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Urdangarin aterriza en Madrid horas antes de que venza el plazo para su ingreso en prisión
CRÓNICA
No venirse abajo. Ese es el primer paso de un preso.Urdangarin ha de llevar el petate preparado. Calzoncillos, calcetines, abrigo y camisetas. Ropa para, al menos, una semana. Puede llevar una maleta Longchamp o una bolsa de deporte de Adidas grande para transportarlos. El envoltorio se queda en resguardo. No puede entrar con comida. Su abogado, su familia y él han escogido una prisión, pero todavía desconocemos cual ha sido la elegida.
Han tomado en cuenta que tenga un aeropuerto -relativamente cercano- con conexión a Ginebra. Ha sido difícil la adaptación de sus hijos a una nueva vida. Por eso, la infanta Cristina y él los quieren proteger. Buscan a toda costa evitar una nueva mudanza: nuevos amigos, otros insultos.
Iñaki Urdangarin está flaco, con más arrugas que las que le corresponde a sus 50 años. Encogido, además, aparenta menos estatura que sus antaño imponentes 197 centímetros. La imagen del abatimiento. No se puede saltar ningún protocolo. No hay trato de favor. Pasa por ingresos. Le piden la identificación, revisan su DNI. Primer paso, las huellas dactilares. Después, le toman las fotos que se utilizarán para reconocerlo dentro del SIP (el Sistema de Identificación Penitenciaria). Es ya oficialmente un reo.
Iñaki Urdangarin, escoltado en el aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas. / GTRES
Coge su bolsa y da el siguiente paso. No puede pasar con anillos, ha de dejar la cartera, el reloj. Antaño, había reticencias con ciertos colores de ropa, la negra y la azul marino estaban prohibidas. Ahora, no hay problema. Los que no pasan los filtros de seguridad se meten en una bolsa con su nombre. Se enumeran en un fichero, para que no se pierdan. «Nunca pasa», cuenta un reputado funcionario de prisión que ayuda a Crónica a reconstruir cómo transcurrirá la vida en prisión de quien fuera duque de Palma. Iñaki pasa a la zona de ingresos.
Le dan el paquete que se les da a los recién llegados. Los productos textiles: su toalla, el cepillo de dientes, sábanas, manta, almohada. Los de limpieza: dos rollos de papel higiénico, pasta de dientes, cepillo. Deben durar un mes y, si se requiere antes, debe ir al economato. Completa el recibimiento su cuchara, tenedor y cuchillo de plástico.
El primero en verle es el médico. Estas primeras 72 horas, Iñaki va a recibir consejo y apoyo de un preso-ordenanza. Éste es un reo ejemplar, a punto de terminar su condena y conocedor de los secretos de la cárcel. El trabajador social es el segundo que suelen ver los nuevos presos. Pregunta por su familia, qué necesita... Después, el educador y el jurista que revisa los términos de la condena.
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El reo-ordenanza se convierte en su mejor aliado en la cárcel. Avisa desde si el preso necesita una manta o si le ve con ansias suicidas. También le explica las nociones más básicas, las reglas internas, como el uso del economato. Si el médico no tiene objeción, pasa a la celda. Una habitación de unos 13 metros cuadrados de media, climatizada, con baño y ducha. Su asesor le enseñará cómo hacerla más confortable. Alrededor, el panorama no es tan trágico. Hay cocina, lavandería -una semana puede lavar las prendas de color, otra las blancas-, área deportiva, aulas, una buena biblioteca, ordenadores... Todas las estancias, impecables. ¿Se abrirá la deseada piscina climatizada para Urdangarin?
En el economato se puede adquirir desde un televisor de 22 pulgadas por 220 euros a puros Cohiba por 12. La clave es tener los suficientes fondos en la tarjeta que se les da para hacer compras internas. La tele suele tardar dos días para los que la piden en el momento justo -o pagan un sobrecoste- a una semana. Llega sellada y revisada para que no se cuele contrabando -o armas blancas- dentro del aparato. Puede mejorar su estancia con un reproductor de CDs. Eso sí, sólo se permiten grabaciones originales. Las piratas están prohibidas...
Un cambio radical de vida. Como refiere Mario Conde, otro que pasó del oropel a la vida entre barrotes: «El vino y el champagne fueron sustituidos por agua mineral, la tarta por unos bizcochos comprados a través del economato... mi familia por un chaval que cumple destino conmigo en el mismo almacén».
Y otra frase que suele lanzar el preso-ordenanza de turno. Que hay que grabarse como tatuaje carcelario para sobrevivir: «De aquí se sale»
CRÓNICA
No venirse abajo. Ese es el primer paso de un preso.Urdangarin ha de llevar el petate preparado. Calzoncillos, calcetines, abrigo y camisetas. Ropa para, al menos, una semana. Puede llevar una maleta Longchamp o una bolsa de deporte de Adidas grande para transportarlos. El envoltorio se queda en resguardo. No puede entrar con comida. Su abogado, su familia y él han escogido una prisión, pero todavía desconocemos cual ha sido la elegida.
Han tomado en cuenta que tenga un aeropuerto -relativamente cercano- con conexión a Ginebra. Ha sido difícil la adaptación de sus hijos a una nueva vida. Por eso, la infanta Cristina y él los quieren proteger. Buscan a toda costa evitar una nueva mudanza: nuevos amigos, otros insultos.
Iñaki Urdangarin está flaco, con más arrugas que las que le corresponde a sus 50 años. Encogido, además, aparenta menos estatura que sus antaño imponentes 197 centímetros. La imagen del abatimiento. No se puede saltar ningún protocolo. No hay trato de favor. Pasa por ingresos. Le piden la identificación, revisan su DNI. Primer paso, las huellas dactilares. Después, le toman las fotos que se utilizarán para reconocerlo dentro del SIP (el Sistema de Identificación Penitenciaria). Es ya oficialmente un reo.
Coge su bolsa y da el siguiente paso. No puede pasar con anillos, ha de dejar la cartera, el reloj. Antaño, había reticencias con ciertos colores de ropa, la negra y la azul marino estaban prohibidas. Ahora, no hay problema. Los que no pasan los filtros de seguridad se meten en una bolsa con su nombre. Se enumeran en un fichero, para que no se pierdan. «Nunca pasa», cuenta un reputado funcionario de prisión que ayuda a Crónica a reconstruir cómo transcurrirá la vida en prisión de quien fuera duque de Palma. Iñaki pasa a la zona de ingresos.
Le dan el paquete que se les da a los recién llegados. Los productos textiles: su toalla, el cepillo de dientes, sábanas, manta, almohada. Los de limpieza: dos rollos de papel higiénico, pasta de dientes, cepillo. Deben durar un mes y, si se requiere antes, debe ir al economato. Completa el recibimiento su cuchara, tenedor y cuchillo de plástico.
El primero en verle es el médico. Estas primeras 72 horas, Iñaki va a recibir consejo y apoyo de un preso-ordenanza. Éste es un reo ejemplar, a punto de terminar su condena y conocedor de los secretos de la cárcel. El trabajador social es el segundo que suelen ver los nuevos presos. Pregunta por su familia, qué necesita... Después, el educador y el jurista que revisa los términos de la condena.
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El reo-ordenanza se convierte en su mejor aliado en la cárcel. Avisa desde si el preso necesita una manta o si le ve con ansias suicidas. También le explica las nociones más básicas, las reglas internas, como el uso del economato. Si el médico no tiene objeción, pasa a la celda. Una habitación de unos 13 metros cuadrados de media, climatizada, con baño y ducha. Su asesor le enseñará cómo hacerla más confortable. Alrededor, el panorama no es tan trágico. Hay cocina, lavandería -una semana puede lavar las prendas de color, otra las blancas-, área deportiva, aulas, una buena biblioteca, ordenadores... Todas las estancias, impecables. ¿Se abrirá la deseada piscina climatizada para Urdangarin?
En el economato se puede adquirir desde un televisor de 22 pulgadas por 220 euros a puros Cohiba por 12. La clave es tener los suficientes fondos en la tarjeta que se les da para hacer compras internas. La tele suele tardar dos días para los que la piden en el momento justo -o pagan un sobrecoste- a una semana. Llega sellada y revisada para que no se cuele contrabando -o armas blancas- dentro del aparato. Puede mejorar su estancia con un reproductor de CDs. Eso sí, sólo se permiten grabaciones originales. Las piratas están prohibidas...
Un cambio radical de vida. Como refiere Mario Conde, otro que pasó del oropel a la vida entre barrotes: «El vino y el champagne fueron sustituidos por agua mineral, la tarta por unos bizcochos comprados a través del economato... mi familia por un chaval que cumple destino conmigo en el mismo almacén».
Y otra frase que suele lanzar el preso-ordenanza de turno. Que hay que grabarse como tatuaje carcelario para sobrevivir: «De aquí se sale»