La Carrera Espacial

PROYECTO WESTFORD
El peligroso plan de EE.UU. para crear un anillo de agujas de metal en la órbita de la Tierra
En 1963 lanzó 350 millones de filamentos de cobre para facilitar las comunicaciones en caso de ataque soviético. Hoy muchas de ellas forman parte de la basura espacial y son una amenaza.

SeguirGonzalo López Sánchez@GonzaloSyldavia
Actualizado:01/08/2019 10:09h
¿Por qué los soviéticos no llegaron a la Luna?

A comienzos de los sesenta las comunicaciones transoceánicas dependían fundamentalmente de cables tendidos en el fondo marino. Por eso, al igual que ocurre hoy con los satélites, se pensaba que serían un objetivo prioritario en caso de guerra. Solo existía una alternativa: se podía hacer rebotar las ondas de radio contra la ionosfera de la Tierra para hacerlas llegar lejos. El problema es que las tormentas solares podían interrumpir las comunicaciones cada cierto tiempo.

El mundo vivía el apogeo de la Guerra Fría, así que los estrategas estadounidenses estaban preocupados ante la fragilidad de sus comunicaciones transoceánicas. Por ello, al mismo tiempo que se hacían decenas de ensayos nucleares, contaminando el planeta y causando miles de casos de cáncer, los planificadores tuvieron una nueva idea. ¿Por qué no crear un anillo de metal alrededor de la Tierra para facilitar las comunicaciones? Bastaría con sembrar el espacio con cientos de millones de agujas de cobre que funcionasen como antenas. Corría el año 1958 y acababa de nacer el proyecto Westford.

A ninguno de los planificadores le pareció una mala idea llenar la órbita de la Tierra de pequeños proyectiles de metal. Sencillamente, la amenaza del comunismo era más acuciante. Además, por entonces el espacio parecía un lugar muy amplio: a finales de los cincuenta solo se habían lanzado un puñado de satélites y Yuri Gagarin todavía no había surcado la órbita. ¿Qué podía salir mal?


En azul, órbitas de los 40 bloques de agujas del proyecto Westford que aún quedan en el espacio y que se monitorizan desde la Tierra - stuffin.space
El plan comenzó en 1958, cuando la Fuerza Aérea de Estados Unidos y el Departamento de Defensa le encargaron al laboratorio Lincoln, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), crear un sistema de comunicaciones de largo alcance. La localidad de Westford, próxima a las instalaciones del laboratorio, bautizó el proyecto.

500 millones de agujas en el cielo
La solución propuesta, ideada por Walter E. Morrow y Harold Meyer, consistió en lanzar al espacio cientos de millones de finas agujas de cobre, de 1,78 centímetros de largo y cerca de 20 micras de diámetro (cuatro veces menos que el grosor de un cabello humano) para que el metal actuase como dipolo y facilitase la transmisión de ondas de radio de 8 GHz.

El proyecto requirió también emplear antenas de alta ganancia y transmisores de alta potencia para enviar y recibir las señales, a través de las agujas. Además, estaba previsto poner en órbita unos 20 kg de filamentos con cada lanzamiento de cohete y que pasados unos años el viento solar los empujase de vuelta a la Tierra.

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Walter E. Morrow, creador del proyecto de las agujas de Westford - MIT
La idea se intentó poner en práctica el 21 de octubre de 1961. Los estadounidenses lanzaron un dispensador metálico cargado con 480 millones de agujas a bordo de un misil Atlas-Agena, pero hubo un fallo y la carga no se desplegó. Nunca quedó muy claro cuál fue el destino de las agujas lanzadas.

Pero el proyecto Westford siguió adelante. En aquel momento, la paz pendía de un hilo. Los años 1961 y 1962, en el que se produjo la crisis de los misiles cubanos, presenciaron cerca de 200 ensayos de explosiones de bombas atómicas.

A pesar de todo, un grupo de astrónomos británicos, con el apoyo de la Royal Astronomy Society, protestó enérgicamente, ante el temor de que las agujas dificultasen las observaciones astronómicas. El diario soviético Pravda acusó a Estados Unidos de «ensuciar el espacio».

Después de una serie de reuniones secretas de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, la administración de Kennedy buscó una solución de compromiso. Las agujas se desplegarían en una órbita baja, de forma que reentrasen en la atmósfera pasados unos años, y prometieron no hacer nuevos lanzamientos hasta que no se analizasen los resultados del anterior.

Éxito en las comunicaciones
El 9 de mayo de 1963 EEUU volvió a hacer un lanzamiento. Esta vez se logró poner en órbita unas 350 millones de agujas a una altura de 3.500 kilómetros, en una banda que cruzó el polo norte y el polo sur. A continuación, se llevaron a cabo los ensayos de telecomunicaciones. Su resultado fue un éxito: se logró hacer conexiones por voz y enviar teletipos entre California y Massachusetss. Sin embargo, en seguida las agujas se dispersaron y la calidad de las transmisiones cayó en picado.

«La ionosfera artificial –escribió S. David Pursglove en "Radio-TV Experimenter"– por primera vez hará posible la televisión y radiocomunicación fiable, de alta calidad y de bajo coste entre dos puntos cualesquiera sobre la Tierra».

Sin embargo, no todo el mundo se mostró tan optimista. La naturaleza militar y casi secreta del proyecto llevó al famoso astrónomo británico Sir Bernard Lovell a declarar: «El daño no solo reside en el experimento en sí, sino también en la actitud que lo ha hecho posible, sin salvaguardas ni acuerdo internacional». De hecho, el año anterior Estados Unidos había sorprendido al mundo con la mayor explosión nuclear en el espacio, en la prueba Starfish Prime, y ya se había cosechado mala fama.

La reacción internacional
Varios grupos de científicos, entre ellos la Unión Astronómica Internacional (IAU) y el Comité de Investigación Espacial (COSPAR), demandaron participar y tener acceso a los detalles de los experimentos. Finalmente, se llegó a un acuerdo que garantizó que los científicos participasen en la evaluación y planificación de proyectos en el espacio exterior.

El asunto llegó hasta naciones Unidas, donde el embajador de EEUU, Adlai Stevenson, defendió el proyecto.

Finalmente, el acuerdo entre los científicos y Estados Unidos para el proyecto Westford entró en el Tratado del Espacio Exterior, ratificado en 1967, que estaba diseñado para luchar contra la militarización y la degradación del espacio. Según este marco, ningún país puede reclamar el espacio o algún cuerpo celeste, todos deben comprometerse a no contaminarlo y son responsables de cualquier daño causado, entre otras cosas. Además, se prohibe el despliegue de armas de destrucción masiva y de bases militares y se considera a los astronautas como «enviados de la humanidad» que deben prestarse ayuda mutuamente.

Miles de agujas siguen en el espacio
Y, ¿qué fue de las agujas? Tal como estaba previsto, muchas de las que se lanzaron en 1963 reentraron en la atmósfera y quedaron acumuladas en el hielo de los polos. Pero un número indeterminado de ellas se quedó en el espacio y todavía permanece ahí, convertidas en pequeños proyectiles que viajan a decenas de miles de kilómetros por hora.

A causa de un fallo de diseño, algunas agujas se unieron y formaron pequeños bloques en el vacío. Según un informe publicado para la Agencia Espacial Europea (ESA) en 2001, estos bloques tienen la capacidad de permanecer en la órbita durante décadas. De hecho, hoy en día la Oficina del Programa de Residuos Orbitales de la NASA controla hasta 40 bloques de agujas, que forman parte de la vasta fauna de basura espacial que la carrera espacial ha sembrado en la órbita del planeta ( en la web «stuff in space» puede observarse su trayectoria). Además, el informe de la ESA sugiere que deben existir miles de agujas más imposibles de detectar.

Poco después del segundo lanzamiento comenzaron a lanzarse los satélites para comunicaciones militares, con lo que las agujas quedaron sumidas en el olvido. El laboratorio Lincoln, que ideó el proyecto, se convirtió en un contratista clave para el desarrollo de satélites militares y recibió el encargo de vigilar las agujas que había lanzado. La Guerra Fría continuó su curso pero, en parte gracias al proyecto Westford, el espacio comenzó a verse como un patrimonio de la humanidad que había que proteger.
https://www.abc.es/ciencia/abci-pel...metal-orbita-tierra-201907312039_noticia.html
 
Adiós a Luis Ruiz de Gopegui, el español que 'pisó' la Luna
Actualizado Jueves, 8 agosto 2019 - 12:53
Este físico madrileño fue director de la Estación de Seguimiento de Fresnedillas que la NASA utilizó para apoyar la misión del Apolo XI. Fue el hombre de la agencia espacial en España durante décadas

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ANTONIO HEREDIA
Los españoles que aguardaron horas delante del televisor a que Neil Armstrong pisara la Luna el 21 de julio de 1969 creían que el compatriota que más cerca estaba de semejante acontecimiento histórico era Jesús Hermida, locutor de la gesta del Apolo para TVE desde Estados Unidos. Pero no era así. Nuestro pionero en el espacio aquella jornada de insomnio era el físico Luis Ruiz de Gopegui, director de la Estación de Seguimiento de Fresnedillas, en la sierra de Madrid, que la NASA utilizó como apoyo de la misión. Al mando de un equipo de 200 personas este español sirvió de puente entre el Apolo XI y la sede central de Houston.

Pocos sufrieron como él el silencio de 30 segundos siguiente al grito de Armstrong cuando detectó la luz roja de su cabina de mandos centellear. Era una falsa alarma. Luego llegó la angustia del regreso. Pero al final, la pericia de ingenieros y astronautas permitió un final feliz.

Ruiz de Gopegui, fallecido el martes, trabajó para la agencia norteamericana en muchos de sus grandes hitos, en una carrera con la Unión Soviética que se convirtió en una época dorada, aún no repetida, para la investigación espacial. En su currículum está el programa Apolo, Skylab, Apolo-Soyuz y los primeros vuelos del Trasbordor espacial. En la década de los 80 y 90 fuedirector de los programas de la NASA en España.

Este físico madrileño nacido en 1929 realizó el doctorado en la Universidad de Barcelona y cursó un máster de Ingeniería electrónica en Stanford. En su carrera previa a la NASA trabajó para el Consejo de Investigaciones Científicas y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial.

Su prestigio profesional le valió una gran cantidad de reconocimientos. En 1986 se le concedió la Cruz del Mérito Aeronáutico de Primera Clase. Publicó muchos libros de divulgación científica y fue un asiduo y siempre amable colaborador con los medios de comunicación, entre los que está este periódico. Lo hacía siempre con entusiasmo, daba igual su edad, la misión era contagiar su amor por el espacio.
https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2019/08/08/5d4bfab9fc6c83830d8b4588.html
 
La NASA confirma que la Gran Mancha Roja de Júpiter sigue menguando
El Hubble ha tomado una nueva fotografía del gigante gaseoso para estudiar su atmósfera
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SeguirGonzalo López Sánchez@GonzaloSyldavia
Madrid
Actualizado:09/08/2019 20:59h
La Gran Mancha Roja de Júpiter, vista como nunca
Si tiene oportunidad estas noches, levante la vista hacia el cielo. Con el permiso de la Luna, el punto más brillante que verá será Júpiter, el gigantesco planeta gaseoso. Lo de gigantesco no es un decir: no es solo que dentro de Júpiter quepan 1.300 tierras, es que además es muy masivo; él solo «pesa» más que 2,5 veces la suma de todos los siete planetas restantes. De hecho, es tan masivo que el baricentro con el Sol, el centro de masas alrededor del que giran ambos, está fuera de la superficie de la estrella. Quizás por eso no sorprenda que alrededor de Júpiter haya al menos 79 satélites, un auténtico sistema solar en miniatura.

Júpiter es un planeta bien estudiado pero que aún esconde muchos secretos. Por ejemplo, no se sabe si en su interior hay un núcleo de hielo y roca o no. También resulta muy interesante estudiar su atmósfera, la mayor de todo el sistema solar, y que no parece tener límites claros con el interior líquido del planeta. Allí, la rápida rotación de Júpiter (a pesar de su tamaño, sus días apenas duran 9,8 horas) genera bandas de distintos gases (hidrógeno, helio, metano o amoniaco) que aparecen y desaparecen. Además, esta atmósfera de vientos de hasta 640 km/h genera tormentas, vórtices, rayos y auroras. Y todo en un entorno gélido, cuya temperatura media es de -108ºC.

Y en el mundo joviano hay todavía más cosas decomunales: como la Gran Mancha Roja, un anticiclón tan grande como la Tierra y que se observó por primera vez en el siglo XVII. Se sospecha que podría tener 380 años y, desde que se tiene conocimiento de ella, se ha visto qué está menguando en superficie y aumentando en altura. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Lo que sí parece claro es que si esta tormenta lleva viviendo tanto tiempo es porque no hay una superficie planetaria que produzca fricción, como ocurre en la Tierra.

ha vuelto a confirmar cómo la gran mancha no será tan impresionante en un futuro, porque está menguando. Los espejos del telescopio, capaces de mirar hasta en las profundidades del Universo, han revelado una rica paleta de colores, propia de un gran artista, que son también todo un tesoro para comprender la atmósfera joviana.

Esas coloridas bandas aparecen porque se forman nubes de amoniaco de distinto grosor y altura: las más claras son más altas y las más oscuras, más bajas. Las diferencias de presión hacen que se muevan en direcciones opuestas.

De hecho, en la Gran Mancha Roja, que gira en sentido antihorario, se observa cómo dos bandas que se mueven en dirección contraria convergen y alimentan esta depresión.

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Se cree que la Gran Mancha Roja tiene forma de torre y que alcanza una altura de cinco kilómetros más que las nubes de alrededor. Al sur de este anticiclón, y de sus altas presiones, hay un ciclón, un vórtice de bajas presiones que gira en dirección opuesta.

Estas últimas imágenes son la «última entrega» del programa OPAL (de « Outer Planets Atmospheres Legacy»), cuyo objetivo es tomar fotografías de los planetas gaseosos, anualmente, para examinar cambios en tormentas, vientos y nubes. Estas observaciones proseguirán hasta que el Hubble deje de funcionar, en la década de los veinte.

La última instantánea fue tomada por la Cámara de Campo Ancho número 3 del Hubble, cuando Júpiter estaba a una distancia de 644 millones de kilómetros de la Tierra y se situaba casi en la posición opuesta al Sol en el cielo.

https://www.abc.es/ciencia/abci-nas...ter-sigue-menguando-201908091958_noticia.html
 
Mientras se comete en el planeta Biocidio en El Amazonas, es más importante agotar la materia prima en la Tierra y empobrecerla más y generar mucha pobreza en muchos países por la chulería de viajar a la Luna.

Para qué?, Para ver quien la tiene mas larga.
Estamos ante una corrupción mundial y un hijoputismo de órdago .

La pelicula Avatar se adelantó a contarnos lo q estaba por llegar.
 
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