MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
10/08/2019
DESDICHADO EL QUE NO VIVE ENGAÑADO
LA MALA DE LA PELÍCULA SALVA AL MATRIMONIO
EL DÍA QUE SÓLO SE CONOCIERON
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“Estoy mejor que nunca con Juanito”. Es la noticia que todos los que admiramos y respetamos a Doña Sofía esperábamos. Nos la ha ofrecido, el pasado 3 de agosto en LOC, la querida compañera Consuelo Font. ¡Felicidades, amiga!
¿Qué está pasando para que, olvidando agravios e infidelidades con las bárbaras, la dama Gayá y las corinnas, haya decidido acercarse a Don Juan Carlos poniendo en práctica las palabras de San Agustín “si callas, callas con amor; si lloras, llorarás con amor; si corriges, corregirás con amor y si perdonas, perdonarás con amor”? Aunque siempre he mantenido que Doña Sofía nunca ha dejado de estar enamorada de su marido.
Nunca pensé leer esta noticia, sobre todo cuando otra querida compañera, Pilar Eyre, se había hecho eco de una conversación que la Reina Emérita mantuvo con una de sus primas quien, al preguntarle cómo estaba el Rey, respondió: “¿Juanito dices? En realidad no lo sé... Solo nos vemos en actos públicos y solo nos hablamos a través de nuestras secretarias”.
Cierto es que esto se produjo en enero de 2014. Desde entonces, han sucedido muchas y desagradables situaciones en el seno de la Familia Real, a la que entró, como elefante en cacharrería, una periodista arrollándolo todo. Como la mala de la película, se enfrentó al real suegro a quien nunca perdonó aquello que le dijo a su hijo Felipe, cuando se vio obligado a anunciar el compromiso: “Te vas a cargar la Monarquía”; también a las cuñadas, con las que no tuvo empatía y, mucho menos, con los maridos de éstas. Pero lo que nunca se entendió fue la actitud con su suegra, un amor de mujer, que siempre intentó ayudarla en los primeros pasos en el seno de una familia muy complicada, cierto es. Aunque a ustedes les cueste aceptar el incidente de la catedral de Palma y la actitud pasiva de Felipe, incapaz de reconducir la violenta situación, puso dramáticamente de manifiesto a Don Juan Carlos la terrible soledad en la que Doña Sofía vivía, rodeada de personas que parecían no quererla. Por ello, las palabras que pronunció dirigiéndose a su hijo “esto no se puede tolerar”, adquieren hoy un valor premonitorio.
¿Decidió aquel día el soberano cambiar de actitud con Doña Sofía? No me cabe la menor duda. Posiblemente, no sólo él, también Letizia. Al parecer, y por lo que vemos estos días en Palma, todos han decido olvidar, ¡qué palabra llena de consuelo y de magia! Y lo hacen en el mismo escenario donde se la ofendió, públicamente, por lo que era necesario la pública reparación. Aunque suene a falsete. No hay duda de que “la mala de la película” ha hecho buenos a todos.
Consuelo Font recuerda, en su artículo, el día en que Sofía y Juan Carlos se conocieron en el Agamenón. El próximo 22 de este mes de agosto, hará ya nada menos que 65 años. Cuando se escribe y habla sobre el origen del noviazgo de nuestros Reyes Eméritos, siempre se insiste sin fundamento en que el flechazo se produjo en el Agamenón, un crucero real que la reina Federica, tan celestina ella, organizaba para mantener la endogamia imperante entonces en las familias reales europeas, que sólo se casaban entre ellas. Con tal motivo, la reina de Grecia cursó 121 invitaciones a reyes y príncipes. 91 aceptaron. Y en aquel arca de Noé, como fue calificado entre los royals, que partió de Venecia el 22 de agosto de 1954, se encontraban los condes de Barcelona y sus hijos, Pilar y Juan Carlos, amén de los de Grecia y sus hijos, Sofía e Irene, entre otros. El experimento casamentero fue un total fracaso. Entre tantos reyes y príncipes solo surgió un noviazgo: el de María Pía de Saboya y Alejandro de Yugoslavia que terminaría en divorcio. De Sofi y Juanito, las crónicas de la época ni si quiera hablaban.
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“Estoy mejor que nunca con Juanito”. Es la noticia que todos los que admiramos y respetamos a Doña Sofía esperábamos. Nos la ha ofrecido, el pasado 3 de agosto en LOC, la querida compañera Consuelo Font. ¡Felicidades, amiga!
¿Qué está pasando para que, olvidando agravios e infidelidades con las bárbaras, la dama Gayá y las corinnas, haya decidido acercarse a Don Juan Carlos poniendo en práctica las palabras de San Agustín “si callas, callas con amor; si lloras, llorarás con amor; si corriges, corregirás con amor y si perdonas, perdonarás con amor”? Aunque siempre he mantenido que Doña Sofía nunca ha dejado de estar enamorada de su marido.
Nunca pensé leer esta noticia, sobre todo cuando otra querida compañera, Pilar Eyre, se había hecho eco de una conversación que la Reina Emérita mantuvo con una de sus primas quien, al preguntarle cómo estaba el Rey, respondió: “¿Juanito dices? En realidad no lo sé... Solo nos vemos en actos públicos y solo nos hablamos a través de nuestras secretarias”.
Cierto es que esto se produjo en enero de 2014. Desde entonces, han sucedido muchas y desagradables situaciones en el seno de la Familia Real, a la que entró, como elefante en cacharrería, una periodista arrollándolo todo. Como la mala de la película, se enfrentó al real suegro a quien nunca perdonó aquello que le dijo a su hijo Felipe, cuando se vio obligado a anunciar el compromiso: “Te vas a cargar la Monarquía”; también a las cuñadas, con las que no tuvo empatía y, mucho menos, con los maridos de éstas. Pero lo que nunca se entendió fue la actitud con su suegra, un amor de mujer, que siempre intentó ayudarla en los primeros pasos en el seno de una familia muy complicada, cierto es. Aunque a ustedes les cueste aceptar el incidente de la catedral de Palma y la actitud pasiva de Felipe, incapaz de reconducir la violenta situación, puso dramáticamente de manifiesto a Don Juan Carlos la terrible soledad en la que Doña Sofía vivía, rodeada de personas que parecían no quererla. Por ello, las palabras que pronunció dirigiéndose a su hijo “esto no se puede tolerar”, adquieren hoy un valor premonitorio.
¿Decidió aquel día el soberano cambiar de actitud con Doña Sofía? No me cabe la menor duda. Posiblemente, no sólo él, también Letizia. Al parecer, y por lo que vemos estos días en Palma, todos han decido olvidar, ¡qué palabra llena de consuelo y de magia! Y lo hacen en el mismo escenario donde se la ofendió, públicamente, por lo que era necesario la pública reparación. Aunque suene a falsete. No hay duda de que “la mala de la película” ha hecho buenos a todos.
Consuelo Font recuerda, en su artículo, el día en que Sofía y Juan Carlos se conocieron en el Agamenón. El próximo 22 de este mes de agosto, hará ya nada menos que 65 años. Cuando se escribe y habla sobre el origen del noviazgo de nuestros Reyes Eméritos, siempre se insiste sin fundamento en que el flechazo se produjo en el Agamenón, un crucero real que la reina Federica, tan celestina ella, organizaba para mantener la endogamia imperante entonces en las familias reales europeas, que sólo se casaban entre ellas. Con tal motivo, la reina de Grecia cursó 121 invitaciones a reyes y príncipes. 91 aceptaron. Y en aquel arca de Noé, como fue calificado entre los royals, que partió de Venecia el 22 de agosto de 1954, se encontraban los condes de Barcelona y sus hijos, Pilar y Juan Carlos, amén de los de Grecia y sus hijos, Sofía e Irene, entre otros. El experimento casamentero fue un total fracaso. Entre tantos reyes y príncipes solo surgió un noviazgo: el de María Pía de Saboya y Alejandro de Yugoslavia que terminaría en divorcio. De Sofi y Juanito, las crónicas de la época ni si quiera hablaban.
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