A propósito del hilo de "anécdotas divertidas en bodas" ,abro este de "anécdotas divertidas en velatorios"

Sean creyentes o no, no le puedes decir a unas personas que han perdido a un familiar joven que tienen que estar alegrez y no llorar, que ahora está con dios que lo quiere más. ¿Cómo no van a llorar y a estar tristes? Falta total de empatia y de tacto, el hombre.
A los no creyentes esos comentarios nos extrañan. Yo he ido a unas cuantas misas de personas del Opus, o Kikos, o de cualquier grupo neocatecumenal por el estilo, y siempre me choca esa tranquilidad, casi diría felicidad.
 
En mi familia siempre contamos esta anécdota: un familiar estaba asistiendo junto a su mujer a un entierro de alguien bastante lejano, estaba ahí casi que de rebote. De repente la mujer le pierde de vista y lo siguiente es que le ve en primera fila y secándose los ojos con un pañuelo de esos de tela bien grandes y almidonaos. Los parientes del muerto dándose codazos, mirándose y supongo que pensando pero este quién es??? a ver si nos va a quitar la herencia !!!
En esto que su mujer consigue llevárselo de primera fila tirándole del brazo y ya más apartados le dice: ¿pero Manolooo qué haces? ¿Por qué lloras así? y él: coxx! que me he acercado a ver cómo estaban organizando el féretro y se me ha metido una flor de los ramos en el ojo!!
jajaaa qué risas nos echamos
 
La novia de una prima es de pueblo. Y como en todo pueblo gallego que se precie siempre hay un par de hermanas solteronas que se meten en todos los saraos. A ella (como a casi todas las mozas casaderas) la tenían frita ya que en cada boda que se anunciaba/celebraba le estaban siempre con la teima de que "a ver cuándo te toca", "ya estás en la edad", "y serás tú la próxima?".
Supongo que ya sabéis por dónde van los tiros, pero juro solemnemente que es cierto: se muere la hermana mayor y, aunque ya hay tanatorio, se celebró un velorio de los de siempre, con la caja en el salón entre sofá y sofá, incienso y velas por toda la casa y hordas de gente rumiando rosarios y disquedisques. Y aparece ella con su familia. En medio del salón, tras el abrazo protocolario de su madre y el "ay qué penita, se nos fue muy joven", ella le suelta a la hermana sin cortarse un pelo y en voz perfectamente audible: "Cosas de la vida, no? Y a usted cuándo le es hora? Porque ya está en la edad". Y marcharon de allí, la madre toda roja, ella con la cabeza bien alta.
Mi prima siempre se ríe cuando lo cuenta, pero dice que por si acaso no la piensa llevar a ningún entierro de la familia.
 
Velatorio a la Gallega (a.k.a. Velatorio a Feira)

Pueblo de la Deep Galicia. Septiembre de 1988, Olimpiadas de Seúl, lo recuerdo bien, niña prepúber que está en casa de sus abuelos en la aldea preparándose para el magno evento de Las Fiestas de San Miguel, patrón abogoso nuestro. Viernes a medio día. Llamada de teléfono. Atiende la abuela, abuelo ausente trabajando. Abuela que se queda seca en el sitio. Le acaban de avisar que esa misma noche, falleció una vecina. La abuela no es que se llevara especialmente bien con la susodicha vecina, de hecho, se llevaba bastante regular (por una disputa debida a la posesión de una gallina, ocurrida en el otoño de 1964, contencioso que dio lugar a una rivalidad sorda por el mangoneo de la parroquia y a una Guerra Fría en la que ambas, abuela y vecina, posicionaban sus paises satélite, a.k.a. cuñadas, para el dominio geopolítico de la aldea y sus alrededores; conflicto que se dio en llamar: "A loita das louras"). Dada la proximidad del domingo, en el que no se pueden celebrar funerales ni entierros, el velatorio será esa tarde-noche y el funeral y entierro se verificarán el sábado por la tarde. La abuela se estremece por la premura de los acontecimientos, que la pillan con el pie cambiado. Mas, la abuela no puede dejar de cumplir con los protocolos galaicos, instaurados en el Hogar de Breogán desde la época de la Construcción de la Altísima de Brigantia. La norma galaica es clara: la mujer debe asistir al velatorio; el varón asistirá al funeral y entierro. No cumplir este precepto es suficiente motivo para caer en el más drástico ostracismo social y en la enajenación de derechos matroniles y célticos. La abuela sabe lo que debe hacer. Y lo hará.

Pero, surge un conflicto. La nieta, aún niña, está con ella y a su cuidado. Qué hará la abuela? Quedar como la lercha más grande de la parroquia y alrededores por no asistir al velatorio? Dejar sola a su nieta y después discutir con la nuera? La mente ágil de la abuela gallega, preñada de la ancestral sabiduría de siglos de matriarcado, trabaja a toda velocidad. Y toma una decisión, sabia e inapelable. Acudirá al velatorio, con sus mejores galas, y llevará consigo a su nieta, quien ya tienen edad para asumir el relevo de la más alta potestad matronil: la asistencia al comadreo-rezo del rosario-despellejamiento del muerto; todo ello, por supuesto, lloriqueando quejosamente.

Con calma, mas decida e imperturbable, la abuela sienta a la nieta junto a ella en frente a la lareira de la cocina de los chorizos. Y habla así: Nena, ya eres mayor. Ya tienes edad para asumir las cosas de la vida. La Fulanitiña de Copas ha fallecido. Bien sabe Dios que era una raposa y no me lo merece, pero yo, y tú conmigo, vamos a irle a rezar al velatorio, que saben bien todos los Santos Benditos que va a haber mucho que rezar para que Nuestro Señor Jesucristo acoja a asemejante lurpia en el Reino de los Cielos. No has de estar nerviosa que no pasa nada. Tú vas conmigo y haces lo que haga yo. Y lo mejor de todo es que no hables nada, sólo si te preguntan y contesta siempre con "si" o "no" y da las gracias y si tienes que ir al baño, lo pides por favor. No hace falta que te acerques al féretro a rezarle. Tú al entrar te sientas y ya está. No tengas apuro ninguno que también estarán la tía Paca y la tía Manuela. Y ahora ayúdame que vamos a hacer unas rosquillas de anis para llevar esta tarde.

La niña, ojiplática, intenta plantear una réplica, pero la mirada de la abuela le perfora hasta las meninges. Asustada y temerosa, la niña sigue a la abuela, quien mientras amasa para las rosquillas desprotica sobre lo inoportuno de la Fulaniña, sus malos modales y su fastidiar al prójimo muriéndose en tan mal momento. La niña nunca ha asistido a un velatorio, pero siendo gallega, conoce de sobra de que va el asunto y siente cierto (mucho) temor, pues la Fulaniña que ya le daba miedo en vida, le recordaba las hechuras de una bruja. En aquellos tiempos, los velatorios se hacían en las casas, no había tanatorio, y a los difuntos los preparaban las mujeres de la familia. La niña se estremece pensando en un cuerpo muerto. Pero no se atreve a replicar en absoluto los designios de la autoridad de su abuela.

Llegado el momento, la abuela y la niña, se dirigen a la casa de la difunta. Una casa de piedra, humilde como procede, con sus sillares de piedra llenos de humedad y su olor a musgo. Para más abundamiento, llueve. La niña va de punta en blanco, y con unas trenzas tirantes que su abuela le hizo que le están provocando un muy serio dolor en el cuero cabelludo. Lleva puesto al cuello y colgado por fuera del vestido y la rebequita, la Cruz de su Comunión, la Medalla de la VIrgen del Carmen; asi mismo, prendido en la rebeca, lleva el escapulario de San Miguel. La abuela le ha puesto unos incomprensibles zapatos de charol, modelo francesita, y unos calcetines blancos con puntillitas. La niña sabe, es consciente, que cualquier pequeña gotita de barro en zapatos o calcetines puede suponer su excomunión de la Comunidad Matriarcal en la que está a punto de ingresar. Los doscientos metros hasta la casa de la fallecida son una prueba digna de las Olimpiadas que se están celebrando. La niña, empieza también a ciscarse en la muerta, por tanta calamidad y tanto estrés como está pasando.

Se llega al hogar donde moraba la pobre finada y se produce el siguiente diálogo:

- Hija de la Difunta (a partir de ahora HD): Ay, Dior mio, Dior mío, Naranja Abuela mujer, moitas jracias por venir, cuánto consuelo. Y trae la nieta!

- Abuela Naranja (a partir de ahora AN): Bueno, mujer, como no voy venir, con lo que yo la quería a tu madre. Estoy con un disgusto horrible. Vaia por Dior y por las Ánimas, no somos nada... Dior nos dea paciencia... Naranjiña saluda, rapaza, saluda, saluda nena! Es su primer velatorio. Se emperró en venir la pobriña, toda encendida en venir a rezarle, tiene mucho disgusto que quería mucho a tu madre.

- Naranjiña, o sea Naranja, o sea yo: (alucinada) Buenas tardes nos dea Dios. Siento moítísmo que su madre falleciera con tal mala pata de perderse este año el San Miguel.

- HD: Ay, qué neniña más buena, es ijual que el padre...
- AN: es bueniña si, lástima, pero no se yo si a veces no estará un poco mal acabada (aprentando la mano de la nieta hasta cortarle el riego sanguíneo se inclina y le dice sotto voce: No te dije que respondieras si o no, que dices más, calla y reza lo que se rece)

- HD: Ay bueno, pasade, por favor, ay que trajo rosquillas, moi agradecida, no hacía falta la molestia. Gracias. Pasade a verla, está que parece que está dormida.

- AN: Pasamos mujer, moitas gracias.

Y pasamos. Y en una maniobra de presa, la hija de la difunta se las apañó para colocar a la niña justo enfrente del ataud, y la niña, sin querer, pero con un cierto pudor morboso levantó la vista y lo vió. Su primer difunto. Y qué difunto. Aquello era lo más acojonantísimo que la niña había visto en toda su vida, más pavor aún que la imagen del Freddy Krueger, pero que los cinco primeros minutos de la película ET. Aquello era, espeluznante... La muerta sonreía! Enseñando al mundo una dentadura perfecta, cosa poco habitual por esos lares, y que desde luego, en ella, en la fallecida, era cosa nunca vista, porque estaba más que desdentada, que la niña recordase. La sonrisa siniestra del rostro muerto de ojos cerrados, dejó a la niña sobrecogida. Se santiguó muerta de miedo, y agarró con fuerza el Cristo, la Virgen y el San Miguel que llevaba colgando, y si no salió por patas a toda mecha fue porque nuevamente los superpoderes de la mirada de acero de la abuela la dejaron seca en el sitio.

La hija, ante mis gestos piadosos sonrió complacida, el resto de matronas me miraron con aprobación. Era una niña con buena crianza, era una niña temerosa de Dios, eso murmuraban y decían; de Dios y de las fulanas muertas sonrientes, pensaba yo con mis escasos diez años. Nuevamente la hija nos redirige y nos acomoda en la zona en la que están dispuestas sillas y sillones, y recuerdo un banco también, alrededor de la chimenea. Yo no puedo ni hablar. Soy consciente de saludar a todo el mundo, pero no recuerdo nada. Yo sólo veía en mi mente aquella máscara amarillenta, macilenta y sonriente. Yo sólo veía dientes. Cerraba los ojos y la imagen de aquellas piezas dentales no se me iba del pensamiento.

Las demás abuelas y señoras, nos hicieron el honor de explicarnos tan increible evento, el tema de la muerta que sonríe. Al parecer, la pobre Fulaniña se acaba de comprar la dentadura postiza y pensaba estrenarla en la Misa del Día de San Miguel. La mala pata fue, que no pudo ni llegar a lucirla. Vaya por Dios. Así que, en un alarde de ingenio y originalidad, la hija y las dos nueras pensaron que era muy buena cosa que la finada luciera la dentadura en su propio funeral. Y ni cortas ni perezosas se afanaron en colocarle la sonrisa (vete tú a saber que clase de técnicas ascentrales desconocidas aún por la ciencia moderna, utilizaron para conseguir petrificarle el rostro con la sonrisa puesta) para regocijo de todos los visitantes.

Yo se que pasé allí la tarde con mi abuela, entre comadreos y rosarios. Ahora no me pregunteis más, porque sólo recuerdo que, de atardecida, mi abuelo entro a saludar y a llevarnos a casa con el coche. No se lo que se trató allí, ni quien estaba, ni quien no. Mi mente estaba dominada por el detamen de Fulaniña, hasta el punto de que ni hablaba. Las pesadillas con la muerta dentosa me duraron hasta Navidad. Y aún hoy recuerdo aquella sonrísa semi-tiesa, semi-maléfica. Con el tiempo, creo que he llegado a superarlo. Si no fuera por los hijos de put.a de los publicistas del anuncio de la Loteria de Navidad, me cago en la madre que los hizo. Cona que los parió!

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No me he podido reír más leyendo tu historia. No soy gallega pero mi marido sí, y mi suegro me he contado también cada episodio en los entierros de antes que tienen enjundia.
Lo del conflicto por la gallina, bravísimo 🤣🤣🤣🤣🤣, conozco un caso similar pero por un muro medio derruido en una aldea perdida en el monte orensano. Conflicto aún vigente a día de hoy.
Galicia es una tierra mágica en todos los aspectos, y la muerte allí es un tema tan peculiar que se trata de una manera completamente diferente al resto del país.
 
No sé si es graciosa pero curioso si.

En mi pueblo inauguraron el tanatorio por todo lo alto.

La mujer la llevaron por la tarde y hasta el día siguiente no era el velatorio, la pusieron en la cámara y no la encendieron, para acabar de hacer la gracia era verano.

Al día siguiente olía tan mal que no se pudo velar.
Lo que es de traca es inagurar por todo lo alto UN TANATORIO!!!

Jajajajaja
 
Cuando me llaman por teléfono los que te quieren vender/estafar con ofertas de telefónia o seguros etc, siempre digo lo mismo: " lo siento, no te puedo atender, estoy en un tanatorio", se quedan mudos, y casi te dan el pésame y cuelgan. Jajaja.
 
Quería compartir la vergüenza de misa que tuvimos en el funeral de mi tío.
En este el señor cura nos intentaba consolar diciendo que teníamos que estar alegres y no llorar su pérdida, ya que ahora estaba con Dios, y este es amor, pues gracias a él ahora gozaba de un amor más puro al que nosotros le dimos en la tierra.

Mi tío falleció de metástasis después de una intervención de cáncer de colón a los 57 años, hay que tener los coj**nes bien gordos para decir esa mi**da como "alivio" a la familia y más a mis primos de 29 y 34 años (que tenían en aquel entonces) que acaban de quedarse sin padre.
No supera la misa realizada a una amiga fallecida con 20 años tras un accidente de tráfico y coma de una semana, en la que solo se le ocurre al cura leer la parábola de Lázaro.

Sí. El que resucita y anda.
 
Hace unos años falleció una de mis tías y aunque el deceso se produjo en un hospital de la ciudad donde vivo, el velatorio y posterior entierro fue en su pueblo natal.

Al pueblo en cuestión sólo acudimos desde hace años a entierros pero siempre habíamos acudido directamente a la iglesia para la misa y luego en cortejo al cementerio.

Total, que mi santo costillo (que no es español aunque lleve ya muchos años por éstos lares, y tiene otra cultura funeraria) se ofreció a conducir para llevar a mis padres y acompañarme a mí. Todo más o menos bien hasta que pregunta que dónde está el tanatorio y le digo que ni idea pero que siga las indicaciones...cuando llegamos estaba que no se lo podía creer.

Resulta que no se les había ocurrido otra cosa que poner el tanatorio en los bajos de la residencia de ancianos municipal!!. Yo no estaba para muchas historias pero verle tan en shock porque no le entraba en la cabeza el hecho de que hubiesen tenido semejante idea me resultó hasta graciosa.

Para rematar, llegó otro de mis familiares y le dijo con toda naturalidad: chico, que así lo tienen claro y hasta pueden mirar antes!. No comment
 
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