JAIME PEÑAFIEL
13/04/2019
CHSSS...
EUTANASIA, SÍ; EXHIBICIONISMO, NO
ME HUBIERA METIDO EN LA CÁRCEL
Antes de entrar de lleno y muy sinceramente en el tema, quiero dejar bien claro que, al igual que el compañero Luis Ventoso y muchos españoles, he sentido tristeza y desasosiego con la tragedia de Ángel Hernández y su esposa, María José Carrasco.Y me ha dolido y hasta indignado que ese dramático momento en el que Ángel Hernández ayudaba a morir a su compañera de tantos años, víctima de una esclerosis múltiple en fase terminal desde hacía ya mucho tiempo, se convirtiera en “mercancía electoral y oportunista”. Por una vez, estoy de acuerdo con lo que dijo el inefable Pedro Sánchez en una entrevista en Telecinco: “Esto se tenía que haber evitado”. Aunque él lo decía por otros motivos: culpar al PP y a Ciudadanos de haber impedido la aprobación de una ley sobre la eutanasia.
Lo que sí me parece criticable, condenable, repugnante y hasta delictivo no es que Ángel haya ayudado a morir a su esposa, sino haber permitido y protagonizado la exhibición pública y sin pudor de la agonía, de los últimos momentos de la vida de una persona, de la muerte de un ser humano como María José.
Hablo por una dolorosa experiencia, en este caso profesional: las imágenes de la agonía y muerte de Franco. Su publicación, el 29 de octubre de 1984, en la revista que yo dirigía, fue más que suficiente para estar procesado durante varios meses y acabar en el banquillo. La familia me pedía cinco años de cárcel y 50 millones de las antiguas pesetas de indemnización por haber violado ese sagrado momento de la muerte de una persona. Aunque en este caso se tratara de un dictador.
Aquellas fotografías de un hombre que se debatía entre la vida y la muerte indignaron tanto a la opinión pública que hasta enemigos políticos de aquel hombre que agonizaba, como Felipe González, me telefonearon para reprocharme la publicación. Y miles de lectores demostraron su rechazo, dejando de comprar la revista. Muchos de ellos, incluso de izquierdas, aunque con una sensibilidad que no ha tenido Ángel Hernández, matando, con luz y taquígrafos, a su esposa. Por los motivos que fueren. A lo peor, “un trámite administrativo y donde cada gesto se convertirá en prueba de juicio”, según el compañero Colmenero. No le importó que se publicaran las fotografías en las que se observa claramente cómo sujeta el vaso para que su mujer beba la sustancia que le produjo la muerte, por medio de una pajita que él ayuda a introducir en su boca. Repugnancia me produce recordar ese momento de un su***dio que se convierte en “un reclamo mediático, electoral y oportunista” (Colmenero dixit) en el que aparece la famosa pajita pero también su verdugo”.
Años después de lo de Franco, yo asistía a una mesa redonda en Pamplona sobre el derecho a la intimidad que moderaba el gran jurista Ignacio Gordillo, ex fiscal de la Audiencia Nacional y hoy ilustre y reconocido abogado, especializado en Derecho Penal y Derecho Penal Económico. El tema de aquel debate universitario era, precisamente, derecho a la intimidad. Uno de los participantes recordó las tristemente famosas fotografías de la muerte y agonía de Franco, que suscitó una dura discusión en la que me costaba no ya defenderme sino justificar su publicación. Pero lo que no esperaba, dada mi amistosa relación con el señor Gordillo, fue oírle decir: “Si yo hubiera sido juez en aquel caso, te hubiera metido en la cárcel. No lo dudes. Aquellas imágenes violaban el momento más sagrado de un hombre, ya sea santo ó asesino: su muerte. Y tú las publicas incluso en portada de la revista que dirigías”.
Y ha sido el propio Ignacio Gordillo quien me ha recordado, a propósito de la publicación de las imágenes de María José Carrasco agonizando, las de Paquirri en las mismas circunstancias, en la enfermería de la plaza de toros de Pozoblanco, el 26 de septiembre de 1984. El caso acabó incluso en el Tribunal Constitucional con el recurso de amparo interpuesto por su esposa, doña Isabel Pantoja, en demanda de protección civil del derecho a la intimidad. En el recurso de la sentencia, de 15 páginas, se puede leer que “no puede ponerse en duda que si hay algo íntimo en la vida de una persona es el enfrentamiento con la muerte, pues la muerte es una realidad patética que debe ser respetada por todos y en la que no es posible que se adentren los medios de comunicación social”. Tal parece que hablamos no de Paquirri sino de María José Carrasco.
Según el editorial de ABC “todos los enfermos que sufren esclerosis múltiple, que son miles, pueden estar tentados ahora, por la propaganda de esta muerte, a dejarse morir o a pedir ayuda a morir”. Muchos me explicarán que hay casos como el de María José, sin esperanza alguna. Lo he vivido en mi propia familia con una hermana, tan grave y tan al límite de la vida, que recientemente viajé hasta Córdoba, donde vive, casi sin tiempo para despedirme de ella en espera de que, con cuidados paliativos, le ayudaran a morir. Pero mi hermana, afortunadamente, ha sido un caso, como el de miles de casos, al parecer terminales, de retorno a la vida. No perdamos nunca la esperanza.
La saga familiar continúa comercializando los acontecimientos de sus vidas. ¿Qué habrá cobrado por la presentación de su primer hijo? La presencia, en el reportaje, de la mamá habrá hecho subir el caché. (...) ¡Qué poco elegante es, querida, pedir, a los invitados de tu próxima boda, que te ingresen dinero en vez de enviarte regalos! Me imagino que en la invitación incluyes, también, el número de tu cuenta corriente. ¡Qué vulgaridad! (...) Lleva razón la compañera Rosa Belmonte cuando escribe que las presentadoras están sobrevaloradas. Lo hemos visto con Eva González. ¿Qué pintaba en ‘Masterchef’? No se ha notado su ausencia. (...) El ex presidente americano ama tanto a la “preciosa y espectacular ciudad de Sevilla” que cobró nada menos que 400.000 euros por visitarla. ¡Y olé! (...) Después de su despedida por todas las plazas de toros, el muchacho anuncia ahora que vuelve. Seamos serios, guapo. (...) Ahora resulta que no sólo en España las cuñadas se llevan mal. Sucede también en el Reino Unido. (...) Intentando descalificarle, se ha publicado que Santiago Abascal no ha hecho la mili. Tampoco Iñaki Urdangarin ni Jaime Marichalar. Uno alegó ser hijo de viuda; el otro, sordera. ¿Qué alegaría el de Vox? (...) “En ocasiones la caza es necesaria”, lo dice un hombre que ha hecho del amor a los animales la razón de su vida y de su trabajo.
13/04/2019
CHSSS...
EUTANASIA, SÍ; EXHIBICIONISMO, NO
ME HUBIERA METIDO EN LA CÁRCEL
Antes de entrar de lleno y muy sinceramente en el tema, quiero dejar bien claro que, al igual que el compañero Luis Ventoso y muchos españoles, he sentido tristeza y desasosiego con la tragedia de Ángel Hernández y su esposa, María José Carrasco.Y me ha dolido y hasta indignado que ese dramático momento en el que Ángel Hernández ayudaba a morir a su compañera de tantos años, víctima de una esclerosis múltiple en fase terminal desde hacía ya mucho tiempo, se convirtiera en “mercancía electoral y oportunista”. Por una vez, estoy de acuerdo con lo que dijo el inefable Pedro Sánchez en una entrevista en Telecinco: “Esto se tenía que haber evitado”. Aunque él lo decía por otros motivos: culpar al PP y a Ciudadanos de haber impedido la aprobación de una ley sobre la eutanasia.
Lo que sí me parece criticable, condenable, repugnante y hasta delictivo no es que Ángel haya ayudado a morir a su esposa, sino haber permitido y protagonizado la exhibición pública y sin pudor de la agonía, de los últimos momentos de la vida de una persona, de la muerte de un ser humano como María José.
Hablo por una dolorosa experiencia, en este caso profesional: las imágenes de la agonía y muerte de Franco. Su publicación, el 29 de octubre de 1984, en la revista que yo dirigía, fue más que suficiente para estar procesado durante varios meses y acabar en el banquillo. La familia me pedía cinco años de cárcel y 50 millones de las antiguas pesetas de indemnización por haber violado ese sagrado momento de la muerte de una persona. Aunque en este caso se tratara de un dictador.
Aquellas fotografías de un hombre que se debatía entre la vida y la muerte indignaron tanto a la opinión pública que hasta enemigos políticos de aquel hombre que agonizaba, como Felipe González, me telefonearon para reprocharme la publicación. Y miles de lectores demostraron su rechazo, dejando de comprar la revista. Muchos de ellos, incluso de izquierdas, aunque con una sensibilidad que no ha tenido Ángel Hernández, matando, con luz y taquígrafos, a su esposa. Por los motivos que fueren. A lo peor, “un trámite administrativo y donde cada gesto se convertirá en prueba de juicio”, según el compañero Colmenero. No le importó que se publicaran las fotografías en las que se observa claramente cómo sujeta el vaso para que su mujer beba la sustancia que le produjo la muerte, por medio de una pajita que él ayuda a introducir en su boca. Repugnancia me produce recordar ese momento de un su***dio que se convierte en “un reclamo mediático, electoral y oportunista” (Colmenero dixit) en el que aparece la famosa pajita pero también su verdugo”.
Años después de lo de Franco, yo asistía a una mesa redonda en Pamplona sobre el derecho a la intimidad que moderaba el gran jurista Ignacio Gordillo, ex fiscal de la Audiencia Nacional y hoy ilustre y reconocido abogado, especializado en Derecho Penal y Derecho Penal Económico. El tema de aquel debate universitario era, precisamente, derecho a la intimidad. Uno de los participantes recordó las tristemente famosas fotografías de la muerte y agonía de Franco, que suscitó una dura discusión en la que me costaba no ya defenderme sino justificar su publicación. Pero lo que no esperaba, dada mi amistosa relación con el señor Gordillo, fue oírle decir: “Si yo hubiera sido juez en aquel caso, te hubiera metido en la cárcel. No lo dudes. Aquellas imágenes violaban el momento más sagrado de un hombre, ya sea santo ó asesino: su muerte. Y tú las publicas incluso en portada de la revista que dirigías”.
Y ha sido el propio Ignacio Gordillo quien me ha recordado, a propósito de la publicación de las imágenes de María José Carrasco agonizando, las de Paquirri en las mismas circunstancias, en la enfermería de la plaza de toros de Pozoblanco, el 26 de septiembre de 1984. El caso acabó incluso en el Tribunal Constitucional con el recurso de amparo interpuesto por su esposa, doña Isabel Pantoja, en demanda de protección civil del derecho a la intimidad. En el recurso de la sentencia, de 15 páginas, se puede leer que “no puede ponerse en duda que si hay algo íntimo en la vida de una persona es el enfrentamiento con la muerte, pues la muerte es una realidad patética que debe ser respetada por todos y en la que no es posible que se adentren los medios de comunicación social”. Tal parece que hablamos no de Paquirri sino de María José Carrasco.
Según el editorial de ABC “todos los enfermos que sufren esclerosis múltiple, que son miles, pueden estar tentados ahora, por la propaganda de esta muerte, a dejarse morir o a pedir ayuda a morir”. Muchos me explicarán que hay casos como el de María José, sin esperanza alguna. Lo he vivido en mi propia familia con una hermana, tan grave y tan al límite de la vida, que recientemente viajé hasta Córdoba, donde vive, casi sin tiempo para despedirme de ella en espera de que, con cuidados paliativos, le ayudaran a morir. Pero mi hermana, afortunadamente, ha sido un caso, como el de miles de casos, al parecer terminales, de retorno a la vida. No perdamos nunca la esperanza.
La saga familiar continúa comercializando los acontecimientos de sus vidas. ¿Qué habrá cobrado por la presentación de su primer hijo? La presencia, en el reportaje, de la mamá habrá hecho subir el caché. (...) ¡Qué poco elegante es, querida, pedir, a los invitados de tu próxima boda, que te ingresen dinero en vez de enviarte regalos! Me imagino que en la invitación incluyes, también, el número de tu cuenta corriente. ¡Qué vulgaridad! (...) Lleva razón la compañera Rosa Belmonte cuando escribe que las presentadoras están sobrevaloradas. Lo hemos visto con Eva González. ¿Qué pintaba en ‘Masterchef’? No se ha notado su ausencia. (...) El ex presidente americano ama tanto a la “preciosa y espectacular ciudad de Sevilla” que cobró nada menos que 400.000 euros por visitarla. ¡Y olé! (...) Después de su despedida por todas las plazas de toros, el muchacho anuncia ahora que vuelve. Seamos serios, guapo. (...) Ahora resulta que no sólo en España las cuñadas se llevan mal. Sucede también en el Reino Unido. (...) Intentando descalificarle, se ha publicado que Santiago Abascal no ha hecho la mili. Tampoco Iñaki Urdangarin ni Jaime Marichalar. Uno alegó ser hijo de viuda; el otro, sordera. ¿Qué alegaría el de Vox? (...) “En ocasiones la caza es necesaria”, lo dice un hombre que ha hecho del amor a los animales la razón de su vida y de su trabajo.