CIUDADES

coima 2
  1. f. amer. Gratificación con que se soborna a un funcionario público, cohecho.
si, ese es el que decia yo, es que es una risas la gente hispana, sobre todo de Latinomamerica que pasea por ahi y lo ve, y cuando les dices que construyen edificios, pues el doble de risas...
 
Para los trabajadores sin estudios, las ciudades ya no son tierra de oportunidades. Son una trampa

Para los trabajadores sin estudios, las ciudades ya no son tierra de oportunidades. Son una trampa



¿Qué ha pasado con los salarios de los trabajadores durante el último medio siglo? La pregunta ocupa los desvelos de gran parte de la investigación económica. Sabemos que durante las últimas décadas la productividad de los países occidentales se ha disparado, y al mismo tiempo que los sueldos se han congelado. Es algo que afecta especialmente a los trabajadores no cualificados, cada vez más precarios, cada vez más temporales.
Una tendencia muy acentuada en las ciudades.

Éxodo. Los últimos cien años se han caracterizado por un traslado de población de los núcleos rurales a los urbanos. Las ciudades se han llenado. Allí han acudido los trabajadores cualificados (especializados y con estudios) y los no cualificados (manuales, gestores, supervisores, proveedores de servicios), con la esperanza de obtener un mejor salario. Durante un tiempo fue así. Hasta 1980, en Estados Unidos, los trabajadores cualificados urbanos cobraban un 40% más que los rurales.

Lo mismo sucedía entre los no cualificados urbanos, cuyos salarios eran un 35% superior a los recibidos por sus contrapartes rurales.

Evolución. Pero a partir de la década de los ochenta algo se rompió. Lo analiza un trabajo (PDF) elaborado por David Autor, profesor de Economía e investigador en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Entre 1990 y 2015 la ventaja salarial de los trabajadores no-universitarios urbanos se esfumó. Se redujo a la mitad. "Las ciudades solían ser un imán para las personas menos afortunadas, huyendo de la discriminación o el trabajo mal pagado, y servían como un ascensor para la movilidad social", explica. Algo que ya no es necesariamente cierto.

Cifras. ¿Qué ha sucedido? Que la economía también se ha polarizado fruto de la desaparición del sueldo medio. En 1980, un 33% de los estadounidenses se empleaba en trabajos que ofrecían sueldos bajos; un 37% en los medios; y un 30% en los altos. En 2015 el panorama había cambiado. Los trabajadores con sueldos medios representaban sólo el 27% del total nacional. Diez puntos menos. Y la mayoría de ellos no habían ascendido en la pirámide social. Habían pasado a empleos peor pagados.

Con o sin estudios. Antaño, los trabajadores no-universitarios huían de las zonas rurales con la esperanza de encontrar un buen puesto (y un buen salario) en las ciudades. A menudo lo conseguían. En 1980 el 43% de los trabajadores no cualificados ocupaban salarios medios, y un 18% salarios altos. Treinta años más tarde el primer porcentaje se había reducido al 33%. Para una persona sin estudios, hoy es más complicado encontrar un salario decente en los entornos urbanos. La economía es distinta.

¿Por qué? Hay múltiples teorías al respecto.
Dos tesis populares: por un lado, la automatización ha eliminado la necesidad de operarios, oficinistas y supervisores, cuadros medios con salarios buenos; por otro, la globalización ha despojado a las economías occidentales de trabajadores manuales que en su día disfrutaban de ingresos decentes. En su lugar ha aparecido la economía precaria: transportistas, cuidadores, repartidores, empleados de grandes superficies y cadenas de alimentación, etcétera.
A mediados del siglo XX, el hijo de un granjero sin estudios podía aspirar a llegar a la ciudad y escalar socialmente gracias a un empleo técnico. Hoy lo tendría más complicado. Y tendría que recurrir a trabajos con muy poco valor añadido, precarios y temporales.


Estudios. Es algo que concuerda con el enorme estancamiento salarial tanto de Estados Unidos como de Europa. A nivel relativo, los sueldos han quedado al mismo nivel que a principios de los setenta para una mayoría de la población, en especial la no cualificada. Y que también sucede en España. Como vimos, los salarios se están polarizando. Durante la última década, comunidades como Madrid y Barcelona han creado ingentes puestos muy bien y muy mal pagados, mientras los medios se han desvanecido excepto en un puñado de regiones.

Más pobres. Según Autor, hoy los trabajadores urbanos sin estudios cobran relativamente menos que los de 1980 incluso descontando el alquiler, a su vez otro factor de empobrecimiento. El resultado es sombrío: en España, semejante coctelera de factores ha provocado que el 13% de los trabajadores no llegue a fin de mes. Tener un empleo no es suficiente para sobrevivir. Desde 2008, el 10% más pobre del país ha perdido un 40% de su nivel adquisitivo. Es la ruptura del ascensor social urbano.

Consecuencias. ¿Soluciones? Desde el plano individual, tener estudios. En Estados Unidos (y cada vez más en Europa) es la única forma de acceder a salarios altos. A nivel político las hay variadas. Una de ellas son los salarios mínimos, cada vez más populares en América ($15). Otra, más experimental, los ingresos mínimos, como el implementado por España. Y la última, más compleja, pasa por redistribuir el éxodo rural. Las megalópolis pueden ser una oportunidad... O una trampa, en especial si incluimos otros factores, como el encarecimiento de la vida.
En cualquiera de los casos, una palabra domina ya no sólo la economía, sino también la política: polarización. Adiós al término, al sueldo medio.
Imagen: Kai Pilger

 
En Bruselas, los comercios creen que la mayoría de sus clientes va en coche. En realidad es el 19%

En Bruselas, los comercios creen que la mayoría de sus clientes va en coche. En realidad es el 19%





Cualquier proyecto de peatonalización lleva aparejado un sinfín de polémicas. Siempre raudos acuden los comerciantes a reclamar la paralización del proyecto. Impedir el acceso del vehículo privado, argumentan muchos de ellos, detraería a sus tiendas de la clientela necesaria para sobrevivir. El paroxismo de este proceso lo representa Florencio Delgado, el hombre que lleva alimentando piezas en los periódicos madrileños más de un lustro.
¿Pero llevan razón?

Cifras. Es lo que ha intentado averiguar un grupo de investigadores de la Universidad Libre de Bruselas. Para averiguarlo entrevistaron a unos 300 consumidores y a 88 comerciantes de dos zonas del centro de la capital objeto de proyectos de peatonalización, Toison d'Or y Sablon. Interrogados sobre ellos, la mayoría se mostraron preocupados: el 57% de los comerciantes de Toison d'Or y el 85% de los de Sablon consideraron que tales reformas supondrán una amenaza para su negocio.

Las obras tendrían un papel. Pero también la disrupción en la movilidad.

Transporte. Se trata de una inquietud comprensible. El 65% de los tenderos de Toison d'Or, al fin y al cabo, creen que la abrumadora mayoría de su clientela llega a sus puertas en coche, un porcentaje extrapolable al de Sablon. La realidad es distinta. Sólo un 19% de los clientes cuestionados por los investigadores admitieron acercarse al barrio en coche. La mayoría lo hacía andando, en transporte público o en bicicleta. La peatonalización no les afectaría, aunque los comerciantes crean lo contrario.

Deformado. Según el estudio, los comerciantes tienen "una imagen globalmente deformada de la realidad de los desplazamientos de su clientela". Entre el 93,3% y el 84,3% de los compradores se mantendrían fieles tanto a las tiendas de una zona como de la otra aunque medie una peatonalización. Todo ello sin contar las nuevas y potenciales incorporaciones fruto de la reforma. "Los peatones y los ciclistas constituyen una clientela más regular", explican.

Experiencia. Es algo que muchos barrios descubren sólo a posteriori. Diversos estudios han ponderado el impacto económico de las peatonalizaciones. La mayoría esbozan un escenario positivo: las reformas revalorizan los inmuebles y las propiedades de la zona; y consiguen que el número de trayectos dentro del barrio aumenten, disparando la rentabilidad de los negocios. El comprador-conductor gasta más en cada viaje, pero el peatón pasea y compra muchas más veces.
Al final del mes, se ha dejado más dinero en los comercios. En Brooklyn, Estados Unidos, uno de los países con la cultura de la conducción más firme, la peatonalización de un barrio (en comparación a otros no peatonalizados) contribuyó a disparar las ventas de sus tiendas hasta un 172%. Cifras similares ofrecen las experiencias de Colonia (20%), Copenhague (25%), Viena (20%) o Hamburgo (70%).

Local. En España, un ejemplo con amplio seguimiento: Málaga. La peatonalización del entorno de la Calle Larios promovió un cambio (PDF) en los usos del centro histórico. Si en 2002 el porcentaje de desplazamientos motivados por ocio o consumo representaba el 30%, cinco años más tarde el porcentaje había aumentado al 55%. Similares conclusiones se pueden extraer de Sevilla. Las peatonalizaciones cambian tendencias, y a menudo favorecen, más que perjudican, al comercio.
Gran parte del temor, según la experiencia de Bruselas, surge de un sesgo de conservación: lo conocido siempre parece menos arriesgado. También de la competencia (justificada): zonas más atractivas atraen a multinacionales y a empresas más poderosas, capaces de expulsar al tendero local. Muchos temores son fundados, pero la realidad no apunta al coche como vector de compras. Más bien al peatón.

Imagen: Mariejirousek

 
Más calor y más contaminación: el impacto del asfalto en las ciudades cuando llega el verano

Más calor y más contaminación: el impacto del asfalto en las ciudades cuando llega el verano



La revolución urbana que la humanidad experimenta de un tiempo a esta parte es en gran medida la revolución del asfalto. El material abunda en cada rincón de las ciudades, es uno de sus elementos más ubicuo. Al menos el 45% de la superficie en las grandes urbes estadounidenses se compone de asfalto. Dado su impresionante dominio, merece la pena preguntarse qué impacto tiene en el día a día. ¿Cómo afecta a la temperatura de sus calles? Y más importante aún: ¿y a su salud?

Contaminación. Esto último es lo que ha tratado de averiguar un reciente estudio publicado en el journal Science Advances. ¿De qué modo contribuyen las calles asfaltadas a la contaminación en las ciudades? En especial, los investigadores estaban interesados en el impacto de la radiación solar sobre las emisiones asociadas al asfalto. Lo que descubrieron, si bien previsible, no deja de ser inquietante: cuando las temperaturas aprietan y el sol reblandece la calzada, la contaminación empeora. Respiramos un aire más tóxico.


¿Cuánto? Hasta un 300% más. El asfalto absorbe más calor que otras superficies (naturales), liberando más aerosoles orgánicos secundarios lesivos para la salud. Durante la elaboración del estudio, los autores expusieron a distintos pedazos de asfalto a temperaturas superiores a los 40º C. Su conclusión es clara: si computáramos las emisiones de aerosol derivadas al calentamiento del asfalto, en especial en verano, superarían con mucho a las asociadas a los motores de combustión.

Desigual. Los aerosoles tienen un efecto directo en el desarrollo de enfermedades como el asma, por ejemplo. La escala de su impacto en la contaminación global de las ciudades puede estar minusvalorada. El origen del trabajo, no en vano, surge del interés de los investigadores por una serie de componentes contaminantes (semi-volátiles) encontrados en el aire de Los Ángeles y sin origen evidente. Pueden trazarse al asfalto, una pieza más en el enorme rompecabezas de la contaminación urbana.

Otros problemas. No es una cuestión ajena a las ciudades. El asfalto, amén de otros elementos urbanos, provoca que su temperatura sea muy superior a la de las zonas semi-urbanas o rurales durante el verano (hasta 12º C más cuando la población supera el millón de habitantes). La instalación de techados blancos, o el coloreado del propio asfalto con gamas más claras, son dos de las ideas más interesantes (si bien aún no del todo exploradas) para neutralizar el impacto de las calzadas en el calor.
Los Ángeles ha experimentado con ello, con resultados en apariencia positivos (reducciones de hasta 5º C en la temperatura de zonas recubiertas de asfalto blanco). En España, ciudades como Murcia han probado con el "asfalto frío", también con cierto éxito (reducciones de hasta 7º C y 11º C en el calor veraniego, según el ayuntamiento).

Tendencia. De un tiempo a esta parte, las ciudades se han propuesto virar hacia modelos más sostenibles. Al menos de forma lateral, el asfalto parece contar con un futuro menos prodigioso que su dominante pasado: las peatonalizaciones, la proliferación de parques y jardines y la instalación de tranvías o carriles bici podrían reducir su impacto. Reduciendo el calor e, igual de importante, neutralizando sus emisiones tóxicas.
Imagen: Ryoji Iwata

 
Los "acentos" no verbales, los pequeños gestos y expresiones que delatan de dónde eres

Los acentos no verbales, los pequeños gestos y expresiones que delatan de dónde eres



19 Septiembre 2020
Mohorte @mohorte

Es sencillo reconocer a un turista. Su lento deambular, su ropaje, sus cámaras, su aspecto extraviado, su eterna expresión de asombro, su ingenuidad. Lo excepcional de su aspecto pasa desapercibido en centros neurológicos del turismo, como la Fontana di Trevi o la Torre Eiffel, pero resulta de lo más llamativo en entornos menos acostumbrados a los visitantes. Nosotros, otros turistas, los reconocemos de inmediato. Y escudriñamos su apariencia con fascinación. ¿Llevaremos también la palabra "turista" impresa en la frente?

La anterior situación resultará familiar a casi todos los lectores. Pero hay otra, más imperceptible, más sutil, que seguramente todos hayamos experimentado sin darnos cuenta. El fugaz instante en el que reconocemos a un connacional sin que siquiera haya abierto la boca. Sus gestos, su vestimenta, su forma de caminar. Elementos que delatan su origen, idéntico al nuestro. No es necesario que un español abra la boca en el Hermitage de San Petersburgo para que otro español lo reconozca.

Hay algo que lo delata. Un acento no-verbal.

Por un lado parece intuitivo. Si nuestra forma de hablar está marcada por inflexiones y expresiones características de nuestro entorno geográfico, ¿por qué no habría de suceder lo mismo con nuestro lenguaje no verbal? Al fin y al cabo todos contamos con una serie de gestos y expresiones tan universales (cruzarse de brazos, colocarlos en jarra, poner una pierna encima de la otra, fruncir el ceño) como personales, pequeños tics y automatismos involuntarios que forman parte de nuestra personalidad, de nuestra forma de ser y de comunicarnos con los demás.

Interesadas por esta cuestión, dos investigadoras de la Universidad de Georgetown, Abigail Marsh y Hillary Elfenbein, reunieron a un grupo de estadounidenses y los enfrentaron a una batería de fotografías. En ellas se retrataba a dos grupos de personas, japoneses por un lado y japoneses-americanos por otro. La idea era la siguiente: dado que posaban con ropajes similares y eran étnicamente idénticos, el único modo en que los participantes podrían distinguirlos sería a través de sus gestos y sus expresiones no-verbales. Si es que podían, en todo caso.

japonés
(chuttersnap/Unsplash)

El estudio arrojó resultados fascinantes. Los "acentos" no-verbales delataron el origen de cada uno de los fotografiados con una precisión muy por encima de la casualidad. Los participantes lograron predecir el origen de los sujetos fotografiados en función de sus expresiones emocionales (ira, alegría, tristeza, etcétera). Cuando sus gestos tendían a la neutralidad (un rictus serio), los acentos culturales desaparecían, por lo que el grado de acierto de los estadounidenses disminuía. Eran capaces de diferenciar entre un japonés y un japonés-americano en función de su lenguaje no verbal. Aunque sus expresiones no tuvieran nada de particular (las autoras estandarizaron los gestos).

"Nuestros hallazgos indican que las expresiones faciales pueden contener acentos no verbales que identifican la nacionalidad o la cultura de quien los expresa. Las diferencias culturales se intensifican durante el acto de expresar emociones, antes que residir en características faciales u otros elementos estáticos de su apariencia. Esto sugiere que las posiciones extremas en relación a la universalidad de las expresiones emocionales son incompletas", resumieron en sus conclusiones.

Dos teorías sobre nuestros gestos

¿Universalidad de las emociones? A principios de los años setenta, dos psicólogos estadounidenses, Paul Ekman y Wallace V. Friesen, viajaron a Papúa Nueva Guinea en busca de respuestas sobre el carácter universal o particular del lenguaje corporal humano. La isla es un campo de pruebas irrepetible para muchos antropólogos y científicos por su carácter remoto y aislado. Son decenas las tribus que viven aún hoy sin contacto con el resto de la humanidad, por lo que representan un grupo de control impagable para descubrir qué hay de universal en todos nosotros.

Lo que descubrieron marcaría las investigaciones sobre las expresiones no verbales durante décadas. Tras escuchar historias con una determinada carga emocional, los miembros de aquellas tribus fueron capaces de asociar aquellas emociones a imágenes universalmente expresivas. Los papuanos también identificaban en la sonrisa un motivo de alegría, en el ceño fruncido una nota de enfado, y en los labios caídos una señal de tristeza. Había pues una "universalidad" en nuestra forma de expresarnos.

La idea no era nueva. Había sido planteada por Darwin ya en el siglo XIX. Peor aquel estudio y otros que le sucedieron (Ekman se convirtió en una personalidad de gran influencia, llegando a moldear al personaje principal de la serie Lie to Me, basada en sus investigaciones sobre el lenguaje no verbal) le daban cobertura científica. Pese a las particularidades culturales y al dispar desarrollo de los distintos grupos humanos, podíamos llegar a un punto comunicativo común a través de nuestros acentos gestuales, pequeños movimientos que derribaban las barreras culturales.
acento (Audrey Odom/Unsplash)

Desde entonces la investigación ha avanzado. Y también ha evolucionado. Lo ilustra este reportaje de la BBC sobre el asunto. A los pocos años de su experimento sobre los acentos que diferenciaban a los japoneses de los japoneses-americanos, Marsh y Elfenbein realizaron otro estudio de similares características. En esta ocasión, otro grupo de estadounidenses fue capaz de identificar a los australianos a partir de su saludo (al parecer muy característica), de sus sonrisas o de su forma de caminar. De nuevo, la cultura se abría paso a través de los gestos no verbales.

Las evidencias son variadas. Un equipo de la Universidad de Glasgow ha desarrollado un ordenador capaz de generar pequeñas y sutiles expresiones faciales características de unas y otras culturas del mundo (más de sesenta). La efectividad de su algoritmo quedó patente cuando un grupo de asiáticos reconoció con facilidad los gestos afines a su cultura generados por ordenador, pero tuvo más difícil identificar aquellos asociados a los países occidentales. No queda lejos el día en que podamos calificar y simular mediante inteligencia artificial los distintos "acentos" de todas las culturas humanas. Acentos puramente visibles en nuestras caras.

Incluso la forma de caminar o los orgasmos, elementos a priori menos cargados culturalmente, desvelan nuestros orígenes. Aunque sea mediante detalles casi imperceptibles. Porque no se trata sólo de la cara: un estudio descubrió que somos capaces de entrever si un tenista ha ganado o perdido un punto no en función de su expresión facial, sino del lenguaje de su cuerpo (una determinada postura, una forma de colocar los brazos y las piernas específica). Todo ello relativiza la idea de una "universalidad" en nuestro lenguaje corporal y subraya nuestras particularidades.

¿Debería extrañarnos? Lo cierto es que no. Los acentos no verbales funcionan de un modo similar a los acentos verbales. Quedan definidos por el entorno en el que nacemos y en el que socializamos desde nuestra infancia. Nuestro cerebro los absorbe por mímesis (igual que ceceamos o seseamos en función de si nuestra familia o compañeros de escuela lo hacen), y nos acompañan durante el resto de nuestra vida. Sólo cuando nos extraen de nuestras burbujas culturales apreciamos su singularidad, lo excepcional de su naturaleza.

Exactamente igual que los acentos verbales. Sólo que aún más intrincados y fascinantes.

Imagen: Andrea Piacquadio/Pexels

 
'Cities of Silence': el libro que recuerda cómo enmudecieron las grandes ciudades en el confinamiento

Tenemos grabadas a fuego en nuestra memoria muchas imágenes de esta pandemia. Una de las más apocalípticas fue ver como las ciudades, antes llenas de turismo, se apagaban vacías de gente y en silencio. Este libro de fotografías lo recuerda.


29 de marzo de 2020: la magnífica Rue de Rivoli junto al famoso parque del Jardin des Tuileries en París.


29 de marzo de 2020: la magnífica Rue de Rivoli junto al famoso parque del Jardin des Tuileries en París. © Stéphane Gizard


Es probable que nunca hayas escuchado la canción The Sound of Silence si eres un millenial, o quizá me equivoque y conozcas bien este clásico de Simon & Garfunkel de 1964. Si no es así, detente un momento y búscalo, ponlo de fondo o escucha la canción antes de leer este artículo (o después, como gustes, pero escúchala). Seguramente ellos no sabían que años más tarde una pandemia azotaría el mundo y lo pondría del revés y a todos nosotros contra las cuerdas. Y que años más tarde una editorial se serviría de su letra para crear una compilación de imágenes de esas ciudades en silencio.

Porque el silencio llegó a nuestras ciudades como una paradoja. ¿Ha sido el silencio el que ha perturbado nuestra paz? ¿No debería ser el ruido el que la perturba? Estamos tan acostumbrados a vivir con ruido que no nos damos cuenta que el silencio nos fue devuelto, casi como un regalo (en algunos casos, claro).



“El mundo contuvo el aliento” en la primavera de 2020, dice el prólogo del libro Cities of Silence. Extraordinary views of a shutdown world (Ed. TeNeues), que recoge el trabajo de algunos fotógrafos que tuvieron la oportunidad de poder retratar ciudades vacías durante la cuarentena.**



El trabajo inmortaliza 60 ciudades en silencio:** desde Addis Abeba, pasando por Ámsterdam, Chicago, Dubai, Florencia, Hong Kong, Lisboa, Ciudad de México o Londres.

Cities of Silence.


Cities of Silence. © teNeues

LA OPORTUNIDAD DE TENER ESAS CIUDADES PARA TI

Seguro que muchas veces cuando has viajado a alguna ciudad muy turística y has estado frente a algún lugar muy concurrido has pensado aquello de “cuánto me gustaría tenerlo solo para mí”. Estos fotógrafos han tenido la suerte de poder disfrutar desde otra perspectiva, y para ellos solos, las ciudades más bonitas y fascinantes del mundo.

“Las ciudades como se muestra en este libro nunca antes se habían visto de esta forma, y es posible que no vuelvan a estarlo nunca más. Además, la ausencia de humanos permite una nueva perspectiva en plazas y edificios públicos”, subraya el prólogo.
En el libro lo llaman belleza inquietante. “Esta compilación de fotos de la crisis sanitaria es un recordatorio de una fase especial de la historia humana, atada a la esperanza de que, a pesar de la belleza de las imágenes, en nuestra deprimente actualidad pronto se convertirán en lo que significó una liberación. Este volumen nos inspira cuestionar las cosas que siempre hemos dado por sentado. Quizás esta introspección de la primavera de 2020 nos brinde cambios positivos”.


Por ejemplo, ver cómo la Tierra descansaba y la naturaleza recuperaba espacios perdidos. Este parón ha permitido que en el norte de la India, gracias a la reducción de emisiones, los habitantes de la provincia de Punjab pudieran ver los picos del Himalaya por primera vez en muchos años.
El libro está disponible en la web de la editoria teNeues desde este mes de septiembre.

Sacré-Coeur de Montmartre, París.


Sacré-Coeur de Montmartre, París. © Stéphane Gizard

 
La gente en los pueblos no es más solidaria que en las ciudades. La clave está en la riqueza

La gente en los pueblos no es más solidaria que en las ciudades. La clave está en la riqueza



7 Octubre 2020
Mohorte @mohorte

La sabiduría popular dice así: la mayoría de las personas en las grandes ciudades son frías e indiferentes a los problemas de los demás, mientras que en el mundo rural, en los pueblos más pequeños, el sentimiento de comunidad, la humanidad de sus gentes, es más agudo. Es allí donde encontraremos actitudes más cálidas y simpáticas, más solidarias y más interesadas en nuestros anhelos y desvelos.

¿En la ciudad? Nada más que deshumanización y competitividad.


Quizá no sea así. Un estudio elaborado por dos investigadoras de la Universidad de Londres, Elena Zwirner y Nichola Raihani, ha tratado de desentrañar si hay algo de cierto en el mito. Su veredicto: no demasiado. Tras realizar tres experimentos de campo en diversos barrios urbanos y espacios rurales del Reino Unido han llegado a la conclusión que el factor diferencial para que unas comunidades sean más solidarias que otras no es el urbanismo. Es la riqueza de sus vecinos.


La técnica. Para averiguarlo, Zwirner y Raihani acudieron a 24 núcleos habitados (12 barrios de grandes ciudades y 12 pueblos o pequeñas ciudades) y repitieron tres experimentos sobre miles y miles de personas. A saber: un cruce de peatones, donde el conductor podía parar o no; la pérdida de un objeto, donde los viandantes que lo encontraran podían devolverlo o no; y una carta ya franqueada con un pequeño post-it invitando a su descubridor a enviarla (pudiendo no hacerlo).


Resultados. En agregado, 1.367 personas tuvieron la oportunidad de ayudar a las investigadoras de uno u otro modo. Sólo lo hicieron 643, el 47% de todos ellos. El 55% de las cartas fueron enviadas, el 32,7% de los objetos encontrados en la calle fueron devueltos y el 31% de los conductores se detuvo para que el peatón cruzara. Lo interesante: el estudio no encontró ninguna diferencia perceptible entre las actitudes de los residentes en las ciudades y de los vecinos rurales. Al menos no ahí.

Rico, pobre. Lo interesante del trabajo llega ahora. Donde sí se detectaron anomalías significativas fue controlado por la riqueza de cada barrio, ya fuera rural o urbano. La ayuda fue mucho más frecuente en aquellas comunidades ricas, mientras que escaseó más entre las pobres. Las investigadoras no aventuraron una explicación, y sí varias hipótesis: desde la lógica de la carencia (te preocupas más de ti mismo cuando estás en dificultades) hasta las dinámicas de la comunidad.

Otros casos. Hasta ahora, la ciencia había apuntalado el estereotipo. Diversos estudios habían mostrado cómo la gente, en los pueblos, tendía a ser más solidaria y a prestar más ayuda. Otros habían evidenciado cómo los urbanitas tienden al narcisismo geográfico, lo que podría desincentivar su solidaridad. Según las autoras, todos ellos adolecían del mismo problema. Analizaban espacios estáticos dentro de las ciudades (el centro), cuando sus realidades socioeconómicas son más dispares.
El análisis de barrios ricos vs. barrios pobres les da la razón.

La economía. ¿Entonces se explica únicamente por la economía? Sí y no. Hay trabajos para toda clase de opiniones. Unos apuntalan la idea de que las personas más pobres tienden a ser menos solidarias, a donar menos dinero o a hacer más trampas a cambio de recompensas económicas. Mientras que otros han apuntado a cierto comportamiento pro-social entre las personas con menos renta. Un efecto secundario de esto, por ejemplo, serían las redes de apoyo mutuas e informales establecidas en las comunidades más empobrecidas.
En todos estos factores, la urbanidad o la ruralidad no influye.
Imagen: Cory Schadt/Unsplash

 
Ámsterdam ha encontrado una solución para su problema con los coches. Meterlos bajo el agua

Ámsterdam ha encontrado una solución para su problema con los coches. Meterlos bajo el agua



13 Octubre 2020
Mohorte @mohorte

Dos externalidades negativas han obligado a todas las grandes ciudades de Europa a revisar su relación con el vehículo privado, tan idílica hasta hace unos pocos años. Por un lado, la contaminación. Y por otro, el espacio urbano. Este último aspecto suele sintetizarse en peatonalizaciones o construcción de carriles ciclistas. Pero también en la reducción del número de aparcamientos disponibles.
Sucede que los residentes del centro de las ciudades tienen coche. Y no siempre garaje, dado que escasean. ¿Cómo acomodarles?


Bajo el agua. Es la solución que adoptó el ayuntamiento de Ámsterdam hace dos años, cuando inauguró el párking Albert Cuyp, en el distrito de Amsterdam-Zuid. Tras una compleja intervención arquitectónica, en línea con los hitos habituales de la ingeniería firmados por la obra pública neerlandesa, la ciudad se quitó de encima 600 aparcamientos exteriores. Pero no los eliminó para siempre. Simplemente los trasladó a las profundidades de sus canales, donde su impacto sería menor.

Cuotas. Funciona del siguiente modo. 540 plazas quedan a disposición de los vecinos, para cuya asignación deberán abonar 267€ semestrales. Los 60 aparcamientos restantes funcionan como un párking privado cualquiera, a razón de 0,17€ el minuto o 51€ la jornada. Las instalaciones también incluyen 60 plazas destinadas a bicicletas cargo, muy populares en el norte de Europa. Todo ello bajo el Boerenwetering, uno de los principales canales de la ciudad, en el primer aparcamiento de su especie.

Importancia. ¿Y por qué es relevante? Porque Ámsterdam ha recogido la idea de Elon Musk, enterrar el problema, y la ha llevado a su terreno. El entorno de Albert Cuyp adolecía de espacio urbano, fruto de la densa malla urbana del barrio y de las limitaciones físicas que imponían los canales. Además, la presencia de aparcamientos generaba tráfico de agitación, conductores que circulaban por allí con el único propósito de encontrar plaza. Todo ello causaba molestias entre los vecinos.

Menos espacio, más ruido, más riesgos, más contaminación.
Parking
El diseño.
Despues1
El antes.
Despues
Y el después.


Enterrado. Nada que otras ciudades no hayan experimentado en sus carnes. Ámsterdam, de hecho, lleva cierto tiempo batallando contra los aparcamientos exteriores. Su zona regulada es la más cara del mundo (13€ por dos horas), y en diciembre del año pasado anunció la eliminación de 11.000 plazas a lo largo de los próximos años. La ciudad parece consciente de que los aparcamientos funcionan como un imán para vehículos que, de otro modo, no circularían por su complejo casco histórico.

Otros ejemplos. Los hay a raudales. Desde Oslo, cuya eliminación de aparcamientos en el casco histórico data ya de 2017, hasta Bruselas, con más de 65.000 plazas a retirar durante la próxima década. Y las zonas azules/verdes no siempre bastan. Cuando unos investigadores analizaron el efecto de aparcamientos residenciales (exteriores) en Barcelona, descubrieron que la tasa de compra de nuevos vehículos aumentó. Exactamente lo contrario que buscaban las autoridades.


Mismos problemas. Por supuesto, el Albert Cuyp no será ajeno a estos problemas, y generará los mismos incentivos para los residentes del distrito, además del impacto directo en materia de ruidos o mobiliario urbano. El aparcamiento, eso sí, ha tratado de limitar su presencia visual al máximo: las entradas se han alineado con el nivel del canal, para hacerlas menos perceptibles, y las salidas de emergencia y pantallas de protección se han hecho transparentes y disimuladas.

Los cimientos de los edificios decimonónicos se han respetado y donde antaño había coches hoy hay más árboles, plantas y espacio para peatones o ciclistas. El aparcamiento, en esencia, ha pacificado el barrio. Sin perjuicio de los residentes con coche.

Premios, retos. Quizá por ello la instalación ha recibido diversos premios, tanto locales como internacionales. El proceso no estuvo exento de conflictos. La ley obligó a la ciudad a conservar los 600 aparcamientos durante las obras, pero se topó con ciertas resistencias vecinales, interesados en ocupar las plazas por su cuenta y riesgo. También con las quejas de mercantes locales (hay un mercado en la zona), obligados a pagar mucho más de lo que solían por llegar hasta allí cada fin de semana.

Observando las fotos y el contraste, eso sí, el triunfo es evidente.
Imagen: ZJA

 
31 de octubre Día Mundial de las Ciudades



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La Asamblea General de las Naciones Unidas decide designar el 31 de octubre de cada año Día Mundial de las Ciudades.

El 27 de diciembre de 2013 la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución 68/239 "decide designar el 31 de octubre de cada año, a partir de 2014, Día Mundial de las Ciudades, invita a los Estados, al sistema de las Naciones Unidas, en especial al ONU-Hábitat, las organizaciones internacionales correspondientes, la sociedad civil y los demás interesados pertinentes a celebrar el Día y fomentar la sensibilización al respecto, y destaca que los costos de todas las actividades que pudieran derivarse de la celebración del Día deben sufragarse con cargo a contribuciones voluntarias".

«Concentrémonos en la innovación a fin de asegurar una vida mejor a las generaciones futuras y trazar el rumbo hacia el desarrollo urbano sostenible e inclusivo en beneficio de todos». — António Guterres, Secretario General de la ONU

A mejor ciudad, mejor calidad de vida.

El Día Mundial de las Ciudades se estableció con el objetivo de promover el interés en la urbanización y fomentar la cooperación entre los países para aprovechar las oportunidades y afrontar los desafíos que plantea el urbanismo, así como para contribuir al desarrollo urbano sostenible en todo el mundo.

La urbanización planificada maximiza la capacidad de las ciudades para generar empleo y riqueza, y para fomentar la diversidad y la cohesión social entre diferentes clases, culturas, etnias y religiones. Las ciudades deben ser diseñadas para vivir juntos, crear oportunidades, permitir la conexión e interacción, y facilitar la utilización sostenible de los recursos compartidos.

2020: Valorar nuestras comunidades y ciudades

El impacto de la COVID-19 ha cambiado la vida urbana en todo el mundo. Las comunidades locales han desempeñado un papel clave en la conservación de las ciudades, contribuyendo a la seguridad de las personas y manteniendo algunas actividades económicas.

El valor comunitario abarca el voluntariado local y las personas que se organizan en sus propios barrios, así como los movimientos sociales que desafían la pobreza, la discriminación sistémica y el racismo. En particular, en los asentamientos informales y los barrios marginales, las comunidades están haciendo una contribución significativa, mientras que los hogares en las áreas urbanas brindan un entorno propicio para trabajar y estudiar en casa.
El último Informe de Ciudades del Mundo de ONU-Habitat, refuerza los beneficios de las ciudades que involucran a todas las partes interesadas, incluidas las comunidades locales para promover ciudades sostenibles. El Secretario General ha identificado a las ciudades y comunidades en la primera línea de la respuesta al COVID-19. Colectivamente, podemos fomentar verdaderamente ciudades sostenibles para todas las personas.

 
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