Literatura, filosofía y espiritualidad

valquiria.jpg

Valquirias
https://www.mitologia.info/valquirias/
En la mitología nórdica, las Valquirias son diosas menores, poderosos espectros de guerra, hijas de Odín, poseen el aspecto de una bella y muy joven guerrera nórdica, ya que son altas, de músculos definidos y marcados, ojos azules, cabello rubio, trenzado y muy largo, se dice que les gusta ir ataviadas con cascos de

Valquirias
hqdefault.jpg


Las Valquirias son diosas que suelen cabalgar en lomos de caballos voladores, se dice también que son buenas con la lanza, la espada y el arco, debido a que poseen fuerza sobrehumana y mucha agilidad.

Viven entre el plano de los vivos y los dioses, conocido popularmente como Asgard, cabe mencionar que en este plano existe un lugar llamado Valhalla, el salón de los muertos en combate, es decir, que son recibidos los héroes que mueren en el combate.

Presienten la muerte
Las Valquirias presienten la muerte de guerreros valerosos, es decir que cuando se libra una batalla estos son presentados en el plano de los vivos, desde el cielo observan la lucha y cuando esta se termina las Valquirias eligen a los muertos que irán al Valhalla, tal como lo quiere Odín.

Dirección y guerra
valkyries2.jpg


Estas deidades están dirigidas por Freyja, es decir que cuando descienden de los cielos y notan una batalla esta las dirige y lidera.

Freyja tiene la capacidad de convertirlas en musas de guerra, inspirando así a los guerreros a luchar, aumentando a la vez su sed de sangre llevándolos al frenesí, para que no sientan dolor y mucho menos puedan sangrar por sus heridas.

Se dice que cuando termina el combate el frenesí tiende a desaparecer dejando morir al guerrero, también se menciona que algunas de las Valquirias pasan varias temporadas en el plano terrestre, dejando así su forma habitual para vivir bajo la forma de un grande y muy hermoso cisne.
https://www.mitologia.info/valquirias/
 
Dioses-de-Mesopotamía.jpg

DIOSES DE MESOPOTAMIA » Lista De Las Deidades Mesopotámicas
https://www.mitologia.info/author/admin/
¿Cuáles son los Dioses de Mesopotamia?
Los Principales Dioses Mesopotamicos son:



  • Anu
    Es el padre de los dioses y el dios del cielo más elevado, se le atribuía el gran poder de juzgar.

  • Enlil
    Dios de las tempestades, el viento y la respiración, algunos se refieren a él como el ojo que explora la tierra.

  • Enki
    El dios de los ríos y las aguas subterráneas.

  • Shamash
    Dios del sol y la justicia, entre en el subgrupo de los dioses con relaciones celestes.

  • Sin
    Es el dios de la luna representado algunas veces como un anciano con cuernos.

  • Ishtar
    Diosa del amor y la guerra, la belleza y la fertilidad, además relacionada con la sexualidad.

  • Ninhursag
    Es la bella diosa madre de la tierra, creadora de las colinas y montañas.

  • Pasittu
    Demonio mitológico reconocido por robar bebés.

  • Ningal
    Diosa de las cañas.

  • Ninazu
    Dios secundario del inframundo.

  • Oannes
    Personaje reconocido por ser mitad hombre, mitad pez.
Dioses-de-Mesopotamía.jpg


Para hablar un poco sobre los Dioses de Mesopotamia nos corresponde en primer lugar ubicarnos geográficamente y para ello vale la pena mencionar que se trata de una tierra que equivale al corazón de medio oriente y que se encuentra dominada por un valle que tiene como compañía a los ríos Tigris y Éufrates. Es allí donde por supuesto nace la mitología mesopotámica y con ella una buena serie de divinidades que serán nuestro tema principal.

Una vez llegaron a esta nación los sumerios y semitas empezaron a ocurrir cambios tan importantes que incluso los mitos y creencias empezaron a mostrar rasgos propios de los nuevos pobladores y esta es precisamente la razón por la que en este tipo de mitología se maneja una especie de división general conformada por dioses sumerios y dioses semitas con sus respectivas equivalencias.

Sobre los Dioses Mesopotámicos
Las divinidades de Mesopotamia se caracterizan por ser concebidos a imagen y semejanza de los hombres, es por ello que se les asigna cualidades y defectos, además en sus vidas se habla sobre sobre enamoramientos, peleas y hasta alimentación, esto hace que se les interprete como proyecciones de la sociedad. Su particularidad y estado superior radica en el hecho de ser plenamente ajenos a la muerte e incluso desconocerla, una ventaja que se guardaron exclusivamente para ellos.

Se sabe también que cada ciudad de Mesopotamia contaba con un dios propio entendido como un gran protector, cada terrero equivalía entonces a la morada de la deidad y era allí donde se construían templos en su honor y se organizaban sentidas ceremonias que hablaban más que nada de sumisión y temor, pues este era el sentir de los ciudadanos hacia las entidades divinas debido a que desde niños se les inculcaba que estaban en la tierra exclusivamente para servir a sus dioses y garantizar la prosperidad de su morada.

Los Dioses de Mesopotamia
El panteón mesopotámico se conforma de una serie de dioses clasificados de la siguiente manera:

  1. Dioses mayores o principales
  2. Dioses menores o marginales.
Esta categoría es realmente amplia puesto que abarca dioses un poco menos conocidos hasta demonios, héroes y otros personajes mitológicos, entre ellos:

Por todo lo anterior podemos notar como cada dios es elegido para representar todas aquellas funciones que nos hablan de aquello que compone el universo y por supuesto el diario vivir, algo importante de mencionar es que se solía asegurar que si los seres de la tierra no llevaban a cabo sacrificios en su nombre al igual que diversos rituales, los dioses desatarían grandes adversidades y horribles desastres que regularmente ponían en peligro las actividades de la siembra y todo lo que representara el sustento diario.

Puesto que los mitos de Mesopotamia han sido tan difíciles de comprender, ha sido muy complicado profundizar sobre sus deidades.

 
Ninhusarg.jpg

Ninhursag, la diosa madre
julio 8, 2017 por redactor
Ninhursag es una de los dioses de Mesopotamia, reconocida en su mitología como diosa madre, diosa tierra y diosa que representa la fertilidad, una deidad muy importante el culto de las ciudades pues ocupa un lugar dentro de los principales dioses de Sumeria.

Ninhursag, la diosa madre
Ninhursag_Ilustración.png


Esta mitología proviene de Sumeria una de las civilizaciones más antiguas de Mesopotamia, se consideraba la deidad que dominaba las montañas, la vida salvaje y presidía los nacimientos,

Todos los significados que se atribuyen a su nombre:
Ninhursag significa “señora de las Colinas Sagradas” o diosa de la madre tierra, ahora bien, la leyenda cuenta que este nombre se lo debe a su hijo quién para honrarla por haber creado las colinas y montañas lo cambio de Ninmah a Ninhursag.

Después fue asociada con otras deidades que simbolizan la fertilidad, de allí que algunas tradiciones se refieran a ella como la diosa madre.

En algunos relatos mitológicos su nombre va a depender de la región, entre ellos encontramos a Ki, Nintu, Ninmah, Damgalnuna o Damkina.

La diosa madre por estas razones:
a8dfb1c4aea2ee9ca9207b87ff11b476.jpg


La tradición relatada por las distintas regiones que conformaban la antigua Mesopotámia, refieren que Ninhursag participó junto a Enki (señor de la tierra) en la creación de la raza humana y que asistió al dios de la tierra y a Nammu (abismo de las aguas) a moldear al hombre con arcilla.

En el proceso del origen de la humanidad, se le atribuye la creación de las colinas y las montañas, los sumerios la reconocen como la verdadera y gran señora de los cielos, la diosa madre vinculada a otras deidades de la fertilidad y se le atribuye ser la madre divina de los Reyes de Sumeria.

La supremacía de los dioses de Mesopotámia es atribuida a siete grandes dioses y entre ellos se encuentra Ninhursag, la diosa madre.

https://www.mitologia.info/ninhursag-la-diosa-madre/
 
Mitología-Sumeria.jpg

MITOLOGÍA SUMERIA » Conoce Las Costumbres, Historia y Dioses
https://www.mitologia.info/author/admin/
En la parte sur de la antigua Mesopotamia se encontraba Sumeria, una región dominada por una civilización que se establece como una de las más antiguas del mundo y que entre sus riquezas exhibe la denominada mitología sumeria, un sistema de creencias politeístas del que se tiene noticia incluso antes de Cristo por lo que existe la teoría que todas estas historias sirvieron como base para el inicio de unas cuantas religiones.

Puesto que las divinidades sumerias hacen parte activa de la mitología mesopotámica esto dio origen a cambios en relación a sus nombres sin embargo no fue determinante en cuanto a transformaciones en las bases que servían como pilares para lo que ellos vivían como grandes verdades.

Mitología-Sumeria.jpg


Sobre la mitología sumeria
Los mitos sumerios tienen el común denominador de estar elaborados a partir de historias muy sencillas, se caracterizan por abordar temáticas que incluyen desde filosofía, política y teología hasta todo lo concerniente a la antigua sumeria, por tanto hacen referencia al origen de la tierra, vida de los dioses, grupos sociales, el más allá y unos cuantos héroes.

En estos textos normalmente el destino del hombre estaba marcado por los dioses, por lo tanto siempre estaba siendo desafiado a enfrentar fuerzas económicas, de la naturaleza y política, todo con tal de llegar a un punto que le permitiera obtener un mensaje o consejo de valor para poner en práctica de ese momento en adelante, esta es la razón por la suelen ser comparados con el concepto que se tiene de parábola.

Cabe resaltar que fue la tradición oral la primera encargada de propagar estas historias, pues solo hasta la llegada de la escritura cuneiforme es que finalmente lograron ser plasmados de manera escrita.

Los dioses sumerios
Respecto a las deidades sumerias se ha establecido que se les asignaban cualidades suficientes para representar tanto lo terrestre como las fuerzas cósmicas, más tarde vivieron un cambio que hizo que se transformaran en dioses de la ciudad en lugar de dioses de la naturaleza.

Debido a que no existe tan abundante información sobre el panteón sumerio como quisiéramos, se pueden mencionar solo unos cuantos detalles relevantes, entre ellos quizás el que se acostumbra a decir que esta era conformado por un total de sesenta veces sesenta, algo así como unas 3.600 deidades.

  1. Triada de los grandes dioses: cielo, atmósfera y tierra.
  • Anu: el dios del cielo y señor de las constelaciones, se le asignó la habilidad de juzgar y por tanto solía decirse que estaba siempre listo para aparecer ante los mortales en circunstancias relacionadas con tragedias o con muchas necesidades.
  • Enlil: es el dios de la atmósfera, del viento, de las tempestades y todas las catástrofes naturales, se le adjudica un carácter irascible y temible, además algunos de sus cultos insisten en que posee el ojo que explora la tierra.
  • Enki: es el señor de la tierra, asume la misión de crear a los seres humanos y asimismo de asignarles oficios y artes para el desempeño de la agricultura.
  1. Triada secundaria: luna, fertilidad y sol.
  • Nanna: al dios de la luna también se le conoce como Sin, dispone de una gran sabiduría y una gran inclinación por la astrología y la astronomía.
  • Innana: la diosa del amor y de la guerra era una consagrada protectora hija de Nanna.
  • Utu: es el dios del sol y se clasifica dentro del grupo de las deidades celestes.
Como dato curioso, la mayoría de los dioses que hacen parte de esta mitología pertenecían a una clasificación denominada Annuna, esto gracias a que la mayoría eran descendientes de An, otro grupo muy conocido son los Anunnaki que equivalen a los dioses que son jueces del inframundo.


https://www.mitologia.info/sumeria/
 
Para leer 'La República' de Platón hoy


Como todos los diálogos de Platón, La República es un conjunto de ideas, vislumbres, sugerencias, invenciones sobre una gran variedad de temas, expuestos sin mayor preocupación por un orden lineal o un deseo de concluir. Es, sobre todo, como su género literario lo indica, una conversación, es decir, una mezcla de voces más o menos inteligentes, más o menos informadas, más o menos concluyentes. Cuando lo leí por primera vez, en mi adolescencia, me desilusionó su falta de altanería y prepotencia: alentado por el prestigio que mis profesores le atribuían, yo esperaba encontrarme con un texto árido, declamatorio, contundente. La República resultó ser todo lo contrario: un libro ameno, humorístico a veces, convival, apasionado, hecho de un vaivén de observaciones, ideas a medio acabar, juegos verbales menos dignos de la oratoria que de la charla entre amigos. En realidad, a eso se parecía La República: a una de esas interminables veladas en las que mis amigos y yo, con la energía intelectual y física que solo se tiene a los dieciséis o diecisiete años, discutíamos acerca del significado del mundo, confesábamos nuestros temores y esperanzas, y tratábamos de resolver los grandes problemas políticos y metafísicos del universo hasta que el sueño nos vencía y nos quedábamos dormidos sobre la alfombra.

La República es una suerte de muñeca rusa: la discusión acerca de la república ideal que Sócrates propone a sus oyentes (y que da al diálogo el título por el que habitualmente se conoce) aparece tan solo como un recurso para llegar a otra, más profunda y compleja, sobre los méritos de quienes son idealmente justos o injustos, que a su vez permitiría llegar a una definición aceptable de la noción misma de justicia. Saber si una sociedad ideal es posible es solo una de las muchas preguntas que jalonan ese largo diálogo. Solo la primera parte del ambicioso tema será debatida, es decir, una comparación entre distintas formas de gobierno, discusión a su vez enmarcada entre una conversación inconclusa sobre la vejez y una suerte de viaje imaginario al más allá contado por Sócrates. Nada tiene este diálogo del rigor académico que nuestros prejuicios atribuyen a los filósofos clásicos; en lugar de encontrarse en La República con un precursor de las matemáticas estructuras retóricas de un Spinoza o un Kant, el lector sorprendido (y agradecido) se encuentra en cambio con un lejano antepasado de los desopilantes diálogos lógicos de Alicia en el país de las maravillas. El Sócrates de Platón tiene algo de la Oruga (quien exige que Alicia conteste cabalmente a la pregunta “¿Quién eres tú?”) o del Gato de Cheshire (quien le dice a Alicia, cuando esta le pide que le indique el camino, que eso depende de adónde quiera llegar), mientras que el lector se hace eco de las palabras de Alicia ante los acertijos del Sombrerero Loco (“Pienso que podría hacer mejor uso de su tiempo que perdiéndolo con preguntas que no tienen respuestas”).

Uno de los aspectos más extraños de La República (como también de otros diálogos platónicos) es que el autor del texto no figura sino como amanuense. Platón mismo no aparece nunca. El que discurre ante los oyentes es Sócrates, un Sócrates irónico, mordaz, implacablemente inquisitivo, que no teme equivocarse y reconocer que se ha equivocado. Nos sorprende que Sócrates no se tome del todo en serio, que se burle de sí mismo como de sus interlocutores, haciendo uso de sus fallas para llegar mejor a la verdad, tarea que reconoce como imposible pero que intentará a pesar de todo, porque la verdad debe ser la meta de todo ser humano. La búsqueda de lo inalcanzable no solo le importa, también le divierte, o lo hace feliz. Sentimos que Sócrates goza de la discusión, del mero hecho de hilvanar ideas, más allá de la importancia de los temas tratados. No siente la necesidad de escribir, de ser autor de un texto fijo (ya en el Fedro arguye que la escritura debilita la memoria). Es la palabra viva la que lo atrae, el intercambio de opiniones, el examen de los hechos, el cuestionamiento, la inquisición en el sentido borgiano.

Quizás Platón adaptó las ideas de Sócrates a sus propias ideas, o quizás atribuyó a Sócrates palabras que su maestro nunca pronunció; para el lector, poco importa. Lo cierto es que ahora Sócrates es el personaje que Platón nos presenta, distinto del que nos describen otros contemporáneos como Jenofonte o Aristófanes. Quizás el Sócrates de los diálogos sea un portavoz de Platón mismo pero, en la realidad del texto, Sócrates posee una coherencia, una personalidad, una voz absolutamente propia. Es de sobra conocido que Platón ha sido reclutado por los filósofos profesionales y pertenece, obligatoriamente, a la historia de la filosofía; sin embargo, para el lector desprejuiciado, su verdadero lugar está entre los grandes creadores de personajes literarios, colega de Shakespeare, de Cervantes, de Dostoievski, de Flaubert. No sé si no es equivocado leer el discurso de Sócrates como equivalente al de Platón como sería equivocado leer el discurso de Hamlet como el de Shakespeare y el del príncipe Mishkin como el de Dostoievski. Lo cierto es que no tenemos manera de cotejarlo, ya que Sócrates casi no existe fuera de los textos platónicos, y Platón tampoco. Cuando leemos ahora La República, tomamos las opiniones del personaje de Sócrates por las de su autor, que es probablemente lo que Platón hubiese querido.

Cabe señalar que la característica más notoria de La República es su falta de énfasis. Si bien Sócrates lleva adelante el diálogo de definición en definición, ninguna le parece al lector absoluta. Más bien, La República se lee como una sucesión de amagos, de esbozos, de preparaciones para un descubrimiento que no acaba nunca por hacerse. Cuando el agresivo Trasímaco declara que la justicia no es “sino una generosa inocencia” y la injusticia solo “discreción” (I: XX) sabemos que no tiene razón, pero el interrogatorio de Sócrates no llevará a demostrar, de manera precisa e incontrovertible, que sus definiciones son erróneas. Llevará en cambio a una amena discusión sobre diferentes sociedades y los méritos de sus gobiernos, relativamente justos o injustos. Según Sócrates, la justicia debe ser incluida en la clase de cosas “que, si se quiere ser feliz, hay que amar tanto por sí mismas como por lo que de ellas resulta” (II: I). Pero ¿cómo define esa felicidad? ¿Qué quiere decir amar una cosa por sí misma? ¿Qué es lo que resulta de esa justicia que sigue sin ser definida? Sócrates (o Platón) no quiere que nos detengamos en estas consideraciones; es el recorrido lo que le interesa. Antes de discurrir acerca del hombre justo y del injusto, y por ende del concepto de justicia misma, Sócrates propone investigar el concepto de sociedad (o ciudad) injusta o justa. “¿No afirmamos que existe una justicia propia del hombre particular, pero otra también, según creo yo, propia de una ciudad entera?” (II: X). Con el propósito de definir la justicia, el diálogo nos aleja cada vez más de esa meta inefable: en lugar de un trazado recto entre pregunta y respuesta, La República nos propone un camino constantemente demorado, cuyas desviaciones mismas, cuyas digresiones y dilaciones producen en el lector un misterioso placer intelectual. Como dice Borges en otro contexto: “esta inminencia de una revelación, que no se produce, es tal vez el hecho estético”.

La República no siempre se llamó así. El nombre que aparece en los escritos de Aristóteles, discípulo de Platón, es Politeía o sea “El gobierno de la ciudad”, mientras que el astrólogo Trasilio, en el siglo i, la llama Acerca de la justicia. Cada lector lee el libro que quiere (o cree) leer: a Aristóteles le interesaban las opiniones de su maestro sobre el arte de gobernar; bajo el reinado del Tiberio, al observador de estrellas le preocupaba encontrar una definición de justicia que le permitiera juzgar las versátiles nociones de justicia de su emperador. Los lectores cristianos vieron en Platón a un visionario avant la lettre; Dante lo admitió en el “noble castillo” de su Infierno, y criticó su teoría de las almas; el humanista Marsilio Ficino propuso que Platón fuese leído desde el púlpito, junto a las Sagradas Escrituras; Francis Bacon le reprochó su falta de rigor científico; para los Románticos, fue el primer Romántico; Nietzsche, que lo admiraba, opinaba sin embargo que el espíritu platónico era débil y afeminado, y le opuso la noción de “voluntad de poder”; hoy se lo disputan por igual conservadores y reformistas que hallan en sus diálogos la prehistoria de sus propias ideas. En nuestros días, toda república dice deberse a la República.

El punto de partida de la conversación central de La República es este: “Si contempláramos en espíritu”, dice Sócrates, “cómo nace una ciudad, ¿podríamos observar también cómo se desarrollan con ella la justicia e injusticia?” Ante la respuesta afirmativa de sus oyentes, Sócrates prosigue: “La ciudad nace, en mi opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo, sino que necesita de muchas cosas” (II: X y XI). Aristóteles, curiosamente, no admitió esta visión utilitaria de Platón, su maestro, y prefirió imaginar que las ciudades se fundan por razones éticas y morales. El resto de La República, hasta el final del décimo libro, pasa revista a diversas sociedades de las que Platón tuvo conocimiento directo. Luego de criticar a varias, y de destacar las virtudes y aciertos de algunas, todas resultan de alguna manera bochornosas, y la sociedad ideal no se define nunca por entero. De la primordial voluntad de compartir y ayudarse los unos a los otros nace la necesidad de un gobierno común compuesto por los ciudadanos más inteligentes y capaces; esta aristocracia –y aquí quizás sea el aristocrático Platón y no Sócrates quien habla– se convierte en el gobierno de quienes cobran rentas (timarquía), al cual sucede la oligarquía, que a su vez degenera en democracia –sistema que Platón abominaba– y finalmente en tiranía. Este es el peor de todos los regímenes, “cuando el jefe del pueblo, contando con una multitud totalmente dócil, no perdona la sangre de su raza, sino que acusando injustamente, como suele ocurrir, lleva a los hombres a los tribunales y se mancha, destruyendo sus vidas y gustando de la sangre de sus hermanos con su boca y lengua impuras, y destierra y mata mientras hace al mismo tiempo insinuaciones sobre rebajas de deudas y repartos de tierras” (VIII: XVI). La conclusión, que no es en verdad conclusión, es infinitamente triste: “Pero ¿cuál de los gobiernos actuales consideras adecuado [a la práctica de la filosofía]?”, pregunta uno de los interlocutores de Sócrates. “Ninguno en absoluto”, contesta el maestro, inexorable.

La Repúblicaconcluye no con definiciones dogmáticas de justos y de justicia, sino con una suerte de relato fantástico, la historia de cómo el guerrero Er muere en la guerra, y cómo, cuando días después su cadáver es recogido y puesto en la pira funeraria, vuelve a la vida y cuenta lo que su alma vio en el más allá. Aunque el último párrafo del diálogo ofrece la esperanza de que, si creemos que el alma es inmortal podremos sobreponernos a los males que toda sociedad promete y ser, a pesar de todo, felices, el lector acaba La República con más dudas que consuelos. Quizás una de las razones por las cuales La República es uno de los libros que gozan de inmortalidad intelectual es que no ofrece respuestas ni propone soluciones, sino que pone al descubierto nuestras dudas y angustias esenciales. Todo lector de La República acaba siendo uno de sus interlocutores.

Yo también. Durante más de medio siglo, he vivido en media docena de sociedades tan complicadas y diversas como las que conoció Platón. Primero, en una Atlántida inventada a partir de tierras confiscadas (Israel), luego en una sucesión de dictaduras militares (Argentina), más tarde en una aristocracia promotora de la separación de clases (Inglaterra), después en una colonia disfrazada de territorio de ultramar (Tahití), más tarde, en la década del ochenta, en una fugaz democracia (Canadá), hoy en una absurda plutocracia megalomaniaca (Francia). A estas podría agregar numerosas microsociedades de las que alguna vez formé parte, comunidades dentro de círculos mayores, minúsculos microcosmos en los cuales se establecen determinadas reglas de convivencia: clubes, cenáculos, campamentos, colectividades étnicas y filosóficas, círculos intelectuales y cenáculos artísticos. Desconozco muchas otras: las tribus indígenas de la selva, las sociedades tribales del desierto, los pueblos nómadas, las familias polígamas (poliginias, como los mormones, o poliandrias, como los tibetanos), los comunismos, las órdenes religiosas. Sospecho que, como las sociedades que sí he conocido, ninguna de estas últimas es perfecta.

Tampoco en las geografías imaginarias existen sociedades intachables. Tiempo atrás, compilé con Gianni Guadalupi una suerte de catálogo de países y ciudades soñados en la literatura. Muchos resultaron atroces, sea por las cosas horribles que en ellos ocurrían, como en las llamadas distopías, sea por la atmósfera irrespirable de las supuestamente impecables, cuyo modelo es la abominable Utopía de Tomás Moro. Lo cierto es que en ninguno de estos lugares habría querido vivir.

Frente a las preguntas abiertas con las que La República deja a sus lectores, ¿qué esbozos de respuestas podemos ofrecer? Si toda forma de gobierno es de alguna manera nefasta, si ninguna sociedad puede jactarse de ser ética y moralmente sana, si la política se vuelve implacablemente una actividad infame, si toda empresa colectiva se desmenuza en mezquindades y villanías individuales, ¿qué esperanza tenemos de vivir más o menos pacíficamente, provechosamente, respetándonos y cuidándonos los unos a los otros? Las sentencias de Trasímaco acerca de las virtudes de la injusticia, por más absurdas que parezcan, han sido repetidas a lo largo de los siglos, y hoy más descaradamente que nunca, por los explotadores de los sistemas de gobierno, cualesquiera que sean. No son otros los argumentos de los terratenientes feudales, de los mercaderes de esclavos y sus clientes, de dictadores como Stalin y Franco, de los responsables de la crisis financiera del segundo decenio del siglo XXI. La “derecha sin complejos” que proclaman los conservadores, las “virtudes del egoísmo” que declaran los defensores del capitalismo salvaje, la privatización de todo bien público que promueven las multinacionales, son tantas formas de declarar, como Trasímaco, que “lo justo no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte” (I: XII).

Lo cierto es que casi todos nosotros, aun los que cometemos las más atroces injusticias, sabemos, como Sócrates y sus interlocutores, qué es justo y qué no lo es. Lo que obviamente no sabemos es cómo actuar con justicia en todo momento, en conjunto, como sociedad, y cada uno por su parte, como ciudadanos. Algo en cada uno de nosotros nos inclina hacia el beneficio material y propio, sin consideración por los otros; algo opuesto nos atrae hacia los beneficios más sutiles de lo ofrecido, lo compartido, lo que puede ser de utilidad no a nosotros sino al prójimo. Algo nos lleva a saber que, aunque la ambición de riquezas, poder y fama nos anime poderosamente, la experiencia, nuestra y la del mundo, acabará por mostrarnos que, en sí misma, esa ambición nada vale. Cuenta Sócrates que cuando el alma de Ulises tuvo que elegir una nueva vida después de su muerte, “dando de lado a su ambición con el recuerdo de sus anteriores fatigas”, el legendario aventurero buscó la vida de “un hombre común y desocupado” y “la escogió con gozo”. No es imposible que este haya sido su primer acto verdaderamente justo.

Por Alberto Mangel
 
5 ejercicios de meditación con visualización




Descansar la mente tiene innumerables beneficios, tanto para nuestra salud física como psicológica. Nos permite restaurar el equilibrio interior desde la escucha interna y la armonía entre el alma y el cuerpo. Pero ¿y si pudiéramos aprovecharnos de sus ventajas a través de nuestra imaginación? En eso consiste la meditación con visualización; una forma creativa de realizar ejercicios mentales para alcanzar el bienestar.


Imaginar es crear, sumergirse en un mundo en el que no se ha estado antes y traspasar límites. Gracias al poder de nuestra imaginación podemos diseñar una realidad por y para nuestros deseos. De ahí que su uso en la meditación sea tan beneficioso. De hecho, la meditación con visualización es empleada por todo tipo de profesionales, desde deportistas hasta diferentes tipos de artistas y grandes empresarios.




“El equilibrio es la última meta”.


-Ricky Lankford-


Para luchar contra la ansiedad

La visualización es una técnica muy empleada para disminuir la ansiedad. En concreto, es una herramienta que se emplea para alcanzar un estado de plena relajación mediante la disminución del arousal o activación fisiológica del organismo que aparece en esos momentos ávidos.


mujer-pensando-con-los-ojos-cerrados.jpg





Los siguientes ejercicios de meditación con visualización permiten traer la calma de nuevo y despertar esa sensación de paz que, a veces, tanto necesitamos. Además facilitan la apertura de nuevos retos, oportunidades, sensaciones y futuras alegrías.


Lo primero que debemos hacer es ir a un lugar cómodo, en el que nos sintamos tranquilos y podamos hallar paz en el silencio. Una vez que tengamos ese lugar refugio, tenemos que comenzar a respirar profundamente, inspirando por la nariz y espirando lentamente por la boca. A continuación, podemos aplicar algunos de los siguientes ejercicios.


Colores

La gama cromática ha sido ampliamente estudiada desde la psicología para analizar las percepciones, los comportamientos y las sensaciones que nos suscitan los colores. Por eso, imaginar que nuestro cuerpo está repleto de luz puede ser una buena forma de atraer emociones.


Este ejercicio consiste en respirar profundamente mientras pensamos que estamos rodeados de una luz de un color concreto que va cambiando al blanco, al naranja, al rojo… Además, tenemos que centrarnos en las sensaciones físicas que experimentamos en cada caso. ¿Qué nos hace sentir cada color? Una vez hecho esto, el siguiente paso es imaginarnos que somos una luz que emana tonalidades verdes y que nos encontramos en armonía en total.




Tensión muscular

A menudo, llegamos a casa y notamos que nos duele todo el cuerpo. Para aliviarlo podemos utilizar este ejercicio de meditación con visualización. Se trata de que nos sentemos o tumbemos en el suelo y nos centremos en esa parte de nuestra musculatura en la que notemos mayor tensión.


El siguiente paso consiste en imaginar que en esa zona tenemos un nudo que nos impide movernos con libertad y tenemos que tratar de deshacerlo con la mente. Así, tenemos que mantener nuestra atención en cada lazada de ese nudo mientras respiramos y visualizamos cómo se va deshaciendo. Las hebras se desenredan y al final se desintegran como si se tratasen de una simple capa de arena.


Este ejercicio podemos repetirlo tantas veces como puntos de tensión muscular notemos en nuestro cuerpo.


Recuerdo activo

Hemos tenido un día duro. Nos han pasado demasiadas cosas y no todas agradables. El ejercicio que explicamos a continuación nos ayudará a conectar con ese estado de calma que tanto necesitamos. Para ello, tenemos que cerrar los ojos y realizar una respiración profunda para trasladarnos al principio de nuestro día: cómo hemos dormido, qué hemos desayunado, cómo hemos saludado a nuestra familia… Se trata de revivir todos esos pensamientos y sensaciones como si los estuvieramoss presenciando en ese momento.


Una vez que hemos recreado todo con la mayor viveza posible, debemos focalizar nuestra atención en los momentos dolorosos para liberarlos y facilitar que esa parte del día nos abandone. A continuación, tan solo tenemos que centrarnos en el presente, en el aquí y ahora, para sentirnos relajados.





Burbujas

Este ejercicio de meditación con visualización es uno de los más completos, porque combina dos sentidos: vista y oído. Consiste en imaginar que nos encontramos en un lugar tranquilo, solitario y oscuro. Además, nos envuelve una sensación de paz y a lo lejos, escuchamos un ligero y agradable estallido.


Ese sonido procede de una pequeña pompa que ha explotado a nuestra derecha. Y justo después escuchamos otra a la izquierda. Después encima de nuestra cabeza. Poco a poco, van estallando burbujas a lo largo de todo nuestro cuerpo, con la misma intensidad y delicadeza. Cada vez nos sentimos más y más relajados…


Afrontar lo desconocido

¿Qué hay más allá? ¿Cómo será nuestro futuro? ¿Qué nos deparará la vida dentro de unos años? Para enfrentar esa incertidumbre podemos visualizarnos en una habitación oscura y cerrada ubicada en un bosque. En el exterior sopla el viento y se oyen animales hambrientos… El siguiente paso es cerrar los ojos y centrarnos en la sensación que estamos experimentando. ¿Es miedo? ¿Ansiedad? La retenemos durante unos minutos y poco a poco la liberamos.


Ahora, imaginemos que se abre otra puerta y vemos la salida de esa habitación. Corremos hacia ella y de repente nos encontramos en el bosque con la misma situación. ¿Qué emoción estamos sintiendo? Una vez que la hemos identificado, observamos que un camino se abre ante nosotros. Decidimos transitarlo y escapar y poco a poco sentimos cómo la tensión que sentíamos se va aliviando y se elimina de nuestro cuerpo. Nos encontramos a salvo, en calma y cómodos. Solo nos queda disfrutar de sensación y conectar con ella.


Estos sencillos ejercicios de meditación con visualización se pueden realizar en cualquier momento y lugar. Basta con entrenar nuestra capacidad de concentración y desarrollar nuestras capacidades creativas para sentir esa sensación de alivio que tanto nos hace falta.

Por Sara Clemente

 
¿Cómo puede ayudar la meditación en el día a día?




Si todavía tienes dudas sobre aquello que te puede aportar la meditación este es tu artículo. Descubre sus beneficios para tu día a día

La meditación se encuentra hoy en día en auge y muchos ya han comenzado a disfrutar de todo lo que nos puede aportarnos esta práctica y ver cómo nos puede ayudar en el día a día. Numerosos estudios muestran sus beneficios para reducir el estrés, mejorar los ritmos de sueño, disminuir los niveles de cortisol, mejorar el aprendizaje, la memoria y, hacer en definitiva, la vida más plena y más consciente.


Un ejemplo de ello es un estudio realizado en la Universidad de California en Santa Bárbara, el cual mostró que con tan solo un par de semanas de práctica en meditación se mejoraron la atención y la memoria de los participantes durante la sección de razonamiento con un test de referencia en esta área.




A pesar de todos los avances científicos y el estudio dedicado a este área, sigue habiendo gente que duda o parece reacia a iniciarse en esta actividad. Algunos de los mitos que hay alrededor de estas técnicas son solo ideas extendidas, pero no por ello ciertas. A continuación veremos cómo nos puede ayudar la meditación en nuestro día a día.





Beneficios y pautas de la meditación

Los principales beneficios de la meditación son:


  • Meditar es fácil. Quizás al principio cueste un poco más, por ello será más fácil si nos dejamos guiar y entenderlo como una concentración en la respiración o repetir un mantra en silencio para facilitar la tarea.
  • La meta no es acallar la mente. El objetivo es encontrar la calma dentro de los pensamientos. Cambiar el foco de atención cuando vienen otros pensamientos. A medida que te identificas menos con tus pensamientos e historias, experimentas más paz y te abres a nuevas posibilidades, lo que te da un margen mayor para disfrutar de aquello que te rodea cada día.
  • En tan solo unas pocas semanas de dedicación a la práctica se pueden obtener beneficios. Estudios científicos muestran que con tan solo 8 semanas se consigue: menos ansiedad, más calma y crecen las áreas del cerebro relacionadas con la memoria, empatía, autoconsciencia y regulación del estrés. Los practicantes mejoran también el sueño, la concentración, disminuye la presión sanguínea, el estrés y la ansiedad y mejora la función inmunológica. En 2011, el equipo de investigación de Sara Lazar en la universidad de Harvard, mostró que la práctica de mindfulness puede realmente cambiar la estructura del cerebro. Después del curso MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction) de 8 semanas de duración, se observó un engrosamiento del hipocampo (una estructura que cumple un rol fundamental en el aprendizaje y la memoria) y en otras áreas de importancia para la regulación emocional y el procesamiento auto-referencial.



mujer-meditando-montana.jpg



  • La meditación nos ayuda a estar y ser. Meditar es reconectar con tu yo verdadero, todo lo contrario a escapar del momento.
  • Dedicar tan solo un momento de tu tiempo. Meditar te da tiempo para parar, con solo unos minutos ordenas y calmas la mente antes de actuar.
  • Amplia variedad de formas: la meditación se puede practicar de distintas formas y en distintas posiciones. De pie, caminando, haciendo yoga, mindfulness, etc. Tan solo hay que encontrar la mejor práctica que se adapte a cada uno.
  • ¿Qué pasa si sentimos que la mente no deja de pensar? En 30 minutos podemos llegar a tener 300 pensamientos, una cantidad que satura la mente de cualquiera. Por otro lado, acostumbrados a trabajar a toda velocidad, disminuirla requiere de práctica y paciencia.
  • Observar el beneficio: confiar en el proceso, requiere práctica y tiempo. Disfrutar de los pequeños avances y placeres que nos aporta la meditación.
  • Encontrar el modo en que a cada uno le funcione. Mejor dedicar solo 10 minutos que aguantar 30 porque dicen que es mejor y sentirnos mal porque no podemos lograrlo.

Meditación, una técnica para todos

Algunos de los beneficios reales que la meditación puede aportar a nuestro día a día se pueden disfrutar empezando con unos sencillos pasos:




  • No seas duro contigo mismo.
  • No tengas ninguna expectativa, tan solo observa el momento.
  • No insistas si no te conducen a un silencio interior.
  • Permanece solo, a ser posible en un lugar tranquilo.

persona-meditando-retiro-silencio.jpg



Visto aquello que nos ofrece la meditación en nuestro día a día, vemos que estas actividades tienen numerosos beneficios. Nos ayudan a parar y a ser conscientes de aquello que vivimos aquí y ahora y nos dan la oportunidad de reconectar con nosotros mismos y vivir lo que sucede a cada momento. La meditación es para todos.


“Con la atención plena se trata de estar completamente despiertos en nuestras vidas. Se trata de percibir la exquisita intensidad de cada momento. También de tener acceso inmediato a nuestros propios recursos para la formación y la curación”.


-Jon Kabat-Zinn-


Por Adriana Díez
 
Back