Poesía Eres Tú...

Negra sombra
Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.
Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras;
i eres a estrela que brila
i eres o vento que zoa.
Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras;
i es o marmurio do río,
i es a noite, i es a aurora.
En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras;
nin me dexarás ti nunca,
sombra que sempre me asombras.

Traduccion sui generis

Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis mismas almohadas
vuelves haciéndome mofa.
Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.
Si cantan, eres tú quien canta,
si lloran, eres tú quien llora,
eres el murmullo del río
eres la noche y la aurora.
En todo estás y eres todo,
para mí, y en mí misma, moras,
y no me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombra.
 
Amor es rey tan grande
que aprisiona en vasallaje
el cielo, el mar, la tierra,

y única y sola majestad blasona.

Francisco de Quevedo

(Es sólo un fragmento, pero es el que más me gusta).
 
Amor es rey tan grande
que aprisiona en vasallaje
el cielo, el mar, la tierra,

y única y sola majestad blasona.

Francisco de Quevedo

(Es sólo un fragmento, pero es el que más me gusta).
No admiten, no...


No admiten, no, Floralva, compañía,
amor y majestad siempre triunfante:
solo ha de ser el rey, solo el amante,
humos tiene el favor de monarquía.

El padre ardiente de la luz del día,
no permite que muestre su semblante
estrella presumida y centelleante,
en cuanto reina en la región vacía.

Amor es rey tan grande, que aprisiona
en vasallaje el cielo, el mar, la tierra,
y única y sola majestad blasona.

Todo su amor un corazón lo cierra,
la soledad es paz de su corona;
la compañía, sedición y guerra.
 
A mi me encanta este:

Ciego que apuntas y atinas,
Caduco dios, y rapaz,
Vendado que me has vendido,
Y niño mayor de edad,
Por el alma de tu madre
—Que murió, siendo inmortal,
De envidia de mi señora—,
Que no me persigas más.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Baste el tiempo mal gastado
Que he seguido a mi pesar
Tus inquïetas banderas,
Forajido capitán.
Perdóname, Amor, aquí,
Pues yo te perdono allá
Cuatro escudos de paciencia,
Diez de ventaja en amar.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Amadores desdichados,
Que seguís milicia tal,
Decidme, ¿qué buena guía
Podéis de un ciego sacar?
De un pájaro ¿qué firmeza?
¿Qué esperanza de un rapaz?
¿Qué galardón de un desnudo?
De un tirano, ¿qué piedad?
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Diez años desperdicié,
Los mejores de mi edad,
En ser labrador de Amor
A costa de mi caudal.
Como aré y sembré, cogí;
Aré un alterado mar,
Sembré una estéril arena,
Cogí vergüenza y afán.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.

Una torre fabriqué
Del viento en la raridad,
Mayor que la de Nembrot,
Y de confusión igual.
Gloria llamaba a la pena,
A la cárcel libertad,
Miel dulce al amargo acíbar,
Principio al fin, bien al mal.
Déjame en paz, Amor tirano,
Déjame en paz.
 
Me encanta el Siglo de Oro, pero también me encanta Salinas...

Si me llamaras, sí...

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!
Lo dejaría todo, todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir.
No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí,
si me llamaras!-
será desde un milagro, incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde la voz que dice:
"No te vayas."
 
¿Conocéis esta?

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».



Luis Alberto de Cuenca.
Poeta, traductor y ensayista español nacido en Madrid en 1950.
Interrumpió los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para licenciarse en Filología Clásica.
Es un miembro destacado de los poetas de su generación, caracterizado por cultivar tanto las formas clásicas como
modernas, evolucionando hacia fórmulas personales que le han valido el reconocimiento de la crítica literaria.
Fue director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Cultura del gobierno español, obtuvo el Premio de la Crítica con
«La caja de plata» en 1985 y el Premio Nacional de Traducción con el «Cantar de Valtario» en 1987.
De su obra poética también merecen destacarse, «Los retratos» 1971, «Elsinore» 1972, «Scholia» 1978, «Necrofilia» 1983,
«El otro sueño» 1987 y «El hacha y la rosa» 1993. «Sin miedo ni esperanza recoge, en seis partes, sesenta poemas escritos
entre 1996 y 2002 y su poesía completa hasta 1996, está contenida en «Los mundos y los días».
 

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