscando una oveja extraviada, se olvida una chaqueta o un libro en el monte porque es muy despistado, se le da regular ordeñar, tiene «mucho que mejorar», reconoce, le sigue preguntando a Jacinta por los mejores pastos o los mejores remedios veterinarios y muestra un conocimiento más humano de la materia prima: reconoce a la oveja que siempre se queda atrás, a la que se deja tocar como si fuera un perro y a la que siempre se pierde. No le preguntes por las otras 237.

En la capital, la jornada acaba cuando marca el reloj y aquí cuando se pone el sol o, más francamente, cuando se le pone al pastor.

Nada más arrancar la Berlingo blanca de segunda mano, Miguel pone un cedé que tiene por ahí. Es uno de Iván Ferreiro. Suena una canción que se titula Casa, ahora vivo aquí.

Veamos.

Esta noche va a hacer cuajada con la leche de sus cabras. Se ha terminado el Red Bull. Piensa encargar una linterna frontal por eBay. Tiene que llamar a su novia y a su madre. A ver qué hace Thomas Shelby en el nuevo capítulo de Netflix. Cree que mañana, por fin, ya va tocando, encenderá la estufa de leña.


https://www.elmundo.es/papel/historias/2018/11/03/5bdaf8abe2704e7f0d8b474a.html

Yo estaría encantada de la vida viviendo como Miguel ! :)
 
ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN
Viaje al país de la nueva soledad
Las proyecciones demográficas obligan a España a anticiparse al desafío del envejecimiento. Cada vez habrá más personas mayores que vivan solas, muchas por elección


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Carmen Velasco, en su casa de El Molar, cerca de Madrid. INMA FLORES EL PAÍS


Todos los días, a eso de las seis de la mañana, Carmen Velasco sale a la terraza con un café y se encuentra con Orión y Casiopea. “Luego veo salir el sol”. El ritual simboliza el gusto por vivir sola. Con 68 años, su pequeño dúplex en El Molar, cerca de Madrid, constituye la base de operaciones para una agenda frenética.

Cármenes hay muchas. Mujeres en edad de jubilación que viven solas. Si cuatro de cada 10 hogares unipersonales están habitados por alguien de más de 65 años, la mayoría (71,9%) muestra un nombre femenino en el buzón, según datos del INE. En 2033, estas viviendas serán las que más habrán crecido (un 25%), según las últimas proyecciones. El tremendo envejecimiento y los récords mundiales que ostenta España en esperanza de vida abocan a un panorama de ciudadanos más viejos (87,68, ellas, y 82,92, ellos, de media) y más solos, al menos en sus casas.

Se está tomando nota. “El Gobierno, a través del Imserso, planea actuar ante este desafío demográfico y abordar urgentemente la soledad en los mayores”, aseguran fuentes del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

Cuando Carmen se decidió a jubilarse —“me costó mucho porque me encantaba ser profesora de Educación Especial”, asegura— recibió un sobre: “Un viaje a Verona con una entrada para la ópera, imagínate lo bien que me conocen mis compañeros”. Ama viajar, moverse y vivir sola tras huir de un matrimonio que le chupaba la mitad de la energía. Su día a día se escribe con muchas letras: pilates, clases de francés y de historia, el taller que imparte a dos compañeras del coro, militancia en Europa Laica, conciertos y senderismo en Tierra de Fuego o Dolomitas. “Me gusta tener obligaciones, si no, te vas relajando”.

Dentro de tres lustros, Carmen será octogenaria. “Sé que la vida me pondrá en mi sitio”, dice, “creo que hay que tener muchas aficiones y alternativas”. ¿Y qué necesitaría para seguir disfrutando de la forma de vivir que ha elegido?: “Todos y todas necesitamos servicios públicos de calidad y que nos dejen morirnos en paz con leyes que nos permitan decidir”. Eso y sentir que sus hijos y nietos se encuentren bien.

La mayoría de las mujeres mayores que viven solas (76,9%) son viudas. Se explica por la mayor esperanza de vida femenina. Pero eso, según cuenta Antonio Abellán, director del grupo de Investigación sobre Envejecimiento del CSIC, cambiará algo. “Habrá una nueva soledad, la de quienes envejecen divorciados o solteros”. Como Carmen. Los varones serán más longevos. Al final también estarán más solos.

Frente al portal donde vive Rosa pasan en menos de un minuto un anciano empujando las muletas con gran dificultad, dos señoras del brazo que no cumplen los 70 y otra sola, encorvada sobre su carrito de la compra. Moratalaz es un distrito madrileño que nació en los años sesenta del pasado siglo y ya es presa del envejecimiento que nos aguarda dentro de tres lustros: un 25% de sus vecinos tienen más de 65 años, como ocurrirá en 2033.Cuatro pisos más arriba, centenares de películas y un gato contemplan a Rosa, nombre supuesto de otra jubilada de 71 años tocada con un poncho. “Si viera a alguien apareciendo por ahí” —señala la puerta de entrada a las dos habitaciones— “me sentiría rarísima. Los hombres solo buscan una chacha que les cuide”. Otras cosas que le definen: anárquica, alérgica a las obligaciones, gran lectora, divorciada, un hijo emparejado que vive a siete minutos, salidas con las amigas para ir al cine. Les ve con frecuencia. Como Carmen, tampoco se siente sola.

Rosa camina todos los días. Pero ha cogido muchos kilos al dejar de fumar. Carmen se da mucha caña con el pilates y el senderismo. Algo que aprobaría José Antonio Serra, jefe de Geriatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid. “El 75% de cómo envejeces son hábitos de vida. Si empiezas a los 40 años a hacer ejercicio y mantienes un peso adecuado, eso se notará a los 60, a los 70 y a los 80”. Si vivimos más y más solos, viene a decir, hay que reducir el tiempo de dependencia, que ahora se cifra en cinco años, hasta dejarlo en uno. Para morirnos lo más sanos posible y sin sufrimientos. “Y eso incluye comer bien. Mucha gente mayor sola, por ejemplo, no cena, por pereza. Y hay que tomar proteínas”, observa el especialista.

Tanto Carmen como Rosa habitan casas de su propiedad, con habitaciones de sobra, antes ocupadas. Lo más común. Habrá que construir viviendas más pequeñas, adaptadas a un ocupante y, dado el alza del precio del alquiler, aumentar el parque de viviendas públicas para rentar, opina Jorge Arévalo, socio del estudio de arquitectura Paisaje Transversal. Además, “las casas no han sido pensadas para viejos, desde las rampas a los enchufes, colocados casi en el suelo”, dice Antonio Abellán. “Hay que rehabilitarlas para favorecer la accesibilidad y la mejora energética”, añade Arévalo, “así se facilita que los mayores salgan a la calle y se ahorra en energía”.

La arquitecta Blanca Lleó, creadora del premiado proyecto de investigación Vivir 100 años, longevidad y ciudad futura, apuesta por casas activas: “Las viviendas no tienen que ser más cómodas sino al contrario. Hay que fomentar el ejercicio y la atención en la rutina diaria. Subir y bajar escaleras, esforzarse para encender y apagar luces, ejercitar brazos para subir persianas, abrir y cerrar ventanas”. Pero puntualiza que hay que diseñar casas fácilmente transformables cuando se produzca la dependencia.

El barrio de Rosa tiene bastantes centros sociales, tiendas y áreas verdes. Lleó considera que habrá que “fomentar en los lugares públicos de la ciudad y en las dotaciones de barrio la sinergia entre generaciones creando espacios para la integración. Las distintas generaciones tienen intereses y horarios de vida complementarios, su integración permite un uso eficaz del mismo espacio de la ciudad, el barrio, la vivienda. Es integración, fomenta la ciudad compacta y socialmente sostenible”.

Rosa cree que acabará en una residencia, aunque le gustaría seguir viviendo sola. “Pero soy realista. Si los servicios sociales mejoran y les dedican más medios, sería lo perfecto”. De momento, 100 personas dependientes mueren cada día sin recibir los servicios reconocidos por la Administración. El demógrafo Antonio Abellán, del CSIC, apunta a los países nórdicos, donde casi la mitad de los mayores viven solos, frente a un 25% en España. “La diferencia la marcan unos servicios sociales más desarrollados que les permiten vivir en casa ayudados con más recursos”. ¿Cómo encarar esto, entonces? “Paguemos impuestos”, contesta.


LOS VECINOS Y EL 'GIMNASIO' DE LAS RELACIONES SOCIALES

Entrar en casa y no tener a quien saludar no significa sentirse solo. Pero los mayores lo acusan más. Las estadísticas varían mucho: desde un 59% (CIS-Imserso) a un 35% (encuesta social europea) lamentan la soledad. “Con la misma edad, las mujeres están mejor y poseen más recursos”, observa Javier Yanguas, director del programa de Mayores de la Fundación La Caixa y coautor del estudio El reto de la soledad en la vejez. Percibir aislamiento tiene graves consecuencias, psíquicas y físicas. Un sumatorio bastante bien estudiado que incluye depresión, riesgo cardiovascular, deterioro cognitivo y muerte prematura.
¿Qué hacer, entonces? “Si vamos al gimnasio y cuidamos la dieta para envejecer mejor, tenemos que planear seriamente y apostar por cultivar las relaciones sociales; eso genera broncas, pero también ilusiones”, dice Yanguas, quien también habla de empoderar, por ejemplo a través del programa Siempre acompañados, a esos ciudadanos que viven solos: “Para que aprendan a gestionar la soledad con recursos y habilidades”.
“Son los vecinos los que se ayudan en el bloque”, dice por su parte Rosa, la madrileña que vive sola en Moratalaz, el distrito envejecido, “sobre todo ellas están pendientes. Tienen la llave de mi casa. Los hombres siempre están sentados en la plaza”.
Algo así hace la Fundación Amigos de los Mayores con el programa Grandes Vecinos que facilita el intercambio generacional en el mismo entorno. A través de la ONG, el joven que vive en el barrio y que no conocía a nadie le prepara la comida a la mujer mayor y ella toma algo con él.

https://elpais.com/sociedad/2018/11/03/actualidad/1541280281_769686.html




 
DESGARRADOR Y EMOCIONANTE
El terrible obituario que desvela la verdad sobre las drogas
Después de que Madelyn Ellen Linsenmeir muriera el pasado 7 de octubre, Kate O'Neill escribió unas palabras virales sobre la batalla que libró su hermana contra las adicciones


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Foto: iStock.



A. LÓPEZ

Si muriera un ser querido nunca pensarías que serás la persona que escribirá su obituario, y menos cuando el golpe es inesperado y de alguien joven. Eso mismo le sucedió a Kate O' Neill con su propia hermana. Pero cuando la familia hizo los preparativos para el funeral, decidió que quería afrontarlo contando la historia de cómo Madelyn Ellen Linsenmeir luchó hasta el útimo momento contra la adicción a las drogas.

"Es imposible reflejar totalmente a una persona en un obituario y, especialmente, a alguien cuya vida se ha definido por los opiáceos". Así empezaban las palabras que la familia de la difunta escribió sobre la muerte de la joven de 30 años, producto de una sobredosis. En el texto hicieron un recorrido por su vida y alentaron a otras familias a pelear juntos, porque "nunca es demasiado tarde".


Lucha siempre

El artículo fue publicado en un diario de la localidad de Florida, Estados Unidos, y se volvió viral gracias a su honestidad. Los familiares contaron que la fallecida se volvió adicta a los opiáceos a los 16 años tras probarlos en una fiesta de la escuela secundaria, a los 18 ya tomaba heroína y, aunque no aclararon cómo fue su última batalla, nunca pudo salir de aquella espiral. "Para algunos Maddie era solo una drogadicta: cuando vieron en qué se había convertido, dejaron de quedar con ella. Y qué pérdida para ellos. Porque era divertida, cálida, intrépida y fuerte", continuaba.

Todos deben pensar que cada aliento es un nuevo comienzo. Esta enfermedad no es una debilidad

La historia de Linsenmeir es cruda, sentida y conocida por millones de personas que luchan contra la adicción en medio de la crisis de opioides en EEUU. Viviendo dentro y fuera de la rehabilitación, perdiendo la custodia de su hijo y finalmente muriendo en un hospital mientras estaba bajo custodia policial. Las entrevistas con familiares, amigos y el director del programa de recuperación de la joven también muestran la imagen de una mujer querida por su amabilidad, perseverancia y honestidad.

O'Neill asegura a 'The Guardian' que "era la manera correcta de hacerlo porque estar enganchado a esto es una enfermedad y haberlo obviado no habría sido realista a la hora de contar su verdadera historia". "Cuando tuvo a Ayden trató realmente de mantener su sobriedad para poder criarlo. Tenía una voluntad fuerte y era resistente, pero la enfermedad era más fuerte que ella". Linsenmeir estuvo limpia durante seis meses, pero acabó perdiendo la custodia. Después de aquello consiguió estar sin tomar nada otros 11 meses más. Sus esfuerzos por ser la mejor madre se notaron enormemente, aunque acabó recayendo.

El principio del fin
El relato muestra a una joven que disfrutaba nadando, esquiando y practicando snowboard. "Tenía una voz tan hermosa que detenía a la gente en la calle, una que la llevó por todo el mundo". Tras mudarse a Vermont (Florida) para poder asistir a una escuela secundaria de artes escénicas todo comenzó a desmoronarse. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, solo en 2016 hubo más de 63.000 muertes por sobredosis en el país, un aumento del 21% en solo un año y en el que cientos de ellas fueron en esta localidad donde residía Madelyn.

Hay que pelear juntos. Es una lucha en la que nunca es demasiado tarde

"Creíamos que, como siempre, superaría su enfermedad y se ganaría la vida que sabíamos que merecía", escribió un miembro de la familia. "Pensamos esto hasta el momento de su último aliento. Pero su adicción la acosó y la secuestró una vez más. Aunque hubiéramos pagado cualquier rescate para recuperarla, cualquier precio en el mundo, este monstruo no la iba a dejar ir hasta que se muriera. Fue adorada como hija, hermana, sobrina, prima, amiga y madre, y ser amada por Madelyn fue un regalo siempre sorprendente", añadía.

La familia aprovechó también para reflexionar acerca del trato que se le da a las personas que padecen adicciones "en un sistema que va en contra de los enfermos y que les pone trabas los días. Todos deberían pensar que cada aliento es un nuevo comienzo e instar a aquellos que "lean esto con juicio" y que entiendan que "no es una opción o una debilidad". "Agradecemos de que cuando murió estaba a salvo y con su familia", concluía.

https://www.elconfidencial.com/alma...obituario-realidad-victimas-opiaceos_1637685/


 
Dimitri, un asistente sexual para personas discapacitadas

ZOOMIN.TV 13.11.2018


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Asiste a personas con discapacidad para darles la intimidad y las experiencias que desean.


A menudo se piensa que las personas con discapacidades físicas no tienen deseos sexuales, suelen ser vistos como seres angelicales o niños eternos. Sin embargo Dimitri, asistente sexual, sabe que negar la sexualidad de una persona es negar su naturaleza humana y asegura que todos los cuerpos son eróticos y tienen sus propias herramientas de seducción.


VIDEO: https://www.20minutos.es/videos/gon...sistente-sexual-para-personas-discapacitadas/
 
La abogada que lucha contra la violencia sexual en zonas de conflicto
Carla Mascia


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Céline Bardet, retratada en su apartamento de París. ED ALCOCK


15 NOV 2018

Esta abogada francesa, una de las mayores expertas en crímenes de guerra, lleva 20 años luchando para que la violencia sexual perpetrada en zonas de conflicto no quede impune

Tras violarlas, los soldados serbios les decían: ‘Ahora estás purificada. Tu hijo no será musulmán”. Este testimonio se quedó grabado a fuego en la memoria de Céline Bardet(Moulins-sur-Allier, 1972), jurista experta en crímenes de guerra. Cuando llegó a Bosnia en 2008, 13 años después del fin de un conflicto armado que había tenido lugar entre 1992 y 1995, esta francesa que de pequeña soñaba con ser Karen Blixen ya había trabajado para el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, recorrido medio mundo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y escapado a una tentativa de asesinato en Kosovo. Sin embargo, Bosnia supuso para Bardet un antes y un después: más de 50.000 mujeres fueron violadas durante la guerra. “Los serbios encerraban y violaban a las mujeres bosnias para realizar una limpieza étnica. Es el único lugar donde se construyeron campos de violación”, sostiene la abogada, que a partir de ese momento decidió dedicar su vida a que tales crímenes no quedaran impunes.



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Vista del escritorio de Badet y cartel antiguo con fotografías de los criminales de guerra más buscados.ED ALCOCK



A Bardet le sigue conmoviendo el caso de Cvetja, una prisionera serbia violada de forma repetida en 1992, delante de su marido y otros detenidos, por dos oficiales bosnios. “Era muy atípico: ella era serbia en un país donde la mayoría de las víctimas eran musulmanas”. Todavía recuerda el aspecto deteriorado de aquella mujer de 50 años que aparentaba 70. “No me canso de repetir que la violación como arma de guerra es el crimen perfecto: mata a la persona por dentro”. Pero para Bardet, la sentencia que condenó a los culpables a cinco años de cárcel y reconoció por primera vez la violación como un crimen de guerra fue tan solo el principio: las mujeres no tenían derecho a recibir la compensación económica percibida por las demás víctimas de crímenes de guerra, pero ella consiguió que el Parlamento bosnio introdujese ese derecho —que después adoptarían los Gobiernos de Croacia y de Kosovo—.

Bardet fundó en 2014 la ONG We Are Not Weapons Of War para prestar apoyo jurídico a las víctimas. “Hemos desarrollado una plataforma encriptada con la que pueden avisar en tiempo real de las violaciones y ser atendidas en el terreno por nuestra red de médicos, psicólogos y activistas. Lo único que nos falta es dinero para llevarla a los países que la necesitan”, detalla. La francesa cree que solo con este tipo de herramienta se podrán superar las limitaciones intrínsecas de la Corte Penal Internacional para actuar en países como Siria, donde la ONG calcula que entre 5.000 y 10.000 mujeres son violadas diariamente en las prisiones del régimen de El Asad.

La indiferencia con la que se trata a la violación de guerra, lamenta, dice mucho de nuestra sociedad y del sitio que en ella ocupan las mujeres. “No podemos acostumbrarnos a la violencia sexual, sea individual o masiva”, asegura Bardet. Falta concienciación. Pero hay motivos para el optimismo, como la reciente concesión del Premio Nobel de la Paz a dos personas que conoce bien y comparten su batalla: Nadia Murad, activista iraquí de origen yazidí, exesclava del grupo yihadista Estado Islámico, y Denis Mukwege, ginecólogo congoleño que lucha por reparar a las mujeres.


https://elpais.com/elpais/2018/11/08/eps/1541680307_317198.html?por=mosaico
 
POBREZA INFANTIL
Niños en riesgo de ser los pobres del futuro
Más de dos millones de menores viven en hogares vulnerables, expuestos al estrés económico de sus padres

MARÍA SOSA TROYA

MARÍA MARTÍN
Madrid 19 NOV 2018



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Susana, junto a su hijo pequeño, el pasado jueves en su casa, en Madrid.
ÁLVARO GARCÍA



Los tres hijos de Susana, de 10, 15 y 21 años, se han criado con mochilas remendadas, ropa de segunda mano y libros de texto usados. En su casa, en un edificio de protección oficial de un barrio periférico de Madrid, no hay Internet. Se cuenta hasta el último euro y el wifi es demasiado caro. La compra del desodorante depende de los imprevistos de cada mes. Los dos hijos mayores dejaron los estudios sin terminar la ESO. Su madre, que también vivió una infancia de privaciones, lo asocia, en parte, a la falta de medios y a que aspiran a ganar su propio dinero. “Ellos veían en el colegio a otros niños con ropa de marca. Se sentían inferiores. Era como si les diese vergüenza ir al instituto”, cuenta.

Susana vive con sus dos hijos pequeños. Ambos están en riesgo de pobreza infantil, pertenecen a ese 28,3% de menores que viven en hogares con ingresos inferiores al 60% de la mediana de renta por unidad de consumo en España. Son más de 2,3 millones y carecen de igualdad de oportunidades. Se crían en situaciones de gran estrés económico. Es más probable que abandonen antes los estudios, que sufran obesidad, que sigan siendo pobres en edad adulta. La pobreza y la desigualdad se transmiten.

Según los datos de la encuesta de condiciones de vida del INE de 2017, la incidencia es mayor (40,6%) en familias monoparentales, de las que casi nueve de cada 10 encabezadas por una mujer. La mitad de familias numerosas están por debajo del umbral. Los hogares con progenitores migrantes tienen más riesgo de ser vulnerables. Hay más pobreza infantil en comunidades como Extremadura, Andalucía, Canarias o Murcia. “En números absolutos, el mayor número de niños pobres vive en familias tradicionales, con dos adultos de los cuales solo uno trabaja”, indica el alto comisionado del Gobierno para la Lucha contra la Pobreza Infantil, Pau Marí-Klose. Los padres suelen tener bajo nivel de estudios; problemas de vivienda; desempleo; precariedad laboral. No pueden hacer frente a gastos imprevistos.

“No me llega para todo. Ahora tengo trabajo, pero en el futuro no sé qué pasará”, se lamenta Susana. A sus 48 años, cobra 1.000 euros al mes y se “mata” con los padres de sus hijos para que le paguen la pensión que les corresponde. En su casa, las chuletas de cordero son un lujo navideño. En varias ocasiones, los Reyes Magos han llegado gracias a Save the Children. Ella batalla todos los días para que los niños entiendan que no pueden tener de todo. “Una vez me pidieron jamón y como entonces trabajaba en un supermercado se lo compré y me sentí así de grande”, recuerda abriendo los brazos.

“En estas familias se genera frustración, y las relaciones entre padres e hijos se tensan mucho. Cuando crecen, los hijos son más conscientes de las preocupaciones de sus progenitores, que no saben si van a poder pagar recibos, el alquiler o tendrán dinero para comida”, apunta Gabriela Jorquera, especialista en pobreza del departamento de políticas de infancia de Save the Children.

Hablar de niños pobres supone hablar de hogares pobres. “Pero el impacto en los menores es mayor”, subraya Gabriel González-Bueno, responsable de políticas de infancia de Unicef España. “No necesariamente pasan hambre, sino que comen mal. Tienen acceso a la salud y la educación, pero les cuesta pagar los medicamentos, el comedor escolar o las actividades extraescolares”, señala.

La crisis ha supuesto un aumento de la precariedad y la pobreza se ha enquistado. “El gran problema no es solo lo que viven ahora, sino lo que les espera en el futuro. En un lugar como España, con una movilidad social más limitada que en otros países ricos, les llevará a tener peores ocupaciones, peores ingresos, peor estado de salud”, apunta Luis Ayala, catedrático de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos.

Laura, que tiene 32 años, prefiere no dar su verdadero nombre ni el lugar en el que vive. Madre soltera de una niña de dos años, la joven encadena el paro con trabajos sin contrato desde que nació la pequeña. Solo ha vivido fuera de la casa de sus padres durante dos meses. Al separarse volvió. Allí, cinco personas comparten tres habitaciones y un baño y subsisten gracias al sueldo mileurista de la abuela. Cuando nació el bebé, los servicios sociales la ayudaron con pañales, leche y alimentos. Ahora consigue cubrir gastos con los 400 euros del paro y los 200 que acaba de empezar a pasarle el padre de su hija.

“La última contribución que pude hacer a la economía familiar fueron 20 euros”, dice Laura. No le da para más. Participa en un programa de apoyo en la búsqueda de empleo de Acción contra el Hambre. Su situación le provoca angustia y el futuro la agobia aún más. “Mi hija cada vez será más grande. Cuando vaya al colegio todo va a cambiar. Todo es carísimo”, reconoce.

Save the Children estima que el coste de la crianza de un hijo se sitúa entre los 480 y los 590 euros mensuales, un gasto que aumenta con la edad. “Los adolescentes, entre los 14 y los 17 años, tienden a tener tasas de pobreza algo más elevadas. A medida que crecen, sus necesidades son también más caras”, explica Jorquera. “Todas las familias invierten cada vez más recursos en sus hijos. Los hogares pobres, también, pero sus posibilidades son más limitadas”, prosigue. “Y problemas que una familia de clase media puede resolver se vuelven bolas de nieve”, concluye la experta.


ESPAÑA, A LA COLA DE LA UE

“Las políticas de protección a la infancia son insuficientes”, afirma el alto comisionado del Gobierno para la Lucha contra la Pobreza Infantil, Pau Marí-Klose. “Gastamos un 0,6% del PIB en prestaciones monetarias para niños vulnerables. La media de la Unión Europea es del 1,2%”, prosigue. “Las cifras de España son insólitas porque no nos corresponde estar donde estamos, dado nuestro nivel de renta per cápita”, dice. “Hay que mejorar las prestaciones, consolidar la red de protección e invertir en servicios, sobre todo en educación”, apunta Luis Ayala, catedrático de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos.

España tiene una de las mayores tasas de pobreza infantil de la UE (28,3%), solo por detrás de Rumanía (32,2%) y Bulgaria (29,2%), según datos de Eurostat. “Además, somos el segundo país de Europa que menos reduce la pobreza de sus niños después de las prestaciones, excluyendo las pensiones. Estamos detrás de Portugal”, se lamenta Gabriela Jorquera, especialista de Save the Children. Califica de “rotundo fracaso” las políticas en España.

“Son muy bajas y, además, muy poco efectivas. Gran parte de los gastos de familia e infancia se canalizan a través de desgravaciones fiscales, que son relativamente importantes, pero las familias más pobres no se ven beneficiadas ya que no hacen la declaración de la renta”, puntualiza Gabriel González-Bueno, experto de Unicef.

“La única subvención a nivel nacional que se orienta a familias con niños es la prestación por hijo a cargo”, añade este experto. De esta partida, unos 900 millones se destinan a hijos con discapacidad, explican fuentes del Alto Comisionado del Gobierno. Unos 400, a niños de familias con bajos recursos. La cuantía por menor es de 291 euros anuales: 24,25 euros al mes. Una cifra que los especialistas juzgan insuficiente.

En el acuerdo entre el PSOE y Podemos se contemplan 180 millones para el aumento progresivo de esta ayuda, empezando por la pobreza severa. Así, los 291 euros subirían hasta 573: 47,75 al mes. Unicef y Save the Children piden que se eleve hasta los 100 euros mensuales. Todos los grupos parlamentarios del Congreso, a excepción del PP, registraron esta semana una proposición no de ley para la elaboración de un Pacto de Estado por la Infancia. La iniciativa contempla un incremento progresivo de esta prestación hasta llegar a los 1.200 euros anuales en 2022.

https://elpais.com/sociedad/2018/11/18/actualidad/1542564674_745473.html

 
Los jóvenes de hoy viven peor que los mileuristas de hace una década
Los jóvenes de hoy, nacidos en los noventa, sufren más temporalidad y tienen sueldos más bajos que los que nacieron una década antes a pesar de estar más formados



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Unos jóvenes charlan en el centro de Madrid. JAIME VILLANUEVA EL PAÍS



LUIS DONCEL


Madrid 25 NOV 2018



Más precarios, más pobres, más pesimistas y muchos, muchos menos. Pero también mejor preparados. Los menores de 30 años viven peor que sus hermanos mayores, los mileuristas de hace una década. Los veinteañeros de hoy crecieron con la palabra crisis cosida a su existencia, y muchos creen que jamás podrán escapar de ella. Precisamente por arrastrar unas expectativas tan bajas han decidido estudiar en masa. Cuentan, así, con más herramientas para enfrentarse al futuro.

Al comparar los jóvenes actuales con la generación que estrenó los 20 antes de la crisis que en 2008 sacudió al mundo, dos aspectos llaman poderosamente la atención: la precarización del empleo y la sangría demográfica. El primero se traduce en una devaluación salarial vivida entre 2008 y 2016 por prácticamente todos los trabajadores, pero que se concentró en las franjas de edad más bajas: el salario medio de los menores de 20 sufrió un descenso del 28%; la caída para los de 20 a 24 fue del 15%; y del 9% para los de 25 a 29, según la Encuesta Anual de Estructura Salarial.

El segundo gran cambio estructural es el adelgazamiento de la nueva generación: los 4,8 millones de españoles de 20 a 29 años que el INE contabilizaba a principios de año suponen un descenso de casi el 30% respecto a los 6,7 que había en 2005. Un impresionante bajón demográfico.

"Se están acentuado tendencias precarizadoras instaladas hace ya tiempo. Un joven consolida su proyecto vital sobre dos pilares: condiciones laborales y acceso a la vivienda. Y tanto la temporalidad como los precios del alquiler han ido a peor estos años", asegura Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud de CC OO, sindicato que acaba de publicar #Generaciónmóvil, una radiografía de la juventud cuya principal conclusión es que la precariedad "no se define ya como una fase inicial o transitoria", sino que "cada vez más se extiende como una mancha de aceite que conforma una nueva normalidad del mercado de trabajo".


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La precariedad juvenil en el trabajo puede analizarse desde dos grandes patas: la temporalidad y la rotación de un puesto a otro. Mientras la temporalidad cayó en la última década para el conjunto de trabajadores, esta ha vuelto a repuntar para los menores de 29 y es ya superior a la de antes de la crisis. Pero el gran triunfador en las prácticas laborales de los veinteañeros es el contrato a tiempo parcial, en su mayor parte no deseado. Durante la crisis, la destrucción de empleo afectó sobre todo a los trabajos a tiempo completo. La consecuencia es que los contratos por horas para los menores de 29 años pasó del 15% al 27%, según calcula CC OO con datos de la EPA.


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Frente a tanta negatividad, el catedrático de Sociología Luis Garrido es mucho más optimista. Según sus estudios, las tasas de temporalidad se han mantenido sorprendentemente estables en cada franja de edad en generaciones anteriores. Y no ve ningún motivo para que esto vaya a cambiar en el futuro. Garrido huye de cualquier discurso que lleve la coletilla de "generación perdida". "De generación perdida nada. ¡Todo lo contrario!", protesta. Él detecta dos factores que colocan a los jóvenes de hoy en una situación mucho más favorable que la de sus predecesores: la vuelta en masa a los estudios —sobre todo de las chicas— que dieron tras el shock de la crisis y la menor competencia por la caída demográfica.


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Severino Edjang, en el centro de Mostoles.JAIME VILLANUEVA EL PAÍS


Las malas perspectivas de encontrar empleo hundió drásticamente el abandono escolar: en 2006, el número de varones de 16 a 24 años trabajadores llegó a igualar a los estudiantes. Este año, el 63% de los chicos y chicas de esa edad se dedican tan solo a los libros, frente a un 15% de los que solo trabajan. "Muchos jóvenes dicen estar desesperados por las malas perspectivas. Pero tienen ventajas descomunales. Entre otras, el ser poquísimos. No hay ninguna ventaja comparable a esta", concluye Garrido, que lleva décadas escudriñando los datos de la EPA.

Pese a este futuro luminoso que les anticipa el catedrático de Sociología, los jóvenes se enfrentan a un presente muy difícil. Así se desprende del informe que esta semana va a publicar el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Este barómetro muestra que el impacto de la crisis fue mayor entre los jóvenes españoles que en los de otros países europeos. "Para medir la emancipación, estudiamos las políticas públicas, la situación económica y factores culturales. En este aspecto, España sigue por debajo de sus vecinos. Y la brecha sigue creciendo", dice Eulalia Alemany, del Centro Reina Sofía. Otro problema al que tendrán que enfrentarse jóvenes como Severino Edjagn. "Mis amigos y yo vemos muy difícil dar con un buen trabajo estable. Más bien pensamos que iremos saltando de un puesto a otro", sintetiza este estudiante de FP de 25 años.

LOS QUE TENÍAN 20 AÑOS ANTES DE LA CRISIS
ANA PASTOR, 37 AÑOS | Arqueóloga


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“Las nuevas generaciones son más competitivas que nosotros”
En septiembre de 2010, EL PAÍS inició la ambiciosa serie (Pre)parados, donde a lo largo de 20 entregas radiografiaba la juventud que se enfrentaba a una crisis que entonces apenas empezaba. En ella, la arqueóloga y restauradora Ana Pastor se lamentaba de los perjuicios para encontrar trabajo que le acarreaba su exceso de preparación. “Me planteo eliminar de mi currículum las dos carreras que tengo”, decía. Han pasado ocho años en los que Pastor ha logrado mejorar su situación económica. Pero vivir de su profesión sigue pareciendo una quimera.

Cuando dio la entrevista, su sueños era trabajar como restauradora de bienes arqueológicos. Lo logró durante año y medio. Pero la crisis —que golpeó con fuerza al sector cultural— dio al traste con su empresa. Y Pastor, que en 2010 se quejaba de estar demasiado preparada, siguió formándose. Hizo un máster con una beca. Ahora estudia un curso de doctorado.

“¿Que si he cumplido mis expectativas de entonces? Yo diría que las he sobrepasado. Estoy muy contenta de haber seguido formándome. Pero tengo claro que el título de doctora no me va a abrir nuevas puertas laborales”, asegura al teléfono desde Barcelona. Hoy, Pastor compatibiliza un trabajo de supervivencia en una empresa de atención al cliente con sus cursos de doctorado.

Cumplidos los 37 años, tiene perspectiva para compararse con los alumnos más jóvenes con los que convive. “Los que vienen detrás son más competitivos. La crisis les ha hecho más individualistas. Y en la Universidad veo desigualdades de clase muy fuertes que no veía cuando yo empecé a estudiar”, concluye.

CLARA FERNÁNDEZ, 33 AÑOS | Actriz y camarera


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“Los más jóvenes se han acostumbrado a la precariedad”
EL PAÍS ha contactado con algunos protagonistas de la serie de 2010 (Pre)parados. La idea es analizar cómo les ha ido desde entonces a unos jóvenes que al inicio de la crisis mostraban su frustración por un mercado laboral que se derrumbaba; y comparar su situación con la de aquellos que hoy tienen la edad que ellos tenían entonces. Clara Fernández era una de las protagonistas de la serie, donde enumeraba los problemas a los que se había enfrentado para tener un trabajo remunerado. Ahora lleva tres años en Lucerna (Suiza), a donde se mudó por motivos personales.

Las escasas salidas de su carrera de psicopedagogía llevó a Fernández, hoy con 33 años, a dedicarse a su pasión: el teatro. En Lucerna, además de aprender alemán y trabajar como camarera en un centro cultural, ha logrado desarrollar su faceta artística en una compañía de teatro y circo.

"Me estoy especializando en marionetas. Y puedo dedicarme a esto gracias a que en Suiza está desarrollado la idea de tener un trabajo por horas solo para pagar las facturas; y que te deje tiempo para ocuparte de las cosas que realmente te interesan", asegura por teléfono antes de entrar en su turno de camarera.

¿Qué diferencia ve entre ella y las generaciones que vienen detrás? "Ellos se han acostumbrado a la precariedad. Creen que es la norma, porque es la cotidianeidad que han vivido", responde. Es la diferencia con los de su edad, que crecieron pensando que todo estaba de su lado y se dieron de bruces con la crisis. "Mi madre me dijo que si estudiaba me iba a ir bien. Y mírame, tengo tres carreras y el futuro me lo tengo que labrar cada día".


LOS VEINTEAÑEROS ACTUALES

GUILLERMO REBOLLO, 21 AÑOS | Estudiante

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“Seguramente me tendré que ir a trabajar fuera de España”
Guillermo Rebollo interrumpe la escritura de un ensayo sobre la Ley de Violencia de Género para atender la llamada de EL PAÍS. Estudia el doble grado de Sociología y Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, habla inglés y francés y tiene claro que, antes de lanzarse a la selva del mercado laboral, prefiere seguir formándose. "Sin un máster, va a ser muy difícil encontrar un buen trabajo", asegura.

Tras todo este periplo académico, Rebollo se ve más fuera que dentro de España. "Seguramente tendré que irme a trabajar al extranjero, preferiblemente a Europa", asegura. Este joven de 21 años no ve esta emigración forzosa como algo negativo: "Me apetece vivir fuera. Pero también veo que no me queda otra opción. Dudo que en España vaya a encontrar un trabajo en mi campo". Aquí es donde ve una diferencia entre su generación y la inmediatamente anterior. Antes, opina, los jóvenes se iban cuando no tenían otro remedio. Pero él y sus amigos ven en el extranjero una opción apetecible.

Esta es una percepcion subjetiva. Pero lo que las estadísticas muestran es que sus compañeros de generación frecuentan más las aulas que sus hermanos mayores: de 2000 a 2018, el porcentaje de jóvenes que solo estudia ha aumentado 18 puntos, mientras que los que solo trabajan han caído también 18 puntos.

La última diferencia entre unos y otros es, según Rebollo, las peores perspectivas laborales de los nacidos en los noventa. "Nosotros vamos a tener que pringar más años como becarios. Me da miedo acabar en un estado de precariedad eterna. Por eso me planteo también estudiar oposiciones".


VICENTE BELAIRE, 22 AÑOS | Técnico de laboratorio

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A sus 22 años, Vicente Belaire tiene muy cerca el ejemplo de la generación anterior. Este estudiante de FP comparte las aulas del grado superior de técnico de laboratorio con compañeros de 35 años que abandonaron los estudios al calor del boom de la España del ladrillo.

"Cuentan que antes era más fácil encontrar un trabajo con un buen sueldo. Pero como no tenían formación, con la crisis se quedaron en el paro", dice Belaire, que se consuela al pensar que gracias a sus estudios prácticos podrá encontrar un trabajo. "Aunque, eso sí, me tendré que adaptar a condiciones más duras que antes", explica.

Belaire considera estar muy bien formado. Después de estudiar el grado superior de Química Ambiental, ahora cursa el de Salud Ambiental. Y se alegra de poder disfrutar de unos avances técnicos que facilitarán su trabajo. Ese es "el pro" de tener su edad. "El contra" lo detecta también con nitidez: las condiciones del mercado laboral. "Muchas empresas, por no decir todas, te obligan a tener un periodo demasiado largo de becario. Es algo que hablo mucho con mis compañeros. Tenemos miedo a que solo nos cojan de becarios; y que pretendan que sigamos siempre así", asegura Belaire, que pertenece al 35% de estudiantes españoles que tras la secundaria optan por FP. Es este un porcentaje aún bajo frente al 50% de la UE.

Belaire es consciente de que lo tendrá difícil el día que quiera independizarse de sus padres. Irse a vivir solo ni se lo plantea. "Con el precio de los alquileres, no veo posible alquilar yo solo. Me gustaría irme a vivir con amigos".

https://elpais.com/economia/2018/11/23/actualidad/1542990291_009623.html
 
De 'Física o Química' a una aldea de Kenia: la actriz que cambió la tele por una escuela de niños
Historias

  • PEDRO SIMÓN
  • Madrid
  • 27 NOV. 2018



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Sandra Blázquez, con los niños de la escuela de Chumvi (Kenia).


Sandra Blázquez empezó a actuar a los 10 años y protagonizó series como 'Física o Química'; hoy trabaja en el bar familiar y, con su amiga María, levanta una escuela en África

Presentaba un programa llamado el Club Megatrix, fue Alma en Física o Química, hizo de Fabiola en Al salir de clase, se llamaba Rosarito en La vida de Rita, era Luna en Cambio de clase, se metió en la piel de Luz en Tierra de lobos, actuó como María José en Vive cantando, la recordarán como Huertas López en Acacias 38...

Pero a los niños kenianos que -antes de que apareciera ella- comían una vez cada dos días en el erial que es Chumvi ni por asomo les sonaba la actriz Sandra Blázquez. Por tres motivos: no tienen tiempo para la ficción, no tienen luz, no tienen televisor.

Lo que sí tienen en aquel páramo desde que llegaron aquellas dos chicas españolas es una escuela con cuatro aulas. Y una comida caliente al día para 100 niños. Y cuatro profesoras. Y dos vigilantes. Y una cocinera. Y cinco letrinas. Y un pozo.

Ésta es la película de dos amigas del Colegio Cumbre de Madrid que se emperraron en un sueño humanitario y lo lograron sin apenas ayuda en un par de años. Ésta es también la película de María Fábregas, educadora social que empezó de voluntaria con la Cruz Roja. Ésta es finalmente la película de Sandra Blázquez: la niña más prometedora del cine español empezó a los 10 años en la pantalla, lleva desde febrero en paro y, a la espera de que suene el teléfono, trabaja como camarera en el bar de sus padres. Pero -esto no lo pone en Wikipedia- está teniendo un papel protagónico en el infierno de Chumvi.

«Muchas veces pienso que es incompatible ser actriz con la cooperación: eso de estar siempre bien vestida, guapísima, ir de photocall en photocall, mostrarse en redes... Porque, en esta profesión, si no haces todo eso, eres un bicho raro. A veces se lo digo a María: no sé si podré con las dos cosas a la vez... Hay una parte de mí que me dice que me olvide del cine. Y que crezca».

En primer lugar, llama la atención lo ligeras de equipaje que llegaron a Kenia en 2015: dos mujeres blancas, sin saber inglés, con un diccionario en la mano, en el África negra por primera vez. En segundo lugar, sorprende el minimalismo de la estructura: la ONG Idea Libre creada en 2014 está formada únicamente por ellas dos. En tercer lugar, ponemos el acento en el contraste apuntado más arriba: en vez de los focos del festival de Cannes, la actriz Sandra Blázquez prefiere la luz mortecina de Chumvi.

El bautismo fue en diciembre de 2013, mientras María hacía una suplencia como educadora y Sandra rodaba Vive cantando. Ahorraron dinero, dieron un paso a un lado, viajaron hasta un orfanato marroquí en Errachidia para ayudar y allí -durante varias semanas- conocieron historias de cine como la de Ryan, un niño de tres años que no sabía hablar y al que nadie sacaba de la cuna. «A la vuelta pensábamos que habíamos abandonado a aquellos niños, y nos planteamos que habría que hacer algo que perdurara».


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Sandra Blázquez, a la izquierda, en un momento de la serie 'Física o Química'


MUCHAS VECES PIENSO QUE ES INCOMPATIBLE SER ACTRIZ CON LA COOPERACIÓN: ESTAR SIEMPRE BIEN VESTIDA, GUAPÍSIMA, IR DE PHOTOCALL EN PHOTOCALL, MOSTRARSE EN REDES


Allí nació un futuro con dos coordenadas: la educación y la infancia. En enero registraron la ONG, que hoy cuenta con aportaciones voluntarias de 203 socios (la mayoría de ellos, actores y gente del cine). Aquel periplo iniciático en Marruecos se saldó con varios viajes más y un proyecto que aún continúa: dos profesoras, tres aulas y 72 niños de aquel orfanato.

En Primer y último amor hacía de Alicia, en La sopa boba era Eva, interpretó a Mónica en Hay que vivir, se metió en la piel de Lorena en El caso Wanninkhof, fue Carmen Morales en la miniserie Rocío Durcal, volver a verte...

Pero cuando llegaron a Chumvi -menos mal-, nadie sabía quién era Sandra. Ni su amiga. Lo que sí supieron al cabo del tiempo es que los críos no tendrían que volver a andar tres horas de ida y tres de vuelta para ir a un colegio.

«Es un poblado seco con 400 personas donde las mujeres se prostituyen desde los 12 años y hay problemas tribales», relata María. «Cuando empezamos con nuestra escuela, teníamos 80 alumnos y dos profesoras. Las clases se daban bajo las acacias», prosigue. «Desde marzo de 2017, tenemos cuatro aulas y cuatro profesoras. Todos los niños que vienen comen en la escuela».

Niños como Eyoya, que tiene seis años, es huérfano por culpa del sida y la malaria, vive con una tía y está estudiando para ser piloto. Niños como Obama, que al segundo día de ver que en aquel colegio también daban de comer, apareció con una bolsa para llevarle comida a su madre.

La escuela -en trámites de ser asimilada al sistema educativo keniano- se llamará Wazo Huru, que en swajili significa «idea libre».

Como ya hemos dicho, el teléfono de la actriz no suena desde febrero: Sandra sigue poniendo cañas en el bar y hace de monitora de niños y María estudia márketing digital. Pero siempre que suena el móvil es el mismo calambre: «Tenemos la mente allí».

No es un papel protagonista. Ni la llamada de un director. Lo que les llena ahora a Sandra y a María es pasar en Chumvi de las cuatro aulas actuales a 10, aumentar de 100 a 200 los alumnos, dar de comer a todos. «Tratar de que esos chicos crezcan con posibilidades, con un pensamiento libre, que puedan soñar con vidas de película». Y a la mierda los Goya.


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Sandra, junto a su amiga María Fábregas, con la que montó la ONG Idea Libre.



https://www.elmundo.es/papel/historias/2018/11/27/5bfbe9eeca47418c4c8b4641.html


 
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