La Carrera Espacial

Colegas pero no amigos: la fría relación personal de los astronautas del Apollo 11
Buzz Aldrin esperaba ser el primero en pisar la Luna y le supo mal que la NASA eligiera a Armstrong al cambiar de criterio poco antes de la misión
Toda la cobertura informativa de la llegada del Apollo 11
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De izquierda a derecha, Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin (Nasa / Reuters)
JOSEP CORBELLA
16/07/2019 03:50 Actualizado a 16/07/2019 07:11

Para haber pasado ocho días juntos en una cápsula de seis metros cúbicos, y haber compartido la gesta más heroica de la historia de la exploración espacial, no puede decirse que los astronautas de la misión Apollo 11 forjaran una gran amistad. Buzz Aldrin, que intentó en vano crear un clima de camaradería, y Michael Collins, de carácter más solitario, describieron la tripulación como “desconocidos amigables”. Neil Armstrong contestó diciendo que “habían trabajado muy bien juntos”.

Nada que ver, en cualquier caso, con el clima casi festivo de otras tripulaciones como la del Apollo 12, que se encontró camino de la Luna con que les habían colado fotos de chicas Playboy entre sus listas de tareas con frases como “¿Has visto algunas colinas y valles interesantes?”, o cuyo comandante Charles Conrad hizo una apuesta sobre lo primero que diría al pisar la Luna, y la ganó: “¡Yupi! Chico, esto puede haber sido uno pequeño para Neil, pero es uno grande para mí”, en referencia a la famosa primera frase de Neil Armstrong: “Este es un paso pequeño para [un] hombre, un salto de gigante para la humanidad”.

Ambiente de trabajo
Aldrin y Collins describieron la tripulación como “desconocidos amigables”

No ayudó a crear una amistad en la tripulación del Apollo 11 que este primer paso lo diera Armstrong. El plan inicial, basado en el protocolo de los paseos espaciales, preveía que el primer astronauta en salir del módulo lunar sería el piloto y que después saldría el comandante. Por lo tanto, primero Aldrin y después Armstrong. Pero cuatro meses antes de la misión la NASA decidió invertir el orden por razones que nunca se han hecho públicas. Las posibles explicaciones incluyen que se prefirió a Armstrong porque era un civil y Aldrin un militar, o porque tenía una personalidad humilde mientras Aldrin se consideraba más problemático.

De hecho, a Armstrong le ofrecieron modificar la tripulación sustituyendo a Aldrin por James Lovell, con quien le sería más fácil trabajar. Tras pensarlo a lo largo de un día, Armstrong declinó la propuesta porque le pareció injusta para Lovell, pues tenía rango de comandante y le pareció que tenía derecho a dirigir su propia misión, y dijo que no tenía ningún problema en trabajar con Aldrin.

Cuando Aldrin se enteró de que se había invertido el orden de salida del módulo lunar, hizo lo posible para que la dirección de la NASA volviera al plan inicial. Sin éxito. Michael Collins, que se quedó en órbita alrededor de la Luna mientras Armstrong y Aldrin bajaban a la superficie, dijo después que Aldrin “siente resentimiento por no haber sido el primero en la Luna más de lo que valora haber sido el segundo”.

Regreso a la Tierra
Los tres astronautas abandonaron la NASA poco después de la misión; ninguno volvió al espacio

El ambiente en la cápsula durante el viaje a la Luna y el regreso fue de concentración, según ha recordado Collins en una entrevista publicada la semana pasada en Time. “Cuando hicimos algo como superar la velocidad de escape y salir de la órbita de la Tierra, por ejemplo, fue un gran logro desde un punto de vista técnico. ¿Pero lo celebramos y nos felicitamos entre nosotros? No. Porque no puedes prestar atención a lo que has dejado atrás. Tienes que prestar atención a lo que tienes por delante”.

En las casi 22 horas que permanecieron en la superficie lunar, incluidas dos horas y media caminando en el Mar de la Tranquilidad, Armstrong y Aldrin cumplieron todos sus objetivos. Armstrong demostró su sangre fría como piloto haciendo aterrizar el módulo lunar cuando apenas le quedaban unos segundos de combustible después de que el lugar de aterrizaje inicialmente previsto resultara impracticable. Recogieron 21,5 kilos de rocas lunares que transformarían la comprensión de la Luna. Hicieron fotos icónicas que han pasado a formar parte de la cultura popular... Curiosamente, casi todas las fotos son de Aldrin, porque fue Armstrong quien las hizo.

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Armstrong, Aldrin y Collins, aislados durante la cuarentena tras su regreso a la Tierra, reciben la visita de sus esposas (Nasa / Reuters)
En el viaje de regreso, el ambiente fue tan serio como en el de ida. “Estuve absolutamente encantado de verles” de nuevo en la cápsula, recuerda Collins en la entrevista de Time. “Estuve por darle un beso a Aldrin en la frente. Pero decidí que no, tal vez no […]. Fue un momento maravilloso. Pero teníamos que poner el módulo de mando en marcha, liberarnos del [módulo lunar] Eagle, encender el motor, salir de la órbita lunar…”.

Tras regresar a la Tierra, los tres astronautas del Apollo 11 pasaron juntos una cuarentena de 21 días por si habían traído alguna infección de la Luna y recibieron un homenaje tras otro en una gira mundial que les llevó a 22 países en 38 días. Después sus caminos se separaron.

Los problemas de Aldrin
El astronauta fue hospitalizado por depresión y sufrió alcoholismo en los años 70, según explicó en su autobiografía

Los tres abandonaron la NASA poco más tarde. Armstrong se incorporó en 1971 a la Universidad de Cincinatti como profesor de ingeniería aeroespacial, donde tuvo fama de buen profesor y examinador riguroso, y siguió pilotando ultraligeros por el placer de volar. Aldrin, se reincorporó al ejército, donde no se entendió con su superior, y, según explica en su autobiografía, fue hospitalizado por depresión y sufrió alcoholismo en los años 70, un periodo en que la enfermedad psiquiátrica estaba más estigmatizada que ahora. Collins trabajó en el departamento de Estado de EE.UU. y después dirigió el Museo Nacional del Aire y el Espacio en Washington.

Pese a que nunca tuvieron una relación estrecha, fueron reencontrándose a lo largo de los años en homenajes a las misiones Apollo y otros actos relacionados con la exploración espacial y se trataron siempre con extremo respeto. Cuando Armstrong murió en 2012, Aldrin declaró que era “el mejor piloto que nunca he conocido”. Collins coincidió: “era el mejor”.

https://www.lavanguardia.com/cienci...ong-aldrin-collins-astronautas-apollo-11.html
 
Día 2. “No hay nada malo en hacer ver que todo va a salir bien”

Capítulo anterior: Día 1. Despegue a 110 pulsaciones por minuto
Toda la cobertura informativa del cincuentenario del Apollo 11

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Mike Collins, el piloto del módulo de mando, es el único miembro del Apollo 11 que no debe pisar la Luna (NASA)

ELSA VELASCO
17/07/2019 06:00
Actualizado a 17/07/2019 07:18


[‘La Vanguardia’ ofrece a lo largo de esta semana un relato novelado en siete capítulos que rememora la misión Apollo 11 coincidiendo con el cincuentenario de la llegada de los primeros astronautas a la Luna]

Apollo 11, a 175.000 kilómetros de la Tierra. Jueves, 17 de julio de 1969.

A pocos minutos para las nueve de la mañana en Florida, su punto de partida, el Apollo 11 recibe la primera señal de radio desde Houston. Los astronautas llevan un rato despiertos. De hecho, Buzz Aldrin ha tenido tiempo de enviar a la Tierra una grabación en vídeo de su comandante, Neil Armstrong, mientras éste descansaba con los ojos cerrados y sin que aparentemente se diera cuenta.

A pesar de que en el espacio no hay día ni noche, el horario marcado por la NASA determina que los tres astronautas duerman a la vez que lo hacen sus controladores de vuelo en la Tierra, aunque siempre hay un equipo de guardia en Houston por si se diera una emergencia.

“Apollo 11, Apollo 11, aquí Houston. Cambio”, llama el astronauta Bruce McCandless, responsable de las comunicaciones con la nave.

“Buenos días, Houston. Apollo 11”, responde rápidamente Aldrin.

“Recibido, Apollo 11. Buenos días”. La voz de McCandless denota la alegría de volver a oír a su compañero después de más de diez horas sin comunicación.

Tras remitirles unas actualizaciones en el plan de vuelo, McCandless los pone al día sobre las noticias en la Tierra. El 13 de julio despegó una misión soviética no tripulada, Luna 15, con el objetivo de aterrizar en el satélite del día que debe hacerlo el Apollo 11. A estas alturas debería estar cerca de su destino, pero los estadounidenses le han perdido la pista. Por otra parte, el vicepresidente republicano Spiro Agnew, que presenció el lanzamiento del Apollo 11 desde la zona VIP en Cabo Kennedy, ha hecho una arriesgada declaración en materia espacial: “Deberíamos, según mi juicio, poner a un hombre en Marte antes del fin del siglo”. Sin embargo, quienes han copado los titulares de hoy, tanto en Estados Unidos como en Europa, han sido los propios tripulantes del Apollo 11, tras el éxito del lanzamiento.

Para cerrar el resumen, McCandless explica que México quiere cambiar la política migratoria para exigir que los hippies se bañen y se corten el pelo antes de entrar en sus fronteras, y que se ha producido un pequeño roce diplomático entre el Reino Unido y Estados Unidos por el riesgo de que un submarino estadounidense dañe por accidente al monstruo del Lago Ness, en Escocia.

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La Tierra, fotografiada por la tripulación del Apollo 11 a una distancia de 182.500 kilómetros. Se pueden ver África, la península Arábiga, Asia y parte de Europa, en concreto España (NASA)
La tripulación agradece el parte; es su única forma de saber cómo van las cosas en la ya lejana Tierra. Tras el breve paréntesis, retoman las transmisiones técnicas para mantener una trayectoria que a las mejores mentes de la ingeniería les costó años concebir.

En un ambiente polarizado en que dos bandos de expertos defendían estrategias opuestas y extremadamente ambiciosas, un ingeniero raso de otro departamento, llamado John Houbolt, propuso una alternativa sensata que nadie se tomó en serio. No fue hasta que increpó directamente al administrador asociado de la NASA, saltándose todo el protocolo, con un acusador “¿Queremos ir a la Luna o no?” que el viaje a la Luna empezó a tomar forma de verdad.

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John Houbolt explica la estrategia del encuentro en órbita lunar a otros ingenieros, en julio de 1962 (NASA/LARC/Bob Nye)
La estrategia de Houbolt consiste en ir dejando atrás el lastre innecesario en cada etapa del trayecto y llevar tan sólo lo imprescindible a la superficie de la Luna. Por lo tanto, el viaje necesita dos naves: el módulo de mando y el módulo lunar. El módulo de mando es como las carabelas de Colón, que cruzaron todo el Atlántico hasta fondear cerca de la costa americana. Y el módulo lunar, como los botes que la tripulación utilizaba hasta llegar a tierra.

Dejando el módulo de mando en órbita en torno a la Luna, dos astronautas bajarán hasta la superficie del satélite en el módulo lunar. Al despegar del satélite, dejarán el motor de aterrizaje en la superficie y partirán sólo con la parte del módulo necesaria para despegar. Tras reencontrarse con el módulo de mando en órbita y transferir a los astronautas, el módulo lunar también quedará atrás. A la Tierra sólo regresará la cabina del módulo de mando.

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Plan de vuelo del Apollo 11 que muestra la maniobra de encuentro lunar. Reproducido del dossier de prensa de la misión, de 1969 (NASA)
Por cómo está diseñada la misión, uno de los tres astronautas no puede pisar la Luna. En el Apollo 11, ése es Mike Collins, el piloto del módulo de mando. Su misión es otra: conducir la nave para llevar a sus compañeros hasta el satélite.

El módulo de mando es como las carabelas de Colón, que cruzaron todo el Atlántico hasta fondear cerca de la costa americana. Y el módulo lunar, como los botes que la tripulación utilizaba hasta llegar a tierra

Collins cumple con su deber diligentemente. Hoy le toca corregir ligeramente el rumbo de la nave para enfocarla a la dirección donde la Luna estará dentro de dos días. Navega utilizando la Tierra, el Sol, la Luna y 37 estrellas seleccionadas como referencia, de un modo similar a cómo se orientaban los navíos en la noche en el pasado. Tras medir con un sextante los ángulos entre dos estrellas, Collins los introduce en el ordenador de a bordo. Éste está equipado con un cronómetro y lee también la posición de un sistema de guía de la nave que se mantiene siempre en la misma orientación y que hace el papel de brújula. Con todos los datos, el ordenador les dice dónde se encuentran.

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Diagrama del panel de control principal del módulo de mando. En total, la nave tiene más de 400 interruptores que el piloto, en este caso Mike Collins, debe tener controlados (NASA)
El piloto del módulo de mando nunca se queja de ser el único de los tres astronautas del Apollo 11 que no pisará la Luna. “Me gustaría mucho ver la superficie lunar –¿a quién no? –, pero soy una parte integral de la operación y estoy feliz de ir en cualquier capacidad. Voy a recorrer un 99,9% del camino y no me siento frustrado para nada. Cuando Neil y Buzz estén paseando por la superficie lunar, yo voy a ser su fan número uno y estaré escuchando tan atentamente con mi radio como cualquiera en la Tierra”, asegura.

Collins tiene espíritu de explorador. “Pienso que el hombre siempre ha ido adónde ha podido ir, y creo que si deja de ir adónde puede ir, habrá perdido mucho. El hombre siempre ha sido un explorador”, afirma. Nacido en Roma (Italia) en 1930, en el seno de una familia de militares, de joven nunca dejó de viajar, siguiendo las destinaciones de su padre. Tras alistarse en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, acabó como piloto de combate en una base de la OTAN en Francia, donde conoció a la estadounidense Patricia Finnegan, ahora su esposa. Más tarde regresó a Estados Unidos para convertirse en piloto de pruebas, hasta 1963, cuando fue elegido como astronauta por Deke Slayton. Collins tiene dos hijas y un hijo, que viven con total normalidad que su padre viaje por el espacio.

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Mike Collins, en un simulador del módulo de mando durante el entrenamiento en junio de 1969 (NASA)
Mike Collins, que en realidad debía volar en el Apollo 8, estuvo a punto de ver su trayectoria como astronauta interrumpida cuando el año pasado comenzó a perder sensibilidad y movilidad en las piernas. Una lesión en una vértebra le estaba presionando un nervio. Ante el diagnóstico de los médicos, decidió optar por una cirugía arriesgada pero que, de salir bien, lo curaría definitivamente y le permitiría volver al programa Apollo. Aunque no logró recuperarse a tiempo para unirse a sus compañeros del Apollo 8, Slayton lo reasignó al Apollo 11.

“Cuando Neil y Buzz estén paseando por la superficie lunar, yo voy a ser su fan número uno y estaré escuchando tan atentamente con mi radio como cualquiera en la Tierra”

MIKE COLLINS Piloto del módulo de mando del Apollo 11
Collins es famoso por su sentido del humor y por su imbatible optimismo, capaces de levantar los ánimos en casi cualquier situación. “Hay tantas piezas que pueden fallar, tantas posibilidades desagradables, que cogerás unas úlceras horribles si te preocupas por todas. Hay algunas cosas a las que más te vale prestar atención, pero también tienes que trazar una línea en algún punto y decidir que va a funcionar, y luego tener fe en que va a funcionar. No soy un optimista perenne, creo que soy más bien un fatalista; lo que está escrito, escrito está, y no sé qué es lo que dice. Por otra parte, no hay nada malo en hacer ver que todo va a salir bien”, opina.

A sus viajes y a su insaciable curiosidad les debe un repertorio de anécdotas inagotable, una vena artística –pinta cuadros al óleo y acuarelas– y una cultura gastronómica sin igual entre los astronautas. Fue el encargado de probar la comida que se llevarían a bordo las misiones Apollo. En sus informes la puntuaba por diversión con tenedores y estrellas Michelin ficticias, que los responsables de la NASA no entendían –le echaron la bronca para que dejara de hacerlo–, pero gracias a él el sabor de los menús espaciales mejoró sustancialmente.

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Collins revisa instrucciones durante una simulación del módulo de mando, en junio de 1969 (NASA)
La despensa del Apollo 11 lleva desde espaguetis hasta estofados, pasando por melocotones, salchichas, brownies y sopas para todos los gustos. Hoy para comer hay ensalada de salmón.

“Mis felicitaciones para el chef, esta ensalada de salmón es extraordinaria”, informa Buzz Aldrin al Control de la Misión en Houston.

Desde Houston captan un ruido de fondo inesperado junto con la voz de Aldrin.

“¿Es música lo que se oye de fondo?, pregunta Bruce McCandless al cabo de un rato.

“Buzz está cantando”, salta Collins.

“De acuerdo”, responde McCandless, desconcertado. La NASA determinará más tarde que en realidad lo que se oye es el hit de 1968Angel of the Morning, de Merrillee Rush and the Turnabouts. Los técnicos que preparan la nave tienen la costumbre de empaquetar unos cuantos casetes en el módulo de mando para que los astronautas puedan escuchar música en sus ratos libres. Para esta misión, les han puesto casetes de Frank Sinatra, Nancy Wilson y la banda sonora de la reciente película italo-británica Romeo y Julieta, entre otros. Además, Neil Armstrong ha pedido explícitamente la Sinfonía del Nuevo Mundo del compositor checo Antonín Dvořák y una cinta de hace veinte años llamada Music Out of the Moon, una compilación de temas del estadounidense Harry Revel interpretados con un instrumento electrónico llamado theremín. Una petición muy extraña, pero que la NASA ha cumplido sin hacer preguntas. Armstrong se reserva este casete para la vuelta, para cuando haya pisado la Luna. No ha explicado a nadie por qué.

La despensa del Apollo 11 lleva desde espaguetis hasta estofados, pasando por melocotones, salchichas, brownies y sopas para todos los gustos. Gracias a la cultura gastronómica de Collins, el sabor de los menús espaciales mejoró sustancialmente

Después de una tarde tranquila, los astronautas deciden retransmitir en directo una grabación de televisión para mostrar el que desde ayer es su hogar en el Universo. Ahora ya están más cerca de la Luna que de la Tierra, que se ve como un globo cada vez más pequeño en la distancia.

“Estamos muy cómodos aquí arriba”, explica Collins a los espectadores. “Tenemos un hogar feliz. Hay espacio de sobras para los tres y creo que estamos aprendiendo a encontrar nuestro pequeño rinconcito favorito para sentarnos”. El interior del módulo de mando tiene un volumen de algo más de seis metros cúbicos, el tamaño de un dormitorio pequeño. Ahí dentro, los astronautas tienen que convivir codo con codo durante ocho días. Claro que, en gravedad cero, las posibilidades de distribuirse en el espacio son mucho mayores.

“Neil está cabeza abajo otra vez. Me está intentando poner nervioso”, bromea Collins. Después de que el comandante salga de plano, el piloto del módulo de mando hace una visita guiada por el interior de su nave, desde los instrumentos ópticos para medir los ángulos de las estrellas hasta la pantalla del ordenador de a bordo, con sus enormes números dibujados con luz verde. Aldrin lleva la cámara. Cómo no, la comida es una parada obligatoria en el tour de Collins.

“¿Se pueden creer que están viendo un estofado de pollo?”, pregunta a los espectadores mientras coge un paquete de plástico poco invitador. “Lo único que tienes que hacer es… [añadir] tres onzas de agua caliente durante cinco o diez minutos”. La nave también está equipada con un pequeño grifo de agua caliente, para que los astronautas puedan rehidratar la comida y asearse.

“Suena delicioso”, contesta el astronauta Charles Duke, que ha asumido las comunicaciones en Houston.

“Sí. La comida hasta ahora ha estado muy bien. No podríamos estar más contentos”. Viniendo de un cocinero versado como Collins, es un verdadero cumplido.

Tras finalizar la retransmisión y después de un breve ensayo con un láser que más adelante servirá para medir la distancia entre la Tierra y la Luna, el equipo de comunicación se despide del Apollo 11. Cuando cada astronauta se ancla a su rincón preferido para dormir, la nave vuelve a surcar el espacio en un silencio que resulta antinatural para cualquier ser vivo acostumbrado al bullicio de la atmósfera terrestre. Cada vez más están más cerca de su objetivo, el trozo de roca más yermo al que jamás haya intentado llegar la humanidad.

Próximo capítulo


Día 3. Un “globo de aluminio” para aterrizar en la Luna



Fuentes: Apollo 11 Mission Log, Apollo 11 Flight Journal (NASA), First On The Moon: A voyage with Neil Armstrong, Michael Collins, Edwin E. Aldrin, Jr. (Konnecky&Konnecky, 1970), Apollo 11 Image Library(NASA), Enchanted Rendezvous. John C. Houbolt and the Genesis of the Lunar-Orbit Rendezvous Concept (James R. Hansen, NASA History Office, 1995)

https://www.lavanguardia.com/cienci...067/llegada-hombre-luna-17-julio-collins.html
 
¿Dónde estaban estos famosos cuando el hombre llegó la Luna?
Personalidades destacadas del mundo del espectáculo y la cultura recuerdan cómo vieron y vivieron la mítica escena de la llegada del hombre a la Luna
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Este sábado, se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la Luna. El 20 de julio de 1969, los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins, a bordo del Apolo XI, protagonizaron una de las mayores hazañas de la humanidad. Muchos famosos han compartido el recuerdo que tienen de este hito histórico.

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  1. José Luis Garci
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    José Luis Garci - Oscar del Pozo
    Debimos ser veinte millones de personas aquella noche pegados al televisor en España. Recuerdo que, mientras esperábamos la llegada del hombre a la Luna, ponían la película «Confidencias de medianoche», con Rock Hudson y Doris Day. Una comedia estupenda sobre el teléfono compartido, una realidad que todavía había en España, por el tiempo que tardaban para darte una línea. Nunca olvidaré que cortaron el filme seis minutos antes del final para conectar con Cabo Cañaveral, por el alunizaje. Todo el mundo se quedó con ganas de saber cómo acababa la película. Y nunca pusieron el final.

    Entonces Jesús Hermida empezó a hablar y hablar y hablar. Horas. Me asomé a la calle y vi cómo las casas del barrio se iban apagando. Entonces me interesaba muchísimo la ciencia-ficción, estaba empezando a escribir el libro de Bradbury... Y ver esos Gullivers gigantes -los Apolos aquellos- era una cosa impresionante. Llegó la hora maravillosa y vimos cómo pisaron la Luna por primera vez. Algunos sentimos cierta decepción, porque allí no había nada. No esperábamos monstruos de novela, de aquellas portadas con chicas en minifalda y alienígenas verdosos, pero fue algo digno de verse.

    Al final se equivocó el poeta Jaime Gil de Biedma cuando dijo: «Ahora que de todo hace ya veinte años», porque ¡de todo hace ya cincuenta! Pienso en cómo era España, el mundo, el planeta... Creo que no habrá nada parecido a aquello, ni siquiera la llegada a Marte. Decimos que la gran revolución que es internet. Pero aquel impacto tan grande solo sería igualado por el descubrimiento de una raza extraterrestre.

    Es curioso que después se haya ido tan poco a la Luna. Eso alimenta hipótesis conspirativas. Lo que es verdad es que hace cuarenta años que nadie la pisa. Yo esperaba ver ruinas de viejas civilizaciones extraterrestres y mis amigos me decían: «¿Has visto a alguien de los tuyos?» ¡Qué tiempos! ¡Qué sensación! No parecía real cuando dijeron. «Es un pequeño paso para el hombre».
Para ver resto de reportaje:
https://www.abc.es/estilo/gente/abc...o-hombre-llego-luna-201907200057_noticia.html
 
Esta es la historia de las únicas banderas españolas que han pisado la Luna
En 1971, en la misión Apolo 14, cuatro enseñas rojigualdas con el águila de San Juan estampada en el centro se posan en el astro.
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@mangar08
Actualizado:20/07/2019 09:14h

Un módulo lunar con un nombre como para parar una guerra: «Antares» (el mellizo hippie del dios griego Ares) aluniza el 5 febrero de 1971 en el cráter de Fra Mauro. En su interior, Alan B. Shephard, Stuart A. Roosa y Edgar Mitchell se funden en un abrazo ingrávido y se ponen manos a la obra. El astronauta Mitchell echa mano a su petate o PPK («personal preference kids») para buscar algo de entre sus pertenencias. En ese neceser un puñado de amuletos de la suerte y un par de fotografías de algún pariente cercano comparten espacio con cuatro banderas rojigualdas con un águila en el centro, la de San Juan. Por raro que suene. ¿Qué pintan esas banderas en el kit de supervivencia de un astronauta tejano en la misión Apolo 14?

Para responder a esta pregunta tenemos que remontarnos al 31 de enero de 1971, cinco días antes. Es invierno en Cabo de Cañaveral (Florida), los príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía han sido invitados por la NASA a presenciar el lanzamiento del Apolo 14 en la base espacial que años más tarde pasará a llamarse Centro Espacial Kennedy, por obra de su sucesor en el cargo. Junto a Alan B. Shephard y Stuart A. Roosa, Edgar Mitchell, un antiguo «boyscout» reconvertido en astronauta, completa la tripulación que viajará a la Luna a bordo de la nave espacial «Antares». Antes de emprender el viaje a Mitchell se le ha ocurrido echar unas enseñas rojigualdas por 14 centímetros de largo y 10 de ancho a su equipaje de mano como forma de agradecimiento a los príncipes de España. Gesto que no dejará indiferentes a los cazatesoros lunares que en la década de los 70 no son más que niños.

Esas banderas toman tierra en la Luna y el 9 de febrero de ese mismo año, cuando la tripulación finiquita su misión –34 órbitas lunares y 216 horas, 1 minuto y 56 segundos de vuelo, entre medias–, están otra vez de vuelta. El astronauta tejano reparte el botín de la siguiente manera: tres banderas a España y una cuarta que el propio Mitchell decide reservarse para su vitrina de recuerdos espaciales. De las que entrega a España, una va a parar al Gobierno de España, que supuestamente se encuentra ahora en el Museo Naval de Madrid; otra al caudillo español Francisco Franco, que algún heredero años más tarde extraviará en una mal venta anónima, dicen las malas lenguas; y una tercera en discordia de la que se desconoce su paradero.

Tres décadas después de este acontecimiento, en una convención de astronautas, un joven barcelonés que todavía es un coleccionista de objetos espaciales en ciernes le arrancará en una conversación privada al que entonces era director del Media Resource Center de la NASA, Mike Gentry, un enamorado de la cultura española con una tesis doctoral sobre Miguel Delibes a las espaldas, una confesión sideral: el astronauta Edgar Mitchell, si no le falla la memoria, conserva una bandera española que llevó a la Luna en el Apolo 14.

Jordi Gasull aprovechará aquel encuentro para ponerse en contacto con Mitchell e insinuarle la compra
Jordi Gasull, nombre de aquel joven intrépido, aprovechará la oportunidad que le brinda aquel encuentro fortuito para ponerse en contacto con Edgar Mitchell e insinuarle la compra. La primera intentona fracasa. Al astronauta no le convence la idea de Gasull de montar el primer museo lunar en España. Le suena a quimera. La bandera se queda en suelo americano por el momento.

«En 2009 recibo una llamada de Miguel López-Alegría –primer astronauta estadounidense nacido en España en viajar al espacio–, con el que ya había trabajado en una serie de documentales de corta duración sobre la Luna, diciéndome que me ponga en contacto con el alcalde de Fresnedillas de la Oliva, Antonio Reguilón, porque iban a montar un museo lunar», apunta Gasull. Por el precio de comisariar la exposición el barcelonés cede con sumo gusto su colección de objetos espaciales (guantes lunares, trajes…) al Museo Lunar de Fresnedillas.

La joya de la corona
El productor de cine le insinua a Antonio Reguilón, en una de sus muchas conversaciones, la posibilidad de ampliar la exposición con la que será la joya de la corona: una bandera española que el astronauta Mitchell llevó a la Luna. Se arma del valor necesario para repetir la jugada –esta vez con el Museo Lunar de Fresnedillas de la Oliva como baza– y prueba fortuna telefónica con el astronauta. Tal fue el rol de este pueblo madrileño en la conquista de la Luna, que Edgar Mitchell no dudaría ni un instante en venderle a Jordi Gasull la bandera española por una suma que el barcelonés se resiste a decir. La condición: que esté siempre expuesta en un lugar público, nunca en su casa.

Esa bandera con el águila de San Juan estampada en el centro estará «en el Museo Lunar de Fresnedillas de la Oliva desde el 2010 hasta junio de este año, que es cuando expiró el contrato» y recibió una oferta museística del Parque de las Ciencias de Granada. Como siempre, el despliegue de medios manda. «Me hubiese gustado que se quedase en Madrid, pero bueno… la bandera es española, así que está bien que viaje por España», zanja Jordi Gasull.

https://www.abc.es/ciencia/abci-est...panolas-pisado-luna-201907200914_noticia.html
 
Alcohol, divorcios y puñetazos: la vida de los astronautas del Apolo 11 tras volver de la Luna
A su regreso fue cuando los astronautas tuvieron que afrontar su mayor reto, la vuelta a una imposible normalidad
@abc_conocer

Actualizado:20/07/2019 10:52h
El emotivo drama familiar que Neil Armstrong enterró en la Luna

Si hay algo que apabulla en la historia de la conquista de la Luna es el increíble músculo tecnológico, desarrollado en un tiempo récord. Pero eso no desmerece elfactor humano, precisamente el de aquellos que se sentaron en lo alto del equivalente a un edificio de 36 pisos de altura, sobre 500 toneladas de material explosivo, para ser transportados hasta un lugar al que no había ido nadie antes. William Anders, integrante del Apolo 8, lo definió gráficamente cuando dijo que en el despegue se había sentido como una mariquita posada en lo alto de la antena de un coche por la autopista. Un hombre bala tamaño XXL.

En el principio, fueron las tortugas
Y no es para menos, porque literalmente la tripulación del Apolo 8 fue enviada a la Luna con escasa preparación. Como relata la astrofísica y escritora Eva Villaver en «Las mil caras de la Luna»(HarperCollins), la noticia de que, en septiembre de 1968, la nave rusa Zond 5 había logrado hacer orbitar en torno a nuestro satélite a unas tortugas que regresaron sanas y salvas hizo saltar todas las alertas en la NASA. Acomplejados por haber sido batidos hasta entonces en todo por los soviéticos, los norteamericanos temieron que lo siguiente fuese el envío de un cosmonauta (iba a ser Leónov, quien ya había protagonizado el primer paseo espacial). Así que se quemaron etapas y, sin tests suficientes, se envió a Anders, Jim Lovell (quien estaba condenado a no poner el pie en nuestro satélite, pues luego fue el comandante de la fallida Apolo 13) y Frank Borman a seguir el camino de las tortugas, dar varias vueltas a la Luna y volver. Y, contra todo pronóstico, todo fue de perlas.

A vueltas con la religión
Si algo caracteriza al espíritu norteamericano es su capacidad para el marketing, y el hecho de que el Apolo 8 fuese a pasarse el 24 de diciembre orbitando la Luna era demasiado jugoso como para dejarlo escapar. Como golpe de efecto, los astronautas leyeron el inicio del Génesis en plena Nochebuena. La imagen es de una brutal belleza. Sin embargo, aquello también llevó a la activista atea Madalyn Murray O’Hair a presentar una denuncia por lo que consideró una vulneración de la constitucional separación entre religión y Estado. Por eso, cuando Buzz Aldrin comulgó en el módulo lunar del Apolo 11 antes de descender al Mar de la Tranquilidad, la NASA prefirió no darle publicidad. En 2010, el propio Aldrin escribió en sus memorias que quizá no había sido lo correcto, pues «habíamos venido al espacio en nombre de toda la humanidad, ya fueran cristianos, judíos, musulmanes, animistas, agnósticos o ateos». Sin embargo, reconocía que, en aquel momento, «no podía pensar en una mejor manera de reconocer la experiencia del Apolo 11 que dando gracias a Dios».

Cuando faltan las palabras


La experiencia de poner el pie en nuestro satélite es tan extrema, tan diferente a todo, que las palabras parecen quedarse cortas. Hay quien piensa que la aparente falta de épica que a veces parece acompañar a los «apolos», que pierden su condición de superhéroes cuando se les tiene cerca y son, en general, de una humildad y una cercanía extremas, se debe a que hasta ahora ningún literato ha estado allí. Quizá el caso más extremo sea el de Neil Armstrong quien, por méritos propios, ha visto su nombre tallado en el mármol de la historia. Como muestra la película «First Man», era una persona introvertida, extremadamente profesional, alguien de pocas palabras y que se concentraba hasta el extremo en la realización de sus tareas. Todo lo contrario de un Aldrin siempre impaciente por atraer los focos, y que es, con mucho, el astronauta que más rendimiento ha sacado de su experiencia, incluido un cameo en la saga «Transformers» en la que el mismísimo Optimus Prime le saluda de viajero espacial a viajero espacial.

Los fantasmas de Aldrin
El ambicioso Aldrin parecía el llamado a ser el comandante del Apolo 11. Y, sin embargo, al final la NASA optó por el discreto, inmutable y fiable Armstrong para ese puesto. Con toda probabilidad, buscaban a alguien que ofreciera seguridad en un viaje en el que había muchas más cosas que pudieran salir mal de lo que alcanzaba la imaginación. Y también puede que influyesen los antecedentes familiares de Aldrin, marcados por la depresión y el alcoholismo, males que se cebaron también en él tras su regreso triunfal. Su propia madre, que se apellidaba de soltera Moon («Luna», en inglés), se había suicidado meses antes abrumada por la angustia de que su hijo pudiera seguir los pasos de los astronautas del Apolo 1, achicharrados en tierra en un accidente en el interior de la cabina. La aventura espacial pasó a Aldrin una factura tan terrible que no es extraño que haya llegado, incluso, a utilizar los puños contra los conspiranoicos que en alguna de sus apariciones le acusan de formar parte de un gran engaño.

Un trabajo temporal
Son sólo doce las personas que han caminado sobre la Luna, de las cuales aún viven cuatro. Y a diferencia de lo que sucedió con los cosmonautas, a quienes la URSS acogió como héroes, levantó estatuas (hasta la perrita Laika la tiene) y se ocupó de garantizarles el sustento, los «apolos» recibieron su salario y luego tuvieron que ganarse la vida como mejor se les diera. Walter Cunningham, del Apolo 7, reveló en el reciente festival Starmus celebrado en Suiza que por los once días que pasó en la misión le pagaron un total de 660 dólares, que no parece una cantidad estratosférica para un héroe, ni siquiera en 1968. Eso sí, tres años después abandonó la NASA y se dedicó a trabajar en la iniciativa privada, donde le fue mucho mejor que viajando por el espacio.

Ganarse la vida tras la Luna
Por eso, las vidas posteriores de los «apolo» son fiel reflejo de la variedad de la condición humana. Hay algunas coincidencias, como que muchos de ellos rompieron sus matrimonios al volver. Alan Bean se convirtió en un cotizado pintor de temas espaciales cuyos cuadros llegan a incorporar polvo lunar rescatado de sus insignias (polvo que, por cierto, causó alergia a varios). Edgar Mitchell y James Irwin declararon haber sentido la presencia de Dios, pero mientras al primero le dio por el esoterismo, el segundo se convirtió en un fundamentalista que se ha entregado a misiones como la búsqueda del arca de Noé. En esa onda también habría que incluir a Charlie Duke quien, tras convertirse en empresario cervecero, se consagró a dirigir una congregación junto con su esposa. Y, en el otro lado, el materialismo de David Scott, que organizó una empresa para rentabilizar sus autógrafos que levantó una oleada de críticas (aunque luego fue imitado por otros de sus compañeros).

Lo que hay que tener
Sin embargo, quizá la mejor forma de terminar este artículo sea recordar la cena que Garik Israelian, director y fundador del festival Starmus, que en su primera edición de 2011 se celebró en Canarias, ha recordado en varias ocasiones, cuando juntó a Armstrong (quien nunca respondía a preguntas sobre su viaje a la Luna), Lovell y Leónov. En un momento determinado, otro organizador del certamen, el músico de Queen Brian May, preguntó sorpresivamente a Armstrong por lo que había sentido al caminar sobre la Luna. Y esta vez, de forma sorprendente, y tras unos segundos de silencio, el interpelado comenzó a hablar. Fue el inicio de una larga conversación en la que los tres astronautas se intercambiaron experiencias y abordaron como nunca antes, y nunca después, lo que les unía y nadie más podía entender. La discreción de todos los presentes seguramente hará que nunca sepamos lo que dijeron, pero algo nos dice que en ese momento sí que fluyeron las palabras para describir a unos héroes que tenían lo que había que tener: humanidad.

https://www.abc.es/ciencia/abci-alc...11-tras-volver-luna-201907200634_noticia.html
 
Un antioxidante del vino tinto podría proteger la salud de los astronautas
El resveratrol preserva sustancialmente la masa muscular y la fuerza en ratas expuestas a los efectos de desgaste de la gravedad simulada de Marte
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@abc_salud
Madrid Actualizado:18/07/2019 17:37h

Marte está a unos 9 meses de la Tierra con la tecnología de actual. Y, a medida que la carrera espacial avanza, los investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU.) se preguntan: ¿cómo nos aseguramos de que los astronautas puedan mantenerse en pie cuando lleguen a marte? La respuesta puede estar en el vino tinto o, al menos en un compuesto del mismo.

Publicado en «Frontiers in Physiology», su estudio muestra que el resveratrol preserva sustancialmente la masa muscular y la fuerza en un modelo de ratas expuestas a los efectos de desgaste de la gravedad simulada de Marte.

En el espacio, sin gravedad, los músculos y los huesos se debilitan. «Después de solo 3 semanas en el espacio, el músculo sóleo humano se reduce en un tercio», explica Marie Mortreux, autora principal del estudio financiado por la NASA en el laboratorio del Dr. Seward Rutkove, del Centro Médico Beth Israel Deaconess de Harvard. «Esto se acompaña de una pérdida de fibras musculares de contracción lenta, que son necesarias para la resistencia».
En el espacio, sin gravedad, los músculos y los huesos se debilitan. «Después de solo 3 semanas en el espacio, el músculo sóleo humano se reduce en un tercio
Para permitir que los astronautas puedan operar de manera segura en largas misiones a Marte, cuya fuerza gravitacional es solo el 40% de la de la Tierra, se necesitarán estrategias que mitiguen este proceso para evitar el desajuste de los músculos.

«Las estrategias dietéticas podrían ser clave -destaca Mortreux-, especialmente porque los astronautas que viajan a Marte no tendrán acceso al tipo de máquinas de ejercicio desplegadas en la estación espacial internacional».

Y un posible candidato es el componente del vino tinto, el resveratrol, un compuesto que se encuentra comúnmente en la piel de la uva y en los arándanos y que se ha investigado ampliamente por sus efectos antiinflamatorios, antioxidantes y antidiabéticos.

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Marie Morteux - Archivo
«Se ha demostrado que el resveratrol conserva la masa ósea y muscular en ratas en ratas sometidas a una gravedad simulada durante el vuelo espacial. Por lo tanto, la hipótesis es que una dosis diaria moderada ayudaría a mitigar el deterioro del músculo».

Ratas a marte
Para imitar la gravedad de Marte, los investigadores utilizaron un enfoque desarrollado por primera vez en ratones por Mary Bouxsein en el centro Beth Israel Deaconess, en el que a las ratas se les colocó un arnés de cuerpo completo y se las suspendió con una cadena desde el techo de su jaula.

Así, 24 ratas macho fueron expuestas a carga normal (Tierra) o carga del 40% (Marte) durante 14 días. En cada grupo, la mitad recibió resveratrol (150 mg / kg / día) disuelta en agua; las demás solo tomaban agua.

Los investigadores midieron semanalmente la circunferencia de la pantorrilla y la fuerza de agarre de la pata delantera y trasera y, a los 14 días, se analizaron los músculos de la pantorrilla.

Las estrategias dietéticas podrían ser clave, especialmente porque los astronautas que viajan a Marte no tendrán acceso al tipo de máquinas de ejercicio desplegadas en la estación espacial internacional
Los resultados fueron impresionantes. Como se esperaba, la gravedad de 'Marte' debilitó el agarre de las ratas y redujo la circunferencia de su pantorrilla, el peso muscular y el contenido de fibra de contracción lenta.

Pero, sorprendentemente, los suplementos con resveratrol preservaron, casi de forma total, el agarre de la pata delantera y trasera en las ‘ratas Marte’, al mismo nivel que las ratas normales.

Además, el resveratrol protegió completamente la masa muscular (sóleo y gastrocnemio) en las ratas Marte y, en particular, redujo la pérdida de fibras musculares de contracción lenta. Sin embargo, la protección no fue completa: el suplemento no rescató por completo el promedio de las secciones transversales de las fibras del sóleo y del gastrocnemio, o la circunferencia de la pantorrilla.

Los efectos antiinflamatorios del resveratrol también podrían ayudar a conservar los músculos y los huesos, y se están utilizando otras fuentes de antioxidantes, como las ciruelas secas, para probar esta teoría
¿Cómo funciona? Las investigaciones previas realizadas sobre el resveratrol pueden explicar estos hallazgos, afirma Mortreux. «El tratamiento con resveratrol promueve el crecimiento muscular en animales diabéticos al aumentar la sensibilidad a la insulina y la captación de glucosa en las fibras musculares. Esto es importante para los astronautas, que se sabe que desarrollan una sensibilidad reducida a la insulina durante el vuelo espacial».

Agrega Mortreux que los efectos antiinflamatorios del resveratrol también podrían ayudar a conservar los músculos y los huesos, y se están utilizando otras fuentes de antioxidantes, como las ciruelas secas, para probar esta teoría.

«Se necesitan más estudios para explorar los mecanismos involucrados, así como los efectos de diferentes dosis de resveratrol (hasta 700 mg / kg / día) tanto en hombres como en mujeres. Además, será importante confirmar la ausencia de interacciones potencialmente dañinas’ de resveratrol con otros fármacos administrados a los astronautas durante las misiones espaciales», concluye.

En cualquier caso, ¿a quién no le apetece beber una copa de vino en Marte?
https://www.abc.es/salud/enfermedad...r-salud-astronautas-201907181618_noticia.html
 
[En directo] La sonda Progress 73 llega a la Estación Espacial Internacional

El objetivo de esta misión es poder entregar varios suministros a Cosmodrome
REDACCIÓN
31/07/2019 16:50


La nave de carga Progress 73, que se ha lanzado este mediodía desde la b ase rusa en Baikonur de Cosmodrome, llega a la Estación Espacial Internacional.
https://www.lavanguardia.com/tecnol...acional-cosmodrome-directo-video-seo-ext.html
 
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