MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
28/07/2018
CHSSS...
DE LA BULLABESA AL CHULETÓN
DE TAL ABUELO, TAL NIETO
LLEVABA RAZÓN
El pasado sábado 21, El País publicaba una curiosa anécdota sobre Don Juan Carlos, en boca estos días de todo el mundo a causa de las declaraciones de Corinna “la amiga entrañable” y cortesana “sociópata narcisista”, a juicio de su primer marido y padre de su hija Nastassia, Philip J. Adkins.
Las desleales palabras que han deteriorado de manera irreversible su trayectoria, sin mecanismos capaces de mitigar los daños, no solamente a él sino también a la Corona, no le han quitado el apetito al todavía Rey Emérito. Cuando el pasado 16 de julio, a las 13 horas, llegaba, a bordo de un todoterreno plateado, al club naútico de Sanxenxo, al ver la cantidad de periodistas que le estaban aguardando, decidió no salir del coche, permaneciendo más de una hora encerrado en su interior. Cuando supo que la regata en la que iba a participar se había suspendido, se marchó.
El periódico no aclara si lo hizo para dirigirse a Jiménez de Jamuz, en la provincia de León, donde se encuentra el restaurante El Capricho, en el que su propietario, José Gordón, ha logrado convertirlo en la meca de la carne de buey, famoso en el mundo entero. Me imagino que allí se zamparía uno de los excepcionales chuletones, a los que tan aficionado es.
Esta anécdota, porque no deja de serlo, me ha recordado a su abuelo, el rey Alfonso XIII, quien, en circunstancias, si no parecidas, sí muchísimo más graves, ante la sorpresa de sus colaboradores, tampoco perdió el apetito.
Sucedió el 15 de abril de 1931. La víspera se vio obligado a abandonar, para siempre, España, porque se había proclamado la República. No le cupo otra solución que emprender viaje al exilio por Cartagena, donde embarcó en el buque de la Armada Príncipe Alfonso, con dirección a Marsella. Le acompañaba su ayudante Morau. Antes, había roto a llorar al ver a los oficiales formar en cubierta para despedirle. A su llegada a la capital de la Provenza, y a pesar de la gran cantidad de periodistas que aguardaban en el hotel y del dolor de haber perdido el trono y comenzar ese día un triste y largo exilio, no se le ocurrió otra cosa que pedirle a su ayudante que se preparara porque deseaba ir a un conocido restaurante del puerto de Marsella para tomarse... una bullabesa. Se trata de una sopa de pescado típica no sólo de la región de la Provenza, sino muy especialmente de la ciudad de Marsella.
Según Miguel Ángel Almodóvar, ilustre investigador y divulgador en ciencias nutricionales y gastronomía, la bullabesa francesa guarda estrecha relación con la caldeirada portuguesa, el suquetde pescado catalán o la caldereta mallorquina. En Marsella la llaman “caldo del sol” y “sopa de oro” e incluye cinco especies de pescados: rape, congrio, centollo, salmonete y langosta. ¡Nada menos!
No le valieron las explicaciones del ayudante del rey que era imposible salir porque la prensa se agolpaba a la puerta del hotel. “Pues salgamos por la puerta de servicio”, exigió el caprichoso ya ex monarca.
Capricho se llama el restaurante leonés donde Don Juan Carlos pudo acudir a comer ante la imposibilidad de salir de su coche por el asedio a que le tenía sometida la prensa española.
De inaceptable capricho de su abuelo, Alfonso XIII, fue desear comer bullabesa, con lo que estaba cayendo sobre su vida y su familia a quien había dejado abandonada en el Palacio Real de Madrid, a merced de los manifestantes republicanos. Estos llegaron a subir hasta el balcón de la habitación donde la reina Victoria Eugenia se había refugiado con todos sus hijos, uno de ellos, el príncipe de Asturias, gravemente enfermo. Y es que, como me decía el inolvidable general Sabino, “los Borbones no se quieren entre ellos”. Más bien va a ser verdad. Porque hay que tener un cuajo y una total falta de sensibilidad para comerse una bullabesa cuando, a su alrededor, todo se hunde. Empezando por la institución que representas, tu familia y tu propia vida.
En el año 2009, a Don Juan Carlos se le detecta un tumor en el pulmón del que fue intervenido en 2010. Con motivo de la operación, en el Hospital Clínico de Barcelona, la querida compañera Pilar Eyre publicó una serie de crónicas en las que ponía de manifiesto que nadie de la Familia Real acompañó a Don Juan Carlos el día de la operación. Y que, cuando Doña Sofía acudió al día siguiente, sólo estuvo unos minutos. Al marcharse, no sólo lo hizo muy triste sino que, en el aeropuerto y antes de subir al avión, la vieron llorar. Al parecer, en el hospital la presencia de “la amiga entrañable” era manifiesta. Se ignora si llegó a cruzarse con ella cuando subía o bajaba de la habitación. Pero algunos pusieron en duda los comentarios de Pilar. Hoy es la propia Corinna quien, en sus conversaciones con Villarejo y Villalonga, lo deja bien claro. “El Rey pensaba que se iba a morir de ese cáncer y pidió que me quedara con él para ayudarle a superar sus problemas de salud” (resultó un tumor benigno). De justicia es reconocer la verdad. En este caso, no porque lo diga Corinna, sino porque en su día Pilar Eyre lo contó.
La desmitificación del padre ha dejado al hijo en la estacada, ha dicho el profesor de Ciencias Políticas de la Complutense. (...) ¿Qué parte de culpa en la caída de Rajoy ha podido tener su jefa de ‘des-comunicación’? (...) ¿Discriminación machista en el Barça? Los equipos femeninos y masculinos han iniciado la pretemporada en Portland (EEUU). Pero los chicos viajaron en ‘business’ y las chicas... en turista. (...) ¿Qué habrá querido decir el buenazo de su marido que ha descubierto en su esposa sorprendentes dosis de... carácter? ¡Peligro querido, peligro! (...) Nunca entenderemos nada de la ‘vice’, mientras se empeñe en explicarlo todo. (Santi González dixit). (...) ¿Qué pintaba Cayetano M. de Irujo en el escabroso asunto de Rubiales y la arquitecta? (...) ¿Qué habrá sido de la ‘baronesa de Bombay’, a quien no se le ha visto en el Congreso del PP? (...) El rencor no te ayuda en la vida. El perdón es la felicidad. Me ha reconocido que ya no guarda rencor alguno a su ex. (...) La Audiencia quiere investigar las grabaciones de ella. ¿Por qué no investiga, también, las de él? (...) Cuando vemos a las ministras de Sánchez, observamos que todas están pero que muy felices de haberse conocido. Aunque algunas no tienen categoría para serlo. (...) Son famosos, muy famosos. Y ricos, muy ricos. Tal vez por ello esta mi semana anuncian su boda sin cobrar por la exclusiva.
JAIME PEÑAFIEL
28/07/2018
CHSSS...
DE LA BULLABESA AL CHULETÓN
DE TAL ABUELO, TAL NIETO
LLEVABA RAZÓN
El pasado sábado 21, El País publicaba una curiosa anécdota sobre Don Juan Carlos, en boca estos días de todo el mundo a causa de las declaraciones de Corinna “la amiga entrañable” y cortesana “sociópata narcisista”, a juicio de su primer marido y padre de su hija Nastassia, Philip J. Adkins.
Las desleales palabras que han deteriorado de manera irreversible su trayectoria, sin mecanismos capaces de mitigar los daños, no solamente a él sino también a la Corona, no le han quitado el apetito al todavía Rey Emérito. Cuando el pasado 16 de julio, a las 13 horas, llegaba, a bordo de un todoterreno plateado, al club naútico de Sanxenxo, al ver la cantidad de periodistas que le estaban aguardando, decidió no salir del coche, permaneciendo más de una hora encerrado en su interior. Cuando supo que la regata en la que iba a participar se había suspendido, se marchó.
El periódico no aclara si lo hizo para dirigirse a Jiménez de Jamuz, en la provincia de León, donde se encuentra el restaurante El Capricho, en el que su propietario, José Gordón, ha logrado convertirlo en la meca de la carne de buey, famoso en el mundo entero. Me imagino que allí se zamparía uno de los excepcionales chuletones, a los que tan aficionado es.
Esta anécdota, porque no deja de serlo, me ha recordado a su abuelo, el rey Alfonso XIII, quien, en circunstancias, si no parecidas, sí muchísimo más graves, ante la sorpresa de sus colaboradores, tampoco perdió el apetito.
Sucedió el 15 de abril de 1931. La víspera se vio obligado a abandonar, para siempre, España, porque se había proclamado la República. No le cupo otra solución que emprender viaje al exilio por Cartagena, donde embarcó en el buque de la Armada Príncipe Alfonso, con dirección a Marsella. Le acompañaba su ayudante Morau. Antes, había roto a llorar al ver a los oficiales formar en cubierta para despedirle. A su llegada a la capital de la Provenza, y a pesar de la gran cantidad de periodistas que aguardaban en el hotel y del dolor de haber perdido el trono y comenzar ese día un triste y largo exilio, no se le ocurrió otra cosa que pedirle a su ayudante que se preparara porque deseaba ir a un conocido restaurante del puerto de Marsella para tomarse... una bullabesa. Se trata de una sopa de pescado típica no sólo de la región de la Provenza, sino muy especialmente de la ciudad de Marsella.
Según Miguel Ángel Almodóvar, ilustre investigador y divulgador en ciencias nutricionales y gastronomía, la bullabesa francesa guarda estrecha relación con la caldeirada portuguesa, el suquetde pescado catalán o la caldereta mallorquina. En Marsella la llaman “caldo del sol” y “sopa de oro” e incluye cinco especies de pescados: rape, congrio, centollo, salmonete y langosta. ¡Nada menos!
No le valieron las explicaciones del ayudante del rey que era imposible salir porque la prensa se agolpaba a la puerta del hotel. “Pues salgamos por la puerta de servicio”, exigió el caprichoso ya ex monarca.
Capricho se llama el restaurante leonés donde Don Juan Carlos pudo acudir a comer ante la imposibilidad de salir de su coche por el asedio a que le tenía sometida la prensa española.
De inaceptable capricho de su abuelo, Alfonso XIII, fue desear comer bullabesa, con lo que estaba cayendo sobre su vida y su familia a quien había dejado abandonada en el Palacio Real de Madrid, a merced de los manifestantes republicanos. Estos llegaron a subir hasta el balcón de la habitación donde la reina Victoria Eugenia se había refugiado con todos sus hijos, uno de ellos, el príncipe de Asturias, gravemente enfermo. Y es que, como me decía el inolvidable general Sabino, “los Borbones no se quieren entre ellos”. Más bien va a ser verdad. Porque hay que tener un cuajo y una total falta de sensibilidad para comerse una bullabesa cuando, a su alrededor, todo se hunde. Empezando por la institución que representas, tu familia y tu propia vida.
En el año 2009, a Don Juan Carlos se le detecta un tumor en el pulmón del que fue intervenido en 2010. Con motivo de la operación, en el Hospital Clínico de Barcelona, la querida compañera Pilar Eyre publicó una serie de crónicas en las que ponía de manifiesto que nadie de la Familia Real acompañó a Don Juan Carlos el día de la operación. Y que, cuando Doña Sofía acudió al día siguiente, sólo estuvo unos minutos. Al marcharse, no sólo lo hizo muy triste sino que, en el aeropuerto y antes de subir al avión, la vieron llorar. Al parecer, en el hospital la presencia de “la amiga entrañable” era manifiesta. Se ignora si llegó a cruzarse con ella cuando subía o bajaba de la habitación. Pero algunos pusieron en duda los comentarios de Pilar. Hoy es la propia Corinna quien, en sus conversaciones con Villarejo y Villalonga, lo deja bien claro. “El Rey pensaba que se iba a morir de ese cáncer y pidió que me quedara con él para ayudarle a superar sus problemas de salud” (resultó un tumor benigno). De justicia es reconocer la verdad. En este caso, no porque lo diga Corinna, sino porque en su día Pilar Eyre lo contó.
La desmitificación del padre ha dejado al hijo en la estacada, ha dicho el profesor de Ciencias Políticas de la Complutense. (...) ¿Qué parte de culpa en la caída de Rajoy ha podido tener su jefa de ‘des-comunicación’? (...) ¿Discriminación machista en el Barça? Los equipos femeninos y masculinos han iniciado la pretemporada en Portland (EEUU). Pero los chicos viajaron en ‘business’ y las chicas... en turista. (...) ¿Qué habrá querido decir el buenazo de su marido que ha descubierto en su esposa sorprendentes dosis de... carácter? ¡Peligro querido, peligro! (...) Nunca entenderemos nada de la ‘vice’, mientras se empeñe en explicarlo todo. (Santi González dixit). (...) ¿Qué pintaba Cayetano M. de Irujo en el escabroso asunto de Rubiales y la arquitecta? (...) ¿Qué habrá sido de la ‘baronesa de Bombay’, a quien no se le ha visto en el Congreso del PP? (...) El rencor no te ayuda en la vida. El perdón es la felicidad. Me ha reconocido que ya no guarda rencor alguno a su ex. (...) La Audiencia quiere investigar las grabaciones de ella. ¿Por qué no investiga, también, las de él? (...) Cuando vemos a las ministras de Sánchez, observamos que todas están pero que muy felices de haberse conocido. Aunque algunas no tienen categoría para serlo. (...) Son famosos, muy famosos. Y ricos, muy ricos. Tal vez por ello esta mi semana anuncian su boda sin cobrar por la exclusiva.