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Famosa es la anécdota según la cual, cuando era un mocoso de unos seis o siete años, ofendió a su tia Eulalia. Estaban sentados a la mesa el reyecito, sus dos hermanas, su madre la Regente, la tia Chata y la tia Eulalia. En un momento dado les sirvieron alcachofas y Eulalia las rechazó porque no le gustaban. Entonces el reyecito le suelta: "Tía, tienes que comerte las alcachofas". Eulalia le respondió que no, que ella era mayor y libre de elegir lo que comiese, pero el reyecito le volvió a insistir. Y para colmo, la tia Isabel la Chata, que veneraba al reyecito y besaba el suelo que pisaba, le dice a su hermana: "¡Eulalia! Tienes que obedecer los deseos del rey". Entonces Eulalia, indignada, le replicó que estaban maleducando al niño, que tenía que aprender a respetar a los mayores, y se montó una riña entre hermanas que la propia Reina Regente calmó dando la razón a Eulalia, diciéndole que pidiese lo que le apeteciese, pero sin reñir al reyecito. Y eso que Eulalia quería al niño, pero no era ciega a su pésima educación.
También era Alfonso XIII proclive a hacer de su capa un sayo en cualquier cosa, como cuando hacía cerrar el Paseo de la Castellana para probar la velocidad de un coche nuevo. Era así en todo. Le preguntaron a lsu viuda cómo era y ella respondió: "Orgulloso como un español, bromista y campechano como un Borbón, pero egoísta como un hombre".
Un pico y una pala es lo que estos necesitaban para bajarles los humos.