Fue un puñetero asesinato.
No había más que un cámara cerca suyo. El soldado fue por ella.
Nunca han querido reporteros cerca que contaran sus asesinatos ni sus abusos.
No juzgarán a nadie por esta muerte,
ni por la del niño cisjordano de ocho años ejecutado a sangre fría por un soldado,
ni por el asesinato del grupo de civiles que caminaba con una bandera blanca en las manos,
ni por la familia que mataron a tiros cuando caminaba hacia el sur,
ni por la criatura que agonizó tres días sola en un coche, con su familia muerta alrededor y la ambulancia con los sanitarios que iban a buscarla reventada a 50 metros de ella,
ni por los bebés prematuros abandonados y muertos de hambre en la soledad de un hospital vaciado a culatazos.