SOCIEDAD

SÓLO SE SABE QUE ES UN 'DURO TRABAJADOR'
Un hombre gana la lotería dos veces en el mismo día y se lleva 29 millones de euros
Compró dos boletos iguales para el mismo sorteo, gracias a lo cual se lleva dos terceras partes del bote


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El hombre compró dos boletos idénticos, supuestamente, por accidente (Foto: iStock)



EL CONFIDENCIAL

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AUSTRALIA


28/04/2019

No se sabe quién es, sólo que es un “duro trabajador” australiano que compró, aparentemente sin querer, dos boletos idénticos para el sorteo de este martes 26 de marzo. Y la suerte se alió con él por partida doble: le tocó la lotería y, como tenía dos boletos iguales, con los mismos números, le ha tocado dos veces. Y en el sorteo con mayor bote del año. Inaudito.

"¿Estoy alucinando? Acabo de revisar mis números online y creo que sé lo que vas a decirme. Estoy sin palabras. No puedo creerlo... acabo de terminar mi jornada de trabajo de noche". Con esas palabras, que recoge Newsly, cogió el afortunado el teléfono al personal de la lotería que le llamó al día siguiente para informarle de que era ganador. Había registrado los números en la web del sorteo y le tenían localizado.


El hombre vive en St. Albans, un barrio a las afueras de Melbourne, en Australia. Allí compró el primer boleto pero parece que por accidente compró otro en un despacho de lotería situado a 15 kilómetros del primero. Y los números del sorteo del martes 26 hicieron el resto: 9, 12, 18, 24, 25, 28 y 29. Hubo tres boletos que contenían los siete números agraciados… y dos eran suyos.

El mayor bote del año
El sorteo ponía en juego un bote de 70 millones de dólares australianos, unos 44 millones de euros, por lo que él se llevará dos terceras partesdel premio: en total, unos 29 millones. Si sólo hubiera hecho una apuesta, como hacía cada semana durante más de treinta años, hubiera ganado ‘sólo’ 22 millones de euros. Tener a la suerte de cara siempre es un plus.

El ganador aún no se lo cree: "Juego todas las semanas, pero nunca elegí los números por nada en particular. Antes no eran especiales, pero ahora sí lo son". Reconoce que necesita tiempo para asimilar todo lo que le está pasando, pero tiene claro lo que hará: “Podría pensar en retirarme, aunque primero puede que compre una nueva casa o me vaya de vacaciones. Aunque, definitivamente, lo compartiré con mi familia".

El portavoz de la lotería, Matt Hart, asegura que la noticia radica en que hay “tres boletos de primera categoría, pero sólo dos ganadores”. El otro acertante aún no ha aparecido y de él sólo se sabe que compró su boleto en la isla de Tasmania, al sur del país.

Hay “tres boletos de primera categoría, pero sólo dos ganadores"

Hart espera la llamada del segundo afortunado: “Alguien se despertará con suerte mañana, revisará su boleto y descubrirá que ha ganado casi 15 millones de euros”.

https://www.elconfidencial.com/alma.../gana-loteria-dos-veces-en-mismo-dia_1907070/
 
La increíble historia del keniano que construyó una carretera para los vecinos de su aldea
Nicholas Muchami se puso manos a la obra después de que las autoridades rechazasen construir una infraestructura que uniese la población con la iglesia y un centro comercial

Madrid 3 MAY 2019


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Nicholas Mucami, durante la construcción de la carretera rural. EPV




Nicholas Muchami tiene 45 años y una moral que ha asombrado a medio mundo. También a sus vecinos de una remota aldea enclavada en una zona boscosa del centro de Kenia, Kaganda. Este héroe local decidió hacer algo cuando las autoridades locales rechazaron la construcción de un camino que uniera la pequeña población africana con los centros educativos y una galería comercial cercanos. Y en seis días, con 12 horas de trabajo por jornada, construyó a mano una vía de tierra que también permitirá a sus vecinos acudir a la iglesia.

Un kilómetro y medio de calzada que, aunque para los estándares del primer mundo pueda parecer muy rudimentaria, para los habitantes de la aldea supone un mundo. Las únicas armas con las que contó Muchami fueron una azada, un rastrillo, una pala, un hacha y mucho tesón. La obra artesanal permitirá a los habitantes de la localidad evitar un rodeo de cuatro kilómetros para llegar a la zona de servicios. Muchos de ellos ya habían renunciado a moverse del pueblo por las dificultades en los desplazamientos. El camino acondicionado por Muchami tiene además el ancho necesario para la circulación de vehículos.

En declaraciones a la BBC, el hombre dijo que sintió que tenía energía para afrontar el reto y que trabajó contra reloj para intentar terminar el camino antes del inicio de las lluvias. "Cuando la gente me veía trabajar me preguntaba si me estaban pagando", explicó Muchami, que normalmente trabaja realizando trabajos esporádicos durante el día y de guarda por la noche.

Nadie se ha unido hasta ahora a su hazaña, ya que sus convecinos no desean trabajar por amor al arte, pero él se ha propuesto concluir el medio kilómetro que resta hasta unir la diminuta localidad con la zona educativa y de ocio de la región.

Kaganda está situado en el condado de Muranga y a unos 80 kilómetros de la capital del país africano, Nairobi. Kenia tiene 49 millones de habitantes y es uno de los países africanos con mayor biodiversidad. En su territorio se encuentran santuarios de la vida animal como el Masái Mara. El turismo es su mayor fuente de ingresos, destaca por el cultivo de café, y la Unión Europea es su principal socio comercial. La esperanza de vida se sitúa en los 67 años y 16,4 millones de kenianos viven bajo el umbral de la pobreza.

VIDEO:
https://elpais.com/internacional/2019/04/30/mundo_global/1556622874_709423.html
 
SU HERMANO TAMBIÉN LA NECESITA


Un niño con autismo escribe una preciosa carta para que no despidan a su maestra
Lleva ocho años con ella y gracias a su ayuda ha pasado de ser un niño con problemas en el habla a tocar el piano y estudiar francés


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La carta de Sami a su director para que no prescinda de su profesora Inma



EL CONFIDENCIAL
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09/06/2019



Sami es un niño de 11 años que padece autismo. Lleva ocho asistiendo al colegio Alejandro Rubio de Guadalix, en la provincia de Granada, donde conoció a su profesora Inma, que es la responsable del aula de Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD) al que asiste Sami. Una relación que ha sido vital para que el niño haya mejorado exponencialmente.

Cuando Sami llegó al colegio tenía muchos problemas de habla, tal y como explica en su cuenta de Twitter la asociación GuadalixTEA, que reúne a las familias cuyos hijos estudian en el aula TGD de ese centro. Sin embargo, ocho años después, el niño no sólo superó esos problemas sino que es capaz de tocar el piano y estudia francés.

Ahora, esa relación puede terminarse ya que el centro va a prescindir de los servicios de Inma como profesora. Por eso, Sami ha escrito una emotiva al director para que no despida a su maestra y en ella se puede leer que “una de las profes que más me ha ayudado ha sido Inma. Si no hubiera pasado esto, yo habría tenido muchos problemas para el estudio y para relacionarme con los demás”.

"Piensa en los demás"
Además, Sami escribe que “tener discapacidad no te impide lograr cosas. Sino que lo importante es que todos podamos dar lo mejor de uno mismo e Inma me ha ayudado a cumplir esto”. Explica que, gracias a su profesora, ha “logrado muchas cosas: respetar a los mayores y atenderles, practicar y esforzarme en lo que no se me da bien, comprender los sentimientos de los demás, saber qué puedo hacer en una situación”, etc.

He logrado muchas cosas: respetar a los mayores, practicar y esforzarme en lo que no se me da bien, saber qué puedo hacer en una situación...

El objetivo de Sami es que el director del centro se replantee su decisión porque no sólo él necesita de Inma: “Otra cosa es por los que van conmigo a girasoles. Ellos también necesitan la ayuda de Inma. Uno de ellos es mi hermano Simón. ¡Apenas acaba de terminar infantil. Necesita la ayuda de Inma para que le vaya bien en primaria!”

La carta de Sami ataca directamente al corazón del director y termina diciéndole “piensa en los demás. Piénsalo bien, ¡por favor deja a Inma en el cole”.

https://www.elconfidencial.com/alma...o-autismo-despido-profesora-guadalix_2060702/
 
LA HUNGRÍA VACÍA

Las 25.000 enfermeras 'fantasma' de Orbán: lecciones del país que rechazó la inmigración
El sector sanitario es uno de los más afectados por la falta de mano de obra. Orbán no consigue frenar el éxodo de cientos de miles de húngaros hacia Europea occidental, buscando una mejor vida



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Una enfermera en un hospital de Budapest. (EFE)



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JAVIER PÉREZ DE LA CRUZ. BUDAPEST
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HUNGRÍA
ENFERMERAS


12/06/2019



“En mi hospital hay dos o tres salas vacías que deberían estar ocupadas por enfermeras. Pero, aunque así fuera, todavía necesitaríamos más personal”. Tibor* lleva trabajando 15 años en el mismo hospital de Budapest y reconoce que cada vez le cuesta más ver a los empleados.

En el país centroeuropeo faltan unas 25.000 enfermeras, según explica Balogh Zoltán, de la Cámara de Trabajadores del Sector Sanitario Húngaro. “La escasez de trabajadores es enorme”, asegura. Hay necesidad de trabajadores en todos los ámbitos del sector, pero el de las enfermeras es el más urgente. Habla en femenino porque en Hungría el 95% de empleados de esta profesión son mujeres.

Los trabajadores de la sanidad húngara están obligados a ser miembros de la Cámara, por lo que esta organización está en buena posición de ofrecer luz sobre un fenómeno del que apenas se habla en Hungría: la emigración. Cada año entre 400 y 500 trabajadores del sector sanitario intentan encontrar un empleo en otros países europeos. Los principales destinos son Alemania, Austria y Reino Unido.

“Esto solo es la punta del iceberg. Nosotros tenemos datos del proceso que siguen los húngaros para encontrar trabajo en el extranjero en el mismo sector, pero sabemos que muchos que no tienen un buen conocimiento del idioma también emigran para trabajar en puestos inferiores a los que desempeñaban aquí”.

Un éxodo conveniente
La cifra exacta de trabajadores emigrados durante los últimos años es una incógnita. Las estimaciones más conservadoras que los grupos opositores la sitúan en torno a unas 500.000 personas. El propio Gobierno reconoce que cientos de miles han emigrado. Volúmenes significativos para un país de unos 10 millones de habitantes.

Esta sangría de trabajadores supondría una alarma de catástrofe económica para cualquier nación con intenciones de equipararse a los estándares de Europa occidental. Por supuesto, también lo es para Hungría, aunque hay quien ve en ello un beneficio para el primer ministro Viktor Orbán. “Cientos de miles de personas se están yendo del país -aseguraba el analista político Péter Kréko al medio estadounidense The Atlantic-. Son personas que enviarán dinero de vuelta, pero que no votan aquí. No van a manifestaciones. Al Gobierno le gusta tener una población más pequeña que le es más leal”.

“Cientos de miles de personas se están yendo del país. Envían dinero, pero no votan. Al Gobierno le gusta tener una población más pequeña pero leal"

Mientras, casi no hay profesión que se escape de la escasez de profesionales. “En algunos sectores se está experimentando una falta de mano de obra impresionante. Por ejemplo, es difícil encontrar cocineros, camareros u obreros de construcción”, detalla desde su despacho Gábor Gyulai, director del programa de asilo del Comité Helsinki Húngaro, la única ONG que proporciona asistencia jurídica a solicitantes de asilo en el país. “También cada año dicen que faltan de 10.000 a 20.000 informáticos”.

Un país vacío para 2070
A la emigración se le suma una de las tasas de natalidad más bajas de toda la Unión Europea. Orbán abrió el grifo de forintos, la moneda local, para animar a que los húngaros -no los extranjeros- tuvieran más y más hijos. Desde préstamos en condiciones muy ventajosas a reducciones fiscales; desde servicios gratuitos de cuidados infantiles a subsidios para comprarse un vehículo.

Pero esta batería de ayudas para las familias numerosas no han conseguido reviertir la evolución demográfica negativa del país. Desde 2017, la población se ha contraído un 3% según cifras oficiales. Si la misma dinámica se mantiene, en 2070 el país apenas tendrá 6,0 millones de habitantes.

A corto plazo, Hungría solo tiene la solución de la inmigración. Una inmigración que en el pequeño país centroeuropeo sigue representando una cifra de apenas el 1,5% del total, por debajo de otros países de la región como Austriao la República Checa.

El Gobierno lo sabe, pero no lo quiere reconocer en público. Fidesz, el todopoderoso partido del primer ministro Orbán, empapeló las calles de Budapest y de todo el país durante la campaña electoral de las pasadas elecciones europeas con lemas como “Mensaje a Bruselas: la inmigración tiene que parar”. Pero la realidad es que la inmigración ha aumentado un 11% en los últimos años.

En opinión de Gyulai: “Es un fenómeno que demuestra que la campaña de odio del Gobierno es absolutamente absurda. Está negando un fenómeno natural que está aconteciendo en el país. Y está fomentando el odio, de una manera profunda, en toda la sociedad húngara”.

Soluciones sobre el papel
“Para el Gobierno la situación de los hospitales no es una prioridad. Quizá, como mucho, ocupa la quinta posición en la lista de sus preocupaciones”, asegura, frustrado, Tibor, el médico de Budapest.

“En los pacientes, esto se traduce en más tiempos de espera, sobre todo cuando son personas que no pueden acudir al hospital y tienen que ser atendidas en sus hogares. Cuesta mucho tiempo organizar las ambulancias y el personal necesario para tratarlos adecuadamente”, añade Tibor sentado en una terraza del centro de Budapest. ¿Y por qué el Gobierno no lo soluciona? “Eso habría que preguntárselo al Gobierno. Lo que está claro es que la solución es muy fácil: más dinero. Tan sencillo como eso. Si no lo hacen es porque no quieren”.

Las preguntas al Ministerio de Capacidades Humanas, el organismo húngaro encargado de la cartera de Sanidad, quedan sin respuesta. No obstante, desde la Cámara de Trabajadores del Sector Sanitario Húngaro defienden la gestión gubernamental.

“Desde 2004, la tendencia es mucho mejor”, señala Balogh Zoltán antes de enumerar diversos convenios aprobados por el Gobierno para aumentar el salario de los trabajadores del sector. “Por ejemplo, en el período entre los años 2016 y 2019 los sueldos se han aumentado un 62%”.

Preguntado por esos datos, Tibor muestra su escepticismo. “La verdad es que no sé de dónde sacan esas cifras, porque en el hospital apenas hemos notado mejoras en estos años”.

'Ley esclavista'
En un intento de maquillar la falta de mano de obra, el Gobierno aprobó recientemente la llamada “ley esclavista” - un polémico texto legal que permite trabajar hasta 400 horas extras al año-. Pero en el sector salud, donde realizan turnos de hasta 12 horas y, en ocasiones, complementan las labores en los hospitales con otros trabajos, apenas tiene impacto.

A Orbán no le quedan muchas cartas más para frenar la fuga de trabajadores en los hospitales.

“Las enfermeras siempre se van. Se van a otros empleos en los que cobran más o se van del país. Se quejan de la gran carga de trabajo que tienen y de que no les pagan lo suficiente”. Lilla (nombre ficticio*), neuróloga en su tercer año de residencia, trabaja en otra parte del país, en Szeged, la cosmopolita localidad cercana a la frontera con Serbia. Pero aquí las condiciones laborales de los centros sanitarios son similares. Aunque siempre pueden empeorar: “En algunos hospitales pequeños, los pacientes a veces se tienen que llevar su propio papel higiénico porque allí no hay".

Doctores a las teclas
Lilla y otra neuróloga de su hospital tratan de desconectar en un bar de Szeged tras otra extenuante jornada laboral. “Tenemos que hacer muchas tareas que en realidad no nos corresponden. Por la falta de personal pasamos mucho tiempo con labores administrativas. Estamos el día entero tecleando”, se queja la joven doctora. “Lo más grave es que nuestros pacientes son personas en un estado muy grave y necesitan cuidados intensivos. Eso sí, todos los doctores y trabajadores del hospital hacen un gran trabajo a pesar de las malas condiciones.”

Muchos doctores, cuenta la médico, se marchan al extranjero una vez terminados los cinco años de residencia. El Gobierno, en otro intento de frenar el éxodo de los médicos, en este caso, ofrece a los jóvenes profesionales una beca durante su interinidad para aumentar sus ingresos, con la condición de que se comprometan a quedarse cinco años una vez terminada su residencia.

Lilla, a diferencia de otros compañeros, decidió firmar y aceptar la beca. No obstante, no descarta marcharse del país antes de ese plazo, aunque deba devolver el dinero al Gobierno. Otra opción sería trabajar en el sector privado. “Pero de lo que estoy segura es de que no me quedaré en esta clínica tan deprimente”.


*Los doctores pidieron no ser identificados por no estar autorizados a declarar a la prensa sin un permiso oficial.

https://www.elconfidencial.com/mund...nmigracion-orban-enfermeras-fantasma_2064398/
 
Lo que un zapato puede contar sobre desigualdad
Arrancan en Bruselas las Jornadas Europeas de Desarrollo, organizadas por la Comisión Europea bajo el lema No dejar a nadie atrás



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Una mujer saca sus muebles durante un desalojo, en el asentamiento Mirador de la colonia el Amparo, en Ciudad de Guatemala (Guatemala). EFE




Un vaso de agua, un libro o un zapato son objetos comunes en el día a día. Pero mirarlos desde otra perspectiva puede ayudar a entender que la desigualdad persiste en distintos ámbitos de la vida cotidiana, desde la distribuición de la riqueza a la educación o la salud, y amenaza la existencia de millones de personas en todo el mundo. Ser conscientes de estas injusticias es el primer paso para no dejar a nadie atrás, el lema escogido este año para las Jornadas Europeas de Desarrollo (EDD, por sus siglas en inglés), que se celebrarán en Bruselas este martes y miércoles.

Por qué la desigualdad importa para el desarrollo sostenible, entender sus causas y trabajar de manera más eficaz para eliminarla son los tres ejes alrededor de los cuales se desarrollará el evento anual organizado por la Comisión Europea y del cual Planeta Futuro es aliado.

Los EDD serán un espacio para compartir también historias de resiliencia e iniciativas de éxito, como la Mwanatumu Omar y sus vecinos del barrio de infraviviendas a las afueras de Mtwapa, cerca de Mombasa (Kenia). Cansados de ver cómo la basura se acumulaba entre las chabolas de esta zona densamente poblada, 14 habitantes del barrio han decidido pasar a la acción y una vez a la semana salen a la calle para recoger los desechos.

Otro ejemplo que se presentará en Bruselas llega desde el distrito de Zomba, en el sur de Malaui. Mary Lakesi vive aquí con seis nietos y poco a poco va ahorrando parte del dinero que recibe en el marco de un programa de transferencias sociales para comprar una bici. Quiere regalarla a Rose Gunde, la mayor de sus nietos, quien sueña con convertirse en enfermera, pero para ir a la escuela secundaria tiene que recorrer cada día 15 kilómetros.

Durante el encuentro, que se celebra desde 2006 y que este año reunirá a más de 8.000 participantes, se debatirán estrategias para reducir la desigualdad y cumplir con la Agenda 2030, una serie de compromisos que la comunidad internacional aprobó en 2015 para construir un mundo más justo.

A lo largo de más de 130 sesiones, se explorarán temas como la igualdad de género, el cambio climático, la falta de acceso a la educación y a los servicios de salud, así como las migraciones y el papel de la tecnología para el crecimiento inclusivo.

En las dos jornadas de los EDD también habrá cabida para escuchar la voz de las nuevas generaciones. Entre los asistentes, están los 15 jóvenes líderes entre 21 y 26 años provenientes de todo el mundo, seleccionados entre más de 400 aspirantes de 99 países, como la ítalo marroquí Yasmine Ouirhrane, Joven Europea del año 2019, comprometida con la igualdad de género y la integración de migrantes.

https://elpais.com/elpais/2019/06/17/planeta_futuro/1560756762_528051.html






 
Radiografía de la desigualdad que lastra el progreso del mundo

La ONU advierte que las brechas de ingresos así como las discriminaciones que sufren mujeres, minorías étnicas, el colectivo LGTBI y la población rural impedirán que se logren los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030




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Una madre interactúa con su bebé recién nacido en Shrawasti, en el estado indio de Uttar Pradesh. India es uno de los países que más ha reducido el número de pobres multidimensionales en los últimos años. PRASHANTH VISHWANATHAN (UNICEF)





ALEJANDRA AGUDO
Nueva York 18 JUL 2019



Unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco. Ocurre entre los países, también dentro de ellos e incluso en las comunidades y los hogares. Hay quienes disponen de menos oportunidades que otros para acceder a una educación de calidad o servicios sanitarios. Algunos sufren discriminación e incluso persecución por a quién aman, el color de su piel, etnia, religión o dónde residen. Todos ellos son ejemplos de la desigualdad instalada, en mayor o menor grado, en todo el mundo. Y amenaza con impedir los progresos necesarios para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en 2030. Es la advertencia que ha lanzado la ONU durante la celebración del Foro Político de Alto Nivel en Nueva York, un evento anual en el que se evalúan los avances en esta agenda internacional.

"La desigualdad hace que los pobres y marginados tengan menos oportunidades de salir de la pobreza", aseguró durante el debate de evaluación Máximo Torero Cullen, subdirector general del departamento de desarrollo económico y social de la FAO. En su opinión, no se podrá erradicar el hambre ni tampoco la pobreza si no se toman medidas para abordar el ODS 10 —reducir la desigualdad en y entre los países— cuya primera meta llama a "lograr progresivamente y mantener el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población a una tasa superior a la media nacional".

Los datos que se disponen en este sentido son "limitados", dice el informe de seguimiento de los ODS, pues solo se cuenta con datos comparables para el período 2011-2016 de 92 países, de ellos apenas 13 son de África subsahariana. Con la información disponible, la ONU calcula que en 69 países, el 40% más pobre ha visto un aumento de sus ingresos, pero con grandes variaciones entre territorios. En 50 de esos 69, los ingresos de ese segmento de la población crecieron con mayor rapidez que el promedio nacional. "Sin embargo, cabe destacar que el 40% más pobre recibió aún menos del 25% del ingreso total", escriben los autores.

Las desigualdades que no tiene que ver (solo) con el dinero
En busca de estadísticas más detalladas y útiles para el propósito de reducir la pobreza "sin dejar a nadie atrás", como proclama la agenda de desarrollo sostenible, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa sobre Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI, por sus siglas en inglés) elaboran anualmente el Índice Global de Pobreza Multidimensional. En la edición de 2019, publicada recientemente, se recuerda que hay 1.300 millones de personas multidimensionalmente pobres en los 101 países de renta baja y media que analiza el estudio, es decir, que sufren varias carencias de un listado de 10 relacionadas con salud, educación y calidad de vida. Son casi el doble de los 736 millones de los considerados pobres extremos, que viven con menos de 1,90 dólares al día.

Para combatir la pobreza necesitamos saber dónde viven las personas pobres. No están distribuidas uniformemente en cada país, ni siquiera dentro de los hogares. Bajo un mismo techo pueden convivir dos hermanos, uno que esté desnutrido y otro que no", explicó Achim Steiner, administrador del PNUD durante el lanzamiento del estudio. "El Índice global de pobreza multidimensional de 2019 ofrece la información detallada que necesitan los responsables políticos para tomar medidas mejor dirigidas y más efectivas", agregó. Los países que lo han hecho, "han conseguido notables progresos", anotó. El que más, India: en una década (2006-2016), 271 millones de personas salieron de la pobreza.

"Hay países que no crecen económicamente, pero reducen la pobreza multidimensional porque usan mejor sus presupuestos en tanto que conocen mejor dónde están los pobres, en qué grado lo son y dónde están", detalló Sabina Alkire, directora de la OPHI. Así lo podría hacer Uganda, donde ahora se sabe que la pobreza afecta especialmente a las zonas rurales. En el país, el 55% de los ciudadanos sufren carencias graves. Sin embargo, en la capital, Kampala, este porcentaje es del 6%, mientras que en la región de Karamoja la proporción de población afectada se dispara al 96%, lo que la convierte en una de las más pobres de África subsahariana.


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INFORME SEGUIMIENTO DE LOS ODS DE LA ONU



Entre grupos de personas, además de la población rural, las mujeres y los niños son los más vulnerables a la pobreza, según el Índice de Pobreza Multidimensional. La mitad de quienes sufren carencias como falta de acceso a agua potable, educación, malnutrición o una vivienda digna son menores de 18 años. Sobre todo, en África subsahariana, donde el 63,5% de sus pequeños son pobres. En países como Burkina Faso, Chad, Etiopía, Níger y Sudán del Sur, es todavía peor: lo son un 90% de los niños de menos de 10 años.

Pese a la peor situación de los países menos adelantados, la mayoría en África, los de renta media no están exentos de este problema. De hecho, dos tercios de los pobres (886 millones) viven en ellos, según este índice.

"Casi toda la discusión se centra en el crecimiento económico. Pero el crecimiento económico no resolverá el problema de la desigualdad", apuntó Justice Edwin Cameron, miembro de la Corte Constitucional de Sudáfrica, en su intervención en el hemiciclo de la ONU en Nueva York. "Hay muchas discriminaciones y una de ellas es la criminalización. Como un hombre gay orgulloso en una Sudáfrica homofóbica predemocrática, vi y experimenté el miedo a que te puedan detener, arrestar y condenar que puede sentir una persona gay", expuso. "69 países representados aquí en la ONU todavía criminalizan las relaciones entre personas del mismo s*x*, la mayoría en mi continente: África", enfatizó arrancando el aplauso de los presentes.

El juez subrayó que la persecución de la homosexualidad, la prostit*ción y el consumo de drogas significa en la práctica una mayor vulnerabilidad. "Pensemos en el VIH. La criminalización solo hace que esas personas no tengan acceso a tratamiento".

Otro de esos grupos estigmatizados son los trabajadores informales, según Martha Chen, profesora de políticas públicas en la Harvard Kennedy School y asesora principal de la Red Global de Mujeres en Empleo Informal (WIEGO, por sus siglas en inglés). Ellos representan el 61% de los trabajadores en el mundo. "Un total de 2.000 millones. Y más del 90% vive en países pobres", apuntó la experta. De hecho, según las estadísticas publicadas por la Organización Internacional del Trabajo, "la mayoría son pobres y la mayoría son de minorías étnicas. Y hay más mujeres que hombres".

"Esto tiene vínculos con la desigualdad. Los trabajadores informales sufren carencias en cuanto a trabajo digno, derechos, protección y vías para expresarse, y por tanto, respecto a su calidad de vida decente, acceso a vivienda, servicios sociales…", continuó Chen. "Los trabajadores informales son estigmatizados, penalizados e incluso criminalizados por intentar ganarse la vida de manera honesta y los economistas les culpan de falta de productividad. Si todos los días tienen que mover su trabajo a casa, claro que van a producir menos".

Es el caso, dijo, de los vendedores ambulantes y los recicladores de basura en las urbes. "Son acosados por los Estados, sufren confiscaciones, arrestos…". Por el contrario, la experta solicitó que se apoye a los primeros con facilidades para trabajar en "espacios públicos centrales y seguros", y con "espacios de almacenamientos" para los segundos. "Tenemos que acogerlos en vez de estigmatizarlos y penalizarlos. El entorno político y jurídico tiene que priorizar a los empleados en la base de la pirámide. Se habla mucho de que hay que crear empleos, pero a veces se toman decisiones en las ciudades que, literalmente, destruyen decenas de miles de ellos, de vendedores ambulantes y recolectores de residuos", terminó.


En las tres horas de debate hubo tiempo para hablar, además, de otros colectivos que sufren especialmente la discriminación. Entre ellos, las personas mayores. "Hay que cambiar la narrativa: no somos una carga ni un problema. Contribuimos al tejido social y económico de las naciones", argumentó Jane Barratt, secretaria general de la Federación Internacional sobre el Envejecimiento. "Todas las personas, independientemente de su edad, tienen derecho a que sus temores, su talento o su pericia no se excluyan", añadió.

Pero hay una mitad de la humanidad que, pertenezca o no a los grupos anteriores, sabe bien lo que es la discriminación: las mujeres. Lo dicen los informes y lo recordó en su discurso Nalini Singh, directora ejecutiva del Movimiento por los Derechos Humanos de las Mujeres de Fiyi. "Como mujer del sur global sé lo que es la desigualdad. Las mujeres ganan menos que los hombres, se requerirán 202 años para cerrar esa brecha y 107 años para alcanzar la paridad en el ámbito político. Si no se abordan las causas reales de la desigualdad, no se podrán lograr los ODS y la gente empezará a protestar. Nosotras lo haremos con una huelga el próximo día internacional de la mujer porque si nosotras dejamos de trabajar, el mundo deja de trabajar". Los aplausos y los vítores fueron sonoros.

Mirar hacia arriba y otras recetas contra la desigualdad

La desigualdad no solo es un problema de pobres, sino también de ricos. La concentración de ingresos y patrimonio contribuye a aumentar la brecha entre unos y otros. Así lo destacó un grupo de organizaciones de la sociedad civil citadas a un debate paralelo al oficial sobre desigualdad durante el Foro Político de Alto Nivel para el seguimiento de los ODS. “Se olvidan de que también hay que tomar medidas para la redistribución de la riqueza, que las rentas más altas aporten más, que se luche contra la evasión de impuestos y los paraísos fiscales”, argumentó Marco Gordillo, representante de Futuro en común, una plataforma española de entidades aliadas para impulsar la agenda de desarrollo sostenible en España.

No solo contra la desigualdad, sino en los esfuerzos en lograr los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, "toda la atención está puesta en acelerar lo que estamos haciendo, pero no hay nada sobre lo que hay que dejar de hacer", lamentó Barbara Adams, directora ejecutiva de Global Policy Forum. Se refería a las cuestiones en las que las naciones ricas tienen mayor responsabilidad, como el cambio climático o la exportación de armas. Coincidió con ella el pensador uruguayo Roberto Bissio, secretario internacional de Social Watch. "En los exámenes nacionales de seguimiento de los ODS, los países no hablan oficialmente de la desigualdad, ni tampoco de los impactos extraterritoriales de sus acciones, no solo lo que tiene que ver con el clima, sino también los paraísos fiscales, la exportación de armas… No creo que nadie hable de su exportación de armas en sus informes", zanjó



ESPAÑA ES EL CUARTO PAÍS MÁS DESIGUAL DE EUROPA



ALEJANDRA AGUDO

Lo dice uno de esos informes que las organizaciones de la sociedad civil presentan aprovechando las grandes ocasiones en la ONU: España es el cuarto país más desigualdad de Europa. "La pregunta es por qué", plantea Marco Gordillo, representante de Futuro en común, alianza de más de 50 entidades españolas para impulsar la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el país.

Los datos del estudio 'Cayendo por las grietas: exponiendo las desigualdades en Europa y más allá', elaborado por SDG Watch Europe con apoyo de entidades de cada país, dan las pistas. La tasa de riesgo de pobreza y exclusión es del 26,8%. "Es una cifra muy similar a la situación anterior a la crisis económica, lo demuestra que este es un problema estructural en España", anota Gordillo en una entrevista en Nueva York durante la celebración del Foro Político de Alto Nivel para evaluar el progreso de los ODS, entre ellos, el número 10 que llama a reducir la desigualdad.

En cuanto a las mujeres, el documento señala que cobran de media un 12,7% menos que los hombres. "Y la violencia de género no está bajo control", recuerda Gordillo. También la infancia es un grupo especialmente afectado por la desigualdad. Los autores subrayan que un 18,3% de los niños abandonan la escuela antes de tiempo, sobre todos aquellos que pertenecen a familias en situación de necesidad.

Más allá de los números, los autores del capítulo español —Futuro en común, Ecodes y Movimiento por la paz— destacan que la llamada Ley Mordaza de 2015 "amenaza la libertad de expresión e información". En solo 18 meses, se impusieron 25.000 multas, anotan. Además, denuncian la situación de las personas migrantes, refugiados y víctimas del tráfico de seres humanos. "Son vistas como inmigrantes irregulares". "Los derechos de estas personas son violados antes y después de su llegada a España", agregan.

Con su informe, las organizaciones buscan arrojar un poco de luz y encender las conciencias para que los responsables políticos tomen medidas, sobre todo, "para robustecer el sistema de protección social", explica Gordillo. Eso pasa, dice, por asegurar sanidad universal, educación de calidad para todos y una vivienda digna.

"Creo que la gente no tiene conciencia de qué es la pobreza y la desigualdad", reflexiona Gordillo. "Somos sociedades de clase media y pensamos que vivimos en contextos razonablemente justos e igualitarios", razona. "Si hiciéramos un medidor de indignación respecto a la desigualdad, creo que se quedaría en blanco o amarillo. Y la indignación es un termómetro de los cambios sociales", opina.

https://elpais.com/elpais/2019/07/13/planeta_futuro/1562972599_738643.html




 
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TIEMPO CONTRA ESPACIO
Cómo un país puede llegar a alquilar pisos de 9 metros cuadrados por 600 euros
Cada vez son más las compañías que ofertan micropisos a los jóvenes solteros japoneses que no son capaces de encontrar vivienda. Los factores nos dicen mucho de lo que viene



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Foto: Reuters.




HÉCTOR G. BARNÉS
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SOCIAL
29/07/2019




Es uno de esos artículos que cada poco tiempo se viralizan como resumen de la a nuestros ojos extraña realidad japonesa. En él, varios inquilinos explican cómo es vivir en pisos de nueve metros cuadrados, donde pueden tocar ambas paredes con simplemente abrir los brazos. “La primera vez que lo vi no podía creer que esto fuese un apartamento”.

Lo llamativo del vídeo de la ‘BBC’ es que parece más un publirreportaje que una denuncia de las condiciones de vida de los veintañeros y treintañeros que conforman el público objetivo de Spiltys (un 80% encajan en ese perfil), una de las compañías que ofertan estas viviendas. Con éxito: sus ingresos anuales son de 3 mil millones de yenes, unos 25 millones de euros, gracias a sus 1.000 apartamentos repartidos en 70 edificios diferentes. Adquieren un edificio y lo reforman para que albergue 20 pisos de 9 a 13 metros cuadrados. No intenten imitarlo: han patentado la fórmula.

Tengo que comer de pie, porque aquí no cabe ni una silla ni una mesa


“Todo está al alcance de la mano, hace mi vida un poco más eficiente”, explica sin asomo de ironía el oficinista Hiroshi Sugano. “Tengo que comer de pie, porque aquí no cabe ni una silla ni una mesa”. Otro inquilino se queja de que, al principio, la delgadez de las paredes –cada centímetro importa– provocaba que oyese todo lo que hacían sus vecinos. Pero a la larga, concede, se ha convertido en una solución para sentirse menos solo en Tokio.


Si la compañía ha tenido éxito ha sido por ofrecer una solución ‘low cost’ a los problemas de vivienda de la juventud migrante a la gran ciudad. Pisos entre 20.000 y 30.000 yenes (166 y 249 euros) más baratos que en los pisos de la zona a cambio de unos pocos metros cuadrados menos. Uno de los inquilinos afirma que es imposible encontrar casas por debajo de los 80.000 yenes (666 euros) en Tokio; los de Spiltys cuestan alrededor de 72.000 (600 euros). Los sueldos en la gran ciudad rondan los 200.000 y 3000 yenes, entre 1.660 y 2.490 euros.



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Foto: Reuters.



El inquilino desvela por qué no ha buscado otra alternativa: había vivido en las afueras, pero tardaba tanto en llegar al trabajo que vivía agotado. Aunque no especifica exactamente cuánto tiempo, una encuesta realizada por una inmobiliaria descubrió que la media de desplazamiento entre los que habían comprado una casa recientemente (y por lo tanto vivirían más cerca de su residencia) era de 55 minutos de ida. Alrededor de un 10% de los participantes reconocieron que viajaban al menos 180 minutos diarios y en torno al 3%, que gastaban 4 horas.

Esa es precisamente la razón por la que el creador de Spiltys decidió crear la compañía: para vencer la batalla al tiempo, aunque se perdiese contra el espacio. Keisuke Nakama, que así se llama, tenía 24 años y tardaba dos horas en llegar a su puesto cuando decidió que la solución no se encontraba en que la montaña fuese a Mahoma, sino en que Mahoma fuese a la montaña.

Una isla densa
Tokio, capital de un país isleño, es una de las ciudades más pobladas del mundo, con 38 millones de habitantes (casi la población completa de España), y una alta densidad. Basta con echar un vistazo a la prensa económica liberal –valgan de ejemplos ‘The Wall Street Journal’ y ‘The Financial Times’– para descubrir que suele hablarse de Japón como uno de los países referencia a la hora de contener la subida de precios. Siempre y cuando obviemos la burbuja de finales de los ochenta y principios de los noventa, claro.

El dinero es espacio, pero también tiempo. Puedes tardar horas en cruzar la ciudad de punta a punta

“En Tokio no hay aburridas conversaciones sobre los precios de la vivienda porque no han cambiado demasiado”, se puede leer en ‘The Financial Times’. “Comprar o alquilar no es una decisión a vida o muerte. Más bien, Japón proporciona a sus habitantes un volumen de vivienda en continua mejora”. El rotativo señalaba como causante a la liberalizadora ley urbanística de 2002, que permitía recalificar terrenos fácilmente, con la excepción de las zonas destinadas a la vivienda. “Si quieres construir un castillo pseudogótico decorado con conchas rosas, es tu problema”.

Si el precio no sube, ¿qué hacen los jóvenes viviendo en pisos de 10 metros cuadrados? El dinero es espacio, pero también tiempo. La brutal extensión de Tokio, así como la creciente migración a la capital, ha provocado que cada vez resulte más complicado vivir cerca de tu puesto de trabajo en una ciudad en la que puedes tardar horas y horas en cruzar de punta a punta. Si bien Japón puede ser un país relativamente barato en lo que se refiere a vivienda, no es fácil encontrar un piso en el centro de Tokio.



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Foto: Reuters.



Hay otro factor demográfico que explica el ‘boom’ de los minipisos ‘low cost’: la disolución de la institución familiar y el aumento de los solteros y solteras en las grandes ciudades. En los años 50, apenas un 1% de la población permanecía solo de por vida. En 2015, los datos muestranque un 23,4% de hombres y mujeres nunca contraerán matrimonio. Si le sumamos que la tasa de natalidad de Japón es del 1,44, una de las más bajas del mundo, es fácil entender que las viviendas para una única persona serán cada vez más demandadas.

El país postcrecimiento
Hay una paradoja más. Desde hace décadas, se suele hablar de Japón como un país “poscrecimiento”. Es decir, como señalaba el libro ‘Housing in Post-Growth Society de Yosuke Hirayama y Misa Izuhara, una nación con un lento crecimiento económico, una baja fertilidad, envejecimiento y reducción de la población y una mayor estratificación social.

Los residentes que vivían en las afueras están muriendo sin ser reemplazados y muchos de sus hijos se han mudado a las ciudades donde trabajan

Este panorama ha provocado una situación que, a tenor de lo contado, podría parecer contradictoria: un aumento del número de pisos vacíos, el que se ha considerado a menudo como uno de los grandes problemas de la vivienda japonesa. Lo explicaba el libro ‘The Rise in Vacant Housing in Post-Growth Japan’: es uno de los grandes hándicaps a la hora de revitalizar determinadas zonas urbanas, provocando problemas como inseguridad, descomposición del tejido urbano o paulatino abandono de barrios.

¿Cuáles? Ahí se encuentra la clave. Mientras que en los últimos años los jóvenes trabajadores han protagonizado una migración a la capital semejante a la que tuvo lugar en los años 50 y 60, han sido los barrios del extrarradio y las ciudades de medio tamaño los que más han sufrido la ‘fantasmización’ de los pisos vacíos. Como recordaba ‘The Japan Times’, “los residentes que vivían en las afueras están muriendo sin ser reemplazados y muchos de sus hijos se han mudado a las ciudades donde trabajan”.



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Foto: Reuters.



Un dato crucial proporcionado por los autores: mientras que la prefectura de Tokio había crecido durante los últimos años, las tres que la rodean (Kanagawa, Saitama y Chiba) han perdido población joven. En resumidas cuentas, un 70% de los jóvenes de entre 19 y 34 años se mudaron al centro de Tokio entre 2005 y 2015, atraídos por el empleo de la gran ciudad. Pero también haciéndose eco, sin pretenderlo, de lo que propone Richard Florida en ‘The New Urban Crisis’, en el que alerta del papel segregador que están jugando las grandes urbes, condenando a amplios sectores de la población a una vida mucho más dura.

Los micropisos, que ya habían aparecido en los años 50 y 60 como equivalentes orientales a las buhardillas para bohemios, son una de las consecuencias lógicas de esta crisis urbana que a menudo explota enbajos sueldos, malas condiciones de habitabilidad o, simplemente, pérdida de calidad de vida por el tiempo que se tarda en desplazarse al puesto de trabajo. “La principal preocupación de estos jóvenes es el uso de su tiempo, no los bienes materiales”, concluyen los columnistas de ‘The Japan Times’. “Quieren dormir tan tarde como sea posible y llegar a casa desde el trabajo tan pronto como puedan. Como la mayoría de japoneses, no pasan mucho tiempo en casa así que no necesitan demasiado espacio”. Uno de los inquilinos aparece jugando con la Nintendo Switch, la videoconsola portátil por excelencia: quizá ese sea el futuro que viene.

https://www.elconfidencial.com/alma...lquiler-metros-cuadrados-euros-japon_2145447/


 
El comedor de Mickey entre techos de hojalata
Cuando Mickey Winniefred se jubiló decidió dedicar su pensión, unos 55 euros, a dar de comer a los más necesitados de su comunidad, en Khayelitsha, una de las más pobres y conflictivas de Sudáfrica. Hoy en su cocina alimenta a unos 250 a diario




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Mickey Winniefred Linda, en una foto publicada en sus redes sociales. CEDIDA POR LA INTERESADA



José Ignacio Martínez Rodríguez
16/09/2019



Un mar de techos de hojalata repele los escasos rayos del sol que escapan de las nubes de una tarde de invierno en Khayelitsha, a unos 35 kilómetros de Ciudad del Cabo. Hay trajín de coches. Los cocineros de los puestos ambulantes de comida apuran sus salchichas al fuego. Y los chavales juegan en las calles. Nada especial si no fuera porque todos ellos están en uno de los barrios más pobres (townships) y conflictivos de Sudáfrica. El censo de población del 2011daba a Khayelitsha, vestigio de la antigua política de segregación racial, 400.000 habitantes y unas 120.000 infraviviendas, aunque lo cierto es que actualmente podrían ser muchos más. La ONG Baphumelele afirma que allí viven alrededor de un millón de personas, la mayoría sin acceso a sanidad, tendidos eléctricos o agua potable.

Los problemas endémicos de Sudáfrica (el país con mayor índice de desigualdaddel mundo, con todo lo que ello implica, según el Banco Mundial) se acentúan todavía más en barrios como este. Khayelitsha registró 192 asesinatos en 2018(algo más de uno cada dos días) y otros 181 intentos no consumados; también 186 agresiones sexuales, de las que 156 acabaron en violación, y 551 asaltos con “pretensión de causar daños serios a la víctima”, entre otros muchos delitos de gravedad. El sida y la completa falta de oportunidades hacen estragos entre la población. La tasa de desempleo en este barrio oscila entre el 30% y el 40% y la prevalencia de VIH es la más alta de toda la provincia de Western Cape, la más rica de Sudáfrica, según un documento de la Asociación Internacional de Epidemiología. Por poner un ejemplo de tamaña dimensión, el 34,3% de las mujeres embarazadas eran seropositivas en el 2012.

Para Mickey Winniefred Linda, una mujer de 64 años, la delincuencia, la pobreza y la desigualdad no han sido términos ajenos en su vida. Trabajadora doméstica, pasó un tiempo en Transkei, al este de Ciudad del Cabo, antes de mudarse a Khayelitsha hace unos 20 años, donde ya vivían sus cuatro hijos con otros familiares. Allí comenzó a trabajar en una guardería hasta que le diagnosticaron reuma. Era 2008. “Bueno, entonces lo llamaban reumatismo, pero ahora dicen que lo que tengo es artritis…”, explica sonriendo. Por ello, el Gobierno le concedió una pensión de 800 rands (unos 55 euros).

Algo que ocurrió en diciembre de ese mismo año provocó que su jubilación distara mucho de ser un retiro tranquilo y sosegado. Ella lo recuerda así: “Un día vi a un joven arrastrándose por el suelo. Me quedé en shock, así que fui hace él y le pregunté que por qué hacía eso. Me respondió que sentía un dolor muy intenso en su intestino, que había tomado las medicinas para el VIH pero que llevaba dos días sin comer. Lo cogí, lo metí en mi casa y le preparé un té y algo de comida”. Cuenta Mickey que, cuando se despertó, aquel chaval le dijo que le había salvado la vida, y que ella pasó la noche sin poder dormir. “Pensaba todo el rato que tenía que hacer algo por mi comunidad. Quería hacer cosas para mejorar la vida de tanta gente”.

Apenas pasaron unas semanas para que la idea de Mickey se materializara. Se buscó la vida entre amigas, ONG y miembros de su comunidad para conseguir utensilios de cocina y alimentos suficientes y el 8 de julio del 2009, invirtiendo en ello el dinero de su pensión, abrió su Yiza Ekhaya Soup Kitchen y comenzó a dar comidas gratis. Ahí puso el foco, en erradicar el hambre del barrio donde ella vive. Pese a que Sudáfrica está considerada como el país africano con mayor índice de seguridad alimentaria, el informe El hambre escondida de Sudáfrica, de la ONG Oxfam International, indica que una de cada cuatro personas (el 25% de la población) no come ni una vez al día. Todo ello empeora en Khayelitsha, donde los niños huérfanos se cuentan por miles (14.000, según los datos de la ONG local Baphumelele) y donde se atisban necesidades en cada una de las esquinas. Aquel 8 de julio, los chavales que se acercaron a comer no llegaron a la cincuentena. Hoy, 10 años después, son más de 250. Todos los días.

Una cocina pionera
En Khayelitsha alternan las viviendas fabricadas con hojalata con otras levantadas por el Gobierno, algo más espaciosas y salubres. Mickey vive en una de estas últimas. “Sí, son mejores casas, pero de qué nos sirven si no hay servicios básicos, ni transportes públicos, ni dinero para taxis o para comprar alimentos”, dice. Pero su propiedad era demasiado pequeña, así que, para su cocina, se las apañó en el garaje de su vecino. “Llamé a las mujeres de la comunidad y les dije: 'Estoy haciendo este proyecto. Si no tenéis comida para vuestros hijos podéis traerlos aquí'. Yo iba a los supermercados y pedía que me dieran lo que les hubiera sobrado. Ha habido ONG grandes que me han ayudado todos estos años: Operation Hunger, también una amiga de Climate Xchange… Gracias a ellos cada vez me ha ido conociendo más gente y han ido viniendo más personas necesitadas de diferentes zonas”.

El año 2013 trajo el primer revés a la cada vez más popular Yiza Ekhaya Soup Kitchen. Un inspector oficial puso pegas a su cocina por considerarla peligrosa y su vecino le comunicó que quería hacer uso de su garaje. A Mickey no le quedaba más remedio que volver a buscarse la vida. Fue a la oficina gubernamental y obtuvo permiso para construir en su jardín, que había usado hasta entonces para plantar frutas y verduras. Pero la nueva obra sería cara. “Una amiga mía, Karen, volvió a ayudarme. No sé cómo lo hizo ni cuánto costó, pero consiguió dinero y pudimos levantar este edificio”, afirma. Y mientras habla, sentada en una silla de plástico, señala las paredes de su alrededor.

La actual cocina de Mickey está lejos de ser un edificio más de los que se ven en Khayelitsha. Fue el tercero en toda Sudáfrica levantado con cáñamo. Actualmente, no llegan todavía a la decena. “Este material podría arreglar mucho la vida en los townships. No solo es que mejora el aislamiento y hace los lugares más agradables, sino que, además, tiene muchas más dificultades para arder. En estos barrios, donde las casas están tan pegadas las unas a las otras, es muy fácil que se propague el fuego. Con el cáñamo esto resultaría mucho menos probable”, afirma Leire Bilbao, arquitecta que trabaja para Wolf And Wolf Architects, la firma sudafricana encargada de levantar la cocina de Mickey y especializada en este componente. Y lo cierto es que los siniestros relacionados con las llamas son un gran problema en Khayelitsha. En 2018 se registraron 16 incendios provocados. Uno de ellos, el más grave, consumió en octubre 200 chozas y acabó con la vida de una persona, dejando a un millar sin un lugar en el que vivir.

“Cuando construimos la casa, hasta los niños podían levantar los muros de cáñamo. Es un material que pesa muy poco. Ese es otro incentivo para usarlo en townships”, prosigue Bilbao. Wolf, jefe de la firma, que trabaja con esta planta como solución constructiva desde el 2008, va más allá. “Las ventajas son muy diversas: menos emisiones de carbono a la atmósfera, restauración de edificios menos dañina y más efectiva, se crearían muchos puestos de trabajo… En Sudáfrica tenemos un clima ideal para cultivarlo, pero sé que en Zimbabwe, Malawi o Namibia hay gente trabajando en ello muy concienzudamente. Y en Italia, Australia o Reino Unido, también”, explica. Con todo, todavía hacen falta ciertos permisos con no pocas trabas burocráticas para cultivar esta planta en el país africano, lo que ralentiza su impulso. “Queremos encontrar la forma de encontrar un terreno cerca de donde vive Mickey para hacer otro prototipo, otra cocina para ella, pero más grande”, finaliza Wolf.

Esta idea, afirma Mickey, le seduce tremendamente. Más que eso. La considera absolutamente necesaria. “En los últimos tiempos… En fin, esto ya se nos ha quedado pequeño”.

250 comidas diarias y otras preocupaciones
La cocina, de unos seis metros cuadrados y dividida en tres estancias (una principal, donde reparte las comidas; otra más pequeña, que usa como almacén, y un cuarto de baño, que también hace las veces de almacén cuando resulta necesario) está equipada con todos los utensilios que Mickey ha podido reunir durante todos estos años. Tiene un horno, algunas ollas, un gran caldero con patatas, un frigorífico, una estantería con galletas y otros alimentos, una batidora, manteles, servilletas y ropa de abrigo, que los inviernos, más aún con 64 años, son fríos. Las paredes las adornan un gran cuadro, en el que sale ella, y un panel, algo más pequeño, donde Mickey ha apuntado el menú semanal. Hoy toca gachas para desayunar e hígados de pollo para almorzar.

“Empezamos a las siete y media alimentado a los niños, para que puedan comer algo antes de ir al colegio. Sobre las nueve y media vienen algunas personas de las clínicas. Son enfermos que no pueden trabajar porque no gozan de suficiente salud para ello. No tienen nada, así que aquí les atendemos a ellos también. Después volvemos a dar de comer a los niños… Yo, y también la gente que trabaja aquí conmigo, intentamos ayudar a huérfanos que necesitan comida, becas escolares o ropas de uniformes”, explica.

Mickey no encuentra casi ni 20 minutos de tranquilidad. Su casa es un jaleo constante de niños, voluntarios y personas que entran para diferentes menesteres. Hoy ha sido el turno de dos pequeñas melladas, de un hombre que viene a pedir los desperdicios para dar de comer a sus cerdos y de dos chavales que quieren interesarse por los problemas del Yiza Ekhaya Soup Kitchen. Con ellos, la conversación deriva en la necesidad de hacer algo con la regla de las pequeñas del barrio. En Khayelitsha, como en otras muchas partes de África y del mundo, la gestión de la higiene menstrual aleja a las niñas del colegio, a veces durante demasiado tiempo y de forma irreversible. Y esto es algo que inquieta a Mickey. “Es que muchas tienen su primer periodo a los 10 años y son muy pequeñas para limpiarse”, comenta con preocupación. Y empiezan a hablar de la conveniencia o no de fabricar compresas caseras de tela, que sean lavables y reutilizables, más baratas y accesibles.

Cuando se despide de todos, llega la hora de la merienda. Como cada mañana, como cada día, como cada tarde, los niños esperan en una ordenada fila hasta que les llega el turno de recibir la comida. Ahora, galletas. “¿Lo ves? Esto se hace pequeño. Quiero un sitio más grande para poner una guardería, un centro para los jóvenes… También necesito comida saludable, como frutas y verduras. ¡Ahora me han enseñado a hacer smoothies! Con más espacio podría cultivar yo misma”, afirma. Después se despide de los pequeños, recoge y se sienta a descansar. “Ahora me tienen que operar de cataratas. Pararé algunos días. Pero no pasa nada. Si algo me han enseñado todos estos años es a tener paciencia. Si, a tener mucha paciencia…”.

https://elpais.com/elpais/2019/09/04/planeta_futuro/1567604150_820023.html
 
Teatro para salvar a los jóvenes de Sharpeville
La comunidad negra de esta deteriorada barriada sudafricana recurre a un colectivo de artistas para hacer frente a sus demonios: contaminación, desempleo, drogadicción y olvido




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Actuación realizada por artistas para concienciar a la población sobre el cuidado del medio ambiente, en la barriada de Sharpeville, en Sudáfrica. FOTO CEDIDA POR MODISANA MABALE




PABLO L. OROSA
Vereeniging (Sudáfrica) 29 SEP 2019



Desde que encontró sentido a hacerse preguntas, Modisana Mabale no deja de darle vueltas a una. "¿Por qué mis vecinos, los padres de mis amigos, los hijos de mis amigos, mis amigos, se empeñan en llenar de basura nuestras calles?" El servicio municipal de recogida de residuos no pasa demasiado por el barrio sudafricano de Sharpeville, aunque no le falta trabajo: en la explanada que hace de campo de fútbol se acumulan tetrabriks, bolsas de plástico cargadas de residuos y una taza de Angry Birdscon el asa rota. Al otro lado, delante de la portería que marca el linde del camino que conduce a la escuela, hay más bolsas con los desperdicios de hace demasiados días, varias montañas de plásticos y suficientes razones para seguir preguntándose "¿por qué nos hacemos esto?".

“La manera en la que tratamos a nuestro entorno define quienes somos. Refleja lo que somos y cómo estamos. Una metáfora de lo que ha ocurrido en Sharpeville”, prosigue Mabale, agitador cultural del barrio y miembro del colectivo Street Arts Government. Ubicada en cinturón industrial de Gauteng, apenas a 45 minutos en transporte colectivo de Johannesburgo, la barriada fue creada a mediados de los años treinta para realojar a los trabajadores negros asentados hasta entonces en los alrededores del municipio de Vereeniging. El gueto tomó el nombre del que entonces era alcalde de la ciudad, el escocés John Lillie Sharpe.

Hoy Sharpeville sigue siendo un lugar gris. Gris por las carrocerías desvencijadas de los vehículos que, de vez en cuando, atraviesan las calles que deberían ser gris-asfalto pero son cada vez más polvo seco o barro pegajoso en función de la estación. Gris porque el humo de las acerías, tejares y minas en las que ya no trabajan apelmaza la respiración. Gris porque no hay demasiadas oportunidades de mirar al futuro. “La disposición urbana de la zona fue pensada teniendo en cuenta las corrientes del viento (que podían estar contaminados por la industria), para que atravesara los township (asentamientos) y no los barrios de blancos”, subraya en la zona un joven soldado que acaba de volver la misión humanitaria en Sudán del Sur. La tasa de paro en el país acaba de alcanzar el 29%, la cifra más alta en 11 años. De Sharpeville no hay ni siquiera cifras. Solo muchos chicos alistados en las fuerzas armadas.

Es eso o las calles. Las de Sharpeville, territorio de drogas; o las de Johannesburgo o Rustenburg, que son otra forma de exiliarse. En las minas que alimentaron el despegue económico de la región de Gauteng, que si fuese un país tendría el séptimo PIB más importante del continente, ya no hay espacio para ellos, que tampoco quieren ir a las minas. Al igual que los hijos de la nueva clase media negra amamantada por el Congreso Nacional Africano (ANC), los llamados peyorativamente Black Diamonds, se refugian en los like de Instagram, los productos de Gucci o los coches de alta cilindrada; en las barriadas, los jóvenes han tenido que buscar una salida en lo que tenían a mano. En Soweto y Alexandra, el turismo y la danza pantsula; en Sharpeville, las drogas.




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El agitador cultural Modisana Mabale en la entrada del museo Robert Sobukwe, en Sharpeville. PABLO L.




“Aquí la situación es peor que en otros township [suburbios], por ejemplo en Soweto, donde los líderes locales miran por su población", señala Mabale, que es estudiante de Teatro y Estudios Ambientales en la Universidad Rhodes. “Aquí no. Aquí la corrupción lo inflama todo”, prosigue. “Aquí los políticos vienen cada cinco años, para las elecciones, prometen y prometen, pero después no cumplen”, interviene Mzwakhe Mcely, otro vecino del barrio. Ambos forman parte del colectivo de artistas que está envidando al futuro que habían escrito para los jóvenes de Sharpeville. “Intentamos ofrecerles una salida a través del teatro o de otras artes”, convienen.

Para ello han rehabilitado un antiguo hostal abandonado a un extremo del barrio, al principio o al final dependiendo de por el lado de la presa de Leeukuildam por el que se entre. Son una veintena. Hay poetas, actores, dramaturgos, músicos, bailarines y artistas visuales. “Aquí cada uno trabaja su proyecto propio y colabora en el de los demás”, apunta Mabale, que es uno de los líderes del movimiento.

Hay un pequeño gimnasio. “El cuerpo es nuestra herramienta”, advierte Mdngase Goumrelon, otro de los miembros, que indica que también cuentan con una decena de estancias para trabajar. “Para documentarnos tenemos que ir a la biblioteca municipal. Porque aquí todos los proyectos tienen un significado”, añade. Ahora mismo están preparando un espectáculo teatral sobre el ubuntu, el principio filosófico que rige el funcionamiento del centro. “Tiene que ver con cómo nos presentamos ante la vida, ante los demás (…) Aquí todos nos ayudamos, nos enseñamos unos a otros. Es un modelo colaborativo”, tercia Mabale. De hecho, han convertido una parte del centro en una escuela para personas con discapacidad. En Sharpeville no existe otro lugar al que puedan acudir: de no venir aquí se quedarían en casa, escondidos de cualquier mirada ajena. “Aquí”, vuelve a tomar la palabra Mcely desde su silla de ruedas, “reciben enseñanzas básicas, realizan manualidades y participan en sus propios espectáculos teatrales”. Crean comunidad.

El centro está abierto a todos, pero son los espectáculos ambulantes, al estilo del español La Barraca, lo que convence a los jóvenes del barrio. “El teatro y el arte tienen el poder de hacer cambiar el comportamiento de la gente, de concienciar. La televisión está lejos de uno, está en la casa, pero no es cercano. Nosotros sí estamos ahí. A los jóvenes lo que más les gusta es el humor, es la mejor forma de acercarse a ellos. De hecho”, apunta Mabale, “al terminar las actuaciones muchos vienen y nos preguntan sobre lo que hacemos. No pretendemos que todos sean artistas, pero sí que reciban una formación en valores”.

Mientras otros muchos artistas prefieren ir a Maboneng, el barrio de moda de Johannesburgo donde las propinas de los turistas bien pagan la actuación, y a lo teatros de la ciudad; los chicos de Sharpeville han optado por quedarse en la comunidad. No porque no tengan propuestas y acepten de vez en cuando, sino porque su compromiso está en el barrio. “Nosotros, asegura Mabale, queremos actuar para nuestra gente”. Con entradas gratuitas o a 10 rands (0,6 euros) para que nadie se quede fuera de un espectáculo que habla de ellos: de las Más de 100 mentiras que valen la pena en Sharpeville.

La frustración que está detrás de todo
A sus 21 años, Goumrelon ya ha perdido a un amigo por sobredosis. Fue hace tres años. Hoy son unos cuantos más a los que podría pasarles en cualquier momento. “Es frustrante. Están enganchados. Vienen y solo me hablan para pedirme dinero. A mí me gustaría que vinieran para pedir ayuda”. La codeína es la reina de Sharpeville. Se vende sin prescripción, incluso a menores de edad. Solo hay que saber preguntar dónde. “Es un problema de influencias. Desde que entramos en secundaria hay gente que bebe y se coloca con codeína. Es la puerta de entrada a una espiral de drogadicción”, confiesa el joven estudiante de arte dramático. Mezclada con refrescos o alcohol, la codeína es una forma barata de olvidarse de todo.

Y en Sharpeville saben mucho del olvido.




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Dos jóvenes hacen malabares durante una actuación del colectivo de artistas Street Arts Government, en Sharpeville. FOTO CEDIDA POR MODISANA MABALE




Los chicos lo hacen porque no ven futuro, porque la tasa de paro aquí es altísima”, reflexiona Mabale, quien siempre tiene otra pregunta en la cabeza. Sharpeville no es la única barriada con problemas de futuro. Tiene que haber algo más. “La frustración”, se contesta. El 21 de marzo de 1960 Sharpeville entró en la historia: 69 personas murieron y otras 200 resultaron heridas en lo que se vino a llamar "la masacre de Sharpeville", una matanza perpetrada por la policía sudafricana para reprimir una multitudinaria manifestación contra el apartheid.

Un memorial levantado en el centro del barrio, junto a la biblioteca, recuerda hoy a los mártires de aquel día. En el parque que hay justo enfrente dos jóvenes se detienen a mear sobre la hierba. Cargan con varias botellas de plástico. “No respetan nada. Da igual que lo recojamos todo, la gente sigue tirando las cosas aquí”, lamenta Thabo Raclebe, uno de los voluntarios de Sharpeville Kasi Development Project que desde hace casi dos años acuden todos los días a retirar los desperdicios de esta zona del barrio. La cuestión, insiste Mabale en darle vueltas a la cabeza, es entender por qué lo hacen. “Como puedes ver no hay ni un solo contenedor en la calle. Igual si los hubiese la gente no tiraría todo, pero la municipalidad no los pone”, responde Raclebe.

A Sharpeville lo han concebido siempre como un lugar a olvidar. Los colonos lo levantaron como un contenedor, de gente y de los residuos que genera el progreso industrial; la Sudáfrica libre como la reserva de los otros: al frente de las revueltas anti apartheid estuvo aquí el Congreso Panafricanista (PAC), una escisión del ANC mucho más beligerante y dispuesta a reclamar la liberación de la mayoría negra del país sin pactos con la élite gobernante. Su líder, Robert Sobukwe, al que hoy honra en su barrio un pequeño museo abierto por los artistas de Sharpeville en su centro de trabajo, insistía en que la liberación tenía que ser también psicológica.

“Eso es lo que cuesta cambiar, la mentalidad de la gente. Necesitamos dejar de pensar que esto es un vertedero”, confirma Mabale, aliviado de encontrar respuestas estructurales. “Cuando éramos pequeños”, de eso hace ya más de 30 años, “había un camión que pasaba por el barrio y te daba chuches si entregabas botellas. Así crecimos y con nosotros esa forma de valorar el cuidado medioambiental”.

Las promesas de la Sudáfrica libre nunca se cumplieron. Al menos no todas. “¿Dónde está el alcantarillado? Mira cómo corre la suciedad por las aceras. Está todo abandonado”, se lamenta otro joven antes de volver a sentarse con su cuadrilla junto a la pared que da acceso a la biblioteca. En ese punto exacto hay WiFi gratis.

Ese malestar, que más que en la cultura está hoy en una política que premia lealtades y corrupciones, se traduce en frustración. A veces incluso en violencia. “Los chicos expresan ese malestar a través de la violencia o el consumo de drogas. Es su forma de desafiar a la autoridad. Lo mismo por lo que tiran los desperdicios a la calle una y otra vez. Es su forma de decirle a lo que mandan que están enfadados”. Que están hartos de ser olvidados.

Mabale y los artistas de Sharpeville han empezado a darle la vuelta al olvido. Empezaron con una flash-mob en la que representaban la cita de una joven pareja en pleno vertedero. ¿Cómo van a verse en un sitio así? Fue un éxito que llenó al barrio de una conclusión: nadie va a venir a ayudarnos, si queremos liberarnos tendremos que hacerlo solos.

Y así empezaron las cuadrillas educativas que van a las escuelas para despertar la conciencia medioambiental en los críos; o las que patrullan las calles recogiendo basura y botes de codeína. “La máxima es reducir, reusar y reciclar”, insiste Mabale mientras espera a que le traigan la comida en un pequeño restaurante abierto junto a un lavado de coches en la misma parcela donde hace unos meses había otro vertedero ilegal. Hay varias macetas decorativas creadas a partir de botellas de plástico y mesas que antes eran palés. “Intentamos darle una segunda oportunidad a las cosas”, bromea antes de torcer el gesto. Un joven acaba de tirar al suelo una bandeja de porexpán al terminar las patatas fritas. Pese a todo, todavía queda mucho por hacer.

https://elpais.com/elpais/2019/09/10/planeta_futuro/1568131330_782527.html?por=mosaico
 
NOS LLEVAN AÑOS DE VENTAJA
El método japonés para que sus calles y casas estén tan limpias
El país nipón puede presumir de ser uno de los más limpios del mundo, y, sin embargo, apenas tiene papeleras. ¿Cuál es el secreto detrás?



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Estudiantes japoneses. (iStock)


AUTOR
ADA NUÑO
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08/10/2019


El Imperio del Sol Naciente siempre ha llamado la atención de los occidentales, por su exotismo, lejanía y costumbres diferentes. Sigue causando interés, por supuesto, pues más de 34 mil millones de turistas lo visitan cada año, maravillándose con la megalópolis que es Tokio, los templos y las geishas de Kioto, las playas paradisíacas de Okinawa o la simpatía de la gente de Osaka, pero entre todas esas cosas quizá haya una que sobresale y sorprende aún más: la limpieza en las calles.

Si estás mínimamente familiarizado con el manga o el anime ya lo sabrás de sobra: es normal en los colegios que haya un encargado de la limpieza. Eso significa que, una vez que los alumnos se marchan a casa después de un largo día de estudio, uno o dos compañeros deben hacerse cargo de la posible suciedad que haya en el aula. Limpian, barren, borran la pizarra, sacuden los borradores y todo ello les ayuda a comprender desde que son niños la importancia de cuidar su entorno y les aporta responsabilidad.

La clave: los pequeños
Lo más sorprendente de la limpieza de Japón es la ausencia de papeleras o barrenderos. Se pregunta el turista occidental: ¿Cómo se mantiene tan limpio? Justamente tiene que ver con esos niños que son los encargados de la limpieza en sus colegios. "Durante 12 años de vida escolar, desde primaria hasta secundaria, el tiempo de limpieza es parte del horario diario de los estudiantes" dice Maiko Awane, subdirectora de la oficina de Tokio del Gobierno de la Prefectura de Hiroshima en 'BBC'. "También en casa nuestros padres nos enseñan que no mantener nuestras cosas y el espacio limpios y ordenados es malo para nosotros".



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Este elemento tan sencillo ayuda a los niños a desarrollar conciencia y orgullo de su entorno porque, ¿quién querría ensuciar una escuela si va a tener que limpiarla después? Como la propia Awane explica, al principio nadie quiere limpiar su clase, pero lo acaba aceptando porque es parte de la rutina, como también lo es dejar los zapatos de la calle en los casilleros una vez que entras en la escuela (o en casa) y cambiarte de zapatillas. En una sociedad donde el honor está muy arraigado y tiene tanta importancia, la opinión que el resto del mundo tenga de ellos es fundamental: "No queremos que otros piensen que no tenemos educación suficiente para limpiar las cosas".

Los niños japoneses se responsabilizan de la limpieza en el colegio, eso les ayuda a concienciarse y sentirse orgullosos de su entorno


Las escenas del colegio se extrapolan a otras capas de la sociedad: festivales, como el Fuji Rock, donde todos los que asisten guardan la basura hasta que encuentran un contenedor o la vida diaria sin más; alrededor de las ocho de la mañana no es difícil encontrar a trabajadores de oficina y personales de tienda limpiar las calles donde luego trabajarán, incluso los vídeos de cómo se limpian los Shinkansen (trenes bala) se han hecho virales por la minuciosidad de los mismos.





Cada vez que encuentras un grupo de turistas japoneses en algún lugar, por probabilidad, es muy seguro que alguno de ellos lleve una mascarilla quirúrgica. Si alguna vez te has preguntado a qué viene esa particular estética, es otro ejemplo más de la importancia de la limpieza en Oriente: se trata de una manera de evitar infectar a otras personas. Es un simple acto de consideración que reduce propagación de virus y que ahorra así una fortuna en días de trabajo perdidos y gastos médicos.

¿Cuándo se volvieron tan limpios?
No es algo reciente, pues el marinero Will Adams (primer inglés en pisar Japón) en 1600 ya lo registraba en sus memorias: "La nobleza está escrupulosamente limpia, disfrutan de alcantarillas y baños de vapor de madera perfumada. Los japoneses están horrorizados por el desprecio de los europeos por la limpieza personal". Es algo que nace de preocupaciones prácticas. Un ambiente cálido y húmedo como el de Japón es ideal para que se propaguen las bacterias, una buena higiene es sinónimo de buena salud.

Un concepto clave en el sintoísmo es 'kegare' (impureza o suciedad), algo contra lo que hay que luchar mediante rituales de purificación

Además, la limpieza es parte fundamental del budismo, que llegó de China entre los siglos VI y VII. "Todas las actividades de la vida diaria, incluida la limpieza del espacio, debe considerarse una oportunidad para practicar el budismo" explica Eriko Kuwagaki del Templo Shinshoji en Fukuyama, Prefectura de Hiroshima. Un concepto clave en el sintoísmo (religión nativa en el país que se basa en la veneración de espíritus de la naturaleza) es 'kegare' (impureza o suciedad), algo contra lo que hay que luchar mediante rituales de purificación, pues también se relaciona con la enfermedad (especialmente las infecciosas) y la muerte. Los ejemplos de esta purificación también abundan en la vida cotidiana: antes de entrar en un santuario sintoísta los fieles deben enjuagarse las manos y la boca.


Se trata nada más y nada menos de un ejemplo de castigo frente a enseñanza. En Singapur, otra ciudad conocida por la pulcritud de sus calles, está prohibido comer o importar chicle bajo pena de cárcel. En Japón, simplemente, tienen asumido que deben adoptar un estilo de vida limpio, utilizar desinfectantes para manos que proporcionan a los clientes en tiendas y oficinas o clasificar la basura en diez diferentes tipos para facilitar el reciclaje. Aún hay esperanza, eso sí, al fin y al cabo han conseguido exportar al resto del mundo los Pokémon o el sushi. No es tarde.

https://www.elconfidencial.com/alma...ciedad-globalizacion-social-colegios_2271631/
 
Nacida para delinquir, educada para entrenar
Honduras incluye actividades sociales en su programa de mejora de barrios como alternativa a la violencia. En 2011, este país centroamericano tenía la tasa de homicidios más alta del mundo



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Un miembro de una banda, en una cárcel de Honduras. JORGE CABRERA REUTERS



MARTA FERNÁNDEZ MAESO
Washington 23 OCT 2019


Yo era bien peleona, pero ahora, con el taekwondo, tengo más disciplina”, admite, sonriente, Heidy Paola Flores Sosa, estudiante de 16 años y tercera generación de residentes en la Colonia Alemania, en Tegucigalpa, la capital de Honduras. Su madre, Evelyn Antonieta Sosa Godoy, de 35 años, comenta que ya los abuelos de Heidy crecieron en este asentamiento “informal”, que se urbanizó de manera espontánea, sin planeación ni servicios básicos. Ahora, después de un proyecto de mejora, no solo tiene agua corriente o asfalto, sino también actividades deportivascuyo impacto positivo se extiende más allá de la pista.

Heidy comparte su casa, de cuatro habitaciones, con 12 personas, entre sus padres y su hermano, sus abuelos, sus tíos y algunos primos. Hace tres años repartía su tiempo entre la escuela y la calle. “Nuestra vecina nos dijo que empezaban unas clases de kárate [después aprendió que era taekwondo] y me interesaron, la verdad, porque pensé que iba a aprender a pelear. Luego descubrí la verdadera intención de las artes marciales y ahora entreno con otro sentido”, admite Heidi a través de una videollamada desde Tegucigalpa.



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Niños y niñas practican taekwondo en el centro comunal Colonia Alemania. CEDIDA POR EL PROYECTO



Antes me pasaba casi todo el tiempo por ahí, fuera de casa; ahora entiendo que es mejor ordenar nuestro día y cumplir nuestras obligaciones”, asegura. En apenas tres años, ha conseguido el cinturón rojo (casi la máxima categoría). Además, competir, destaca orgullosa, le ha permitido viajar por primera vez fuera de su país, a la vecina Guatemala.



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Heidi, en una competición de taekwondo, en una foto facilitada por ella.



El coordinador del proyecto de actividades deportivas, Hugo Rivero Valiente, se deshace en elogios para la joven deportista: “Es muy aplicada, aun enferma viene a practicar; es un ejemplo para sus 40 compañeros del grupo de taekwondo”. Nacido en Cuba en 1964, pero catracho (hondureño) desde hace 11 años, Rivero llegó al país centroamericano por un contrato con el Comité Olímpico de Esgrima y, posteriormente, empezó a trabajar en proyectos sociales.

“Tratamos de reducir la violencia en los barrios a través de fomentar valores como el respeto, la excelencia o la perseverancia”, explica el coordinador deportivo, que advierte que “la violencia está latente”. En 2011, Honduras lideraba el ranking mundial de homicidios, con 91,4 por cada 100.000 habitantes, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta tasa se ha reducido a menos de la mitad (41,7) en 2017, pero es todavía la cuarta más alta del mundo, solo por detrás de El Salvador (62,1), Venezuela (56,8) y Jamaica (57), de nuevo según datos de la ONU y el país afronta importantes desafíos.

“Nosotros no luchamos contra una pandilla o un sicario; nosotros damos a los niños y niñas una actividad positiva para evitar que caigan en malas actividades, enseñamos a convivir”, detalla Rivero. Y Heidy lo confirma, con un ejemplo: “Mis amigos se estaban poniendo bien rebeldes, así que les dije que vinieran a entrenar y mejoraron por la pasión por el deporte”.

Según el coordinador, a pesar de trabajar en “ciertas zonas peligrosas”, los monitores deportivos no tienen miedo: “Aunque sean barrios con ciertos problemas, no hacemos nada indebido, trabajamos en positivo”. En cambio, Hugo Castillo (Tegucigalpa, 1981), especialista en Monitoreo y Evaluación del Instituto de Desarrollo Comunitario, Agua y Saneamiento (Idecoas), sí admite que, en alguna de sus primeras visitas a los barrios del programa de mejoramiento que lidera este organismo le “temblaban las piernas”.

El 20% de los 1,3 millones de ciudadanos de Tegucigalpa (que, junto con la antigua ciudad de Comayagüela, forma la capital de Honduras o Distrito Central) están en situación de extrema pobreza. De ellos, la mayoría, unos 214.000, viven en asentamientos informales (barrios construidos según la necesidad, sin planificación urbanística ni servicios), según un estudio de la ONG Techo. El informe refleja que el 88% de los accesos a estos barrios son de tierra y el 93,5% de las casas tienen techos de zinc o acero. En seis de cada diez de los asentamientos, no hay acceso a una red de agua adecuada, y en nueve de cada diez, no hay red de saneamiento.

“Es realmente muy difícil ver los problemas que algunos ciudadanos enfrentan y cómo, aunque quieran salir adelante, su medio no se lo permite”, explica. Por ejemplo, recuerda una visita a una de estos barrios, donde un grupo de chicas de entre 12 y 16 años hablaban de violaciones con una escalofriante naturalidad, “como el que habla de que ayer fue al cine”.



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Trabajos de reparación en el sistema eléctrico de la colonia Arcieri. CEDIDA POR EL PROYECTO



Para Castillo, no es sorprendente que, ante este tipo de realidades “tan durísimas”, la aspiración de muchos niños de este tipo de barrios sea convertirse en “mareros” (miembros de las maras o pandillas) y, en el caso de las niñas, “novias de mareros”. “¿Por qué? Porque son quienes viven mejor”, plantea Castillo, esperanzado porque ahora, asegura, muchos escolares que participan en el programa deportivo prefieren ahora el modelo de sus instructores: “Ahora quieren ser como Hugo, o como se llame su monitor”.

Por ello, desde hace ya más de una década, el gobierno hondureño, con apoyo de entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo, ejecuta proyectos de mejora en los barrios en los que, aparte de crear y mejorar infraestructuras, cada vez más se refuerza la inclusión de iniciativas de prevención social, como los programas deportivos y de emprendimiento. En el caso de Heidy, el taekwondo ya se ha convertido en parte imprescindible de su vida: “En el futuro, me gustaría trabajar en contaduría y finanzas, que es lo que estudio, pero siempre me gustaría tener el deporte de lado”.

https://elpais.com/elpais/2019/10/04/planeta_futuro/1570201962_251201.html
 
Jolianda Joseph
Tengo 25 años. Soy de Port-au-Prince (Haití). Me he licenciado en Ciencias Económicas (Universidad Notre Dame, Haití). Estoy soltera, sin hijos. ¿ Política? Expulsar a los actuales gobernantes corruptos de Haití. ¿ Creencias? Soy católica y humanista



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“Mi abuela me echaba en el suelo el plato de comida”



VÍCTOR-M. AMELA
31/10/2019



Pequeños Hermanos
Jolianda Joseph ha venido a Barcelona con otros jóvenes haitianos, criados todos por Nuestros Pequeños Hermanos, una oenegé presente en México, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Perú, Boliviay República Dominicana, fundada por el padre Rick, al que entreviste aquí años atrás. El padre Rick ha estado a punto de ser asesinado en un atentado, hace un mes, durante un funeral de niños fallecidos a causa de los cortes de luz en los hospitales de Haití. La causa es la escasez de petróleo..., robado por los políticos corruptos haitianos. Jolianda (que me confiesa ser muy fan de la serie La casa de papel ) sueña con ser emprendedora y fundar una piscifactoría o una granja, para dar empleo a sus paisanos.


Economista?


Me he licenciado, y en febrero leeré mi tesis doctoral.

¿Sobre qué?

Sobre la modernización de la agricultura en Haití.

¿Hay más economistas en su familia?


No. Somos cuatro hermanos, yo la tercera... Mis padres murieron.

¿Cuándo?


De mi madre no recuerdo su cara, yo tenía tres añitos. Murió de diabetes. Y mi padre nos dejó solos.

¿Solos?


A los cuatro hermanos. Mi hermana Catiana, la mayor, tenía nueve años. La pequeña tenía un año.

¿Dónde estaban?


En un barrio de Haití, en una casita humilde... Yo cuidaba de mi hermana pequeña. Catiana iba a buscar comida...

¿Y su padre?

Vino a la casa algún día, pero tenía otra familia. Nos abandonó. Estuvimos un año solas.

¿Què piensa de esa conducta paterna?

No sé, no comprendo tanta insensibilidad.

¿Qué recuerda más de aquel año?

El arroz blanco de una vecina: cocinaba, mi hermana Catiana llevaba sus guisos al mercado. Nos regalaba las sobras: ¡qué rico!

¿Cómo pasaba el rato en la casa?

Jugaba con una muñeca: Bianca, se llamaba. De piel blanca. Jugaba con mis hermanas.

¿Nadie les ayudaba?

Al año nos acogió en su casa mi abuela... que nunca nos dio amor, ni educación, ni cariño, ni nada.

¿Nada?

Sólo trabajo: me tocaba limpiar la casa. Mi hermana, a hacer recados. A la hora de comer, mi abuela nos echaba el plato al suelo...

Parece el cuento de la Cenicienta...


A mi primo, su hijo, sí lo cuidaba. A nosotras nos usaba como esclavas.

¿Lloraba usted?

No. Lo aceptaba... Sólo por una cosa lloraba.

¿Qué cosa?

Cuando mi primo iba a la escuela, cada mañana... ¡Yo quería ir! Mi abuela me obligaba a quedarme y limpiar.

¿Cómo sobrevivió usted a todo eso?


Porque hay también personas buenas.

¿En quién piensa?

En la persona que más me ha amado: mi hermana Catiana. Es sensible e inteligente. Hoy es doctora en un hospital público de Haití.

¿Cómo consiguieron estudiar, ella... y usted también?


Porque un día vino la segunda mejor persona que he conocido.

¿Quién?

Mi tía Carmelle. Vino a darnos la noticia de la muerte de mi padre, y vio lo mal que estábamos... Y nos sacó de ahí.

¿Y dónde les llevó?


A Nuestros Pequeños Hermanos. Es una oenegé que acoge a niños abandonados o huérfanos. Ahí vives en familia, en un ambiente hogareño, bajo buen techo y comida, y con cariño, y te dan educación...

¿Y cómo le fue allí?

Me recibió una señora, y por primera vez en mi vida oí esto: “Eres bonita”.

¿Nunca antes se lo había dicho nadie?


¡Nunca! La primera noche, otros niños recién llegados lloraban, por la extrañeza. ¡Yo era feliz! ¡Iba a dormir en litera! En casa de mi abuela dormía en el suelo...

Claro.

Pero lo mejor de todo fue que... ¡al fin pude estudiar!

Le brillan los ojos...

Fingí que sabía leer para estar en una clase de chicos de mi edad, y ahí me espabilé para aprender... ¡Me gustó aprender a leer! Y las matemáticas, ¡me encantaron!

Y hoy es economista.


Quise ser médico, futbolista, abogada... pero en el último minuto opté por la economía, ¡y me alegro!

Su país es el más pobre del mundo...

Sí, los sucesivos brotes de protesta en Haití han sido siempre muy destructivos: hemos arrasado el país, hemos asustado a los inversores. Y se van a la vecina Dominicana.

Ay, esa atracción apocalíptica...

Pronto oirá de Haití en los noticiarios: estamos al filo de un choque civil. La gente está harta de nuestros parlamentarios y gobernantes y presidente, que gozan de privilegios abusivos y que son corruptos, y eso genera pobreza. Y hay más y más reacciones...

Igual la vemos un día de presidenta...


Los echaría a todos, ficharía a expertos honrados y redactaría una nueva Constitución con muchos controles anticorrupción. Y toda la inversión pública, en educación.

¿Y modernizará la agricultura?


¡Sí, eso analizo en mi tesis doctoral!

¿Qué cree que hubiese sido de usted sin Nuestros Pequeños Hermanos?


Estaría en la calle, con varios hijos, o muerta.

¿Le gustará un día tener hijos?


Sí, querría tener dos: una niña y un niño. Si yo muero antes, que ella cuide de él, igual que mi hermana cuidó de mí.

¿Qué le diría hoy a su madre, si viviese?


”Mamá, te fuiste demasiado pronto...”.

Se le humedecen los ojos...

“...pero estate tranquila, mamá: estamos to-dos bien”.

https://www.lavanguardia.com/lacont...me-echaba-en-el-suelo-el-plato-de-comida.html







 
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