Simplemente rivalidades, se sabia desde hace mucho tiempo que Oscariz no seria Obispo mientras estuviera bergolio Se ha tomado su tiempo, en pequeños comites han hablado, pero se les ha silenciadoANÁLISIS
El jesuita Bergoglio ata en corto al Opus
Llama la atención el silencio sepulcral de ‘La Obra’, que no ha dicho ni Pamplona sobre la decisión del Papa, más allá de que la asume.
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El Papa Francisco publicaba el pasado mes de marzo la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’, vigente desde el pasado mes de junio, y el pasado mes de julio la carta apostólica en forma de motu proprio ‘Ad charisma tuendum’, vigente desde esta misma semana. El argentino Jorge Mario Bergoglio culmina con ambos textos la degradación del Opus Dei, prelatura personal de la Iglesia católica –de hecho, es la única prelatura personal de la Iglesia católica– a la que el jesuita ata así en corto al evitar que sus prelados sean obispos –como lo fueron Álvaro del Portillo y Javier Echevarría– y sobre todo al incluirla en el Dicasterio para el Clero, poniéndola así bajo la supervisión del propio Papa.
El Opus Dei, también conocido como el Opus o como ‘La Obra’, fue fundado en 1928 por el aragonés José María Escrivá de Balaguer (1902-1975), desde 2002 y para los católicos “San Josemaría”, y erigida en prelatura personal en 1982 por el polaco Karol Wojtyla (1920-2005), desde 2014 y para los católicos “San Juan Pablo II”. En lo relativo a las órdenes y congregaciones religiosas y a los institutos seculares de la Iglesia católica, dos grandes temas marcaron el largo papado de Wojtyla, que duró desde 1978 hasta su muerte en 2005: lo mucho que impulsó a los legionarios de Cristo de Marcial Maciel, a los kikos de Kiko Argüello o a los propios opusinos de Escrivá –todos ellos, ultraconservadores– y lo mucho que embridó a los jesuitas.
El jesuita vasco Pedro Arrupe (1907-1991) era el superior general de los jesuitas –cargo conocido como ‘El Papa negro’– cuando sufrió una trombosis que incapacitó parcialmente, y apenas tres semanas después, el 26 de agosto de 1981, Juan Pablo II puso al frente de la Compañía de Jesús a un interventor –el ultraconservador italiano Paolo Dezza– para evitar que los propios jesuitas celebraran –como venían haciendo– una congregación general para elegir a su nuevo superior general; Wojtyla consideraba demasiado progresista a Arrupe y temía que los jesuitas lo relevaran por un superior general aún más progresista que el vasco. El 28 de noviembre del año siguiente, Juan Pablo II erigía la prelatura personal del Opus Dei. Dato a tener en cuenta: Bergoglio es jesuita. Y latinoamericano.
Fueron años convulsos, los setenta y ochenta del pasado siglo XX; años marcados por la Guerra Fría y por la intensidad de lucha de clases también en Latinoamérica, donde muchos jesuitas se adscribieron a la Teología de la Liberación, pagando algunos de ellos con su propia vida su compromiso con los más pobres. Son los casos del salvadoreño Rutilio Grande o del vasco Ignacio Ellacuría, asesinados en El Salvador, el primero en 1977 y el segundo en 1989, junto con otros jesuitas. En 1983 en el aeropuerto de Managua, el ultraconservador Wojtyla había reprendido pública y ostensiblemente, intentando humillarlo, al ministro sandinista Ernesto Cardenal, que no era jesuita pero sí sacerdote.
La Teología de la Liberación tiene varias ramas, y su rama argentina es la denominada Teología del Pueblo, uno de cuyos principales impulsores fue el jesuita argentino Juan Carlos Scannone, que fue profesor de Bergoglio y que en un acto celebrado en 2015, en vísperas de impartir la conferencia ‘El Papa Francisco: ¿teólogo de la Liberación?’, situó la Teología del Pueblo “en la base” de lo que ya entonces estaba “haciendo y diciendo el Papa Francisco”.
Cuenta el gran Luis Carandell en su libro ‘Vida y milagros de monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei’ que cuando, en 1965, Arrupe asumió el cargo de superior general de los jesuitas, escribió a cada uno de los prepósitos de las órdenes y congregaciones religiosas y de los institutos seculares de la Iglesia católica una carta en la que les anunciaba su intención de visitarlos personalmente. Añade el también autor de ‘Celtiberia show’ que todos ellos le respondieron que no era el superior general de los jesuitas quien debía visitarlos a ellos sino ellos quienes, humildemente, debían visitar al general de los jesuitas; todos ellos menos uno: Escrivá, que ni siquiera respondió a la misiva de Arrupe, quien no obstante no se arredró y telefoneó personalmente a la residencia del fundador del Opus hasta cinco veces, y las cinco le contestaron que “El Padre” no estaba en casa. Cuenta Carandell que, poco tiempo después, Arrupe le preguntó al entonces nuncio del Papa –Pablo VI– en España, el italiano Antonio Riberi, si había visto alguna vez a Escrivá, y cuando el nuncio le respondió extrañado que no, el superior general de los jesuitas, venido al mundo en pleno Casco Viejo de Bilbo, le dijo al oído “yo, señor nuncio, a veces dudo de que exista”.
Aquel 1965 en que Arrupe fue elegido superior general de los jesuitas fue el mismo año en que el Opus se consolidó definitivamente como la familia política más potente del franquismo. Lo hizo con la entrada en el Gobierno de Laureano López Rodó, líder de los ‘tecnócratas’ y numerario de ‘La Obra’ que en 1976 se convertiría en uno de los siete prebostes franquistas que fundaron Alianza Popular, germen del PP, partido que siempre ha tenido –y sigue teniendo– influyentes miembros del Opus entre sus dirigentes y cargos públicos. Y es que la política, el derecho –la justicia– y el periodismo siempre han sido tres de las grandes obsesiones de los opusinos. Sin perder de vista la medicina.
Quienes crean en el más allá podrán pensar que el aragonés Escrivá se estará revolviendo en su tumba de Santa María de la Paz, la romana iglesia prelaticia del Opus, y que el vasco Arrupe estará sonriendo en la suya de la también romana iglesia del Gesù, la iglesia madre de la Compañía de Jesús. En cualquier caso, en el más acá llama la atención el silencio sepulcral de ‘La Obra’, que no ha dicho ni Pamplona sobre la decisión del Papa, más allá de que la asume. No haría bien Bergoglio si bajara la guardia.
El jesuita Bergoglio ata en corto al Opus
Llama la atención el silencio sepulcral de ‘La Obra’, que no ha dicho ni Pamplona sobre la decisión del Papa, más allá de que la asume.luhnoticias.es
No sé porque me viene a la mente el tema de la desaparición de los templarios.... salvando las distancias por supuesto.