HILO SOBRE CULTURA JAPONESA

Como en este foro predominan las mujeres, les hablaré de las brochas japonesas, las famosas "yachiyo", estas brochas eran utilizadas por los actores en el Kabuki, (teatro japonés), en la película "Memorias de una geisha" aparecen algunas imágenes de la protagonista maquillando su rostro con una de ellas. La particularidad de estas brochas es su excepcional suavidad, están realizadas con pelo de cabra y el mango de alguna de ellas se hace con una planta trepadora llamada wisteria. Los japoneses dominan el arte del maquillaje, solamente hay que ver la exquisitez con que adornan su cara las geishas. En la actualidad estas brochas se emplean para aplicar el colorete y los iluminadores, puedo asegurarles que son perfectas para ello. Me ha parecido oportuno contarles esto, ya que, como he dicho, el maquillaje forma parte de la cultura de Japón y estas brochas son magníficas, es especial trabajar con ellas. Saludos
 
Templos recónditos de Japón

Por: L. Pejenaute / J. Galán

http://blogs.elpais.com/rumbo-al-este/2013/06/templos-reconditos-de-japon.html





Cuando Japón quiere cerrarse a los visitantes, se crean los trámites. Si no, cómo explicar que para entrar en Saihōji, comúnmente conocido como Kokedera o templo del musgo, sea necesario avisar con hasta dos semanas de antelación para recibir una invitación. El plazo se debe, más que nada, al servicio de correos nipón. Porque para solicitar una de las limitadas plazas diarias hay que enviar una postal al templo informando del nombre, edad, profesión, y fecha de quien desee visitarles. Y no en una postal cualquiera, sino en una doble que, de cumplir los requisitos, será devuelta a una dirección postal japonesa con una invitación pegada que se debe entregar el día de la visita. Por si la antelación y la necesidad de que el alojamiento guarde y entregue la postal no son suficientes, hay que pagar 3.000 yenes (24 euros) por entrar.




Los trámites y el dinero tampoco bastan para entrar en este recinto patrimonio de la humanidad. Sus habitantes exigen, además, que se copie una oración, un sutra interminable de tamaño A3 que espera a los visitantes enmarcado en la pared. Cientos y cientos de caracteres japoneses dispuestos a ser transcritos con pincel y tinta. Aunque incluso para los visitantes nacionales resulta tedioso, el significado se encuentra al completar esta tarea. Porque, además de la oración, se debe escribir un deseo. Un solo deseo, remarcan los monjes. Tú, papel, tinta y un pincel que caracolea en tu cabeza durante una hora larga hasta atrapar lo que más anhelas, lo que realmente quieres; una reflexión a fondo convertida en un ejercicio de meditación sentada en el suelo. Y después de la prueba, el musgo. Un paseo a través del templo en el que te acabas preguntando si, a pesar de la trascendente reflexión del principio, Kokedera no se ha rodeado de misterio para subir su caché en Kyoto, una ciudad tan plagada de templos como de visitantes.

Porque las dificultades para acceder al templo del musgo son culpa de sus moradores, ya que llegar no deja de ser fácil en un autobús urbano desde el centro de Kyoto. En cambio, lo arduo de alcanzar el monte Kōyasan (monte Kōya) no se le puede recriminar – aún – a nadie. Porque quien comenzó a levantar edificios en esta llanura elevada sobre una montaña lleva muerto desde el año 835. Kōbō-Daishi, el santo budista que al parecer será el único que sepa traducir para los humanos el mensaje del Buda Miroku cuando este regrese a la Tierra, sigue meditando allí –y decimos “meditando”, no enterrado-. Y para no perderse el sermón, todo budista japonés que se precie se ha reservado un trozo de subsuelo guardando una parte de sí, por lo menos un mechón de pelo. ¿El resultado? Un cementerio, el de Oku-no-in, que se alarga más de dos kilómetros cruzado por la mitad por caminos en los que es imposible no desviarse atraído por las tumbas que se internan en el bosque.



Pero las peripecias para llegar a este paseo, tan inquietante como placentero, son en sí mismas un descubrimiento. Desde Nara, la hermana pequeña de Kyoto, y sin coche propio, el acceso se las trae. Hay que coger dos líneas de tren, la última de las cuales comienza a arañar las montañas bordeando vertiginosos precipicios. Cuando la pendiente es demasiada para un vagón, hay que cambiarlo por un funicular que culebrea por la falda de una de las ocho montañas que rodean la planicie de Kōyasan. Y al llegar a la estación, montarse en un autobús por una carretera que, de no conocerse el conductor, te llevaría rápidamente al inicio… pendiente abajo. Más de cuatro horas de viaje para llegar a retroceder a un tiempo que cuelga de tumbas tan antiguas que han llegado a ver cómo cedros centenarios les caían encima y las derruían.
Como en otros lugares sagrados japoneses, la variedad atesora el encanto. Aquí predomina el color gris-piedra-lápida y el verde-liquen-impregnado. No faltan, claro, las ofrendas en forma de latas de cerveza abiertas ni los montones de cantos, solo que en este lugar se trata también de diferenciarse incluso en algo tan ecuánime como la muerte. No se puede hablar del cementerio sin mencionar lo más estrambótico: la tumba-cohete espacial o los sepulcrospatrocinados por marcas de electrodomésticos de mármol reluciente. Pero el Kōyasan con el que te quedas es el de los infinitos detalles: miles de lápidas que solo se diferencian por lo picada que está la piedra, de pedestales en los que meter velas, de pequeños recintos cerrados que ocupan linajes, de nichos donde la maleza borró los nombres de sus ocupantes hace mucho, mucho tiempo. Todo esto en las faldas de una montaña, en el lugar y la orientación que el terreno permitía, sin importar que al lado haya una montaña de figurillas de varios metros o un tronco hueco cuyas raíces destrozan en su avance todo lo que encuentren. Un zapping ilimitado en versión tan lúgubre como armoniosa.

Para quien es ajeno a las creencias budistas cobra más fuerza la masa de gente anónima indistinguible que el propio lugar donde reposa el santo budista. Al final del cementerio varios edificios majestuosos dejan claro que estás penetrando en uno de los lugares más sagrados de Japón. Una vez sopesado el peso de una piedra que, se dice, es más ligera cuanto más pura es el alma de quien la eleva (tenemos que reconocer que el pedrusco pesaba lo suyo) se llega a Gobyo. Aquí es donde Kōbō-Daishi entró en un estado de eterna meditación hace 1.200 años, y se supone que aquí sigue. Los concienzudos monjes enceran el suelo hasta ir resbalándose ellos mismos cuando pasan en pos de su ruidosa aspiradora. Ni una mota de polvo se les escapa, y es difícil, teniendo en cuenta que en el mausoleo subterráneo donde reposa el santo hay miles y miles de figurillas alineadas en las paredes.

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El complejo monástico de Kōyasan es mucho más que este cementerio. Más de un centenar de templos se ocupan, desde lo alto de estas montañas, de ser dignos cuarteles de la Escuela Shingon de Budismo Esotérico. De entre ellos, el más fotografiado es Dai-tō, en la imagen de la izquierda, con su gigantesco Buda dorado rodeado de cuatro guardianes. Se dice que esta gigantesca pagoda es el centro de la flor de loto formada por los ocho picos que rodean Koya-san.

Aunque para nosotros, Oku-no-in por sí solo compensaría las dificultades de acceso. Como ir y volver en el día es una paliza, es normal que la pereza de retornar al ciclo de autobús, funicular y trenes lleve a alojarse en alguna de la multitud de opciones tradicionales que ofrecen los monjes. De esta manera se puede incluso volver de noche al cementerio, cuando la niebla lo envuelve, si uno se atreve. Hay dos kilómetros nocturnos en los que aterrarse.


 
Koya-san es una maravilla. Pero en efecto, hay muchos templos en Japòn donde lo menos que se puede decir es que los visitantes no son muy bien recibidos. Uno va, paga la entrada....para encontrarse con que el acceso a casi todas las dependencias està màs que restringido. Lo que no està cerrado, no se puede ver; hay templos donde se entra para encontrarse con que la mayor parte de sus pabellones estàn cerrados al pùblico. Sin màs explicaciones. Un paseìto por el jardìn, y gracias.

Me parece muy bien, si no quieren dar acceso al pùblico. Pero, en ese caso, no se hace pagar entrada. O simplemente, no se abren al pùblico ciertos lugares. Porque jardines los hay estupendos, en Japòn, y a veces uno no se molestarìa en buscar ciertos templos, para encontrarse con que todo lo que se puede hacer es dar un paseìto por una pequenya parte del jardìn, y ver los pabellones desde fuera.

Me gustò mucho Japòn, y si puedo, volverè. Pero la pròxima vez, me informarè mejor sobre los lugares donde realmente se puede ver algo.
 
Buenas noches, no me he leído todo el hilo, pero siempre me he preguntado cuál es el origen de su querencia o apego por minimizar la Naturaleza.

Desde los pies de las mujeres hasta los árboles.

Gracias.

Edito; cuando hablo de minimizar no lo hago subestimando, sino en el sentido de pasarlo a minúsculo, pero no por ello menos importante.
 
Precisamente las cosas pequeñas son lo que más me gusta de la cultura japonesa: los inro, estuches portátiles con todo lo necesario para la escritura; los netsukes, las pequeñas esculturas que son obras de arte en miniatura, y, sobre todo, los haiku, o el arte de condensar la naturaleza en un breve poema de tres líneas.

Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.

Matsuo Basho
 
Gracias Ecumene, estoy de acuerdo contigo, incluso en la manera de distribuir e interiorizar sus casas.
Mi pregunta venía del porqué de ésto.
Quizás todo se deba al escaso espacio geográfico, pero los Países Bajos tienen escaso territorio en comparación con sus habitantes, y no tienden al reduccionismo.
 
Buenas noches, no me he leído todo el hilo, pero siempre me he preguntado cuál es el origen de su querencia o apego por minimizar la Naturaleza.

Desde los pies de las mujeres hasta los árboles.

Gracias.

Edito; cuando hablo de minimizar no lo hago subestimando, sino en el sentido de pasarlo a minúsculo, pero no por ello menos importante.

Perdona Tercera, pero lo de los pies son los chinos. Aunque desconozco si los japoneses lo practicaban también.

De todas formas tienes mucha razón con lo de su aficción por las cosas pequeñas.

En una tienda ,que visité hace tiempo, de productos japoneses me compré un platito pequeño. La dependienta me comentó que la gente los compraba para usarlos de jabonera, así que podeís haceros a la idea del tamaño, pero que los japoneses comían en esos platos porqué comían poca cantidad en comparación con nosotros.

Tenían un montón de material de escritorio en miniatura y sí, es algo muy curioso.

De hecho hasta que no he leido lo de los bonsais no me había dado cuenta de que parece una "obsesión nipona".
 
Perdona Tercera, pero lo de los pies son los chinos. Aunque desconozco si los japoneses lo practicaban también.

De todas formas tienes mucha razón con lo de su aficción por las cosas pequeñas.

En una tienda ,que visité hace tiempo, de productos japoneses me compré un platito pequeño. La dependienta me comentó que la gente los compraba para usarlos de jabonera, así que podeís haceros a la idea del tamaño, pero que los japoneses comían en esos platos porqué comían poca cantidad en comparación con nosotros.

Tenían un montón de material de escritorio en miniatura y sí, es algo muy curioso.

De hecho hasta que no he leido lo de los bonsais no me había dado cuenta de que parece una "obsesión nipona".


Estuvo usted en MUJI?

Hace tiempo una persona me dijo que el arte de los bonsais es una represion de la naturaleza. Nunca habia pensado en ello, la verdad, pero la opinion de esa persona me dejo muy pensativo al respecto. Quizas alguien mas ducho nos pueda dar una explicacion a este tema.
 
Como en este foro predominan las mujeres, les hablaré de las brochas japonesas, las famosas "yachiyo", estas brochas eran utilizadas por los actores en el Kabuki, (teatro japonés), en la película "Memorias de una geisha" aparecen algunas imágenes de la protagonista maquillando su rostro con una de ellas. La particularidad de estas brochas es su excepcional suavidad, están realizadas con pelo de cabra y el mango de alguna de ellas se hace con una planta trepadora llamada wisteria. Los japoneses dominan el arte del maquillaje, solamente hay que ver la exquisitez con que adornan su cara las geishas. En la actualidad estas brochas se emplean para aplicar el colorete y los iluminadores, puedo asegurarles que son perfectas para ello. Me ha parecido oportuno contarles esto, ya que, como he dicho, el maquillaje forma parte de la cultura de Japón y estas brochas son magníficas, es especial trabajar con ellas. Saludos
En este hilo se aprende mucho gracias por traerlo
 
Una vez vi una pelicula japonesa (2000?), llamada "Dreams", es un serie de cortometrajes muy bonitos y con ese toque de misterio y dureza nipona.
 
Coticompis, celebramos el Año Dual España-Japón , conmemorando el 400 aniversario de la llegada de una expedición japonesa de un Samurai a Sevilla. De hecho el príncipe heredero Naruhito vino a España la semana pasada por este motivo.

Dejo el link a la web por si os interesa ver las actividades , exposiciones etc commemorativas en ambos países.

http://www.spainjapanyear.jp/
 
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