Literatura, filosofía y espiritualidad

LA MEMORIA
(por Rafael Pombo )

Oh perfecto presente del pasado,
vida de tanto amado ausente y muerto,
que poblando aquel fúnebre desierto
burlas del tiempo el hierro despiadado!

En mi hoy, más prosaico y desolado
que el muerto ayer, me ofreces más de un puerto
do a buscar vuelvo en mi soñar despierto
un asilo poético y sagrado:

un temple a cuya entrada unjo con llanto
el corazón, y en otro mundo, el eco
de inolvidables voces, oro y canto.

¿Será tal fruición juego, embeleso
y no fiel prenda, misterioso rito,
aurora boreal de lo infinito?
 
DE NOCHE
(por Rafael Pombo )

No ya mi corazón desasosiegan
las mágicas visiones de otros días.
¡Oh Patria! ¡oh casa! ¡oh sacras musas mías!...
Silencio! Unas no son, otras me niegan.

Los gajos del pomar ya no doblegan
para mí sus purpúreas ambrosías;
y del rumor de ajenas alegrías
sólo ecos melancólicos me llegan.

Dios lo hizo así. Las quejas, el reproche
son ceguedad. ¡Feliz el que consulta
oráculos más altos que su dueño!

Es la Vejez viajera de la noche;
y al paso que la tierra se le oculta,
abrese amigo a su mirada el cielo.
 
EL HOMBRE Y LAS DOS VIUDAS
(por José Agustín Ibáñez de la Rentería )

A un Hombre de edad mediana
El pelo entre tinto y blanco,
Llegó por fin á cansarle
La vida de celibato.
Como estaba de riquezas
No tan mal acomodado,
Apenas lo dió á entender
Tuvo Novias á dos manos.
¿ El qué hizo ? Tomarse tiempo
Para escoger muy despacio
Quien sería la dichosa
(No es para menos el caso).
Dos Viudas' en la palestra
El puesto se disputaron,
Una todavía verde,
Otra mas entrada en años:
Cada una por su parte
Entre caricias y halagos,
Como que era diversion
Retocaban su peynado.
La Moza quitaba canas,
La Vieja por el contrario
De todo el cabello negro
Le iba al pobre despojando:
Tanto hicieron una y otra
Que me lo pusieron calvo:
Echa la mano, y se encuentra
Como Calabaza raso.
Señoras mias, las dixo,
Vivan ustedes mil años,
Que me han hecho de marido
Practicar un buen ensayo;
Pues que cada qual me puso
A su moda acomodado:
Conozco que me querian
De sus caprichos vasallo.
Les estimo la leccion,
Aunque me quede pelado;
Mas cuenten , que el casamiento
Ya se lo ha llevado el Diablo.
 
LA VIEJA Y EL ESPEJO
(por José Agustín Ibáñez de la Rentería )


Una vieja arrugada y regañona,
todavía juzgandose persona,
y olvidada de que es género añejo,
un día se miraba en un espejo:
y viendo en él su mísera figura,
vota, maldice, jura,
y se araña la cara sin consuelo:
Echa el espejo al suelo
Y desde lejos dice balbuciente.
Lindos espejos se hacen al presente.
¡Ah! bien hayan mil veces los de antaño.
De esata suerte se admite el desengaño.
 
LA ZORRA SIN COLA
(por José Agustín Ibáñez de la Rentería )

De flaqueza de estómago achacosa,
en un lazo cayó cierta raposa:
Escapó, pero en prenda
dejó presa su cola reverenda.
Fuera del susto ya, luego la asalta
El dolor por la pieza que le falta;
Y de rabia se apura
por ese menoscabo de hermosura
¿Que tal parecerá, decia, sola.,
entre todas las zorras yo sin cola?
Pero paciencia, para todo hay medida
ya he discurrido yo cierto remedio.
Con esa idea sale luego a la plaza,
y dice a las demás, mirad que traza;
he vendido la Chia,
Porque ella a la verdad no me servia
sino para embarazo, y coger lodo;
Haced todas también del mismo modo.
Bravo, dijo una zorra muy astuta,
la cola es hermosura sin disputa:
si usted, señora mia, la ha desecho,
hagale en hora buena buen provecho,
que no henmos de perder, porque lo diga,
cosa que nos adorna y nos abriga.

¡A cuantas esta fábula contara
cuando veo que ponen mala cara,
Y deslucir pretenden con cuidado
en las otras las gracias y hermosura,
de que su edad madura,
o sus achaques a ellas han privado!
 

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