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Fragmento
«La corte la maneja Letizia —explica otra gran conocedora de los entresijos de La Zarzuela—. Ella es la clave de todo, porque él es mucho más plano. Felipe es solo un profesional de lo que tiene que hacer, pero no aporta nada que sea picante o interesante. Y ella es una histérica de su intimidad, que lo controla todo y que no quiere que se conozca nada de lo que hacen, salvo cuando llaman a la prensa para vender su imagen de unidad, claro». Además de lo profesional, comparten el factor humano. Así, si, como hemos dicho, Letizia se encarga de vestir a sus hijas cada mañana, Felipe es también un padre entregado que disfruta cuando puede jugando con Leonor y Sofía y se afana por cuadrar actividades para poder pasar más tiempo con ellas, según una versión acaso edulcorada que describen sus conocidos. «Con sus hijas se le cae la baba», explica Jaime Rodríguez Toubes, su padrino en el Aifos de la Armada. «En Palma, después de las regatas, nos solíamos ir a tomar unas copas toda la tripulación y él, en cambio, se iba corriendo para estar con sus hijas. En cuanto tiene un hueco se va con ellas. Don Felipe es muy niñero». Este capítulo está compuesto por no pocos trazos de un hombre que cada día trabaja paradójicamente para alejarse del legado más sombrío de la etapa de su padre y para recuperar el esplendor de la etapa más aplaudida de una institución a la que muchos españoles consideran trasnochada e innecesaria. No obstante, por mucho que intente marcar distancias y aunque busque, apoyado por su esposa, modernizar en lo posible la corona, Felipe VI también tiene su propia corte, compuesta por amigos de varios círculos, altos cargos de confianza y otros personajes, algunos de ellos demasiado turbios, que suelen permanecer ocultos y que tratamos de presentar, con sus luces y sus sombras, a lo largo de las siguientes páginas.
«La corte la maneja Letizia —explica otra gran conocedora de los entresijos de La Zarzuela—. Ella es la clave de todo, porque él es mucho más plano. Felipe es solo un profesional de lo que tiene que hacer, pero no aporta nada que sea picante o interesante. Y ella es una histérica de su intimidad, que lo controla todo y que no quiere que se conozca nada de lo que hacen, salvo cuando llaman a la prensa para vender su imagen de unidad, claro». Además de lo profesional, comparten el factor humano. Así, si, como hemos dicho, Letizia se encarga de vestir a sus hijas cada mañana, Felipe es también un padre entregado que disfruta cuando puede jugando con Leonor y Sofía y se afana por cuadrar actividades para poder pasar más tiempo con ellas, según una versión acaso edulcorada que describen sus conocidos. «Con sus hijas se le cae la baba», explica Jaime Rodríguez Toubes, su padrino en el Aifos de la Armada. «En Palma, después de las regatas, nos solíamos ir a tomar unas copas toda la tripulación y él, en cambio, se iba corriendo para estar con sus hijas. En cuanto tiene un hueco se va con ellas. Don Felipe es muy niñero». Este capítulo está compuesto por no pocos trazos de un hombre que cada día trabaja paradójicamente para alejarse del legado más sombrío de la etapa de su padre y para recuperar el esplendor de la etapa más aplaudida de una institución a la que muchos españoles consideran trasnochada e innecesaria. No obstante, por mucho que intente marcar distancias y aunque busque, apoyado por su esposa, modernizar en lo posible la corona, Felipe VI también tiene su propia corte, compuesta por amigos de varios círculos, altos cargos de confianza y otros personajes, algunos de ellos demasiado turbios, que suelen permanecer ocultos y que tratamos de presentar, con sus luces y sus sombras, a lo largo de las siguientes páginas.