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Los 23 de Angüés: la asociación Arico busca a las víctimas de la feroz represión de los primeros días de la Guerra Civil

Memoria histórica

La Asociación por la Recuperación e Investigación contra el Olvido afronta durante este mes un proyecto que tendrá continuidad en septiembre y que se desarrolla en el cementerio de Las Mártires de Huesca
Tras la apertura de una primera fosa con siete cuerpos se han iniciado los trabajos para exhumar a cinco personas asesinadas más y en los próximos meses se buscará al resto
Ya se han identificado los restos de Román Arnal, hermano del histórico anarcosindicalista Martín Arnal, que a los 97 años de edad espera ver completa esta tarea

Miguel Barluenga - Huesca
23/07/2019 - 21:34h
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Una de las fosas excavadas en el cementerio de Las Mártires de Huesca. CARLOS NEOFATO

Un bosque de plaquitas de color morado señala dónde se encuentran las fosas comunes del cementerio de Las Mártires, en Huesca. Las hay por decenas, "y eso que muchas se han ido arrancando con el paso de los años", explica Miguel Ángel Capapé, presidente de la Asociación por la Recuperación e Investigación contra el Olvido (Arico). Mientras, unos operarios tapan la fosa donde se han exhumado los restos de siete represaliados en los primeros días de 1937 y, en otra abierta a unos pocos metros, se ha comenzado a buscar a cinco personas más. Todos ellos, de la localidad de Angüés.

Son doce, y se espera hallar a diez más en otro proyecto que se acometerá a partir de septiembre en este mismo camposanto. En octubre de 2018 se abrió otra fosa donde se enterró a cinco ejecutados más de esta población durante la Guerra Civil. Entre ellos se ha podido identificar por medio de las pruebas de ADN a Román Arnal Mur, hermano del conocido militante anarquista Martín Arnal Mur, que a los 97 años aún espera poder ver completado los trabajos de exhumación e identificación de los compañeros asesinados por el bando nacional.

Angües, potente base de jóvenes anarquistas
Angüés contaba con poco más de 800 habitantes durante la década de los 30 y una economía basada en la agricultura y en menor medida en la ganadería. Contó con una potente base de jóvenes anarquistas articulados en el sindicato local de la CNT, y tras el golpe de estado de julio de 1936 se concentraron en la localidad las dotaciones de varios puestos de la Guardia Civil bajo el mando del teniente Manuel Lahoz Julve que se replegaron a Huesca ante la presión ejercida por las milicias organizadas en Barbastro.

23 vecinos anarquistas de Angüés fueron detenidos por la Guardia Civil e ingresados en la Prisión Provincial de Huesca el 24 de julio de 1936. Durante esa semana en que Angüés estuvo en manos de los sublevados fueron enviados a la cárcel un total de 31 angüesinos y todos ellos serían asesinados en Huesca en los meses siguientes. El destino habitual de los cadáveres, en sucesivas sacas, fue el cementerio de Las Mártires.

Entre los días 3 y 6 de enero de 1937 fueron asesinados 17 vecinos separados en diferentes sepulturas. El 3 de enero de 1937 se ejecutó a las 23:30 de la noche Emeterio Alpín Zaballos (32 años), José Franco Carpi (46 años), Dionisio Gallo Brusau (32 años), José María Batos Lacasta (48 años) y Emilio Cardiel Huguet (26 años). Todos ellos fueron enterrados en una fosa común que ocuparía dos sepulturas distintas (zanja 7, fila 20, sepulturas nº 299-300), tras ser recogidos los cadáveres por la ambulancia número 24 de la Cruz Roja.

El 5 de enero de 1937 fueron asesinados a las 22:30 de la noche Santos Buil Tornil (27 años), Tomás Canudo Domper (26 años), Gregorio Espona Vitales (55 años), Ramón Briac Oliveros (19 años) y Bartolomé Casasín Pérez (53 años). Se les dio sepultura en una fosa común. Finalmente, el 6 de enero de 1937 fueron asesinados Agustín Bravo Brusau (31 años) y Mariano Buil Tornil (23 años).

Ya el 4 de enero de 1937 habían sido asesinados otros cinco vecinos de Angüés: Román Arnal Mur (24 años), Fabián Alsina Soliva (26 años), Ramón Bonet Buil (25 años), Miguel Cardiel Huguet (27 años) y Manuel Gallo Brusau (35 años). Arico cuenta con la colaboración de las asociaciones memorialistas Círculo Republicano Manolín Abad de Huesca, Batallón Cinco Villas de Ejea de los Caballeros y Charata de Uncastillo. El equipo habitual está compuesto por tres personas, además de Miguel Ángel Capapé y de voluntarios que se suman a los trabajos diarios.

Se contempla la fecha del sábado 27 de julio para que se concluyan los trabajos en la segunda de las fosas y puedan extraerse los restos de los cinco cuerpos para proceder a su identificación. "Contamos con la ventaja de que este cementerio se dejó de utilizar después de la guerra y, por tanto, no se han removido las fosas comunes", señala Capapé. Algunos de los familiares residen en Francia y su voluntad de encontrar a sus allegados a facilitado la tarea, que cuenta con una subvención de la Diputación de Huesca. Si todo marcha según lo previsto, los 23 de Angüés serán enterrados de una manera digna en Las Mártires entre 2020 y 2021

https://www.eldiario.es/aragon/sociedad/Angues-asociacion-Arico-Guerra-Civil_0_923558242.html
 
Los 23 de Angüés: la asociación Arico busca a las víctimas de la feroz represión de los primeros días de la Guerra Civil

Memoria histórica

La Asociación por la Recuperación e Investigación contra el Olvido afronta durante este mes un proyecto que tendrá continuidad en septiembre y que se desarrolla en el cementerio de Las Mártires de Huesca
Tras la apertura de una primera fosa con siete cuerpos se han iniciado los trabajos para exhumar a cinco personas asesinadas más y en los próximos meses se buscará al resto
Ya se han identificado los restos de Román Arnal, hermano del histórico anarcosindicalista Martín Arnal, que a los 97 años de edad espera ver completa esta tarea

Miguel Barluenga - Huesca
23/07/2019 - 21:34h
fosas-excavadas-cementerio-Martires-Huesca_EDIIMA20190723_0914_19.jpg

Una de las fosas excavadas en el cementerio de Las Mártires de Huesca. CARLOS NEOFATO

Un bosque de plaquitas de color morado señala dónde se encuentran las fosas comunes del cementerio de Las Mártires, en Huesca. Las hay por decenas, "y eso que muchas se han ido arrancando con el paso de los años", explica Miguel Ángel Capapé, presidente de la Asociación por la Recuperación e Investigación contra el Olvido (Arico). Mientras, unos operarios tapan la fosa donde se han exhumado los restos de siete represaliados en los primeros días de 1937 y, en otra abierta a unos pocos metros, se ha comenzado a buscar a cinco personas más. Todos ellos, de la localidad de Angüés.

Son doce, y se espera hallar a diez más en otro proyecto que se acometerá a partir de septiembre en este mismo camposanto. En octubre de 2018 se abrió otra fosa donde se enterró a cinco ejecutados más de esta población durante la Guerra Civil. Entre ellos se ha podido identificar por medio de las pruebas de ADN a Román Arnal Mur, hermano del conocido militante anarquista Martín Arnal Mur, que a los 97 años aún espera poder ver completado los trabajos de exhumación e identificación de los compañeros asesinados por el bando nacional.

Angües, potente base de jóvenes anarquistas
Angüés contaba con poco más de 800 habitantes durante la década de los 30 y una economía basada en la agricultura y en menor medida en la ganadería. Contó con una potente base de jóvenes anarquistas articulados en el sindicato local de la CNT, y tras el golpe de estado de julio de 1936 se concentraron en la localidad las dotaciones de varios puestos de la Guardia Civil bajo el mando del teniente Manuel Lahoz Julve que se replegaron a Huesca ante la presión ejercida por las milicias organizadas en Barbastro.

23 vecinos anarquistas de Angüés fueron detenidos por la Guardia Civil e ingresados en la Prisión Provincial de Huesca el 24 de julio de 1936. Durante esa semana en que Angüés estuvo en manos de los sublevados fueron enviados a la cárcel un total de 31 angüesinos y todos ellos serían asesinados en Huesca en los meses siguientes. El destino habitual de los cadáveres, en sucesivas sacas, fue el cementerio de Las Mártires.

Entre los días 3 y 6 de enero de 1937 fueron asesinados 17 vecinos separados en diferentes sepulturas. El 3 de enero de 1937 se ejecutó a las 23:30 de la noche Emeterio Alpín Zaballos (32 años), José Franco Carpi (46 años), Dionisio Gallo Brusau (32 años), José María Batos Lacasta (48 años) y Emilio Cardiel Huguet (26 años). Todos ellos fueron enterrados en una fosa común que ocuparía dos sepulturas distintas (zanja 7, fila 20, sepulturas nº 299-300), tras ser recogidos los cadáveres por la ambulancia número 24 de la Cruz Roja.

El 5 de enero de 1937 fueron asesinados a las 22:30 de la noche Santos Buil Tornil (27 años), Tomás Canudo Domper (26 años), Gregorio Espona Vitales (55 años), Ramón Briac Oliveros (19 años) y Bartolomé Casasín Pérez (53 años). Se les dio sepultura en una fosa común. Finalmente, el 6 de enero de 1937 fueron asesinados Agustín Bravo Brusau (31 años) y Mariano Buil Tornil (23 años).

Ya el 4 de enero de 1937 habían sido asesinados otros cinco vecinos de Angüés: Román Arnal Mur (24 años), Fabián Alsina Soliva (26 años), Ramón Bonet Buil (25 años), Miguel Cardiel Huguet (27 años) y Manuel Gallo Brusau (35 años). Arico cuenta con la colaboración de las asociaciones memorialistas Círculo Republicano Manolín Abad de Huesca, Batallón Cinco Villas de Ejea de los Caballeros y Charata de Uncastillo. El equipo habitual está compuesto por tres personas, además de Miguel Ángel Capapé y de voluntarios que se suman a los trabajos diarios.

Se contempla la fecha del sábado 27 de julio para que se concluyan los trabajos en la segunda de las fosas y puedan extraerse los restos de los cinco cuerpos para proceder a su identificación. "Contamos con la ventaja de que este cementerio se dejó de utilizar después de la guerra y, por tanto, no se han removido las fosas comunes", señala Capapé. Algunos de los familiares residen en Francia y su voluntad de encontrar a sus allegados a facilitado la tarea, que cuenta con una subvención de la Diputación de Huesca. Si todo marcha según lo previsto, los 23 de Angüés serán enterrados de una manera digna en Las Mártires entre 2020 y 2021

https://www.eldiario.es/aragon/sociedad/Angues-asociacion-Arico-Guerra-Civil_0_923558242.html
que pena que con las fosas con muertos del bando nacional miren para otro lado
 
Así colaboraban Franco y Carmen Polo con los más necesitados de La Coruña
23 de julio de 2019 por Redacción FNFF

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En las actas que obran en los archivos de la cocina económica de la Coruña, que alimenta a día de hoy a más de 3500 familias de la Coruña y área metropolitana, figuran donaciones particulares del Jefe del Estado Su Excelencia Don Francisco Franco, así como de su mujer, Doña, Carmen Polo y su íntima amiga la Condesa de Fenosa y su marido.

Entre muchas donaciones del Generalísimo, podemos ver la que realizó en 1941 cuando la cocina económica estuvo apunto de desaparecer, el Generalísimo consciente de la labor de la institución, realizó un importantísimo donativo para la época. Fue tan importante que saneó las cuentas y dio oxígeno a la institución.

En 1965 Doña Carmen habla con su amiga la condensa de Fenosa para que se ayude a la Institución a través de su marido, importantísimo empresario gallego. Don Barrie atendiendo a doña Carmen Polo tras las indicaciones de su mujer, en septiembre de 1965 dona una importante suma económica para que la cocina siga funcionando.

La primera dama de España, recurre de nuevo a su íntima amiga en uno de los muchos veranos que el Generalísimo pasaba en Meirás y en 1966 don Barrie de la Maza invierte más de 600.000 pesetas de la época en víveres, combustible y alimentos y se sustituyen las viejas cocinas de carbón por unas de gas, ya que el precio del carbón era muy elevado y no paraba de subir.

Está sobradamente contrastado y documentadas las obras numerosas de caridad que tanto el Generalísimo como su mujer han realizado a la cocina económica de la Coruña, para paliar el hambre. Incluso intercediendo esta última a través de sus amigas para sacar fondos y donaciones para dicha institución, claro esto no sale en los libros, ni le interesa a la izquierda sectaria.

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Información extraída de los archivos y libros de actas de juntas de la cocina económica de la Coruña. Fundada en 1886, con más de 133 años al servicio de los pobres y más necesitados

La FNFF no se hace responsable de aquellos otros datos, archivos y artículos de opinión de sus colaboradores amparados por el Derecho a la Libertad de Expresión e Información, dado que dichos artículos son responsabilidad de sus respectivos titulares. Esta página, por tanto, ni aprueba, ni hace suyos los contenidos, información, datos, archivos y opiniones que no sean los que son categorizados como "Comunicados"

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Onésimo: 80 años de su asesinato, por Pilar Pérez García
16 de febrero de 2016 por Redacción FNFF

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Mª del Pilar A. Pérez García (Pituca)

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Onésimo Redondo Ortega
nació en Quintanilla de Abajo, hoy Quintanilla de Onésimo, Valladolid, el 16 de febrero de 1905. Se le conoció como el “Caudillo de Castilla”. Nació en el seno de una familia de propietarios agrícolas. Cursó el Bachillerato en el colegio vallisoletano de Nuestra Señora de Lourdes. Obtuvo por oposición una plaza de Administrativo en la Delegación de Hacienda de Salamanca, y estudió Derecho en la Universidad de Salamanca, licenciándose en 1926.

Tras terminar sus estudios universitarios se trasladó de nuevo a Valladolid para preparar la oposición al Cuerpo de Abogados del Estado, a la que se presentó sin éxito en 1927. Este mismo año, gracias a la mediación de Ángel Herrera Oria, director del diario católico El Debate, obtuvo una plaza como Lector de español en la universidad de Mannheim, Alemania, concretamente en la Escuela Superior de Comercio. Regresó a España en octubre de 1928.

Hay que resaltar que Onésimo era un católico convencido. Inició en España su carrera política como líder del Sindicato de Cultivadores de Remolacha de Castilla la Vieja, llamado Sindicato Remolachero. En 1929 cumplió su Servicio Militar en Valladolid. Y durante esta época conoció a Mercedes Sanz Bachiller, con la que contrajo matrimonio el 12 de febrero de 1931. Inicialmente vinculado al movimiento de Acción Católica, se distanció de esta organización por considerarla anclada en el liberalismo burgués.

Tras la proclamación de la II república, el 14 de abril de 1931, fundó en agosto de ese año un grupo político denominado “Juntas Castellanas de Actuación Hispánica”, JCAH, que rechazaba el sistema llamado democrático liberal y propugnaba la acción directa como medio para la conquista del Estado.

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En junio de 1931 fundó la revista Libertad, que fue el principal órgano de expresión de su movimiento, y en la que publicó varias soflamas contra el marxismo y el capitalismo burgués. En noviembre de 1931 su organización se fundió con la que lideraba Ramiro Ledesma Ramos, quien editaba la revista La Conquista del Estado. Resultado de esta fusión fueron las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, JONS, que adoptaron como emblema el yugo y las flechas que antaño eran el anagrama de los Reyes Católicos: Yugo, Isabel; Flechas, Fernando.

Las JONS, cuyos estatutos se aprobaron oficialmente el 30 de noviembre de 1931, estaban dirigidas por un triunvirato central formado por Onésimo Redondo Ortega, Ramiro Ledesma Ramos y Francisco Jiménez Román, más tarde substituido por Antonio Bermúdez Cañete. El objetivo de este nuevo movimiento, declaradamente social, nacional y contrario al liberalismo y al marxismo, era la creación del Estado Nacionalsindicalista.

Como método de acción propugnaban la acción directa, y rechazaban el sistema electoral, por considerarlo liberal-burgués y corrupto. Y aunque Onésimo Redondo Ortega había sido antes, en su época de Acción Católica, partidario de la monarquía, en 1931 no se oponía a la república como forma de Estado. El órgano principal continuó siendo Libertad, en el que por estas fechas Onésimo Redondo Ortega publicó una traducción comentada del famoso libro Los Protocolos de los sabios de Sión.

En 1932 tomó parte en la fracasada sublevación del General José Sanjunjo Sacanell. Y para evitar ser detenido, cruzó la frontera y se exilió en Portugal, primero en Curia y después en Oporto. Desde el exilio impulsó la publicación de Igualdad, un nuevo semanario Nacionalsindicalista, que apareció el 14 de noviembre de 1932, y al que Onésimo Redondo Ortega envió, desde su exilio portugués, numerosos artículos políticos. En abril de 1933 creó, junto con Ramiro Ledesma Ramos, una nueva revista, JONS, como órgano se su movimiento.

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En octubre de 1933 regresó a España y volvió a instalarse en Valladolid. Decidió presentarse candidato a las elecciones legislativas del 19 de noviembre de 1933, pero a última hora retiró su candidatura para evitar perjudicar a la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), que lideraba José María Gil-Robles.

El 4 de marzo de 1934, en un acto celebrado en el Teatro Calderón de Valladolid, las JONS se fusionaron con Falange Española, el movimiento de José Antonio Primo de Rivera. Falange Española de las JONS, quedó bajo la dirección de José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos y Julio Ruiz de Alda, con lo que Onésimo Redondo Ortega pasó a un segundo plano, aunque dedicó especial atención al Sindicato Español Universitario, SEU. Onésimo llegó a ser el Jefe de la Falange de Castilla. Y cuando en 1935 Ramiro Ledesma Ramos se separó, Onésimo Redondo Ortega, finalmente, optó por permanecer en Falange Española.

Para entender estos acontecimientos hay que recordar que fueron años de turbulencia y de fundación, de proselitismo y de milicia, de sacrificio y de persecución, de clandestinidad y de encarcelamiento, de ilusión y esfuerzo, de esperanza y anuncio de muerte. El 19 de marzo de 1936 fue detenido en Valladolid. Durante su reclusión permaneció en contacto epistolar con José Antonio Primo de Rivera, también encarcelado.

El 25 de junio de 1936 fue trasladado a la cárcel de Ávila, de la que fue liberado el 18 de julio al iniciarse el 17 de julio de 1936 la Cruzada de Liberación Nacional. Se dirigió a Valladolid, donde se puso a la cabeza de un grupo armado de falangistas que marchó hacia Madrid y combatió en el Alto de los Leones.

El 24 de julio de 1936 Onésimo Redondo Ortega, con dos camaradas, llegó en automóvil al pueblo segoviano de Labajos, que creía Zona Nacional. Según parece identificó erróneamente como falangistas a militantes anarquistas de la CNT, Confederación Nacional del Trabajo, de la Columna Mangada, por el parecido de sus banderas, y murió acribillado a balazos.
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El entierro de Onésimo Redondo Ortega fue acompañado, por una multitud impresionante, hasta el Cementerio Provincial de Valladolid y, según se recoge en El Norte de Castilla el 26 de julio de 1936:

“Nadie recuerda en Valladolid un acto más emocionante que el entierro de Onésimo Redondo. Diríase toda la emoción de estos días concentrada en el recuerdo de un hombre que realizó el máximo esfuerzo humano para preparar los acontecimientos históricos que estamos viviendo”.

El Régimen del 18 de julio lo convirtió en uno de sus héroes y lo consideró lo que era: Mártir de la Cruzada. En el lugar de su muerte, en las afueras de Labajos, existe un monumento conmemorativo en el que los falangistas hacen cada año una ofrenda floral. Y el lugar de su muerte está marcado con una pequeña lápida, en una de las calles externas del pueblo. A título póstumo el Caudillo le concedió el título de Conde de Labajos.

El 25 de julio de 1961 se inauguró, en el Cerro de San Cristóbal de Valladolid, un monumento a su memoria.

Principales escritos: Traducción y comentarios de Los Protocolos de los Sabios de Sión (1932); Onésimo Redondo, Caudillo de Castilla (fragmentos de artículos periodísticos y discursos políticos, Valladolid, 1937); El Estado Nacional (Valladolid, 1938); Obras Completas, en dos volúmenes (Madrid, 1954-1955) y Textos políticos (Madrid, 1975).













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La Barbarie roja en Don Benito, por Alfonso Martínez Rodríguez
24 de julio de 2019 por Redacción FNFF

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«La cuerda de presos»: 23 y 24 de julio de 1938


Alfonso Martínez Rodríguez

Desde mi campanario

Con motivo del 81 aniversario y de la próxima publicación de la segunda edición del libro La barbarie roja en Don Benito. La cuerda de presos: 23 y 24 de julio de 1938 ampliamos con nuevos datos el artículo que ya dimos a conocer el 23 de julio de 2018

La “CUERDA DE PRESOS DE DON BENITO” estuvo compuesta por sesenta y nueve prisioneros, de ellos cuarenta y ocho hombres y veintiuna mujeres, y quince soldados, milicianos y escopeteros Rojos. La “CUERDA” salió de Don Benito (Badajoz) a las catorce horas del día 23 de julio de 1938, en dirección a Castuera (Badajoz). El recorrido transcurrió por las localidades de La Haba (Badajoz), Magacela (Badajoz), La Coronada (Badajoz), Campanario (Badajoz) y Puebla de Alcocer (Badajoz), destino final no previsto, tras haber liberado las tropas nacionales la población de Castuera ése mismo día. No llegarían a su destino veintitrés hombres y seis mujeres. De entre los veinticinco hombres supervivientes, tras la masacre del “Moro de Suárez”, en Campanario, unos huyeron y otros quedaron malheridos, y los capturados posteriormente, fueron trasladados a Puebla de Alcocer. De las quince mujeres supervivientes, una sobrevivió milagrosamente al haber sido dada por muerta tras los asesinatos en el Puente de “La Marcocha”, en La Haba, y las catorce restantes llegaron a Puebla de Alcocer para posteriormente ser trasladadas a Cabeza del Buey (Badajoz), donde escapó una de ellas, y ante la inminencia de la toma del pueblo ocurrida el 13 de agosto de 1938, a Villanueva de Córdoba (Córdoba) donde fueron liberadas al finalizar la Guerra.

“LA HISTORIA ES LA QUE ES Y NO SE DEBE TERGIVERSAR”

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Don Benito, 24-julio-1938: la madre de un falangista que se pasó a los nacionales, le cuenta, dos años después, cómo dieron muerte a su padre


Ciudad de DON BENITO (Badajoz), día 24 de julio de 1938, domingo. Han pasado setecientos treinta y seis días con sus noches desde que el 18 de julio de 1936 se produjo el ALZAMIENTO NACIONAL. Las tropas del Ejército del Sur bajo el mando de General Gonzalo Queipo de Llano tomaron Mérida (Badajoz) el 11 de agosto de 1936 y Santa Amalia (Badajoz) el 17 de agosto de 1936, ésta última población a tan sólo dieciséis kilómetros de Don Benito. Aquí se estableció la línea que separa ambos bandos y que no se rompe hasta este día 24, fecha en que se produce la liberación de Medellín (Badajoz), distante a diez kilómetros, y Don Benito, con la entrada de la 21 División bajo el mando del Coronel de Infantería Eduardo Cañizares Navarro.

Desde entonces hasta ahora, la represión ejercida por las Milicias del Frente Popular ha desembocado en ciento sesenta y un asesinatos de personas cuya “culpa” es la de ser “Católicos” o de “Derechas”, propietarios o trabajadores, monárquicos o republicanos, y su único delito es que no piensan como ellos. De ellas, ciento cincuenta y cinco hombres y seis mujeres. Otros donbenitenses serían asesinados en otras partes de España, alcanzando un total de ciento ochenta y cuatro personas.

El primero de ellos se produce el 28 de julio de 1936 en la persona de Manuel García Gómez, de 21 años de edad, de profesión Labrador y militante de Falange Española. El mismo día de la liberación de Mérida, 11 de agosto de 1936, y como represalia por ello, se realiza el traslado de los presos desde la cárcel ubicada en la Plaza de España hasta el Cementerio de la Ciudad. Aquí, en sus tapias, se cometen cincuenta y ocho fusilamientos y asesinatos sin juicio previo. En ése mismo mes de agosto de 1936, entre los días 12 y 30, se cometen otros diecisiete asesinatos. En el mes de septiembre de 1936, treinta y seis asesinatos más, destacando los de la noche del día 30 con veinticuatro muertes; y finalmente, desde ese mes hasta el mes de diciembre, otras cinco muertes violentas a manos de los milicianos Rojos. Durante el año 1937, “solamente” se comete un asesinato. Y en el transcurso del año 1938 y hasta la liberación de la Ciudad el 24 de julio, se producen los restantes, incluidos los veintinueve asesinatos de personas que componían la “Cuerda de Presos”.

Cabe imaginar el horror producido en la población cuando se cometieron en un solo día los cincuenta y ocho asesinatos del 11 de agosto de 1936 y los veinticuatro asesinatos de la noche del 30 de septiembre de 1936. Todos ellos hombres.

El 22 de julio de 1938, ante la inminente llegada de las tropas nacionales, en la Ciudad se respira un aire ya de por sí viciado y envenenado por el odio y el rencor existente entre ambos bandos a lo largo de estos dos años de maldita convivencia. Para unos, su temor ante la inexorable derrota y el tener que dar cuenta de los crímenes cometidos, por lo que muchos huyen en una desbandada generalizada. Para otros, la ansiada liberación tras una larga etapa de sufrimientos, torturas y asesinatos en masa.

Ese día, los sesenta y nueve prisioneros que se encuentran en la cárcel detectan bastante nerviosismo en los milicianos Rojos y se barrunta dentro de ella un intento de fusilamiento que finalmente no se produce. Cuando toman la determinación de evacuar la Ciudad, deciden llevarse en la huida como rehenes y quizás también como escudos humanos a las personas detenidas, unas desde hace un tiempo y otras durante el mismo día 22, e incluso, durante la mañana del día 23 de julio, como es el caso de mi abuelo materno Alfonso Rodríguez Simone, de 43 años de edad, conocido como “Alfonso Trajano”.

El 23 de julio de 1938, sábado, sobre las doce de la mañana, entran en la cárcel unos milicianos armados con fusiles portando cuerdas en sus manos. Tienen orden de atarles por parejas, cosa que hacen a toda prisa y en actitud desagradable, primero con los cuarenta y ocho hombres y después con las veintiuna mujeres. Son sesenta y nueve personas salvajemente tratadas y ya de por sí humilladas. Les hacen estar así, en el patio de la Prisión, bajo un sol justiciero propio del mes de julio, durante dos interminables horas y con la incertidumbre de su futuro próximo. Son las dos de la tarde y por fin les dicen que los trasladan a Castuera y que están buscando camiones para ello. Todos recogen sus pertenencias, colchones, ropas, comida…, todo lo que sus familiares han podido llevarlos al enterarse de su traslado. Pero una vez que han hecho esto les dicen que van a ir andando por falta de vehículos. Quizás los reservan para la huida de sus jefes. Aquí se inicia la tristemente célebre “Cuerda de Presos de Don Benito”.

Quince son los soldados, milicianos y escopeteros Rojos que les van a “acompañar” y “custodiar” en su trayecto. Son seis soldados del Ejército Rojo, seis milicianos y tres escopeteros. Sus nombres son: Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo”, de tan solo 21 años de edad, Sargento al mando del grupo; Pablo Antonio Durán Martín-Romo “El Romo”, de 19 años de edad, Cabo de las Milicias Rojas; Alejandro Sauceda Mateos, de 22 años de edad, Cabo de las Milicias Rojas; Alejandro Casto López González, de 22 años de edad, soldado; Diego Diestro Rodríguez, de 21 años de edad, soldado; José Agustín Paredes Díaz, de 21 años de edad, soldado; Miguel Genaro Balsera Arias “El Javeño”, de 23 años de edad, miliciano; otros dos milicianos de Campanario; una miliciana de Magacela; un miliciano de Málaga, conocido como “El Malagueño”; un miliciano de Sevilla, apodado “El Sevillano”; Juan Martín Álvarez “El Torero”, de 61 años de edad, escopetero; Alonso Álvarez Gallego “El Pulido”, de 51 años de edad, escopetero; Francisco Gómez Paredes, de 37 años de edad, escopetero, a quien encuentran en las afueras de la Ciudad y al que el Sargento obliga a incorporarse al grupo. Desde Don Benito hasta La Haba, también los acompañan otros: Carlos Quesada Mateos “Calixto Alcaide”, de 56 años de edad, Jefe de la Prisión de Don Benito; su ayudante Pablo Sánchez García “El Pastor”, de 59 años de edad, y tres Guardias Municipales, entre ellos Sebastián Sosa Cerrato, de 44 años de edad.

Uno de los soldados, José Agustín Paredes Díaz, escucha en los momentos previos a la salida cómo un Teniente le dice al Sargento Eusebio Jiménez Herrera, que los fusilen a la salida de Don Benito.

Han recorrido ya el trayecto entre la Plaza de España y la Fuente de “Los Barros”, a las afueras de la Ciudad. Han atravesado las calles “Padre Cortés”, “Cuna”, “Retama”, “Fuentes” y “Zalamea” seguidos por sus familiares que son obligados a apartarse de ellos. En la calle “Fuentes” les han hecho detenerse, y para impedir que puedan escapar, han revisado y apretado fuertemente las ligaduras. Les dicen que vayan dejando los equipajes porque “se van a cansar mucho”. Unos, acobardados porque piensan que los van a matar, dejan todas sus pertenencias en el suelo; otros, continúan con algunas de ellas.

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Están llegando al pueblo de La Haba. Son las cuatro de la tarde aproximadamente. Sólo han recorrido siete kilómetros desde Don Benito. El calor es abrasador. Aparecen en el cielo varios aviones y los milicianos Rojos, asustados, les ordenan que se metan debajo del Puente de “La Marcocha”, a la entrada del pueblo. La carrera hace que caigan desfondados por el cansancio y por la carga que llevan sobre sus hombros. Varios de los prisioneros están en una situación lamentable y se niegan, porque no pueden hacerlo, a levantarse e incluso a continuar la marcha. Bajo el puente se encuentran algunas personas que, procedentes de Don Benito por la orden de evacuación forzosa, se resguardan del sol. Es el caso de Antonio Garrido Sauceda quien está allí con su familia y es testigo de todo lo que ocurre. Los milicianos obligan a todos los que no componen “La Cuerda” a que se separen del puente.

El Sargento al mando del pelotón de “acompañamiento”, Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo”, al encontrarse con esta situación, ordena al soldado Alejandro Casto López González que “conferencie” con el Comandante Militar de Don Benito y le comunique que ocho de los detenidos no pueden continuar el viaje. Cuando vuelve dicho soldado le transmite escuetamente “que hiciera con ellos lo que le había ordenado en Don Benito, es decir, que los fusilara”.

Tras éste agobiador descanso y las vicisitudes producidas por la situación, les hacen levantar y les revisan y aprietan nuevamente las ligaduras. A unos les atan por parejas y a otros individualmente con las manos hacia delante. Entre los que más se señalan en esta labor, Pablo Antonio Durán Martín-Romo, Alejandro Casto López González, quien moja las cuerdas en el río antes de apretarlas, y Alejandro Sauceda Mateos, quien ata fuertemente a Juan Herrera Herrera, de 50 años de edad, y que al ser preguntado por éste “porqué me atas tan fuerte”, le contesta que “con menos compasión nos habéis tratado vosotros. Además, para lo que vais a durar…”. También hace lo mismo con Eugenio Muñoz Porro, de 35 años de edad, Francisco García Gómez, de 37 años de edad y Domingo Adán Cameo, de 40 años de edad, quien le dice que no le apriete tanto y le contesta que “os aprieto tanto para que no os escapéis y si a pesar de ello intentáis escapar, ya os las entenderéis conmigo”. Y con Ismael Dueñas Moreno, de 35 años de edad, que tiene necesidad de separarse del grupo, monta su fusil y le dice que “no se retire mucho”. Luego separan del grupo a las ocho personas que se niegan a andar, bien rendidas por el cansancio, bien por impedírselo algún defecto físico. Son María Paula Parejo Borrallo, de 57 años de edad; Josefa Margarita Verdú Sánchez, de 52 años de edad; María Francisca Moreno Martín-Romo, conocida como “La Batanera”, de 50 años de edad; Antonio Moreno Martín-Romo, de 39 años de edad y hermano de la anterior; Francisco Ruíz Ruíz, de 61 años de edad; Manuela Morillo Caballero, de 48 años de edad; Antonia María Cidoncha Donoso, de 48 años de edad; y Josefa Cortés Correa, de 65 años de edad.

Sobre las cinco de la tarde, el Jefe de “La Cuerda” comenta en voz alta con el fin de tranquilizar a los cautivos, mintiéndoles, que más tarde “pasaría un camión para recogerles”. Ya ha dictado su sentencia. Deja a cargo del grupo al soldado Alejandro Casto López González, al miliciano Miguel Genaro Balsera Arias “El Javeño”, a los escopeteros Alonso Álvarez Gallego “El Pulido”, Juan Martín Álvarez “El Torero” y Francisco Gómez Paredes, y a tres Guardias Municipales de Don Benito que los habían acompañado hasta allí, entre ellos, Sebastián Sosa Cerrato, quien el día anterior había participado en la detención de Juan Herrera Herrera y su esposa María Francisca Moreno Martín-Romo. Con ellos, Carlos Quesada Mateos “Calixto Alcaide” y Pablo Sánchez García “El Pastor”, que volverán a Don Benito junto con los Guardias Municipales. Todos ellos participan en la matanza directa o indirectamente.

Cerca de las siete de la tarde, las sesenta y una personas restantes, de las cuales cuarenta y seis son hombres y quince mujeres, continúan la marcha en dirección a Magacela. Entre estos integrantes de “La Cuerda” que inician la segunda etapa y reanudan su calvario, se encuentran familiares muy cercanos a los que han quedado bajo el puente: Adelaida Sánchez Parejo, de 18 años de edad, y su hermana Paula Sánchez Parejo, de 14 años de edad, hijas ambas de María Paula Parejo Borrallo; Emilia Cidoncha Donoso, de 40 años de edad, hermana de Antonia María Cidoncha Donoso, y Juan Herrera Herrera, esposo de María Francisca Moreno Martín-Romo y cuñado del hermano de ésta, Antonio. Al dolor ya de por sí estremecedor por la situación que están viviendo, se añade ahora el producido por dejar atrás a sus seres queridos. Sus “acompañantes” solamente les han dicho que “iban a descansar allí y luego continuarían”.

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Después de unos kilómetros, dos de los guardianes que se habían quedado en el puente con los impedidos, se reincorporan al grupo montados en sus caballos. Son el soldado Alejandro Casto López González quien da la novedad al Sargento Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo” y le dice que “se los ha entregado a los escopeteros”, y el miliciano Miguel Genaro Balsera Arias “El Javeño”.

Pero volvamos atrás. Un poco antes, alrededor de las ocho de la tarde, los “guardianes de la muerte” han sacado a los ocho cautivos de los bajos del puente y en un recodo muy próximo a la carretera comienzan a disparar indiscriminadamente contra ellos. No contentos con su hazaña, emplean utensilios de labranza para descuartizar a sus víctimas. Sólo han pasado seis horas desde su salida de Don Benito.

A Josefa Margarita Verdú Sánchez le aplastan la cabeza, le cortan un brazo y le destrozan ambas piernas a hachazos; a María Francisca Moreno Martín-Romo, además de los tiros de escopeta y fusil, heridas de golpes en la cabeza y manos; a Antonio Moreno Martín-Romo heridas de fusil en cabeza y oído que le destrozan la cabeza; a Francisco Ruíz Ruíz, mutilaciones en diferentes partes del cuerpo y la cabeza cortada y aplastada que abandonan a doscientos metros de ése lugar; a Manuela Morillo Caballero, numerosas heridas de armas de fuego; a Antonia María Cidoncha Donoso varios tiros de escopeta y fusil y heridas de golpes en cabeza y cuerpo. Pero entre éstos ocho cuerpos destrozados salvajemente por las alimañas que lo han hecho, hay uno que aún exhala un leve aliento de vida. Es el de Josefa Cortés Correa, maniatada a Josefa Margarita Verdú Sánchez, a quien han dado por muerta y que queda como única testigo ante la historia de lo que allí ha sucedido. Está gravemente herida y con diversas mutilaciones, pero viva.

Unos kilómetros más adelante “La Cuerda” continúa su marcha. Nadie les cuenta lo que ha sucedido un poco antes. Anochece. Llegan al pueblo de Magacela sobre las diez de la noche. Ya han recorrido catorce kilómetros desde Don Benito. El imponente castillo apenas se vislumbra y evitan entrar en el pueblo y sus empinadas calles. En las afueras, les ordenan parar en la estación de ferrocarril. Por allí pasa el tren que va desde Don Benito a Castuera. Algunos piensan que por fin van a dejar de andar y les van a transportar en tren. Sus ardientes pies están destrozados. Ellos, agotados, y a cada momento que pasa, en peor estado.

Les dejan descansar un rato, no mucho, y se ríen de ellos diciéndoles que “los fascistas tenéis que ser fuertes”. Sin embargo, no logran que les den ni siquiera un poco de agua a pesar de que allí existe una fuente en la que los milicianos, ellos sí, renuevan el agua de sus cantimploras. Tienen prisa, saben que les pisan los talones y quieren llegar cuanto antes a la siguiente parada. Los insultos, amenazas de fusilamiento y palabras soeces dirigidas a las mujeres no tienen tregua. Pero esa prisa no hace que la caminata sea más rápida: Es de noche y tienen que velar para que sus sesenta y un rehenes no escapen.

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Cuando llegan a La Coronada ya han recorrido más de veinte kilómetros desde Don Benito. Es noche cerrada y tampoco entran en el pueblo. Es la una de la madrugada del día 24. Allí hacen una parada de diez escasos minutos y prosiguen la marcha hacia Campanario.

A esta población llegan a las cinco y media de la mañana del día 24 de julio de 1938. Ya llevan recorridos veintisiete kilómetros desde Don Benito. Les hacen desfilar por las calles del pueblo, exigiéndoles, en su estado, que caminen a paso marcial ante los curiosos que les observan. Les encierran en el muladar del Ayuntamiento, entre basura y Paj*, sin permitirles comer ni beber nada. Los conductores y asesinos de “La Cuerda”, que han hecho todo el recorrido hasta ahora montados en sus caballos, se van a descansar y son sustituidos por milicianos de la Comandancia Militar de Campanario. Éstos, quizás movidos por la compasión al verlos en ése lamentable estado, les aflojan las ligaduras y les dejan comer y beber de lo poco que llevan encima, e incluso les ofrecen algunos de sus ranchos.

Sobre las nueve de la mañana se escucha un gran revuelo en la calle. Llega el rumor de que las tropas nacionales están ya muy cerca. El día 21 han ocupado Orellana la Vieja (Badajoz) y cotas que van desde esa población al Río “Zújar”, a tan sólo veinte kilómetros al norte de Campanario. Además, también han tomado Castuera el día anterior, a las dos de la tarde del 23 de julio de 1938, curiosamente a la misma hora en que salieron de Don Benito con destino inicial a esa población, a otros veinte kilómetros por el sur. Ya no van a poder llegar allí. Llegan las dudas. Los milicianos y escopeteros Rojos de Don Benito, que tan valientemente han asesinado a sangre fría a siete de sus paisanos, ahora no saben qué hacer porque se sienten copados. También se quejan de que no encuentran en este pueblo a ninguna autoridad con la que poder entenderse. Es el momento del “sálvese quien pueda”.

A esa hora entran en el muladar municipal unos milicianos y se llevan a ocho presos amarrados. Aparentemente van a ser fusilados y ésa es la impresión que quieren dar a los cautivos. Al rato regresan a por otro grupo pero sus jefes cambian de opinión y ordenan a todos los presos que recojan sus equipajes y les vuelven a atar fuertemente en actitud agresiva. Hay alguno que, débilmente, intenta negarse porque no se puede levantar por el cansancio acumulado y es castigado con un culatazo para que se incorpore siendo insultado groseramente. Se nota su nerviosismo. Les dicen que van hacia Puebla de Alcocer.

Uno de los integrantes de “La Cuerda”, Alonso Cerrato Moreno, de 46 años de edad, se ha quedado un poco apartado del Grupo. Sin quererlo escucha una conversación entre el Teniente al mando de la Comandancia Militar de Campanario y el Sargento Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo”: “Hoy va a haber abundante carne. Apuntad bien. Hacedlo lejos del pueblo y luego recogéis las carteras”. El otro, le contesta: “No tenga cuidado, no se escapará ninguno”.

Cuando reanudan la marcha, sobre las once de la mañana, Alonso Cerrato Moreno le comunica a su compañero de ligadura, Ricardo Ramos López, de 47 años de edad, que ha escuchado al Teniente dar una orden para que se les fusilara. Alcanzan al Padre Eulogio Velasco Navarro, de 52 años de edad, Párroco de la Iglesia de “San Sebastián” de Don Benito, para que les dé la absolución. Otros, se van enterando al correrse la voz y se acercan al Sacerdote con la misma petición sin dejar de caminar. Poco a poco, convencidos de lo que les aguarda, abandonan el escaso equipaje que les queda para esperar con resignación el momento de su muerte. Sus guardianes quieren llegar cuanto antes a su destino y con la menor “carga humana” posible, pero la suficiente para tener algo con qué negociar en el caso de ser cercados por las tropas nacionales.

Han tomado un camino que transcurre casi en paralelo a la carretera que va desde Campanario a Orellana la Vieja con la intención de abandonarlo al atravesar el Río “Zújar” y encaminarse a Puebla de Alcocer a través del “Cordel Serrano”, cercano a la carretera. Hay ocho kilómetros entre el primer pueblo citado y el badén del río. En su camino se cruzan con cientos de personas, civiles, soldados y dirigentes marxistas de los pueblos de los alrededores, que huyen atropelladamente en medio de un ensordecedor griterío ante la llegada del Ejército Nacional. Muchos pierden en la huida sus cargas, enseres personales, comestibles y objetos valiosos, producto de los robos y la rapiña, que son abandonadas por el campo de “La Serena”. Ante esta situación, los conductores de “La Cuerda” deciden no atravesar el río y dirigirse a Puebla de Alcocer por la carretera que más al sur los pueda llevar a esa población.

Recorren la orilla del Río “Zújar” hacia el Este y a dos kilómetros encuentran un molino existente entre las desembocaduras del Río “Guadalefra” y el Arroyo del “Campo del Toro”: Es el Molino “Rodona”, junto a la Fuente “La Gamonita”. Ante los ruegos de las mujeres, que les persuaden para hacer una parada porque las fuerzas son ya muy escasas, les conceden un descanso. El calor es abrasador. Son cerca de las tres de la tarde. Ya han recorrido treinta y siete kilómetros desde Don Benito en tan sólo veinticinco horas. En condiciones inhumanas y en pleno mes de julio. Los cautivos intentan refugiarse a la sombra del Molino, pero ni se lo consienten ni les desatan. Tienen que comer a campo raso y beben del agua que caritativamente les lleva el molinero.

Una hora más tarde, cuando les ordenan reanudar la marcha, las caras descompuestas de los “acompañantes” denotan un temor cada vez más expresivo acerca de las consecuencias de los viles actos que han cometido. Saben por los milicianos con los que se cruzan huyendo, que las tropas nacionales han hecho el corte por Campanario y están a punto de entrar en el pueblo. La “Bolsa de La Serena” se constriñe cada vez más dejándoles una sola vía de escape hacia Puebla de Alcocer. Ya no tienen contemplaciones, si es que alguna vez las han tenido. Y a los que ya no pueden levantarse y menos caminar, simplemente les dejan atrás. Eso sí, con sus correspondientes “custodios” para que sean vilmente asesinados.

Allí, en el Molino “Rodona”, quedan el Sacerdote Eulogio Velasco Navarro, presa de un ataque de parálisis; Francisco Santamaría Cabanillas, de 57 años edad; Agustín Cerrato Crespo, de 31 años de edad; Juana Ortiz Dávila, conocida como “Juana la Partera”, de 62 años de edad; y Santiago Arias Alonso, de 46 años de edad.

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El Jefe de “La Cuerda”, Sargento Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo”, comisiona nuevamente al soldado Alejandro Casto López González, acompañado del miliciano Miguel Genaro Balsera Arias “El Javeño” para que terminen con sus vidas. A éstos se les añaden los tres escopeteros que venían rezagados tras los sucesos del Puente de “La Marcocha”, en La Haba: Alonso Álvarez Gallego “El Pulido”, Juan Martín Álvarez “El Torero” y Francisco Gómez Paredes. Vienen de hacer su particular recorrido porque cuando finalizaron su “trabajo” huyeron ante la posibilidad de caer en manos de las tropas nacionales que ya andaban muy cerca de allí.

Cuando el resto de “La Cuerda” comienza a caminar, a unos doscientos metros del Molino, cae desfallecido Ernesto Ruíz Parejo, conocido como “El Tostao”, de 45 años de edad, con fiebre y presa de un ataque de insolación. Sabe lo que le espera, pero su cuerpo y su mente han dicho “basta”. El Sargento hace un aparte con el Cabo Pablo Antonio Durán Martín-Romo “El Romo” y le ordena que “acompañe” al detenido con los que han quedado atrás. Cuando la comitiva desaparece tras unos montículos, no hacen uso de sus armas de fuego. No quieren que el resto escuche los disparos y los gritos de sus compañeros de Cuerda. Esta vez, para poner fin a sus vidas, emplean los machetes y cuchillos que portan. Los asesinan y los descuartizan. Aquéllos a los que aún les queda un halo de vida, son rematados a bayonetazos y golpes. No contentos con eso, se ensañan con algunos: al Sacerdote Eulogio Velasco Navarro le machacan la cabeza y le parten los dos brazos; a la comadrona de Don Benito, Juana Ortiz Dávila, le introducen un palo por sus partes genitales; … de todos estos viles actos es testigo el molinero. Son aproximadamente las cinco de la tarde y han pasado veintisiete horas desde la salida de Don Benito.

Mientras, la caminata continúa. De los sesenta y nueve componentes de “La Cuerda” que salieron de Don Benito, hay ya catorce ausencias. Los cincuenta y cinco restantes que aún permanecen en ella, no saben a ciencia cierta lo que ha ocurrido con sus compañeros, pero se lo imaginan y saben que pueden ser los siguientes. Ahora están haciendo el camino inverso al que les llevó esta mañana desde Campanario al Molino “Rodona”. Pero lo hacen por el camino de la “Cañada Real Leonesa Oriental” que transcurre paralela a la orilla del Río “Guadalefra” en dirección al Santuario de “Piedraescrita”, mas no con la intención de llegar a él. No están tranquilos. Quizás demasiados testigos entre las gentes que campan desconcertadas por la zona; quizás porque están buscando un lugar lo más escondido posible para rematar su faena. Lo cierto es que avanzan, retroceden, y finalmente cruzan campo a través hacia el Este en dirección a la zona de “Las Mesillas” y “Los Moros”.

Al llegar al denominado “Moro de Suárez”, los prisioneros reclaman insistentemente un poco de agua. Son cerca de las seis de la tarde. El paisaje es desolador, llanos, lomas, hondonadas… pero todo ello acompañado de pizarras afiladas que son testigos mudos del drama que se vive por “La Serena”. De pronto ven salir de una de esas hondonadas a un hombre que porta un cubo de agua. Todos corren hacia allí y encuentran un arroyo que atraviesa la finca: el Arroyo del “Campo del Toro”. En una de las pocas charcas que quedan en esta época del año, unos cerdos se bañan en ella. Pero, da igual, beben de esa agua caliente y sucia porque la corriente es mínima o inexistente. Parece que les dan un pequeño descanso.

Han caminado unos seis kilómetros desde el Molino “Rodona” en línea recta, pero por las idas y venidas el recorrido ha sido un poco más largo.

En este trayecto ya se han reincorporado a “La Cuerda” los seis asesinos que se quedaron “acompañando” a los presos sentenciados en el Molino y que ya han terminado su tarea. Llegan diciendo en voz alta que “ya están descansando”. De nuevo están juntos todos los que salieron de Don Benito.

Sin saber el motivo, Francisco García Gómez y Juan Cidoncha Merino, de 37 años de edad, son desatados por el soldado Alejandro Casto López González. El Sargento Jiménez Herrera se da cuenta y le ordena atarles nuevamente. Entonces Francisco García Gómez protesta y al intentar levantarse para hablar con el Sargento, recibe un brutal culatazo del que, momentos antes, le ha desatado. Quizás sienta alguna compasión, pero ésta desaparece ante su jefe.

Son las seis de la tarde. Han pasado veintiocho horas y han recorrido cuarenta y tres kilómetros desde su salida de Don Benito.

Los prisioneros comentan entre ellos que quizás han desistido de matarlos. Pero media hora más tarde, se escucha el galope de unas caballerías que se acercan y pensando que se trata de tropas del Ejército Nacional, el Sargento ordena a todos parapetarse entre las rocas que rodean la charca, resto de las aguas que en otras épocas del año corren por el Arroyo del “Campo del Toro”. Pero no, se trata de fugitivos marxistas al galope en dirección a Puebla de Alcocer.

Entonces se acerca un individuo montado en un caballo blanco, desconocido para todos hasta ese momento, y hace un aparte con el Sargento Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo”. Le está diciendo que las tropas nacionales están ya muy cerca de esa posición, aproximadamente a diez kilómetros de distancia, y que están entrando en Campanario. Está claro que para poder continuar la huida deben aligerar su “carga”.

Descompuesto, ordena a todos que se levanten y se concentren en la falda de un cerrito próximo al arroyo. Ordena al soldado José Agustín Paredes Díaz, que separe a las catorce mujeres que aún sobreviven y las ponga en la otra orilla. Son momentos de mucha tensión, desconcierto, voces, chillidos, insultos, gritos, llantos… Ellas van a ser testigos de lo que ocurre a continuación.

Los asesinos montan sus fusiles, escopetas y pistolas, y forman el cuadro que indiscriminadamente apunta y dispara a los cuarenta y un hombres que han logrado sobrevivir hasta ahora. Están atados, algunos consiguen liberarse, corren en todas las direcciones posibles en una desbandada marcada por el terror. Si un compañero cae, el otro arrastrado por la ligadura que les une, también cae y va a ser rematado en el suelo por sus “valientes” asesinos. Aquéllos que consiguen huir malheridos, son perseguidos hasta que son cazados y rematados. Alonso Cerrato Moreno, consigue levantarse y es perseguido por un miliciano que le dispara, pero la bala solamente le rasga la manga de su chaqueta. Luego consigue incorporarse a la carretera donde se mezcla y confunde con el enorme gentío que huye hacia Puebla de Alcocer.

Entre los verdugos, uno de los que con más ahínco persigue a los fugados es el escopetero Alonso Álvarez Gallego “El Pulido”, con su escopeta de dos caños y ayudado también por una pistola. Los demás ya tienen que usar sus pistolas ante la falta de municiones

Los asesinos exhortan a los caídos gritándoles que los que puedan se levanten para continuar la marcha. No es ésa su intención: Rafael Peralta Cáceres, de 54 años de edad, con una herida en una pierna, lo hace, y es rematado por el Sargento Eusebio Jiménez Herrera con un disparo de fusil en el corazón; Diego Dávila Nicolau, de 58 años de edad, muy malherido, se incorpora para suplicar que acaben con su sufrimiento, pero lo hacen muy lentamente, con varios disparos, hasta que su cuerpo deja de moverse.

Aquí, regando con su sangre las peñas pizarrosas del “Moro de Suárez”, quedan tendidos en el suelo, más cerca o más lejos, unos muertos, otros moribundos, dieciséis mártires asesinados a sangre fría por unas bestias marxistas que llevarán sobre sus conciencias todos los horribles actos que han cometido durante estos dos días.

Aquí, en el Arroyo del “Campo del Toro”, en el “Moro de Suárez”, han abandonado “La Cuerda”, ahora en contra de su voluntad, Félix Parejo García, de 71 años de edad, con varias heridas de armas de fuego; Julio Ramos López, con varias heridas de armas de fuego; Rafael Peralta Cáceres, con heridas de fusil en pierna y corazón; Diego Dávila Nicolau, con varios disparos; Antonio García de Paredes Gallego, de 49 años de edad, con heridas de armas de fuego; Juan Escobar Moreno, de 50 años de edad, con heridas de armas de fuego; Manuel de Arcos Parejo, de 46 años de edad, cuyo cadáver fue encontrado dieciocho días después; Antonio Sáenz Gómez-Valadés, de 55 años de edad, cuyo cadáver fue encontrado en estado de descomposición veintiún días después; Cándido Mena Rubio, de 53 años de edad, cuyo cadáver fue recogido veintiún días después a cinco kilómetros del lugar; Félix Galán Lapeña, de 41 años de edad, con varias heridas de armas de fuego, cuyo cadáver fue encontrado a cinco kilómetros del lugar de los asesinatos en la Finca “La Milanera”; Alfonso Rodríguez Simone “Alfonso Trajano”, de 43 años de edad, con heridas de armas de fuego en cabeza, cuello y hombro, cuyo cadáver fue encontrado a cinco kilómetros del lugar de los asesinatos el día 2 de noviembre de 1938, cien días después del fusilamiento, en la Finca “La Milanera”; Carlos Elías Montemayor, de 45 años de edad, a cuyo cadáver le faltaba el brazo derecho; Eusebio Gervolés Martínez, de 47 años de edad; Antonio Benito Dorado Gallego, de 38 años de edad, con heridas de armas de fuego; Alfredo García Sánchez, de 52 años de edad, cuyo cadáver nunca fue encontrado; y Francisco Álvarez Sólo de Zaldívar, de 41 años de edad, cuyo cadáver no fue encontrado porque el lugar donde se produjo el suceso estuvo en la línea del frente durante mucho tiempo.

Cuando reinician la marcha y abandonan el maldito lugar con las catorce mujeres, testigos forzadas de ésta horrible matanza, y varios hombres que se han salvado de ella, Julio Escuder de Marcilla y Mir “Facuder”, de 46 años de edad, se reincorpora y observa el cruel panorama que se divisa. Escucha los quejidos de Julio Ramos López, de 46 años de edad, acribillado y con varias heridas, quien le transmite unas palabras para sus hijos. Otro que se reincorpora es Fermín Lozano González, de 49 años de edad, que ha caído simulando haber muerto y ha sido testigo de todo lo ocurrido y de cómo persiguen a los que huyen, hasta que cuando abandona el lugar, ya anochecido, regresa hacia Don Benito y cuenta lo ocurrido.

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Partida hacia Puebla de Alcocer tras la masacre del “Moro de Suárez”
(Dibujo de Moisés Domínguez Núñez)

Los que han conseguido huir, intentan regresar a Zona Nacional. Unos son recogidos por las tropas que los encuentran, otros son auxiliados por los pastores de la zona y algunos consiguen regresar a Don Benito. Su odisea hasta ese momento ha sido espantosa. Escondidos entre los juncales del arroyo y las pizarras de “La Serena”, con continuos sobresaltos al escuchar cualquier ruido pensando que van a ser descubiertos y capturados de nuevo, sin pan y sin agua, de día y de noche…

Han conseguido salvarse de la matanza y escapar de sus verdugos veinticinco prisioneros: Alonso Cerrato Moreno; Antonio Fernández Carreño, de 45 años de edad; Domingo Adán Cameo “El Maño”; Domingo Olivenza Entonado, de 53 años de edad; Emilio Sánchez-Porro; Eugenio Muñoz Porro; Fernando Camacho Caballero, de 46 años de edad; Fermín Lozano González; Francisco García Gómez “Chichero”; Francisco García Bayón-Campomanes, de 45 años de edad; Francisco Mena Rubio, de 58 años de edad; Iluminado Viñegla Zapata, de 43 años de edad; Ismael Dueñas Moreno, con los pies destrozados, que consiguió refugiarse en la cabaña de un pastor y fue auxiliado por él; Juan Cidoncha Merino; Juan Herrera Herrera; Julio Escuder de Marcilla y Mir “Facuder”; Luis García Solano, de 36 años de edad; Luis Sanz del Campo, de 45 años de edad; Manuel Gómez Miranda, de 59 años de edad; Manuel Olivenza Entonado, de 65 años de edad; Reyes García Bayón-Campomanes, de 58 años de edad; Ricardo Ramos López; Ricardo Terroba Vallejo, de 43 años de edad; Manuel García Reyes, de 56 años de edad; y Guillermo Nicolau Cortijo, de 45 años de edad. Éstos dos últimos “rescatados” por los que un poco antes han intentado asesinarles, con la promesa de salvarles la vida si les ayudan a localizar a sus compañeros huidos, y que consiguen con unos cuantos.

Ha terminado este trágico episodio, pero “La Cuerda” continúa su camino hacia Puebla de Alcocer. Los que aún continúan en ella custodiados por los soldados, milicianos y escopeteros Rojos que acaban de asesinar a muchos de sus compañeros, llevan grabado en sus ojos lo que acaban de presenciar. Ese lugar, Arroyo del “Campo del Toro” a su paso por el “Moro de Suárez”; esa fecha, 24 de julio de 1938; ese día, domingo; y esa hora, siete de la tarde, bajo un sol justiciero, nunca lo podrán olvidar… y las caras de los asesinos, tampoco.

De los sesenta y nueve integrantes iniciales de “La Cuerda”, han sido asesinados siete de ellos en el Puente de “La Marcocha”, en La Haba; seis en el Molino “Rodona”, t.m. de Campanario; y dieciséis en el “Moro de Suárez”, t.m. de Campanario. En total veintinueve víctimas más de la barbarie Roja.

Mas aún les quedan veintisiete kilómetros para llegar a Puebla de Alcocer.

Una vez allí, el Sargento Eusebio Jiménez Herrera “El Sargentillo”, hace entrega de la escasa carga que le queda al Comandante Militar de la Plaza, varios hombres “recuperados” en el camino y catorce mujeres: Manuel García Reyes; Guillermo Nicolau Cortijo; Francisco García Gómez; Eugenio Muñoz Porro; Juan Cidoncha Merino;… ; las hermanas Adelaida y Paula Sánchez Parejo, de 18 y 14 años de edad, cuya madre fue asesinada en La Haba; las hermanas Agustina, Petra y Remedios García Espada, de 38, 24 y 18 años de edad, respectivamente; las hermanas Carmen y Elisa Bayón-Campomanes Álvarez, ésta última de 20 años de edad; Antonia Esteban de Quirós, de 20 años de edad; Carmen González Bueno, de 26 años de edad; Emilia Cidoncha Donoso, cuya hermana fue asesinada en La Haba; Isabel Cidoncha Donoso, de 23 años de edad; María Gómez; Marina Isla Hervella, de 45 años de edad; y Pura Hidalgo-Barquero Corrochano, de 18 años de edad.

Las mujeres son trasladadas a Cabeza del Buey, y una de ellas, Isabel Cidoncha Donoso, consigue escapar aprovechando el desconcierto producido durante un bombardeo aéreo. Permanecen allí hasta que, ante la inminente toma del pueblo producida el 13 de agosto de 1938, son trasladadas a Villanueva de Córdoba (Córdoba) donde serán liberadas al finalizar la contienda.

El escopetero Alonso Álvarez Gallego “El Pulido”, aún no está satisfecho con sus “hazañas”. No ha saciado sus instintos asesinos. Ahora se dedica a recorrer las sierras de la zona para encontrar a los fugados y a controlar los trenes que pasan por la Estación de Brazatortas-Veredas (Ciudad Real). Sube como un poseso a los vagones con el fin de localizar a personas de “derecha” que se dirijan a Ciudad Real. El día 29 de julio de 1938, cinco días después del último episodio de “La Cuerda”, localiza a cuatro de los presos fugados en uno de esos trenes: Son los hermanos Domingo y Manuel Olivenza Entonado, Iluminado Viñegla Zapata y Francisco Mena Rubio. Les conduce ante las Autoridades Rojas maltratándoles de palabra y obra, mas ahora ya no puede matar porque sí, existe un cierto “orden”.

Hasta aquí la historia de “La Cuerda de Presos de Don Benito”. Por supuesto que no todos los sufrimientos terminan aquí. La Guerra no ha terminado. Aún faltan 251 días para ello: 1 de abril de 1939.



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Los internados franquistas dibujan una cruda realidad. Un escenario que dividía a sus actores entre ricos y pobres, ofreciendo una educación diferenciada. Con una mano en los libros para los hijos de clase acomodada, de afines al régimen. Con la otra, señalando el camino de la servidumbre a los menores de familias excluidas, de los 'rojos'.

Las condiciones en estas "cárceles" eran "terribles", según denuncian las víctimas. Como ocurría, también, con los preventorios antituberculosos. Unas colonias infantiles que la dictadura puso en marcha como una suerte de "campos de concentración".

Los testimonios de alumnos e internas revelan vejaciones y malos tratos sistemáticos en centros, muchos, bajo tutela de instituciones religiosas. Abusos sexuales, comida en mal estado, higiene insuficiente, censura en las cartas enviadas a sus casas... Y, también, trabajo forzado: desde limpiar edificios a lavar coladas o bordar ajuares para ricos.

La imputación forma parte de la única causa judicial abierta en el mundo contra los crímenes del franquismo, la Querella Argentina. Porque eran centros, coinciden las víctimas, fabricados para perpetuar la "venganza" contra los derrotados en la guerra civil. "Para anularnos solo necesitaban conocimientos fascistas, y hacerse expertas en lavar cerebros infantiles con jabones de sumisión patriótica y estropajos clericales", define Victoria Madrera, interna en el Preventorio de Guadarrama.

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Victoria Madrera –izquierda– en el Preventorio de Guadarrama. | J.M.B.

Las 'rojas', a "lavar, planchar y tender"
La diferenciación entre niños ricos y pobres era una constante en la dictadura de Francisco Franco. Las condiciones higiénicas, alimenticias o educativas no eran las mismas. Ni el trato de los educadores o "cuidadoras". A las niñas de familias empobrecidas, marcadas como 'rojas', les esperaba la sumisión.

"Pelar patatas, fregar todo lo que dejaban los ejercitantes que iban a hacer los ejercicios espirituales… aquello era un hotel para ricos", resume Luz (nombre ficticio) su estancia en una residencia religiosa en Andalucía que hacía las veces de colegio para niñas de familias humildes.

"Nos metieron para limpiar, como camareras de piso", cuenta. Las pequeñas kellys del franquismo mantenían "todo reluciente, también la iglesia, la capilla… éramos 30 niñas usadas como mano de obra". El colegio franquista estaba dividido "entre ricas y pobres". "Las monjas nos levantaban bien temprano y teníamos que hacer la faena antes de ir a clase", rememora.

"Yo tenía 11 años, entré en el 63", dice Luz. Un ejemplo literario, basado en hechos reales, aparece en la novela Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes. En esas páginas está la historia de Isabel Perales, "una niña que cree la van a poner a estudiar y lo que hace es lavar, planchar y tender, con la particularidad de que lavaban con sosa y se comía las manos, la piel, la carne...", contaba la escritora a eldiario.es.

El escenario es la escuela de la calle Zabalbide de Bilbao. Allí, como en otros muchos colegios franquistas, las niñas ricas reciben educación y las pobres son amaestradas como sirvientas. Las hijas de los rojos siguen siendo explotadas. "Esas historias, las más salvajes, las más radicales, son las verdaderas", exponía Almudena Grandes.

Los "niños-presos" de Franco
Estas colonias infantiles "cobraban del Estado, los explotaban laboralmente y satisfacían con ellos sus instintos más violentos", escribían los autores del documental Los internados del miedo, Montse Armengou y Ricard Bells, como recogía Heraldo de Madrid. En esos espacios los menores eran convertidos, dicen, en "niños-presos".

"La infancia más vulnerable fue la gran víctima" durante décadas de un régimen franquista "que los abandonó a la suerte de unos centros" –la mayoría religiosos– dedicados a "sacar provecho" de los menores. En la cinta atestiguan "malos tratos físicos y psíquicos, abusos sexuales, explotación laboral y prácticas médicas dudosas" sufridas por "miles de niños" hasta "bien entrada la democracia".

Con su trabajo, Armengou y Bells confeccionan "una base de datos con los escalofriantes relatos de centenares de niños". La coincidencia en las "prácticas violentas" solventaba la "ausencia de un documento que pudiera probar los malos tratos". Una "terrible experiencia" ampliada a la "cercanía generacional" de personas nacidas en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. La democracia, apuntan, amnistió aquellas prácticas con un velo de silencio.

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Victoria con trabajos realizados cuando era niña. | JUAN MIGUEL BAQUERO

"Cárceles" para niñas
Los golpistas fundaron el Patronato Nacional Antituberculoso durante la guerra civil. El propio Francisco Franco firmaba un decreto en diciembre de 1936 para su constitución, y luego fue un organismo autónomo del Ministerio de la Gobernación. Los sanatorios, repartidos por todo el país, tomarían velocidad de crucero a partir del final de la contienda.

Como los preventorios de Madrid, el Divina Pastona o el Doctor Murillo en Guadarrama. O el de La Sabinosa (Tarragona), Niño Jesús (Almería), Torremanzanas y Alcoy (Alicante). Y más, con lazaretos como el de Tarrasa (Barcelona), Agramonte en Tarazona (Zaragoza), La Barranca en Navacerrada (Madrid) o el de Sierra Espuña (Murcia).

Decenas de mujeres han denunciado las condiciones que sufrieron en estos internados de la dictadura. Edificios donde las niñas de familias pobres quedaban sometidas bajo un férreo sistema: corte de pelo y "desinfección" como bienvenida, higiene insuficiente, comida en mal estado, censura en las comunicaciones con las familias y malos tratos continuados. Y abusos sexuales, según algunos testimonios.

Las menores, cuentan, eran reclutadas por vías diversas. Podían acceder a ellas a través de sus propios hogares y colegios, o bien por tener a familiares en contacto con la enfermedad de la tuberculosis. O atraídas por la propaganda de la Sección Femenina de Falange y desde los dispensarios médicos.

El "campo de concentración" de Guadarrama
Uno de los más célebres preventorios fue el de Guadarrama. "Un campo de concentración para niñas en el franquismo", relata Victoria Madrera (76 años). Victoria tenía 13 años cuando penó seis meses en 1956 en el centro ubicado en la sierra madrileña. Padeció, y fue testigo, de las vejaciones.

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Fachada del Preventorio de Guadarrama, actual residencia de mayores Virgen de la Cabeza. | ASOCIACIÓN PROHUÉRFANOS DE LA GUARDIA CIVIL

En aquella "cárcel" algunas internas eran obligadas a realizar trabajos. "Me ponían a coser, eran ajuares para ricas, supongo, nunca nos dijeron para quienes estábamos cosiendo", reconoce. "Manteles, servilletas", una pieza tras otra. "Nos ponían a las que sabíamos bordar". Todo con menores de edad y sin conocimiento de sus familias.

"Lo peor es que se ha quedado sin justicia, que es lo que te rebela. Ni en la democracia se ha hecho nada… y esto con niñas, por dios", denuncia Victoria. Algunas víctimas, personadas en la Querella Argentina contra los crímenes franquistas, consideran que los métodos usados en las colonias preventoriales de la dictadura contravenían los derechos humanos y de la infancia.

Una de estas niñas, Ángela Fernández, declaró en diciembre de 2013 en Buenos Aires ante la jueza que dirige la única causa abierta en el mundo contra el franquismo, María Servini de Cubría. La magistrada conoció las "torturas" en el sanatorio antituberculosos.

Victoria y Ángela coinciden en que estos centros servían como "venganza" contra los derrotados. "La forma de erradicar ese 'gen rojo' era apartar a los niños de sus familias para inocularles 'la nueva España'", declaraba, como recogía la Agencia Nacional de Noticas Jurídicas del Ministerio de Juscitia y Derechos Humanos de Argentina. Como Chus Gil y Paloma Fernández, internadas en 1971.

Y Alicia García Romera (70 años), que declaró en julio de 2015 ante el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid a petición de la jueza argentina. Era la primera de una serie de declaraciones en diversas sedes judiciales españolas, como señalaba entonces la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CeAQUA). Y relató idénticas vejaciones: comida insalubre, higiene escasa, desprecio y sometimiento. Alicia también estuvo en Guadarrama, en 1957. Tenía ocho años.

https://www.eldiario.es/sociedad/ninas-esclavas-franquismo_0_923208532.html
 
Internados franquistas: una red de adoctrinamiento y trabajos forzados que investigan en Argentina

Memoria histórica

El régimen de Franco fabricó una red de escuelas y sanatorios para menores de familias pobres como solución continuada contra el 'gen rojo'
Las colonias infantiles, la mayoría en manos de instituciones religiosas, servían para adoctrinar a internas sometidas, en algunos casos, a trabajos forzados
El relato de algunas internas sobre vejaciones y abusos ha sido incorporado a la querella argentina sobre crímenes cometidos por el franquismo

Juan Miguel Baquero
24/07/2019 - 23:33h
Inauguracion-Abril-CEIP-Calvo-Sotelo_EDIIMA20170925_0747_5.jpg

Inauguración en 1933 del colegio 14 de Abril de Madrid, hoy llamado CEIP José Calvo Sotelo.

¿Qué empresas usaron a esclavos del franquismo?
DERECHOS HUMANOS

Memoria histórica en las aulas: asignatura pendiente de la educación en España


Aulas vestidas con el crucifijo y el retrato de Franco. Alumnos rezando el padrenuestro y cantando el himno falangista Cara al sol. Niñas sometidas a vejaciones. Y, cuando tocaba, explotación laboral. Los colegios y sanatorios de Franco estaban diseñados para someter y adoctrinar. Como una solución contra el 'gen rojo', prolongada en la dictadura. Como un experimento donde cultivar niñas esclavas.

Los internados franquistas dibujan una cruda realidad. Un escenario que dividía a sus actores entre ricos y pobres, ofreciendo una educación diferenciada. Con una mano en los libros para los hijos de clase acomodada, de afines al régimen. Con la otra, señalando el camino de la servidumbre a los menores de familias excluidas, de los 'rojos'.

Las condiciones en estas "cárceles" eran "terribles", según denuncian las víctimas. Como ocurría, también, con los preventorios antituberculosos. Unas colonias infantiles que la dictadura puso en marcha como una suerte de "campos de concentración".

Los testimonios de alumnos e internas revelan vejaciones y malos tratos sistemáticos en centros, muchos, bajo tutela de instituciones religiosas. Abusos sexuales, comida en mal estado, higiene insuficiente, censura en las cartas enviadas a sus casas... Y, también, trabajo forzado: desde limpiar edificios a lavar coladas o bordar ajuares para ricos.

La imputación forma parte de la única causa judicial abierta en el mundo contra los crímenes del franquismo, la Querella Argentina. Porque eran centros, coinciden las víctimas, fabricados para perpetuar la "venganza" contra los derrotados en la guerra civil. "Para anularnos solo necesitaban conocimientos fascistas, y hacerse expertas en lavar cerebros infantiles con jabones de sumisión patriótica y estropajos clericales", define Victoria Madrera, interna en el Preventorio de Guadarrama.

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Victoria Madrera –izquierda– en el Preventorio de Guadarrama. | J.M.B.

Las 'rojas', a "lavar, planchar y tender"
La diferenciación entre niños ricos y pobres era una constante en la dictadura de Francisco Franco. Las condiciones higiénicas, alimenticias o educativas no eran las mismas. Ni el trato de los educadores o "cuidadoras". A las niñas de familias empobrecidas, marcadas como 'rojas', les esperaba la sumisión.

"Pelar patatas, fregar todo lo que dejaban los ejercitantes que iban a hacer los ejercicios espirituales… aquello era un hotel para ricos", resume Luz (nombre ficticio) su estancia en una residencia religiosa en Andalucía que hacía las veces de colegio para niñas de familias humildes.

"Nos metieron para limpiar, como camareras de piso", cuenta. Las pequeñas kellys del franquismo mantenían "todo reluciente, también la iglesia, la capilla… éramos 30 niñas usadas como mano de obra". El colegio franquista estaba dividido "entre ricas y pobres". "Las monjas nos levantaban bien temprano y teníamos que hacer la faena antes de ir a clase", rememora.

"Yo tenía 11 años, entré en el 63", dice Luz. Un ejemplo literario, basado en hechos reales, aparece en la novela Las tres bodas de Manolita de Almudena Grandes. En esas páginas está la historia de Isabel Perales, "una niña que cree la van a poner a estudiar y lo que hace es lavar, planchar y tender, con la particularidad de que lavaban con sosa y se comía las manos, la piel, la carne...", contaba la escritora a eldiario.es.

El escenario es la escuela de la calle Zabalbide de Bilbao. Allí, como en otros muchos colegios franquistas, las niñas ricas reciben educación y las pobres son amaestradas como sirvientas. Las hijas de los rojos siguen siendo explotadas. "Esas historias, las más salvajes, las más radicales, son las verdaderas", exponía Almudena Grandes.

Los "niños-presos" de Franco
Estas colonias infantiles "cobraban del Estado, los explotaban laboralmente y satisfacían con ellos sus instintos más violentos", escribían los autores del documental Los internados del miedo, Montse Armengou y Ricard Bells, como recogía Heraldo de Madrid. En esos espacios los menores eran convertidos, dicen, en "niños-presos".

"La infancia más vulnerable fue la gran víctima" durante décadas de un régimen franquista "que los abandonó a la suerte de unos centros" –la mayoría religiosos– dedicados a "sacar provecho" de los menores. En la cinta atestiguan "malos tratos físicos y psíquicos, abusos sexuales, explotación laboral y prácticas médicas dudosas" sufridas por "miles de niños" hasta "bien entrada la democracia".

Con su trabajo, Armengou y Bells confeccionan "una base de datos con los escalofriantes relatos de centenares de niños". La coincidencia en las "prácticas violentas" solventaba la "ausencia de un documento que pudiera probar los malos tratos". Una "terrible experiencia" ampliada a la "cercanía generacional" de personas nacidas en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado. La democracia, apuntan, amnistió aquellas prácticas con un velo de silencio.

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Victoria con trabajos realizados cuando era niña. | JUAN MIGUEL BAQUERO

"Cárceles" para niñas
Los golpistas fundaron el Patronato Nacional Antituberculoso durante la guerra civil. El propio Francisco Franco firmaba un decreto en diciembre de 1936 para su constitución, y luego fue un organismo autónomo del Ministerio de la Gobernación. Los sanatorios, repartidos por todo el país, tomarían velocidad de crucero a partir del final de la contienda.

Como los preventorios de Madrid, el Divina Pastona o el Doctor Murillo en Guadarrama. O el de La Sabinosa (Tarragona), Niño Jesús (Almería), Torremanzanas y Alcoy (Alicante). Y más, con lazaretos como el de Tarrasa (Barcelona), Agramonte en Tarazona (Zaragoza), La Barranca en Navacerrada (Madrid) o el de Sierra Espuña (Murcia).

Decenas de mujeres han denunciado las condiciones que sufrieron en estos internados de la dictadura. Edificios donde las niñas de familias pobres quedaban sometidas bajo un férreo sistema: corte de pelo y "desinfección" como bienvenida, higiene insuficiente, comida en mal estado, censura en las comunicaciones con las familias y malos tratos continuados. Y abusos sexuales, según algunos testimonios.

Las menores, cuentan, eran reclutadas por vías diversas. Podían acceder a ellas a través de sus propios hogares y colegios, o bien por tener a familiares en contacto con la enfermedad de la tuberculosis. O atraídas por la propaganda de la Sección Femenina de Falange y desde los dispensarios médicos.

El "campo de concentración" de Guadarrama
Uno de los más célebres preventorios fue el de Guadarrama. "Un campo de concentración para niñas en el franquismo", relata Victoria Madrera (76 años). Victoria tenía 13 años cuando penó seis meses en 1956 en el centro ubicado en la sierra madrileña. Padeció, y fue testigo, de las vejaciones.

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Fachada del Preventorio de Guadarrama, actual residencia de mayores Virgen de la Cabeza. | ASOCIACIÓN PROHUÉRFANOS DE LA GUARDIA CIVIL

En aquella "cárcel" algunas internas eran obligadas a realizar trabajos. "Me ponían a coser, eran ajuares para ricas, supongo, nunca nos dijeron para quienes estábamos cosiendo", reconoce. "Manteles, servilletas", una pieza tras otra. "Nos ponían a las que sabíamos bordar". Todo con menores de edad y sin conocimiento de sus familias.

"Lo peor es que se ha quedado sin justicia, que es lo que te rebela. Ni en la democracia se ha hecho nada… y esto con niñas, por dios", denuncia Victoria. Algunas víctimas, personadas en la Querella Argentina contra los crímenes franquistas, consideran que los métodos usados en las colonias preventoriales de la dictadura contravenían los derechos humanos y de la infancia.

Una de estas niñas, Ángela Fernández, declaró en diciembre de 2013 en Buenos Aires ante la jueza que dirige la única causa abierta en el mundo contra el franquismo, María Servini de Cubría. La magistrada conoció las "torturas" en el sanatorio antituberculosos.

Victoria y Ángela coinciden en que estos centros servían como "venganza" contra los derrotados. "La forma de erradicar ese 'gen rojo' era apartar a los niños de sus familias para inocularles 'la nueva España'", declaraba, como recogía la Agencia Nacional de Noticas Jurídicas del Ministerio de Juscitia y Derechos Humanos de Argentina. Como Chus Gil y Paloma Fernández, internadas en 1971.

Y Alicia García Romera (70 años), que declaró en julio de 2015 ante el Juzgado de Instrucción número 14 de Madrid a petición de la jueza argentina. Era la primera de una serie de declaraciones en diversas sedes judiciales españolas, como señalaba entonces la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CeAQUA). Y relató idénticas vejaciones: comida insalubre, higiene escasa, desprecio y sometimiento. Alicia también estuvo en Guadarrama, en 1957. Tenía ocho años.

https://www.eldiario.es/sociedad/ninas-esclavas-franquismo_0_923208532.html
para adoctrinamiento lo que hacían en la republica
 
Conversaciones Católicas de Gredos: donde quiso reconstruirse todo lo que arrasó la Guerra Civil
En Gredos, a partir de 1950, se fue creando un clima intelectual que daría, con el tiempo, el espíritu de concordia de la Transición
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España, 1947. Un país dividido por una guerra fratricida. Hay regiones devastadas. La pobreza y la miseria son frecuentes. Esta tierra no ha terminado de salir de los años del hambre que, desde 1940, sufren miles de españoles. Sigue vivo el odio de la guerra acrecido por el de la posguerra: las venganzas, los rencores, los ajustes de cuentas. En España han luchado hermanos contra hermanos, padres contra hijos, amigos contra amigos. Todo parece roto en mil pedazos.

Ese año de 1947 se convocan las primeras Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián. Es un primer intento, en palabras de Olegario González de Cardedal, de «establecer una conexión intelectual entre España y Europa». Estas Conversaciones son el germen de otras que comenzarán en 1951 y tendrán una trayectoria más dilatada: las conversaciones de Intelectuales Católicos de Gredos. Hay una consciencia de que, en España, hay mucho que hablar, mucho que decirse, y que solo a partir de ahí puede reconstruirse todo lo arrasado por la Guerra Civil.

César Alonso de los Ríos evocaba así el ambiente de aquellos encuentros entre montañas: «Aquí al comienzo de los 50 los jesuitas Querejazu y Ceñal reunían, de forma discreta, a Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, José Luis López Aranguren, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Joaquín Ruiz Jiménez y un mozo catalán que se llamaba José María Castellet y que a veces se acercaba a Madrid, con Tapies u Oriol Bohigas, a la casa de Eugenio D'Ors». El periodista palentino, con quien tanto aprendí y a quien tanto recuerdo, añadía que «la mayoría de los que participaban en las Conversaciones Católicas de Gredos (que así se llamaban los encuentros) había pertenecido al grupo de Burgos, durante la guerra, y al subgrupo católicode la generación del 36». Eran intelectuales, hombre de ciencia, de letras y de fe, que ya miraban hacia una España de reconciliación y de concordia.

Lee el reportaje completo en «Alfa y Omega»]
https://www.abc.es/historia/abci-co...arraso-guerra-civil-201907210339_noticia.html
 
Santander tardará una década en erradicar el franquismo del callejero al ritmo actual
Quedan 15 calles en la ciudad con nombres de figuras o acontecimientos relevantes de la dictadura, la mitad de los que se han retirado desde que se aprobó la ley
"Creo que es imprescindible que hagamos memoria pero que por una vez en 80 años no sea la de un bando", asegura Javier Ceruti, portavoz del equipo de Gobierno PP-Cs

Javier Fernández Rubio
28/07/2019 - 20:35h
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Un operario trabaja en la retirada de la estatua de Franco en Santander. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Un pasacalles franquista desfila por el centro de Santander en plena Semana Grande
Han pasado diez años desde la aprobación de la Ley de Memoria Histórica y aún quedan 15 calles en la capital cántabra con nombres de figuras o acontecimientos relevantes del franquismo, prácticamente la mitad desde que en 2008 se acometiera el simbólico acto de retirada de la estatua ecuestre de Franco de la Plaza de Ayuntamiento, a la sazón del Generalísimo. A este ritmo, se tardará una década más en completar la erradicación de la referencia a la dictadura del callejero de la ciudad.

Santander no es el único caso en Cantabria. Nueve ayuntamientos ya fueron advertidos por el Ministerio de Justicia de que la Ley de Memoria Histórica, como cualquier otra ley, está para cumplirla. Apelaciones al consenso, constitución de grupos de estudio consultivos, la elección de nuevas denominaciones y las molestias que se pudieran originar al vecindario por el cambio de direcciones son ya las tradicionales razones para la parsimonia en la aplicación de la ley. Los nueve ayuntamientos amonestados han sido los de Santander, Selaya, Comillas, Laredo, Medio Cudeyo, Santoña, Ramales de la Victoria, Suances y Cillorigo de Liébana.

El 31 de enero la alcaldesa de la capital, Gema Igual, informó por carta como respuesta al Ministerio de Justicia de los pasos que se han venido dando y, de forma tácita, del correr de los años con cada nueva tanda de modificaciones.

El Pleno de Corporación acordó por unanimidad en agosto de 2015 adoptar las medidas oportunas para determinar las menciones, nombres o símbolos que se debían retirar o cambiar. La encomienda de la tarea fue realizada al Consejo Municipal de Cultura y, en concreto, a su Comisión de Historia y Patrimonio, la cual cerró con un acuerdo unánime de modificación del nombre de 18 calles, mientras que para otras siete bastarían pequeños cambios para ajustarse a la ley.

Una nueva encomienda a la Comisión fue hecha casi un año después, en esa ocasión para que estableciera los criterios 'objetivos' con que se elegirían las nuevas denominaciones. El informe resultante fue aprobado un año después por la Junta de Gobierno Local y después el plenario de la Corporación hizo lo propio, lo que se reflejó en la reforma al Reglamento de Títulos, Honores y Distinciones de la ciudad, que es donde están los criterios a la espera de que alguien los aplique.

En agosto de 2017 se modificaron tres nombres de las 18 calles incluidas en el listado acordado por los expertos. La parsimonia vino justificada en los trastornos que se ocasionarían al vecindario por un cambio de todas las calles a la vez. Ese es el principal argumento del PP para producir las modificaciones con cuentagotas, negando la mayor y afirmando que se busca el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica de manera progresiva.

El proceso se remonta mucho más atrás. En diciembre de 2008 se retiró de la Plaza del Ayuntamiento la estatua ecuestre de Franco. Otro tanto se hizo con el monumento a Matías Montero; y el cañón del Almirante Cervera se trasladó al Museo de Limpias. Para hacer dichos cambios se aprovechó diversas obras públicas que levantaron estos espacios (dos aparcamientos y una reurbanización en superficie). En enero de 2017 se procedió a la retirada de los dos últimos monumentos que quedaban en espacios públicos: el monumento a las Legiones Italianas, en la Plaza de Italia, y el dedicado a los Caídos en la IV División de Navarra, ubicado en el paseo de la Reina Victoria. Hasta la fecha se ha cambiado el nombre de una docena de calles. A este ritmo, se requerirá otra década para erradicar del nomenclátor las referencias a la dictadura.

Paralelamente, el Gobierno de Cantabria dejó entregado antes de las elecciones un borrador de proyecto de Ley al respecto. El anteproyecto de Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria fue registrado en septiembre del pasado año en el Parlamento de Cantabria. El capítulo tercero tiene por objeto las garantías de no repetición. Contempla la prohibición de símbolos y elementos contrarios a la memoria histórica y democrática de Cantabria, y de los actos de exaltación al franquismo. Asimismo, contempla la creación de la Dirección General de la Memoria Histórica y Democrática y de un Consejo de la Memoria Histórica y Democrática como órgano colegiado, consultivo y de participación del movimiento asociativo memorialista de Cantabria.

Las elecciones del pasado mes de junio han dejado en suspenso el trámite hasta que el nuevo Ejecutivo PRC-PSOE retome el proyecto. El vicepresidente socialista, Pablo Zuloaga, ya ha anunciado que esta legislatura se retomarán los trabajos y ha creado una dirección general específica para hacerse cargo de esta tarea y de su aplicación posterior. Por parte de los ayuntamientos aludidos por la Justicia, en especial Santander, no ha habido pronunciamiento hasta el momento.

La última opinión al respecto la ha mostrado el cabeza de lista de Ciudadanos y portavoz del equipo de gobierno municipal PP-Cs, Javier Ceruti, que en una reciente entrevista con eldiario.es señalaba que "es imprescindible que hagamos memoria pero que por una vez en 80 años no sea la de un bando. Durante 40 años hubo la memoria de un bando, durante un período inferior se ha institucionalizado la memoria del otro y lo que tenemos que enseñar a los jóvenes es el desastre que fue la Guerra Civil y cómo hubo intransigentes en todos los bandos y partidos". La formación morada, que ha asumido las competencias de Cultura, será la responsable esta legislatura de la aplicación o no de esta ley.

https://www.eldiario.es/norte/canta...radicar-franquismo-callejero_0_924257836.html
 
Santander tardará una década en erradicar el franquismo del callejero al ritmo actual
Quedan 15 calles en la ciudad con nombres de figuras o acontecimientos relevantes de la dictadura, la mitad de los que se han retirado desde que se aprobó la ley
"Creo que es imprescindible que hagamos memoria pero que por una vez en 80 años no sea la de un bando", asegura Javier Ceruti, portavoz del equipo de Gobierno PP-Cs

Javier Fernández Rubio
28/07/2019 - 20:35h
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Un operario trabaja en la retirada de la estatua de Franco en Santander. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Un pasacalles franquista desfila por el centro de Santander en plena Semana Grande
Han pasado diez años desde la aprobación de la Ley de Memoria Histórica y aún quedan 15 calles en la capital cántabra con nombres de figuras o acontecimientos relevantes del franquismo, prácticamente la mitad desde que en 2008 se acometiera el simbólico acto de retirada de la estatua ecuestre de Franco de la Plaza de Ayuntamiento, a la sazón del Generalísimo. A este ritmo, se tardará una década más en completar la erradicación de la referencia a la dictadura del callejero de la ciudad.

Santander no es el único caso en Cantabria. Nueve ayuntamientos ya fueron advertidos por el Ministerio de Justicia de que la Ley de Memoria Histórica, como cualquier otra ley, está para cumplirla. Apelaciones al consenso, constitución de grupos de estudio consultivos, la elección de nuevas denominaciones y las molestias que se pudieran originar al vecindario por el cambio de direcciones son ya las tradicionales razones para la parsimonia en la aplicación de la ley. Los nueve ayuntamientos amonestados han sido los de Santander, Selaya, Comillas, Laredo, Medio Cudeyo, Santoña, Ramales de la Victoria, Suances y Cillorigo de Liébana.

El 31 de enero la alcaldesa de la capital, Gema Igual, informó por carta como respuesta al Ministerio de Justicia de los pasos que se han venido dando y, de forma tácita, del correr de los años con cada nueva tanda de modificaciones.

El Pleno de Corporación acordó por unanimidad en agosto de 2015 adoptar las medidas oportunas para determinar las menciones, nombres o símbolos que se debían retirar o cambiar. La encomienda de la tarea fue realizada al Consejo Municipal de Cultura y, en concreto, a su Comisión de Historia y Patrimonio, la cual cerró con un acuerdo unánime de modificación del nombre de 18 calles, mientras que para otras siete bastarían pequeños cambios para ajustarse a la ley.

Una nueva encomienda a la Comisión fue hecha casi un año después, en esa ocasión para que estableciera los criterios 'objetivos' con que se elegirían las nuevas denominaciones. El informe resultante fue aprobado un año después por la Junta de Gobierno Local y después el plenario de la Corporación hizo lo propio, lo que se reflejó en la reforma al Reglamento de Títulos, Honores y Distinciones de la ciudad, que es donde están los criterios a la espera de que alguien los aplique.

En agosto de 2017 se modificaron tres nombres de las 18 calles incluidas en el listado acordado por los expertos. La parsimonia vino justificada en los trastornos que se ocasionarían al vecindario por un cambio de todas las calles a la vez. Ese es el principal argumento del PP para producir las modificaciones con cuentagotas, negando la mayor y afirmando que se busca el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica de manera progresiva.

El proceso se remonta mucho más atrás. En diciembre de 2008 se retiró de la Plaza del Ayuntamiento la estatua ecuestre de Franco. Otro tanto se hizo con el monumento a Matías Montero; y el cañón del Almirante Cervera se trasladó al Museo de Limpias. Para hacer dichos cambios se aprovechó diversas obras públicas que levantaron estos espacios (dos aparcamientos y una reurbanización en superficie). En enero de 2017 se procedió a la retirada de los dos últimos monumentos que quedaban en espacios públicos: el monumento a las Legiones Italianas, en la Plaza de Italia, y el dedicado a los Caídos en la IV División de Navarra, ubicado en el paseo de la Reina Victoria. Hasta la fecha se ha cambiado el nombre de una docena de calles. A este ritmo, se requerirá otra década para erradicar del nomenclátor las referencias a la dictadura.

Paralelamente, el Gobierno de Cantabria dejó entregado antes de las elecciones un borrador de proyecto de Ley al respecto. El anteproyecto de Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria fue registrado en septiembre del pasado año en el Parlamento de Cantabria. El capítulo tercero tiene por objeto las garantías de no repetición. Contempla la prohibición de símbolos y elementos contrarios a la memoria histórica y democrática de Cantabria, y de los actos de exaltación al franquismo. Asimismo, contempla la creación de la Dirección General de la Memoria Histórica y Democrática y de un Consejo de la Memoria Histórica y Democrática como órgano colegiado, consultivo y de participación del movimiento asociativo memorialista de Cantabria.

Las elecciones del pasado mes de junio han dejado en suspenso el trámite hasta que el nuevo Ejecutivo PRC-PSOE retome el proyecto. El vicepresidente socialista, Pablo Zuloaga, ya ha anunciado que esta legislatura se retomarán los trabajos y ha creado una dirección general específica para hacerse cargo de esta tarea y de su aplicación posterior. Por parte de los ayuntamientos aludidos por la Justicia, en especial Santander, no ha habido pronunciamiento hasta el momento.

La última opinión al respecto la ha mostrado el cabeza de lista de Ciudadanos y portavoz del equipo de gobierno municipal PP-Cs, Javier Ceruti, que en una reciente entrevista con eldiario.es señalaba que "es imprescindible que hagamos memoria pero que por una vez en 80 años no sea la de un bando. Durante 40 años hubo la memoria de un bando, durante un período inferior se ha institucionalizado la memoria del otro y lo que tenemos que enseñar a los jóvenes es el desastre que fue la Guerra Civil y cómo hubo intransigentes en todos los bandos y partidos". La formación morada, que ha asumido las competencias de Cultura, será la responsable esta legislatura de la aplicación o no de esta ley.

https://www.eldiario.es/norte/canta...radicar-franquismo-callejero_0_924257836.html
menudo sectarismo el de eata ley y de la izquierda, que tienen una memoria selectiva tremenda
 
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