Coronavirus

Eso debe ser falso, los sanitarios se quejaban ayer de que no les hacían tests, en las residencias se quejan de que no les hace tests.
Aparte de a los políticos que ya llevan tres o cuatro cada uno, a quién le están haciendo los tests??
No conozco a nadie de mi entorno que se lo hayan hecho.
Son los tests fantasmas o qué?
A mi madre y todos los usuarios de su residencia y a todos los trabajadores se lo han hecho

Todos NEGATIVOS!!!
 
Lo mejor fueron las torrenteras de comentarios. Qué ingeniosa es la gente. Como para tomar en serio al menda.

Aquí hay un resumen del episodio:
"El padre de Antonio Maestre luchó en las dos guerras mundiales. El solo. En los dos bandos."

:joyful: :joyful: :joyful: :joyful:
 
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Francamente, el que tengamos un desgobierno de estúpidos no justifica que la gente sea estúpida

Lo que es la gente es inconsciente y dejada

Yo creo que el español medio, que tiene la tele puesta 24 horas al día, esta mas que informado

Otra cosa es que lo oiga como quien oye llover y que piense "eso no va conmigo"

No hace falta ser psicópata, solo comportarse como se comportan habitualmente
No será por falta de medios para informarnos a día de hoy, teniendo un móvil con internet puedes estar informado cuándo y dónde quieras
 
Si el virus afectara a los niños igual que a los adultos me pregunto si los padres los habrían sacado a la calle así, tan alegremente, sin respetar distancias, sin mascarilas......no verdad??? entoces les da igual la salud y la vida de los demás, como a mis críos no les afecta.....su derecho a salir está por encima del de los demás a la salud. Son impresentables, egoistas y miserables.
[/QUOTE]


Yo no lo tengo tan claro.
 
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Eso debe ser falso, los sanitarios se quejaban ayer de que no les hacían tests, en las residencias se quejan de que no les hace tests.
Aparte de a los políticos que ya llevan tres o cuatro cada uno, a quién le están haciendo los tests??
No conozco a nadie de mi entorno que se lo hayan hecho.
Son los tests fantasmas o qué?
Los test por ahora se están concentrando en Madrid y Catalunya. En Catalunya sobretodo en Barcelona. Yo si sé de quién se ha hecho.

En la zona de Nou Barris, mayor foco de contagio de Barcelona han hecho bastantes. Desde el principio porque el cura de dos parroquias lo pillo al principio de todo (unos días antes del inicio del confinamiento). Murió

Van por zona prioritarias
 
David Tejera


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CRÓNICA DE UN “CURADO” CUALQUIERA
Como si fueras por la maqueta de una inmobiliaria. Madrid está precioso,
silencioso, limpio... pero sin vida. Unas pocas personas estáticas desperdigadas. Como
en las maquetas. Mientras caminas hacia el coche, el hospital Ramón y Cajal queda a
tu derecha. Sereno por fuera, hirviendo por dentro. Desmantelado y orgulloso a la vez.
Acorralado por la falta de medios y un enemigo microscópico. En los bajos, la puerta
del tanatorio, con dos ambulancias y un coche esperando.
En el camino te sorprende un color: el verde. No había paisaje desde tu cama.
Llegas a casa. Eso que está al otro lado del felpudo eres tú, el padre de esa niña que te
mira desde dentro. Eso que lleva una bata de celulosa verde rajada por todas partes.
Eso que lleva mascarilla y se le empañan las gafas. Eso con guantes azules de nitrilo y
que se tambalea. Eso es su padre. A la pequeña se le borra la sonrisa de un plumazo. A
tu mujer no, aunque escuche un susurro que dice: “Hola, chicas. Ya estoy aquí. No
podéis acercaros, por favor. Tenéis que estar a dos metros de mí”. “¿Por qué hablas
así?” Eso que apenas puede hablar eres tú. No hay abrazos, ni caricias. Ni una. Te da
pánico contagiar. Y a ellas que las contagies. No es una bonita forma de entrar en casa
y, sin embargo, el descansillo se inunda de felicidad y alivio. Ni por asomo te esperas lo
que va a ocurrir las próximas cuatro semanas.
Te duchas, al fin. No reconoces tus piernas. Ni tu cuerpo. Eres chatarra.
Espantajo de ti. Quieres saber cómo han estado ellas estos diez días. Cómo han
resistido. Si estuvieron malas, si pisan la calle, si hacen compra, si alguien les ayuda. A
monosílabos preguntas. Necesitas dormir. Te vas a tu cuarto, aislado. La doctora te
avisó de los efectos de la cortisona, los antivirales, los antibióticos y los
antiinflamatorios. Te van a caer encima cien toneladas de cansancio. Duermes. Toda la
tarde. La cena está lista. Debes comer. Te sientas en un rincón alejado desde el que se
ve algo la tele. Tu nueva ventana al mundo. Las cifras son un puñetazo. Piensas que
hablan de otro país. Es jueves, 26 de marzo: 4089 muertos, 655 en 24 horas. Más de
50.000 contagiados. “Se han equivocado. Será Francia o Italia”. Tu mujer escucha tu
duda. “No, es aquí”. Eres como un extraterrestre. Un recién llegado. Oyes por primera
vez esa palabra: “Curados, 7015”. No sabes ni a quiénes se refieren pero hablan de
personas como tú. “Curados”. “Por favor, cuenta a mi familia que estoy en casa”.
Tu cabeza sólo está preparada para mejorar. El mapa que te has dibujado en la
cabeza es: mañana me levanto, me muevo algo, desayuno, veo la tele, oigo la radio,
leo, recupero, duermo, como, recupero más, ceno, me duermo... y así cada día, hasta
estar bien. La realidad es tozuda. Con ocho kilos menos tu cuerpo es una losa.
Desayunas pan, café, manzana y cortisona. Tu hija te mira a lo lejos, como un
animalillo asustado. Notas su miedo. Por ahora prefieres que te vea como un
apestado. Así no se acerca. “¿Pero no puedes hablar nada, papá?” “No. ¿El cole?”. “Por
ordenador”. “¿Tus amigas?”. “Por ordenador”. El mundo ha cambiado. Estudiar.
Comprar. Trabajar. Moverse. Temer. El miedo es amo y señor. Quieren que les hables.
Pero les asusta tu voz. La sobredosis de oxígeno, la neumonía, te convierten en una
especie de Vito Corleone. Sólo oírte, agota. La doctora tenía razón. Cien toneladas. Te
derrumbas. Cuando no duermes te observas: pruebas tu respiración. A ver si llenas los
pulmones. Sientes pinchazos reales bajo las costillas y otros que no lo son. No lo viste
venir la primera. ¿Por qué iba a ser diferente? Ir al baño te pone en tu sitio. Un
cansancio extremo, desconocido, que antes o después tendrá que irse, pero que no se
va. “Papá, son las ocho. Hay que aplaudir”. “¿Aplaudir a quién?” “A los que te han
curado”. Las dos sonríen en el balcón. Tú apenas logras asomarte a una ventana.
Escuchar la ovación por ellos. Les recuerdas en urgencias y en la habitación 303. Con
sus mascarillas recicladas, sus bolsas de basura, sus ansias por curar. Tragando miedo.
Corriendo. Llorando por unos, sonriendo por otros, esquivando la UCI que te ya te
esperaba... Recuerdas el ahogo. Te rompes por dentro sin que nadie lo note. La tele
habla de una canción convertida en himno que por algún motivo no haces tuya. La
publicidad ha cambiado por completo. Todo solidaridad. Todo apoyo. Superación.
“Todos juntos. Quédate en casa...” Las aseguradoras, los bancos. Todos. Quizá sea
cierto y acabe sacando lo mejor. No reconoces nada. Tu cerebro rechaza las crónicas
sobre el Covid 19. Como si necesitaras cerrar una puerta que te duele. A solas, tu
mujer quiere comprender. No eres lo que esperaba. No sonríes. No hablas. Reúnes un
puñado de palabras que sólo dejan entrever lo que sentiste. Lo que viste. Tres minutos
de conversación que cobran sentido cuando ella ve que te paras en seco. Que lo llevas
clavado. Que no puedes seguir.
Los primeros días en casa no entiendes lo que ocurre. El mapa que trazaste no
funciona. Todo aquello de “me levanto, desayuno, me muevo, recupero, como... y
estaré más fuerte”. Todo aquello, no sirve. Tienes cita con la cortisona. Quizá ella sea
la respuesta. Notas que tu hija se asoma al cuarto. Que no sabe lo que pasa. Si saliste
del hospital deberías estar mejor. Si estás en casa podrías hablar con ella, gastarle
bromas. Quieres que no esté cerca. Ni ella ni tu mujer que te cuenta tanto mensaje,
tanto, tanto apoyo de los que sufrieron por ti. ¿Cómo podrás contestar? Te pesa hasta
el móvil. Te concentras en el intercambio de comida, blindar el rincón desde el que ves
un trozo de la tele y el aislamiento de tu cuarto. “No toquéis mis platos. No toquéis mi
ropa. No entréis a mi baño. No toquéis. No toquéis”. Al cuarto día de estar en casa
piensas en volver al hospital. Te da la sensación de que no avanzas. Y lo intentas.
Incluso logras aplaudir a las ocho algún día. Pero cuando vuelves o terminas en la
ducha, respiras como un perseguido.


???
 

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