En la sociedad contemporánea, existe una clara jerarquía de los afectos en la que las relaciones de pareja ocupan un lugar privilegiado. Esta preferencia se refleja en la glorificación del amor romántico y la formación de familias como el máximo ideal de realización personal. Mientras tanto, las amistades y otras conexiones afectivas suelen quedar relegadas a un segundo plano, pasando desapercibidas frente al resplandor de las relaciones románticas. Un ejemplo cotidiano de esta dinámica se observa en eventos sociales como cumpleaños, donde los amigos suelen aparecer acompañados de sus parejas sin siquiera preguntar, mientras que si estos aparecieran con otro amigo o incluso a un familiar cercano podría ser considerado inapropiado. Esta diferencia en el tratamiento de las relaciones revela cómo la sociedad otorga un estatus especial a las parejas, considerándolas como una validación social y una medida de éxito en la vida.