CIUDADES

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El problema de los atascos no es que te estén quitando tiempo, es que te están quitando dinero

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Un conductor madrileño pasa alrededor de 42 horas al año enfangado en un atasco. Un bogotano 75 horas. Un angelino más de 100. De media, las grandes ciudades del mundo obligan a sus conductores a pasar entre dos y cuatro días al año, completos, embutidos en su coche, observando las agujas del reloj desplazarse con lentitud, impotentes ante una situación que no pueden resolver o evitar.

A priori, el tiempo es el principal problema de unatasco. Pero en la práctica es algo más mundano: el dinero. Las grandes congestiones suponen pérdidas irreparables para los centros urbanos. En el caso de ciudades en permanente estado de atasco, como Nueva York o Moscú, las pérdidas pueden amontonarse hasta los 20.000 millones de dólares anuales. Porque si el tiempo es oro, ¿cuánto cuesta exactamente malgastarlo?


Los resultados para 2016 de un estudio realizado por la consultora INRIX son claros: sólo en Estados Unidos, uno de los países occidentales más dependientes del automóvil, las congestiones de tráfico provocaron pérdidas de 305.000 millones de dólares (un aumento, por cierto, del 10% respectoa 2015).

¿Cómo se calcula? Hay que tener en cuenta varios factores. No es un conteo directo, sino una estimación a partir de imponderables como la pérdida de productividad en la que incurren muchos trabajadores mientras conducen hacia su oficina. Todo el tiempo que pasas aborrecido en el túnel de acceso al centro de la ciudad es tiempo en el que no trabajas. Tu empleador, en esencia, te paga para lidiar con el atasco. Es dinero perdido.

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El equivalente en movilidad a lanzar fardos de billetes al aire. (Sanjeev Kugan/Unsplash)

También hay que sumar el impacto en la salud pública: sabemos que la incidencia de la contaminación, largamente atribuible a la masificación del automóvil en las urbes, puede causar hasta 10.000 muertes prematuras anuales en ciudades como Londres. Hay un coste extraordinario para los sistemas sanitarios nacionalesadosado a las nocivas consecuencias de las partículas y el dióxido de carbono en el aire que respiramos (por no hablar del estrés).

En el plano de la movilidad, los atascos representan un problema gigantesco para el transporte de bienes y servicios. El gasto se dispara porque los transportistas o mensajeros pasan más tiempo en la carretera entre trayecto y trayecto, ralentizando los pedidos y entregando menos objetos y productos. Además, tiramos a la basura un montón de carburante: los atascos nos hacen gastar más gasolina de la que necesitaríamos para acudir al mismo punto con la vía despejada.

En conjunto, organismos vivos como las grandes ciudades que dependen del movimiento para generar dinero (o para no perderlo) se ven abocadas al bloqueo momentáneo por culpa de los atascos. En un tiempo en el que lo que más echamos en falta es el tiempo (un tiempo que, maravillas del siglo XXI, sólo podemos comprar con dinero), tirarlo por la borda en una congestión de tráfico implica un coste de oportunidad terrorífico. A nivel agregado, la ciudad pierde.

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Cuánto le costó a cada ciudad estadounidense su congestión crónica.

Nueva York, por ejemplo, se deja unos 33.000 millones de dólares al año. Los Ángeles, pese a tener más atascos, algo menos, unos 19.000 millones. San Francisco baja el peaje de los atascos a los 10.000 millones, y Atlanta, la gran ciudad del sur del país, a los 7.000 millones. El trabajo sólo estima el impacto económico negativo para las ciudades estadounidenses, pero sí incluye una relación de nombres de ciudades internacionales y su equivalente en horas de atascos, para que nos hagamos una idea.

Pues bien, ¿soluciones? No hay recetas mágicas. Tras años de prueba y error, sabemos que construir más autovías, más carriles y más infraestructura para aliviar las congestiones no funciona. Es la Ley de Hierro de los Atascos, o la posición Lewis–Mogridge: más carreteras sólo alimentan artificialmente la demanda, y eventualmente también se colapsan.

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Las 25 ciudades más atascadas del mundo en 2016.

En general, la tendencia en las grandes ciudades es unánime: si no podemos repartir equitativamente a los coches, tendremos que desprendernos de ellos. Madrid lleva tiempo experimentando con ideas similares. Londres es una de las ciudades que conmás éxito ha introducido tarifas de acceso al centro (una vez limitas el caudal, la probabilidad de que este se atasque por pura fuerza bruta numérica es mucho menor). Nueva York quiere imitar a su par inglesa.

Las ciudades tienen que sacarse un conejo de la chistera si no quieren tirar a la basura millones de euros anuales en forma de productividad desaprovechada, envíos ralentizados y miles de ciudadanos enfermos por culpa de la contaminación. En última instancia, es una cuestión de prioridad económica: no sólo no quieres perder el tiempo, tampoco quieres perder el dinero.

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El tiempo que tardas en llegar a una ciudad desde cualquier lugar del mundo, ilustrado en este mapa

El futuro de la humanidad es urbano, lo queramos o no: la urbanización a marchas forzadas de los países en vías en desarrollo implica que, en unas cuantas décadas, habrá más gente viviendo en junglas de asfalto que en el campo. A día de hoy, sin embargo, muchísimos países (y con ellos, millones de personas) continúan siendo rurales.

En ocasiones, esto puede suponer un problema. ¿Qué pasa cuando el hospital más cercano está a más de un día de distancia? ¿O cuando no tienes un servicio de extinción de incendios a menos de cinco horas por carreteras? ¿O cuando un cartero tarda más de una semana en recoger el correo de tu localidad? En el primer mundo estas preguntas suenan extravagantes. En África, Asia y algunos puntos de Sudamérica, son el pan de cada día.

De ahí que un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford, enrolados en el proyecto MAP(The Malaria Atlas Project) hayan desarrollado un mapa global de distancias a las ciudades más cercanas. En esencia, se trata de un trabajo cartográfico isocrono: un mapa que, como aquellos tan maravillosos del siglo XIX, miden los tiempos de viaje. Los resultados son los que más o menos podemos imaginarnos: Europa y América están muy bien conectadas. Los demás no tanto.

Pensemos en la República Centroafricana. Los habitantes del país se ven afectados habitualmente por brotes de malaria o por enfermedades y catástrofes de todo tipo. ¿Cómo de sencillo tienen acceder a los beneficios de vivir aglomerados en una gran ciudad, con los servicios sanitarios básicos? Pues no mucho.Sólo en las proximidades de Bangui se tarda menos de una hora en llegar a un centro urbano. Más lejos, el tiempo se dispara.


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Versión mapamundi, en oscuro.

En Mali sucede algo parecido. Recorrer escasos 80 kilómetros entre Bamako y una de las localidades cercanas implica pasar más de dos y de tres horas en coche. Las zonas rurales africanas siguen estando muy lejos de sus capitales y de sus centros urbanos: las precarias infraestructuras del continente hacen muy difícil viajar con rapidez y comodidad entre las villas campesinas, lo que, en situaciones de emergencia, es un problema enorme.

¿Qué sucede en Europa? Todo lo contrario. Lugares como el Benelux o Alemania difícilmente quedan a más de una hora en coche de cualquier centro urbano. Lo normal, de hecho, es que la distancia se cuente en minutos (o no se cuente, como el caso de Países Bajos, donde la tasas de urbanización está muy por encima del 90%). En España y Portugal, sólo zonas montañosas muy remotas (o el Algarve) están a más de dos horas de distancia de una ciudad.

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Mientras en Europa apenas hay puntos rojos, indicativos de más de tres horas de viaje hasta una ciudad cercana...

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El interior africano está repleto de ellos.

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Ahora bien, no es uniforme: el norte de Europa está muy mal comunicado.

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Y Sudáfrica, en cierta medida, muy bien (o al menos, mucho mejor que el resto del continente).

¿Qué sucede en Latinoamérica? En las zonas cercanas al Amazonas, algo similar al África interior: la accesibilidad es poco menos que una quimera. Pero incluso en países muy desarrollados como Argentina o Uruguay aún hay grandes porciones de terreno muy alejadas de los centros urbanos: sucede en toda la Patagonia, en los Andes y en el interior húmedo de Uruguay. En los altiplanos los tiempos son cortos,pero en muchos espacios altos de Bolivia o Perú el problema persiste.

En México, sólo lugares muy selváticos como la península del Yucatán o los desiertos norteños e interiores quedan muy lejos (a más de tres o cuatro horas) de los grandes núcleos urbanos. Algo similar sucede en Estados Unidos: una vez abandonado elmidwest, hay grandes espacios vacíos donde las infraestructuras (y las personas) brillan por su ausencia, alargando los tiempos de viaje. En contraste, más de medio continente (en el este) está a tiro de piedra de cualquier ciudad.

Y en Asia, India y China representan una notable excepción: el amplio desarrollo del subcontinente indio y la cantidad de humanos allí viviendo ha provocado que las ciudades hayan proliferado de forma notable durante las últimas décadas. El resultado es un país donde, pese a sus carencias, casi todos sus habitantes están a menos de una hora de viaje de un núcleo urbano. En China sucede lo mismo (exceptuando los desiertos interiores y el Tíbet).

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En la India, es raro estar a más de dos horas de una ciudad.

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Sucede lo mismo en China, Corea o Japón.

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El sudeste asiático, de geografía quebrada, muy montañosa y algo menos compacto a nivel económico y político que China, no sucede igual: hay numerosos puntos "rojos" y "morados". Mala señal.

Como explica Daniel Weiss, el líder del equipo de investigación que ha llevado a cabo el proyecto, en Global Research, el mapa quiere servir como herramienta informativa para que autoridades y organizaciones humanitarias sepan al terreno al que se enfrentan. En general, Weiss alerta de los espacios segregados que generan las malas infraestructuras: es en los países ricos donde las personas están más cerca de las ciudades, y en los menos desarrollados, son las clases altas las que viven cerca de los núcleos urbanos.

Es decir, hay un evidente componente habitacional y geográfico en la pobreza. Y el mapa lo muestra. "Las ciudades son geniales para concentrar actividades y gente en el espacio, y actuando como motores de desarrollo gracias al potencial colaborativo que ofrecen (...) Pese a que los avances tecnológicos pueden reducir la carga de vivir en lugares remotos, la gente sigue demostrando su creencia en el valor de las ciudades mudándose allí".
 
continúa...

Y de ahí la relevancia, en muchos países, de reducir los tiempos que muestra el mapa.

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En México, las zonas centrales están muy bien conectadas. Otras, como la Baja California, amplias zonas del norte o el Yucatán, no tanto.

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En Sudamérica, las infraestructuras y la accesibilidad a espacios urbanos se concentran en el altiplano, en las costas brasileñas, argentinas y uruguayas y en algunos puntos de Chile. Todo lo demás, rojo oscuro.

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En general, los contrastes son gigantescos.

https://magnet.xataka.com/en-diez-m...lquier-lugar-del-mundo-ilustrado-en-este-mapa
 
El Dieselgate ya ha servido para algo bueno: en Alemania va a financiar el transporte público gratuito

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Primero, un sociedad cada vez más dispuesta a actuar de forma ecológica; segundo, la perspectiva de una sanción económica de miles de millones de eurospor incumplir los límites de contaminación establecidos por la Unión Europea; tercero y último, la vergüenza nacional ostentada desde hace un par de años de saber que al menos una gran compañía del automóvil (la todopoderosa industria del país) ha estado vendiendo coches con niveles de emisiones falseados.

Sí, el Gobierno alemán ha decidido dar un contundente paso adelante en su misión por limitar la contaminación. Como han explicado varios ministros del país en una carta firmada y enviada a la Comisión Europea, su propuesta, que será puesta en marcha de forma experimental y antes de que finalice este 2018, se llevará a cabo en cinco ciudades altamente industrializadas y afectadas por una grave toxicidad ambiental: Bonn, Essen, Reutlingen, Mannheim y Herrenberg. Moverse ahora por la ciudad no tendría coste para los residentes.



Despite improvements in Europe's #AirQuality, pollution remains a serious concern. We have put measures in place to help cut air pollution and want to cooperate with Member States to help them comply with emission limits → http://europa.eu/!Rg68Mj

https://twitter.com/EU_Commission/status/958286667831443456
Aunque el objetivo inicial era extender la medida a todas las ciudades altamente contaminantes, el Gobierno se terminó retractando y su aplicación será voluntaria, aprobada o rechazada individualmente por los gobernadores de cada municipio. Según la Comisión Europea, el dióxido de nitrógeno y otras micropartículas contaminantes son una amenaza mortal y directa para los ciudadanos de más de 130 ciudades europeas. Vienen causando unas 400.000 muertes anuales en el continente y al menos 20 millones de gasto sanitario dentro de la UE. Alemania, el país más poblado de la Unión, era un firme candidato para llevarlo a cabo.

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¿Y quién va a pagar la fiesta? Obviamente una parte importante de la financiación la tendrán que llevar a cabo las arcas públicas (y así lo prevén a largo plazo), pero titanes de la industria automovilística como BMW, Daimler (el grupo de Mercedes-Benz) y Volkswagen tendrán que inyectar entre 250 y 1.000 millones de euros para mejorar las redes de transporte locales.

Es otra condición más que se le impone a la industria que está pasando por un momento de crisis o urgente transformación, dependiendo de cómo quiera verse.

Ha sido siempre el emblema y orgullo de la nación y la actividad que da empleo directo a más de 800.000 alemanes. Después del escándalo de 2015, el poder de la industria ha ido dejando paso al poder electoral que supone ya promover movidas para gravar al sector y prohibir los diesel. Primero fueron los pagos de sanciones por los 11 millones de vehículos contaminantes que sus software habían puesto en circulación. Después, los Tribunales de Stuttgart llevaron adelante la prohibición de circulación de coches diésel en toda la ciudad.

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El futuro gobierno socialdemócrata no se lo va a poner más fácil que lo que lo tiene ahora, y las grandes firmas se han comprometido a invertir una mayor parte de sus beneficios en la investigación de los coches eléctricos y promover la compra de coches no contaminantes con premios en efectivo para los propietarios de vehículos desfasados.

De todas formas, la medida que nos ocupa no será tan costosa como podría suponer para otras naciones contaminantes de primer orden. El abono mensual berlinés viene a costar una media de 77 euros, mientras que un madrileño paga entre 55 y 72 euros (piensa también en la diferencia de renta), un neoyorkino unos 92 y un londinense algo cercano a los 160.

Los coches contaminan. Los buses, también

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Algo que tal vez pueda sorprender es que dentro de este paquete de medidas es que no sólo se incluyan penalizaciones a los coches particulares, sino también a taxis y… buses movidos por combustibles fósiles. Este tipo de vehículos colectivos desaparece de la lista de transportes óptimos y lo sustituyen buses eléctricos o híbridos, tranvías y el metro, a día de hoy el transporte ecológicamente más atractivo dentro de las ciudades.

Como recogimos previamente, ya hay otras ciudades que han probado los efectos del transporte gratuito. La lección de Tallín fue que, si el objetivo era sacar a la gente de sus coches, la gratuidad no es la mejor medida. La gente utiliza el coche propio por comodidad y libertad, de ahí que sanciones económicas a los usuarios de estos vehículos sean medidas más efectivas. Lo que sí lograron fue que las zonas más empobrecidas captasen más usuarios y se precipitasen las solicitudes de empadronamiento para acogerse al descuento.

https://magnet.xataka.com/preguntas...va-a-financiar-el-transporte-publico-gratuito
 
El envejecimiento de las ciudades, ilustrado en estos fantásticos mapas a través de sus edificios

Una ciudad es el resultado de centenares, cuando no miles, años de evolución. Y el urbanismo varía, se adapta, se modifica en función de las necesidades de cada tiempo, del modelo de ciudad y de la tecnología disponible. Dicho de otro modo, las ciudadesenvejecen.

Y en este inexorable paso del tiempo, las cicatrices de la historia son bien presentes. No es lo mismo pasear por el casco antiguo de Barcelona que hacerlo por el ensanche. Hay un cambio de paradigma. Si nos adentramos en las barriadas de Sant Andreu o de Santa Coloma, el paisaje habla de otro tiempo, de otra sociedad, de otro estrato, pero también de otro espacio urbano. Lo mismo sucede en Ciudad de México, en Cuzco o en Manizales.

Ahora bien, datar de forma exacta el envejecimiento progresivo de una ciudad y visualizarlo de forma simple, más allá del paseo que podamos dar a lo largo de nuestra urbe, no es tan sencillo. ¿Cómo hacerlo? Con mapas, obviamente. Tan brillante idea se le ocurrió a Daniskarma, un usuario de Reddit que compartió en r/DataIsBeautiful cuatro mapas de cuatro ciudades españolas en los que mostraba en colores distintos las edades de los edificios registrados.

El resultado es fascinante, y la metodología relativamente sencilla. "Toda la información de los mapas viene del Catastro de España", nos explica. "Es completamente libre aunque para hacer una descarga manual de toda la cartografía de un municipio hay que tener un certificado digital (el cual es gratuito y cualquiera puede hacerlo)". Gracias a la base de datos del catastro, es posible replicar los mapas en, virtualmente, cualquier otra ciudad de España.

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El grueso del casco y el ensanche de Barcelona.

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Madrid, centro.

Los mapas son un viaje por las cicatrices, las señales del tiempo, de las ciudades. En Madrid y Barcelona el resultado es muy obvio: los centros históricos están repletos de edificios anteriores a 1900 (los más oscuros), contando ambos con cascos históricos relativamente grandes. El de Barcelona, sin embargo, es mucho más significativo, dado lo vetusto de la ciudad: casi el 10% de los edificios de la ciudad son previos al siglo XX. No sólo el casco, también el ensanche.

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Barcelona en detalle.

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Madrid en detalle.

Prueba de su histórico dinamismo y de la grandilocuencia de la ciudad mucho antes de su apogeo industrial y demográfico. Este último es evidente en las cinco ciudades (Valladolid, Las Palmas de Gran Canaria y Valencia, de otro usuario, son las otras tres que aparecen): es en los sesenta cuando se produce el boom demográfico de las ciudades, recogiendo a grandes bolsas de población provenientes del campo. Se instalan en la periferia del casco antiguo, en edificios desarrollistas franquistas.

El porcentaje de edificios de esa década es, por tanto, el más alto en la mayoría de los casos, llegando a representar el 20% en el caso de Barcelona y el 23% en Madrid.

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Valencia.

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La peculiar forma de Las Palmas, también condicionada por su geografía.

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En Valladolid los edificios muy antiguos se combinan, en el casco, con otros mucho más modernos.

Barcelona es el caso más particular, ya decimos, por su carácter tan histórico. Y por estar tan limitada por su geografía: enclaustrada entre el mar y la montaña, la mayor parte de los edificios son rojos o morados, y hay muy pocos amarillos, al contrario que en Valencia o en Madrid, ciudades más llanas donde las montañas no cortaron el desarrollo urbanístico de la urbe de igual modo. En Madrid es especialmente interesante observar la construcción en los 60 y 70 de los antiguos barrios chabolistas.

Para su realización, Daniskarma se ha valido de QGIS, un software que trabaja con Sistema de Información Geográfica. "He usado un plugin para descargar la cartografía y los datos del catastro llamado Spanish Inspire Catastral Downloader, que permite simplemente introducir el municipio deseado y te descarga todo lo necesario. Con esto sacar los planos es sencillo, simplemente se le pide al programa que coloree los edificios en función de su año de construcción, se elige una paleta de colores y listo", cuenta.
 
Oslo ha tenido una idea brillante para sacar a los coches de sus calles: eliminar los aparcamientos

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La lucha contra el automóvil es tan esencial a las ciudades del siglo XXI como su aceptación y promocióna las del siglo XX. Y en su crucial batalla por el futuro de los grandes centros urbanos, los ayuntamientos de todo el mundo están implementando una amplia panoplia de medidas, a cual más imaginativa: tranvías,carriles bici, autobuses-fagocitadores de coches, prohibiciones temporales o permanentes a la circulación de vehículos privados, limitación de emisiones, etcétera.

Y de repente llegó Oslo y tuvo la idea más simple y brillante para reducir el tránsito de coches en el interior de sus calles: borrar de un plumazo las plazas de aparcamiento.

Al parecer, los gobernantes de la capital noruega habían prestado atención a los datos. En las almendras centrales de las ciudades el volumen de coches buscando aparcamiento en un momento dado puede ascender al 30%, una circunstancia que puede llevar a algunos conductores a circular veinte minutos más de lo requerido. Sólo en Reino Unido la media de conductores destina cuatro días enteros durante todo un año a aparcar. Cuatro días dando vueltas.

Aunque las cifras no siempre son exactas (varían en función de la ciudad y, lo más importante, varían mucho en función de si buscamos plaza en los barrios más centrales o en los periféricos), los datos concuerdan con la intuición. En ciudades con cascos antiguos medievales o plegados sobre sí mismos la circulación tiene dos finalidades: o llegar al destino (trabajo, hogar) o buscar aparcamiento, dado que su quebrado diseño urbano los anula como vectores de circulación.

Se daba la circunstancia así que en Oslo gran parte de los coches acudían al centro sólo buscando aparcamiento, un dislate en términos de movilidad urbana. ¿Solución del Ayuntamiento de Oslo? Coger algunas de las calles más transitadas y decir adiós a los aparcamientos.

Si Mahoma no va a la montaña y viceversa
La decisión era tan simple que ni siquiera entraba en los planes iniciales del gobierno local. Hace dos años, Oslo anunció que pretendía cerrar al tráfico su casco antiguo,1,7 kilómetros cuadrados repletos de tiendas, oficinas, centros de ocio y apartamentos. Tenía sentido: los habitantes del pequeño barrio sólo poseían un coche en un 12% de los casos, y llegaban al trabajo diariamente utilizando autobuses, metros, bicicletas o sus dos piernas. ¿Quién podía necesitar un coche allí?

Quienes viven fuera del centro. Para los comerciantes la circunstancia era un problema porque podía prevenir, según su juicio, a muchos locales asentados en la periferia de acercarse al centro a comprar o a pasar el día con la familia. El rechazo al plan inicial del Ayuntamiento de Oslo provocó que la ciudad tuviera que pensarse dos veces de qué modo iba a implementar un proyecto que, de igual modo, le era vital: se calcula que para 2040 habrá aumentado su población en un 30%.

Y de perpetuarse el modelo actual de movilidad, más gente es igual a más emisiones y peor salud para todos.

Ante las resistencias que la prohibición de hace dos años, el ayuntamiento reculó y optó por tirar de incentivos: adiós aparcamientos libres
De modo que las autoridades recularon y en su lugar han presentado un plan alternativo que ya se ha implementado en algunas de sus fases. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma: en vez de retirar a los coches del centro, va a eliminar el principal incentivo para acercarse al casco antiguo en coche, elaparcamiento. La misma área verá cómo progresivamente todas las zonas de párking libre al aire libre serán retiradas en favor de carriles bici y ampliamiento de aceras.

El resultado ya es visible en muchas calles de la capital noruega e irá a más. Y tiene toda la lógica del mundo: al mantener los aparcamientos en el cinturón urbano que rodea al centro, aquellos que deseen acudir a su tienda o a su restaurante favorito tendrán dos opciones: aparcar más lejos y andar hasta el centro, con toda la pereza que ello conlleva, o cambiar el modo en el que se desplazan, preferiblemente a través de bicicletas, autobuses o trenes urbanos.

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No more. (Bjørn Erik Pedersen/Wikipedia)

De momento el espacio ganado al coche aparcado (que, recordemos, es el estado natural de la mayoría de los automóviles en ciudad: pasan un 95% del tiempoocupando espacio inmóviles) ha ido a parar a las bicicletas, con el consecuente las-bicicletas-van-a-acabar-con-occidente contraargumento. Para 2018, Oslo empezará a ampliar el espacio destinado al peatón, reduciendo las calzadas y peatonalizando la totalidad de algunas calles (excepto para residentes).

El objetivo a corto-medio plazo es limitar al máximo la circulación en las calles interiores, ganando espacio para carriles bici y para ampliar el espacio dedicado al peatón
De un modo u otro, el objetivo a corto-medio plazo es quitarse el coche de encima en favor de alternativas más sostenibles, menos frustrantes y más habitables para los ciudadanos de Oslo. Y es una estrategia más inteligente: si la prohibición suena demasiado radical (los coches pueden seguir accediendo al centro, simplemente no tienen dónde aparcarse), una alternativa es eliminar los incentivos para perpetuar un comportamiento previo. Teoría económica de libro.

No todo son quejas y ya hay asociaciones que han manifestado su satisfacción con la generalizada recuperación de espacio para el peatón. Pese a que cualquier proyectode peatonalización encuentra grandes y lógicas resistencias, el coche no es especial amigo del comercio. Al contrario, contar con avenidas dedicadas al peatón puede favorecer el comercio e insuflar vida a la actividad económica en el centro. Y en Oslo van encaminados a ello del modo más simple y brillante posible.

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Impuestos sobre las bicicletas: el elefante en la habitación del futuro de las ciudades

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¿Qué sucedería si mañana tu ayuntamiento te obligara a pagar un impuesto sobre tu bicicleta? Lo más probable es que, de ser ciclista habitual, lo afrontaras con bastante mala leche y que, en el largo plazo, te replantearas la conveniencia de la bici en ciudad.

Los impuestos locales son instrumentos que los ayuntamientos tienen para recaudar dinero y modificar una determinada conducta en sus calles. Es bien sabido que los impuestos, además de tener objetivos finalistas (obtener dinero para pagar inversiones, deudas o equipamientos) pueden incentivar o desincentivar prácticas. ¿Quieres que la gente deje de fumar? Gravas (mucho) el tabaco.

A gran escala, las bicicletas en las ciudades habían pasado por encima del debate. Mientras los vehículos a motor tenían que lidiar con los engorrosos impuestosde circulación, un ciclista sólo requería de dos pasos para circular por ciudad: comprarse una bicicleta y ponerse a pedalear. Pues bien, Oregón, uno de los estados más progresistas de Estados Unidos, ha decidido poner punto y final a tal circunstancia.


A partir de ahora, todos aquellos que adquieran una bicicleta tendrán que pagar alrededor del 7% en forma de impuestos. La medida augura un aumento de la recaudación de más de un millón de dólares para el estado, y se dirige al gigantesco elefante en la habitación que domina el futuro de las ciudades: si los coches desaparecen poco a poco, ¿de qué modo las ciudades van a recaudar lo que pierden en impuestos?

Si quieres una bicicleta me la vas a pagar


El caso de Oregón es bastante particular. El estado no tiene IVA, por lo que ninguna venta está gravada por el mero hecho de ejecutarse. De forma práctica y estableciendo una borrosa equivalencia, la medida sería el equivalente a gravar con un impuesto especialla venta de bicicletas en España, donde ya se paga el 21% del IVA. Es decir, una decisión política que, más allá de la recaudación, tendría efectos en el mercado.

Lo excepcional del caso ha levantado un arduo debateen la región y en gran parte de los foros de movilidad del mundo. El argumento de los legisladores de Oregón es bastante familiar: si las bicicletas desean utilizar el espacio público del mismo modo que los coches o las motocicletas, también deberían pagar por él. O lo que es lo mismo, contribuir al mantenimiento de calzada e infraestructura vía impuestos.

La teoría dice que parte del dinero recaudado iría a sufragar los costes de "utilización" de las carreteras o de los carriles bicis. Al igual que en el caso de los coches, el impuesto permitiría mantener las vías en buen estado y, en el caso de las bicicletas, crear nuevos carriles que promuevan la utilización de la bicicleta.

Se trata de una reclamación histórica de algunos conductores, que observan con cierto desdén cómo su circulación está gravada a varios niveles (compra, combustible, seguro obligatorio, impuesto de circulación) mientras que el de las bicicletas, las mismas que circulan por sus calzadas y que cada día ocupan más espacio de la vía pública, lo hacen sin impedimentos. Para muchos, es una situación de desigualdad injusta.

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Tan es así que hace un par de años el gobierno español planteó una batería de medidas similares a las ejecutadas por Oregón. La DGT lanzó una propuesta-sonda que, de haberse ejecutado, habría obligado a matricular las bicicletas (creando una evidente barrera al uso de la misma), a imponer un impuesto de circulación y a añadir un seguro obligatorio similar al del coche. No existe nada parecido en Europa y jamás entró en vigor.

Pero la idea, pese a no tratarse más que de un sondeo, generó un amplio revuelo. En Oregón ha pasado igual: asociaciones en favor de un modelo de sostenibilidad verde han señalado que gravar especialmente la venta de bicicletas generará un incentivo natural a no adquirirlas, favoreciendo al coche y a otros vehículos motorizados (o a acudir al mercado negro de compraventa, como Craiglist). Las críticas se han oído incluso desde Dinamarca.

Un futuro repleto de bicicletas gravadas

Y con razón: un impuesto a la compra de nuevas bicicletas frena por defecto un mercado en expansión que, además, tiene mucho de proximidad, en tanto que está copado por tiendas locales y de barrio cuya supervivencia puede verse comprometida. En esencia, Oregón está poniendo una traba al desarrollo de la bicicleta, del mismo modo que los gravámenes al alcohol o al tabaco buscan tasar una externalidad negativa.

Lo hace, además, a la contra: la tendencia actual es la contraria, reduciendo gravámenes, como Ciudad de México, para que agarrar una bicicleta y ponerse a pedalear con ella cueste cada vez menos. Las ciudades necesitan a las bicicletas.

Las ciudades hoy están aplicando las políticas contrarias: menos impuestos y más facilidades para que la gente se anime a utilizar la bicicleta en las calles
Pero el debate va más allá: ¿qué será de la bicicleta en el futuro de las ciudades cuando su demanda sea inelástica y un impuesto no las limite? Es cierto que gran parte de ellas están apostando por modelos de movilidad diferentes: más tranvías, más espacios peatonales, más árboles y más barrios independientes muy bien conectados entre sí. Y también más bicicletas en detrimento del coche, tradicional dominador de los espacios urbanos. Eso requiere de inversiones, y los coches aseguran un ingreso.

¿Qué sucede cuando los ayuntamientos se ven privados de los muy rentables impuestos de circulación locales? Que quizá tengan que buscar otras vías de ingresos. Sin el coche (al menos en un futuro sin coches hacia el que muchas urbes van dirigidas), los gobiernos se fijarán en las otras actividades diarias. Y la bicicletaes un objetivo natural, que además puede contar con el apoyo de quienes no la utilizan y suelen preferir el coche.

La cuestión es si ambas actividades son comparables, que no lo son, y si un impuesto como el de Oregón no trata en realidad de lo contrario, de limitar su desarrollo. En el fondo, cualquier aspecto que trate de regular el desarrollo de la bicicleta tal como se ha regulado el del automóvil (seguros, criterios de conducción y tránsito rígidos, matriculaciones, impuestos de circulación) minará su crecimiento, porque planteará barreras de entrada a una actividad que requiere de su marco legal propio.

Oregón ya ha lanzado la primera piedra. ¿Quién va a recoger el guante?

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Al salir a la calle estás fumando varios cigarros al día sin saberlo. Esta app te dice cuántos

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El aire que respiramos nos está matando. Son multitud los estudios que ilustran hasta qué punto la contaminación atmosférica de las grandes ciudades afecta a la salud de sus habitantes. Desde lasescandalosas cifras de Pekín y las principales urbes chinas hasta las en absoluto desdeñables de Londres, Madrid o Nueva York. Hemos llenado de tanta polución nuestras ciudades que respirar el aire de la calle equivale a fumar varios cigarrillos al día, lo quieras o no.

¿Cuántos? Depende de la ciudad, por supuesto. Un estudio de 2015 realizado por Richard A. Muller y Elizabeth A. Muller puso cifras al fenómeno realizando una sencilla comparación. Si inhalar un cigarrillo significa ingerir una dosis de 22 microgramos por metro cúbico de PM2.5 (partículas finas, presentes en el óxido nitroso que emiten los coches diésel, por ejemplo), bastaría con medir el nivel de partículas presentes en el aire de cada ciudad para saber cuántofumamos sin saberlo.

Los resultados fueron bastante impresionantes, aunque variables. De media, los pekineses se inhalan el equivalente a cuatro cigarrillos al día. En un mal día, 25, aproximadamente un paquete de tabaco. Otras ciudades chinas lo tenían bastante peor: los buenos habitantes de Shenyang llegaron a meterse entre pecho y espalda 63 cigarrillos en un día (¡cuatro paquetes de tabaco!) por el mero hecho de salir a la calle. Es el peor registro. Puntual, pero significativo del problema.

En Europa y Estados Unidos la situación es menos grave. De media, los europeos inhalan algo más de un cigarrillo diario por culpa de la contaminación, y los estadounidenses medio. Como siempre, hay una gigantesca variabilidad: mientras en Nueva Delhi se han alcanzado picos de 45 cigarrillos diarios, en las ciudades del norte de Europa (menos dependiente de los combustibles fósiles) puntúan en lo más alto de los índices de calidad del aire de forma sistemática.

Fumadores involuntarios, uníos
La realidad es que es un problema gigantesco, dado que afecta a todos los grupos de población por igual. ¿Pero cómo tener una foto fiable del estado de nuestra ciudad? La respuesta es Shit! I Smoke, una aplicación lanzada por una pareja de desarrolladores que indica la media de partículas respirables presentes en el aire de cada ciudad incluida en el listado.

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Dos capturas de la aplicación. (CityLab/Shit! I Smoke)

Como se explica en CityLab, la app funciona de forma muy sencilla: mediante la geolocalización del dispositivo móvil se conecta a una enorme base de datos extraída de los medidores de la calidad del aire (son públicos en casi todas las ciudades) y lo extrapola al número de cigarrillos diarios que fumas en equivalencia. Gracias a la permanente actualización de las estaciones medidoras de cada ciudad, tienes una foto más o menos precisa de los efectos de la contaminación en tu cuerpo todos los días.

Es una aproximación, pero es una idea que quizá resulte útil para que aprendamos a observar la contaminación. Las boinas son a menudo visibles, pero los problemascardiorespiratorios y las consecuencias a largo plazo de respirar aire contaminado suelen ser invisibles. Hasta que tornan en visibles y trágicas. Dada la abrumadoraconciencia social en torno a los efectos nocivos del tabaco, asociar el aire repleto de partículas respirables con el hábito de fumar parece inteligente.

¿La pega? No están todas las ciudades del mundo (aunque en España hayalternativas). Así que, en muchísimos casos, tendremos que seguir mirando hacia el cielo para descubrir si, boina marrón mediante, hoy nos fumaremos uno, dos, o veinte cigarrillos en contra de nuestra voluntad.

https://magnet.xataka.com/en-diez-m...s-al-dia-sin-saberlo-esta-app-te-dice-cuantos

 
Los lugares de los que hablan las canciones: un viaje musical
Si quieres recorrer el mundo a través de la música, entonces, dale al “play” y vente a este viaje.
https://www.harpersbazaar.com/es/cultura/ocio/a20088375/canciones-preferidas-lugares-inspiradas/
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Que la música y viajar son dos elementos que van de la mano es algo que ya sabemos. ¿Quién no guarda, como si de un tesoro emocional se tratase, el recuerdo de un viaje con una banda sonora muy concreta? Y cuando suena esa canción, ese disco, entonces vuelves a aquel lugar, a aquella luz, a aquellas sensaciones. Ya nada podrá separarlos. De la misma manera que hay canciones que inspiran viajes, también hay lugares y viajes que inspiran canciones y cuya letra, melodía o título estarán para siempre asociadas a ellos.

Os proponemos este viaje musical a través de aquellos que alguna vez se emocionaron recorriendo las calles de alguna ciudad, viendo el atardecer en alguna playa o imaginando una vida diferente al otro lado del mundo. Porque la esencia más real de los lugares se encuentra, además de en sus paisajes o edificios, en las historias que se cuentan o han escrito sobre ellas y que han inspirado a miles de artistas que le dedican versos e, incluso, canciones enteras. Si quieres recorrer el mundo a través de la música, entonces, dale al “play” y vente a este viaje:

You Said Something - PJ Harvey
Si hay una ciudad ganadora en el ranking de ciudades con más canciones, claramente ésa es Nueva York. Alrededor de 30.000 canciones hablan de ella o de lo que en sus calles ocurre. Y es que la ciudad que sedujo a Lorca es, tal vez, la más fotogénica e inspiradora del planeta, que no es poco.

Una canción para volver a ella una y otra vez -da igual si nunca la has visitado- es ésta que la cantante británica, PJ Harvey, grabó en el 2000 Stories from the City, Stories from the Sea. El disco entero es una declaración absoluta de amor hacia la ciudad, pero este tema hace sentir a cualquiera que la escucha que se trata de un relato autobiográfico en el que, con la Gran Manzana como telón de fondo, dos extranjeros contemplan el horizonte desde una terraza en la madrugada y observan los barrios y edificios más notables de Manhattan.

Vale por todo lo bueno - The New Raemon
Una de las mejores formas de recorrer Barcelona es a través de las múltiples canciones que se han escrito sobre ella -o yendo de restaurante en restaurante buscando la mejor crema catalana de la ciudad-. The New Raemon es una de esas bandas que podrían servirnos como banda sonora para descubrir la Ciudad Condal de su mano. En esta ocasión, Ramón Rodríguez quiere que crucemos un lugar muy concreto del barrio de Gracia, una de las zonas más peculiares de Barcelona, pues en sus calles y plazas estrechan lazos un ambiente bohemio, la modernidad y la sensación de haber abandonado una ciudad inmensa que no sabe pisar el freno para adentrarnos en la relajada vida que ofrece un pueblo. Y, precisamente, una de estas tranquilas y acogedoras plazas es en la que nos deja sueltos para que la exploremos al ritmo de la canción: la plaza de la Virreina.

Brooklyn Baby - Lana del Rey
También a Nueva York, pero a lo que ocurre al otro lado del Brooklyn Bridge le canta Lana del Rey. La estadounidense cuenta, en pocas palabras, que es una moderna de Brooklyn que lleva plumas en el pelo y que su novio está en una banda, que es un chico muy guay, pero no tanto como ella. No cuesta ningún trabajo imaginárselos paseando por las calles de Williamsburg con su propia canción de fondo, como si se tratase de un videoclip.

Pero, si exprimimos un poco más la letra, descubrimos que es un desafío a sus críticos y fans, pues se siente “demasiado sofisticada para su propia generación” y prefiere los años 70 y, para acentuarlo, hace un acopio de términos que nos evocan aquella década: “Lou Reed”, “Freedom Land”, “Beat poetry”.
Bixby Canyon Bridge - Death Cab for Cutie
Big Sur es una famosa región californiana de escarpados acantilados y que sirve de refugio a bohemios, mochileros, místicos, millonarios, hippies, locos del New Age, escritores como Henry Miller o Jack Kerouac, y todo tipo de personajes extravagantes. El Big Sur siempre ha atraído y ejercido un mágico influjo sobre intelectuales y artistas.

“Bixby Canyon Bridge” es un tema de la banda estadounidense Death Cab for Cutie sobre este famoso puente que domina la vista sobre el mar. El frontman de grupo, Ben Gibbard, escribió esta canción inspirándose, precisamente, en un libro de Kerouac llamado “Big Sur” y en las sensaciones que él mismo tuvo la primera vez que estuvo allí, y la convierte en un “roadtrip” imaginario por la zona.

Berlín - Coque Malla
Berlín es otra de esas ciudades que han crecido a base de golpes y, aún así, ha sabido sacarse el polvo de encima para avanzar. Hay tanta historia e historias en sus calles y recuerdos que parece imposible que no inspire todo tipo de sentimientos y emociones. La capital alemana da título a una de las canciones de Jorge Malla Valle, conocido como Coque Malla, en su último disco “La hora de los Gigantes”.

En ella, habla de marcharse, de empezar una nueva vida en Berlín, de construir allí una casa donde pasar el resto de su vida, pero la realidad es que, tal y como explicó el músico en una entrevista, por ahora prefiere visitarla por placer.

California - Phantom Planet
Volvemos a California, pero es que es escuchar eso de: “California, here we come!” y una brisa de juventud y de “dosmiles” sacude como un terremoto tu interior si fuiste -y nunca dejarás de serlo- fan incondicional de “The O.C.”, a sus amores, sus estilismos, sus paisajes idílicos y su banda sonora -gracias Spotify por recordarnos esos temazos-.

Imaginar un verano en California, viendo el atardecer en Orange Country, mientras conduces por la 101 a la vez que suena en tu radio esta canción de Phantom Planet es algo así como una imagen con la que todos los seguidores de la serie -que ya hace 11 años que acabó- hemos jugueteado alguna vez en nuestra mente. Así que, por si acaso, y si alguna vez llegamos a ver cumplida esa fantasía televisiva, no nos olvidemos de cantar bien fuerte: “Nothing's gonna stop me now / California here we come!”
La lista podría seguir hasta el infinito, pues no son pocas las canciones que se han tomado el mundo y lo que en él ocurre como inspiración. Por eso, te animo a que disfrutes de estas canciones y a que hagas tu propio recopilatorio para que, cuando necesites viajar y no puedas, uses la música como medio mágico de transporte.











 
Ciudades abiertas
La Bienal de Venecia, el Premio Europeo de Espacio Público y varios libros analizan la amenaza de privatización de las calles y la resistencia que le oponen los ciudadanos
https://elpais.com/cultura/2018/06/21/babelia/1529579940_354707.html

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La invasión del turismo, las medidas de seguridad y el crecimiento desaforado de muchas urbes, orientado exclusivamente a la rentabilidad, chocan cada vez más con la necesidad de mantener espacios de convivencia en las ciudades. Varios libros recientes y citas como la Bienal de Venecia recogen esta preocupación y proponen soluciones diversas. La periodista Anatxu Zabalbeascoa analiza estas cuestiones en un amplio reportaje que abre el próximo número de Babelia: “En muchas urbes europeas y norteamericanas el espacio público está cada vez más vigilado por cámaras de seguridad ‘mientras algunos edificios privados se hacen accesibles durante el día’, como explica la arquitecta angloiraní Farshid Moussavi. En esa línea ambigua, muchos Ayuntamientos llenan las aceras de terrazas —que convierten la calle en un lugar de pago— y de asientos individuales que tratan de evitar que los sin techo duerman en los bancos afeando las calles. Por eso parece necesario plantear cuán público es hoy el espacio común que ha definido las ciudades mediterráneas desde sus inicios y sentado las bases de su modelo de urbanismo”, escribe Zabalbeascoa.
El nuevo número de Babelia continúa con las habituales críticas de libros, entre las que se destaca como título de la semana el ensayo La polis literaria, de Rafael Rojas, seguidas de una entrevista de Juan Cruz al escritor Alejandro Gándara a propósito de la publicación de su nueva novela, La vida de H.

La sección de arte se abre con un artículo de Ángela Molina sobre la bienal Manifesta 12, que este año se celebra en Palermo. El apartado de música está dedicado a la movida flamenca que se vivió en Madrid entre los años setenta y noventa, con protagonistas como los Ketama y Pata Negra.

El crítico teatral Marcos Ordóñez escribe sobre la obra Las crónicas de Sanchidrián, de José Padilla. Y en las páginas de opinión ocupa la tribuna libre el escritor Lorenzo Luengo, junto a las firmas habituales de Antonio Muñoz Molina y Manuel Rodríguez Rivero.
 
Valencia también se apunta a regular Airbnb. Su plan: limitarlo a bajos y primeros pisos
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Los pisos turísticos son pieza a cobrarse por los ayuntamientos de las principales ciudades turísticas. Sucede en Alemania, en Estados Unidos y, desde hace algunos meses, en España. Hace unas semanas conocíamos el radical plan de Palma para contener su proliferación y, con algo de suerte, reducir el impacto en los meteóricos precios del alquiler. Ahora ha llegado el turno de otra ciudad Mediterránea: Valencia. ¿Su plan? Más complejo: limitarlos a bajos y primeros pisos.

Regulación física. La medida se ha orquestado a dos niveles. Por un lado, las Cortes Valencianas han aprobado una reforma de la Ley de Turismo que dota de amplio margen de maniobra a los ayuntamientos. Por otro, el consistorio valenciano, la capital autonómica, ya ha acordado valerse del Plan General de Ordenación Urbana para contrarrestar la proliferación de pisos turísticos. ¿Y qué dice este? Que si una vivienda tiene por debajo otras para uso residencial, debe ser residencial.

Resultado: sólo valdrán como pisos turísticos los bajos y los primeros.

El registro. Para ello, la ciudad se valdrá del registro autonómico, obligatorio. Para su obtención, el piso deberá pasar un informe de compatibilidad urbanística. Dicho de otro modo, la comunidad comenzará a cribarqué viviendas pueden y no pueden ser utilizadas con fines turísticos. Todas las viviendas contarán con un número de registro, de tal que las inspecciones serán relativamente sencillas. Siempre y cuando el número se muestre en la aplicación, algo que no siempre ocurre.

Airbnb y otros portales ya han recibido multas de hasta 30.000 euros por parte de la comunidad. Si reinciden, se elevarán a los 600.000.

El espíritu. Valencia es el epicentro de una de las comunidades más visitadas año tras año en España. Su situación es similar a la de Palma y a la de las Islas Baleares en su conjunto, y no es en absoluto casual que la alianza política que ha apostado por la dura regularización de Airbnb sea muy similar (Compromís + PSOE + Podem, tanto en el ayuntamiento como en la Generalitat). La idea de fondo no es suprimir y cercenar la actividad turística, sino "ordenarla".

La carrera contra Airbnb. El método valenciano es novedoso. Hasta ahora, las políticas de cada ciudad han sido muy dispares. Palma ha prohibido la práctica totalidad de los pisos turísticos, aunque ha dejado espacio para las viviendas de otro tipo. Barcelona lleva casi un lustro embarcada en una larga batalla regulatoria que ha incluido sanciones masivas de alojamientos ilegales. Y Madrid está permitiendo a suscomunidades de vecinos decidir si su bloque puede tener fines turísticos.

Efectividad a prueba. Las experiencias de Nueva Yorky de San Francisco revelan que si bien Airbnb sí tiene un impacto muy definido en las ciudades (aunque los efectos sobre el alquiler sean disputados), su regulación no siempre es tan efectiva como se desea. En cualquier caso, en plena ascensión vertiginosa de los alquileres, los gobiernos municipales españoles han comenzado a observar a las plataformas digitales como un enemigo a batir. Cuestión distinta es que lo logren.

https://magnet.xataka.com/en-diez-m...nb-su-plan-limitarlo-a-bajos-y-primeros-pisos
 
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