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Sánchez y sus muertos
Contrasta la satisfacción de Sánchez, ese inflamado glugluteo, con el hecho de que España es el país con más víctimas mortales por número de habitantes.

2020-06-17
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Contrasta la satisfacción de Sánchez, ese inflamado glugluteo, con el hecho de que España es el país con más víctimas mortales por número de habitantes.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE
En un alarde inaudito de ego, suficiencia y narcisismo, Pedro Sánchez se ha jactado en el Congreso de haber salvado 450.000 vidas. Se desconoce de dónde saca tal cifra o qué clase de cálculos ha realizado para llegar a ella. Sólo se sabe que atribuye semejante dato a los efectos de su gestión en general y al estado de alarma en particular.
El presidente del Gobierno ha debido de perder todo contacto con la realidad, pues no de otro modo se puede explicar que se impute el superlativo mérito de que a día de hoy haya 450.000 vivos que si no fuera por él estarían muertos. Y más cuando el estado de alarma, la restricción de movimientos y la reclusión domiciliaria de la población no fueron medidas originales de su Gobierno, sino que llevaban semanas primero en China, luego en Italia y se aplicaron en Portugal dos días antes que aquí, con un número mucho menor de fallecidos y contagiados.
Contrasta la satisfacción de Sánchez, ese inflamado glugluteo, con el hecho de que España es el país con más víctimas mortales por número de habitantes, dato que se sustancia en los más de treinta mil muertos que tirando por lo bajo se ha cobrado el coronavirus. Hace más de una semana que las autoridades sanitarias que dependen de ese autoproclamado salvavidas no actualizan las cifras de fallecidos, de modo que el contador se ha quedado en los 27.000 muertos, pero nadie se cree fuera de nuestro país que esa sea una cantidad que responda ni remotamente a la realidad.


El Gobierno de Sánchez actuó tarde frente a la epidemia. Las declaraciones de Salvador Illa y de Fernando Simón durante enero, febrero y buena parte del mes de marzo demuestran que se despreció la gravedad de la enfermedad, que se relativizaron sus efectos. Simón, por ejemplo, llegó a decir que España no tendría "más allá de algún caso diagnosticado". E Illa declaró que no habría problemas de suministro de material sanitario. Un repaso a la hemeroteca es suficiente para determinar que el ministro de Sanidad y el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias fallaron en sus previsiones, en la planificación y en la respuesta ante la epidemia.
Se cometieron errores muy graves. La celebración de actos multitudinarios pocos días antes del estado de alarma se debió en buena medida a los mensajes tranquilizadores de Simón, que fueron amplificados por los comunicadores afectos al Gobierno. Algunos incluso hicieron bromas y chistes contra quienes alertaban de la gravedad de la epidemia procedente de China. Proponer el uso de mascarilla era de cobardes alarmistas y no hacía ninguna falta adoptar medidas respecto a los actos públicos o al control de pasajeros en los aeropuertos.
Se falló en la adquisición de material, se lanzó al personal sanitario a combatir la epidemia sin equipos de protección, se mintió sobre la eficacia de las mascarillas, se dieron órdenes para perseguir a los discrepantes en vez de poner todos los medios contra la epidemia y se incurrió en todos los errores posibles.
Sánchez ha hecho grandes cosas, sin duda. El hombre fue despedido de su partido, volvió y lo ha dejado reducido a cenizas. Tras lograr por dos veces consecutivas los peores resultados electorales de la historia del PSOE, planteó una moción de censura contra Rajoy y salió vencedor. Después ganó las elecciones y su repetición y ahí está, hecho un brazo de mar, volando voy, volando vengo, Superpuma para arriba, Falcon para abajo.
Todo eso tiene una gran mérito. Pero Sánchez no ha salvado ninguna vida, no ha descubierto vacuna alguna y tampoco se ha lanzado en pos de ningún ahogado. De hecho, tiene mucho más que ver con el número de muertos por no haber actuado a tiempo que con los vivos que médicos, enfermeras y auxiliares lograron arrancar de las garras del coronavirus a pesar de la incompetencia de este Gobierno de fatuos y fatuas.


 
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