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Good Omens: hacia Londres va una burra.
Publicado por Rubén Díez Caviedes.

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Podemos ponerlo así, a ver si se entiende la sutileza: el uno es un vividor y el otro es un bon vivant. Es lo mismo, pero no es igual. Crowley es más de coches de lujo y de hacer, y cito, «cosas raras con la lengua». Azirafel es más de té, de tartán y de libros antiguos. La vuelta es la misma; el mundo va a acabarse y con él desaparecerán los placeres que prefieren tanto el uno como el otro. La buena noticia para usted es que los dos están en posición, mira tú, de desbaratar el Armagedón. Crowley es un demonio destinado en la Tierra para hacer, bueno, lo propio de los demonios: tentar, pervertir, esa clase de cosas. Azirafel es un principado (una categoría de ángel cercana en la jerarquía a los ángeles ordinarios y los arcángeles) destinado en la Tierra para neutralizar a Crowley. Pero los dos son tan buenos en su trabajo (o tan malos, según se mire; o, en todo caso, tan iguales en el desempeño de sus respectivas funciones) que hace ya bastantes siglos que se les cayó el boli. Desatendieron su cometido, firmaron un concordato y establecieron un nido mullidito y confortable entre los seres humanos. Y ahora resulta que los jefes, los de arriba y los de abajo, se van a enzarzar de nuevo en el campo de batalla, que es la Tierra, y la van a dejar manga por hombro. Y el pato lo pagarán los de siempre: los curritos. Y los seres humanos, eso por descontado. Y mira, no, se han dicho Crowley y Azirafel. De ninguna manera.

Buenos presagios, de Terry Pratchett y Neil Gaiman, se publicó en 1990 y adquirió muy pronto el estatus de clásico. Tiene todo lo que debe tener una buena comedia bíblica, que es un género que no puede hacerse sin tirar la casa por la ventana: ángeles y arcángeles, demonios y sabuesos infernales, brujas, profetas, monjas satánicas y al mismísimo Anticristo. ¿Podría ser distinto viniendo de dos colosos como ellos? No mucho, la verdad. De la infalibilidad casi papal de Pratchett no tendremos que convencerle (y si es el caso le recordamos que ya dimos las razones en esta otra pieza sobre su magna obra, Mundodisco); de la de Gaiman quizá haga falta, es justo decir que tiene sus detractores, aunque ya le anticipamos aquí que no nos contamos entre ellos. Si no ha leído nada suyo (mal hecho) quizá sí haya visto American Gods, la adaptación televisiva de su libro homónimo. En esta santa casa también hemos hablado de ello, una vez bien y otra vez pichí pichá.

Ahora ha llegado la adaptación de Buenos presagios, una miniserie que comercialmente ha recibido el título original en inglés, Good Omens, y que se ha estrenado como se estrenan ahora estas cosas: pum, de una tacada. Seis capítulos en total con Gaiman al timón con rango de showrunner plenipotenciario (Pratchett no podría; se nos murió hace unos pocos años) y un elenco de esos que quitan el hipo. No iremos uno por uno, vayamos a lo que importa: Crowley y Azirafel, David Tennant y Michael Sheen. Qué portento, amiga. Qué locurón, qué cosa. Le vamos a poner pegas a Good Omens, no se crea que no, pero es que con los actores no se puede. Hasta Jon Hamm, fíjese lo que le digo. Que mira que lo tenía jodido, el hombre, porque su personaje (el arcángel Gabriel) solo se menciona verbalmente en el libro, no aparece, y lo han metido en la adaptación con calzador. Los Custodios de las Esencias llevábamos meses besando la estampita de san Terry y esperándole con el poste en la plaza del pueblo y la leña a medio prender, pero no ha podido ser. Las antorchas, por el suelo; los pelos, como escarpias; hasta escarcha en los pezones, así como se lo digo. Lástima que los ángeles no tengan, bueno, lo que no tienen los ángeles. Y lástima que los demonios sean, a todos los efectos, ángeles caídos. Tennant en particular es purita gloria en este aspecto. Si no le llaman las comedias bíblicas, vea Good Omens aunque solo sea por eso. Si tiene usted sangre en las venas en lugar de horchata, nos agradecerá el consejo.

En realidad es muy sencillo: Good Omens es buena porque es una adaptación casi (casi) literal del libro, punto por punto. Y el libro es bueno, sin más. ¿Quiere una razón mejor? Yo si quiere me la invento, pero es que no la hay. De hecho, Good Omens no solo cuenta la misma historia que la novela; es que además incorpora muchos tramos meramente verbales que nos lee la voz de Dios (locutado por Frances McDormand) y que son, palabra por palabra, pasajes del libro. Dicho con referencias, que sin referencias no somos nadie: algo a medio camino entre Douglas Adams y La vida de Brian, para que usted me entienda. En España algo parecido a Good Omens fue aquella película divertidísima de Agustín Díaz Yanes, Sin noticias de Dios, con Victoria Abril y Penélope Cruz en los papeles de ángel y demonio, aunque no parece que Neil Gaiman la haya visto. Y ojalá lo hubiese hecho, mire lo le digo. A la factura estética de Good Omens solo se le puede objetar una cosa y eso son el cielo y el infierno, justo en lo que sobresalía Sin noticias de Dios. Los de Good Omens son cutrongos y muy poco memorables. A cambio, los números musicales son magníficos. En la serie propiamente dicha se encontrará, por ejemplo, con una nana que entona Tennant cuando Crowley toma la forma de una Mary Poppins infernal. También está el himno que dedican las monjas satánicas al anticristo recién nacido, que tiene la forma de una especie de videoclip y se ha estrenado aparte. Si se ha levantado usted esta mañana con el ánimo inclinado hacia el purismo de los formatos, le toca apretar los puños y tragar; así son el cine y la tele en estos tiempos que corren.

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Los cuatro Jinetes del Apocalipsis en Good Omens, 2019. Fotografía: Amazon Prime Video.
Es una lástima, eso sí, que Good Omens no llegue al sexto y último episodio con la misma fineza con la que se desarrolla hasta entonces. Mejor dicho: llega, pero precisamente en aquel es cuando la cosa se tambalea. Si lee por ahí que Gaiman «ha cambiado» el final de la historia de Buenos presagios, como se ha publicado ya en muchos titulares, no haga usted caso; lo que ha hecho en Good Omens ha sido dejar exactamente el final que tenía y añadir después, a continuación, otro final más, que se desarrolla íntegramente en el último episodio de la miniserie. En su pueblo de usted no sé, pero en el mío eso no es un cambio, es una adición.

Le han preguntado por ello y ha dicho, no te lo pierdas, que no quería «que los lectores del libro se pusieran chulos». Entre usted y yo: mentira cochina. Parece más probable que alguien entre los socios de coproducción impusiese un modelo de seis capítulos (Amazon, no miro a nadie) y que Gaiman haya tenido que expandir una historia que, para bien ser, tendría que prolongarse solamente cuatro de forma natural. Nos atrevemos con una conjetura así de precisa porque la cosa canta desde lejos: en la primera mitad de la miniserie la adaptación es fiel al libro casi punto por punto y es en la segunda mitad donde se aglutinan los cambios. Hay muchos particularmente en el cuarto capítulo y dominan prácticamente el sexto, cuando tiene lugar ese final adicional.

(Y a partir de este punto incurriremos en SPOILERS; si prefiere no saber cómo acaba Good Omens, no continúe leyendo).

¿Ha sido una idea feliz ponerle este epílogo a Good Omens? Mire, no. O sea: a Azirafel lo pretenden quemar vivo en el cielo, tal como lo oye. Y a Crowley lo intentan disolver en agua bendita, al estilo gremlin, en el infierno. A efectos cinematográficos, es como si lo pretendieran sumergir en ácido. No lo consiguen, claro; en el último momento Azirafel y Crowley dan esquinazo a sus perseguidores y al final son felices y comen perdices. Entiéndanos: Good Omens no es palabra revelada, nada tiene de malo que le hagan añadidos, mucho menos viniendo de uno de sus coautores. El problema es un añadido como este. Es de una solemnidad que está fuera de lugar y además, para llevarse a término, violenta enormemente la lógica interna de Good Omens.

Uno de los cambios más significativos que incorpora la adaptación televisiva de Buenos presagios es el rol de Dios y las fuerzas celestiales en el desencadenamiento del Armagedón. En el libro, los ángeles (todos menos Azirafel, claro) están más bien ausentes y no es, exactamente, que deseen el fin del mundo; más bien lo consentirán por despiste, por inacción, por no concederle al evento su justa importancia. En la serie, sin embargo, la equidistancia política del cielo y el infierno es milimétrica: ambos son los malos, ambos desean por igual el combate y ambos boicotearán con el mismo empeño las acciones en sentido contrario de sus respectivos agentes, que de este modo se convertirán en quintacolumnistas y proscritos. Como giro es inocuo; si la adaptación hubiese terminado donde termina el libro, apenas se notaría. El problema viene al final, cuando Gaiman prolonga la historia original y explota a rajatabla esta configuración hasta sus últimas consecuencias: la ejecución de los protagonistas y, además, de forma monstruosa. Ahí es cuando la coherencia interna de Good Omens se retuerce y se convierte súbitamente en un amasijo de paradojas. ¿Por qué Dios, que nos ha hablado durante toda la serie con la voz dulcísima de McDormand, ahora alienta una burrada como esta? ¿Por qué tendría que ser deseable la tutela del cielo, si sus responsables son literalmente igual de perversos que los del infierno? ¿Por qué hemos visto a Crowley lamentar su condición de diablo, si al final se va a insistir en que el cielo no es mejor ni practica la benevolencia? ¿Cómo es acaso posible que Gabriel y Miguel retengan su posición en la jerarquía celestial? Y, sobre todo, ¿por qué al final de todo no se despliega alguno de los dispositivos narrativos que la tradición prevé en estos casos? Dios podría aparecer con aire enigmático e insinuarnos que todo entraba en sus planes; también podríamos recibir una explicación al estilo Mark Twain sobre el principio teológico de que los ángeles carecen de sentido de la moralidad, por ejemplo. Pero nada de eso ocurre. Gaiman, no sé si está al corriente, tiene reputación de ser un gran escritor pero de no confeccionar, ejem, los mejores finales del mundo. Para la próxima ya lo sabe; es por cosas como esta.

Y ni que decir tiene que con un solo final bastaba. Y que, si los propios Gaiman y Pratchett hubiesen pensado que no, le habrían incorporado otro más a su libro, como ha hecho ahora Gaiman con la serie. Buenos presagios, la novela, acaba con una simetría exquisita. Jesucristo asumió su identidad como Dios y murió en la cruz por ello para combatir seguidamente con las fuerzas del infierno; pero Adam, el Diablo encarnado, abrazará por el contrario su lado humano y no su faceta divina, y por eso decidirá vivir y no librar la guerra contra el cielo. Al tomar esta decisión, el propio Apocalipsis se aborta y llega a término el cuento. Es un cierre simple, pero en eso precisamente reside su efectividad y el regusto que deja Good Omens a libro con gravedad; entronca con precisión quirúrgica en una visión del mundo, la judeocristiana, que tiene miles de años de arraigo en la mente del lector. Que nos perdonen sus incondicionales, pero ni siquiera Gaiman y Pratchett pueden enmendar la Biblia. Good Omens tenía un buen final porque solo tenía un final posible y eligió ese en lugar de experimentar con fórmulas más originales. Como el mismo Jesús probó, a veces la virtud consiste solamente en resistir las tentaciones. Gaiman lo hizo entonces y ahora sabemos que fue porque Pratchett le contuvo; ahora que no está, parece que se ha rendido. La cosa tiene guasa: al final resulta que Gaiman era Crowley y Pratchett era Azirafel. Quién lo hubiese dicho.

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Azirafel, Crowley y Adam Young en Good Omens, 2019. Fotografía: Amazon Prime Video.

https://www.jotdown.es/2019/06/good-omens-hacia-londres-va-una-burra-rin-rin/
 
Si te gustó 'Chernobyl', no te quedes en la serie: 9 buenos libros y documentales para saber más sobre la catástrofe

Creación cultural

La miniserie de HBO es solo la punta del iceberg de un gran número de recursos para seguir explorando sobre el incidente
José Antonio Luna
08/06/2019 - 20:52h
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Fotograma del último capítulo de la serie 'Chernobyl'

'Chernobyl': la serie que nos ha enseñado por qué cada mentira es una deuda con la verdad

Un inquietante viaje con cámara y dosímetro por la Chernóbil que la URSS no quería que viéramos


Chernobyl no solo se ha convertido en una de las mejores series de la temporada (y de la historia, según las notas de IMDB). También ha devuelto a la actualidad el interés por el considerado como uno de los desastres medioambientales más importantes de la historia. De hecho, el planeta todavía lidia con las consecuencias de aquella explosión que en 1986 hizo estallar por los aires el reactor número cuatro de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, en Ucrania.

Nunca es mal momento para recordar las secuelas humanas y naturales de aquel incidente, pero la serie de Chernobyl, además, lo ha hecho con gran maestría. Ha combinado la ficción y la realidad dando lugar a un producto redondo dividido en cinco capítulos que narra de forma majestuosa las razones y las consecuencias de la catástrofe. Desde los intentos de la URSS por ocultarlo hasta la labor de los 'biorobots', trabajadores de carne y hueso que limpiaron el tejado de la central de grafito radioactivo.

Pero la serie guionizada y dirigida por Craig Mazin ha llegado a su fin. Ni siquiera hay planeada una segunda temporada, como se encargó de confirmar el cineasta a través de Twitter. Aun así, si todavía queremos seguir profundizando en Chernóbil, la serie de HBO es solo la punta del iceberg de una amplia serie de recursos sobre el tema que el propio Mazin ha compartido en una serie de tuits. Apoyándonos en estas y otras referencias, recogemos 9 recomendaciones para profundizar aún más sobre qué se perdió entonces.

1. The Chernobyl Podcast

La primera recomendación es la más obvia: al mismo tiempo que se publicaba cada capítulo, HBO también sacaba una serie de podcasts en inglés en los que Craig Mazin era entrevistado por Peter Sagal, presentador de la cadena de radio estadounidense NPR (National Public Radio). En ellos se exploran detalles del guion, de la producción, de las historias que realmente ocurrieron… Son el complemento perfecto a cada entrega de la serie.

2. Los guiones de la serie
Craig Mazin se comprometió a subir los guiones de cada capítulo una vez que terminara la serie, y así ha sido. No todos harán una lectura completa de ellos (a no ser que sean estudiantes de guion), pero resulta cuanto menos interesante repasar escenas que brillan por su grandeza narrativa. Una de ellas, por ejemplo, es aquella en la que Legasov intenta explicar en medio del juicio cómo funciona exactamente un reactor y por qué se produjo la explosión.

3. 'Voces de Chernóbil', de Svetlana Alexiévich
Otra lectura obvia es la del libro Voces de Chernóbil escrito en 1997 por la ganadora del premio Nobel Svetlana Alexiévich. La escritora rusa no narró la historia de forma cronológica, como suele ser habitual, sino mezclando testimonios y diferentes momentos clave del incidente para dar al lector un amplio mapeado mental de lo ocurrido. Es probablemente una de las mayores fuentes de inspiración para Mazin. Solo hay que fijarse en un detalle: tanto la serie como el libro comienzan con Vasili Ignatenko, el bombero de Prípiat que acudió al incendio y fue de los primeros en morir.

4. 'La verdad sobre Chernóbil', de Grigori Medvedev
Este es un libro vital para entender desde dentro cuál era el ambiente de la Central Nuclear de Chernóbil, antes y durante el desastre. Está escrito por Grigori Medvedev, que fue ingeniero jefe del reactor número 1 en la década de los 70 y luego pasó a ser subdirector del ministerio de Energía soviético. Se trata de una obra basada en una gran cantidad de entrevistas, y es de las pocas que pone nombres y apellidos de forma tan exhaustiva a lo que ocurrió.

5. 'Segundos catastróficos', episodio 1X07

Es un programa documental producido por National Geographic en el que se analizan las causas de diferentes desastres recientes. El hundimiento del Titanic, los atentados del 11S y, como no, el desastre nuclear ucraniano. En el capítulo 7 de la primera temporada, titulado La tragedia de Chernóbil, exploran con entrevistas, imágenes de archivo y recreaciones los antecedentes y las consecuencias que ocasionaron la tragedia.

6. 'Chernobyl.3828', el documental sobre los 'biorobots'

Este es un documental para todos aquellos que tras el capítulo 4 tengan interés en explorar más sobre la figura de los 'biorobots', aquellas personas voluntarias para limpiar el techo contaminado de la central al que ni siquiera las máquinas podían llegar. "Es prácticamente una biblia para mí", reconoció Craig Mazin sobre este.

7. La vida de Ljudmila Ignatenko
El documental Ljudmilas röst (The voice of Ljudmila, en inglés) dirigido por el sueco Gunnar Bergdahl se centra en la figura de Ljudmila Ignatenko, la esposa del bombero que aparece al comienzo de la serie y quedó embarazada. Perdió a su hijo por exponerlo a la radiación y no hacer caso de los médicos que le advertían del peligro de entrar en zonas contaminadas. Este reportaje cuenta la historia directamente por ella e incluso regresa al piso de Prípiat en el que vivía con su marido.

8. En el interior del sarcófago de Chernóbil
La miniserie no profundiza en este aspecto, pero ¿cómo se construyó el enorme sarcófago de Chernóbil? Hubo que crear una estructura de acero de 110 metros de alto y más de 30.000 toneladas para tapar el reactor que todavía contenía los residuos nucleares más radioactivos del mundo, una tarea titánica que narran en el documental de la BBC llamado Inside Chernobyl Sarcophagus (En el interior del sarcófago de Chernóbil). También en este mismo diario, el periodista Pepe Cervera escribió un artículo que ahonda en muchos detalles sobre la elaboración del segundo sarcófago de Chernóbil.

9. Vacaciones en Chernóbil

Por último, un reportaje de Vice en el que muestran cómo el lugar se ha convertido en una zona turística. Cientos de personas de todo el mundo se desplazan al lugar del incidente y contratan tours por "zonas seguras" para contemplar con sus propios ojos escenarios como el Bosque Rojo, la ciudad de Prípiat o el reactor número 4. ¿La razón? "Vivir una experiencia diferente", dicen algunos de los entrevistados.
Reportaje original y al completo:
https://www.eldiario.es/cultura/ser...umentales-explorar-Chernobil_0_907460061.html
 
Intelectuales y escritores se reúnen en Bolonia para cuestionar el populismo
Se trata del Festival de las Ideas, un encuentro organizado por el diario 'La Repubblica' desde el año 2012 y que este año centró su debate en el populismo que amenaza Italia y Europa

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Un año más, este encuentro despierta el interés del público. Rpee
KARINA SAINZ BORGO
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BOLONIA PUBLICADO 10.06.2019 - 07:51 ACTUALIZADOhace 1 horas

Trece ediciones, todas ellas en las principales ciudades de Italia: Turín, Bolonia, Venecia, Roma, Florencia, Siena, Nápoles. Es una cita imprescindible, cuyos días están reservados en el calendario con un único propósito: pensar. De ahí su nombre. Se trata del Festival de las Ideas, un encuentro organizado por el diario La Repubblica desde el año 2012 y que este 2019 ha celebrado una nueva edición. Ha ocurrido entre el 7 y el 9 de junio, en la ciudad más importante de la región Emilia Romaña, al norte de Italia.

Aunque enfocado en la vida intelectual y política italiana, algo en esta cita posee una mirada profundamente europea, que en esta oportunidad se ha volcado en un fantasma que recorre el continente: los populismos. Si en años anteriores los enfoques se acercaban a la idea de resituar y reconstruir, en esta oportunidad el enunciado fue mucho más ambicioso: “Existe otra Italia posible”. En tiempos de Salvini y la resurrección de la demagogia de trazo grueso, el programa no podía ser más esclarecedor: Europa importa, porque es el lado más débil de una cuerda que está por reventar.

Docta, gorda y roja, así se refieren a Bolonia: tiene la universidad más antigua de Europa y una gastronomía tan destacada como sus torres y palacios, todos cubiertos con ladrillo. Su espíritu humanista resultaba propicio para este encuentro, que se celebró en varios de los edificios más importantes de la ciudad: el Palacio Re Enzo, el Palacio del Podestà, el Palacio de Accursio y la Plaza Mayor. Con la Basílica de San Petronio presidiendo como pórtico, cerca de 50.000 personas acudieron a los debates enmarcados en la idea Otra Italia es posible.

A lo largo de los tres días participaron personajes como Anpi Carla Nespolo, Ermenegildo Bugni o Mateo Renzi -ampliamente ovacionado en su defensa de Europa. También el actual director de La República, Carlo Verdelli, quien sostuvo una charla con el ex director y fundador del festival, Ezio Mauro, acerca de la importancia del pasado. Formaron parte del programa el director de Espresso Marco Damilano, el director de Radio Capital Massimo Giannini, el editorialista Stefano Folli y el filósofo Massimo Cacciari. Italia y Europa constituyeron el gran tema.

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EL Festival, el sábado. La Repubblica
Concepción más solida de lo ciudadano
Por este festival han pasado personajes como Roberto Beginini, Bernardo Bertolucci, Erri di Lucca o Alessandro Baricco. A todos los reúne una misma inquietud: la búsqueda de una mirada profundamente política, en su sentido amplio, que intenta arrojar luces, desde la palabra, la literatura y el pensamiento, sobre cómo construir una concepción más sólida de lo ciudadano. La cosa pública, el ‘demos’ pues. Es una toma de posición, desde la trinchera de la lectura y el pensamiento. En esta edición participaron escritores y periodistas como Concita De Gregorio, Fancesa Manncchione, Raphaël Glucksmann, Erri di Lucca y Baricco repitieron y debutaron otros como la joven Andrea Marcolongo, autora de 'La lengua de los dioses' y 'La medida del héroe'.

Un espíritu de advertencia parecía recorrer todo el evento: el auge de los populismos y la extrema derecha ponen de manifiesto el interés político en deshacer el proyecto europeo, horadándolo desde sus cimientos con un discurso aislacionista, basado en el resentimiento y el miedo al otro

https://www.vozpopuli.com/altavoz/c...olonia-cuestionar-populismo_0_1253274717.html
 
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LA LLUVIA AMARILLA

Julio Llamazares.




Autor

Julio Llamazares nació en el desaparecido pueblo de Vegamián (León) en 1955. Licenciado en Derecho, abandonó muy pronto el ejercicio de la abogacía para dedicarse al periodismo escrito, radiofónico y televisivo en Madrid, ciudad donde reside. Ha publicado dos libros de poemas, La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982), que obtuvo el Premio Jorgue Guillén, y un insólito ensayo narrativo: El entierro de Genarín (1981). Ha reunido sus principales artículos en el volumen En Babia (Seix Barral, 1988) y Escenas de cine mudo (Seix Barral, 1993), que le han situado entre las figuras más destacadas de la narrativa española actual.



Sinopsis


Andrés, el último habitante de Ainielle, pueblo abandonado del Pirineo aragonés, recuerda cómo poco a poco a todos sus vecinos y amigos han muerto o se han marchado a la ciudad. Refugiado entre las ruinas de ese pueblo fantasma, su anciana mente extraviada por la larga soledad sufrida evoca los días en que compartía su tiempo con su esposa, Sabina, y la desapacible aflicción que sintió cuando encontró su cuerpo yerto en el molino, víctima del su***dio, fruto de la desesperación. Se imagina las sensaciones de quien pronto, quizás un grupo de excursionistas en busca de vestigios de otro tiempo, lo encuentre a él bajo el húmedo musgo que ha invadido las piedras, su historia y su recuerdo.



El tiempo acaba siempre borrando las heridas. El tiempo es una lluvia paciente y amarilla, que apaga poco a poco
los fuegos más violentos.
Pero hay hogueras que arden bajo la tierra, grietas de la memoria tan secas y profundas que ni siquiera el diluvio de la muerte bastaría tal vez para borrarlas.
Uno trata de acostumbrarse a convivir con ellas, amontona silencios y oxido encima del recuerdo y, cuando se cree que ya todo lo ha olvidado; basta una simple carta, una fotografía, para que salte en mil pedazos la lamina del hielo del olvido.


La lluvia amarilla ( pag. 51)
 
Última edición por un moderador:
Los amores malditos de Lucía Baskaran
Una segunda novela de relaciones complejas y tóxicas y de descubrimiento personal
El libro es un lanzamiento emblemático en la nueva etapa de Temas de Hoy
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La autora vasca Lucía Baskaran (Imanol Salaberria )
ANTÒNIA JUSTÍCIA, BARCELONA
12/06/2019 06:00
Actualizado a 12/06/2019 07:07


Es curioso lo que la gente recuerda en torno a un suceso trágico que sacude nuestras vidas. Un olor, una comida, “la última vez que me pinté los labios”. Alicia recuerda que era viernes y que justo acababa de comprobar en el retrovisor del coche que no tuviera carmín entre los dientes. Fue cuando recibió la llamada que le cambió la vida. Su novio, Martín, con el que en una semana se casaría, acaba de morir en un accidente de tráfico. Una tragedia que la sumerge en un proceso de aislamiento y autocompasión, la excusa perfecta para bucear en las miserias de la condición humana.

Lucía Baskaran (Zarautz, 1988) escribe con las tripas. Duro, contundente, sin florituras. “Escribo hasta que se me agarrotan los dedos, escribo con el corazón en la garganta (...), escupo los silencios y desato la ira...”. En esta su segunda novela, Cuerpos malditos , con una pluma más descarnada si cabe que en Partir , una autoconfesión con la que quedó finalista del premio Herralde de Novela en 2015. La nueva obra tiene la particularidad de ser el lanzamiento emblemático, en el campo narrativo de la nueva etapa de Temas de Hoy, un sello representativo de no-ficción del grupo Planeta que ahora reaparece bajo la tutela de nuevos responsables con un aire de extrema modernidad y la intención de conectar con los públicos más jóvenes.

Aquí la escritora vasca parte de una tragedia real –“un amigo me contó una historia que le había ocurrido a unos amigos suyos”, explicaba recientemente– para diseñar su particular ley del levirato: Alicia llenará el vacío con el hermano de su novio muerto, Otto, con quien intentará volver a la vida. Y en ese trío que se establece ya en las primeras páginas y del que al principio poco sabemos, la autora nos conduce sin tregua por pasado y presente hacia una conclusión inesperada.

Desfilan la madre ausente que se autolesiona, la amiga lesbiana o el novio y el amante, ambos infieles

Por esta novela coral desfilan personajes secundarios que tienen papeles cruciales. Una es Ane, la amiga de la infancia, cuya relación se remonta al día que le propinó un “hija de put*, un tirón de pelo y un escupitajo en la cara”. Un amor a primera vista, incondicional, nunca declarado, que proporciona a Alicia sus primeras experiencias lésbicas y un cálido entorno familiar. También Cristina, la madre ausente cuyas ansias de escapar de la maternidad se traducen en autolesiones a altas horas de la noche; su contrapunto es Mercedes, la madre del novio muerto, cuya relación con su hijo toma un cariz incestuoso e inquietante durante las reuniones familiares. Y Martín, el novio muerto, de quien nos hacemos una primera e impactante imagen: un cuerpo desparramado en el asfalto. Un chico de casa bien al que la autora nos va mostrando poco a poco pero al que no conoceremos bien hasta al final. Lo mismo que ocurre con su hermano, Otto, ambos presentados como el día y la noche, pero que finalmente acabarán siendo dos caras de la misma moneda, ambos infieles, ambos con las mismas miserias.

También desfilan cuerpos, cuerpos malditos, enfermos, tóxicos, cuerpos que posan... Personas que no se sienten a gusto en su piel y que buscan la manera de librar sus batallas. Alicia se masturba, busca los límites de ese cuerpo, en el que no acaba de encajar. Recuerda su primera regla: “Cómo podía estar segura de que esa sangre era menstrual? ¿No me la habría provocado yo, masturbándome como un animal? ¿No sería esa sangre una muestra más de toda la oscuridad que habitaba en mí?”.

Situaciones duras que rozan lo demente y que necesitan ser etiquetadas (¡qué manía!) y explicadas a pie de página: gaslighting,body-monitoring, self-objectification... Todo exquisitamente trenzado por un feminismo transversal. Porque, según nos cuenta Baskaran, no podía ser de otra manera.

Lucía Baskarán
‘Cuerpos malditos’

TEMAS DE HOY. 222 PÁGINAS. 17,90 EUROS
https://www.lavanguardia.com/cultur...a-baskaran-critica-libros-critica-libros.html
 
Diez excelentes libros para amar aún más la gastronomía
El crítico gastronómico de ABC aprovecha la Feria del Libro para repasar los títulos más interesantes sobre el mundo de la cocina editados recientemente
SeguirCarlos Maribona@salsadechiles
Actualizado:14/06/2019 01:59h
Cocina Madre
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El Celler de Can Roca ha sido proclamado en varias ocasiones como mejor restaurante del mundo. Sin embargo, tras la cocina moderna de los hermanos Roca se esconde un personaje fundamental, su madre, Montserrat Fontané, una gran cocinera que fue la que trasmitió a sus hijos la pasión por los fogones. Montserrat sigue aún al pie del cañón haciendo cocina tradicional en el restaurante familiar, Can Roca. En este libro, Joan Roca reúne 80 de sus recetas. Sencillas, de las de la cocina de toda la vida. Cocina popular sin complicaciones ni tecnicismos. Las recetas se agrupan en tres bloques: las absolutamente tradicionales, tal como las hacían nuestras madres; otras adaptadas a la cocina actual, aligeradas por tanto; y un tercero que recoge recetas evolucionadas a partir de esa cocina tradicional

COCINA MADRE. Joan Roca. Planeta Gastro. 23 euros.

De Carne y Hueso
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La periodista Critina Jolonch es una de las grandes especialistas en periodismo gastronómico de España. En este libro, que lleva por subtítulo “Conversaciones sobe la gastronomía y la vida”, reúne cuarenta entrevistas realizadas en los últimos meses para su periódico, La Vanguardia, a cocineros y otras personas relacionadas con el mundillo gastronómico. Entrevistas en profundidad en la que la autora saca lo mejor de cada protagonista. Desde Ferrán Adriá o Joan Roca hasta José Gómez, propietario de Joselito, el crítico Rafael García Santos, o el internacional e influyente José Andrés, un amplio abanico de personajes que representan bien el momento actual de la gastronomía española reflexionan a fondo sobre la cocina y sobre sus experiencias profesionales.



DE CARNE Y HUESO. Cristina Jolonch. Libros de Vanguardia. 22 euros.

Arzak
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Juan Mari Arzak es uno de los pioneros de la nueva cocina española. Desde su restaurante donostiarra ha abanderado, junto a Ferrán Adriá, la revolución que ha llevado a nuestra gastronomía a lugares punteros en el mundo. En este libro Gabriela Ranelli nos acerca al personaje y a su cocina, y también a su hija Elena, llamada a mantener encendida la llama de los Arzak y mantener el legado de su padre. En las páginas finales se recogen las 66 recetas más emblemáticas del restaurante en los últimos diez años, creadas en su centro de I+D en colaboración con los cocineros Xabier Gutiérrez e Igor Zalakain. Un bonito repaso a una casa y una familia que son referencia en el panorama gastronómico español.

ARZAK. Gabriela Ranelli. Planeta Gastro. 49 euros.

Atrio
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Situado en Cáceres, Atrio es uno de los grandes restaurantes de España. Sus propietarios, Toño Pérez, en la cocina, y José Polo, en la sala y al frente de una excepcional bodega, lo han convertido en un espacio elegante y refinado (incluido el lujoso hotel que tienen abierto en el mismo edificio) con una cocina donde se unen la tradición extremeña y la modernidad. Todo el peculiar espíritu de esta casa queda perfectamente reflejado en este libro que se asienta sobre tres ejes, la gastronomía, la arquitectura y la enología. La cocina de Toño Pérez, la singularidad del edificio en el que se ubican restaurante y hotel, y la imponente bodega tienen su espacio en las páginas de esta obra. Para ello han colaborado tres grandes especialistas en cada una de las tres disciplinas: el cocinero Ferrán Adriá, el arquitecto Rafael Moneo y el bodeguero Telmo Rodríguez. Todo, con los textos del periodista Julián Rodríguez y 175 excelentes fotografías de Mikel Ponce. Además se incluyen las 40 recetas más emblemáticas del restaurante.

ATRIO. Toño Pérez y José Polo. Montagud Editores. 59 euros.

El gusto de la nariz
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Agustí Peris es uno de los españoles que más saben sobre vino, con una larga trayectoria profesional como sumiller en destacados restaurantes. Miguel Sánchez Romera es un neurólogo argentino establecido en Barcelona que en 1996 abrió un restaurante que llegó a tener una estrella Michelin y posteriormente lo hizo en otras ciudades como Nueva York. Personaje polémico, actualmente dirige una empresa de consultoría gastronómica. En este libro, ambos mantienen un diálogo sobre la alta cocina y los entresijos del mundo del vino, sobre la relación entre ambos. Sentimientos, emociones, belleza y placer aparecen en las páginas de esta obra en la que se desmontan algunos tópicos. Todo en un diálogo profundo y sugerente.

EL GUSTO DE LA NARIZ. Agustí Peris y Miguel Sánchez Romera. Planeta Gastro. 16,50 euros.

En Llamas
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Un interesante ensayo sobre la evolución del hombre ligada a la cocina. El británico Richard Wrangham, profesor de la Universidad de Harvard, es uno de los mayores investigadores sobre chimpancés y otros simios. En esta obra presenta una nueva teoría sobre la evolución humana en la que muestra que el cambio de consumo de alimentos crudos a cocinados fue el factor clave de esa evolución. Cuando nuestros ancestros comenzaron a cocinar, el tracto digestivo humano se contrajo y el cerebro creció. El tiempo que empleaban antes en masticar alimentos crudos y duros podían emplearlo en cazar y cuidar el campamento. En torno al fuego surgieron el hogar y la unión estable de parejas. Para Wrangham, cuando esos antepasados se adaptaron al uso del fuego es cuando nació la humanidad.

EN LLAMAS. Richard Wrangham. Ed. Capitán Swing. 18,50 euros.

Comer insectos
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Los insectos son una fuente de proteínas importante en grandes zonas de México y países vecinos de Centroamérica. También en Asia y en África es habitual su consumo. Allí donde no abunda la carne, en las regiones más pobres, han formado parte de la dieta desde tiempos inmemoriales y están muy presentes en la cocina popular. Isaac Petrás reaviva con este libro una vieja polémica sobre si en España hay hueco para ellos. Petrás empezó a comercializarlos en 2003 en la tienda de setas que su familia tenía en el mercado de La Boquería, Bolets Petras. Algunos de ellos dentro de unas piruletas que tuvieron mucha fama. Sanidad acabó prohibiendo su venta y en 2008 tuvo que cerrar. El año pasado, al autorizarse la comercialización de insectos en nuestro país gracias a una ley de la Unión Europea, reabrió la tienda bajo el nombre BCNInsects. En Comer insectos cuenta sus experiencias por el mundo en busca de diferentes tipos de insectos. Y aporta un completo recetario en el que incluye hormigas culonas, grillos, escorpiones, tarántulas o gusanos de seda.

COMER INSECTOS. Isaac Petrás. Planeta Gastro. 25 euros.

El gran libro del té
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Aunque se desconoce con exactitud su origen, sabemos que el té proviene de la antigua China. Los cuidados de la planta, la preparación de las hojas y de la bebida son el resultado de un proceso cultural de muchos años. En el siglo XVII comienza su expansión por Europa hasta convertirse en una de las bebidas más populares, hasta el punto de que después del agua, el té es la bebida más consumida en el mundo. Este libro concede la importancia que merece a esta infusión y, de forma gráfica y amena, proporciona una visión global del producto, como planta y como elemento cultural. En él se ofrece el contexto histórico y geográfico del té, y las ceremonias que se celebran en torno a él en distintos lugares del mundo. Además, también se describen los útiles, los usos y los rituales que acompañan su preparación y su servicio, y sus propiedades terapéuticas. Culmina la obra una completa guía de más de ochenta variedades de té, organizada en fichas. Una interesante aproximación a esta bebida.

EL GRAN LIBRO DEL TÉ. Carme Escales y Dolors Massot. RBA Libros. 25 euros.

Homenaje a la marquesa de Parabere
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La bilbaína María Mestayer de Echagüe, conocida en el mundo de la gastronomía por el seudónimo con que firmaba sus libros y artículos, Marquesa de Parabere, tuvo una enorme influencia en la cocina española de la primera mitad del siglo XX. Considerada como la mejor escritora culinaria de la época, sus recetarios estaban en todos los hogares. Este libro le rinde homenaje desde dos ángulos. Por un lado recogiendo algunas de sus principales recetas tal y como ella las publicó. Y por otro, la versión que de cincuenta de esas recetas han elaborado otros tantos destacados cocineros españoles del momento, entre ellos Joan Roca, Andoni Luis Adúriz, José Andrés, Ángel León, Elena y Juan Mari Arzak o Martín Berasategui.

HOMENAJE A LA MARQUESA DE PARABERE. Déborah Albardonedo. Planeta Gastro. 30 euros.

De entre el humo
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No es este un libro de cocina. Se trata de una novela policíaca. Pero su autor, Xabier Gutiérrez, es cocinero. Director desde 1990 del departamento de innovación del restaurant Arzak. Y además la trama de la novela gira en torno al mundo de la gastronomía. Se trata de la cuarta entrega de una serie que comenzó con “El aroma del crimen”, publicada en 2015. Siempre con el ertzaina Vicente Parra como protagonista, en esta ocasión el argumento se desarrolla alrededor de un catering. Gutiérrez aprovecha su amplia experiencia tras los fogones para describir con precisión todo lo que tiene que ver con ese peculiar terreno de los catering y de quienes se dedican a él, desde empresarios hasta camareros. La vida y la muerte unidas por la gastronomía.

DE ENTRE EL HUMO. Xabier Gutiérrez. Destino. 18,50 euros
https://www.abc.es/viajar/gastronom...mar-mas-gastronomia-201906140159_noticia.html
 
Probar del guiso de Satanás.
Publicado por Karlos Zurutuza
Fotografía: Andoni Lubaki.

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El último demonio sobre la Tierra es judío, vive en una buhardilla y tiene como sustento un libro de cuentos en yiddish, «un residuo de los días anteriores a la gran catástrofe». Isaac Bashevis Singer lo sabía porque escribió este, y el resto de sus cuentos, en la misma lengua moribunda. Recordamos su discurso tras recibir el Nobel de literatura (1978): «A los fantasmas les encanta el yiddish, todos lo hablan. El día de la resurrección millones de cadáveres se levantarán de la tumba y preguntarán por el último libro escrito en su lengua».

A Dios, decía Bashevis, solo le pediría una cosa: alguien que la traduzca. Rhoda Henelde lo hizo al castellano y está ahora sentada enfrente nuestro junto a su marido, Jacob. Nos hemos citado en la sede madrileña de la Federación de Comunidades Judías de España. Pronto descubriremos que haber traducido a los tres hermanos Singer, o a Kulbak, a Bergelson o a tantos otros solo es el capítulo más reciente en la vida de una mujer que llegó al mundo en los albores de la gran catástrofe; justo cuando los fantasmas estaban a punto de enamorarse de su lengua de cuna. Rhoda Henelde nació en diciembre en Varsovia, oficialmente en 1937, pero ella sabe que fue en el 38. Para entonces, el gueto de los judíos ya se había levantado en la capital polaca y ni a su padre, Mordejai Lebenshtein, ni al resto se les permitía trabajar fuera de allí. Que el 30 % de la población de Varsovia llegara a ser recluida en un espacio de apenas el 2 % de su superficie era, además de una atrocidad, un desafío a las leyes de la física.

Mordejai era un hombre de recursos, capaz de mantener a su familia dando clases de ruso y esperanto. Rhoda dice que había mucha demanda entonces. Lo sabe porque se lo contaron. Aún era demasiado pequeña para entender nada. También cuando su madre se la llevó a Konstantinow Biala Podlaska, su pueblo. Y allí estaban, con los abuelos, cuando los nazis invadieron Polonia y llegaron a Varsovia. Mordejai consiguió huir entre las bombas y, tras llegar a pie, les dijo que tenían que salir del país. Los abuelos se encomendaron a Dios; Rhoda y su madre huyeron escondidas en un carro de heno hasta Gómel, en la actual Bielorrusia. Su padre encontró trabajo de contable en una fábrica de cerillas, lo cual también fue suficiente para vivir humildemente en aquella casita del bosque. Hasta que volvieron a sonar las sirenas y caer las bombas. Las carreras a los refugios son un primer recuerdo de la infancia para Rhoda, pero todavía no tenía edad para entender que no tener pasaportes era un problema. El castigo para ambas sería más leve si Mordejai entraba en el ejército, o eso pensaron en casa. Rhoda dice que no sabe si lo reclutaron a la fuerza o si marchó voluntario al frente con el Ejército Rojo. Lo cierto es que Mordejai desapareció para siempre, y ellas acabaron en Siberia, en un centro para mujeres delincuentes de Tomsk. Al menos no era un gulag, dice Rhoda, aunque hay otros recuerdos tan dolorosos que prefiere atajar antes de retomar el relato.

En Tomsk, su madre —se llamaba Sime— trabajaba por una ración de pan, y así pasaron tres años hasta que, en el 43, llegó la amnistía de los prisioneros polacos.

«Nos mandaron a Ucrania, a un pueblo en la región de Krasnodar, donde cursé 1º y 2º de primaria. Para entonces ya hablaba ruso pero el ucraniano me resultaba extraño. Como quería que los niños jugaran conmigo, también lo aprendí». Madre e hija hablaban siempre el yiddish entre ellas. No hemos dicho que es una lengua fascinante: alemán medieval en un 70%, y el resto repartido entre vocablos hebreos, eslavos e incluso arameos. Se dice que Ludwik Lejzer Zamenhof construyó el esperanto sobre la gramática de su yiddish materno, el mismo que Isaac Asimov perdió al poco de emigrar a Estados Unidos, o el que Leonard Cohen y Woody Allen no llegaron a heredar de sus padres. El cineasta decía recordarlos hablando su lengua siempre entre susurros. Tanto ellos como la mayoría de los que sobrevivieron a la gran catástrofe se la llevaron así a la tumba.

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Éxodo

Sime y Rhoda pasaron dos años en Krasnodar, donde celebraron el final de la guerra poco antes de que el gobierno ruso anunciara la repatriación de todos los judíos polacos a Polonia. Eran viajes larguísimos, siempre en trenes de ganado. Así llegaron a Zgorzelec, en la región polaca de la Baja Silesia. «Era una ciudad bombardeada, pero éramos libres: estábamos en nuestra patria. Entrábamos en casas porque la ciudad estaba vacía. Nunca había visto una casa normal, con mesas, mantel, etc. Todos los días rebuscábamos en el escombro y encontrábamos ropa y juguetes». Los antiguos ocupantes habían sido alemanes. Su ropa seguía en los armarios y su comida en las cocinas, como si fueran a volver a las pocas horas de haberse marchado precipitadamente. Entretanto, la madre y la hija disfrutaban juntas de un primer momento de libertad. Un día la pequeña encontró un saco lleno de billetes. «Fui corriendo donde mi madre pero me dijo que podía seguir jugando con ellos, que ya no valían nada. Era dinero nazi».

La llegada de ciudadanos polacos puso fin a todo aquello. Ahora eran ellos los que perseguían a los judíos; parias a los que estaba permitido insultar, golpear, e incluso matar a palos si era necesario; «un lugar en el que morían hasta los gallos de hierro de las veletas», que habría dicho el demonio de Bashevis. Encerradas en aquella casa, los estantes con comida no tardaron en quedar vacíos. Justo cuando madre e hija se debatían entre morir de hambre o arriesgar la vida en la calle, oyeron voces en la escalera. «Hablaban en yiddish, eran de la Jewish Brigade», recuerda Rhoda, refiriéndose a esa brigada de judíos llegada de Palestina al amparo de Churchill. Tenían orden, después de haber luchado contra los nazis, de permanecer en Europa, ayudar a los supervivientes y rescatar a los niños. A Rhoda y a su madre las llevaron a un edificio enorme, «quizás un antiguo hospital», al que llamaban kibutz. No salían nunca de allí, pero Rhoda recuerda que era primavera por una sencilla razón: «Celebramos la Pascua, el éxodo de Egipto, y descubrí que era judía, y no una «sucia judía» como nos llamaban en todas partes. Tengo muy buen recuerdo de aquello».

Rhoda, que solo dominaba el alfabeto cirílico, aprendía ahora el hebreo de su madre mientras esta pelaba patatas en el patio central del edificio. Sime insistía en volver a su Konstantinow natal, pero los brigadistas judíos avisaron de que Polonia no era lugar para ellos, que los matarían a todos. Preguntaron por los abuelos y les dijeron que los habían mandado a Treblinka. También a los paternos. Se organizó la Brijá, la huida de los supervivientes del Holocausto de Polonia. Les dijeron que era muy peligroso porque ningún país europeo les dejaría cruzar sus fronteras sin documentos. No solo había que hacerlo clandestinamente, sino que debían separar a los padres de sus hijos. «Después de todo lo que habíamos pasado juntas… Fue muy duro», dice Rhoda. Se le vuelve a entrecortar la voz. Tenía siete años cuando la llevaron a un campamento al que iban llegando más niños desde monasterios, desde colegios y hospitales abandonados y campamentos levantados en lo que quedaba de Polonia tras la guerra. «Nos subieron a las traseras de camiones protegidos bajo una lona; atravesamos Ucrania, Rumanía, Hungría… Siempre recogiendo más niños. Pasábamos días o semanas ocultos en lugares lúgubres, como aquel edificio abandonado enorme en cuyo sótano dormíamos rodeados de ratas. Años más tarde descubrí, gracias a un documental, que había sido el hospital Rotschild».

Solo Checoslovaquia les dejó cruzar de forma legal. Cuando Rhoda vio la nieve en Praga entendió que habían necesitado casi un año para llegar desde Polonia a Alemania. El final del trayecto para todos aquellos supervivientes fue un campamento de personas desplazadas de Alemania; desde uno de ellos salió su madre, buscando entre los niños que bajaban de los camiones. El reencuentro fue todo lo emotivo que uno puede esperar en esas circunstancias. Juntas pasaron cuatro años en cuatro de esos campos. «No solo eran inmundos sino que teníamos que compartir espacio con colaboradores de nazis que no querían volver a sus países de origen». Únicamente la intervención del presidente Truman a través de uno de sus enviados consiguió separar a las víctimas de sus verdugos. Para entonces, el yiddish era la lengua favorita de los fantasmas. En un campo ya solo para judíos, Rhoda cursó 3º de primaria en yiddish y hebreo, porque el plan era llevarlos a todos a Palestina. Durante aquella odisea a través de Europa oriental, su madre se había vuelto a casar, esta vez con Menahem Henelde, un sastre judío de Lodz. Este tenía un hermano en Londres y una tía y primos en América. Tras embarcar en el puerto Bagnioli de Nápoles, llegaron a Nueva York el 22 de diciembre de 1949. Rhoda cumplió los años en mitad del Atlántico; oficialmente once, pero ella sabe que fueron doce. Da igual. Cuesta creer que alguien pueda vivir tanto en tan poco tiempo.

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América tampoco se lo pondría fácil a los Henelde, pero nada podía ser peor que lo que habían dejado atrás en Europa. Recuerdos de un barbero que se quedó con todos los ahorros de su padrastro nada más desembarcar (cinco dólares), así como de una adolescencia con ropa prestada en un colegio cuyo nivel general era aún más bajo que el de los campos de desplazados en Alemania. De ahí pasó a trabajar como secretaria en un bufete de abogados, donde ahorraba todo lo que podía para pagarse un billete a Israel. Un día, uno de los abogados le dijo que había becas en Estados Unidos para estudiar en Israel. Fue el 10 de abril de 1960 cuando Rhoda pisó el país de los judíos por primera vez. Aprendió el hebreo en un kibutz y se matriculó en Literatura Inglesa y Filología Románica, con literatura yiddish como especialidad suplementaria. En el verano del 61 viajó a Madrid con la intención de perfeccionar el español, y su camino se cruzó con el de Jacob Abecasis, un estudiante de Ingeniería sefaradí.

«Nos conocimos en la sinagoga y centro comunitario, que no era más que un oratorio tolerado en un sótano de la calle Cardenal Cisneros. Por aquel entonces había en Madrid algún centenar de familias judías llegadas de toda Europa, además de algunas decenas de estudiantes universitarios venidos del antiguo Marruecos español, como yo mismo», interviene Jacob. «Éramos universitarios de casi todas las facultades; organizábamos reuniones los sábados, manteníamos una revista oral… Yo tenía mi base de conocimiento del hebreo de niño de Tetuán porque provenía de una familia conservadora y Rhoda fue mi profesora para perfeccionar el idioma».

La última página

Se casaron en el 68 y, a partir de entonces, tuvieron a sus tres hijos mientras encadenaban temporadas entre España e Israel. No fue hasta el año 2000 cuando Rhoda recibió la primera propuesta de traducir a Bashevis, aunque este último llevara muerto desde el 91. Tras recibir el Nobel, varias de sus obras se traducen al castellano desde la versión inglesa, pero no todas. Sombras sobre el Hudson se había publicado por entregas en el diario yiddish neoyorquino Forward entre 1957 y 1958. En ella, Bashevis cuenta el ocaso del judaísmo centroeuropeo al que pertenecía a través de una serie de supervivientes del Genocidio varados en Manhattan: son los Grein, los Luria, los Makaver… Han perdido a sus madres y a sus hijos en el Yiddishland, la tierra del yiddish, pero sus fantasmas les han acompañado hasta el otro lado del océano. En España será Ediciones B la que se lance a publicar esta perturbadora novela en el año 2000. Tras comprar los derechos para la traducción desde el original, los editores se topan con la dificultad de encontrar a alguien que lo haga desde el yiddish.

«Nos contactaron a través del grupo de conversación y lectura que tenemos desde el 92 en Madrid para mantener la lengua. Mis hijos insistieron y, al final, me animé», explica Rhoda. La constatación de que era ella la traductora que Bashevis había pedido a Dios llegaría poco después. «Hay muchos dialectos del yiddish pero resultó que el de Bashevis era el de mi madre. ¡Era justo el nuestro!». Desde aquello, Rhoda y Jacob han firmado la traducción de media docena de autores. De Israel Joshua Singer, hermano mayor de Bashevis, dicen que era mucho mejor novelista que este, pero que murió demasiado joven. También han traducido a Esther, la hermana mayor de la que ambos renegaron; «no el padre, pero sí la madre y los hermanos. Era epiléptica. Es una historia muy triste», dice Jacob. Sobre el futuro de una lengua que fue cercenada físicamente en su momento de mayor esplendor, la pareja se muestra optimista:

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«En América se han creado grupos laicos para mantener la lengua y se enseña en cursos de verano en Tel Aviv, e incluso en Alemania», aduce Rhoda. Es cierto que el yiddish sigue vivo en comunidades ultraconservadoras como los jasídicos neoyorquinos, que usan el hebreo solo para leer los libros sagrados. Tal es la paradoja lingüística de los judíos: la lengua oficial en Israel, el hebreo, llevaba muerta dos mil años cuando se rescató de las escrituras a finales del siglo XIX. Su imposición como única lengua oficial tras la creación del Estado judío fue un elemento de cohesión social clave, pero también una mordaza para otras que se habían hablado durante siglos y seguían aún vivas, como el yiddish. Datos recogidos por el Consejo de Europa finales del siglo pasado situaban el número de hablantes en todo el mundo en torno a los dos millones, una cifra que podría haberse reducido considerablemente a día de hoy, y que palidece aún más cuando uno piensa que sumaban en torno a doce millones antes del Holocausto.

Se ha perdido mucho, casi todo. Rhoda recuerda que su abuela sabía el polaco justo para defenderse en el mercado, y que vivió el momento en el que yiddish salía del barro de la diglosia. Fue en 1864 cuando Sholem Yankel Abramovich, un escritor ilustrado de Lituania consagrado en hebreo, escribió Dos kleyne mentshele (El hombrecillo) en yiddish. Su publicación fue la puesta de largo en la literatura moderna de una lengua rica y flexible; el código para desvelar una cosmogonía judía no necesariamente religiosa. El último demonio de Bashevis lo explicaba mucho mejor: «Satanás ha cocinado un nuevo guiso, y ahora los judíos han producido escritores».

Rhoda quiere pensar que la lengua sobrevivirá a los embates del futuro. Llegó esperanzada de su reciente visita a Rumanía, donde recientemente fue invitada a una feria de teatro y a participar en un simposio sobre el yiddish. En el hotel junto al teatro todo el mundo hablaba la lengua, hasta los propios israelíes. «¡Era Yiddishland!». Le pidieron que hablara de la situación de la lengua en España. La península nunca fue parte de la patria del yiddish pero, según la traductora, el interés por sus autores resulta sorprendente. En Bucarest, el antiguo director del Forward, que ahora tiene un digital en ese idioma, le pidió el papel de su disertación para publicarlo. También menciona a Evgeny Kissin, el reconocido pianista clásico ruso —hoy ciudadano británico e israelí— sorprendido de que en España existiera el yiddish, quien le escribió una carta donde le explicó en yiddish que quiere recuperar la lengua de su infancia de su abuelos. Se conocieron en persona durante su último concierto en Madrid, en la que el músico también quiso reunirse con el grupo de hablantes en su reunión mensual.

No es raro ver a Kissin recitar en publico, y con auténtica devoción, poemas como Di freyd fun yidishn vort («El gozo de la palabra yiddish»). Pertenece a Yankev Glatshsteyn, un poeta judío nacido polaco a finales del XIX y muerto americano en 1971, justo el año en el que nació Kissin. Bashevis habría achacado la casualidad a ese demonio que se agarra a un libro de cuentos en yiddish. «Mientras las polillas no hayan destruido la última página, tengo con qué jugar», nos traduce Rhoda.

https://www.jotdown.es/2019/06/probar-del-guiso-de-satanas/
 
Heroína y guerrillera: el martirio de La Pardala, la pesadilla española del «gánster Napoleón»
En «El canto de La Pardala» (Edaf, 2019), Fernando Martínez Laínez aborda la historia de una de las heroínas olvidadas de nuestro país: María Josefa Bosch
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SeguirManuel P. Villatoro@ABC_Historia
Actualizado:20/06/2019 07:47h
La gran mentira nacionalista de que los catalanes fueron marginados en América
Pocos son los datos capaces de narrar las desventuras de María Josefa Bosch, más conocida (aunque no en exceso) como «La Pardala». Hasta ahora, la vida de esta heroína de la Guerra de la Independencia española navegaba entre las turbulentas aguas de la realidad y la leyenda (a veces inseparables en lo que se refiere a nuestro pasado más castizo). Por ello, la labor del incombustible Fernando Martínez Laínez es tan loable; porque, en su nueva novela histórica ( «El canto de La Pardala» -Edaf, 2019-) ha buceado entre los escasos documentos existentes para asirse a la realidad y, sobre ella, crear una deliciosa ficción capaz de explicar de forma pormenorizada los vaivenes de este olvidado personaje.

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Laínez, finalista del Premio Planeta, encadena así una narración cuyo objetivo es alzar hasta su merecido pedestal a «La Pardala». La guerrillera, la espía y -por desgracia- también la mártir. «Murió después de sufrir mil injurias y torturas», desvela el autor en declaraciones a ABC. En sus palabras, María Josefa fue prendida y colgada «de una horca en el travesaño improvisado entre dos conventos» sin juicio previo. No hizo falta. El inmenso odio que había generado su ayuda a las partidas locales la condenó. Ese fue el culmen de un martirio en el que la española fue paseada por las calles «subida a un borrico para provocar las burlas del vecindario» y golpeada hasta la extenuación.

«La Pardala» fue también uno de los muchos ejemplos de españolas que, durante la Guerra de la Independencia, se alzaron contra el invasor francés. Una de tantas cuyo valor insufló ánimos en los usurpados; pero también una de las miles que han sido ocultadas en el fondo de un cajón por una u otra causa. «¿Quién va a recordar a La Pardala en un país donde declararse patriota, y sobre todo serlo, es objeto de escarnio? Un país donde exhibir una bandera nacional (la bandera de Carlos III y la I República, no se olvide) se considera una provocación o ser tildado de “facha”», afirma a este diario Laínez con una mezcla de amargura y tristeza.

Por otro lado, Laínez es firme defensor de que, sin personajes como «La Pardala» (los cuales forman un «pasado común») Napoleón podría haber avanzado sin oposición por la Península Ibérica. Y lo cierto es que no le falta razón, ya que -mediante sus malas artes- logró convencer a las autoridades hispanas de que permitiesen pasar a su ejército sin oposición alguna hasta Portugal. «Dejando aparte sus cualidades militares, Napoleón fue un gánster político, y en plena guerra ya había decretado la anexión pura y dura a Francia de toda la parte de España al norte del río Ebro», añade el autor. Si ya conocemos a Manuela Malasaña o Agustina de Aragón, ahora es el turno de la buena de María Josefa...

1-¿Ha sido difícil hallar información sobre ese personaje? ¿Era su verdadera historia desconocida en España?

Me encontré por primera vez con Josefa Bosch, La Pardala, al indagar sobre una novela histórica que quería ambientar en Morella y la zona del Maestrazgo. Una tierra incomparable en el corazón de España. Allí descubrí que había una torre casi destruida en el castillo-fortaleza de Morella que lleva ese nombre. A partir de ese rastro inicié la indagación, pero los datos concretos sobre su figura eran, y siguen siendo, escasos y fragmentarios. En ese sentido puede decirse que su historia verdadera es casi desconocida. Fue una heroína que apenas dejó documentada su existencia, pero que sin embargo mantuvo su leyenda en la memoria del pueblo.

2-¿Qué hay de verdad y qué de mentira en la leyenda de La Pardala?

La verdad es que fue una mujer que combatió como guerrillera y en la clandestinidad por oponerse a los invasores de su país, y eso hizo que sufriera martirio y fuera ahorcada vilmente. A partir de ahí, los datos ciertos y la leyenda se entremezclan, como sucede en cualquier hecho heroico con el transcurso del tiempo.

3-¿Cómo vivió Josefa sus primeros años? Parecen que existen pocos detalles sobre ellos...

Está documentado que nació en la localidad turolense de Mirambel, un pueblo de solera ancestral que Pío Baroja ambientó en una de sus novelas. Sus padres y abuelos residieron allí desde muy antiguo. Eran gente de clase media con algunas tierras de labranza. Josefa llevó una vida muy normal y se trasladó con su marido a Morella al casarse, cuanto tenía 17 años. La familia de su marido estaba vinculada al gremio de los tejedores, con una industria artesanal bastante desarrollada, y La Pardala se integró en ese mundo como una trabajadora más en el taller familiar. No tuvieron hijos y estaba destinada a una vida apacible de no ser por la invasión napoleónica, que lo trastocó todo.

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Fernando Martínez Laínez - ABC
4-¿Se mostró partidaria desde el principio de la Guerra de la Independencia a la causa patriótica?

Así debió de ser, porque los acontecimientos de aquel momento histórico en todo el reino de Valencia se produjeron muy rápidos. La insurrección popular que se inició el 2 de mayo de 1808 en Madrid se extendió por toda España con una velocidad increíble para la época, ante la pasividad, o incluso el rechazo, de muchos altos mandos militares y civiles, la jerarquía eclesiástica y una buena parte de la nobleza. El levantamiento supuso una gran derrota moral de la Francia napoleónica, que echó por los suelos las ilusiones de “fraternité” proclamadas de boquilla en España desde París.

Los franceses no podían imaginar a un pueblo furioso que en su gran mayoría estaba dispuesto a morir con sus mujeres y sus hijos, arriesgándolo todo sin medir las consecuencias contra el mayor ejército de la época. Se trató de una guerra de agresión y pura rapiña contra un pueblo traicionado por su propia clase dirigente y Napoleón. Poco a poco, La Pardala experimentó la misma transformación de muchas mujeres en esa guerra, al pasar de llevar una vida hogareña a participar decididamente en la lucha de guerrillas.

5-¿Se alzó Morella en contra del francés invasor? ¿Cuál fue el papel de la resistencia en esa región?

El ardor patriótico se impuso en casi todo el Maestrazgo, el Bajo Aragón y Castellón, aunque la población estaba sobrecogida y desconcertada por la falta de medios. La población apenas tenía defensas. Los franceses entraron en Morella varias veces exigiendo tributos y saqueando, y terminaron instalando una guarnición en el castillo, un emplazamiento de gran valor estratégico, que bien defendido era casi inexpugnable.

El papel de la resistencia sigue la pauta marcada en muchos lugares de España. Derrotado en campo abierto el ejército regular, la guerra popular de guerrillas se extendió pronto a todos los territorios ocupados. Fue una guerra total, sin reglas ni cuartel, como no se había conocido antes en Europa, que sirvió de inspiración a otros países como Alemania o Rusia, pero quebró el desarrollo normal de España en el siglo XIX, en un momento en que otros países de Europa alcanzan su apogeo. Para España la herencia fue funesta, ya que las derrotas ultramarinas no vinieron solas, sino acompañadas del rosario de guerras civiles y tendencias separadoras que todavía no hemos superado.

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Recreación de Agustina de Aragón
6-¿Cómo colaboraba con la guerrilla Josefa? ¿Fue determinante su labor?

Las principales partidas guerrilleras en la zona del Maestrazgo eran las del fraile franciscano Asensio Nebot y el sargento José Milián. La Pardala tuvo que participar en esas acciones que -como era habitual- no quedaban registradas en ningún sitio. Josefa era confidente y espía del sargento Milián, y mantuvo continuo enlace entre las partidas refugiadas en los montes y los patriotas der Morella, pasó información, proporcionó armas y dio refugio en su casa a los españoles perseguidos. Su papel debió de ser importante porque la ahorcaron sin juicio alguno después de tenerla varios meses sometida a humillaciones y malos tratos.

El historiador y cronista morellano, Carlos Sangüesa, ha dejado testimonios documentados de que La Pardadla intervino decisivamente en un golpe de mano por sorpresa el 31 de diciembre de 1810 que realizaron José Milián y su grupo. El asalto estuvo a punto de recuperar el castillo y se saldó con la captura de cincuenta prisioneros franceses, lo que supuso una gran humillación para los ocupantes. A partir de ese momento, La Pardala tuvo que escapar de Morella y abandonar su casa, pero sus méritos quedaron reconocidos por la Junta de Valencia, que la premió con seis reales de vellón diarios y la declaró oficialmente “patriota benemérita”.

7-¿Por qué fue prendida? ¿Fue acusada por españoles afrancesados?

Tras el asalto a Morella, Josefa era una mujer marcada, y el cerco de los franceses se fue estrechando. Seguramente pusieron precio a su cabeza y después de ir a Valencia quizá pudo refugiarse un tiempo en Mirambel, donde todavía debían de quedarle parientes y amigos de su época juvenil.

No está claro, sin embargo, qué la motivó a regresar a Morella y meterse otra vez en la boca del lobo cuando la detuvieron. En eso seguramente tuvo que ver la delación de algunos de sus convecinos afrancesados que deseaban vengarse de ella y congraciarse con los ocupantes.

«Murió el 17 de agosto de 1811 después de sufrir mil injurias y torturas»
8-¿Cómo fue ejecutada?

Murió el 17 de agosto de 1811 después de sufrir mil injurias y torturas. La colgaron de una horca en el travesaño improvisado entre dos conventos, uno de franciscanos y otro de monjas agustinas. Los franceses quisieron exponerla a la vergüenza pública y pasarla por las calles de la ciudad subida a un borrico, para provocar las burlas del vecindario. La enterraron en el cementerio de Morella y le cantaron una misa funeral de cuerpo presente.

9-¿Cuál es la importancia histórica del personaje?

Josefa Bosch fue una mártir patriota en la guerra más larga y cruel librada dentro de España. Una contienda terrorífica en la que España logró mantener su independencia a costa de quedar arruinada y dividida ideológicamente en bandos cerriles irreconciliables. Lo que vino después fue una agonía histórica cuya secuela todavía no hemos superado.

Pese al revisionismo académico de ciertos sectores, resulta correcto calificar esa contienda como Guerra de Independencia, porque es falso que lo que se ventilaba fuera cambiar un régimen político por otro más “progresista”, como pensaban con ingenua bobería muchos afrancesados. Dejando aparte sus cualidades militares, Napoleón fue un gánster político, y en plena guerra ya había decretado la anexión pura y dura a Francia de toda la parte de España al norte del río Ebro. Se trató de una ocupación pura y simple, que hubiera hecho de España un país cipayo, un satélite servil de la “grandeur” francesa.

Necesitaríamos personajes como La Pardala como ejemplo, para establecer una historia común, por encima de luchas intestinas, y más en un país tan tribal y mentalmente fragmentado como España. Hacer nuestros figuras y lugares que permitan construir un relato histórico de entendimiento común. Sin ese sentido colectivo todo se diluye en una caótica atomización individual, sin futuro propio frente a países más fuertes.

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Representación de la Guerra de la Independencia
10-¿Por qué ha caído en el olvido?

¿Quién va a recordar a La Pardala en un país donde declararse patriota, y sobre todo serlo, es objeto de escarnio? Un país donde exhibir una bandera nacional (la bandera de Carlos III y la I República, no se olvide) se considera una provocación o ser tildado de “facha”. Hay una vena delirante en todo esto, que deriva de la carencia de relato histórico común. Para la visión “progre” liberal, y políticamente correcta, resulta molesto reconocer que la brutal invasión napoleónica fue una pura guerra de agresión y provocó la división radical que vino después y que se palpa hoy en los separatismos de aldea. En el fondo, los guerrilleros eran proletarios insurrectos en una España de tradiciones muy arraigadas que, tras descubrir y conquistar medio mundo, no pudo convivir con sus propios fantasmas históricos.

11-¿Qué dificultades ha tenido a la hora de novelar su historia?

La mayor dificultad ha sido dar forma a una historia que encajara literariamente las piezas de los datos reales sobre el personaje con la parte imaginada de forma verosímil, dando coherencia al conjunto de la novela. Mi inspiración en este sentido debe mucho a Baroja y Galdós, que siguen siendo las dos cumbres de la novela histórica española.

12-¿Debe España un reconocimiento mayor a las heroínas de la Guerra de la Independencia?

Sin duda. Entre otras cosas para poner de relieve el papel tan destacado de las mujeres españolas en esa guerra, soportando abusos y violaciones sin cuento de la soldadesca enemiga. Ahí están los dibujos de Goya para dar una leve idea de lo que sufrieron. Además de entregar a la patria lo que más querían: sus hijos, combatieron cuando llegó la ocasión como un soldado más, arrastraron cañones, cuidaron heridos, crearon un cerco de hostilidad y rechazo a los invasores, padecieron torturas y dieron su vida cuando les llegó la hora, como ocurrió con La Pardala. En la mayoría de los casos lo hicieron de forma anónima, sin dejar rastro de su heroísmo. Si España tuviera la memoria que ellas merecen, el monumento a estas mujeres debería dejar pequeño al que Nelson tiene en el centro de Londres, por no hablar de libros, películas o series de Tv sobre el tema. Es así como se crea cultura histórica solidaria.

https://www.abc.es/historia/abci-he...la-ganster-napoleon-201906190111_noticia.html
 
Psychoshop
Publicado por Carlo Fabretti

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El Retrato de Dorian Gray (1945) Imagen MGM

Photoshop solo es el primer paso. La posibilidad de pasar a limpio la propia imagen mediante un embellecedor informático no tiene por qué limitarse al físico, y no lo hará. Dentro de poco habrá a disposición de cualquiera que tenga acceso a un ordenador un programa de embellecimiento del alma —al que, por analogía, podríamos llamar Psychoshop— que funcionará más o menos así: empezará recopilando todas tus huellas digitales, sobre todo las frases (tuits, correos, sms, conversaciones grabadas…), a las que incorporará la información, real o ficticia, que quieras suministrarle, y con todo ello elaborará un esbozo de tu alma virtual, a la que podrás añadir las características y habilidades que desees. Por ejemplo, podrás decirle a Psychoshop: «Quiero conversar con la ironía de Oscar Wilde y citar a Shakespeare con frecuencia». A partir de ese momento, cada vez que escribas o grabes un mensaje, y del mismo modo que el corrector automático subraya las faltas de ortografía, Psychoshop te mostrará una versión de tus frases mejorada y enriquecida que podrás utilizar total o parcialmente. Con el tiempo, el programa se adaptará a tus deseos y necesidades de forma tan precisa que confiarás plenamente en él y dejarás que cree y envíe mensajes sin ni siquiera molestarte en supervisarlos, y la red empezará a poblarse de diálogos de fantasmas.

Puede parecer un término recién acuñado, pero Psychoshop es el título de una novela que Alfred Bester (el autor de El hombre demolido, uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción) empezó poco antes de morir, en 1987, y que fue terminada por Roger Zelazny. En la novela de Bester-Zelazny, Psychoshop no es un programa sino una tienda, pero la idea es básicamente la misma, pues en ese establecimiento se pueden comprar todo tipo de complementos y maquillajes para embellecer o enmascarar el espíritu.

Y en 1968, cuando internet y las redes sociales no eran ni siquiera futuribles, el dramaturgo y novelista británico Michael Frayn publicó Una vida muy privada, una lúcida sátira que anticipa la alarmante sustitución de las relaciones personales directas por sus sucedáneos electrónicos. En un futuro cercano, las clases adineradas rehúyen el contacto físico y se refugian en casas-búnker individuales en las que las ventanas han sido sustituidas por pantallas. Las partes pudendas ya no son los genitales, sino los ojos, siempre ocultos tras unas gafas ahumadas que solo se quitan en la más estricta —e infrecuente— intimidad.

Cincuenta años después de su publicación, la novela de Frayn no solo ha dejado de ser ciencia ficción, sino que en algunos aspectos incluso ha sido superada por los acontecimientos. La evitación del encuentro directo y la modificación/ocultación de la propia imagen —tanto física como psíquica— ya no es solo un perverso lujo de los ricos, sino una tendencia cada vez más generalizada y de consecuencias difíciles de prever en toda su amplitud.

La función 24

En cierta ocasión le preguntaron a François Mauriac quién habría querido ser, y contestó: Moi même, mais réussi. No me gustaría ser otro, sino la mejor versión de mí mismo; y, sobre todo, no me gustaría que otro fuera la mejor versión de mí mismo, un temor antiguo e insidioso plasmado de forma especialmente perturbadora en el mito del Doppelgänger.

En su Morfología del cuento, Vladimir Propp lleva a cabo un minucioso análisis formal de los cuentos maravillosos tradicionales, a partir de la idea seminal —embrión del estructuralismo— de que no son los temas ni los personajes concretos lo más relevante de los cuentos, sino las funciones que cumplen dichos personajes; funciones que se repiten en todos los cuentos y siempre en el mismo orden, y de las que Propp identificó treinta y una.

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El doctor Frankenstein (1931). Imagen: Universal Pictures.
En la medida en que esos «pequeños mitos», como los denomina Lévi-Strauss, que son los cuentos maravillosos reflejan aspiraciones y conflictos básicos, no es extraño que las principales funciones señaladas por Propp aparezcan de manera recurrente en todo tipo de relatos, tanto ficticios como verídicos, y muy concretamente en ese gran relato que es la historia de las sociedades humanas. Y en este sentido resulta especialmente significativa la función 24 de la clasificación de Propp, denominada Pretensiones engañosas: «Un falso héroe reivindica para sí pretensiones engañosas», atribuyéndose los méritos del verdadero héroe e intentando someterlo, desprestigiarlo o destruirlo.

El falso héroe de los cuentos maravillosos tradicionales se prolonga en el Doppelgänger de la literatura romántica —el doble oscuro que usurpa el lugar del protagonista y a menudo busca su ruina—, que reaparece con fuerza en la ciencia ficción terrorífica y distópica: clones, replicantes, androides, alienígenas metamorfoseados en humanos… Del mismo modo que la crisis de Wall Street propició el auge del cine de terror y el clima de desasosiego de la Alemania prenazi fue el caldo de cultivo del cine expresionista, la actual crisis socioeconómica explica la extraordinaria popularidad de símbolos como el zombi, el robot exterminador o el simio subversivo, que expresan la rebelión de la naturaleza ultrajada y de la tecnología pervertida, así como el descerebramiento y el canibalismo de una sociedad que diríase abocada a la autodestrucción.

Como nos recuerda Frankenstein, los peores monstruos son los que llevamos dentro y engendramos nosotros mismos a nuestra imagen y semejanza (no es casual que se designe a la criatura del doctor Frankenstein con el nombre de su creador), y el Doppelgänger que viene también lo crearemos nosotros, cada uno el suyo y juntos el de todos. Aunque tal vez no sea un demonio, sino un ángel de la guarda. O ambas cosas (al fin y al cabo, un demonio es un ángel caído).

Podemos imaginar dos versiones del Doppelgänger virtual, una «fuerte» y otra «débil», que tal vez no sean posibilidades alternativas sino etapas sucesivas de un mismo proceso. En su versión fuerte, nuestro doble digital tendría voluntad propia —o funcionaría como si la tuviera, lo que a efectos prácticos vendría a ser lo mismo— y nos dirigiría con la firmeza de un superego —nunca mejor dicho— insobornable. En su versión débil, el gemelo electrónico se limitaría a sugerirnos, con la impersonalidad de un GPS, el camino a seguir en cada momento; pero lo haría con tal solvencia y conocimiento de causa que sería muy difícil —y tal vez insensato— no hacerle caso. Con el tiempo, miles de millones de Doppelgänger individuales podrían integrarse en una superinteligencia de enjambre depositaria de los conocimientos, aspiraciones y temores de toda la humanidad, y capaz, por ende, de administrar sus recursos mejor que cualquier gobierno.

A mediados del siglo pasado, Arthur C. Clarke dijo que, si inventáramos máquinas inteligentes, sería lo último que nos dejarían inventar. Y Asimov replicó que el único peligro de las máquinas inteligentes era que no llegaran a tiempo de salvarnos de nosotros mismos. Puede que los dos tuvieran razón.

https://www.jotdown.es/2019/06/psychoshop/
 
Julio Verne en tres libros de aventuras, fantasía científica y contradicciones ideológicas

Creación cultural

Los interesados en la narrativa del famoso autor francés pueden acceder a nuevas ediciones introducidas y anotadas de la clásica Veinte mil leguas de viaje submarino y la discutida publicación póstuma París en el siglo XX
Una antología de ensayos y entrevistas, Viaje al centro de la mente, facilita que el aficionado se aproxime al pensamiento verniano sin intermediarios, deducciones ni sobreentendidos

Ignasi Franch
28/06/2019 - 21:27h
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El autor de 'La vuelta al mundo en ochenta días', un incansable creador de aventuras literarias

Durante la segunda mitad del siglo XIX, un prolífico escritor francés renovó la novela de aventuras más o menos relacionada con el colonialismo. Inyectó en sus moldes dosis generosas de divulgación y especulación científica. De la pluma de Julio Verne surgieron Viaje al centro de la Tierra, La isla misteriosa y muchos otros clásicos del género que gozaron de nuevas vidas en la gran pantalla y en la televisión. Asociado perdurablemente con una familia de editores que querían dirigir estas obras a todos los públicos, y publicarla inicialmente en forma seriada mediante revistas, el francés rehuyó la representación de escenas que pudiesen resultar polémicas.

Verne quiso trasmitir las maravillas de la naturaleza y de las posibilidades de la ciencia. Su obra proyectaba una confianza básica en el progreso, abierta a dudas sobre las aplicaciones destructivas de avances tecnológicos. El autor no estaba fuera de los marcos conceptuales predominantes en la época: aplicaba la morfopsicología, que conecta pseudocientíficamente rasgos físicos con caracteres, o asumía los dictados de una antropología eurocéntrica y racista.

Como otros ilustres autores de novelas de aventuras, de H. Ridder Haggard a Arthur Conan Doyle, su mundo pertenecía al hombre blanco. La conflictividad entre clases sociales tampoco fue uno de sus temas estrella, más allá de defensas abstractas de la libertad y de cuestionamientos de intensidad variable sobre el imperialismo. A lo largo de su vida, Verne fluctuó entre la izquierda y la derecha política, navegando sus contradicciones de apasionado de la ciencia y religioso antidarwinista, con etapas socialistas pero defensor de Napoleón III y crítico de la Comuna de París.

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Un goteo de adaptaciones fílmicas contribuyó a mantener en el imaginario popular creaciones de Verne como 'La isla misteriosa'



A menudo se ha especulado con la personalidad del autor. ¿Era un burgués acomodado que oscilaba entre opciones políticas que entendía como moderadas, o su obra connotaba unas pasiones soterradas que no acabaron de ver la luz? La novela París en el siglo XX es un reflejo de las inquietudes del Verne previo a la consolidación de su éxito. De joven, trabajó en el sector financiero para procurarse una seguridad económica que le facilitase cultivar su vocación literaria. Ese pacto sugiere que era un hombre inquieto pero pragmático. Varios de sus héroes ejemplifican esta apuesta por el alejamiento controlado de las convenciones, sin volar los puentes que permiten el retorno al orden.

No siempre es fácil leer bien a Verne. En el mundo editorial hispano abundan las traducciones reducidas y simplificadas. Tampoco suele ser habitual encontrar ediciones críticas que abran pistas y caminos para profundizar en su obra. En este aspecto, cabe saludar las nuevas ediciones introducidas y anotadas de Veinte mil leguas de viaje submarino (Cátedra) y París en el siglo XX (Akal). Junto con la publicación de un volumen de ensayos y escritos misceláneos, Viaje al centro de la mente (Páginas de Espuma), suponen unos añadidos significativos a la bibliografía verniana en castellano.

Aventuras maravillosas con personaje ambiguo al fondo


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Uno de los grandes clásicos de Verne, Veinte mil leguas de viaje submarino, empieza con lo que aparentemente es la caza de un monstruo marino. El doctor Aronnax es reclutado para formar parte de una expedición de búsqueda y probable destrucción de un ser que provoca naufragios. Rápidamente queda claro que la presunta criatura es el Nautilus, un navío sumergible que usa tecnología desconocida hasta el momento. Lo comanda el enigmático capitán Nemo.

El protagonista de la novela es un formal y correctísimo científico, acompañado de un criado abnegado que ejerce de protector casi suicida de quien le emplea. Aronnax es un hombre de ciencia, acomodado y sin preocupaciones dinerarias, centrado en el conocimiento. Aunque no está demasiado preparado para la acción, es capaz de sobrevivir a momentos muy difíciles, en la tradición de los sabios resilentes que frecuentan las Aventuras extraordinarias escritas por el novelista.

De alguna manera, el protagonista ejemplifica el humanismo verniano, apoyado en el enciclopedismo y en la fe en el progreso, lastrado por inercias androcéntricas y eurocéntricas y, en general, por una estrecha concepción de lo que debe ser la normalidad. Aún así, el Aronnax va un poco más allá de los cauces establecidos al empatizar con ese Nemo (¿antihéroe?, ¿villano?, ¿anti-villano?) partidario de la revolución armada de los oprimidos.

Verne ofreció una novela ambiciosa por su extensión y astuta en las gratificaciones periódicas que ofrece a sus lectores. El autor maneja con soltura unos personajes más bien arquetípicos (Nemo al margen) y anima su viaje con amenazas y descubrimientos. Se trataba, como dice uno de los personajes, de desvelar “los últimos secretos del planeta” en un momento en que las expediciones terrestres habían visitado la práctica totalidad del globo. El mundo por conocer estaba debajo del agua, y el narrador francés consigue conjurar una cierta sensación de maravilla al realzar con algunas invenciones la fauna y flora de las profundidades submarinas.

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James Mason (a la izquierda) interpretó al Capitán Nemo en una de las más populares encarnaciones cinematográficas

A lo largo del camino tienen lugar menos conflictos eurocéntricos que en otras ocasiones, puesto que el grueso de la narración se sitúa dentro del Nautilus. Tampoco hay espacio para el machismo explícito, dada la ausencia de mujeres. Desde su aislamiento, el humanismo de Aronnax encuentra menos situaciones que pongan en cuestión el orden civilizatorio establecido por las potencias europeas. Aunque resulte destacable que Nemo, un outsider que ha causado muertes, sea el personaje más consciente de los abusos ecológicos, la lógica de conquista y las violencias a la carta ejercidos por los poderes dominantes. El autor escenifica un cierto elogio de la locura: el aparente enajenado dice verdades que otros no pueden pronunciar.

La nueva versión publicada por Cátedra incluye una traducción íntegra del texto francés. Miguel Ángel Navarrete incorpora, además del correspondiente estudio introductorio, centenares de notas complementarias que expanden la experiencia lectora. Se explican las innumerables referencias culturales y científicas que emergen en la prosa verniana, se señalan diversos errores y despistes cometidos por el autor, y se apuntan algunos interesantes cambios que tuvieron lugar durante el proceso de corrección y edición del texto.

Estos cambios y fluctuaciones atañen especialmente a la representación de Nemo, una figura polémica que generó discusiones entre Verne y su influyente editor. El plan original del narrador tenía connotaciones antizaristas que incomodaron a Pierre-Jules Hetzel, temeroso de irritar a los lectores rusos. La solución de compromiso ensayada resultó interesante: varias insinuaciones y sospechas hacían de Nemo una figura enigmática, misántropa pero quizá comprometida, víctima de alguna represión que presumiblemente había acabado con la vida de su familia.

Un romántico presagio de la distopía moderna


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Tras el fenomenal éxito de su primera novela publicada, Cinco semanas en globo, Verne presentó a a su editor una novela futurista titulada París en el año 2000. Hetzel la rechazó por desviarse de la confianza en el progreso científico y tecnológico que debía vertebrar sus escritos. El manuscrito quedó en el olvido hasta que de una caja fuerte emergió una novela corta ambientada en un imaginado París de 1960.

En la obra, el joven Michel Dufrenoy transige inicialmente en trabajar en un banco, a pesar de que aspira a convertirse en artista. Sus dudas y planteamientos remiten a ese Verne que se preocupó de ganar dinero antes de apostarlo todo a su vocación narrativa. Dufrenoy es el idealista insobornable que su creador quizá fantaseó con ser, y no consigue aplicar ese pacto entre la realidad y el deseo. Se niega a seguir el camino de un familiar que se enriqueció comerciando... con el aire.

En ese París futurista, centrado en las transacciones financieras y la construcción, los ciudadanos viven vidas apresuradísimas y se muestran obsesionados con la productividad o el rendimiento económico inmediato. En este contexto, la creación artística ha sufrido profundos cambios en clave fordista: trabajo en cadena, técnicas formularias de repetición y variación, rechazo de la originalidad, inspiración en la ciencia y la tecnología...

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El editor Pierre-Jules Hetzel, influyente en la definición de la verniana novela de la ciencia, rechazó la publicación de 'París en el siglo XX'



Esta vez la trama no se propulsaba mediante un fantasioso viaje en el tiempo a través de estados de catalepsia o sueños prolongados, como los que concebirían Edward Bellamy (El año 2000) o H. G. Wells (El durmiente despierta). Aún así, el planteamiento de Verne desprende una ingenuidad similar, por mucho que el futuro planteado sea oscuro y opuesto a la aparente utopía socialista de Bellamy. Choca ver como el personaje, un mayor de edad que ha crecido en ese París futuro, parece descubrir su funcionamiento al mismo tiempo que los lectores.

Los diálogos de los personajes, su misma manera de pensar, desprenden una cierta afectación que les aleja de la ciencia ficción moderna. La obra se sitúa en la órbita de un romanticismo fantástico del que se fueron distanciando progresivamente autores futuros como el mismo Wells. También hay espacio para un diálogo abiertamente machista, puesto en boca de un personaje secundario, que trasciende el habitual androcentrismo del autor.

Su distopía no resulta tan desaforadamente asfixiante como las posteriores pesadillas de sistemas totalitarios concebidas por Zamiátin en Nosotros o Orwell en 1984. Mediante esta novela de logros artísticos más bien limitados, a caballo entre la fantasía satírica, la pesadilla romántica y algo alejada de la distopía moderna, Verne concibió una especie de anti-utopía ajena a las inercias narrativas derivadas del terror rojo. Sus advertencias atacan una lógica del progreso desarrollista que compartirían parcialmente los Estados Unidos y la Unión Soviética. En la ficción del francés, la amenaza es un capitalismo que obliga a vivir en un presente permanente que arrasa con el pasado.

De alguna manera, el autor concibió un fin de la historia pseudototalitario desde el capitalismo presuntamente liberal. En París en el siglo XX, los disidentes no se enfrentan a policías del pensamiento, torturas o vigilantes armados. Sufren esa exclusión socioeconómica sin aspavientos, disfrazada como una consecuencia involuntaria y excepcional del desarrollo económico, que lleva a cabo el capitalismo sin bridas. Otras ficciones de futuros terribles nos mostrarían sistemas más estridentemente malvados, más basados en la represión violentísima de la disidencia que en una sutil manufactura de consensos.

Admirador de Poe, interesado por la ciencia


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Viaje al centro de la mente. Ensayos literarios y científicos (Páginas de Espuma) es un sugerente volumen de materiales misceláneos. Lo integran varios escritos firmados por Verne o, en el caso de varios artículos cortos publicados anónimamente en su hogar habitual (la revista Le Musée des Familles), atribuidos a este. El libro ha sido traducido y anotado por un estudioso de Verne de excepción como el traductor Mauro Armiño.

Los textos recogidos pueden iluminar diversos ángulos del pensamiento del escritor francés, de sus intereses (como los viajes en globo en particular, o las novedades tecnológica en general), sus referentes literarios, su método de trabajo constante o su personalidad. Un ensayo evidencia su fascinación por Edgar Allan Poe. Aunque las fantasías perturbadoras del estadounidense desbordaban el enfoque de los Viajes extraordinarios, el francés llegó a escribir una continuación de La narración de Arthur Gordon Pym.

También aparece el recuerdo de referentes literarios muy previsibles (las novela histórico-románticas de Walter Scott, las aventuras de James Fenimore Cooper) y otros menos evidentes (el realismo de Dickens). En las noticias reales sobre nuevas iniciativas tecnológicas, que a veces derivan en fabulosas especulaciones sobre posibles aplicaciones futuras, predomina una cierta cortesía laudatoria hacia quienes las conciben.

En varios discursos institucionales, que Verne pronunció como consejero municipal de Amiens, también domina un cierto formalismo amable acompañado de un humor inofensivo. Otro ejemplo de comicidad, algo más punzante, se encuentra en la sátira de costumbres Diez horas de caza.

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Verne dedicó un entusiasta ensayo a varias obras narrativas de Edgar Allan Poe

El miedo a la devaluación de las artes y las humanidades, central en París en el siglo XX, reaparece en una conferencia de tintes fantásticos titulada Una ciudad ideal. Ambos textos comparten incluso algunas bromas concretas. Esta conferencia, más bufa que la distopía previa, también está incluida en la edición de París en el siglo XX publicada por Akal.

Un bloque final que incluye diversas entrevistas, de enfoque periodístico y extensión moderada, al Verne tardío. En las entrevistas se entrevé un anciano burgués cómodamente asentado en Amiens, más bien bienhumorado a pesar de sus graves problemas de visión. El autor también respondió a las críticas al rol habitualmente mínimo que reservaba a las mujeres en sus ficciones con algún argumento más bien bochornoso. Los juicios sobre su obra proyectan una cierta humildad y el deseo de seguir llenando páginas y páginas de viajes ficticios, de aventuras para el gran público que no estuvieron exentas de múltiples contradicciones ideológicas más o menos acalladas.

https://www.eldiario.es/cultura/tre...ontradicciones-ideologicas-J_6_912768722.html
 
Los libros del verano: 'best sellers' y novelas policiacas
  • LEANDRO PÉREZ MIGUEL
  • LUIS ALEMANY
Domingo, 7 julio 2019 - 02:52


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LEER Y GOZAR
El verano invita a los libros
Muchos lectores aprovechan los meses estivales para recobrar las lecturas atrasadas o disfrutar del tiempo de vacaciones con un buen título entre manos. La Esfera de Papel propone más de un centenar de opciones de muy distintos géneros literarios y disciplinas entre la intensa producción editorial de 2019. Novela, ensayo, Historia, teatro, poesía, biografía, pensamiento, 'best-seller', infantil y juvenil, arte... Una selección para todos los gustos, las edades y las preferencias.

BEST SELLERS
Sakura. Matilde Asensi (La Esfera de los Libros). Hace años, un millonario japonés dejó caer el rumor de que iba a ser incinerado con un lienzo de VanGogh. ¿Lo hizo de verdad? Asensi, de regreso tras cuatro años de silencio y con toda su obra reeditada, monta un escape room en torno a ese misterio.

La muerte del comendador (II). Haruki Murakami (Tusquets).

Largo pétalo de mar. Isabel Allende. Plaza & Janés. La escritora chilena indaga y recrea el viaje del Winnipegg, el barco que llevó a 2.200 exiliados republicanos hasta Chile. Neruda hace una bonita aparición igual que muchas de las mujeres fuertes que acompañaron a Isabel Allende en su educación.

Llamarás un domingo por la tarde. Jvier Cid (Plaza & Janés). Aquella bestia de la noche que fue Martín Lobo se reencuentra con sus lectores nueve años después de su primera novela.Ahora llega más descarnado, más sabio y más dispuesto a reírse de sí mismo, aunque siga atado al mismo anhelo de amor y seguridad de toda la vida.

Una historia de España. Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara).El novelista recupera sus artículos en prensa sobre Historia de España, los hila en un libro y les encuentra un sentido: negar el tremendismo tanto como la autocomplacencia. El resultado, eso sí, tiende a la melancolía de las oportunidades perdidas.

Una jaula de oro. Camilla Läckberg (Maeva). ¿Se acuerdan de aquella obsesión por las novelas negras escandinavas de hace una década? La moda pasó pero quedó Camilla Läckberg, con sus thrillers de vidas perfectas y suequísimas que un día se rompen y descubren a vengadoras de lo más inesperadas.

Pecho frío. Jaime Bayly (Alfaguara). Las novelas de Bayly han cambiado en muchas cosas desde la época de La noche es virgen, pero se mantienen igual en la esencia.Ya no hay tanta transgresión, pero queda ese aire de autoparodia para narrar el mar de dudas que es la búsqueda de la identidad sexual.

Antes de los años terribles. Víctor del Árbol (Destino). También hay best sellers que hacen frontera con el periodismo.Del Árbol, ganador del Premio Nadal, escribe aquí sobre los niños y los señores de la guerra que tratan de sobrevivir en África y del lastre que no les deja superar sus dramas.

Si esto es una mujer. Noemí Trujillo y Lorenzo Silva (Destino). La gracia de la novela policiaca consiste en esto: una investigación criminal, aparentemente indescifrable, nos sirve para desvelar todo lo que no nos gusta de nuestra vida en sociedad. La detective Manuela Mauri es nuestra guía en un viaje que hace parada en un vertedero.


El hijo del italiano. Rafel Nadal (Planeta). Cerca de mil marineros italianos se refugiaron en Caldes de Malavella (Girona) en 1944.Su historia, casi olvidada, sirve para que Rafel Nadal construya una novela de búsqueda personal con paisaje histórico, escrita con el aspecto de una gran producción histórica.

NOVELAS POLICIACAS
De otro lugar. Óscar Montoya (Alianza de Novelas). «En el Levante, el agua del grifo es intragable, no se puede beber. Menos mal que casi nunca bebo agua». El irónico y peculiar inspector Tojeira se enfrenta a policías corruptos y fachas en Alicante y Vitoria a principios de los 80. Muy entretenida.

El carrusel de las confusiones. Andrea Camilleri. (Salamandra). «A las cinco y media de aquella mañana...» Si sólo puede quedar uno, de Francia, Maigret; de Grecia, Jaritos; de Suecia, Wallander; y de Italia, desde 1994 y hasta siempre, Montalbano. (Y de aquí que lo resuelvan entre Carvalho y Romano).

El último barco. Domingo Villar (Siruela). «La mujer alta dejó de leer, se tumbó boca arriba y notó que le vencía el sueño». Leo Caldas, un inspector tranquilo, terco y compasivo, investiga una desaparición. Aunque Villar alumbra novelas negras por fuera y cuentos de amor a su tierra gallega por dentro.

Falcó, Eva y Sabotaje. Arturo Pérez-Reverte (Debolsillo). «La mujer que iba a morir hablaba desde hacía diez minutos en el vagón de primera clase». Una trepidante y adictiva trilogía, recién publicada en bolsillo, que nos traslada de la España rota del 36 al París del Guernica, pasando por Tánger.

La ceguera del cangrejo. Alexis Ravelo (Siruela). «Por qué José Ángel Fuentes Medina compró una navaja de las pensadas para matar y por qué le dio el uso para el que había sido concebida...». Una investigación con enigmas, persecuciones y violencia. Y con un núcleo irradiador: el pintor César Manrique.

La red púrpura. Carmen Mola (Alfaguara). «La pantalla muestra un espacio casi vacío, desangelado. Solo hay una silla de madera en el centro de la estancia y un monitor grande en una pared tosca, de ladrillo». Si todos los libros son un producto, éste funciona como un reloj suizo. Truculento y tremendo.

Los señores del humo. Claudio Cerdán (Ediciones B).«Harrelson Levy era el rey Midas. Sabía transformar el barro en oro». Un policía retirado, un proxeneta y un mercenario buscan a un asesino en Madrid. Si Ellroy o Winslow quisieran retratar la España corrupta de 2013 no podrían parir un novelón mejor.

Prohibido fijar cárteles. Paco gómez Escribano (Milenio).«El Lejía se dio cuenta a tiempo de que seguir siendo un yonqui no le iba a llevar a ninguna parte». Una novela barriobajera y mordaz donde todo, o casi todo, pasa en el bar del Chino, un garito con sabor a antiguo. Un hardboiled de Canillejas.

Relatos. Patricia Highsmith (Anagrama). Este tocho de la magnífica colección Compendium -háganse con todos los que puedan: están Carrère, Nabokov, Carver, Dahl...- reúne los primeros cinco libros de cuentos de la escritora. Para que todo encaje debe colocarse junto con las cinco novelas de Tom Ripley.

Serie Bruna Husky. Rosa Montero. (Seix Barral). «Bruna despertó sobresaltada y recordó que iba a morir». Si usa ebook, una buena compra es el pack con las tres novelas de esta detective replicante, también devorables en papel. Montero trasciende el género desde los Estados Unidos de la Tierra, en 2109.
https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2019/07/07/5d1f86ff21efa0402e8b45c7.html
 
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