Coronavirus

David Tejera


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CRÓNICA DE UN “CURADO” CUALQUIERA
Como si fueras por la maqueta de una inmobiliaria. Madrid está precioso,
silencioso, limpio... pero sin vida. Unas pocas personas estáticas desperdigadas. Como
en las maquetas. Mientras caminas hacia el coche, el hospital Ramón y Cajal queda a
tu derecha. Sereno por fuera, hirviendo por dentro. Desmantelado y orgulloso a la vez.
Acorralado por la falta de medios y un enemigo microscópico. En los bajos, la puerta
del tanatorio, con dos ambulancias y un coche esperando.
En el camino te sorprende un color: el verde. No había paisaje desde tu cama.
Llegas a casa. Eso que está al otro lado del felpudo eres tú, el padre de esa niña que te
mira desde dentro. Eso que lleva una bata de celulosa verde rajada por todas partes.
Eso que lleva mascarilla y se le empañan las gafas. Eso con guantes azules de nitrilo y
que se tambalea. Eso es su padre. A la pequeña se le borra la sonrisa de un plumazo. A
tu mujer no, aunque escuche un susurro que dice: “Hola, chicas. Ya estoy aquí. No
podéis acercaros, por favor. Tenéis que estar a dos metros de mí”. “¿Por qué hablas
así?” Eso que apenas puede hablar eres tú. No hay abrazos, ni caricias. Ni una. Te da
pánico contagiar. Y a ellas que las contagies. No es una bonita forma de entrar en casa
y, sin embargo, el descansillo se inunda de felicidad y alivio. Ni por asomo te esperas lo
que va a ocurrir las próximas cuatro semanas.
Te duchas, al fin. No reconoces tus piernas. Ni tu cuerpo. Eres chatarra.
Espantajo de ti. Quieres saber cómo han estado ellas estos diez días. Cómo han
resistido. Si estuvieron malas, si pisan la calle, si hacen compra, si alguien les ayuda. A
monosílabos preguntas. Necesitas dormir. Te vas a tu cuarto, aislado. La doctora te
avisó de los efectos de la cortisona, los antivirales, los antibióticos y los
antiinflamatorios. Te van a caer encima cien toneladas de cansancio. Duermes. Toda la
tarde. La cena está lista. Debes comer. Te sientas en un rincón alejado desde el que se
ve algo la tele. Tu nueva ventana al mundo. Las cifras son un puñetazo. Piensas que
hablan de otro país. Es jueves, 26 de marzo: 4089 muertos, 655 en 24 horas. Más de
50.000 contagiados. “Se han equivocado. Será Francia o Italia”. Tu mujer escucha tu
duda. “No, es aquí”. Eres como un extraterrestre. Un recién llegado. Oyes por primera
vez esa palabra: “Curados, 7015”. No sabes ni a quiénes se refieren pero hablan de
personas como tú. “Curados”. “Por favor, cuenta a mi familia que estoy en casa”.
Tu cabeza sólo está preparada para mejorar. El mapa que te has dibujado en la
cabeza es: mañana me levanto, me muevo algo, desayuno, veo la tele, oigo la radio,
leo, recupero, duermo, como, recupero más, ceno, me duermo... y así cada día, hasta
estar bien. La realidad es tozuda. Con ocho kilos menos tu cuerpo es una losa.
Desayunas pan, café, manzana y cortisona. Tu hija te mira a lo lejos, como un
animalillo asustado. Notas su miedo. Por ahora prefieres que te vea como un
apestado. Así no se acerca. “¿Pero no puedes hablar nada, papá?” “No. ¿El cole?”. “Por
ordenador”. “¿Tus amigas?”. “Por ordenador”. El mundo ha cambiado. Estudiar.
Comprar. Trabajar. Moverse. Temer. El miedo es amo y señor. Quieren que les hables.
Pero les asusta tu voz. La sobredosis de oxígeno, la neumonía, te convierten en una
especie de Vito Corleone. Sólo oírte, agota. La doctora tenía razón. Cien toneladas. Te
derrumbas. Cuando no duermes te observas: pruebas tu respiración. A ver si llenas los
pulmones. Sientes pinchazos reales bajo las costillas y otros que no lo son. No lo viste
venir la primera. ¿Por qué iba a ser diferente? Ir al baño te pone en tu sitio. Un
cansancio extremo, desconocido, que antes o después tendrá que irse, pero que no se
va. “Papá, son las ocho. Hay que aplaudir”. “¿Aplaudir a quién?” “A los que te han
curado”. Las dos sonríen en el balcón. Tú apenas logras asomarte a una ventana.
Escuchar la ovación por ellos. Les recuerdas en urgencias y en la habitación 303. Con
sus mascarillas recicladas, sus bolsas de basura, sus ansias por curar. Tragando miedo.
Corriendo. Llorando por unos, sonriendo por otros, esquivando la UCI que te ya te
esperaba... Recuerdas el ahogo. Te rompes por dentro sin que nadie lo note. La tele
habla de una canción convertida en himno que por algún motivo no haces tuya. La
publicidad ha cambiado por completo. Todo solidaridad. Todo apoyo. Superación.
“Todos juntos. Quédate en casa...” Las aseguradoras, los bancos. Todos. Quizá sea
cierto y acabe sacando lo mejor. No reconoces nada. Tu cerebro rechaza las crónicas
sobre el Covid 19. Como si necesitaras cerrar una puerta que te duele. A solas, tu
mujer quiere comprender. No eres lo que esperaba. No sonríes. No hablas. Reúnes un
puñado de palabras que sólo dejan entrever lo que sentiste. Lo que viste. Tres minutos
de conversación que cobran sentido cuando ella ve que te paras en seco. Que lo llevas
clavado. Que no puedes seguir.
Los primeros días en casa no entiendes lo que ocurre. El mapa que trazaste no
funciona. Todo aquello de “me levanto, desayuno, me muevo, recupero, como... y
estaré más fuerte”. Todo aquello, no sirve. Tienes cita con la cortisona. Quizá ella sea
la respuesta. Notas que tu hija se asoma al cuarto. Que no sabe lo que pasa. Si saliste
del hospital deberías estar mejor. Si estás en casa podrías hablar con ella, gastarle
bromas. Quieres que no esté cerca. Ni ella ni tu mujer que te cuenta tanto mensaje,
tanto, tanto apoyo de los que sufrieron por ti. ¿Cómo podrás contestar? Te pesa hasta
el móvil. Te concentras en el intercambio de comida, blindar el rincón desde el que ves
un trozo de la tele y el aislamiento de tu cuarto. “No toquéis mis platos. No toquéis mi
ropa. No entréis a mi baño. No toquéis. No toquéis”. Al cuarto día de estar en casa
piensas en volver al hospital. Te da la sensación de que no avanzas. Y lo intentas.
Incluso logras aplaudir a las ocho algún día. Pero cuando vuelves o terminas en la
ducha, respiras como un perseguido.
 
Que sí, que es muy contagioso. Sí. Si todo eso ya lo sabemos.

pero lo pregunto totalmente en serio, ¿En que repercute exactamente el cortar a las 9:00? ¿Por qué no las 9:30, o las 8:30? ¿O las 8:00? De verdad, me gustaría entender la justificación.



Por otra parte, hay una contradicción en todo eso: Las restricciones más duras del mundo, cuarenta y tantos días ya, y lo que tenemos es la mayor tasa de fallecidos por millón. ¿Entonces?

Tenemos la mayor tasa de contagios porque se tomaron medidas tarde y mal, y nos cogió sin hospitales preparados, pocos sanitarios, medidas de protección ..etc. Y mil chapuzas más de gobernantes. Por no hablar de la situación en que estaban ancianos en residencias.
Por eso ahora hay que tener medidas mas duras y mas contundentes para que esto vaya a menos cuanto antes, y que ya que los que han muerto no van a volver, al menos que cada vez sean la menor cantidad posible cada día que pase.

Y el horario, pues sería porque hay que poner un horario, si podría haber sido otro, una hora mas tarde, una hora antes, .....pero bueno no le veo relevancia, es como porque algunas gasolineras cierran a las 23:00 y no a las 24:00.
Yo creo que lo han puesto bastante amplio para que la gente use el sentido común sobre todo en calles centricas de grandes ciudades y así evitar aglomeraciones.Que pensabas salir a las 17:00 y ves desde la ventana mucha gente en la calle, pues lo aplazas a una hora que este mas despejada y evitas la aglomeración. También un horario amplio sirve para que algún padre que trabaje pueda salir con los niños a la hora en que regrese del trabajo.
 
Creeis que el 9 podrían levantar el confinamiento? Yo lo que estoy percibiendo en mi entorno es que mucha gente se piensa que cuando podamos salir será con normalidad.
Lo de evitar aglomeraciones y usar mascarilla como norma general creo que hay una mucha gente que ni se lo plantea.
Es que si no obligan habra gente que no la lleve. Repito, no todo el mundo esta teniendo acceso a mascarillas, y si por ello creo que el Gobierno no esta obligando a llevarlas. Pero no solo ocurre en España, en otros países europeos tambien pasa. Si hubiera para todos no entendería que no obligaran a llevarlas la verdad
 
El transporte público en mi ciudad es tan maravilloso que la gente tenía que ir apiñada, cuando no hacer transbordos y más de lo mismo . Ahora que además recomiendan transporte privado en la medida de lo posible y no compartido.
Este gran gobierno (gran por todos los que sobran) de mi ciudad, va a peatonalizar manzanas para que la gente ande más ancha.
Para ellos lo más importante sigue siendo ir contra el coche no el bicho este.
 
Es que si no obligan habra gente que no la lleve. Repito, no todo el mundo esta teniendo acceso a mascarillas, y si por ello creo que el Gobierno no esta obligando a llevarlas. Pero no solo ocurre en España, en otros países europeos tambien pasa. Si hubiera para todos no entendería que no obligaran a llevarlas la verdad
Yaya yo misma dije hace unas semanas que soy de un pueblo pequeño y tenía problemas para encontrar mascarillas.
Pero nose hay gente que se piensa que todo será como antes, en mi entorno de amigos todas están así.
 
Alemania alerta a sus ciudadanos de que no podrán ir a España de vacaciones por el coronavirus

Los turistas alemanes no podrán ir este año de vacaciones a España. Así lo ha advertido Thomas Bareiss, comisionado de Turismo del Gobierno germano

El Mundo
 
Pues ahora no creo que costaran 0,60. Primero porque todo ha subido, y segundo porque con el virus, los proveedores las han subido, también. Las farmacias ponen un precio, pero no pueden asumir el coste de comprarlas al proveedor.
Ayer salieron explicándolo en el telediario de por la noche, precisamente lo que comentas
 

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