Quién mató a Belen?

ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 1




Hola, me llamo Roberto. Soy joven, apuesto, cachas y llevo una Yamaha TZR. Practico full-contact y tengo don de gentes. Os voy a contar porqué he llegado hasta aquí, a formar parte de la historia de un crimen ocurrido en la playa Gandia tal día como hoy…. esta misma noche… la del 28 al 29 de agosto… pero de 1990. Aquella noche alguien violó y asesinó a Belén Lomba Fernández, una joven madrileña, morena y guapa de 17 años. De ella os hablaré en otro capítulo. Hoy os hablo de mí.

Y para os hagáis una idea de por qué me complicaron la vida en este crimen, os cuento una de tantas experiencias mías que me ocurrieron donde vivo, en Madrid. Bueno, mías y… de ellas. Tengo bastantes, lo reconozco. En unas me han pillado, en otras no. Yo tenía 19 años cuando estuve en la playa de Gandia. Pero de mi estancia en la playa... otro día. Ahora, venid conmigo a Madrid…

Me acuerdo. Era viernes. Un viernes del mes de febrero de 1991 y a juzgar por el frío, no serían todavía las 12 de la noche. Voy andando por la calle Príncipe de Vergara y a la altura de la Cafetería Nebraska me decido a entrar. El finde promete. Allí están María y Luisa. María tiene 14 añitos. Luisa ya los 16. Nos saludamos. Hablamos. Reímos.

¿Me acompañáis a casa y le pido el coche a mi madre y nos vamos todos juntos a la discoteca Graft? María acepta porque en la disco había quedado con su novio. Todavía me acuerdo cómo brillaban sus ojos de enamorada. ¿Y cómo vamos a tu casa? En mi moto ¿Los tres? Sí, es un momento está cerca. Y llegamos bastante rápido la verdad. A esa hora, viernes casi de madrugada, el tráfico en Madrid ya se sabe. Aparqué en el garaje la moto y recuerdo que les dije a María y a Luisa que esperaran. Subí a casa. Ellas se creyeron que iba a por las llaves del coche de mi madre. La inocencia, ay la inocencia… Realmente fui a por las llaves de la oficina de mi madre. Bajé al garaje y allí estaban las dos pavas mirándome como solo saben mirar las pijas, como solo lo hacen quienes nunca han estado con un hombre. Les dije que mi madre no me había dejado el coche. Se lo creyeron. Y como me mostré dolido, que no cabreado, les dije que me acompañaran a la oficina de mi madre a coger dinero y marcharnos a la discoteca. Subimos los tres a un taxi. Aún recuerdo las miradas de complicidad y sus sonrisas angelicales.
El taxi se detiene. Le pago la carrera y se marcha. Abro la puerta de la oficina y detrás de mi vienen como dos corderitas María y Luisa. Las miro, me pongo el dedo índice en la boca para advertirles que no hagan ruido. Es casi la una de la madrugada. Hay vecinos en el edificio de la oficina de mi madre. Les advierto que no deben encender la luz para no levantar sospechas y no adviertan nuestra presencia. Asienten con la cabeza. Otra vez ay la inocencia… entramos y nos quedamos junto a la puerta. Yo me conozco la oficina. He trabajado en ella, con mi madre, por eso no me hace falta encender ninguna luz. Esperad aquí, no os mováis, ahora vuelvo… y me fui hacia el interior de la oficina. Me fui a la cocina.

María o Luisa, no recuerdo bien quién de las dos, supongo que la mayor, la de 16 añitos, encendió un mechero. Todavía me da la risa recordar sus caras cuando una le dice a la otra “La hemos cagao”. Aquello fue… me dio un subidón que no veas. Imagínate la cara de las dos pijas pavas que al encender el mechero me ven a mí, todo cachas, con un cuchillo en la mano y el brazo en alto. Pues sí, la habían cagado. Para qué son tan pavas, tan pijas, tan de la élite de Madrid. Qué se creen ellas que solo miran la moto que llevas y lo bueno que estas. Pues ahora sabréis como estoy. No lo olvidaréis jamás.

Me acuerdo como si fuera ahora. Le puse el frío metal del cuchillo en el cuello de Luisa. Temblaba. Yo creo que no era de frío. La oficina está enmoquetada. Las pupilas de Luisa se dilataron. Tenía el miedo metido en su cuerpo. Qué excitación. Me encanta ver así a las niñas pijas. Ya se harán mujeres y seguirán igual. Mientras notaba cerca de mí el olor del miedo les dije: ¡Tumbaos! ¡Al suelo las dos! ¡Quitaos la ropa! Y yo sin quitarle el cuchillo del cuello… Fue toda una experiencia, un subidón de adrenalina. Y se quitaron los pantalones y sus braguitas. La sobé, lo reconozco, pero me ponían aquellas dos pijas pavas. Le estaba metiendo mano a María, me subí encima de ella. María miraba a Luisa y Luisa a María. Una me tenía a mí encima. La otra tenía mi cuchillo apretándole la garganta. Más le vale que no se mueva. Mientras las dos compartían terror, angustia y asco, le dije a María: “morréame o me cargo a tu colega”. Y lo hizo, vaya que si lo hizo. Ella no quería hacerlo conmigo. Yo sí. Me encanta dominar así a las mujeres. Soy el puto amo de Madrid. Y comencé a entrar y salir de ella mientras solo se oían respiraciones fuertes. La mía de excitación. La de ellas de dolor. De rabia. De impotencia. De asco. Yo sé que en su interior algo les martilleaba diciéndoles que parte de la culpa la tenían ellas por haberse dejado llevar por mis encantos y haber acudido a la oficina solas. Pero eran dos. Las dos no podían haber fallado, se habían jurado promesa eterna de auto ayudarse la una a la otra siempre que lo necesitaran. Y ahora lo necesitaban. Y no una, sino las dos. No hay nadie. Estamos solos en la oficina. Ni padres, ni madres, ni hermanos o amigos. Soy yo el puto amo de Madrid, ¿os acordáis?
Roto el primer acceso, ya era mía. Ver a María y a Luisa asustadas por el mismo tío y sometidas a mi dominación me hacía más grande. Y para que no me olviden ni olviden este momento me fascina dejar mi marca, la marca de la casa, la marca con la que me identifico porque ¿saben? Yo soy así. Me gusta dejar huella en mis actos, por eso la agarré fuertemente del cuello con mi mano izquierda y se lo apreté. No sé dónde leí una vez o fue mi madre quien me lo dijo que cuando estás haciendo el acto sexual y aprietas la garganta se reduce la entrada de oxígeno y se ralentiza el placer llegando al éxtasis. En ese instante, recuerdo, le puse el cuchillo en la cara a María y le hice un pequeño corte en la mejilla izquierda. La sangre sexual ¡cómo me excita la sangre sexual! y tras el corte de la mejilla izquierda le hice una pequeña marca en el muslo derecho. Así cuando vea la cicatriz se acordará de mí. Las interiores podrá o no curarlas. Podrá o no borrarme de su mente y de su vida. Podrá recuperar algún día la autoestima o querer estar con otro hombre. Pero cuando vista falda por encima de la rodilla, o cuando lleve bikini en la playa o esos pantalones cortos blancos de verano, siempre le preguntarán por la cicatriz, y la pregunta de qué te ocurrió o como te lo hiciste la martilleará en vida. Sigo siendo el puto amo.

Nada más hacerle esos cortes era tal la excitación mía, que tuve que apretar con fuerza y con las dos manos el cuello terso y joven de María. Y apreté su cuello con mis dos manos buscando la asfixia sexual, que supiera del placer de la asfixiofilia... yo estaba encima de ella, yaciendo, y dejé el cuchillo sobre su cabeza, en el suelo, justo detrás de la hermosa melena de María que olía a campos y flores silvestres. Yo estaba sobre ella y me fue fácil dejarlo, pero la muy… levantó los brazos en la oscuridad y lo cogió. Joder, joder, joder yo creía que la distancia era suficiente pero María consiguió coger el cuchillo. ¡Mierda! Y zas, me hizo un corte en la palma de mi mano derecha cuando intenté quitárselo.

María había reaccionado a mi agresión y le dijo a Luisa que saliera corriendo a pedir ayuda, que huyera de aquel infierno. Y así lo hizo. Hay que ver que compenetradas que estaban las dos pijitas. Pero el destino hizo que la vieja, esa que pasea al perro, que conoce a mi madre y se empeña en saludarme, viera como Luisa salía en busca de ayuda. Tras Luisa salí yo cuchillo en mano y detrás de mi María. Obviaré detalles concretos porque la escena fue de típica borrachera, fiesta o bacanal que me había dado yo en la ofi de mi madre. Tiré el cuchillo detrás de un seto mientras intentaba sonreír y saludar a la vieja del perro y me di cuenta que María y Luisa ya habían levantado el brazo y se subían ya a un taxi. Joder, joder… que se me escapan. Y lo contarán, pensé rápidamente. Por poco me pillan con la puerta pero logré subirme al taxi con ellas. Les reñí, lo recuerdo, soy un poco bastante cínico por eso les reñí por la herida que me habían hecho en la palma de la mano. Antes de bajarme del taxi, pedí a María y a Luisa que no dijeran nada a nadie de lo ocurrido en la oficina. Las tenía aterrorizadas, y eso seguía excitándome.

Yo sabía que María y Luisa no iban a decir nada. Tienen 14 y 16 años, y son razones obvias de vergüenza e inmadurez propias de esa edad, y además estoy convencido que existía en ellas un falso sentido o complejo de culpabilidad por el hecho de haberme acompañado aquella noche a la oficina. ¿Y si vuelve y lo repite?

No fue hasta el 28 de octubre de 1992, año y medio después cuando se destapó todo. Los papás de María se enteraron de lo que hice. Era normal que se destapara. María después de nuestro encuentro tuvo graves trastornos psíquicos. Luisa no contó nada a sus padres dado que, para ella, después de lo que le había sucedido a María, el que le metiera mano y la toqueteara, no era para tanto. Bueno, eso dijo Luisa.

A María, año y medio después no pudieron encontrarle lesión ni traumatismo físico de carácter genital, como es lógico, dado el tiempo transcurrido desde nuestro encuentro en febrero de 1991. Me cabreó en gran manera que a María todavía los forenses dijeran que tenía una cicatriz lineal de 4 cm en la cara anterior, tercio medio, del muslo, otra de 3 cm en el párpado inferior y otra en la región malar izquierda, y que además ambas fueran incisas y de una antigüedad superior a los seis meses. Y encima me dicen a mí que muestre la palma de mi mano. Y me localizan los putos forenses una cicatriz en mi mano derecha de 1,5 cm, lineal, junto al metacarpo-falángico del quinto dedo. Está realizada con un objeto inciso-cortante y tiene una antigüedad superior a los 8 meses. No si ya verás como al final tiran tanto del hilo que desenredan el ovillo y nos pillan con el carrito de los helados.
La dulce e inocente María, tras conocerme aquella noche, experimentó un fuerte cambio de carácter y comportamiento en su vida familiar, escolar y social. Pasó de ser una persona extrovertida, alegre, buena estudiante y sin problema psicológico alguno a ser muy introvertida, deprimida generalmente, extraña en su comportamiento, dejó a su novio, dejó a sus amigas de toda la vida, perdió el curso escolar y rompió por completo la armonía y la confianza que tenía con su familia.

A mí, con 20 añitos que tengo, me condenaron por violar a María a 15 años de cárcel y 2 años, 4 meses y un día por las lesiones que le causé en la cara y el muslo de María, junto a un año de cárcel más por agredir sexualmente a Luisa. Total 18 años de cárcel. Si se creen que voy a salir de la trena con 38 tacos, es decir, en 2009 lo llevan claro los pijos legislativos estos. Dentro de nada, en la calle, con mi moto, mis chicas y mi madre. Lo de indemnizar a María con 30.000 euros (5 millones de pesetas) por haberla violado y a Luisa con 3.000 euros (500.000 pesetas) por agredirla sexualmente, ya lo pagará mi madre o me declararé insolvente. Quién tiene a los 20 años 33.000 euros. Como soy mayor de edad, no es responsable mi madre. Que se vuelva a joder el puto sistema.

Este soy yo en Madrid, con mis 20 añitos y mi moto. Del como soy en la playa de Gandia os lo cuento otro día….
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 2
Safor Crim
HISTORIA DEL CRIMEN EN LA SAFOR
miércoles, 29 de agosto de 2018


Soy de Madrid y tengo 17 años. Mido 1,70 y peso 50 kilos. Mi pelo es castaño y tengo los ojos azules claros. Veraneo como todos los años en la playa de Gandia. Mi abuela compró un apartamento en los 80 y todos los veranos los pasamos en familia. Ya no hemos vuelto a la playa de Gandia. Lo de volver a la playa es un eufemismo. Yo nunca podré volver a la de Gandia, más bien me fui de ella para siempre. Mis padres y hermanos no lo han hecho. Les entiendo. Ellos no tienen la culpa de nada. Se resignan y no ocultan que un día tuvieron una hermana que murió en Gandia.

Mis amigos, los de verdad, los que con ellos compartí el último verano de mi vida residían en los apartamentos Sao Paulo, President, Hawai, Santa María, Mi Descanso, incluso uno en el ya desaparecido Hotel Tres Delfines, donde si no recuerdo mal en sus bajos hubo un supermercado.

Lo que hoy todos conocéis por botellón, en mi época también existía, solo que nuestros padres nos dejaban hacerlo en la playa, en pandilla, sentados en la arena, incluso alguno traía una guitarra y cantábamos y reíamos. Éramos, a nuestra manera, felices. Pero no creáis que esto lo hacíamos todas las noches, que va! Solo se nos permitía como fiesta de despedida de las vacaciones. Había dos días de verano que podíamos salir un poco más tarde. Uno era el día que celebraban las fiestas del apartamento, aquellas que reunían a vecinos disfrazados, cenas todos juntos en la terraza junto a la piscina, y acababa con una caja de cohetes artificiales y un dúo musical. Esa noche nos acostábamos tarde. La otra que teníamos esa ansiada libertad juvenil era cuando finalizaba el verano, cuando sabíamos que cada uno había de partir hacia su destino, hacia Madrid. Y así fue el inicio de mi fin…

Aquel 28-29 de agosto, yo tenía permiso para regresar un poco más tarde de lo habitual. Me había puesto solo colorete y llevaba mi prenda favorita, unos pantalones vaqueros de color azul y una camisa. En mis orejas, unos pendientes pequeños de oro con una perla. Mi madre me insistía que no volviera tarde y que cogiera un suéter y me lo colocara sobre los hombros o me lo anudara en la cintura. Le di un beso a mi padre y nos cruzamos las miradas. Él siempre ha sabido que podía confiar conmigo y yo en él; para eso es mi padre, y sabe que nunca le defraudaría. Mi madre, desde el comedor, me lanzó otro beso al ver la escena mientras atendía a mi hermano y a mi hermana. Mi abuela asentía con la cabeza a modo de comprensión.
Y cerré la puerta mirando a los cinco. La puerta que ya jamás volvería a abrir. Mis amigas están bajo, me marcho dejando atrás y mirando el balcón, ese balcón donde me he hecho la foto por la que todos hoy me conocéis. Habéis puesto cara a mi nombre. Os lo agradezco enormemente. Algunos me conocéis por el nombre, otros por aquello de la chica madrileña de la playa, y otros sin embargo intentáis buscar a través del azul de mis ojos aquellas respuestas que yo nunca os pude ni os podré dar.

Salimos y fuimos desde la plaza de Navarra a la avenida del Nord. Faltaba poco para las diez de la noche de aquel fatídico 28 de agosto. Anduvimos toda la pandilla hasta llegar a la arena de la playa. Una arena cuyo frescor recuerdo todavía. Nos sentamos en círculo, entre los apartamentos Sao Paulo y President. Estábamos tranquilos porque al venir hacia aquí habíamos saludado a un vigilante jurado que custodiaba el escenario de la que fuera televisión valenciana Canal-9 por donde emitían el programa veraniego Pay-Pay. Eso nos daba tranquilidad. No sé por qué, pues no suele ser una noche trágica dado que justo al lado tenemos otra pandilla de Hawai celebrando lo mismo que nosotros: el final del verano. Y más allá casi en las Casitas Jardín hay dos grupos más, de similares edades a la nuestra. Bueno, de la parejita esa que está junto a las hamacas, no os cuento nada, así no les molestaremos…

Nos contamos confidencias las amigas y compartimos con el resto los planes de futuro, lo que haríamos nada más llegar a Madrid. Las carreras que teníamos previsto escoger, las quedadas de los fines de semana, el frío, el invierno, la nieve, Preciados, Callao, Serrano, Claudio Coello… y compartíamos bebida. Los chicos optaron por un vaso grande de plástico con muchas pajitas. Nosotras, más recatadas por aquello de saber que no nos pongan nada en la bebida, optamos por vasos de tubo. Y reímos, y cantamos, y el Martini con limón y el JB iban haciendo efectos entre quienes acudimos a la fiesta.

Nos miramos el reloj y pasaban poco de las doce de la noche. Ya es 29 de agosto. Alejandro, Álvaro, Isidoro, Javier, Ana, Bea, Elia, Judith, Alfonso y yo misma nos preguntamos si ya estarían abiertos los pubs. Me acuerdo como si los viera ahora. Almacén49, Pravatta, PK2, Caballo Loco, Copas, Delos, Way y Kiki… la plaza del Temple repleta de gente. Vimos a Octavio, creo que se llamaba así, y entramos en PK2. También a José y Valentín, en Pravatta. Entre tanto entrar y salir de los pubs, hacía mucho calor y a mí me agobia tanta gente apretada, volví a PK2. Se me había hecho tarde y aunque lo estaba pasando regular, los primeros ya comenzaban a marcharse dado que a las 9 de la mañana partían hacia Madrid y las maletas deberían estar hechas. Yo también creo que es hora de marchar. Y busco y rebusco entre los bolsillos de mi vaquero azul, Nada. Salgo y vuelvo sobre mis pasos y regreso de nuevo a PK2 y él me ve. Noté clavada su mirada. Las luces de colores, el ruido ensordecedor, el ambiente… todo se hacía mucho más vulnerable y como yo sabía que no quería nada porque me marchaba, no tuve miedo. Además él trabajaba allí todo el verano. Pero me giré. Maldita sea, me giré. Y… por la educación que recibí de mis padres, le saludé y le contesté. Me preguntó por qué miraba el suelo, por qué buscaba entre la cabina de aquellos discos de vinilo, qué había perdido. Las llaves le dije mordiéndome el labio inferior. He perdido las llaves. ¿Aquí dentro mujer? No lo sé. Al salir del apartamento las tenía. Hemos ido en pandilla a despedir el verano y… o se me han caído en la playa, por el camino no creo o están por aquí… Si te esperas un segundo te acompaño y las buscamos. Una chica como tú no debe ir sola a la playa ahora a buscar unas llaves. Yo te acompaño…

Anduvimos de la plaza del Temple, por delante de Otilia y Comic’s hasta la avenida del Nord. Nos quitamos los zapatos. Yo me arremangué la pernera del vaquero azul. No quería llenar de arena todo el apartamento. Me delataría ante mi madre y más cuando llego con retraso. Buff son ya casi las 3 de la madrugada. Me preguntará de dónde vengo y con quién he estado a estas horas. Se preocupa mucho por mí, es normal, es amor de madre y eso nunca, repito nunca y pase lo que pase, nos separará.

Y buscamos por la arena... No, más hacia aquí. No, debería ser allí que hay un hueco y pisadas. No las veo, sí… ven aquí. No puede ser ahí, está muy lejos y además está junto al palo de la bandera y ahí no estábamos. A ver, mira he encontrado algo, ¿cómo era el llavero?…. Y fui a toda prisa a ver si era… y noté un golpe seco que me dejó aturdida, semiinconsciente. Caí a la dura y fría arena. Creí haberme golpeado con el palo de la bandera por la oscuridad, con el chiringuito, con las hamacas, yo qué sé…. Y cuando recupero esos segundos idos, me lo veo a horcajadas sobre mí. Me arranca la blusa y yo intento por todos los medios protegerme, golpearle, darle puñetazos para librarme de él al tiempo que quiero tapar mis senos. No llego a pensar que es de noche, que no se me ve nada, solo de verlo a él encima de mí, toqueteándole y obligándome a besarle se me revuelven las tripas...


Como no accedí, me defendí como pude de ese animal encantador del pub. Y me dio dos golpes secos más en los pómulos de la cara. Yo no sé cómo lo hizo pero me dejó K.O. al segundo, inmóvil, aturdida… noté como con sus sucias manos me quitó toda la ropa y me cogió la pierna izquierda estirándola. Me dejó su marca. Yo no entendía muy bien el porqué. Aunque tengo 17 años soy una persona de fuertes convicciones morales no creo en el mal que puedan hacer las personas a otras personas. Cuando me desgarró noté su mano izquierda de nuevo, esta vez sobre mi garganta, apretando, como intentando asfixiarme. Los dedos de mis manos se quemaron de la fuerza con la que me agarraba yo a la fina arena en la que, días antes, me había tostado al sol. Esa arena alegre y divertida que me ha acompañado todos los veranos de mi vida, me estaba acompañando en el verano más trágico de mi vida, en el peor, en el más asqueroso, en el último de mis días… Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado…
Se paró todo. El tiempo, las olas, el ruido del mar, todo a mi alrededor, como si estuviera en una nube. Como si Dios me hubiera llamado. Noté que me cogían por el tendón de Aquiles y me arrastraban. El cuerpo me quemaba por la fricción contra la arena. Pero lo que realmente ardía era todo mí ser. Hice una marca en el suelo como la hacen los carros de bebé cuando entran en la playa, era mi último camino, la antesala de la muerte. Tan dulce y tan amarga. Luego me puso perpendicular a la línea del mar y empezó a voltearme hasta que el agua empezaba a entrar en mi cuerpo. Lo sé porque lo noté. Noté ese frío amargo, ese calor que raya la ebullición, cuando las garras del mar me dijeron… Belén ven con nosotros. A lo lejos llegué a divisarle a él. Era su sombra, la recuerdo perfectamente. Llegué a ver cómo recogía mis pantalones y mi ropita interior y se fundía en la noche amarga que amenazaba con despuntar al alba. Fue una imagen que nunca olvidaré. Allá a lo lejos, de espaldas, amparado por la nocturnidad, se marchaba mi violador, mi asesino, y yo sin poder pedir ayuda ni tan siquiera despedirme de mis padres. Y la puerta, aquella puerta de la que os hablaba… ahora sí que se cerró. Se cerró para siempre.

A las siete de la mañana, como todos los veranos, es fácil ver a gente practicando deporte y andando por la orilla del mar. Tres mujeres y un hombre me vieron. Yo no les vi. Mi cuerpo desnudo con mi gran marca de bañador y mis moratones les alertaron. Yo entraba y salía del agua a merced de las olas. Había sido mi último viaje en la vida real. Mi despedida de la playa de Gandia. Me miraron fijamente por unos instantes. Creían que estaba borracha y que me había echado al agua desnuda para que me pasara. Pero vieron que alrededor no estaba ni una amiga, ni un novio, ni un amigo... Y me volvieron a mirar. Yo tenía los ojos cerrados. No les oía, ya estaba muerta, mis pulmones se habían encharcado y mi joven corazón había dicho basta, pero comenzaba a sentir esas palpitaciones que te indican que sí saben la ayuda que necesito. Sale el sol. Son casi las ocho de la mañana. Mi padre y mi madre están en la Comisaría de la Playa de Gandia, un edificio de obra que hay delante de la marisquería As de Oros. Allí Valentín toma sus datos en una vieja Hispano Olivetti. Quieren denunciar que su hija Belén no ha ido a casa a dormir. Yo estoy a un par de kilómetros de ellos. No me ven. No me oyen. Pero sienten que les falta algo… yo sí les siento y siento haberles defraudado, siento haberles fallado, siento no poder estar con ellos ni tan siquiera despedirme. Seguramente me verán en un rato, en el depósito de cadáveres. Allí me reconocerán y sabrán que todo ha acabado y nada ha empezado.

Por cierto, os he de contar también que mi padre hace poco que ha llegado donde estoy yo, a mi lado. Unos le llaman larga enfermedad. A mí me gusta llamarle por su nombre: cáncer. Parecerá incorrecto, pero me alegré. No me gustaba verlo sufrir en vida. Yo le mandaba fuerzas para que sacara adelante a la mami y a los dos peques. Para que nunca desfalleciera. Y así lo hizo. Aguantó, indagó, movió cielo y tierra para buscar al responsable de que yo les dejara tan solo con 17 años. Y lo consiguió. Era tenaz. Buscó esa aguja en un pajar y la encontró. Yo no pude darle muchas pistas, pero él sabía dónde y cómo buscar. El amor de un padre por una hija le llevó hasta donde llegó. Y lo felicito. Los dos sabemos quién truncó nuestras vidas. Ahora, ya puedo hablar con él, abrazarle…. Le echaba tanto de menos, llevaba varios lustros sin poderle acariciar. Solo me despedí con un beso en la mejilla tras aquella puerta que nunca más volví a abrir.

A esas horas de aquel 29 de agosto de 1990, mientras unos subían las maletas a los coches para partir hacia Madrid otros oían por la radio que había aparecido una joven muerta al final de la playa... comenzaba así el cerco a mi violador y asesino, comenzaba así mi historia de la que nunca jamás pensé haber sido la protagonista. Una historia que se prolongaría durante años intentando buscar aquella sombra que me mató y abandonó en aquella fría arena de la playa de Gandia. Comenzaba así un nombre, el mío, el de Belén, ligado para siempre a la historia de la playa de Gandia, una historia de la que se han escrito muchos más capítulos…
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 3

Safor Crim
HISTORIA DEL CRIMEN EN LA SAFOR

Es mediodía. Mi padre acaba de venir a reconocerme el depósito de cadáveres. Oigo como me extraen de una bandeja de hierro, cómo el médico forense levanta la sábana y allí está mi padre. Aquel al que le fallé. Aquel de quien me despedí con un beso la noche anterior. El que estaba dispuesto a reñirme blandamente por haber llegado tarde. Sus ojos lo decían todo. Apretó la mandíbula. Me miró. Dijo un escueto: sí, es ella, es mi hija. Y me acarició el pelo como solía hacer desde que era pequeña. Noté cierto alivio después del infierno que había atravesado en la arena de la playa de Gandia. Al fin y al cabo, no me había podido despedir de él y sin embargo, reunió el coraje y el valor para despedirse de mí, de verme por última vez, de mostrarme que aun así, aún después de haberle fallado él no me falló. Estuvo ahí, con la entereza y autoridad que le caracterizaba. Ya sabéis que las chicas solemos tirar más al padre, pero este padre para mí era especial. Se había preocupado de mí desde el minuto cero de vida y así lo hizo durante los 17 bonitos años que compartimos juntos. Lástima que aquella sombra, aquel cobarde que me atacó, truncase nuestras vidas y nuestros amores de padre e hija. Supe en su mirada, más fría que mi cuerpo, que no cesaría en su empeño por localizar a quien destrozó en vida la vida de su hija y a quien, una vez muerta, destrozó la vida de los Lomba Fernández.

Andrés Marchante y Celestino le cogieron del hombro, estaban uno a cada parte de él. Los dos le prometieron que no descansarían, que trabajarían día y noche hasta dar con el sinvergüenza que había truncado de por vida nuestras vacaciones. Andrés era el jefe del grupo operativo de la Policía Judicial de Gandia. Celestino, un hombre pausado y tranquilo, un Comisario con gran bagaje, experiencia y sabiduría. Los dos se entrevistaron con mi padre. Le preguntaron sobre mis amistades, sobre el círculo íntimo de compañeros que asistieron aquella fatídica noche a la despedida en la arena de la playa. Así comenzaba a iniciarse una compleja investigación de la que siempre informaban a mi padre y a un amigo.

Por las silenciosas salas de la tercera planta de la Comisaría pasaron Álvaro, Eduardo, Isidoro, Javi, Ana, Beatriz, Elia, Judith, Amelia, Nacho, Alfonso, Fofó, Javier, David, Alejandro, Francisco, Víctor, Paco, Jorge, Pilar, María, Santiago, José Antonio, José Joaquín, Valentín, Carlos, Fidel, Guillermo, Octavio, y Miguel. Las máquinas de escribir echaban humo. Las preguntas se repetían una y otra vez. Conocías a Belén. Estuviste en la fiesta. A qué hora llegaste a casa… Sabías si Belén tenía enemigos o alguien la acosaba. Y así, hojas y hojas que después eran leídas por los investigadores para extraer alguna coincidencia, alguna palabra, duda o inconexión. La mayoría de ellos son amigos míos y vivimos en una zona muy característica de Madrid, por eso nos conocemos. Incluso algunos quedábamos para ir de discotecas por Madrid. ¿Habéis visto que entre la retahíla de nombres falta uno? Roberto se había marchado a las 9 de la mañana con su madre y su hermano a Madrid.

Al día siguiente de mi asesinato, el portero de unos apartamentos, de esos que fueron los únicos testigos mudos de mi muerte, encontró mis pantalones. Estaban sobre un seto de unos apartamentos. Un niño que se meaba y había salido de la piscina para hacer sus necesidades junto al arbolito los vio y se lo dijo al portero. El portero no hizo caso. Se pensó que eran de algún vecino que los había puesto a secar. Cosa rara, sí, pero ya se sabe que las costumbres de los alquilados a veces son así. Y al día siguiente, mi pantalón seguía encima del seto. El portero ya mosqueado vio que estaba lleno de arena, con los bolsillos hacia afuera y la pernera enrollada y también llena de arena. Eran mis Lewis 501. Esos con los que me vestí por última vez y con ellos me arrancaron la vida. Aún conservaba el cinturón con pedrería y la hebilla. Entonces llamó a la Policía y lo recogieron. Alguien, ese que solo sabemos él y yo, lo lanzó desde la calle a los apartamentos mientras se marchaba dejándome agonizar. Ese que había sido tan hombre para violarme y matarme, se deshacía de la ropa a medida que la fiera humana volvía a su casa. Seguramente, dormiría plácidamente toda la noche. Para dormir así se necesita tener frialdad o de lo contrario, no podría conciliar el sueño salvo que lo que ha hecho conmigo sea ya una rutina de él. Segura estoy que no es la primera vez que lo hace. Le falló que me dejó inconsciente y a merced de las olas del mar, y eso me supuso la muerte. Por eso no le gusta que le relacionen con mi nombre ni con la playa de Gandia. Siempre irán ambos ligados aunque todos seamos de Madrid.

Mi pantalón entró a engrosar la lista de objetos encontrados esa noche y esos días en la escena del crimen. Solo localizaron una sandalia mía. La otra, y la camiseta, así como el sujetador supongo que las tiraría camino de su casa. Mis braguitas las localizaron dos mujeres a cincuenta metros de donde yo aparecí. También encontraron un calzoncillo, zapatillas de esparto del 41 y diversas prendas más. Ninguna de ellas con trascendencia para poder explicarle a mi padre lo ocurrido.

El Lewis 501 etiqueta roja fue a parar al servicio central de la Policía Científica de Madrid, así como el calzoncillo. En él había unos pelos. Podía ser el inicio para dar con el asqueroso autor de mis delitos. Se analizaron y resultaron ser de un gato. Él tiene siete vidas, yo solo una. Quien me mató, también podría decirse que tiene siete vidas.

Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía cumplieron su palabra. No dejaron marchar a nadie a Madrid ese día hasta que no prestaran declaración los 11 chicos y 9 chicas que habíamos estado en la pandilla. Se peinó puerta a puerta todos los edificios colindantes, llamando, interrogando, comprobando coartadas. Obtuvieron pistas. Muchas de ellas falsas y otras engañosas. Y muchos os preguntáis si nadie oyó nada, si nadie escuchó mi desgarrador chillido de auxilio. No. El escenario del crimen era perfecto. Sabían que cualquier ruido podía provenir de las despedidas que se hacían mezcladas con alcohol. Sabían que el ruido del mar, de las olas por la noche, llega a soltar un zumbido que no se puede dejar de oír en la noche gandiense. Y por último, la disco-pub Oh Cielos emitía música muy alta dado que, en esa época de 1990, el ruido y la contaminación acústica no conocían de dobles puertas ni insonorizaciones.

Mientras yo yacía en el depósito y mi padre arreglaba los papeles para trasladarme a Madrid e inhumarme, por la radio se repetía una y otra vez una frase escalofriante, era la primera vez que el Cuerpo Nacional de Policía pedía ayuda ciudadana ante mi muerte. Aún recuerdo la frase lapidaria que emitieron y que decía: Se ruega al paseante anónimo, se persones en la Policía que lo espera desde ayer. Las especulaciones en Gandia y playa se dispararon. Todos se preguntaban de qué iba eso. Quién era ese paseante y encima anónimo. Fue la primera persona que me vio flotando en la orilla del mar y que avisó a la policía. Él y solo él había visto intacta la escena del crimen. Esa madrugada había llovido y la cálida y a la vez fría arena de la playa había quedado dura y, por tanto, las pisadas y demás vestigios que había dejado mi verdugo estaban intactas. Pero pronto de llenó de paseantes habituales, de curiosos, y de policías. Los auxiliares, los dos vigilantes del escenario, los curiosos... todos entraron y salieron de la escena como Pedro por su casa. Es cierto, y no los culpo, que nunca antes se habían enfrentado a un caso de estas características. Yo incluso desconocía que existieran policías con bata blanca, esos que ahora son por todos conocidos por las series policíacas. Los medios con los que contaban eran rudimentarios. Las fotos que me hicieron se revelaban de un carrete y eran en blanco y negro. Nada de pinceles, trasferencias, cinta policial, rastreo palmo a palmo, ni colocación de métricas...


Lamentablemente eran otros tiempos. Hoy, afortunadamente, ya no se actúa así y hay muchos avances. Bendito ADN. De ahí la importancia de localizar al paseante que, anónimamente, llamó a la policía. Y acudió y contó lo que vio. Pobre hombre, menudo susto se llevó.

Y para añadir más caos al caso, una buena mañana de finales de enero, cinco meses después de que yo dejara de respirar sobre la arena, en ese mismo maldito y último lugar, el portero que ya encontró mis pantalones volvió a ser protagonista al encontrar unas llaves. Estaban oxidadas, luego llevaban tiempo allí. Todos, incluido mi padre, llegamos a pensar que se trataba de mis llaves. Celestino y Marchante mandaron las dos llaves al Gabinete Central de la Policía Científica en Madrid para que pudieran restaurarlas de forma urgente. Si no eran mis llaves, podían ser las del asesino. El cerco se iba cerrando. El portero había reconocido las llaves como las del 4B del Hotel Tres Delfines. Se localizó a todo el personal del hotel que trabajó en agosto de 1990. Desde la gobernanta que ya no residía en Gandia hasta el responsable de mantenimiento. Había que tirar del hilo, por si las llaves eran del asesino y no las devolvió al caérsele mientras cometía el crimen. De forma urgente las llaves oxidadas retornaron nuevas a Gandia. Se contactó con el fabricante TESA y se pudo obtener la copia perfecta. Solo quedaba probar.

De nuevo, la zona de San Paulo y President era tomada por agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Una a una probaron todas las puertas del Hotel Tres Delfines. Y llegaron al cuarto piso puerta B. Introdujeron la llave. Sorpresa y desolación. Habían cambiado la puerta justo del 4B. De nuevo a la casilla de partida. Podía ser un indicio de alguien que quería ocultar el crimen, y al percatarse de la pérdida de las llaves, evitar así que lo supieran y al mismo tiempo devolver los dos juegos. Y la figura del portero, que es quien custodia las llaves y las copias, no paraba de danzar por cada paso que daba la investigación. Ya encontró los pantalones. Después las llaves. Y había regresado al lugar del crimen. El cerco se estrechaba. Al final, después de días de investigación minuciosa se pudo saber que la puerta se cambió antes del crimen. Pero el portero seguía en el punto de mira de mis investigadores.

Llegan los informes de la Científica de Madrid. Los pelos hallados en el calzoncillo son de origen animal, concretamente de un gato. ¿Y quién de todos tenía un gato? El portero. Él negaba haber tenido nada que ver con el crimen, pero los investigadores supieron que no se acercó a ver mi cuerpo esa mañana cuando estaba flotando yo a orillas del Mediterráneo a merced de la corriente. De nuevo la duda planeó sobre el porqué no se acercó a las escena del crimen. Indagaron mucho, sé que se dejaron horas y horas de investigación y que se las robaban a sus familiares. Os lo agradezco. Sé lo importante que para vosotros fue este caso y el tiempo que le dedicasteis. Vuestro esfuerzo no fue en vano y cumplisteis la promesa que le hicisteis a mi padre cuando me vio en el depósito de cadáveres. Gracias a ese tesón, pudieron saber que el portero en cuestión tenía antecedentes por agresión sexual. El mundo en un pañuelo. Encontraba a tramos cosas de mi caso, los pantalones, las llaves, tenía un gato, antecedentes por agresión sexual, modo de escapar sin ser visto, conocía la zona, tenía todo para ser el candidato. Pero yo sabía que la sombra de mi violador y asesino no era la de él. Negó hasta la saciedad tener relación con el caso y ser inocente. Y lo era. No había de demostrar su inocencia sino su culpabilidad, y en eso los inspectores de policía de Gandia se emplearon a fondo. El resultado fue, una pista que despista. No era él. Se acercaba el final de mi historia. Era enero de 1992. Pronto se cumplirían dos años de mi asesinato y se habían empleado a fondo, pero el trabajo fue en balde, pues dada la complejidad del caso, un magistrado de la Audiencia Provincial de Valencia dictó un auto judicial donde decretaba concluso el sumario. Fue el principio del fin. Tantos esfuerzos para nada. Se habían agotado todas las vías de investigación…

Vuelvo a oír el chirrido de la bandeja como entra en el frigorífico del depósito de cadáveres de Gandia. Me despido por última vez de él. Una sábana cubre mi desnudo y maltratado cuerpo. Mi padre se queda fuera, sigue ahí lo noto, junto a Marchante y Celestino. Le habían prometido que no pararían hasta dar con mi asesino…
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 4
Safor Crim
HISTORIA DEL CRIMEN EN LA SAFOR
miércoles, 29 de agosto de 2018



Suena el teléfono en mi casa. Mi padre, que parece un alma en pena, lo coge y escucha al otro lado del hilo telefónico una voz que le es familiar. Es el Grupo VI de Homicidios de Madrid. Le dicen que su caso, el mío en verdad, no está durmiendo el juicio de los justos. Que nunca lo han dejado a pesar de haber sido archivado, y que desde Gandia insisten una y otra vez que el asesino es y está en Madrid.

Me viene a la mente la imagen del depósito de cadáveres cuando Marchante y Celestino cogían del hombro a mi padre y mirándole a los ojos le decían que no pararían hasta dar con mi violador y asesino. Con aquella sombra que os describí aquella maldita noche del 29 de agosto de 1990. Han pasado ya tres años y las esperanzas, por mucha fe ciega que tengas, se desvanecen. No puedes estar llamando todos los lunes a la Brigada Central o a los de Homicidios. Ellos tienen su trabajo. Ellos marcan sus tiempos. Ellos son, los únicos que podrían aportar un poco de luz a mi muerte, esa que ocurrió bajo la oscura luna de agosto en la playa de Gandia.

Mis amigas, Judith, María, Ana, Bea, Elia, Amelia y Pilar, se habían resignado a no tenerme entre ellas. Sabían de mi calvario y de que la vida continúa por muy dura que se pueda presentar a los 17 años. Ellas estaban en la flor de la vida. A mí, la flor y la vida me la habían arrebatado. No es momento de preguntarse por qué a mí y no a cualquiera otra. Ellas, aunque en el fondo de su corazón estoy segura que lloran mi pena, lloran mi pérdida, yo no les puedo echar en cara nada. Al contrario. Que hagan lo que cualquiera a esas edades haría. Y lo hacían. Frecuentaban los fines de semana las discotecas Oh Madrid y Four Roses. Las de moda en la década de los 90 en Madrid. Al menos ellas, podían divertirse y bailar. Yo no las envidiaba, había asumido ya con el paso de los años que mí final no podía interponerse en sus vidas ni en sus respectivos futuros.

Tanto ir y venir de discotecas, aunque ellas no lo reconozcan, en las salas adornadas por bolas de cristales que reflejaban la luz y la dispersaban, había un rumor que algunas chavalas conocían y sabían. Unas no lo creían. Otras, sencillamente lo ignoraban. Pero otras, concedían el beneplácito de la duda. Y eso era lo más peligroso, no saber si sí o si no. El rumor se extendió en círculos pequeños, pero ya se sabe que hoy en día cualquiera que sea joven, chico o chica, vista vaqueros y esté en la barra de un pub puede esconder en su bolsillo de atrás una placa policial. Aquella gente, la del Grupo VI de Homicidios tenía un don especial. Yo sé cuál es, pero solo tengo palabras de agradecimiento hacia ellos y ellas, miembros del Cuerpo Nacional de Policía. Esos tipos de vaqueros y placa al bolsillo, lograron dar tras muchas noches de garito en garito con alguien que reconoció que el crimen de Belén lo cometieron jóvenes de buena posición social de Madrid. Bendito aquel 5 de febrero de 1993, cuando yo iba camino de celebrar, por llamarlo de alguna manera, el tercer aniversario de mi muerte. Que gente como esa se preocupe de un caso como el mío tres años después es, simplemente, para besar por donde pisan. Me reconocieron que habían actuado a requerimiento insistente, a pesar de haber sido archivado el caso, como digo a la insistencia de la Policía Judicial de Gandia. Sabía que Marchante y Celestino no le podían fallar a mi padre. Lo vi en sus ojos y lo comprobé después en sus actuaciones. No me fallaron ni a mí ni a mi familia. Gracias Policías de Gandia por ese apoyo incondicional.

Se volvió a entrevistar de nuevo a personas que tuvieran o hubiesen tenido fuera en la época que fuera, relación conmigo, pero sobre todo a quienes residían en Madrid. La Brigada VI quería obtener datos para esclarecer mi asesinato. Había que partir de cero pero en el kilómetro cero. Y así lo hicieron. Y así obtuvieron el rumor, la antesala de la verdad.

Identificaron a un tal Rubén, él fue quien abrió la caja de pandora al explicarles que tenía una novia que se llamaba Helena. ¿Y? Continua… su anterior novio le dijo que un amigo íntimo intentó tener relaciones sexuales con ella llegándola a amenazar con la frase de que le iba a hacer lo mismo que a la chica de Gandia. Localizaron a la chica en cuestión. Helena confirmó que estuvo saliendo durante algún tiempo con un joven llamado Alex. Y este Alex le dijo que un amigo suyo le había comentado que había violado y matado a una chica en una playa. Demasiadas coincidencias y mucho donde hurgar. Lograron dar con el amigo del amigo y se llamaba Roberto. ¿Os suena este nombre?

Los investigadores se centraron en Roberto. Había sido detenido dos veces por violación, en junio de 1990 (dos meses antes que la mía) por un hecho cometido en Alcobendas y en diciembre de 1992, por los que le hizo a María y a Luisa, y que justamente investigaba al Grupo III de la Brigada de Homicidios que lleva mi caso. El indeseable de Roberto ya tenía cara, nombre y apellidos.

Cruzaron los casos y no por casualidad. Roberto había sido detenido porque Julia le acusó de haberla violado en un descampado de San Sebastián de los Reyes, intimidándola con una navaja, aprovechando el conocimiento previo que existía entre ambos y con ocasión de haberse ofrecido a acompañarla a su domicilio. ¿Os suena, verdad? La segunda detención de Roberto ya la conocéis todos con pelos y señales. Lo ocurrido con María y Luisa. Cuando los investigadores localizan a Roberto, éste está cumpliendo prisión en Carabanchel.

Julia va cantando, va diciendo a los investigadores que su violador pasó la Semana Santa de 1990 en Gandia con un grupo de chicos y chicas. La cuadratura del círculo. Se va estrechando el cerco. Pero os preguntaréis que tiene que ver con mi asesinato. Julia explicó que en esa Semana Santa, y tras haberle ocurrido a ella, sospechó de una amiga suya y que le hubiese ocurrido algo similar. Era Ana. Vivía en Valencia. Y gracias a Julia (violada por Roberto) buscaron a Ana. Y para sorpresa de mis investigadores Ana fue recogida por un zeta de la Comisaría de Gandia aquella Semana Santa de 1990 con lesiones y manifestando que había sido víctima de una violación por parte de una persona armada con navaja. ¿Os vuelve a sonar? Pero Ana expresó su deseo que no formular denuncia y tampoco quiso aportar datos de su violador. Pero Julia detectó que Ana mostraba gran animadversión por Roberto. Porqué. Vosotros mismos lo podéis deducir. Yo ya lo he hecho.

Tenían el perfil, el nombre, la cara y los antecedentes de tan osado hombre. Se indaga, se invierten miles de horas debajo de un flexo en los despachos policiales de la Brigada y se consigue obtener la información de que Roberto en 1990 colaboraba en pubs y discotecas de Madrid, concretamente en el Oh Madrid y Four Roses. A esas discotecas íbamos mis amigas y yo.

Una de mis amigas, en los cientos de folios de declaraciones antes de partir hacia Madrid aquel 29 de agosto de 1990, dijo que un tal Roberto trabajaba en PK2, el pub de Gandia donde yo fui a buscar las malditas llaves. Y además decía que Roberto me conocía y me invitaba a chupitos. Otra amiga mía, también dijo en Gandia que me acompañó a buscar las llaves. Ya tenían el móvil de la violación y asesinato. Convocaron a otras dos amigas mías a la sede central de la Brigada. Y estas dos confirmaron que Roberto el de PK2 era un chico de Madrid que lo habían conocido en la playa de Gandia, concretamente en el mes de mayo de 1990. Aquel año la Semana Santa cayó baja. Y en esa época conocieron a Roberto y a su hermano en Bacarrá. Y curiosamente, volvieron a ver a Roberto en Oh Madrid donde trabajaba de relaciones públicas.

Marchante y Celestino reaccionan rápidamente y piden al juez que se intervengan los teléfonos de Roberto, más bien de su madre puesto que vivía en su casa, y del dueño del pub donde trabajaba Roberto y piden al Fiscal reabrir el caso. Increíble su labor después de tres años de mi muerte. Nunca podré agradecerles lo que hicieron por mí y por mi familia. El juez lo aprueba y la compañía de Telefónica interviene los teléfonos que son escuchados durante días y horas, las 24, por mis agentes de la guarda.

Citan de nuevo en Comisaría al dueño del pub de la playa de Gandia donde yo fui a buscar las llaves y donde trabajaba Roberto. Esa especie de camarero-relaciones-violador en serie. Explica cómo y a quien contrata. Los horarios. Y explica que ese mes de agosto de 1990 colaboró como relaciones públicas de su pub un tal Roberto, de Madrid, que al ir adquiriendo confianza pasó detrás de la barra y servía copas en la terraza. Roberto no percibía sueldo, a cambio tenía sus copas gratis y las de sus amigos y amigas. Reconoce también que veraneaba en la playa de Gandia, con su madre separada, y su hermano. Que a finales del fatídico verano de 1990 apareció una joven muerta y que me reconoció por las fotos que publicó la prensa. Primer error. Mi foto jamás apareció en la prensa y menos esos días. Sólo la conocéis cuando el caso se reabrió en 1993. Que además sabía con certeza que Roberto me conocía a mí. Que nos vio hablando en el pub. Claro, me preguntó qué buscaba y se ofreció a ayudarme. El dueño del pub reveló a los investigadores que Roberto se despidió del trabajo el día 28 (mi cruel noche) ya que le explicó que el 29 de agosto viajaba a Madrid. Reconoció que Roberto estuvo en el pub hasta las 3 o las 3.30 de la madrugada y que esa noche yo también estuve en el pub.

El segundo error del dueño del pub fue no decirles a la policía de Gandia, esa mañana fueron al pub, que Roberto ya había marchado a Madrid. Eso sí, tres años después recordaba perfectamente que Roberto se fue al Bacarrá. Que se lo dijo un matrimonio que coincidió con Roberto. Ay las coartadas y las mentiras… El dueño, que tanta memoria tenía para con Roberto, no supo dar detalles del matrimonio fantasma. Dijo que tendrían unos 27 años, y una niña de 8, es decir la tuvieron a los 20. Y son clientes del pub. Vaya, para ser clientes no sabe quiénes son ni donde viven, ni si vieron, coincidieron o estuvieron con Roberto de 3.30 a 6.00 horas. Al final reconoció que coincidieron en Bacarrá, que no es lo mismo que irse todos juntos a la discoteca.

Roberto volvió en Semana Santa de 1991 y el dueño del pub al verlo comentaron lo de mi muerte. La respuesta de Roberto fue que la policía ya le había tomado declaración en Madrid. Falso. Nunca fue citado ni tan siquiera constaba su nombre en ningún sitio… como la sombra que desapareció dejándome a merced de la muerte a la orilla del mar. En verano de 1991, Roberto volvió a la playa de Gandia. También en Semana Santa de 1992 y ese mismo verano. Nunca más volvieron a comentar el tema de mi muerte, es más, perdieron todo el contacto… Le mostraron la ficha policial de preso que Roberto tiene hecha en Carabanchel. El dueño del pub, lo reconoció sin ningún género de dudas.

Mi padre comenzaba a esbozar una leve sonrisa, sabía que su empeño por descubrir a mi asesino dependía de la pericia policial, de sus excelentes investigadores, y de la ayuda que por circunstancias desagradables mis amigas o las amigas de mis amigas podían brindarle. Cada una pasó su calvario, el mío quedó en las aguas cristalinas del Mediterráneo aquella noche de agosto de 1990. Mi padre, al que siempre he admirado y lo seguiré haciendo, solo esperaba las transcripciones de los teléfonos intervenidos así como de la correspondencia que Roberto emitiera desde la cárcel…
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 5

Entra el sol por los barrotes de mi celda. Estoy en el módulo tres de la quinta galería de Carabanchel. Aquí paso largas horas entre cuatro paredes. Hay un patio, sala de televisión y juegos, y un economato. Me tratan bien. Saben como las gasto y estoy aquí por una encerrona que me metieron dos pijas pavas de Madrid. Soy inocente. Como el resto de mis compañeros de galería. Me tienen respeto. Saben que no soy quien dicen ser que soy. Lo demuestro mostrando fotos de mis amigas. Si fuera culpable mi madre no me visitaría. Como mujer hubiese renegado de su hijo. Eso les convence. Yo soy así. Os dije que era el puto amo de la noche madrileña. Os dije en mi primer capítulo que me querían liar, que me querían meter aquello de la playa de Gandia, a mí por el solo hecho de pasar las vacaciones allí, a mí que ninguna chavalita por muy pija que sea se me resiste a la fuerza.

Mi madre está en Madrid. En su amplia y acristalada oficina. Mi hermano Luís está estudiando en Estados Unidos. Somos casi como dos gotas de agua. Luís sabe cómo soy y cómo me gusta divertirme. Mi madre está nerviosa por todo. Pero es mi madre. Me defiende siempre. Sabe que en el fondo… no soy mala persona. Mi madre está tan asustada por los comentarios que circulan por aquí Madrid que llama a EEUU a mi hermano. El Grupo Sexto de Homicidios, esos desgraciados que se han convertido en mi sombra, pillan la conversación y la graban, solo buscan implicarme. Menudos cabrones…



Madre: Bueno, yo te he mandado una carta
Luís: Ah, Ah.
Madre: Y lo que te explico ahí… también va para ti ¿me entiendes?
Luís: Ah, Ah
Madre: Te digo para que pienses… las cosas, porque vamos, que recapacites y todo, mientras estás allí, así que te he escrito un pliego.
Luís: Hum.
Madre: Así que…
Luís: ¿Cómo va todo por ahí?
Madre: Bien, tu padre también bien, estuve ayer a verle, está fuera y bueno, que te mandaba todos los lunes lo del Barcelona
Luís: Sí, me manda lo de la liga. Hoy he venido y no hay ninguna carta, me ha llegado la de mi hermano nada más.
Madre: Bueno, la otra la mandaría… si él dice que todos los lunes manda lo del Barcelona o lo que sea, de baloncesto de fútbol, o de…
Luís: Sí, le dije que me lo mandara de vez en cuando ¿y el primo? ¿Al final se ha ido a Salamanca?
Madre: Pues la verdad es que no he hablado de nada… Y oye, es que no me atrevo, hum… no sé, te lo preguntaría por carta. Del tema de aquello de Gandia… vosotros conocías a las chicas.
Luís: A aquello que pasó.
Madre: Sí.
Luís: Yo sí, y mi hermano también.
Madre: Madre mía.
Luís: ¿Por? ¿También lo están metiendo?
Madre: Me parece que sí.
Luís: Ah, Ah.
Madre: ¿Entiendes?
Luís: Ah, Ah
Madre: Lo que pasa es que no me…
Luís: Eso mándalo por fax, lo que sea
Madre: ¿Eh?
Luís: Que lo que sea, por ejemplo eso, que me lo puedes mandar o por fax o en una carta.
Madre: De todas formas sí, en una carta, a ver si me escribes tu lo que sepas o lo que no ¿entiendes?
Luís: Ah, Ah.
Madre: Y relaciones y todo, lo que conozcáis o lo que tu sepas.
Luís: Ah, Ah, vale.
Madre: ¿Entiendes?
Luís: Ah, Ah, pero por qué sabes que a lo mejor lo estaban metiendo.
Madre: Pues por… una llamada que he tenido… a Ignacio. ¿Ignacio qué puede tener que ver aquí?
Luís: ¿Ignacio?
Madre: Sí.
Luís: Pues… Ignacio nada, pero te ha llamado un amigo de Ignacio o…
Madre: Pues no. Bueno, pero es que no quiero hablar ¿sabes? Me da miedo.
Luís: Eso mándalo por fax, mándamelo por fax, así me dices lo de Ignacio o lo que sea.
Madre: Bueno, luego cuando recibas eso me escribes.
Luís: Ah, ah
Madre: Cuando recibas lo que…
Luís: Ya que lo único… espero a que llegue tu carta y te mando lo que sepa de eso, y luego mándame eso por fax y te lo mando todo en la misma carta ¿o no?
Madre: Vale.


Y mi madre y mi hermano Luís continuaron hablando de diversas cosas pero que nada tienen que ver con la investigación. Los sabuesos de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía en Madrid, los cabrones de mi sombra y los polis de la Judicial de Gandia no paraban de pisarme lo talones. Sabían que mi hermano y mi querida madre se iban a poner en contacto por carta dado que dudaban de las conversaciones telefónicas. Y así lo hicieron, ambos se escribieron mutuamente. Y solicitaron al juez que autorizara la orden al Jefe Provincial de Correos para intervenir la correspondencia y entregarla en el juzgado. Serán hijos de put*…todo vale para implicarme.

Yo estoy preso por la violación de María y la agresión sexual a Luisa. Aquí, entre barrotes y ruidos de puertas metálicas, paso las horas. Me entero de lo que se está tramando fuera, de lo que van largando los colegas por la noche de Madrid y pido permiso en la cárcel para poder llamar a mi madre. Es mi derecho, lo saben. Y me lo conceden. La llamo a casa y está. Se pone y charlamos…

Roberto: Oye, que sobre lo que me decías ayer, tu despreocúpate de eso.
Madre: Yo es que me cago por todo, hijo.
Roberto: Ya lo sé que te cagas por todo, mamá, ya sé que te cagas por todo, por todo, por todito; no hace falta que me lo digas, que ya lo se yo.
Madre: Entonces… claro, en cuanto me dicen una pregunta que asocio con algo…
Roberto: Si, ya lo sé; lo asocias con lo que pasó…
Madre: Sí.
Roberto: Entonces no te preocupes; a mí no me tienen nada que decir. Si aquel caso quedó cerrado hace mucho tiempo, eh?
Madre: Un momento; sí, pero lo están mirando.
Roberto: No, no, no; hacia mí no me pueden mirar nada.
Madre: Bueno, a mí el que lo miren, hijo mío, no me preocupa, ¿me entiendes? Lo que no quiero es que estés tú por el medio, ¿entiendes?
Roberto: Tú no te preocupes, ¿vale?
Madre: eh?
Roberto: Tú de eso no te preocupes; de ese caso no te preocupes, eh?
Madre: Es que han hecho preguntas.
Roberto: No; solamente me preguntó que donde veraneaba; como en la declaración…
Madre: Pero han preguntado, Roberto, por ahí…
Roberto: El psiquiatra.
Madre: No. Me han llamado hace poco para saber dónde habías estado en el verano del 90.
Roberto: ¿Que te han llamado?
Madre: Sí.
Roberto: ¿Quién?
Madre: Ignacio
Roberto: ¿Ignacio García?
Madre: Sí.
Roberto: Y eso ¿por qué?
Madre: ¿Eh?
Roberto: Bah! Tú déjate de eso.
Madre: Sí; que lo habían llamado a él.
Roberto: ¿Dónde había estado él?
Madre: Sí, que su había estado él pero contigo.
Roberto: ¿En el verano del 90?
Madre: Sí.
Roberto: ¿Conmigo Ignacio?
Madre: Sí.
Roberto: Ignacio no pudo estar conmigo en el verano del 90.
Madre: Sí, ya lo sé, pero bueno… el hecho de que pregunten, Roberto, no te lo quise decir porque no quería preocuparte. Claro, como ayer me has hecho esa pregunta, o sea…
Roberto: Tu de eso déjate de ese tema ¿vale? Ese tema… además hay una declaración en la que los del pub PK2 y una familia, una gente de Madrid, dice que estuve con ellos toda la noche en el… Bacarrá.
Madre: ¿Cómo, qué dices?
Roberto: Sí, que el dueño del PK2 dice que estuve toda la noche con él en el Boca Loca, digo en el Bacarrá, y una pareja de madrileños también dice que estuve con ellos en…
Madre: Pero cómo que dicen… ¿cómo tiene que ver contigo?
Roberto: Joder, cuando ocurrió aquello, que ocurrió en Gandia.
Madre: Sí,… no me hables.
Roberto: ¿Eh? pues me lo dijeron. Me dijeron que había ido la policía preguntando por mí y por… porque yo conocía a la persona, ¿sabes?
Madre: Sí.
Roberto: Entonces dijeron eso, y dijeron vale; y ahí se quedó todo. ¿Entiendes? Y luego no han vuelto a preguntar por mí ni nada, ya no ha vuelto a saberse nada. Entonces a Ignacio no entiendo cómo lo han llamado para preguntarle eso.
Madre: Pues porque alguien debe conocerte aquí en Madrid que tenga relación con él. Pero estuviste allí.
Roberto: ¿dónde?
Madre: Allí.
Roberto: ¿En dónde?
Madre: Bueno…
Roberto: En el 90 estuve contigo.
Madre: Sí, ya lo sé.
Roberto: Pues ya está.
Madre: Bueno… pues te digo que yo no sé, hijo mío.
Roberto: Tú déjate de ese tema, ¿vale?
Madre: Bueno,… pues te digo para que… si hablan fechas o cosas…
Roberto: Sí, del 1 al 15
Madre: Pues más o menos… pero dices, pues no me acuerdo cuantos días. Normalmente siempre íbamos del 1 al 15.
Roberto: Yo le dije semanas santas y puentes de mayo; es lo que dije.
Madre: O sea, que ya habían preguntado por ese tema por ti.
Roberto: Claro. Lo han preguntado por la declaración de la chica; dice que me ve en Benidorm, que me vio ese verano en Benidorm, ¿entiendes?
Madre: Bueno, pero te digo que el hecho de que me pregunten… no me cabe, ¿me entiendes? Y claro, pues ya es que me cago.
Roberto: Tu deja eso ¿vale?
Madre: Bueno
Roberto: Dile a Ignacio que diga la verdad. Ignacio no tiene por qué mentir. Ignacio no estuvo en el verano del 90 conmigo.
Madre: Sí, ya lo sé.
Roberto: Estuvimos tu y yo del 1 al 15, y se acabó.
Madre: Bueno, si ya lo sé, pero como le preguntaron…
Roberto: Y el día 15, además el día 15, si te acuerdas, nos fuimos a firmar a Madrid. El 14 nos fuimos a firmar.
Madre: Eso fue más tarde.
Roberto: No, no, no: en agosto fuimos a firmar al Juzgado porque estábamos cagados.
Madre: No, fuimos… bueno, pero… porque…
Roberto: Sí, nos fuimos hasta Madrid.
Madre: Pero que no tenía nada que ver con esto.
Roberto: Pero, bueno… que firmamos en el 15.
Madre: Pero es que no es del 15, te estoy hablando que eso fue después.
Roberto: Bueno, pero ya se sabe que yo estoy el 15 en Madrid, y que vuelvo otra vez, o sea que tu de ese tema despreocúpate.
Madre: Ya, ya, el caso es que están preguntando ¿eh?

Como veis, mi madre está preocupada. No para de llamar a unos y a otros para saber qué está tramando la Brigada Central. No se fía de nadie ni de nada. Ya sabe lo que es tenerme a mi preso, ya sabe lo que es visitar a un hijo en la cárcel por culpa de unas niñatas de 14 y 16 años que año y medio después se inventan lo que se inventan y como saben que tengo un corte en la mano y donde vivo me condenan por violarlas. Puto sistema corrupto…

Y mi madre erre que erre, vuelve a llamar a Estados Unidos para hablar con mi hermano mientras yo me pudro y paso mis años de inocente entre estas paredes…

Madre: Oye, ¿qué sabe Juan de las cosas de tu hermano?
Luís: Sabe… sabes aquella… sabe de una cosa nada más.
Madre: ¿Qué?
Luís: No sé si sabe lo primero ¿sabes?
Madre: Si.
Luís: Lo primero no sé si se lo contaron mi hermano o no, pero sabe… uno… lo que pasó, eso que te lo dije también, que se la llevó mi hermano en el vespino a una, que al final no la hizo nada, o sea, lo intentó pero no la hizo nada.
Madre: Si

Luís: Te lo conté cuando estuve en Madrid, ¿te acuerdas?
Madre: Sí, que me dijiste, bueno, que lo intentó, pero que luego no hizo nada, ¿no?
Luís: Sí, bueno, lo intentó, le empezó a dar un beso y no quería, y al final, nada, la llevó a casa. Pero no pasó nada ¿sabes? Y eso lo sabe, porque Juan la conoce mucho a esa chica, uy le dijo que le iba a denunciar y todo eso ¿sabes? La chica esa…
Madre: Madre…
Luís: Esta se llama… tu vete apuntando los nombres por si le salen…
Madre: Y ésta, ¿no sería del colegio?
Luís: Esa… no… esa era amiga de Chus. Del vecino, o sea que Chus lo tiene que saber también.
Madre: Buff, bueno, pero…


Y así, mi madre volvió a conocer un nuevo episodio mío mientras yo estaba en Carabanchel. Pero mi hermano Luís ya se encargó de decir que no había pasado a mayores. La muy guarra… Y así poco a poco supongo que os habréis hecho una idea de cómo soy y a qué me dedico cuando salgo. Os parecerá un perfil de psicópata sexual. Puede ser. Yo lo llamo divertirme y joderles la vida a los demás. Y me ha ido bien en la vida, si no llega a ser por las dos pavas pijas que me rajaron y se chivaron al año y medio, tal vez nunca me hubiesen relacionado con el nombre de Gandia. Ni en las Semana Santas que he pasado ni puentes de mayo ni vacaciones de verano. He sido y sigo siendo el puto amo de Madrid, el cachas al que todas se le acercan, al que todas confían que les lleva a casa o les acerque a algún sitio. Por eso nadie duda de mí. Por eso las atemorizo de tal forma que se quedan bloqueadas y prefieren ni denunciar ni contar nada, simplemente se alejan de mí. No lo entiendo. Han sido mías. Y encima se van… serán putas las mujeres… bueno, no todas claro está, mi madre no lo es.

Y los cabrones de Homicidios, me siguen pinchando el teléfono a mi madre y al dueño del pub…

Unknow
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 6

Os lo dije en el primer capítulo, en el que me describía yo a mí mismo a la perfección, aquel capítulo donde me conocisteis cuando encandilé a María y a Luisa. Os dije que esos cabrones de Homicidios querían implicarme en lo de Belén y la playa de Gandia. Y me pringaron. Los de Homicidios, me espiaron día y noche, semana tras semana a mí y a toda mi familia. Esos polis lograron reunir en una maldita caja un total de 131 cintas donde salía mi voz, la de mi madre y la de mi hermano. Todo les vale para colgarme el marrón de aquel agosto de 1990 en la playa de Gandia. A mí, que como sabéis, soy un chico atractivo, cachas, al que le gusta darle a las mujeres lo que piden, aunque no lo pidan pero a mí me pone verles la cara de susto y dejarles mi huella.


Yo creo que la culpa de todo esto lo tienen el padre y la madre de Belén, un matrimonio que ha perdido a su hijita y que como están muy bien posicionados en Madrid buscan y rebuscan para averiguar con quién se marchó, y nunca mejor dicho, su hija esa noche. Yo sí sé con quién me marché. Belén también sabe con quién se marchó esa noche. Y lo peor de todo es que todos les hacen caso, han puesto toda la maquinaria del estado policial a buscarme las cosquillas. Y no solo a mí, sino a toda mi familia.

Me sientan en una sala y ponen una cinta con la voz de mi madre y la de mi hermano Luis que está estudiando en Estados Unidos…

Luis: Te mandé una carta… esa en la que te puse lo de Roberto.
Madre: A mí no me ha llegado nada.
Luis: Pues a mí me extraña de que… iba lo de Gandia… iba lo otro…
Madre: Pero te dije que no explicaras demasiado, que me dijeras… ¿qué ponía?
Luis: Por encima, sabes ¿… lo que hicimos, pero… que… no sé, todavía no sé lo que pasó con lo de Gandia; lo que hacíamos… que las vimos… que estuvimos con ellas… hola, buenos días y ya está.
Madre: Ah! Buenos días… pero tú de ese día no sabes nada…?
Luis: Ese día… yo me fui pronto a casa, el Roberto volvió más tarde, pero me extraña… no creo que haya pasado nada.
Madre: ¿Pero estuvo él ese día con ella?
Luis: Pues… a primera hora de la noche. A primera hora de la noche estuvimos mi hermano y yo con ellas, luego se fue mi hermano, me quedé yo con ella, ella no salió, y luego… yo no se si me fui a casa y Roberto siguió con ella o no sé…

Madre: Pero tu ¿hasta qué hora estuviste con ellas?
Luis: No, yo no estuve… o sea estuve media hora con ellas.
Madre: A las nueve de la noche?
Luis: No, a las doce o por ahí
Madre: y te invitaron a la fiesta esa que decían en la playa?
Luis: Eh… no. Yo fui a una fiesta en la playa… no, yo no estuve… no; en la fiesta de la playa yo no fui, porque mi hermano si fue, pero esa era una fiesta fuera de la playa… no era…
Madre: Bueno, bueno…
Luis: Entonces esa no… y que luego vi a una de las amigas.
Madre: Y ¿qué te dijo?
Luis: qué tal? Y no sé qué, pero eso debe ser… que está mi hermano también… que … le conocía; si quieres yo con ellas me llevo bien con todas, lo único es que después de eso ya…; una de las amigas empezó a contar…
Madre: Pero ese mismo día estuvisteis… porque no sabes que tu hermano estuviera con ellas hasta tarde?
Luis: Nosotros las vimos un rato y nos fuimos, pero… si no… yo no sé luego qué pasaría, yo me piré.
Madre: Bueno… tú te quedaste con ellas y él se marchó.
Luis: pero yo luego me fui a casa a las cuatro de la mañana, cuando empezó
Bacarrá, la discoteca… entonces…
Madre: O sea, tu estuviste con ellas hasta las cuatro?
Luis: yo estuve… a las… entre doce y dos y media, por ejemplo, yo me fui a otro pub
Madre: él estaba allí contigo?
Luis: Él se fue también, se metió en el PK2 y luego yo, cuando me aburrí me fui a casa.
Madre: El PK2 que era?
Luis: El pub
Madre: El pub?
Luis: …donde se suponía que trabajaba Roberto.
Madre: Es que como yo leí que ellas se habían ido a la discoteca… Bueno, es igual, ya miraré a ver si llega el correo hoy, porque es tan lento…
Madre: Bueno, lo máximo que puede ocurrir es que te la devuelvan, me entiendes?
Luis: Eso puede ser…
Madre: Pero pone…
Luis: A mí ya me extraña… van tres semanas por lo menos, y a Madrid no tarda más. Le llegó la carta a Ana?
Madre: No
Luis: Pues hace bastante, la mandé en febrero más o menos.
Madre: A mí no me ha dicho nada…
Luis: Le quieren meter una cosa de… eso… de lo de Gandia o…? algo de eso?
Madre: No, de momento se paró todo, o sea que ya veremos a ver… me pone mal cuerpo…
Luis: Y a qué tuvo que ir el miércoles o el jueves al juzgado?
Madre: Pues a que le mirase el forense las heridas, pues como dice que le cortaron, pues a mirarle a ver las heridas que tiende de cuando… pero no le escribas a tu hermano nada de que te vas a ir a Cancún ni a ningún otro sitio, eh?
Luis: No, no… nada
Madre: Me refiero porque encima va a decir, él aquí…
Luis: Bueno…
Madre: Eh?
Luis: Para que no se ponga nervioso…
Madre: Nada, nada más que tu vida de allí y ya está… a ver cómo te va… nada que se pueda leer en una carta, me entiendes?
Luis: Ya, ya
Madre: O sea, tu cuando le escribas… nada que se pueda oír… o sea que si un día se pierde una carta… nada que hable de nada… nada más que vuestra vida y… de que…
Luis: Le digo yo lo que hago aquí y ya está…
Madre: Nada, que bueno… que… nada que puedan coger una carta y que ponga cosas que no debamos… vale?



Y así, los de Homicidios interceptaron todas mis conversaciones y las de mi familia en 131 cintas además de cuatro cartas mías y tres de mi hermano Luis que le habíamos mandado a mi madre. Puto sistema democrático, ahí no les duele violar mi intimidad, serán cabrones… Y ante el cariz que tomaban los hechos, la cabezonería de los policías de Gandia y los del Grupo VI de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía, mi mamá supo reaccionar a tiempo, dando instrucciones a mi hermano para que no nos pillaran las conversaciones ni por teléfono ni por carta, y además me contrató a lo mejor de lo mejor de la abogacía madrileña, que para eso están. Mi madre contactó con José Emilio Rodríguez Menéndez y con Marcos García Montes para que me sacaran de este embrollo, de este lío que me querían colgar los polis de Gandia y de Madrid.

Las cartas ya se habían decantado. Era normal que yo buscara cualquier resquicio legal para que no me culparan de la violación y muerte de Belén. Se destapó cuando el juzgado tuvo que comunicar a mi madre y al dueño del PK2 que sus teléfonos, por orden judicial, habían sido intervenidos. Las conversaciones ya las habían grabado, así que solo me quedaba confiar en mis abogados, no en la justicia. Por culpa de la justicia estoy yo aquí en Carabanchel preso por dos pavas pijas a las que me llevé a la oficina de mi madre, así que no pienso pagar por otro delito y menos con un cadáver por en medio. Hasta ahora me he librado de todas las violaciones que he cometido. Nunca podrán probar nada. Las tengo al querer, atemorizadas, aterrorizadas, y cuando más tiempo pasa más difícil es que me acusen de lo de Semana Santa, así que por culpa de las heridas que me causaron María y Luisa solo he tenido que pagar por ello, por esas dos niñas pijas de 14 y 16 años que por su culpa estoy aquí entre estos fríos barrotes de acero. Y por ahí no paso. No me voy a comer más marrones. Soy el puto amo y siempre he salido airoso de todas las agresiones que he cometido. Bueno, de todas menos la de las pijas. Joder, no me las quito de la cabeza, por su culpa estoy yo aquí, mi madre por ahí sufriendo por mí, y mi hermano viajando y estudiando por medio mundo. No hay derecho.

Ya os decía yo que mis abogados eran la caña. Han pedido que se anulen las conversaciones que nos han grabado a toda la familia, que lo han hecho a traición y además como saben de leyes se les ha pasado un par de días desde que el juez ordena intervenir nuestros teléfonos hasta que la Telefónica lo hace y por esos días se va a ir todo a la mierda. Son unos cracs. Son nulas de pleno derecho ya que las han obtenido ilícitamente. Que se jodan!!! Los polis, los de Gandia, los de Madrid, las niñas pijas, los padres de Belén, tooodo el mundo que se joda…. Os dije que soy el puto amo y no me creías eh!

Nos llamaron a mí y a mi madre. Esa mañana los del furgón de conducción de presos me llevaron de Picassent a Gandia. Yo había hecho noche en la cárcel valenciana y solo pensaba en ver a mi madre y abrazarla. Allí estaba, toda rubia ella y perfecta, como siempre. Al verme entrar esposado en el juzgado número tres de Gandia se levantó y quiso abrazarme. Los de verde, esos cabrones de la Guardia Civil no la dejaron. Si fueran hombres, no me lo hubieran hecho si no llego a estar esposado. Les meto una que se tragan el tricornio. Mi madre no se la toca, y si pide una cosa se le da y punto. Tiene derecho a ver a su hijo, a abrazarme, a tranquilizarme, a besarme, a tocarme… pero no, el puto sistema dice que soy un preso por violación que voy camino de otra condena. Para ellos soy escoria humana. Y una mierda. Ellos sí son hijos del sistema, del que inventaron ellos. Yo no. Yo soy libre, hago lo que me da la gana. Así me han enseñado y así lo he hecho toda mi vida. Mamá te quiero.

El repeinado del juez abre ante nosotros, ante mi madre y ante mí, las cartas que nos hemos enviado todos. Gilipollas. En la primera, facturas. En la segunda, papeles de la empresa. La tercera, el muy listo se la queda, dice que hay cosas que pueden tener relevancia con lo de Belén. Y él que coxx sabrá de Belén, de la playa y de mí. Será… y la mete en un sobre grande del juzgado y nos hace firmar detrás a todos los que estamos en la habitación. Emilio Rodríguez, mi abogado, me sonríe entre esa barba canosa que le caracteriza. Este tío vale, este tío me gusta mamá.

Y el repeinado del juez dice que me siente en el primer banco de la sala de vistas. Que van a preguntarle a mi madre. Por Dios que no la metan en esto que me los cargo a todos. Por ahí sí que no paso. Le advierten que si quiere puede no declarar porque soy su hijo. A buenas horas, después de todo lo que han montado. Pero mi madre… es mi madre. Contesta con esa energía que la caracteriza y dice que no tiene miedo de nada, Que no recuerda qué apartamentos alquilamos ese maldito agosto de 1990, que solo sabe que era al final de la playa antes de llegar a unos chalets y cerca del Hotel Tres Anclas. Y no recuerda qué fecha volvimos a Madrid. Tampoco recuerda a qué hora volví yo la noche del 28 al 29 de agosto, dado que no suele controlarnos. Somos mayorcitos repeinado. Mi madre le responde al juez que se enteró de la muerte de Belén cuando bajó a tomar café, sobre las ocho o las nueve de la mañana. Solo la pillan cuando dice que al hacer averiguaciones sabe que yo conocía a Belén, Joder, mamá, me has fallado y mira que lo habíamos ensayado… Poco a poco se caldea el ambiente, veo que mi madre no está saliendo tan airosa como esperaba. Yo sudo. Es raro, porque solo me ocurre cuando hago pesas en el gimnasio. Sudo porque el repeinado del juez le pregunta por qué mi hermano Luis cuando le manda una carta a mi madre nunca cita el nombre de Belén, sino que lo hace con una “V” y un círculo… ella contesta que por el miedo que tenía a que me involucraran en el caso de Gandia. Aprieta y le vuelven a preguntar por qué mi madre nos da instrucciones por teléfono para que no hablemos del tema. Y ella contesta seria que para que no involucren a ninguno de sus hijos. Amor de madre, sí señor.

Y el pesado del abogado de Belén erre que erre. No está contento con haberme traído de Carabanchel aquí que ahora empieza a meterme el miedo en el cuerpo. Otro gilipollas. Va y me pregunta si soy zurdo o diestro. Pues claro que soy zurdo, no lo ve? Pero mi abogado sale al quite de esta pregunta envenenada y me pregunta si tenía yo el brazo escayolado. Yo le digo que sí, que tenía el brazo zurdo escayolado. Y de repente, otra vez… el abogado de Belén… que si cuando fui a Madrid a firmar al juzgado estaba escayolado o no. Joder…. Que nos pillan. Si fui a firmar… y soy zurdo… y firmé… pues cuando fui a Madrid no llevaba la escayola. Y para qué coxx querrá saberlo si yo fui a Madrid el 14 de agosto y volví. Putos picapleitos liantes…

Os acordáis del matrimonio de Madrid que me vio en el Bacarrá? Pues dale que te pego, otra vez. Y me preguntan por ellos. Sí, los conozco, no sé cómo se llaman, pero estaban casados y no tenían hijos. Mira… el picapleitos de Belén frunce el ceño. Será gilipollas el tío. Y se pasan media hora preguntándome si conocía a Belén, si me dijo lo de las llaves, si había hablado con ella, si Belén, si Belén, si Belén… y yo a todo no. Parecía el Doctor No.

Y vuelve el repeinado del juez a preguntarme a qué hora volví a casa esa noche. Joder, a la hora normal, a las seis de la mañana por lo menos. Y sí, me fui solo, dejé al matrimonio y al dueño del PK2 cuando cerraron Bacarrá y me fui a mi casa andando al final de la playa sí. Vamos con la siguiente pregunta señor juez. Un respeto a Su Señoría, usted se calla y aquí quien dice las cosas soy yo no usted, entendido? Vaya rapapolvo que me pega el repeinado. Ahora me pregunta si estoy dispuesto a someterme a una prueba hematológica. Pues si, no tengo nada que esconder. Y el abogado de Belén me pregunta a qué fui yo a Madrid el 14 de agosto de 1990. A ti te voy a contestar… pues me negué a decirle la verdad. Me negué a contestarle. Si quería que le dijese que fui a firmar porque estaba en libertad condicional acusado de un delito de violación y otro de abusos sexuales, pues se quedó con las ganas. No contesto a esa pregunta señor letrado ¿se dice así?

Y me subo al furgón de nuevo. No me dejan despedirme de mi madre. El protocolo de conducción de presos es muy estricto. Y una mierda. Mira Julián Muñoz. Y de vuelta a Picassent y de ahí a la mañana siguiente a Carabanchel. Allí me llega una buena noticia. Gabriela Bravo, la fiscal confirma lo de mis abogados, que en aras de la seguridad jurídica, decreta la nulidad de las intervenciones telefónicas. Esto pinta bien. Son unos putos cracs esos abogados míos.

Ale repeinado juez, chúpate esa…
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 7
Safor Crim
HISTORIA DEL CRIMEN EN LA SAFOR
miércoles, 29 de agosto de 2018


Ha llegado el final, el último capítulo de mi vida, aquella que perdí en la playa de Gandia la noche del 28 al 29 de agosto de 1990 y que años después todavía algunos recuerdan y otros no olvidan. Yo siempre creí en la justicia y en la fe cristiana. Así me educaron mis padres. Yo no soy nadie para juzgar lo que me hicieron. Me tocó. Como le hubiera podido tocar a cualquier chica joven como lo era yo. Simplemente quienes compartimos relación judicial con Roberto sabemos cómo es y de lo que es capaz. No sé si este depredador sexual, este psicópata agresivo repleto de músculos, se habrá arrepentido alguna vez en su vida. Yo creo que no. Lo más chocante es que no le deseo el mal. Él me lo hizo. Él nos lo hizo a mi familia. Solo el día en que muera será juzgado por el único que sí sabe la verdad. Y a él no se le puede ocultar. Me crié en el seno de una familia muy religiosa. La justicia puede equivocarse. La fe que he compartido estos 17 años de vida me ha permitido afrontar mi nuevo estatus y por extensión, esa fe ha mantenido viva y unida a mi familia. Mis padres y mi hermano y mi hermana, no hubiesen nunca podido aguantar lo que me ocurrió de no ser por la fe que profesan. Sé que para algunos de vosotros y vosotras esto os parecerá irreal, que actuaríais movidos por la sed de venganza. Nosotros solo actuamos movidos por la fe y por la justicia de hacer justicia. La terrenal, en la medida de nuestras posibilidades, es cuestión de tiempo y arrepentimiento. El perdón es mucho más difícil de conseguir. Él no lo conseguirá de la sociedad. Os lo aseguro.


Cuando comenzaba el verano de 1993 y el sol empezaba a mostrar su lado más fuerte… cuando volvería a calentar con sus rayos imponentes esa arena fina que tenéis en la playa de Gandia… cuando se iban a cumplir tres años de mi violación y mi asesinato… cuando algunos daban por cerrado mi caso, esa tenacidad de mi padre y mi madre, esa dedicación en cuerpo y alma de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía en Madrid y en Gandia, esa espina clavada que tenían Celestino y Marchante…, consiguieron aportar ante el juez esos indicios para que mi nombre volviera a retumbar en la cabeza de mi asesino. El juez de Gandia ante el giro que estaba dando la investigación dictó auto de imputación contra Roberto para que fuera trasladado con urgencia de la cárcel de Carabanchel a Gandia.


La sala de color caoba con el escudo constitucional detrás marca cierta distancia entre quien acude voluntariamente y quien lo hace a requerimiento de un juez o en este caso, un detenido por varias agresiones sexuales. La tercera planta de los juzgados de Gandia es fría. Como mi caso. En una parte, debajo del tablón de edictos judiciales está una rubia despampanante, arreglada y acicalada, entrando y saliendo a la escalera y empalmando cigarrillos uno detrás de otro. Es ella. La que tantas veces intentaba negar la evidencia, la que educó a Roberto, la que le asesoraba sobre la asfixia sexual. La que nunca dio un bofetón a tiempo ni una reprimenda a quien iba por ahí destrozando la vida de muchas chicas, algunas de ellas forzadas a ser mujeres antes de tiempo. Le incomoda la presencia de una persona en la sala. Es normal. Es el amigo de mis padres. A ella no le gusta esa amistad. A mí sí. Gracias por haber estado siempre ahí, a nuestro lado.


Llega Roberto y lo entran por la puerta que da acceso al despacho del juez. Los dos guardias civiles que le escoltan, así como los refuerzos se mantienen de pie cercando a Roberto que, esposado, sigue mostrando ese aire chulesco que le caracterizó y que le sirvió para embaucar a muchas chicas. Está cuadrado, practica full-contact y en la prisión no olvida su cita diaria con el gimnasio.


Todos entran en la sala de vistas. Mi abogado, el de Roberto, la Fiscal y por último lo hace el juez quien, en nada más aclarar los preceptos ordena a los agentes que traigan al detenido. Roberto pide que le quiten las esposas para poder declarar mejor. Su Señoría dice que nanai. Que no. Y Roberto se sienta cabreado. Su repeinado no le respeta. El Juez le ordena que se levante y que comparezca de pie y conteste a todo lo que se le pregunta. Roberto insiste en poder sentarse y ponerse cómodo. Usted se calla y hace lo que le ordeno. ¡Levántese y respeto a este tribunal! El juez sabe muy bien a quien tiene delante y lo que representa. Es padre también. Sabe que no puede dejarse llevar por sentimientos. No quiere contaminarse de lo que ha hecho con otras chicas hasta hoy el reo que dice llamarse Roberto. El juez es humano, la justicia no es humana.


Lo primero que el juez advierte a todos los presentes es lo que acaba de firmar: un auto donde se rebela contra la Fiscal y le planta cara señalando que no ha lugar anular las conversaciones telefónicas entre Roberto, su hermano y su madre. Pronto protestaron los abogados de Roberto y la Fiscal. El juez fue implacable e inflexible. El tiempo transcurrido desde que yo autoricé las grabaciones y la conexión de los teléfonos por parte de la Policía fue de cinco días, por tanto, para mí el plazo de los 30 días son a partir de la conexión no de cuando firmé la autorización. ¿Queda claro? Lo mando y firmo en Gandia…


Y el dueño del pub PK2 volvió a pasar por la tercera planta de la Comisaría de Gandia. Esta vez, tres años después de mi asesinato, sí que conocía a Roberto y sí lo tenía de camarero en julio y agosto de 1990. Reconoció que mantenía una amistad íntima con Roberto y que salía con él a veces después de cerrar el pub. Dijo conocer al matrimonio de Madrid pero nunca supo aportar datos sobre ellos y se quitó de en medio señalando que esa noche, no estuvo con Roberto. Tres años después se acordaba que justo esa noche, de las 60 que estuvo con Roberto, no salió con él. Y no lo dudo, pero no deja de llamarme la atención. Recordó también que Roberto esa noche salió de trabajar del pub a las 2,30 porque al día siguiente se iba a Madrid.


Por fin el dueño del pub dijo ante el juez que yo había ido varias veces al pub donde trabajaba Roberto, y que esa noche… mi fatídica noche sí estuve en PK2 y que hablé con Roberto. Os acordáis que me preguntó desde la cabina ¿qué buscaba? Las malditas llaves.


Mi desgracia fue también que los medios que habían cuando a mí me asesinaron no son los que hoy tenéis. Afortunadamente han mejorado y especializado. En mi caso, mis padres tuvieron que pedir un informe médico-legal realizado por expertos forenses donde se puso en evidencia que en mi autopsia no se estudió nada sobre mí, únicamente se escribió a duras penas cómo me habían encontrado y las marcas que tenía. Ya lo sé que os parecerá increíble. Sé que ahora de nada vale echar las culpas a nadie. Gracias a Dios y a la Ciencia esto se ha podido mejorar y superar. Lo veis todas las semanas en CSI. No olvidéis que la realidad siempre supera la ficción. Y así pues, de mi autopsia no se pudieron aportar datos como la causa de la muerte exacta, si había ingerido alcohol o drogas antes de mi muerte, si fue el agua del mar quien me asfixió por estar inconsciente y sumergida en el agua, si fallecí por estrangulamiento, etc, etc, etc…


En él los forenses, a tenor de mi rigidez cadavérica, pudieron aportar su opinión científica para datar la hora de mi muerte hacia las 3,30 horas de la madrugada del 29 de agosto de 1990. Esa noche, esa hora, esa coartada que nunca tuvo Roberto… ese fue mi final.


El dato más revelador del informe médico-legal y que se les había pasado a todos, incluido los agentes de la Científica que actuaron, fue cómo me asfixiaron. Todos creían que era una mano derecha quien me sujetaba por detrás para que otro pudiera violarme y asesinarme. Craso error. Los forenses aportaron en 1993, tres años después y a petición de mis padres, la verdad de mi agresión: no fueron realizadas con una mano derecha. No olvidéis que la regla general en la práctica médico forense difiere de la técnica de investigación policial ya que aconseja que no se interpreten los hallazgos traumáticos para establecer una hipótesis de cómo pudieron tener lugar los hechos. Lo más adecuado es que, una vez propuestas una o más teorías, se compruebe si pudieron dar lugar, o no, a las lesiones encontradas.


Así se pudo dejar claro que era necesario tener en cuenta la situación de mi agresor: no es lo mismo que me atacara por delante que por detrás, dado que las lesiones que yo tenía en el cuello variarían. Y así logramos dar con ese detalle. Mi agresor era zurdo. Volcó toda su fuerza y toda su ira sobre mi cuello mientras me violaba. ¿Os acordáis del episodio de la asfixia sexual de Roberto en las oficinas de su madre con María y Luisa? Pues aquí se dejó claro que la convexidad de las marcas las había hecho un zurdo. A mí me violó y asesinó un zurdo.


Y así quienes durante años no descansaron su mente hasta dar con mi asesino, lograron reunir pruebas suficientes para encausar a Roberto y acusarlo de la violación y homicidio de Belén Lomba Fernández. Todas las agresiones sexuales en la que está implicado reúnen entre sí características comunes tanto en cuanto a la relación con las víctimas como las lesiones que produce en ellas y la reacción posterior a la agresión.


Ya sabéis que la Justicia tiende siempre a juzgar hechos aislados, en lugar de personas, tendencia que suele ser alegada por los abogados con una pretensión de defensa la mayoría de las veces, para hacer ver siempre la explicación humana que justifica cualquier delito. Y así lograron sentarlo ante un tribunal en la Audiencia Provincial de Valencia.


Mi abogado sacó toda su artillería pesada con esa educación exquisita y ese hilo de voz que tranquiliza a vivos y muertos. Desplegó todos sus encantos y mostró que la forma de actuar de Roberto presenta una continuidad en el tiempo, lo que hace que se le considere un multiviolador con un índice de peligrosidad y con una manera de actuar siempre tan igual que constituye sus señas de identidad como delincuente y como violador.


Todos los amigos de Roberto hablan de un tipo violento, algunos le califican de loco, tiene una característica afición por las artes marciales, es pendenciero y se dedica a actividades más o menos ligadas con el matonismo, entre ellas vigilante de discoteca. Pero además tiene una peculiar idea de las mujeres, según quedó acreditado en un informe psicológico. Por el contrario, a su madre la tiene mitificada.


Todas las víctimas de Roberto han sido chicas conocidas por él, jóvenes con quienes entablaba relación antes y a las que deslumbraba al principio hasta ganarse su confianza y llevarlas a una situación y a un lugar donde ellas van confiadas y el perpetra su agresión.


Todas las victimas de Roberto mostraban siempre las mismas agresiones durante la violación como son los golpes en la cara y el intento de estrangulamiento que produce una sensación de asfixia. Conmigo lo consiguió. A mí sí me mató. En todas ellas dejaba sus señales en el cuello.


En todas las agresiones, excepto en la mía, Roberto lejos de huir permanecía al lado de las víctimas. En un caso en la playa de Gandia, anterior al mío, se quedó varios días sin separarse de la cama donde dormía la chica que había violado. En el caso de María y Luisa, acordaos, se metió en el taxi. En otra tercera, después de violarla, la llevó en moto hasta su casa advirtiéndole de lo que le iba a ocurrir si denunciaba. En mi caso, me desnudó completamente y me tiró al mar llevándose aquella sombra maldita mi ropa y arrojándola mientras se marchaba a su casa. Es pues un hombre frío y peligroso que deja a sus víctimas, cuando las deja vivas, absolutamente aterrorizadas. Un tardó un año en denunciar, otra no se ha atrevido, otra se lo contó a un amigo pero no se atreve a decirlo en un juzgado y a mí no me dio tiempo ni me dejó que pudiera contarlo a nadie. Otros, estas semanas lo han hecho por mí y lo habéis compartido y sentido conmigo.


Los abogados de Roberto defendieron su inocencia, basaron los informes en intentar hacer creer que se le culpaba a Roberto por sus antecedentes como agresor sexual y no por las pruebas halladas. Ya os dije cómo quedó la escena del crimen. Ya os dije que los avances técnicos jugaron en contra de mi… hoy sería impensable que el furgón del Laboratorio de Actuaciones Especiales, ese furgón a caballo entre quirófano y sala de autopsias, no apareciese en la avenida del Nord de la playa de Gandia donde yo aparecí. Hoy ya no se estudia ni aplica la ciencia forense como se hizo aquel agosto de 1990. No se pudo probar un solo indicio racional, una prueba irrefutable de que Roberto hubiese estado allí, en la arena, conmigo buscando las llaves. No hubo principio de transferencia, no se obtuvo ni una sola epitelial de mis uñas, ni un pelo que le pude arrancar, nada de nada de nada que afirme al cien por cien o al menos al 99,9% que Roberto me violó y me asesinó. Caso cerrado, Caso juzgado. En España no se puede juzgar a una persona dos veces por el mismo delito. Hemos perdido. Aun así gracias a todos por ayudarme, me reconforta ver de nuevo a quien me vio por última vez. Ahora Roberto puede jactarse de haber sido él. Han pasado más de 20 años y mi asesinato, el Crimen de Belén, ha prescrito. Ya no hay culpable ante la ley. Sí ante mí y ante Dios. Algún día, seguro, nos volveremos a cruzar…


Toda mi historia se ha reducido en estos capítulos a contaros quien era, como era y qué hacía en la playa de Gandia aquel agosto de 1990. Habéis puesto cara al nombre de Belén. Ya os lo agradecí en aquel capítulo donde os contaba quién era, cómo me fui de casa aquella noche y como me despedí de mi padre. Durante estos capítulos habéis recordado mi caso. Habéis formado parte de mi familia virtual al dejarme compartir con vosotros episodios de mi vida que solo conocían los allegados. Os habéis puesto en el sitio de mis padres, y de qué ocurre cuando una hija tuya de 17 años se va a los pubs de la playa de Gandia y ya no vuelve.


Hoy… desde la distancia…., desde el paso de los años… me conforta ver a mi hermano hecho todo un hombre y a mi hermana felizmente casada. Mi hermana hace poco me ha hecho el mejor regalo de mi vida. Desde aquí, desde ese lugar que muchos teméis, yo seguiré aportándoles lo mejor de mí e intentaré guiarles tal y como nuestros padres nos inculcaron.


Gracias hermana por ese regalo que me has hecho y del que siempre cuidaré y estaré orgullosa. Aunque nos conocimos poco porque yo era la mayor, hoy sí que te puedo decir… te quiero tata. Y a ella… que crezca sana y feliz. Y orgullosa de su nombre. Su tía siempre la adorará.
 
ASESINATO BELEN LOMBA. PARTE 7
Safor Crim
HISTORIA DEL CRIMEN EN LA SAFOR
miércoles, 29 de agosto de 2018


Ha llegado el final, el último capítulo de mi vida, aquella que perdí en la playa de Gandia la noche del 28 al 29 de agosto de 1990 y que años después todavía algunos recuerdan y otros no olvidan. Yo siempre creí en la justicia y en la fe cristiana. Así me educaron mis padres. Yo no soy nadie para juzgar lo que me hicieron. Me tocó. Como le hubiera podido tocar a cualquier chica joven como lo era yo. Simplemente quienes compartimos relación judicial con Roberto sabemos cómo es y de lo que es capaz. No sé si este depredador sexual, este psicópata agresivo repleto de músculos, se habrá arrepentido alguna vez en su vida. Yo creo que no. Lo más chocante es que no le deseo el mal. Él me lo hizo. Él nos lo hizo a mi familia. Solo el día en que muera será juzgado por el único que sí sabe la verdad. Y a él no se le puede ocultar. Me crié en el seno de una familia muy religiosa. La justicia puede equivocarse. La fe que he compartido estos 17 años de vida me ha permitido afrontar mi nuevo estatus y por extensión, esa fe ha mantenido viva y unida a mi familia. Mis padres y mi hermano y mi hermana, no hubiesen nunca podido aguantar lo que me ocurrió de no ser por la fe que profesan. Sé que para algunos de vosotros y vosotras esto os parecerá irreal, que actuaríais movidos por la sed de venganza. Nosotros solo actuamos movidos por la fe y por la justicia de hacer justicia. La terrenal, en la medida de nuestras posibilidades, es cuestión de tiempo y arrepentimiento. El perdón es mucho más difícil de conseguir. Él no lo conseguirá de la sociedad. Os lo aseguro.


Cuando comenzaba el verano de 1993 y el sol empezaba a mostrar su lado más fuerte… cuando volvería a calentar con sus rayos imponentes esa arena fina que tenéis en la playa de Gandia… cuando se iban a cumplir tres años de mi violación y mi asesinato… cuando algunos daban por cerrado mi caso, esa tenacidad de mi padre y mi madre, esa dedicación en cuerpo y alma de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía en Madrid y en Gandia, esa espina clavada que tenían Celestino y Marchante…, consiguieron aportar ante el juez esos indicios para que mi nombre volviera a retumbar en la cabeza de mi asesino. El juez de Gandia ante el giro que estaba dando la investigación dictó auto de imputación contra Roberto para que fuera trasladado con urgencia de la cárcel de Carabanchel a Gandia.


La sala de color caoba con el escudo constitucional detrás marca cierta distancia entre quien acude voluntariamente y quien lo hace a requerimiento de un juez o en este caso, un detenido por varias agresiones sexuales. La tercera planta de los juzgados de Gandia es fría. Como mi caso. En una parte, debajo del tablón de edictos judiciales está una rubia despampanante, arreglada y acicalada, entrando y saliendo a la escalera y empalmando cigarrillos uno detrás de otro. Es ella. La que tantas veces intentaba negar la evidencia, la que educó a Roberto, la que le asesoraba sobre la asfixia sexual. La que nunca dio un bofetón a tiempo ni una reprimenda a quien iba por ahí destrozando la vida de muchas chicas, algunas de ellas forzadas a ser mujeres antes de tiempo. Le incomoda la presencia de una persona en la sala. Es normal. Es el amigo de mis padres. A ella no le gusta esa amistad. A mí sí. Gracias por haber estado siempre ahí, a nuestro lado.


Llega Roberto y lo entran por la puerta que da acceso al despacho del juez. Los dos guardias civiles que le escoltan, así como los refuerzos se mantienen de pie cercando a Roberto que, esposado, sigue mostrando ese aire chulesco que le caracterizó y que le sirvió para embaucar a muchas chicas. Está cuadrado, practica full-contact y en la prisión no olvida su cita diaria con el gimnasio.


Todos entran en la sala de vistas. Mi abogado, el de Roberto, la Fiscal y por último lo hace el juez quien, en nada más aclarar los preceptos ordena a los agentes que traigan al detenido. Roberto pide que le quiten las esposas para poder declarar mejor. Su Señoría dice que nanai. Que no. Y Roberto se sienta cabreado. Su repeinado no le respeta. El Juez le ordena que se levante y que comparezca de pie y conteste a todo lo que se le pregunta. Roberto insiste en poder sentarse y ponerse cómodo. Usted se calla y hace lo que le ordeno. ¡Levántese y respeto a este tribunal! El juez sabe muy bien a quien tiene delante y lo que representa. Es padre también. Sabe que no puede dejarse llevar por sentimientos. No quiere contaminarse de lo que ha hecho con otras chicas hasta hoy el reo que dice llamarse Roberto. El juez es humano, la justicia no es humana.


Lo primero que el juez advierte a todos los presentes es lo que acaba de firmar: un auto donde se rebela contra la Fiscal y le planta cara señalando que no ha lugar anular las conversaciones telefónicas entre Roberto, su hermano y su madre. Pronto protestaron los abogados de Roberto y la Fiscal. El juez fue implacable e inflexible. El tiempo transcurrido desde que yo autoricé las grabaciones y la conexión de los teléfonos por parte de la Policía fue de cinco días, por tanto, para mí el plazo de los 30 días son a partir de la conexión no de cuando firmé la autorización. ¿Queda claro? Lo mando y firmo en Gandia…


Y el dueño del pub PK2 volvió a pasar por la tercera planta de la Comisaría de Gandia. Esta vez, tres años después de mi asesinato, sí que conocía a Roberto y sí lo tenía de camarero en julio y agosto de 1990. Reconoció que mantenía una amistad íntima con Roberto y que salía con él a veces después de cerrar el pub. Dijo conocer al matrimonio de Madrid pero nunca supo aportar datos sobre ellos y se quitó de en medio señalando que esa noche, no estuvo con Roberto. Tres años después se acordaba que justo esa noche, de las 60 que estuvo con Roberto, no salió con él. Y no lo dudo, pero no deja de llamarme la atención. Recordó también que Roberto esa noche salió de trabajar del pub a las 2,30 porque al día siguiente se iba a Madrid.


Por fin el dueño del pub dijo ante el juez que yo había ido varias veces al pub donde trabajaba Roberto, y que esa noche… mi fatídica noche sí estuve en PK2 y que hablé con Roberto. Os acordáis que me preguntó desde la cabina ¿qué buscaba? Las malditas llaves.


Mi desgracia fue también que los medios que habían cuando a mí me asesinaron no son los que hoy tenéis. Afortunadamente han mejorado y especializado. En mi caso, mis padres tuvieron que pedir un informe médico-legal realizado por expertos forenses donde se puso en evidencia que en mi autopsia no se estudió nada sobre mí, únicamente se escribió a duras penas cómo me habían encontrado y las marcas que tenía. Ya lo sé que os parecerá increíble. Sé que ahora de nada vale echar las culpas a nadie. Gracias a Dios y a la Ciencia esto se ha podido mejorar y superar. Lo veis todas las semanas en CSI. No olvidéis que la realidad siempre supera la ficción. Y así pues, de mi autopsia no se pudieron aportar datos como la causa de la muerte exacta, si había ingerido alcohol o drogas antes de mi muerte, si fue el agua del mar quien me asfixió por estar inconsciente y sumergida en el agua, si fallecí por estrangulamiento, etc, etc, etc…


En él los forenses, a tenor de mi rigidez cadavérica, pudieron aportar su opinión científica para datar la hora de mi muerte hacia las 3,30 horas de la madrugada del 29 de agosto de 1990. Esa noche, esa hora, esa coartada que nunca tuvo Roberto… ese fue mi final.


El dato más revelador del informe médico-legal y que se les había pasado a todos, incluido los agentes de la Científica que actuaron, fue cómo me asfixiaron. Todos creían que era una mano derecha quien me sujetaba por detrás para que otro pudiera violarme y asesinarme. Craso error. Los forenses aportaron en 1993, tres años después y a petición de mis padres, la verdad de mi agresión: no fueron realizadas con una mano derecha. No olvidéis que la regla general en la práctica médico forense difiere de la técnica de investigación policial ya que aconseja que no se interpreten los hallazgos traumáticos para establecer una hipótesis de cómo pudieron tener lugar los hechos. Lo más adecuado es que, una vez propuestas una o más teorías, se compruebe si pudieron dar lugar, o no, a las lesiones encontradas.


Así se pudo dejar claro que era necesario tener en cuenta la situación de mi agresor: no es lo mismo que me atacara por delante que por detrás, dado que las lesiones que yo tenía en el cuello variarían. Y así logramos dar con ese detalle. Mi agresor era zurdo. Volcó toda su fuerza y toda su ira sobre mi cuello mientras me violaba. ¿Os acordáis del episodio de la asfixia sexual de Roberto en las oficinas de su madre con María y Luisa? Pues aquí se dejó claro que la convexidad de las marcas las había hecho un zurdo. A mí me violó y asesinó un zurdo.


Y así quienes durante años no descansaron su mente hasta dar con mi asesino, lograron reunir pruebas suficientes para encausar a Roberto y acusarlo de la violación y homicidio de Belén Lomba Fernández. Todas las agresiones sexuales en la que está implicado reúnen entre sí características comunes tanto en cuanto a la relación con las víctimas como las lesiones que produce en ellas y la reacción posterior a la agresión.


Ya sabéis que la Justicia tiende siempre a juzgar hechos aislados, en lugar de personas, tendencia que suele ser alegada por los abogados con una pretensión de defensa la mayoría de las veces, para hacer ver siempre la explicación humana que justifica cualquier delito. Y así lograron sentarlo ante un tribunal en la Audiencia Provincial de Valencia.


Mi abogado sacó toda su artillería pesada con esa educación exquisita y ese hilo de voz que tranquiliza a vivos y muertos. Desplegó todos sus encantos y mostró que la forma de actuar de Roberto presenta una continuidad en el tiempo, lo que hace que se le considere un multiviolador con un índice de peligrosidad y con una manera de actuar siempre tan igual que constituye sus señas de identidad como delincuente y como violador.


Todos los amigos de Roberto hablan de un tipo violento, algunos le califican de loco, tiene una característica afición por las artes marciales, es pendenciero y se dedica a actividades más o menos ligadas con el matonismo, entre ellas vigilante de discoteca. Pero además tiene una peculiar idea de las mujeres, según quedó acreditado en un informe psicológico. Por el contrario, a su madre la tiene mitificada.


Todas las víctimas de Roberto han sido chicas conocidas por él, jóvenes con quienes entablaba relación antes y a las que deslumbraba al principio hasta ganarse su confianza y llevarlas a una situación y a un lugar donde ellas van confiadas y el perpetra su agresión.


Todas las victimas de Roberto mostraban siempre las mismas agresiones durante la violación como son los golpes en la cara y el intento de estrangulamiento que produce una sensación de asfixia. Conmigo lo consiguió. A mí sí me mató. En todas ellas dejaba sus señales en el cuello.


En todas las agresiones, excepto en la mía, Roberto lejos de huir permanecía al lado de las víctimas. En un caso en la playa de Gandia, anterior al mío, se quedó varios días sin separarse de la cama donde dormía la chica que había violado. En el caso de María y Luisa, acordaos, se metió en el taxi. En otra tercera, después de violarla, la llevó en moto hasta su casa advirtiéndole de lo que le iba a ocurrir si denunciaba. En mi caso, me desnudó completamente y me tiró al mar llevándose aquella sombra maldita mi ropa y arrojándola mientras se marchaba a su casa. Es pues un hombre frío y peligroso que deja a sus víctimas, cuando las deja vivas, absolutamente aterrorizadas. Un tardó un año en denunciar, otra no se ha atrevido, otra se lo contó a un amigo pero no se atreve a decirlo en un juzgado y a mí no me dio tiempo ni me dejó que pudiera contarlo a nadie. Otros, estas semanas lo han hecho por mí y lo habéis compartido y sentido conmigo.


Los abogados de Roberto defendieron su inocencia, basaron los informes en intentar hacer creer que se le culpaba a Roberto por sus antecedentes como agresor sexual y no por las pruebas halladas. Ya os dije cómo quedó la escena del crimen. Ya os dije que los avances técnicos jugaron en contra de mi… hoy sería impensable que el furgón del Laboratorio de Actuaciones Especiales, ese furgón a caballo entre quirófano y sala de autopsias, no apareciese en la avenida del Nord de la playa de Gandia donde yo aparecí. Hoy ya no se estudia ni aplica la ciencia forense como se hizo aquel agosto de 1990. No se pudo probar un solo indicio racional, una prueba irrefutable de que Roberto hubiese estado allí, en la arena, conmigo buscando las llaves. No hubo principio de transferencia, no se obtuvo ni una sola epitelial de mis uñas, ni un pelo que le pude arrancar, nada de nada de nada que afirme al cien por cien o al menos al 99,9% que Roberto me violó y me asesinó. Caso cerrado, Caso juzgado. En España no se puede juzgar a una persona dos veces por el mismo delito. Hemos perdido. Aun así gracias a todos por ayudarme, me reconforta ver de nuevo a quien me vio por última vez. Ahora Roberto puede jactarse de haber sido él. Han pasado más de 20 años y mi asesinato, el Crimen de Belén, ha prescrito. Ya no hay culpable ante la ley. Sí ante mí y ante Dios. Algún día, seguro, nos volveremos a cruzar…


Toda mi historia se ha reducido en estos capítulos a contaros quien era, como era y qué hacía en la playa de Gandia aquel agosto de 1990. Habéis puesto cara al nombre de Belén. Ya os lo agradecí en aquel capítulo donde os contaba quién era, cómo me fui de casa aquella noche y como me despedí de mi padre. Durante estos capítulos habéis recordado mi caso. Habéis formado parte de mi familia virtual al dejarme compartir con vosotros episodios de mi vida que solo conocían los allegados. Os habéis puesto en el sitio de mis padres, y de qué ocurre cuando una hija tuya de 17 años se va a los pubs de la playa de Gandia y ya no vuelve.


Hoy… desde la distancia…., desde el paso de los años… me conforta ver a mi hermano hecho todo un hombre y a mi hermana felizmente casada. Mi hermana hace poco me ha hecho el mejor regalo de mi vida. Desde aquí, desde ese lugar que muchos teméis, yo seguiré aportándoles lo mejor de mí e intentaré guiarles tal y como nuestros padres nos inculcaron.


Gracias hermana por ese regalo que me has hecho y del que siempre cuidaré y estaré orgullosa. Aunque nos conocimos poco porque yo era la mayor, hoy sí que te puedo decir… te quiero tata. Y a ella… que crezca sana y feliz. Y orgullosa de su nombre. Su tía siempre la adorará.

Muchas gracias por traer ésta historia. No la conocía, nunca leí nada sobre éste pobre chica. Me ha parecido muy interesante, muy bien explicado y redactado. La verdad es que la historia engancha.
¿sabes quien la ha escrito? sabes si se podría desvelar los apellidos del asesino?? quizá algún día pueda pagar por ello aunque sólo sea por las redes sociales.
Supongo que ahora él estará muy feliz con su vida hecha, con mujer e hijos. Ya debe tener 50 años. No es justo para la familia de la víctima que quedó destrozada y que vio cómo el asesino de su hija se fue de rositas.
Qué clase de abogado es el tal García Montes???
Del Rodriguez Menéndez ya lo sabemos todos, pero el otro pensé que era más ético. Supongo que no tendrá hijas de la edad de Belén.
Pobre chica...
En fin, muchas gracias por traer una historia tan interesante.
¿sabes quien escribió su historia?
 
Muchas gracias por traer ésta historia. No la conocía, nunca leí nada sobre éste pobre chica. Me ha parecido muy interesante, muy bien explicado y redactado. La verdad es que la historia engancha.
¿sabes quien la ha escrito? sabes si se podría desvelar los apellidos del asesino?? quizá algún día pueda pagar por ello aunque sólo sea por las redes sociales.
Supongo que ahora él estará muy feliz con su vida hecha, con mujer e hijos. Ya debe tener 50 años. No es justo para la familia de la víctima que quedó destrozada y que vio cómo el asesino de su hija se fue de rositas.
Qué clase de abogado es el tal García Montes???
Del Rodriguez Menéndez ya lo sabemos todos, pero el otro pensé que era más ético. Supongo que no tendrá hijas de la edad de Belén.
Pobre chica...
En fin, muchas gracias por traer una historia tan interesante.
¿sabes quien escribió su historia?
Hola prima, es una historia muy triste verdad?, sobre todo el relato que lo hacen así en primera persona y te deja helada:(
Yo tampoco había oído su asesinato, lo busque por internet y di con una blog y una página de Facebook que elabora un chico sobre crímenes y delitos en la safor (área valenciana) que se llama "safor crim"

https://saforcrim.blogspot.com/search?updated-max=2018-08-29T06:03:00-07:00&max-results=7&m=1

Es espeluznante que este delincuente este feliz y campando a sus anchas.... Indignante
Un abrazo prima
 
Hola prima, es una historia muy triste verdad?, sobre todo el relato que lo hacen así en primera persona y te deja helada:(
Yo tampoco había oído su asesinato, lo busque por internet y di con una blog y una página de Facebook que elabora un chico sobre crímenes y delitos en la safor (área valenciana) que se llama "safor crim"

https://saforcrim.blogspot.com/search?updated-max=2018-08-29T06:03:00-07:00&max-results=7&m=1

Es espeluznante que este delincuente este feliz y campando a sus anchas.... Indignante
Un abrazo prima
Muchas gracias. ¿se sabe cuántos años estuvo en la cárcel por la violación de la otra niña?
 

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