MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
08/09/2018
CHSSS...
UN PRÍNCIPE DE ASTURIAS CON MARCHA ATRÁS
EL DUCADO DE FRANCO...
A LO PEOR... NO ES ELLA
El 1 de noviembre de 1977, el entonces Príncipe Felipe, que entonces tenía nueve años, visitaba, por primera vez, oficialmente Covadonga. Se pretendía que recibiera los atributos de Príncipe de Asturias como habían acordado, el 18 de mayo de 1976, Don Juan Carlos, que sólo llevaba seis meses como Rey de España, con el Presidente de la Diputación. La precipitación, la desorientación y el confusionismo rodearon un acto del que fui testigo y que se pretendió fuera de proclamación y de investidura. Pero, a pesar de la portada de ¡Hola!, de la que yo era redactor jefe, con un Felipe saludando en coche descubierto al público, con la basílica de Covadonga al fondo, tan sólo fue un homenaje popular. Lo más grave, la falta de explicación oficial sobre la rebaja y marcha atrás del acto previsto por el Rey, que decidió el momento en que su heredero debía ser nombrado Príncipe de Asturias. ¡Una borbonada! El momento no podía ser peor ya que, en esos días, se estaba discutiendo la nueva Constitución. Ni los parlamentarios asturianos del PSOE y del PCE acudieron a Covadonga. Tampoco el Presidente Adolfo Suárez. La proclamación de Felipe como Príncipe de Asturias se produjo al promulgar un decreto en este sentido, el 21 de enero de 1978.
Mi querida compañera de EL MUNDO Lucía Méndez, criticaba, en su columna del pasado 1 de este mes, al ducado de Franco y a toda la familia, olvidando o no queriendo recordar que fue el propio Rey Don Juan Carlos quien, el 26 de noviembre de 1975, sólo seis días después de la muerte del General, concedía a Doña Carmen Polo y Martínez-Valdés el título de duquesa de Franco con Grandeza de España y también el Señorío de Meirás, igualmente con Grandeza pero a título personal sin derecho hereditario alguno. Pero a su muerte, el 6 de febrero de 1988, a los 86 años de edad, lo reclamó Francis Franco, el nietísimo. Sorprendentemente, y por aquello de tener la fiesta en paz, el Rey firmó un decreto por el que se convertía en el nuevo titular. Con respecto a la familia, debes saber, querida Lucía, por muy extraño e indignante que te parezca que, casi tres meses después de que el General fuera enterrado en la basílica Del Valle de los Caídos y de donde más pronto que tarde Pedro Sánchez lo va a sacar, el guión del Caudillo seguía ondeando en el torreón sobre la puerta de entrada del palacio de El Pardo, aunque la viuda no tenía derecho alguno, of course.
—¡Quédese todo el tiempo que quiera, que necesite. Esta es su casa –dijo con exquisito tacto el Rey .
Y no sólo se quedó todo el tiempo que le dio la gana, sino que se dispuso que El Pardo siguiera funcionando como si Franco, aún estuviera, desde allí, conduciendo los destinos de la patria. Aunque no lo creas, el guión del Caudillo se izaba y se arriaba todos los días. Y una compañía del Regimiento de la Guardia del Generalísimo seguía rindiendo honores a la Señora de Meirás. Y los jefes de las Casas Civil y Militar de Su Excelencia y los ayudantes de servicio, en sus puestos. Así hasta el día que no tuvo mas remedio que abandonar la que había sido su casa, exactamente durante 36 años. Y lo hizo mientras los soldados de ese Regimiento le rendían honores militares presentando armas al paso del coche en el que iba llorando junto a su hija y su nieta y la banda interpretaba el Himno Nacional. En ese momento, se dejó oír el toque de oración y se arriaba la bandera de España que había ondeado en El Pardo desde el 15 de marzo de 1940. Fue exactamente así, porque yo, que estaba allí, lo vi.
Doña Carmen Polo y Martínez Valdés no sólo dejaba, llorando a lágrima viva, de ser la Generalísima, sino también la primera dama de España. ¡Tuvo gracia que, a lo largo de 70 días, hubiera dos: ella, en El Pardo, con toda la parafernalia, y la Reina Sofía, en La Zarzuela, sin ninguna.
Bueno es saber todo esto y que “Every man must face his own responsibilities”. Y una advertencia: que Pedro Sánchez pierda toda esperanza porque el ducado de Franco o el Señorío de Meirás sólo puede quitarlo quien lo otorgó: el Rey. Como Felipe a su hermana Cristina, el ducado de Palma.
Por Rosa María Mateo siempre he sentido una especial simpatía. Sobre todo, desde la época de compañera de aquel gran periodista y mejor persona que fue Manu Leguineche. La consideré una mujer equilibrada y preparada. Es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. También comenzó Ciencias Políticas, aunque no llego a terminarla. Por todo ello y mucho más, no entiendo su actuación sectaria contra compañeros de la profesión en TVE. Me informan que ella sólo es la mano, que el impulso soberano es de Fran Llorente. Puede. Pero me cuesta creer que Rosa María haya olvidado su amarga experiencia en Antena 3, cuando fue despedida, en 2003, no por motivos ideológicos (Maurizio Carlotti es un gran profesional y un señor), sino a causa de un ERE. Se prescindió, como suele suceder, de quienes sobraban, entre ellos Rosa María Mateo, a la que recuerdan sentada en la redacción de los informativos con los rulos puestos y mascando chicle, en espera de entrar en el plató. Según una compañera, nunca escribió una línea.
¿Estarán invitados Felipe y Letizia a la boda, el 29 de septiembre, de la única hija del “compi yogui” y nieta del marqués de Villar Mir, gran amigo del rey don Juan Carlos? (...) La agresividad tiene su rentabilidad. Felipe y Letizia le llamaron para preguntar por sus gemelos. Pensaron, mejor llevarse bien con éste (...) La firma financiera norteamericana Wells Ferg ha despedido a varios directores por falsear facturas de cenas de trabajo (...) No sé si es peor guardarse la factura de una cena que ha pagado otro para endosarla a la empresa en la que trabajas. Que yo lo vi hacer a un importante ejecutivo en el restaurante Casa Lucio (...) Una ministra o ministro no puede reconocer que un subordinado le ha metido un gol (...) ¿Por qué nadie se atrevió a criticar la pasividad cuando no la permisividad de Juan Pablo II con los pederastas de la Iglesia y sí lo están haciendo con el Papa Francisco? (...) Sorprende que la prensa británica se haya escandalizado con el minivestido negro de la mestiza duquesa, cuando todo el mundo conoce en el Reino Unido sus desnudos. ¡No seamos hipócritas, compañeros! (...) No todo en Sánchez me parece negativo. Al igual que hizo F.G. arrumbando la chaqueta de pana, él ha decidido vestir el cargo con trajes bien cortados y de colores oscuros y corbatas a juego. ¡Bien por el presidente, bien! (...) Hay que ser muy sincera, como lo es Macarena Gómez, para reconocer a mi compañero Antonio Diéguez que “orinar después de mucho tiempo aguantando es mejor que un orgasmo”(¿)
JAIME PEÑAFIEL
08/09/2018
CHSSS...
UN PRÍNCIPE DE ASTURIAS CON MARCHA ATRÁS
EL DUCADO DE FRANCO...
A LO PEOR... NO ES ELLA
El 1 de noviembre de 1977, el entonces Príncipe Felipe, que entonces tenía nueve años, visitaba, por primera vez, oficialmente Covadonga. Se pretendía que recibiera los atributos de Príncipe de Asturias como habían acordado, el 18 de mayo de 1976, Don Juan Carlos, que sólo llevaba seis meses como Rey de España, con el Presidente de la Diputación. La precipitación, la desorientación y el confusionismo rodearon un acto del que fui testigo y que se pretendió fuera de proclamación y de investidura. Pero, a pesar de la portada de ¡Hola!, de la que yo era redactor jefe, con un Felipe saludando en coche descubierto al público, con la basílica de Covadonga al fondo, tan sólo fue un homenaje popular. Lo más grave, la falta de explicación oficial sobre la rebaja y marcha atrás del acto previsto por el Rey, que decidió el momento en que su heredero debía ser nombrado Príncipe de Asturias. ¡Una borbonada! El momento no podía ser peor ya que, en esos días, se estaba discutiendo la nueva Constitución. Ni los parlamentarios asturianos del PSOE y del PCE acudieron a Covadonga. Tampoco el Presidente Adolfo Suárez. La proclamación de Felipe como Príncipe de Asturias se produjo al promulgar un decreto en este sentido, el 21 de enero de 1978.
Mi querida compañera de EL MUNDO Lucía Méndez, criticaba, en su columna del pasado 1 de este mes, al ducado de Franco y a toda la familia, olvidando o no queriendo recordar que fue el propio Rey Don Juan Carlos quien, el 26 de noviembre de 1975, sólo seis días después de la muerte del General, concedía a Doña Carmen Polo y Martínez-Valdés el título de duquesa de Franco con Grandeza de España y también el Señorío de Meirás, igualmente con Grandeza pero a título personal sin derecho hereditario alguno. Pero a su muerte, el 6 de febrero de 1988, a los 86 años de edad, lo reclamó Francis Franco, el nietísimo. Sorprendentemente, y por aquello de tener la fiesta en paz, el Rey firmó un decreto por el que se convertía en el nuevo titular. Con respecto a la familia, debes saber, querida Lucía, por muy extraño e indignante que te parezca que, casi tres meses después de que el General fuera enterrado en la basílica Del Valle de los Caídos y de donde más pronto que tarde Pedro Sánchez lo va a sacar, el guión del Caudillo seguía ondeando en el torreón sobre la puerta de entrada del palacio de El Pardo, aunque la viuda no tenía derecho alguno, of course.
—¡Quédese todo el tiempo que quiera, que necesite. Esta es su casa –dijo con exquisito tacto el Rey .
Y no sólo se quedó todo el tiempo que le dio la gana, sino que se dispuso que El Pardo siguiera funcionando como si Franco, aún estuviera, desde allí, conduciendo los destinos de la patria. Aunque no lo creas, el guión del Caudillo se izaba y se arriaba todos los días. Y una compañía del Regimiento de la Guardia del Generalísimo seguía rindiendo honores a la Señora de Meirás. Y los jefes de las Casas Civil y Militar de Su Excelencia y los ayudantes de servicio, en sus puestos. Así hasta el día que no tuvo mas remedio que abandonar la que había sido su casa, exactamente durante 36 años. Y lo hizo mientras los soldados de ese Regimiento le rendían honores militares presentando armas al paso del coche en el que iba llorando junto a su hija y su nieta y la banda interpretaba el Himno Nacional. En ese momento, se dejó oír el toque de oración y se arriaba la bandera de España que había ondeado en El Pardo desde el 15 de marzo de 1940. Fue exactamente así, porque yo, que estaba allí, lo vi.
Doña Carmen Polo y Martínez Valdés no sólo dejaba, llorando a lágrima viva, de ser la Generalísima, sino también la primera dama de España. ¡Tuvo gracia que, a lo largo de 70 días, hubiera dos: ella, en El Pardo, con toda la parafernalia, y la Reina Sofía, en La Zarzuela, sin ninguna.
Bueno es saber todo esto y que “Every man must face his own responsibilities”. Y una advertencia: que Pedro Sánchez pierda toda esperanza porque el ducado de Franco o el Señorío de Meirás sólo puede quitarlo quien lo otorgó: el Rey. Como Felipe a su hermana Cristina, el ducado de Palma.
Por Rosa María Mateo siempre he sentido una especial simpatía. Sobre todo, desde la época de compañera de aquel gran periodista y mejor persona que fue Manu Leguineche. La consideré una mujer equilibrada y preparada. Es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. También comenzó Ciencias Políticas, aunque no llego a terminarla. Por todo ello y mucho más, no entiendo su actuación sectaria contra compañeros de la profesión en TVE. Me informan que ella sólo es la mano, que el impulso soberano es de Fran Llorente. Puede. Pero me cuesta creer que Rosa María haya olvidado su amarga experiencia en Antena 3, cuando fue despedida, en 2003, no por motivos ideológicos (Maurizio Carlotti es un gran profesional y un señor), sino a causa de un ERE. Se prescindió, como suele suceder, de quienes sobraban, entre ellos Rosa María Mateo, a la que recuerdan sentada en la redacción de los informativos con los rulos puestos y mascando chicle, en espera de entrar en el plató. Según una compañera, nunca escribió una línea.
¿Estarán invitados Felipe y Letizia a la boda, el 29 de septiembre, de la única hija del “compi yogui” y nieta del marqués de Villar Mir, gran amigo del rey don Juan Carlos? (...) La agresividad tiene su rentabilidad. Felipe y Letizia le llamaron para preguntar por sus gemelos. Pensaron, mejor llevarse bien con éste (...) La firma financiera norteamericana Wells Ferg ha despedido a varios directores por falsear facturas de cenas de trabajo (...) No sé si es peor guardarse la factura de una cena que ha pagado otro para endosarla a la empresa en la que trabajas. Que yo lo vi hacer a un importante ejecutivo en el restaurante Casa Lucio (...) Una ministra o ministro no puede reconocer que un subordinado le ha metido un gol (...) ¿Por qué nadie se atrevió a criticar la pasividad cuando no la permisividad de Juan Pablo II con los pederastas de la Iglesia y sí lo están haciendo con el Papa Francisco? (...) Sorprende que la prensa británica se haya escandalizado con el minivestido negro de la mestiza duquesa, cuando todo el mundo conoce en el Reino Unido sus desnudos. ¡No seamos hipócritas, compañeros! (...) No todo en Sánchez me parece negativo. Al igual que hizo F.G. arrumbando la chaqueta de pana, él ha decidido vestir el cargo con trajes bien cortados y de colores oscuros y corbatas a juego. ¡Bien por el presidente, bien! (...) Hay que ser muy sincera, como lo es Macarena Gómez, para reconocer a mi compañero Antonio Diéguez que “orinar después de mucho tiempo aguantando es mejor que un orgasmo”(¿)