Felipe y Letizia presiden el XL aniversario de las elecciones del 15 de junio de 1977

Llita, solo me permito referirme a estas frases pues en este momento ni he leído entera la respuesta que le has dado a la compañera forera. Ahora tengo que cerrar.

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¿Y JC? ¿Qué simpatías tenía aparte de sus compañeros de carrera militar de Zaragoza que le calificaban como divertido y vividor?
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Se da el caso, que personalmente he conocido a compañeros de su carrera militar, algunos incluso son parientes mios....bien, no tengo intención de dar datos aqui. Lo que yo se de amigos y compañeros, es, que le reprocharon que fuera democratico, se lo reprochaban, 《privadamente》, se enfadaron con el llamandole rojo porque algunos, no todos, algunos de esos compañeros militares, eran mas fachas que la madre que los parió. (Con perdón).
 
Alfonso XIII renunció al trono, se largó, abandonó España a pesar de los ruegos de su madre María Cristina. Ese es un detalle que muchos obvian. Fue un acto de cobardía. Queda la duda siempre de si saber si hubiese evitado la guerra civil, pero poco importa ya esa cuestión.

Por lo tanto si se largó de España con su abandono renuncia al trono para sí y para sus descendientes. Su hijo D. Juan tampoco tenía derecho al trono.

Si profundizamos mas los derechos dinásticos, es decir, la jefatura de la Casa de Borbón que ostentaba tampoco están claros para su hijo D. Juan cuando falleció el padre D. Alfonso XIII, ya que por la sordomudez de su hermano Jaime (que era mayor en edad) le hicieron renunciar a ellos, aunque luego Jaime quiso recuperar su status, pero es demasiado largo para comentarlo aquí.

A lo dicho, D. Juan debidamente o indebidamente era el Jefe de la Casa de Borbón, y después de un año de ejercer de rey D. Juan Carlos es cuando en una ceremonia un poco especial...no sé como definirla...renunció en favor de su hijo, ya que la situación estaba ya muy forzada.
 
Inhumanidad, fallo garrafal de "protocolo", ausencia de piedad y caridad con el semejante (un pobre "impedido"); vacíos de contenidos y ausentes de sentimientos.
Pura "bazofia".
Cómplices: todos los "mierdecillas" de este "teatrillo de cristobitas" en que se ha convertido mi España del alma (dolor y solo dolor); su gente, el pueblo, no nos merecemos ser el" hazmerreir y la chacota" del mundo mundial, por estos impresentables y la corte "lameculera explotadora" que les rodea.
No se salva nada ni nadie,
Acaso hay ¿algo para salvar?, si: "billetes billetes verdes, pero que bonitos son".
Saludos desde este lado del "charco".
Os deseo el mejor de los viernes posibles.
Muchas gracias @Serendi y bienvenido al foro. Me resultan muy interesantes tus aportes en éste y otros hilos.
 
Alfonso XIII renunció al trono, se largó, abandonó España a pesar de los ruegos de su madre María Cristina. Ese es un detalle que muchos obvian. Fue un acto de cobardía. Queda la duda siempre de si saber si hubiese evitado la guerra civil, pero poco importa ya esa cuestión.

Por lo tanto si se largó de España con su abandono renuncia al trono para sí y para sus descendientes. Su hijo D. Juan tampoco tenía derecho al trono.

Si profundizamos mas los derechos dinásticos, es decir, la jefatura de la Casa de Borbón que ostentaba tampoco están claros para su hijo D. Juan cuando falleció el padre D. Alfonso XIII, ya que por la sordomudez de su hermano Jaime (que era mayor en edad) le hicieron renunciar a ellos, aunque luego Jaime quiso recuperar su status, pero es demasiado largo para comentarlo aquí.

A lo dicho, D. Juan debidamente o indebidamente era el Jefe de la Casa de Borbón, y después de un año de ejercer de rey D. Juan Carlos es cuando en una ceremonia un poco especial...no sé como definirla...renunció en favor de su hijo, ya que la situación estaba ya muy forzada.
Nunca sabremos si fue cobardía o lo que argumentó en su despedida, no querer dar lugar a una guerra civil. Ahí queda.
IDOLO, das por hecho que al abandonar España renuncia al trono, pero no es así exactamente. Precisamente en su mensaje de despedida expresa que no renuncia a sus derechos dinásticos y la susodicha renuncia no se produjo hasta el año 41 en que sí que renunció a la Jefatura de la Casa Real en favor de su hijo Juan de Borbón.
Un mes después falleció, Febrero 1941.
El hijo sordomudo es un cantar y obligación en su momento, de renuncias por incapacidad. Otro de los cantares, creo yo.
Visto lo visto ¿es o no JC un traidor o no?
IDOLO saludos
 
De todas formas, el emérito levanta el teléfono, y todos se cuadran. Nunca había visto a los medios de este país cargar con esta fuerza tan claramente. Si la leti y su consorte piensan que lo tienen todo ganado en esa "famiglia", creo que se equivocan , y probablemente solo le han enseñado los dientes.
 
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Los reyes Felipe VI y Letizia.

ALFONSÍN, CHIVO EXPIATORIO
La mala relación de Letizia con Juan Carlos sobrevuela el veto al rey emérito
La exclusión de Juan Carlos del acto del Congreso evidencia la difícil convivencia de dos reyes vivos. Alfonso Sanz Portolés es la figura que ejerce de puente entre los dos monarcas.
30 junio, 2017 03:29
Jorge Sáinz @Sainz_Jorge
El rey emérito supo a mediados de mes que no asistiría al homenaje a los 40 años de democracia en el Congreso. Juan Carlos I, dolido por una decisión que no entendía, lo comentó con Felipe González. El ex presidente hizo saber al monarca que no podía permitirlo y alimentó un malestar que terminó haciéndose público en los medios: "¡No puede ser que a usted no lo inviten, señor!", le dijo González.

La crítica unánime por el veto a Juan Carlos ha ensombrecido el acto y el discurso de Felipe VI, que en círculos diplomáticos consideran uno de los mejores de su joven reinado. Todos los dedos señalan como principal responsable al jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín. Pero fuentes consultadas por este diario aseguran que fue una decisión colectiva del entorno de confianza del rey y, desde luego y en última instancia, contó con el visto bueno del propio Felipe VI.

Más allá de Alfonsín, el papel que ha podido jugar la reina Letizia en el veto sobrevuela toda la polémica. La reina ha cultivado en estos años una pésima relación con Juan Carlos, que se opuso desde el principio al matrimonio con su hijo. Desde entonces, ella ha sido una de las principales valedoras de la estrategia de Alfonsín de 'matar' al padre y pasar página al juancarlismo. El rey emérito se siente muy arrinconadoy culpa, entre otras personas, a Letizia
.

No admite el error
La Casa Real trata ahora de digerir un error, que oficialmente no admite. “No tenemos nada más que añadir”, dijo un portavoz de Zarzuela a este diario. A través de la agencia Europa Press, fuentes de la Casa Real indicaron que fue el rey Juan Carlos quien decidió ceder todo el protagonismo a su hijo en la ceremonia. Y que esa decisión marcó el protocolo. Una explicación que no casa con el malestar que el emérito trasladó a Felipe González días antes y que revela EL ESPAÑOL.



Pero la ausencia de Juan Carlos no es fruto de la casualidad ni de un fallo puntual, sino la consecuencia evidente de lo difícil que está resultando la convivencia de dos reyes vivos. Este hecho, inédito en la historia de España, se ha convertido en una fuente inagotable de conflictos. Existe una lucha enconada entre la vieja Casa Real, relegada a un segundo plano, y la nueva.

Desde la proclamación de Felipe VI hace tres años, la figura que ejerce de puente entre los dos reyes es Alfonso Sanz Portolés. Su puesto oficial es asesor diplomático del rey. Anteriormente fue secretario General de la Casa del Rey Juan Carlos en la época de Rafael Spottorno. Sanz Portolés es la única persona que verdaderamente enlaza a Felipe VI y Juan Carlos I. Una tarea, la de casar pasado y presente, que está resultando muy compleja.

Agenda propia del emérito
El objetivo de Alfonsín, como ha informado este diario, es resetear la monarquía dejando atrás el juancarlismo. Lo que muchos piensan en Zarzuela es que el acto del miércoles no era el momento de hacerlo tan evidente. De hecho, ha provocado el efecto contrario. Su exclusión ha conseguido que se reivindique la figura de Juan Carlos de una forma impensable hace sólo unos meses.

Sin embargo, la realidad es que solo Alfonsín conoce los tragos de estos tres años y lo que suponen las idas y venidas de Juan Carlos sin informar a la Casa del Rey o el Gobierno. El rey emérito maneja una agenda propia que no está alineada, en muchas ocasiones, con los objetivos de modernidad y transparencia que se ha marcado el actual monarca. Para un buen conocedor de la Corona, el mensaje que lanzaron los reyes en el acto de las Cortes fue nítido: si tú no cuentas con nosotros, nosotros contigo tampoco
 
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El Rey Felipe II saludando al Congreso de los Diputados EFE

LA TRIBUNA
El puñal del godo en la familia Borbón
El autor analiza casos de traición monárquica en la historia de España tras la ausencia del rey Juan Carlos de la celebración de los 40 años de democracia.
Jorge Vilches @Jorge_Vilches 30 junio, 2017 08:35

Las crónicas cuentan que el rey Juan Carlos se enfadó con la Casa del Rey porque no se contó con él en la celebración de los cuarenta años de las elecciones democráticas. Todos señalan a Felipe VI como responsable de un gesto con mucho contenido político: el marcar el inicio de un reinado diferente, no personalista como el juancarlismo, y alejado de las polémicas judiciales y personales que últimamente han enturbiado la imagen de los Borbones. Lo llaman “matar al padre”. No ha sido la primera vez, sino que es una constante en la historia contemporánea de España, empezando por el propio Juan Carlos.

Juan Carlos a Don Juan
Juan de Borbón buscó la restauración de la Monarquía sin oponerse a Franco, pero despreciando el franquismo, sus leyes e instituciones. Sin embargo, Juan Carlos formó parte de la dinámica legal del régimen. Las distintas tácticas marcaron la desconfianza entre ambos hasta casi el final de sus días.

Franco alimentó la competencia entre padre e hijo con la Ley de Sucesión de 1947, con la que se atribuía la facultad de designar a la persona que restauraría la monarquía. Toda oposición de Don Juan a los planteamientos franquistas fue seguida de una campaña del régimen para desprestigiar su persona, asunto que Juan Carlos obvió.

La boda con Sofía de Grecia (1962) aumentó la distancia entre padre e hijo por la afinidad casi inmediata entre la princesa y el dictador. Así, mientras Don Juan se acercaba a la oposición al franquismo, Juan Carlos cumplía con su papel junto a Franco. Todos los acercamientos de los juanistas al príncipe fueron rechazados.

La ruptura familiar era tan evidente que sorprendió que Don Juan acudiera al bautizo de sus nietos

A partir de 1965 la sucesión estuvo clara, así como la preferencia de Juan Carlos por la vía propuesta por Franco: presidió junto al Caudillo el desfile militar de 1965, no acudió a Estoril al homenaje a Alfonso XIII en 1966, y en enero de 1967 declaró en EEUU que sucedería a Franco siguiendo los principios del Movimiento Nacional. La ruptura familiar era tan evidente que sorprendió que Don Juan acudiera al bautizo de sus nietos.

El 12 de julio de 1969 Franco comunicó a Juan Carlos su decisión de nombrarle sucesor, saltándose así la línea dinástica. El príncipe aceptó y escribió a su padre que lo hacía para salvar la monarquía. Don Juan contestó: “No has salvado nada. ¿Quieres salvar una monarquía franquista?”. El 23 de julio de 1966, Juan Carlos juró lealtad a Franco y a los Principios del Movimiento y a las Leyes Fundamentales.

Don Juan se enfadó, pero no hizo nada contra su hijo. A pesar de eso, el gobierno le prohibió la entrada a España el 14 de junio de 1975, y envió al general Díez-Alegría a hablar con él para comunicarle que el Ejército estaba con Juan Carlos. El gobierno de Suárez preparó una discreta ceremonia de abdicación para el 14 de mayo de 1977. La relación entre padre e hijo fue desde entonces correcta, sin más.

Alfonso XII a Isabel II
La paternidad de Alfonso de Borbón no fue una duda ni siquiera para los españoles de su tiempo. El matrimonio entre Isabel II y su primo Francisco de Asís, celebrado en octubre de 1846, se rompió a los pocos meses. Nunca congeniaron; es más, se odiaban hasta el punto de que el marido intentó un par de golpes de Estado contra la reina, y ésta le confinó, con la ayuda del general Narváez, en el Palacio de El Pardo. Alfonso era llamado el “puigmoltejo” porque los rumores madrileños se lo atribuían a Enrique Puigmoltó, un capitán de ingenieros. Esto no quitó el que Isabel II sintiera devoción por su hijo, nacido en 1857, incluso por encima de sus cuatro hermanas.

La revolución de 1868 destronó a los Borbones. Los leales a Isabel II trataron de conjurar la revolución mediante la abdicación de la reina en su hijo Alfonso. Serrano estaba dispuesto, con la oposición de Prim, a aceptar una regencia durante la minoría del príncipe y formar un gobierno liberal. Hay historiadores que aseguran que la reina no aceptó entonces porque la exigían separarse de su amante, Carlos Marfori. La documentación dice otra cosa: Isabel II no quiso abdicar porque pensaba en una restauración por aclamación o golpe militar.

A pesar de esto, Isabel quiso reunir en París a algunos leales para preguntarles por su abdicación. Cánovas contestó por carta a la invitación de la ex reina el 10 de julio de 1869, diciendo que “podrá convenir mucho a la augusta dinastía de V. M. hallarse representada por un Príncipe nuevo, en todo punto ajeno, por lo mismo, a los complicados sucesos contemporáneos”. Aparentemente convencida, Isabel abdicó el 25 de junio de 1870, en París, en su hijo Alfonso, al que dedicó una educación e instrucción militar mucho mejores que la suya, de la mano del marqués de Alcañices.

Isabel II montó en cólera, y pretendió la revisión de su abdicación para ser nombrada regente si fallecía Alfonso XII

El pronunciamiento del general Martínez Campos, y la retirada del general Serrano, presidente de la República, permitió la Restauración de los Borbones. Alfonso XII fue recibido en loor de multitudes en las ciudades por las que pasó hasta que llegó a Madrid. Sin embargo, el rey creía que su madre no debía regresar todavía a España. Quería mostrar que se iniciaba un nuevo reinado, sin el lastre de los errores anteriores. Isabel tuvo prohibida la entrada al país.

Cánovas, ya presidente del gobierno, envió a Molins como embajador en París con la misión de evitar la vuelta de la Familia Real, vigilar los movimientos de Isabel y contrarrestar la influencia de su entorno. Es más; el Ejecutivo decidió el retorno solo de la infanta Isabel, princesa de Asturias, para tener segura la sucesión. Isabel II montó en cólera, y pretendió la revisión de su abdicación para ser nombrada regente si fallecía Alfonso XII. Cánovas, tras mucha discusión epistolar, le indicó que eso era imposible porque el acto por el que abdicaba había sido firme. La Borbón, llena de ira, destruyó el acta original de abdicación en noviembre de 1875, por lo que solo se conservan copias.

La idea de Alfonso XII y de Cánovas era mantener a Isabel II en el ostracismo hasta que conviniera al proceso político. El 12 de abril de 1876 llegó la carta del Gobierno al Palacio de Castilla, la residencia de la reina, autorizando su regreso. A finales de julio salió de París. Viajó con sus hijas Eulalia, Paz y Pilar. En San Juan de Luz oyeron por primera vez desde 1868 la Marcha Real. Esa noche, según escribió Paz de Borbón en sus memorias, “mamá pudo dominar su emoción hasta entrar en su camarote, y allí se echó a llorar”.

Fernando VII a Carlos IV
El príncipe Fernando era un hombre desconfiado, egoísta y falaz, educado por el canónigo Escoiquiz. En la corte se había formado un partido fernandino con los contrarios a Godoy, con nobles y el viejo partido aragonés del conde de Aranda, a quien había desplazado Carlos IV. El primer intento para acabar con su padre lo ejecutó en noviembre de 1807, en la llamada “conspiración de El Escorial”, una maniobra burda para derrocar al rey.

Fernando urdió entonces un auténtico golpe de Estado que combinara el apoyo militar con movilización callejera al estilo revolucionario francés. Al tiempo que mostraba su oposición a Godoy, alimentó con libelos, caricaturas y seguidillas la imagen lasciva de su madre y de consentidor de su padre. Organizó, además, una red de agitadores profesionales dirigida por el conde de Montijo, llamado Tío Pedro.

La Familia Real, junto a Godoy, se retiró a Aranjuez. El primer motín se inició en la noche del 17 al 18 de marzo. La Guardia Real se pronunció, bien pagada por el Tío Pedro, y a continuación los alborotadores tomaron las calles, llegaron a Madrid y asaltaron el palacio de Godoy. Carlos IV, asustado, cesó al valido. Al día siguiente, cuando el rey dio la orden de trasladar a Godoy a Granada, se produjo el segundo motín en Aranjuez. Carlos IV, amedrentado, abdicó en su hijo Fernando.

Carlos IV exigió a Fernando la devolución de sus derechos para cederlos a Napoleón a cambio de recibir asilo

La entrada de Fernando VII en Madrid, el 24 de marzo, fue apoteósica. Anuló disposiciones de Godoy y dio una amnistía que afectó a grandes personajes como Jovellanos, Cabarrús o Urquijo para marcar diferencias con el reinado de Carlos IV.

El 10 de abril, Fernando VII salió de Madrid para encontrarse con Napoleón, quien quería, según el general Murat, restaurar a Carlos IV. La Familia Real, Godoy y los Bonaparte se encontraron en Bayona el 30 de abril. Las escenas de reproches e insultos fueron indignas. Carlos IV exigió a Fernando la devolución de sus derechos para cederlos a Napoleón a cambio de recibir asilo en Francia y una renta. Fernando VII contestó que sólo lo haría si su padre estaba dispuesto a reinar, y si la renuncia se producía en Madrid, pero acabó aceptando las condiciones a cambio de una vida tranquila en el Palacio de Valençay. Eso sí: el 5 de mayo, un día antes de las abdicaciones que hicieron rey a José Bonaparte, ordenó a sus agentes en Bayona que iniciaran la insurrección en España –aunque ya había tenido lugar el Dos de Mayo- y que se convocara a las Cortes.

En la Guerra de la Independencia nadie reivindicó a Carlos IV, quien recibió una alta pensión de Napoleón durante ese tiempo. En 1815, la Familia Real llegó a un acuerdo: Fernando VII ordenó fijar una pensión a su padre para que no saliera de Italia ni revindicara la Corona de España.

Con dinero y protocolo terminaba lo que con sangre no se saldaba, como lo describía el poeta José Zorrilla en “El puñal del godo” (1842): “Yo vuelvo al campo, a la pelea dura,/ y aunque muera sin huestes y sin trono,/ siempre ha de ser, para quien muere honrado,/tumba de rey la fosa del soldado”.

*** Jorge Vilches es profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense de Madrid y coautor del libro 'Contra la socialdemocracia. Una defensa de la libertad' (Deusto, 2017
 
Esta familia me parecen unas garrapatas,que se han agarrado con fuerza a la vidorra de gratis total y encima con reverencias, como si les debiéramos la vida.Cambiaran leyes,palabras, hechos lo que haga falta,pero no van a soltar su presa ,ni dejar de chupar la sangre de esta tierra y esta gente que ya no hay Dior que la entienda,ni siquiera cumplen con lo mínimo,el respeto que debe a quien está sacrificando para que ellos vivan como no se merecen, todos los privilegios que tienen son aberrantes humanamente hablando.No hay nada que justifica tremenda desigualdad.Me parece tan ,pero tan ridículo en nuestro siglo eso de Majestad...
 
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