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Lo siento, no he podido pasar del párrafo que habla de la falta de pluralidad de los medios de comunicación españoles (ecosistema donde cohabitan, por ejemplo Marhuenda, Jimenez Losantos, Inda, Gabilondo y Ferreras, por hablar de gente conocida) y de los niveles de lectura, estadísticas en las que sin duda se incluye a los catalanes. A partir de ahí una lectura en diagonal me ha acabado de convencer: este artículo no merece ni un minuto de atención.
Pues yo sí me lo he leido con detenimiento, es tan interesante como cabe esperar de toda la literatura indepe y de su teología.
Le resumo: en primer lugar el autor toma la parte por el todo haciendo colar a Cataluña, a toda Cataluña, como escaparate de las teorías indepes subyacentes y esto sin ningún disimulo, lo que revela más o menos la dimensión de la jeta del autor y del dinero que se embolsa. Y dice el buen hombre que Cataluña no es racista y que nunca ha buscado ser étnicamente pura, lo cual es radicalmente falso, y lo justifica porque muchos extremeños han ido a buscarse los garbanzos. Y hasta murcianos ha ido, jatetú, y aunque Carles Sentís y Pomepu Gener haya existidon y haya dejado una obra escrita aterradora, con ignorar sus causas y sus efectos se liquida alegremente el asunto y aquí paz y después gloria. Ergo, dice, el racismo no existió y el esencialismo queda descartado. Magia.
Y ahora es cuando después de los vómitos vienen las risas, porque descartado también el esencialismo, se despacha y se emplea a fondo este caradura en describir Cataluña como un país excelente, superior, laborioso, progresista, avanzado, culto y luminoso, mientras que España es fachafranco, fachafranco y fachafranco.
Luego dicen no ser racistas, hay que joderse. Acabáramos.