Pintura - Museos - Exposiciones

Camarón en 7 cuadros: un homenaje pictórico al cantaor

CULTURA



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20/11/2018

Siete artistas rinden un homenaje pictórico a la figura de Camarón de la Isla en una gran muestra formada por obras originales. Todas ellas están dedicadas al cantaor, cuyo nombre real era José Monje Cruz, referente estético y musical para esta generación de artistas.

La exposición mostrará las obras de Ricardo Cavolo, Carla Fuentes, María Herreros, Mercedes Bellido, Mai Blanco, Pau Sanz i Vila y Coco Dávez y se completará con una representación de los más de cuarenta artistas que la Gunter Gallery tiene en su catálogo, como el colectivo Boamistura, David de las Heras, Jean Jullien, Lourdes Villagómez o Henn Kim.

La muestra, organizada y comisariada por Gunter Gallery, podrá visitarse los días 30 de noviembre y 1 de diciembre en el invernadero de la calle San Lorenzo, 11, en Madrid.


GALERIA :https://www.elconfidencial.com/mult...018-11-20/exposicion-madrid-camaron_1656042#0
 
EL ARTE DE MAX BECKMANN CONQUISTA EL THYSSEN-BORNEMISZA
Exposición: Beckmann. Figuras del exilio. Las obras del pintor alemán estarán expuestas en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta el 27 de enero.
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JUAN CARLOS GALÁN19 NOVIEMBRE, 2018

Una exposición que recomiendo vivamente a cuantos se pasen por Madrid en las próximas fechas es la que realiza el Museo Thyssen-Bornemisza sobre la obra del artista alemán Max Beckmann. Declaro desde el principio que mi acercamiento al mundo del arte es el de un mero aficionado, puramente intuitivo. Dicho esto, confieso que esta exposición titulada Beckmann. Figuras del exilio me ha conmovido profundamente. Pocas veces las manifestaciones plásticas penetran en mí como lo ha hecho la muestra sobre este artista alemán (Leipzig, 1884–Nueva York, 1950). La conmoción que ha provocado en mí la cincuentena de obras que componen la muestra ha sido fuerte.

La exposición se abrió el pasado día 25 de octubre y tuve el acierto —pocas veces me sucede esto— de acudir a ella apenas dos días después. No había aglomeración alguna y tranquilamente pude deambular por las salas en las que Tomás Llorens, comisario de la misma, ha distribuido las obras. Dos grandes apartados forman la muestra:

I. «Un pintor alemán en una Alemania confusa»

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Doppelbildnis Karneval. 1925. Doble retrato

II. «Figuras del exilio», que a su vez se estructura en cuatro subpartes, cada una de ellas bajo un rótulo metafórico: ‹Máscaras›, ‹Babilonia eléctrica›, ‹El largo adiós›, y ‹El mar›.

Una fecha, 1937, —año de la exposición Arte degenerado organizada por el Régimen nazi— es el gozne sobre el que pivota la vida de Beckmann y también la muestra de la Thyssen. Hasta ese año Max Beckmann ha sido una de las principales figuras del arte alemán cuyo magisterio durante la época de la Alemania de Weimar (1918-1933) era respetado por todos. Max Beckmann pronto destacó en los círculos artísticos de su país acogiéndose en principio al expresionismo y a la nueva objetividad, si bien pronto comenzó a desarrollar una pintura mucho más personal de signo realista pero llena de elementos simbólicos. Su participación en la Gran Guerra lo marcó profundamente y aunque sólo estuvo en filas un año (se alistó como enfermero voluntario en 1914 siendo dado de baja por sufrir de crisis nerviosas en 1915), la brutalidad del conflicto y los terribles efectos del mismo sobre las personas hizo que su arte, que había comenzado en los aledaños del impresionismo, derivara hacia un claro expresionismo.

#MaxBeckmann, uno de los artistas más respetados y principal figura del arte alemán antes del ascenso del nazismo. Una espectacular #exposición en el @MuseoThyssen. @ComunidadMadrid. #BeckmannThyssen. #Reseña de @juancargalan.CLIC PARA TUITEAR
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Sociedad (1931)

Tras el ascenso del nazismo en 1933, Max Beckmann fue expulsado de la Städelschule de Frankfurt donde daba clases desde 1915. Pero será en 1937, al haber sido seleccionados cuadros suyos para la exposición Arte degenerado organizada por los nazis, cuando el artista abandonará Alemania para refugiarse en Amsterdam. Cuando pocos años después la Alemania de Hitler ya en guerra invada Holanda, Max Beckmann se verá obligado a perder visibilidad pública para evitarse problemas. Es allí, en Amsterdam, donde vivirá las crueldades de la guerra sin ser molestado en exceso por las autoridades fascistas dada su condición de alemán y, afortunadamente para él, no ser judío.

Acabada la guerra, en 1947, Beckmann recibirá la invitación de la Universidad de Misuri para ser profesor en la misma. Tras ciertas dudas decidirá acudir allí donde volvería a dar clases; luego se trasladaría a Nueva York donde en 1950 morirá de un ataque cardíaco cuando acudía al Museo Metropolitano a una exposición de su obra.

La Exposición
I. «Un pintor alemán en una Alemania confusa»
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Familia (1920)

La primera parte de la exposición abunda en autorretratos, en pinturas expresionistas sobre la brutalidad de la guerra y el salvajismo inherente al ser humano, y en cuadros que muestran la vida familiar y social de los alemanes durante los años de la depresión. Son cuadros –en especial estos últimos— que denuncian la explotación de personas por otras personas, de ahí las crueldades que en muchos de ellos se muestran.

En esta primera parte hay una serie de ocho o diez litografías en las que el artista muestra sus cualidades como caricaturista. Son caricaturas sobre los estragos de la Guerra Mundial del 14-18 en las que a través de la técnica expresionista enjuicia críticamente lo que está sucediendo.

II. «Figuras del exilio»
La segunda parte plantea directamente la condición de exiliado, la suya propia pero también otra más genérica que le trasciende. Se estructura en cuatro apartados:

• El primero, ‹Máscaras›, es el del ocultamiento propio de quien es consciente de su desubicación y teme ser identificado por ello. De ahí la necesidad del disfraz, de la máscara, que lo invisibilice. El circo se convierte en claro símbolo.

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Los actores (1942)

• ‹Babilonia eléctrica› alude claramente al exilio dentro de la gran urbe; la despersonalización que en ella se evidencia. El café es un motivo importante aquí.

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El hijo pródigo (1949)

• ‹El largo adiós› agrupa cuadros que tienen como motivo el viaje. Aquí acude a temas de la mitología griega que aluden a ella, en especial, presentes en la Odisea, pero también en autores clásicos griegos como Píndaro o Sófocles. Tal es el caso de la pintura Los argonautas presente en la exposición. Y muy significativos me han parecido los cuadros en los que el molino, sus aspas, el movimiento de las mismas, simbolizan la marcha.

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El molino (1947)

• Y por último ‹El mar›, símbolo de lo infinito, de lo que no tiene fin, de la muerte en definitiva. Marineros, barcos, esfinges…

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Camarotes (1948)

#BeckmannThyssen. Hasta el 27 de enero en @ComunidadMadrid. No dejen de visitar la #exposición #Beckmann. Figuras del exilio. Pintura expresionista. #ArteDegenerado. Ineludible. Conmocionante. @juancargalan.CLIC PARA TUITEAR


La exposición, cuando cierre en Madrid el 27 de enero de 2019, pasará a Barcelona, donde se podrá visitar en Caixa Forum desde el 21 de febrero hasta el 26 de mayo de 2019.



Artículo de Juan Carlos Galán
 
Mark Cousins: Historia y arte de la mirada
Publicado por Diego Cuevas
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El desesperado. Gustave Coubert (1845)
El francés Gustave Courbet (1819-1877) lideró el movimiento pictórico del realismo tras regatear el romanticismo de su época, al considerar que no tenía ningún sentido que un artista se dedicase a retratar un siglo al que no pertenecía. Courbet estaba convencido de que el auténtico arte brotaba de la experiencia propia, de lo que el creador podía observar a su alrededor durante la era que habitaba. Bajo dicho criterio de trabajo, el pintor firmó obras tan aplaudidas como Cortesanas al borde del Sena, la fabulosa El taller del pintor, Entierro en Ornans o una serie de pinturas (entre las que se encontraban La ola y Marina) donde encapsuló el mar tempestuoso de las costas francesas. Curiosamente, el oleaje de una de sus creaciones más polémicas llegó a salpicar la actualidad: El origen del mundo, una interpretación pictórica de la vagina femenina tras la observación detallada de la misma, encendió bastantes debates al ser censurada por los mandamases de Facebook, ese escaparate de selfies que ejerce de álbum de fotos moderno.

Entre las creaciones de Courbet también destaca una nutrida galería compuesta por lo que vendrían a ser los selfies artísticos de su época: los autorretratos. Imágenes que evidenciaban lo mucho que el pintor disfrutaba encontrándose con su propia mirada sobre los lienzos. En ellas el propio Courbet desfila posando de manera casual con su pipa, luciendo muy natural acompañado por su perro en interiores y exteriores, agarrado a un violonchelo o haciéndose el interesante mientras farda de cinturón de cuero. Entre aquellos retratos destaca especialmente El desesperado, una pintura donde el creador se pincela con los ojos abiertos, las manos mesándose el cabello y un gesto de agobio que Mark Cousins interpreta como la fascinación del artista al cruzar su mirada consigo mismo. Como si el Courbet del cuadro se estuviese preguntando «¿Ese soy yo?» al contemplar su autorretrato.

Las ediciones extranjeras del libro Historia y arte de la mirada de Mark Cousins utilizaron a modo de portada la foto de la Tierra vista desde el espacio a través de los ojos de la tripulación del Apolo XVIII. La edición en castellano, publicada recientemente por la editorial Pasado & Presente, opta por colocar aquel rostro desesperado de Courbet en su carátula. De la mirada global en el sentido más literal posible a la más personal que puede existir, la del pintor que perfila su propia mirada para verse. Dos imágenes espectaculares que tienen mucho más en común de lo que podría parecer. Para empezar, que ambas habitan entre las páginas de un tomo fabuloso.

Historia del observador

Mark Cousins (Belfast, 1965) ha dedicado toda su vida al arte de observar y, por extensión, a entender cómo observan algunos e invitar a observar a otros. Al amparo de la BBC Two ha presentado más de sesenta películas de culto dentro del programa Moviedrome y ha entrevistado en el plató de Scene by Scene a gente como Martin Scorsese, Steve Martin, Bernardo Bertolucci, Jeanne Moreau, Woody Allen, Rod Steiger, Roman Polanski e incluso al mismísimo David Lynch, un hombre alérgico a las entrevistas que aceptó sentarse en un sofá rodeado de tiburones para charlar sobre cine con el norirlandés. En 2009 se alió con Tilda Swinton y ambos, inspirados por el documental Burden of Dreams que narra las penurias por las que pasó Werner Herzog rodando Fitzcarraldo, pusieron en marcha una locura fabulosa cuyo objetivo era invitar a la gente a observar a través de los ojos de otros: se lanzaron a trotar por las carreteras de las Highlands escocesas empujando un cine sobre ruedas, de treinta y siete toneladas, para proyectar películas en los pueblos del lugar, cultivar numerosas ampollas y configurar el festival de cine itinerante más inusual del mundo. Junto a Swinton también creó la 8½ Foundation, una organización cuyo objetivo es introducir a los niños en el universo cinematográfico. Tras las cámaras, Cousins ha firmado una serie documentales entre los que se encuentran What Is This Film Called Love?, 6 Desires: DH Lawrence and Sardinia, Here Be Dragons y el inmenso (y reverenciado) The Story of Film: An Odyssey, un proyecto titánico, basado en un libro homónimo del propio realizador, donde a lo largo de quince capítulos distintos, que suman en total quince horas de duración, se atreve a llevar a cabo la inabarcable tarea de meterle un buen repaso a toda la historia del cine.

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Mark Cousins. Imagen: Vera de Kok (CC).
El último libro de Cousins se titula Historia y arte de la mirada y sus metas también suenan a empresa desmedida, a otro tipo de toneladas que empujar por caminos adustos: se trata de un tomo que propone componer una cronología de la mirada a lo largo de la historia de la humanidad. Un trayecto que arranca hace doscientos mil años con una Homo sapiens recién nacida, que al abrir los ojos comienza a percibir el mundo como un baile de sombras borrosas, y desemboca en el mundo moderno con chiquillos abriendo ventanas hacia universos ocultos gracias a unos smarthphones que, tirando de realidad aumentada, les permiten cazar Pokémons en las calles y parajes del mundo real. La propuesta de Cousins se antoja enciclopédica, pero en realidad está enfocada del modo más personal posible, algo evidente desde su primera página: el libro se inicia con el lector contemplando una fotografía de lo que el autor observa al levantarse cada mañana, la condensación de vapor en la ventana teñida por la aurora incipiente. Y continúa con una extraña confesión de Cousins sobre las miradas modernas: la revelación de que el hombre conserva un teléfono móvil estropeado e inservible porque en su interior se aloja la foto de un familiar fallecido. A partir de aquí, tras la que probablemente sea la bienvenida más insólita a un ensayo sobre la historia y el arte, el escritor agarra al lector para sumergirlo en un repaso a la forma en la que vimos, vemos y veremos. Un viaje a lo largo de todo tipo de eras y etapas de la humanidad que destaca por ser asombrosamente ecléctico, donde la informalidad de Cousins es una formalidad en sí misma: su discurso es capaz de viajar de Leonardo da Vinci o Paul Cézanne hasta Marina Abramović y Darth Vader, de Le Corbusier a David Bowie, de la mirada de una cabra en una cinta de Andréi Tarkovski a los ojos de aquel científico llamado Dmitri Mendeléyev que soñó con la tabla periódica de los elementos. Y sus pasos le llevan a transitar entre las calles de Babilonia, a pasearse por los desiertos animados donde el Coyote pretende dar caza al Correcaminos, a visitar las ruinas de Persépolis o a plantarse ante el monolito de Stanley Kubrick que se alzaba ante los prehumanos. Cousins se atreve a engarzar el pasado y el presente de un modo que los historiadores más obtusos no llegarían a procesar: en sus páginas el Batman que vigila la ciudad de Gotham desde las alturas en el videojuego Arkham Knight es una versión moderna de El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friedrich.

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El caminante sobre el mar de nubes (1818). Batman Arkham Knight (2015)
Historia de la mirada

Cousins confiesa que, durante su época de estudiante, las clases de literatura inglesa se le atragantaban por culpa de su incapacidad para encarar un texto escrito sin desanimarse. Para él, asomarse a Grandes esperanzas de Charles Dickens no suponía vivir la historia de Philip Pirrip, sino enfrentarse a «un bloque de granito plano, monocolor, duro e impenetrable». La mirada de Cousins no estaba preparada para los muros de letras que habitaban en las hojas de los libros, pero en cambio gustaba de zambullirse durante horas entre fotografías o deleitarse con las vistas desde la ventana de su dormitorio. Su libro es consciente de ello y esquiva la construcción de murallas de palabras salpicando sus páginas con imágenes de todo tipo: reproducciones de cuadros, fotografías de edificios y lugares, ilustraciones con siglos sobre sus hombros, fotogramas de cine, estampas de estatuas o retratos de rostros en primerísimos planos. Lo interesante es que el autor presenta cada una de las imágenes con una proximidad más casual que académica, como si un amigo compartiese con el lector su énfasis al navegar entre los detalles que contiene cada una de aquellas imágenes. Es un libro que no quiere ser una enciclopedia pero que podría ocupar un lugar entre ellas sin despeinarse. Un viaje que se recorre acompañado en lugar de adoctrinado, una forma accesible de caminar junto a las reflexiones de su autor.

A lo largo de más de quinientas páginas, el norirlandés recorre la historia de la humanidad analizando el modo en el que la mirada ha influido en ella, una tarea ambiciosa cuya escala puede resultar desconcertante. Porque Cousins tan pronto sienta al lector a contemplar el big bang como lo lleva de viaje por el espacio cabalgando sobre el Sputnik 1, lo acomoda en las gradas del Coliseo romano, lo conduce a través del interior de la catedral de Notre Dame o le permite ser testigo de pequeños momentos fabulosos que brotaron a partir de grandes descubrimientos. Como la reacción de Anna Bertha Ludwig, que exclama: «He visto mi muerte», tras contemplar sus propios huesos fotografiados por los rayos X que acaba de inventar su marido allá por 1895, un avance que dotaba de nuevos poderes a la mirada. O el gesto de asombro de un niño sordo llamado Harold Whittles al escuchar por primera vez gracias a un audífono. Un instante exquisito, capturado por el fotógrafo Jack Bradley en 1974, donde el rostro del niño se asemeja al de El desesperado de Courbet. Es bastante probable que Whittles en ese mismo momento también se preguntase «¿Ese soy yo?» al escuchar el sonido de su propia voz.

Amparado por la frase «No admito nada que no crean mis ojos», de Francis Bacon, Cousins también repasa la importancia de la observación en el campo científico (de Ibn al-Haytham a Charles Darwin,pasando por Shen Kuo, Albert Einstein o Isaac Newton) y cómo el mirar resultó determinante en la historia incluso cuando se evitaba hacerlo: el escritor recuerda que, en el momento en el que Galileo Galilei construyó un nuevo telescopio y halló las lunas de Júpiter, muchos filósofos se negaron a mirar a través de aquellas lentes porque reconocer el descubrimiento (que aquellos satélites orbitaban en torno a Júpiter y no a la Tierra) suponía admitir que no somos el centro del universo y que la teología cristiana a lo mejor estaba equivocada.

Este itinerario establecido por Cousins también recopila una colección de datos asombrosos. Como la existencia en 1876 de un zoológico humano ideado por Carl Hagenbeck donde los visitantes se entretenían contemplando a nubios del Sudán (secuestrados en contra de su voluntad) exhibidos semidesnudos entre dioramas de selvas y poblados. O el depósito de cadáveres de París, un teatro gratuito y muy popular donde se exponían en vitrinas los fiambres de aquellas personas que las autoridades habían encontrado en las calles de la ciudad o flotando sobre el Sena.

Arte de la mirada

Los dos cuadros que se muestran a continuación representan la misma escena de la Biblia Septuaginta: una mujer (Susana) es acusada de adulterio por dos hombres y condenada a muerte, pero finalmente se le concede la libertad porque los denunciantes no son capaces de ponerse de acuerdo sobre el lugar en el que se produjo la infidelidad.

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Susana y los viejos, 1620 (izquierda) y 1610 (derecha).
A pesar de que ambas pinturas reflejan lo mismo, cada una de ellas lo hace de manera opuesta. La imagen de la izquierda muestra a una Susana calmada, casi indiferente ante el debate que llevan a cabo los individuos, y engalanada con un collar de perlas. En el cuadro de la derecha, la presión de los hombres desespera y agobia a una Susana que alza las manos pidiendo que la dejen en paz. Cousins revela el secreto de tanta desigualdad entre ambas imágenes: la mirada de sus autores. El cuadro de la izquierda fue realizado por un pintor italiano de cuarenta y dos años llamado Ottavio Mario Leoni, mientras que el cuadro de la derecha es obra de Artemisia Gentileschi, una artista romana que elaboró la pintura cuando contaba con tan solo diecisiete años de edad y meses después de haber sido violada. La mirada del autor se destapa como la forma de comprender su obra y dota de un nuevo significado a la misma.

En el antiguo Egipto la imagen del ojo de Ra representa lo maligno del dios sol, en Oriente el nazar (un amuleto que tiene el aspecto de un globo ocular) se convierte en un talismán para reflejar el mal de ojo, los pintores utilizan los autorretratos para reflejarse a sí mismos como si el lienzo fuese un espejo y René Magritte dibujó en El espejo falso un ojo cuyo iris contenía el cielo y las nubes. La mirada en el arte se convierte en artefacto pero también en objeto y espejo.

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El espejo falso. Magritte (1928)
Historia y arte de la mirada se arroja a cosechar todos esos ojos y miradas, convirtiendo el ensayo en una galería de imágenes y lugares sorprendentemente variada. Una visita guiada por un museo que destaca por su pluralidad y falta de prejuicios: el texto se sirve de multitud de fotogramas cinematográficos (algo lógico teniendo en cuenta que el comandante de todo esto es el padre de un documental de novecientos minutos sobre la historia del cine), secuencias nacidas en el cine de Tarkovski, Alfred Hitchcock, Yimou Zhang, Jacques Demy, Yasujirô Ozu, Larisa Shepitko o Satyajit Ray. Pero también entre los sables de luz de La guerra de las galaxias, los piercings de Jerjes en 300, la alienígena enfundada en el cuerpo de Scarlett Johansson de Under the Skin o el aterrador escualo ante el cual Roy Scheider sentenciaba «Necesitará otro barco más grande» en Tiburón. Cousins recorre estos mundos en busca de miradas con la misma devoción con la que analiza las pinceladas que se asemejan a gotas de agua en el cuadro Calle de París en un día de lluvia de Gustave Caillebotte, observa el virtuosismo con el que Pablo Picasso desterró el eje Z de sus creaciones o venera la asombrosa manera en la que Diego Velázquez le dio la vuelta a toda convención sobre la perspectiva al convertir al espectador en objeto de retrato en aquella colosal creación conocida como Las meninas.

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Calle de París en un día de lluvia. Gustave Caillebotte (1877)
Mire

Mark Cousins decidió escribir este volumen como una celebración de la mirada al descubrir que su vista comenzaba a fallarle y tras ser informado por sus médicos de que en el futuro probablemente desarrollaría degeneración macular, una enfermedad capaz de privar de la visión a quien la padece.

Su libro finaliza con la misma cercanía con la que se presenta en sus primeras páginas, invitando a los lectores a atrapar imágenes y compartiendo con ellos un pequeño mosaico de fotografías, de diferentes árboles, que el autor recopiló mientras escribía el texto. Antes de despedirse lanza a su audiencia la mejor recomendación posible para entender todo lo que nos rodea, un consejo que se reduce a una sola palabra:

Mire.



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https://www.jotdown.es/2018/11/mark-cousins-historia-y-arte-de-la-mirada/
 
Cubismo sin fin: Conjeturas y visiones del motor de la abstracción
La Esfera de Papel
Arte
    • ROCÍO ROBLES TARDÍO
    • 21 NOV. 2018


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'Le`poète' (1912), una de las obras de Picasso en la exposición. SUCESIÓN PICASSO 2018



El Centre Pompidou de París revisa el cubismo en una exposición con 300 obras durante el periodo que va de 1907 a 1917


La última revisión de este movimiento esencial en los años de las vanguardias históricas se hizo en Francia en 1953. Picasso, Braque, Derain, Laurens, Delaunay, Léger, Picabia o Duchamp se vuelven a dar cita



La exposición Le cubisme, en el Centre Pompidou de París hasta el 25 de febrero de 2019 y que luego viajará al Kunstmuseum Basel en Basilea, sintetiza la complejidad de este lenguaje pictórico y sistema de representación bajo la voz unísona de movimiento cubista. La tesis de la exposición, el cubismo como camino hacia la abstracción, ha limado la disparidad de propuestas, de técnicas y de recursos -unos más pictóricos, otros más arquitectónicos- desarrollados por todos aquellos artistas reunidos bajo el epígrafe de cubistas en los primeros manifiestos de 1912. Esto es, a los nombres convocados y sus respectivas obras les une un fin, o una deriva: su participación en el andamiaje formal y/o conceptual del arte abstracto tras la I Guerra Mundial. Comisariada por Brigitte Leal, Christian Briend y Ariane Coulondre, la exposición se quiere como una "panorámica, completa y retrospectiva" historia del cubismo, para la que han reunido más de 300 piezas.


El arco temporal del estudio lo han fijado entre 1907 y 1917, abordándolo en estricto sentido cronológico y atravesándolo por aspectos como los collages, los salones, la guerra o los críticos y poetas afines a cada facción cubista. Ante todo, el proyecto hace visible el abundante número de obras que, a este respecto, conserva la institución francesa, las cuales disfrutan de un protagonismo casi indiscutible dentro de los relatos canónicos del cubismo. Un papel también destacado es el de la colección de Raoul La Roche, donada al Kunstmuseum Basel y de la que se pudieron ver algunas de las obras de Picasso en la exposición que acogió el Museo del Prado en 2015.


Con su propuesta, los comisarios quieren ofrecer una nueva panorámica del cubismo a la luz de las últimas interpretaciones y lecturas. Sin embargo, nada nuevo se nos dice del cubismo, nada se nos aclara de qué era o significaba, sino que, y como escribió Ángel González en su ensayo Conjeturas sobre el cubismo, la ingente literatura artística que existe sobre este movimiento no hace sino verter argumentos acerca de sus consecuencias, para que «no quede al descubierto el modo caprichoso y nunca razonable en que se fue construyendo el modelo de explicación que con algunos retoques aún sigue vigente y apenas se pone en duda». Aunque en sus enunciados los comisarios han superado la clasificación debida a Kanhweiler de cubismo analítico y cubismo sintético -salvo en una ocasión-, y pese a la abundante bibliografía del catálogo, se advierte cierta aproximación restringida al cubismo, fundada en unas fuentes primeras que se ocupan de justificar el arte cubista, interesándoles más sus consecuencias.


Así pues, lo que plantean es un viaje del cubismo a la abstracción o, mejor dicho, una tesis sobre la abstracción (ya sea geométrica, gestual o conceptual/formal) como océano donde desemboca el cubismo. "Cubismo como motor de la abstracción", en palabras de Leal, donde hay que entender que, tras la Gran Guerra, el movimiento se erige en una "lección" que asumen, aprenden o utilizan artistas coetáneos como Matisse, Malévich, Taltin, Mondrian, Chagall; o posteriores como Hans Hoffman, Frank Stella y Agnes Martin, siguiendo en esta línea el artículo de Pepe Karmel en el catálogo de la exposición, donde retoma la teoría de Rosalind Krauss sobre la rejilla como emblema de modernidad.


Pero también Marcel Duchamp, de quien incluyen en la muestra no solo Los jugadores de ajedrez (1911), sino también Fresh Widow (1920/1964) yRueda de bicicleta (1913/1964). Puestos a arriesgar, podrían haber insinuado su Urinario/Fuente (1917), apelando a la fecha y por ser otro criadero de interpretaciones, como escribió Ángel González en el ensayo antes mencionado.


En la exposición del Pompidou, el cubismo ya no se escribe con k ni es un arte de boches, como se le tildó al estallar la guerra y en el enfrentamiento de Francia contra Alemania. En unas fechas en las que celebramos el centenario del Armisticio, del fin de la I Guerra Mundial, la revelación de orden material, más que estético, de Fernand Léger por la que el campo de batalla de Verdún, embarrado y lleno de fragmentos de cuerpos de soldados, se le ofreció como la academia del cubismo, en noviembre de 1916, cobra actualidad.


Pero, de nuevo, lo que interesa ahora no es saber qué es el cubismo -aunque sí señalar sus antecedentes e influencias-, sino lo que desencadena. La sección dedicada a los talleres de los artistas reúne un conjunto de fotografías en las que el cubismo podría entenderse como algo parecido a un arte de la instalación, dada la pensada distribución de obras y fetiches en el espacio, de papeles pintados y de collages en las paredes, de uniformes de trabajo (o militares) y jarrones de flores. Ahí, la presencia del ídolo africano participa del mismo juego formal, material y semántico que la pata torneada de una silla, la cabeza de un violín (Braque, Jarra y violín, 1909-1910), una partitura enrollada, una moldura (Braque, Clarinete y botella de ron sobre una chimenea, 1911), un capitel jónico (Braque, La mesa redonda, otoño 1911), la moldura de un espejo (Picasso, Naturaleza muerta sobre un piano,1911-1912) o el brazo de un sillón (Picasso, Mujer sentada en un sofá, 1910).


Puestos a seguir la enumeración y emprender un viaje de la materia a la abstracción, con estas mismas alforjas, Laslo Moholy-Nagy propuso uno que iba del material a la arquitectura (Von Material zu Architektur, Bauhausbücher, nº 14, 1929). ¿No son esos dos de los fundamentos del cubismo, la materia sólida fragmentada (esencial, abstracta) y su desarrollo en el espacio?


https://www.elmundo.es/cultura/laesferadepapel/2018/11/21/5bedaa3b46163f6f9a8b4665.html
 
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La sala 12 del Museo del Prado, donde están expuestas 'Las meninas' de Velázquez. Museo del Prado

ARTE
BICENTENARIO DEL MUSEO

La historia de los 200 mejores cuadros del Prado, el homenaje de El Español al museo
23 noviembre, 2018

D. Barreira


No fue el edifico que hoy alberga las mejores pinceladas de la historia del arte español concebido en sus inicios como un museo. El rey Carlos III ordenó al arquitecto Juan de Villanueva la construcción, en el Paseo del Prado, del Gabinete de Ciencias Naturales; y este ejecutó el diseño en 1785. El monarca borbón, a quien se le recuerda con el sobrenombre de 'mejor alcalde de Madrid', fallecería tres años más tarde. En estas circunstancias, la decisión final sobre qué hacer con el edificio recayó en la figura de Fernando VII, su nieto, que espoleado por su esposa, la reina María Isabel de Braganza, tomó la decisión de crear un Real Museo de Pinturas y Esculturas, inaugurado el 19 de noviembre de 1819.

Ese fue el embrión de la pinacoteca española, un centro cultural que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y en cuyas salas y colecciones se narra la evolución de la sociedad y la política patrimonial española de los últimos dos siglos. El Museo del Prado, convertido en un referente para que intelectuales y artistas de todos los rincones del mundo reflexionen sobre el pasado de España y su identidad colectiva, está a punto de cumplir 200 años; y quiere celebrar su condición de principal institución cultural del país con una ambiciosa programación que abarca préstamos de pinturas a diferentes museos, la salida de obras emblemáticas a las calles y, sobre todo, nuevas exposiciones.


Las celebraciones por el bicentenario del Prado se han iniciado esta semana con la inauguración, a cargo de los reyes Felipe VI y Letizia, de la muestra '1819-2019. Un lugar de memoria'. EL ESPAÑOL también ha querido sumarse a los homenajes del museo brindando a los lectores la oportunidad de realizar un tour virtual por las grandes obras que se conservan entre las paredes de la pinacoteca. Es decir, revisar los 200 años de su historia sumergiéndose en los entresijos de los 200 cuadros más representativos que se exponen en las salas del edificio.

El proyecto ha consistido en la elaboración de una detallada fotogalería, divida por temas en cuatro entregas de 50 obras cada una, gracias a la cual se podrá conocer la historia de la elaboración de los lienzos, su significado, las técnicas y las pinturas empleadas, así como las motivaciones e influencias de sus autores y las diferentes corrientes artísticas en las que se encuadran. La primera parte de la serie se publicará este sábado y versará sobre los cuadros de contenido religioso. En los días posteriores se podrán consultar las tres siguientes entregas, dedicadas a la mitología, los retratos y la realidad social/costumbrismo.

En cuanto a las grandes obras de contenido religioso que se exponen en el Prado destacan La Anunciación, de Fra Angelico; La crucifixión, de Juan de Flandes; El descendimiento, de Rogier Van der Weyden; Cristo crucificado, de Diego Velázquez; el Tríptico del jardín de las delicias, de El Bosco; o David vencedor de Goliat, de Michelangelo Caravaggio.



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'La Crucifixión', pintado por Juan de Flandes Museo del Prado


La mitología también es un tema muy recurrente entre los lienzos de la pinacoteca española. Está El triunfo de Baco, la primera vez que Velázquez se enfrentó a la fábula mitológica, o La fragua de Vulcano; el Saturno de Francisco de Goya devorando a su hijo; Las tres gracias (Aglae, Eufrosina y Talía) de Pedro Pablo Rubens, símbolo de la belleza, el amor, la fertilidad y la sexualidad; o algunas de las Poesías que pintó Tiziano para Felipe II, como Venus y Adonis.


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'Los borrachos, o El triunfo de Baco', de Velázquez Museo del Prado


Durante los siglos XVII, XVIII y XIX los retratos de los integrantes de la corte española -desde los monarcas a los bufones- fue un género pictórico muy cultivado. Dos de los grandes exponentes de este trabajo fueron Velázquez y Goya; y muchas de sus colecciones sobre los reyes se conservan en el Museo del Prado, como Las meninas o el recientemente renombrado El bufón el Primo, del primero; y La familia de Carlos IV o La maja desnuda, del segundo. En esta colección también destacan otros retratos civiles de El Bosco o El Cardenal, de Rafael; y los autorretratos de Tiziano y Alberto Durero.


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'La familia de Carlos IV', de Goya. Museo del Prado


Por último, la cuarta fotogalería tratará temas sociales de pintores más contemporáneos como Mariano Fortuny -Desnudo en la playa de Portici- o Joaquín Sorolla -¡Aún dicen que el pescado es caro!-, pero también importantes episodios de la historia de España narradas por los maestros Velázquez -La rendición de Breda- y Goya -Los fusilamientos o La lucha con los mamelucos-.


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'Las lanzas o La rendición de Breda', de Velázquez Museo del Prado


https://www.elespanol.com/cultura/a...prado-homenaje-espanol-museo/355215585_0.html
 
Toros, flamencas y bragas: España es mujer y se llama Pilar Albarracín
  • La artista sevillana Pilar Albarracín presenta 'Que me quiten lo bailao' en Tabacalera, su primera retrospectiva en Madrid tras 25 años de trabajo por la tradición -y contra los tópicos-.
  • Ella juega con la simbología flamenca y taurina y la trufa de sangre, de bragas, de humor y colores. Propone un homenaje a la memoria y a la cultura popular, sin caer en estereotipos. España folclórica pero universal, contra sus prejuicios y sus propias injusticias. España femenina y libre. Viva España pero sin España. Viva España sin Franco.
23 noviembre, 2018


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    No comment, 2018.
    Albarracín no es una mujer, es un templo ardiendo: lleva 25 años creando ramalazos de belleza y activismo, de folclore y política. Es un pellizco de sátira, de surrealismo, de feminismo y memoria. El trabajo de esta sevillana arrancó en los noventa y hoy se reúne en la exposición 'Que me quiten lo bailao', su primera retrospectiva en Madrid. Puede verse en La Tacabalera (Embajadores, 51).

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      Paraísos artificiales, 2001.
      Pilar Albarracín extrae sus raíces culturales y las eleva a los cielos: aquí hay mantillas y bordados, trajes de torero y macetas, vestidos de gitana y toros. Hay sangre porque hay verdad, porque hay humanidad. La artista recupera lo cañí para rebozarlo de ternura y también para criticarlo; hace uso del estereotipo para desmontarlo. Defiende la tradición, no sus maniqueísmos ni prejuicios.

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        Viva España, 2004.
        En 'Viva España', Albarracín, vestida de amarillo, medias negras y cartera en mano desfila por Madrid con gesto serio. La persigue toda una banda de instrumentalistas de viento que tocan recurrentemente el pasodoble 'Que viva España'.

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          Revolera, 2012.
          La artista trata de deconstruir todos los símbolos que el franquismo simplificó e hizo suyos, como la tauromaquia, el flamenco, la bailaora. Aquí una mujer con vestido de lunares fuma en la cama entre sábanas blancas. A su lado, una cabeza de toro muerto. Con esa imagen desestabiliza y muerde.
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            Verónica, 2001.
            Anécdota: En el año 1997 Pilar Albarracín empapela las calles de Sevilla con una fotocopia en la que la artista aparece retratada con un canalla abrigo de pieles sintéticas y grandes hombreras. Su retrato aparece acompañado de la siguiente frase "Soy Albarracín, me he perdido. Si me encuentras llama al 954…". Hoy sigue buscándose hacia adentro.
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              Alguien quiere lo que tú tienes, 2008
              Bordado de seda sobre seda. Edición con motivo de la exposición en la Maison Rouge, Paris.

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                Pañuelos para llorar, 1997.
                1. Porque sientes dolor. 2. Por la pérdida de libertad. 3. Para llorar en soledad. 4. Porque no encuentras palabras. 5. Para llorar por aburrimiento. 6. Para llorar morada


                SIGUE ...
 
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    Mujeres barbudas, 1997.
    La propuesta de la artista siempre va un paso por delante del corsé patrio: su propuesta es siempre más libre y contemporánea. Observa las estructuras sociales y las despieza para sacudirnos la mente.

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      Techo de ofrendas, 2004.
      Como Albarracín quiere girar los símbolos, lo hace también literalmente: aquí vuelca los típicos vestidos de flamenca andaluces para que los veamos desde abajo, a golpe de bata de cola. Ahora están en los cielos y el prisma es distinto. Juntos parecen un clavel gigante roto en colores.

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        Bragas sobre lienzo.
        La artista fabrica mandalas con bragas de colores. Los años 2017 y 2018 de su carrera han estado marcados de forma global por el movimiento “Me too” de lucha por el empoderamiento de la voz femenina en el mundo.

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          Prohibido el cante, 2000.
          Aquí la artista propone a una cantaora envuelta en traje de gitana que anda sentada en una silla, amordazada por los brazos y la boca.


 
A mí me hubiera encantado quedarme durante unas horas en Paseo a orillas del mar (Sorolla,1909),es un cuadro que me transmite mucha paz y mucha luz.
 
'Double Fantasy': la gran exposición de John Lennon y Yoko Ono
El Museo de Liverpool explora el profundo amor de la pareja a través de su arte, música y cine


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John Lennon y Yoko Ono en 1968.

(Foto: Keith McMillan)


LUIS ARMENGOL

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27/11/2018

Si hay una ciudad que tiene apego a todo lo relacionado con los Beatlesesa es Liverpool. Y por supuesto, en este amor incondicional de la ciudad por todo lo que representó el grupo, no solo a nivel musical, sino también cultural y social –la 'Beatlemanía' es un capítulo fundamental de la historia reciente de la música–, John Lennon nunca forma parte del pasado. Más bien todo lo contrario.

Solo hay que poner el foco todos los 8 de diciembre, cuando Liverpool conmemora con esa mezcla de rabia y nostalgia, pero también alegría, el fallecimiento del músico asesinado en 1980. También, 2018 está siendo un año de homenajes en todo lo que rodea al mundo Beatle. El pasado 22 de noviembre se cumplieron 50 años del experimental 'The Beatles', más conocido como el 'White Album' o 'Álbum Blanco'.


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A la izquierda, notas de John y Yoko expuestas en el Museo de Liverpool. A la derecha, retrato de Lennon. (Foto: Museo de Liverpool)


Ahora, el Museo de Liverpool rinde homenaje al líder de la banda (con permiso de Sir Paul McCartney) y a quienes muchos consideran su musa, Yoko Ono. Sin embargo, la exposición 'Double Fantasy - John & Yoko' deja claro que no solo jugó un papel inspiracional. Yoko era, y es, una auténtica artista y ahora ha decidido en colaboración con el Museo contar la historia de ambos con sus propias palabras.



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Diferentes objetos y recuerdos de la pareja expuestos en el museo. (Foto: Museo de Liverpool)



La exposición explora la química personal y creativa de esta pareja icónica y su campaña en curso 'Imagine Peace'. Los dos artistas, probablemebte los más creativos del mundo, expresaron siempre su profundo y poderoso amor el uno por el otro a través de su arte, música y cine. Usaron su fama e influencia para hacer campaña por la paz y los derechos humanos por todo el mundo, transformando no sólo sus propias vidas, sino también la de los demás.



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(Imágenes: Museo de Liverpool)


La exposición, que presenta objetos personales junto con obras de arte, música y películas producidas tanto por John como por Yoko, procede de la propia colección privada de la artista japonesa, algunas de las cuales nunca se han exhibido y que ahora deleitan al publico de forma gratuita.



UN VIAJE CRONOLÓGICO
Este viaje cronológico comienza con dos personajes únicos: una figura líder en el mundo del arte de vanguardia y una estrella global del rock'n' roll.

Tras un primer encuentro en la Galería Indica de Londres, fue 18 meses más tarde cuando se publicó el álbum 'Unfinished Music No. 1: Two Virgins' (Música inacabada nº 1: Dos vírgenes).

Lo que siguió fue impresionante en cuanto a su rapidez y productividad, hasta la trágica e inoportuna muerte de Lennon el 8 de diciembre de 1980.


A través de entrevistas, citas y letras (muchas de ellas, también cartas sentimentales), la historia de su relación personal y creativa, junto con su activismo político y sus campañas por la paz, la exposición reúne objetos y obras de arte imprescindibles para conocer el verdadero impacto de la pareja más icónica del siglo XX.

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Imán para refrigerador con la icónica imagen 'Bedism' de John Lennon y Yoko Ono.


Actualmente, el Museo de Liverpool está proyectando un programa de rodaje de las películas creadas por John y Yoko, así como vídeos musicales realizados bajo la supervisión de la propia Yoko. También hay una sala de música, con vistas al Mersey, y los álbumes de la pareja que se reproducen para los visitantes.



https://www.gentleman.elconfidencia.../double-fantasy-john-lennon-yoko-ono_1668414/
 
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ARTE BICENTENARIO DE LA PINACOTECA
'Los fusilamientos' y la historia de España en los 200 mejores cuadros del Prado (IV)
  • Cuarta y última entrega del especial de EL ESPAÑOL para celebrar los 200 años del Museo del Prado. Estos 50 lienzos tratan temas históricos, el costumbrismo, los paisajes y también hay espacio para los dibujos.
  • Destacan 'La rendición de Breda', de Velázquez; 'La lucha con los mamelucos', de Goya; 'Desnudo en la playa de Portici', de Mariano Fortuny o '¡Aún dicen que el pescado es caro!', de Joaquín Sorolla.

David Barreira @davidbr94


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    'Las lanzas o La rendición de Breda'. Diego Velázquez

    Hacia 1635. Óleo sobre lienzo, 307,3x371,5 cm. El 5 de junio de 1625 Justino de Nassau, gobernador holandés de Breda, entregó las llaves de la ciudad a Ambrosio Spínola, general genovés al mando de los tercios de Flandes. La ciudad tenía una extraordinaria importancia estratégica y fue uno de los lugares más disputados en la larga pugna que mantuvo la monarquía hispánica con las Provincias Unidas del Norte. El acontecimiento había de ser plasmado de forma majestuosa y Velázquez respondió al reto creando una obra maestra, en la que da prueba no sólo de sus extraordinarias dotes descriptivas o de su dominio de la perspectiva aérea. sino también de su habilidad para la narración y de su capacidad para poner todos los elementos de un cuadro al servicio de un contenido concreto.

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      'El 3 de mayo en Madrid o ''Los fusilamientos''. Francisco de Goya
      1814. Óleo sobre lienzo, 268x347 cm. Goya pintó dos cuadros sobre los hechos del 2 de mayo de 1808 y planteó dos temas cruciales. Este representa la represalia del ejército francés, iniciada ya por las tropas francesas en la misma tarde del 2 de mayo en el paseo del Prado y a la luz del día, las ejecuciones de la noche y la lluviosa madrugada del 3 de mayo a las afueras de Madrid, lo que confería a la escena un mayor dramatismo.

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        'El 2 de mayo de 1808 en Madrid o ''La lucha con los mamelucos''. Francisco de Goya
        1814. Óleo sobre lienzo, 268,5x347,5 cm. Para la representación de los hechos de la mañana del 2 de mayo, Goya se decantó por el combate callejero contra la caballería francesa, representando principalmente a los más aguerridos y famosos de todos, los mamelucos de la Guardia Imperial. Entre los asaltantes españoles, la diversidad de tipos, con atuendos de varias regiones, expresan la variedad del pueblo que se alzó contra los franceses.

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          'El jardín del Amor'. Pedro Pablo Rubens
          1630-1635. Óleo sobre lienzo, 199x286 cm. El Jardín del amor es una de las obras más representativas de la última etapa de Rubens y una de las más conocidas por la repercusión que tuvo en la configuración del estilo rococó. A pesar de lo real de la composición, Rubens muestra un grupo de personas entremezcladas con personajes mitológicos, los amorcillos. Esta unión permite al artista transportar al espectador a otro mundo donde se recrea en la alegría de vivir, el amor y la galantería que impregnaba a las clases altas europeas del siglo XVII.

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            'Fiesta en un parque'. Jean-Antoine Watteau
            1712-1713. Óleo sobre lienzo, 47,2x56,9 cm. Watteau describe, con su lirismo característico, el encanto de un momento intrascendente, en el que las figuras gozan del trato galante en un jardín. El pintor consigue captar un instante de gozo intenso, aunque condenado a la fugacidad, acorde con los sentimientos melancólicos que se desprenden de las actitudes, entre contemplativas y ausentes, de los personajes.

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