SOCIEDAD

Anécdotas que hacen reír (y sufrir) a nuestros farmacéuticos
Clientes que compran Dalsy como si fuera una gominola y el que llega para que le instalen el WhatsApp



El día a día en botica, en 'Esta framacia es una cruz' de @farmaenfurecida / Grijalbo


El día a día en botica, en 'Esta framacia es una cruz' de @farmaenfurecida / Grijalbo





HÉCTOR LLANOS MARTÍNEZ
12 NOV 2019

Hay tantas anécdotas que nacen tras el mostrador de una farmacia que Guillermo Martín (Salamanca, 1990) lleva años recopilándolas desde su cuenta de Twitter @Farmaenfurecida. En realidad empezó incluso antes, en 2012, cuando estaba estudiando la carrera. Una vez dejados los apuntes, el trabajo de campo resultó ser todavía más agitado. Lo resume con el mismo humor que en sus tuits en la novela gráfica Esta farmacia es una cruz (Grijalbo), que ha ilustrado Maribel Carod.

"Además de la carrera de Farmacia, lo que se necesita para ser farmacéutico es psicología y muchas dosis de paciencia", cuenta a Verne el autor del libro, que suma 30.000 seguidores en su perfil de internet. A través de sus páginas, el lector descubre el día a día de la novata Remedios, que empieza a trabajar en una farmacia.

"Yo soy de los que digo que el paciente siempre tiene la razón... pero casi nunca acierta. Es complicado explicarles que están equivocados. Los más mayores, además, no se fían mucho si eres joven. Estoy a punto de cumplir los 30 y siguen pensando que soy el ayudante...", cuenta por teléfono el farmacéutico tuitero, que últimamente se encarga de desmentir a los influencers que recomiendan antibióticos como si fueran cosméticos.




Farmacia Enfurecida@Farmaenfurecida

https://twitter.com/Farmaenfurecida/status/1183665044204249088

"El médico me ha mandado un antibiótico que yo creo que es muy fuerte, así que solo me he tomado la mitad de dosis"

Tomad.




Farmacia Enfurecida@Farmaenfurecida

https://twitter.com/Farmaenfurecida/status/1191315839213088768

Me gustaría saber qué hay que contestar cuando le preguntas a alguien la edad del niño y contesta "tiene diez años pero está gordo de coj*nes".




Hemos preguntado a Martín por algunas de las anécdotas que le han ocurrido en sus años de profesión. Nos ha contado siete. Algunas de ellas pueden encontrarse en las páginas del libro:

1. Dalsy en vena: "Los niños son fuente de muchas anécdotas. Un día vino una madre y me pidió Dalsy (conocido como el ibuprofeno infantil) para dárselo a su hija. No lo necesitaba, pero a la niña le gustaba el sabor y se le había antojado. ¡Como si fuera una gominola!".

2. El catador de vinos: "Un día llegó un señor con diez tratamientos y me hizo sacarle todas las opciones de cada medicamento. Estuve media hora en el almacén para sacar casi 100 cajas. Luego la elegía según le gustara el color de la caja, igual que en una cata de vinos...".

3. s*x* oral: "Un error recurrente es cuando se confunden con el nombre del medicamento. El más grave fue una vez que me pidieron s*x* oral en vez de suero oral. Cada uno bautiza al medicamento como le da la gana".



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Guillermo Martín(@Farmaenfurecida) cuenta el día a día de los farmacéuticos en este libro ilustrado por Maribel Carod




4. Los nostálgicos: "Es muy común que vengan señores mayores queriendo comprar un medicamento que hace tiempo les vino muy bien. No saben el nombre, ni si quiera para lo que es. Como mucho el color de la caja. Una vez llegaron a decirme: Es ese que me costó 600 pesetas".

5. Recicla como puedas: "Al contrario que los anteriores, hay algunos que te traen los medicamentos que ya no necesitan, por si se les puede dar uso. Casi siempre están caducadísimos. El récord fue un día que me trajeron algo de 1998; del siglo pasado".

6. Asistente para todo: "El refrán Aquí hay de todo, como en botica existe por algo. Vienen a pedirte de todo. Que les instale el WhastApp (para eso no soy demasiado joven y sí se fían de mí) o que les explique una carta del banco. Te piden consejo porque su niño no estudia y hay quien intenta que le subas las bolsas de la compra a casa".

7. ¿Negligencia?: "Un día vino una señora y me montó un pollo serio. Decía que por ser joven no me había enterado y le había dado un colirio que le había quemado los ojos. Resultó que se había equivocado y se había echado alcohol de 96º. Y eso que los botes no tenían nada que ver".




Farmacia Enfurecida@Farmaenfurecida

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-¡Dame lo mío para la gota!
-¿Un paraguas?
#FestivalDelHumor



Farmacia Enfurecida@Farmaenfurecida

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Si hay algo peor que ser el último en una cola, es ser el que está detrás del mostrador.
Recordadlo.




Farmacia Enfurecida@Farmaenfurecida

https://twitter.com/Farmaenfurecida/status/1174032763705581568

Joder, qué dolor de cabeza... ¿A qué influenser me derivaríais?




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Algunos de los tipos de clientes que aparecen en el libro / Grijalbo



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Estudiar una carrera para ejercer muchas profesiones / Grijalbo


 
“El día que salga mi mamá será el más feliz de mi vida”

Cerca de 150.000 menores de edad tienen a un familiar encarcelado en Argentina. La cárcel afecta de forma directa al entorno del preso, en especial la vida de los más pequeños del hogar




Un menor en una cárcel de Argentina.


Un menor en una cárcel de Argentina. PEPE MATEO / UNICEF ARGENTINA



MAR CENTENERA
Twitter
Buenos Aires 14 DIC 2019


“Empiezan a tocar la puerta fuerte. Mi mamá se asustó, cerró la puerta y después la abrieron así fuerte. [...] Yo me largué a llorar. Había un policía que estaba parado en la puerta y otra persona que estaba intentando pasar. A mi papá le pusieron una pistola así y lo hicieron arrodillarse”, recuerda Miranda, de nueve años, sobre el día que la policía allanó su casa y se llevó a su padre. Miranda es una de los cerca de 150.000 menores de edad argentinos que tienen a su padre o a su madre en la cárcel, según la Procuración penitenciaria de la nación argentina. “El encierro afecta sus vidas y las transforma para siempre”, advierte el organismo en su último informe.


El número de personas privadas de libertad en Argentina se ha triplicado en los últimos 20 años, hasta las más de 92.000 en la actualidad. La cárcel afecta de forma directa al entorno del preso, en especial la vida de los más pequeños del hogar. “Los familiares menores de 18 años de la población reclusa representan un colectivo de gran vulnerabilidad”, subraya el texto, realizado con el apoyo de Unicef.

El encarcelamiento agrava la situación precaria de muchos hogares en los que viven menores con un familiar detenido: en seis de cada diez casos, la persona encarcelada era el principal sostén económico de la familia. El 69% de los presos tiene un bajo nivel de escolarización y serias dificultades para acceder al mercado de trabajo. A la merma de ingresos derivada de la privación de libertad de un familiar se le suman numerosos gastos derivados de las visitas a la cárcel, la concurrencia a juzgados, el suministro de vestimenta y elementos de higiene a la persona presa y las comunicaciones telefónicas, destaca el informe.


Más allá de la prisión: paternidades, maternidades e infancias atravesadas por el encierro.

El 26 de noviembre de 2019 la Procuración Penitenciaria de la Nación en conjunto con la Comisión Bicameral del Defensor de los Derechos De las Niñas, Niños y Adolescentes, la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de CWS , el colectivo de familiares de detenido/as en cárceles federales ACiFaD y UNICEF Argentina presentaron el informe “Más allá de la prisión: paternidades, maternidades e infancias atravesadas por el encierro”. El evento se realizó en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina. En dicha oportunidad se proyectó por primera vez este spot.








Si la presa es la madre, la familia estalla en pedazos: solo un 19% de los menores queda al cuidado del padre. Los demás, suelen repartirse entre los abuelos, los tíos u otros familiares. Son también minoría los hombres que visitan a su pareja encarcelada. A la inversa, casi todas las madres hacen malabares para salir adelante e intentar mantener la estructura previa. Ocho de cada diez sigue a cargo de sus hijos y pelea para mantener el vínculo con el hombre preso.

"Mi hijo empezó a bajar las notas en el colegio y no quiere saber nada de ir. Necesita a su papá, está todo el rato deprimido”, cuenta Kelly Montalbo, cuyo marido lleva un año entre rejas. “El sistema está diseñado para que la persona que está dentro y la familia sufran. No les basta con privar a la persona de su libertad, se busca de que deje de tener visitas porque la familia se cansa de ir a verlo por tanto maltrato que sufre”, asegura.

A Montalbo no le gusta ir a visitar a su esposo con el niño, pero aun así una vez al mes hacen juntos el trayecto de hora y media que separa su casa del penal. “La policía no debería revisar a los nenes, pero lo hace. Le hace sacar las zapatillas, las medias, le tocan el pantaloncito para revisar que no lleve nada y lo interrogan a la espera de ver su reacción”, cuenta esta integrante de la Asociación civil de familiares de detenidos en cárceles federales (Acifad).

“Destrozó a toda la familia, fue un cambio del 100%. A mi hija le costó mucho hablar porque era muy pegada con el hermano. Recién ahora, con 12 años, puede decir que tiene un familiar detenido”, cuenta Viviana Escobedo, madre de un hijo de 31 años que lleva 11 en la cárcel. “Cuando los niños van a visitar no les permiten llevar un juguete. Mi hija le quería mostrar a su hermano el cuaderno de cómo le va en el colegio y tampoco se lo permitieron, nada de nada”, continúa.

El informe de la Procuración, realizado a partir de 196 encuestas a personas privadas de libertad y 39 a familiares, critica el maltrato ejercido contra los menores en los allanamientos policiales y en las visitas en las cárceles. En estas, pide poner fin a la segregación por sexos a partir de los 12 años, lo que impide las reuniones familiares en un momento de grandes cambios para los adolescentes.

También pide acercar los presos con hijos al lugar de residencia familiar, ya que las grandes distancias cortan el vínculo: el 91% de las personas detenidas en cárceles del interior de Argentina con familias asentadas en Buenos Aires no recibe visitas de sus hijos.

El momento de recuperación de la libertad es visto por los familiares adultos “como una instancia de fuerte incertidumbre”, según el documento. La Procuración recomienda las salidas transitorias y un acompañamiento institucional para ayudar a las familias a “reconfigurar sus dinámicas ante una nueva y diferente manera de estar, de vivir, con la persona que ha sido encarcelada".

“El que está dentro, en vez de rehabilitarse, capaz sale y es peor persona. Es probable que así sea porque es tal la crueldad que hay ahí dentro, el tener que sobrevivir ahí dentro, que después eso repercute con la familia”, advierte Montalbo. Ese temor lo comparten muchas de las mujeres que cada fin de semana forman largas filas frente a las cárceles de toda Argentina. Aun así, hacen lo posible por no transmitírselo a los hijos que a veces las acompañan.

“El día que los detienen yo era chiquito y solo miraba a los policías, yo no sabía nada”, contó en una de las entrevistas Facundo, de nueve años, sobre la detención de sus padres. “Al otro día me levanté, pensando que estaba mi mamá conmigo. Y no… Estaba con mi tía”, recuerda sobre ese día, cuando aún no había cumplido los cuatro años. “Cada día hablo con mi mamá y mi papá, pero me gusta más ir a visitarlos porque me hace sentir que estoy en casa con ellos”, relata. Cuenta los días que faltan para que eso ocurra: “El día que salga mi mamá será el más feliz de mi vida”.


 
MALALA, EL PROYECTO PARA ENSEÑARLES EL MUNDO A LOS NIÑOS QUE VIVEN EN LA CÁRCEL


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María Corisco

Los voluntarios de la Asociación Ampara se ocupan de hacer actividades con ellos y de mostrarles la vida cotidiana fuera de la prisión
Tienen menos de tres años. Ríen, lloran, corren, juegan, se pelean, se entretienen y se aburren igual que el resto de los niños de su edad, pero su vida es muy diferente: están en la cárcel. Sus madres están cumpliendo condena y la ley penitenciaria contempla el derecho a que sus hijos puedan vivir con ellas hasta que cumplan los tres años. Estos niños son la razón de ser de Malala, un proyecto de la Asociación Ampara con el que pretenden ayudarles a vivir nuevas experiencias más allá del recinto penitenciario.

“Ampara nació de la ilusión de un grupo de personas que llevábamos más de dos décadas siendo voluntarios en prisiones -explica María Becerril, su presidenta-. Hace cinco años nos decidimos a montar nuestra propia asociación y continuar con nuestra labor de voluntariado, especialmente dirigida a los niños. Así surgió el proyecto Malala”.

La idea, nos cuenta, es ofrecer a estos pequeños que viven en la cárcel las mismas oportunidadesque tienen los niños que están en la calle. “Ellos no están presos, pero viven en un recinto cerrado con todos los estigmas de una prisión: la megafonía, las puertas que se cierran tras de ellos… Allí solo se ve cemento, no hay otros estímulos del exterior, y eso es lo que nosotros les brindamos”.

Así, todos los fines de semana, los voluntarios de Malala sacan de la cárcel a los pequeños para hacer diferentes actividades. “Se trata de que aprendan aspectos de la vida cotidiana en libertad. Ir al zoo, a una piscina de bolas, a un parque, un teatro… Que vean coches, autobuses, animales… Están en todo momento atendidos por voluntarios, personas externas al ámbito penitenciario, lo que les permite ampliar su círculo afectivo”.

“Viven en un recinto cerrado con todos los estigmas de una prisión: la megafonía, las puertas que se cierran…”

También organizan campamentos. “En verano les llevamos seis días a Santa María de Huerta; en invierno, un fin de semana a Sigüenza”. A esos campamentos los acompañan también sus madres. “Es muy importante para ellas y para los niños. Se trata de hacer juntos una actividad, de vivir una experiencia en un contexto diferente al de la prisión. Hay también otras salidas conjuntas: a ver un Belén viviente, a la cabalgata de Reyes… Por otra parte, celebramos con ellos todas las fiestas: los cumpleaños, las navidades, carnaval… Es decir, lo mismo que celebra cualquier otro niño que no viva en la cárcel”.

Las madres están encantadas con todas estas oportunidades, que les permiten fomentar las relaciones maternofiliales a la vez que disfrutan de unos momentos de libertad en compañía de sus hijos, consiguiendo disminuir los estados de ansiedad. Porque, señala María Becerril, “es cierto que madres e hijos viven en un módulo especial, mucho más confortable que el resto de la prisión. Es un entorno menos hostil, pero, aun así, la mamá no manda: manda la funcionaria. Y el niño lo percibe, lo absorbe, ve que está a las órdenes de otra persona. Por eso importa también poder hacer actividades fuera del recinto penitenciario, todo más relajado”.

Madres e hijos viven en un módulo especial y allí la mamá no manda, manda la funcionaria. Y el niño lo percibe, lo absorbe”

El objetivo es desarrollar todas las áreas necesarias para que el crecimiento físico y psíquico de los pequeños se produzca de una forma positiva y eficaz.

Además de Malala, en Ampara llevan a cabo otros dos proyectos: el proyecto Padua, “dirigido a adultos presos, hombres y mujeres, mediante el que se imparten talleres de distinta índole - educativos, lúdicos, deportivos…-, con el objetivo de proporcionarles las herramientas necesarias para una integración normalizada en la sociedad tras su estancia en prisión. Y el proyecto Victoria, un programa de voluntariado para formarlos, intentar que se impliquen más y darles una segunda oportunidad”. Tres proyecto con el objetivo de que la prisión no sea un estigma que acompañe toda la vida a la persona. Una dedicación que les ha valido para ser una de las galardonadas en la XI Convocatoria de Proyecto Sociales ‘Euros de tu Nómina’ de Banco Santander. En estas convocatorias son los empleados de la entidad quienes donan parte de sus nóminas para financiar proyectos solidarios.

Video:
 
EN TORNO AL 8% DE PAREJAS EN ESPAÑA
Juntos pero no revueltos: por qué cada vez más parejas deciden vivir cada uno en su casa
No quieren renunciar a su independencia ni a las ventajas de un compañero sentimental. Se da sobre todo entre parejas divorciadas que no quieren volver a convivir con nadie



Foto: Sharon y David llevan 21 años juntos y no quieren compartir casa. (Valeria Bismar)


Sharon y David llevan 21 años juntos y no quieren compartir casa. (Valeria Bismar)


AUTOR
MARÍA ZUIL
Contacta al autor
maria_zuil
17/01/2020


Sharon y David son novios desde hace 21 años, pero nunca han vivido juntos. Cuando se ven, hacen lo mismo que cualquier pareja: salir a cenar, ver películas juntos, quedar con amigos… Pero nunca discuten sobre quién saca la basura o cómo casar los calcetines. Se ven sobre todo los fines de semana, mientras que de lunes a viernes duermen y hacen vida en sus respectivas casas, a 25 minutos en coche de distancia. “Nos cuidamos y estamos el uno para el otro como cualquier pareja comprometida, en la salud y en la enfermedad. Simplemente, lo hacemos desde direcciones diferentes. No creo que necesites compartir el espacio físico para compartir espacio emocional”, explica Sharon, cineasta canadiense de 57 años.

Son una pareja LAT, acrónimo de ‘living apart together’ (vivir separados juntos), una opción cada vez más extendida en los países desarrollados, como Reino Unido o los países nórdicos, donde se calcula que cerca del 10% de las parejas vive en casas distintas. Una parte de ese porcentaje lo hace por elección: no quieren perder su independencia y espacio, pero tampoco renunciar a las ventajas de tener un compañero sentimental.
No creo que necesites compartir el espacio físico para compartir espacio emocional

“Surgen como consecuencia de la desinstitucionalización del matrimonio, la independencia de la mujer y el impacto de las nuevas tecnologías, que no solo han cambiado la forma de conocernos, sino que también han disminuido el impacto de la distancia física”, explica Luis Manuel Ayuso, sociólogo de la Universidad de Málaga, que se encontró con este fenómeno investigando sobre el emparejamiento en personas viudas en España. “Hablaba con mujeres que me decían que ya no querían lavar los calzoncillos de nadie, sino alguien con quien ir a bailar o de crucero, y luego cada uno a su casa”.


En los países donde está más extendido, como Estados Unidos, Francia o Suecia, los estudios apuntan precisamente a que es la gente mayor, viuda o divorciada, la que más prefiere estar junta pero no revuelta, puesto que ya han vivido la experiencia de convivir con alguien. De hecho, en estos países, hasta un 64% de parejas LAT mayores de 60 años están dispuestos a continuar viviendo separados.

Es lo que le pasó a Jeni, una trabajadora social retirada de Vancouver que lleva siete años con Cameron, un profesor de bajo de 60 años al que ve unos cuatro días por semana. Antes de eso, Jeni había vivido con su exmarido durante 16 años, hasta que se fue de casa. “Los dos habíamos vivido solos durante varios años y teníamos vidas divergentes e independientes que a lo largo del tiempo quisimos mantener”, cuenta a este diario sobre su pareja actual. “No teníamos intención de formar una familia, ni de juntar las nuestras (yo tengo un hijo), así que no le vimos sentido”. Incluso cuando duermen juntos, tienen dos habitaciones, porque él ronca y ella sufre de insomnio. Cuando no se ven, se escriben antes de irse a dormir y al despertarse. Según un estudio, el 86% de las parejas LAT se comunica a diario por teléfono o 'e-mail' y suele vivir cerca.



Jeni y Cameron llevan juntos siete años y viven a 10 minutos de distancia. (Cedida)


Jeni y Cameron llevan juntos siete años y viven a 10 minutos de distancia. (Cedida)




De Simone de Beauvoir a Gwyneth Paltrow
La paulatina evolución de las parejas LAT es una consecuencia de la segunda transición demográfica marcada por el control de la fertilidad, los mayores niveles educativos y el aumento de la igualdad. O dicho de otra manera: la forma en que concebimos el amor no tiene nada que ver con cómo lo veíamos hace unas décadas. Primero, fueron los matrimonios sin amor; luego, los matrimonios con amor pero de por vida; más tarde, la cohabitación previa al matrimonio, y, posteriormente, la desinstitucionalización del matrimonio como paso necesario en la trayectoria de una pareja. “Querer es muy subjetivo, pero es que las parejas son cada vez más subjetivas: son tolerados más modos de vida distintos si es lo que cada uno quiere y le funciona, como pasa también con el poliamor o la bisexualidad”, apunta Ayuso.

En España, se calcula que el 8% de las mujeres no vive con su pareja

Sin embargo, vivir bajo distinto techo no es nada nuevo. Los primeros en practicarlo fueron Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, quienes además tenían una relación abierta. Curiosamente, ahora ambos comparten tumba en el cementerio de Montparnasse, en París. Más recientemente, famosos como Woody Allen y Mia Farrow también lo practicaron (vivían en diferentes lados de Central Park), así como el director Tim Burton y la actriz Helena Bonham Carter o Gwyneth Paltrow y su segundo marido.

Según las experiencias de parejas LAT, además de para mantener su independencia al margen de la relación, también les ayuda a mantener la llama encendida: “Nos vemos mucho, pero no demasiado. No nos sacamos de quicio ni discutimos sobre temas cotidianos como el dinero o dejarse abierta la tapa de la pasta de dientes. Estamos más frescas, románticas y más dispuestas a aceptar nuestras diferencias”, cuenta Penny, una ejecutiva de Toronto que empezó a salir con su futura mujer después de 10 años viviendo con su exmarido. “Hace poco, nos hemos prometido y mucha gente da por hecho que al final nos vamos a mudar juntas, pero no lo vemos necesario. Otras veces, piensan que nuestra relación no es seria o que tenemos fobia al compromiso, pero tampoco es verdad”.


Penny y su prometida quieren vivir más cerca, pero no se plantean hacerlo juntas. (Cedida)


Penny y su prometida quieren vivir más cerca, pero no se plantean hacerlo juntas. (Cedida)



En España, las parejas LAT están teniendo menos recorrido que en otros países, precisamente por la precariedad entre los jóvenes, aunque también por cuestiones culturales: “Por un lado, nos emancipamos mucho más tarde y los procesos de emparejamiento son más tardíos. Y cuando lo hacemos, la vivienda es muy cara como para mantener dos casas”, apunta Ayuso. “Pero también porque tenemos redes familiares más fuertes que en otros países, no nos gusta tanto estar o vivir solos como en los países nórdicos”.

Según un estudio de Ayuso, en España, el 8% de las mujeres tiene pareja y no convive con ella, frente al 14,7% de parejas LAT de Francia, o el 11,8% de Alemania, aunque por encima de otros países más tradicionales como Rumanía (4,6%). Sin embargo, faltan estudios para saber cuánto de ese porcentaje lo hace por propia voluntad o son personas que, por circunstancias como la distancia o el cuidado de personas dependientes, no pueden vivir juntas. O hasta qué punto vivir separados porque ninguno quiere renunciar a su carrera es elección u obligación. “Antes, uno de los dos —casi siempre la mujer— seguía al marido, y no había más”, apunta el sociólogo.

Lucía (nombre cambiado) forma parte de ese 8% español. Hace cuatro años que mantiene una relación sentimental con su pareja y nunca se ha planteado vivir con él. “El proyecto de futuro, por el momento, es vivir separados”, zanja. Ella tiene 30 años, él 37, y sus casas de Madrid están a media hora andando la una de la otra. “Me gusta tener mi espacio, con mis cosas, y poder volver a él cuando lo necesito. Además, por mi casa pasa mucha gente, se quedan a dormir… Y yo me sigo nutriendo de relacionarme con otras personas, lo que creo que también favorece a la pareja porque entra más aire y nuevos puntos de vista”, explica esta residente de Psiquiatría. “Pero reconozco que también tiene un punto individualista, y no en el buen sentido; a algunas personas nos cuesta más compartir espacios, y eso antes era impensable”.

El surgimiento de estas relaciones tiene también mucho que ver con la sociedad líquida de Bauman. “La vida en pareja es un proceso cada vez más fluido: los vínculos son más débiles y el riesgo de ruptura en estos casos es muy alto, porque no hay ni que cambiar los armarios. O te enfadas y estás 15 días sin hablar porque no te ves”, apunta Ayuso. “Queremos tener pareja, pero no el desgaste que supone tenerla. Claro que también habrá quien te diga que por qué hay que aguantar a nadie, o que hay matrimonios que llevan 40 o 50 años juntos pero cada uno duerme en un dormitorio porque no se aguantan, ¿y es eso lo ideal? Igual tampoco”, reflexiona. Para Sharon, sin embargo, se trató más bien de un proceso natural: “Siempre nos han enseñado que el amor es conocerse, enamorarse, casarse y convivir, pero yo no entendía por qué había que vivir juntos. Y simplemente, nunca lo he necesitado”.
Queremos tener pareja, pero no el desgaste que supone tenerla

Según un estudio de la Universidad de Misuri, el motivo para vivir separados en las parejas LAT es distinto entre hombres y mujeres. Mientras que ellos quieren proteger su tiempo de ocio, ellas quieren preservar su autonomía. Además, otra investigación en Suecia entre 116 parejas de entre 60 y 90 años descubrió que ellas disfrutaban más de este tipo de forma de vida que ellos porque “no tienen que sacrificar su libertad para experimentar la intimidad”.



Ni plan familiar ni beneficios
Pero vivir cada uno en su casa también tiene sus desventajas. Al margen del rechazo y el escepticismo que pueden despertar en su entorno, a nivel burocrático, todavía queda camino para que los gobiernos los reconozcan como pareja si no comparten ni dirección. “No podemos acogernos a ningún ‘plan familiar’, de teléfono o servicios de internet. Tampoco podemos ser beneficiarios de nada ni cumplimos el criterio de ‘acompañante familiar’ en el médico, por ejemplo, porque en la mayoría de instituciones no hay todavía una casilla que recoja nuestra circunstancia”, apunta Jeni.
No podemos acogernos a ningún ‘plan familiar’, de teléfono o servicios de internet

Tampoco la sociedad, cuentan, les entiende muchas veces: les califican de egoístas, temerosos del compromiso o lo ven como una excentricidad pasajera. Sin embargo, Jeni y Sharon no se ven viviendo de otra forma, mientras que Lucía no se cierra las puertas si, por ejemplo, algún día, decide tener hijos. Penny, por su parte, está más cerca de comprarse una casa con su mujer en Costa Rica que en compartir vivienda todo el año en Canadá.
Si vivir cada uno en su casa y dios en la de todos es una moda pasajera o una forma de vida que ha venido para quedarse, se verá con el paso del tiempo: “Dentro de unos años, tendremos la primera generación de viudos que vivieron la primera revolución sexual, y van a estar todavía más abiertos a estas formas de emparejamiento”, apunta Ayuso. Sharon, quien está preparando actualmente un documental sobre el tema, no tiene dudas de que aumentarán con el tiempo: “Con las elevadas tasas de divorcio que tenemos actualmente, ¿no es tiempo de empezar a pensar fuera del molde… o de la casa?”.

 
YA TIENEN CASI 400 CLIENTES

La señora de Madrid con 12 hijos que salió de la ruina vendiendo comida en WhatsApp
Además de su trabajo repartiendo comida, Raquel ha creado dos grupos de WhatsApp, 'Aquí hay trabajo', una especie de LinkedIn de barrio, y 'El baúl de Raquel', una red de trueque




Foto: Con 50 años, Raquel se vio en la ruina y con 12 bocas que alimentar. (Verónica García)


Con 50 años, Raquel se vio en la ruina y con 12 bocas que alimentar. (Verónica García)


AUTOR
VERÓNICA GARCÍA
Contacta al autor
@VeronicaLilium
31/01/2020


Raquel tiene el móvil con la letra ampliada en la pantalla para poder leer de cerca. Nos enseña sus muchos grupos de WhatsApp con orgullo y cada poco le va entrando un mensaje. Cada grupo lo preside un 'emoji' inspirado en ella: pelo rojo fuego rizado y una sonrisa de oreja a oreja. "En el 'emoji' estoy estupenda, estoy muy delgada", dice riendo. La crianza de doce hijos no pasa en balde, pero tampoco ha conseguido quitarle la energía. Raquel Suárez montó con casi 50 años una empresa para vender comida a domicilio utilizando WhatsApp, después de que una estafa dejase a su marido arruinado y con doce bocas que alimentar.

Nos cuenta su historia insistiendo cada poco en que ella no es especial. "Yo no hago nada importante, no le salvo la vida a nadie". Ella y su marido, Jesús Bueno, son "de aquí de Madrid, de toda la vida", concretamente del barrio de Ventas. Se quedaron en la ruina en plena crisis después de que "una señora gallega" hiciese un pedido a la empresa de Jesús, que distribuía pescado, que nunca llegó a pagar. "Nos engañó y le dejó a deber un montón de pasta, a día de hoy todavía no sé cuánto, porque si lo sé a lo mejor me da un chungo", comenta. "Y nos dejó a cero, se nos juntó con la crisis, con doce hijos y que no había dinero. Nos ayudaron mis suegros, que se han estado preocupando siempre por nosotros. Estábamos desolados, no sabíamos qué hacer y mi marido estaba muy deprimido".




Raquel, en uno de los repartos. (V. G.)


Raquel, en uno de los repartos. (V. G.)



Hace ya siete años de eso. Jesús quería seguir vendiendo pescado, que era lo que sabía hacer, y juntos desarrollaron un concepto tan simple que abruma: sin medios ni dinero para alquilar un local venderían comida, directamente de Mercamadrid, a sus conocidos a través de WhatsApp. Poco a poco han ido depurando el sistema. Los martes elaboran una lista con productos frescos y de temporada que envían con una lista de difusión a todos sus clientes y estos responden con sus peticiones y el día de entrega. Ahora le hacen la compra a 400 personas en todo Madrid, tienen su empresa legalmente constituida y han tenido que contratar un gestor para organizar todos los pedidos que reciben. Desde su barrio ya reparten a zonas de chalés en el extrarradio como Aravaca o Pozuelo."Empezamos solo con el pescado y, mientras, nos ayudó Cáritas, me tuve que mover con servicios sociales y asociaciones como El Pato Amarillo o Panes y Peces", cuenta Raquel, que pese a la energía que muestra ahora recuerda que hubo momentos en los que pensaba que toda esa idea era una locura.

Empezaron con una amiga suya que les compraba, luego la prima de esta que se lo contó a otros conocidos y así poco a poco fueron escalando e introduciendo nuevos servicios. Llamó a su empresa Doce Peces, por cada uno de sus hijos, que en ese momento vivían todos en casa. "Vivimos en la casa de mis suegros, que están enfrente, y ahora somos doce en cuatro habitaciones, pero en ese momento éramos catorce", cuenta riéndose.




Raquel Suárez y Jesús Bueno, fundadores de Doce Peces. (V. G.)


Raquel Suárez y Jesús Bueno, fundadores de Doce Peces. (V. G.)



Entra hasta la cocina
La clave del negocio no es solo que los productos lleguen frescos desde Mercamadrid y que no haya intermediarios ni costes añadidos, sino la cercanía de Raquel y Jesús. "Es que te lo llevo yo y te pregunto por tu madre, por tu abuela... Hay clientas que me invitan a café o algunas que me piden manzanas, y yo si veo que no salen buenas, no las compro", cuenta Raquel, que ha llegado a tener una relación específica con cada clienta.
La acompañamos a un reparto en Ventas y al llegar a la casa de Nereida, una de sus clientas, allí está ya su marido, al que la entrevista ha trastocado un poco el horario del día. Jesús y Raquel son el 'yin' y el 'yang'. Ella no para de hablar y él apenas se para cinco minutos para la foto y vuelve a subir a la furgoneta para seguir la ruta. Mientras, Raquel sube a casa de Nereida, que la recibe con su hijo recién salido del cole. Entre las dos y ya en la cocina, revisan el pedido.




Raquel, entregando un pedido a una de sus clientas en el barrio. (V. G.)


Raquel, entregando un pedido a una de sus clientas en el barrio. (V. G.)



12 hijos de los que ocuparse
Montar una empresa con éxito ya es un logro en circunstancias normales, pero con doce hijos de los que estar pendiente el reto es aún mayor. La mayor tiene ahora 28 años y la más pequeña solo 10. Raquel cuenta que sus hijos son su mayor labor. "Yo soy trabajadora social, no he ejercido, pero siempre he pensado que el mejor trabajo social que hago es el de estar con mis hijos". La mayor ya ha dejado el nido y es Hermana de la Caridad, aunque Raquel deja claro que su número de hijos no tiene que ver con sus creencias. Y es algo que le preguntan muy a menudo. "Yo siempre he sido creyente. Ahora creo que se ha despertado más el sentimiento de cercanía a Dios, pero antes con el jaleo que tenía en mi casa no podía pensar en nada más que en criar niños, pero bueno ahí estaba y así ha surgido", explica.

Otro de sus hijos, Juanito, acaba de cumplir 15 años y nació con un retraso psicomotor que hace que su edad de maduración ronde los seis años. "Juanito es el más alegre de la casa, le encanta la música", cuenta su madre, y sus hermanos se organizan a través de un calendario para ir a recogerle al colegio. "En este tipo de familias numerosas tiene que haber una organización, si no sería un caos", explica Raquel, que se sorprende de lo mucho que llama la atención su familia.




Los 12 hijos de Raquel y Juan. (Foto cedida)


Los 12 hijos de Raquel y Juan. (Foto cedida)



Grupos de trueque y para buscar trabajo
Además de su trabajo repartiendo comida y sus hijos, Raquel ha ampliado su vocación social a toda su red de contactos y ha creado dos grupos de WhatsApp: 'Aquí hay trabajo', una especie de LinkedIn de barrio, y 'El baúl de Raquel', una red de trueque. "Teniendo doce hijos tengo muchas cosas que pueden servirle a otra persona", explica. Por eso creó este grupo en el que todos los miembros comparten imágenes de artículos que ya no necesitan y que a otros les pueden venir muy bien.

El otro grupo es también colaborativo y en él hay parados, la mayoría mayores de 45 años, que comparten ofertas de trabajo de todo tipo. Raquel insiste en que está empezando, pero ya hay 167 participantes y se publican ofertas a diario. "Un día pensé: 'Bueno y todos estos trabajos que me llegan a mí, ¿por qué los voy a desperdiciar?'. Entonces creé el grupo".
"A veces me dicen: 'Pero bueno, Raquel, ¿cómo puedes estar a todo: a los hijos, los trabajos, los grupos...?'. Es algo que me gusta, no lo sé, soy así". Y cuando ella lo cuenta, parece incluso fácil.

 
El cocinero que hizo de su bar un comedor solidario


El cocinero que hizo de su bar un comedor solidario




13/04/2020
El cocinero Adrián Rojas reparte comida en su restaurante, reconvertido en comedor solidario, Casa28, una tienda de alimentación y barra de degustación, ubicada en el madrileño barrio de Malasaña, en Madrid. Rojas cerró el establecimiento motu propio y reconvertirlo en un comedor solidario que a diario da comida caliente a un centenar de personas.

FOTOGALERIA:https://www.elconfidencial.com/mult...lidario-coronavirus-cocinero-madrid_2538656#0
 
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