El asesinato de la viuda del presidente de la CAM

Vicente Sala admitió que durante "muchísimos años" comían todos juntos en casa de sus padres (en el complejo había una vivienda principal y cuatro, una para cada hermano, a su alrededor). También un viaje a París y otro a Cádiz con su cuñado, hoy acusado, "por negocios, manteníamos las formas". Y que las joyas desaparecidas de su madre (que ella sospechaba que habían robado sus hijas) "fueron devueltas a través de un notario". Y dijo desconocer (en aquel momento) que sus hermanas habían comprado móviles prepago porque sospechaban que espiaba los teléfonos de empresa, a través de un informático afín de la empresa.

Ya hacia el final, durante el trámite en que la juez le trasladaba las preguntas del jurado, Vicente Sala se emocionó durante unos minutos al recordar a su padre. La pregunta era si no había sido "injusto" al situarlo solo a él al frente de la empresa de plástico. "Mi padre era muy ecuánime, todos los hijos teníamos lo mismo, tomó esa decisión pensando en lo mejor para todos" (porque Vicente hijo llevaba desde los años noventa en la empresa y la había dirigido desde que su padre se convirtió en presidente de la CAM). También respondió que fue su padre quien nombró al acusado al frente de Novocar, "desde que se fundó el concesionario", y que la relación entre ellos era buena "aunque chocaban en lo empresarial". También que "mi madre quería muchísimo a sus hijas y a sus nietos, aunque no fuese correspondida".
Quería mucho a sus hijas pero pensaba que ellas le habían robado las joyas. Que madre piensa eso de sus hijas y encima lo cuenta?
 
Vicente Sala apunta al móvil económico: "Mi madre se estaba planteando cerrar Novocar"

"Mi madre se estaba planteando cerrar Novocar", admitó a preguntas del fiscal. El concesionario era la única pata deficitaria del imperio empresarial, y de hecho dependía de los avales de hasta 50 millones de euros que le concedía la empresa plástica, Samar Internacional. No lo hizo "para respetar el testamento de mi padre", pero sí retiró poco a poco los avales para descubrir si la empresa era rentable. Y no lo era. "Acumuló pérdidas de cuatro millones de euros, y el último ejercicio, cerrarla nos costó más de cinco millones", relató el testigo. Es decir, la víctima se planteaba seriamente dejar sin empresa al acusado por su muerte, que percibía unos 100.000 euros al año de sueldo como administrador.

El móvil económico ya estaba sobre la mesa. Pero además, Sala dio todo lujo de detalles sobre las malas relaciones entre su madre y sus hermanas (y, por añadidura, Miguel López, casado con la menor, Fuensanta). Unas relaciones que se deterioraron a partir de 2015. Vicente Sala relató los pasos de la 'guerra fría empresarial' que se desató en el seno de la familia, con el consejo de administración de junio de 2016 donde sus hermanas lo cesaron como presidente, la junta de accionistas donde su madre usó la acción de oro en septiembre, y el intento de cambiar los estatutos en enero de 2017 para reforzar su cargo, que no llegó a tiempo.

En esa junta de accionistas, "muy desagradable", uno de los hijos del acusado (sus hermanas habían cedido acciones a sus hijos para que pudieran participar, lo que decantaba el número de asistentes pero no el porcentaje de voto) "le hizo un gesto de degüello a mi madre; yo no lo ví, me lo contó ella". Miguel López, según este relato, "empujó a mi tía" (la hermana de la víctima, que tenía un porcentaje testimonial cedido por Carmen Martínez). El hijo de la víctima negó que quisiese incorporar a su hijo a la empresa, porque "estaba montando una startup en Madrid con un amigo", y admitió que la acción de oro de su madre era "mi seguridad para seguir en el puesto". "Los estatutos se iban a cambiar en enero para subir la mayoría necesaria para quitar al consejero delegado, y proteger mi puesto, pero la muerte frustró el cambio".

Vicente Sala señaló que "hubo un intento de volver a someter a votación el reparto de dividendos en 2016", que estaría detrás del estallido de las hostilidades (sucedió dos meses antes del crimen), o que su hermana y su cuñado "le negaron a mi madre las fotos de la comunión de su hija, que había pagado ella; tuvo que pedírselas al fotógrafo".

"Miguel tenía un carácter nervioso, en ocasiones violento", declaró. "Una vez en una reunión dio un golpe en la mesa y se levantó encarándose a mi madre, pero lo paramos". En otra, "comenzó a gritarle en presencia de un invitado, que lo contuvo". ¿El acusado presumía de saber usar armas? "En alguna ocasión, pero es que es el tipo de persona que sabe de todo". La última pregunta de la acusación iba con dardo: ¿Ese acuerdo al que llegaron para repartirse las empresas, y que se ha citado aquí como ejemplo de que la relación no era tan mala, se habría podido alcanzar con su madre viva? "No".
Este texto creo que es de El Confidencial, pero falta la parte en que la juez reprendió varias veces a fiscal y acusación porque no hablaban de las pruebas del crimen sino de los problemas de la familia. Todo está encaminado a presentar a Vicente como el hijo bueno y a Miguel como el yerno aprovechado.
 
El otro día leí que para los investigadores en los casos de asesinatos, desde el primer minuto hay 3 situaciones claves que les hacen sospechar de alguien:
1- El tener un móvil o motivo para cometer el crimen.
2- que el crimen se haya cometido en un lugar familiar y conocido para el asesino.
y 3- que sea de las últimas personas que la vio con vida.

Veo normal que sospechen de éste tipo, la verdad. Cumple las tres claves.
 
El otro día leí que para los investigadores en los casos de asesinatos, desde el primer minuto hay 3 situaciones claves que les hacen sospechar de alguien:
1- El tener un móvil o motivo para cometer el crimen.
2- que el crimen se haya cometido en un lugar familiar y conocido para el asesino.
y 3- que sea de las últimas personas que la vio con vida.

Veo normal que sospechen de éste tipo, la verdad. Cumple las tres claves.
Yo también veo normal que sospechen. El asunto es si hay pruebas para declararle culpable. No veo que haya pruebas suficientes y son muchos años de condena para un quizás...
 
Yo también veo normal que sospechen. El asunto es si hay pruebas para declararle culpable. No veo que haya pruebas suficientes y son muchos años de condena para un quizás...

Estoy de acuerdo que motivos para ser sospechoso, interrogarlo e investigarlo hay.

Pero ADN en un casquillo de otra persona y dar negativo de polvora, juegan a favor de la defensa.

Y que siendo una persona con mucho dinero y lo haga en su propio negocio con sus manos sin contratar a nadie, resulta muy arriesgado y raro.
Ese lavadero, esta justo en medio del negocio, a un lado estan los talleres y al otro la esposicion del concesionario, y delante del lavadero el parking. Cualquier trabajador puede salir en un momento, a fumar un cigarro, a meter o sacar un coche del parking, a preguntar o hacer algo del taller al concesionario o viceversa.
 
Por cierto, en este caso, estamos con los tiempos también justitos y muy ajustados, algo similar al caso Almonte.

Por un lado, para dar negativo en pólvora, según los investigadores, en los tres minutos que entra a su casa,(tiempo medido por las cámaras), esconde el arma, se cambia de ropa y lava bien cara, manos y brazos para dar negativo en pólvora.

Pero hay otro dato, para que a los investigadores cuadre que ha sido el yerno el asesino, cuando el trabajador encuentra la victima aún con vida, esta tendría que llevar unos 20 minutos agonizando desde los disparos.
En tv algunos forenses, dicen que con las dos balas que le atravesaron la cabeza de lado a lado, una de ellas arrancándole toda la zona ocular, es imposible que esta mujer agonizase durante 20 minutos, si aguantó viva unos 4/5 minutos aguantó mucho.
Y si cuando el trabajador la encontró, los disparos habían sido hace cinco minutos, el yerno ya se había marchado, registrado en camaras de carretera, y no podía haber sido el.
 
Estoy de acuerdo que motivos para ser sospechoso, interrogarlo e investigarlo hay.

Pero ADN en un casquillo de otra persona y dar negativo de polvora, juegan a favor de la defensa.

Y que siendo una persona con mucho dinero y lo haga en su propio negocio con sus manos sin contratar a nadie, resulta muy arriesgado y raro.
Ese lavadero, esta justo en medio del negocio, a un lado estan los talleres y al otro la esposicion del concesionario, y delante del lavadero el parking. Cualquier trabajador puede salir en un momento, a fumar un cigarro, a meter o sacar un coche del parking, a preguntar o hacer algo del taller al concesionario o viceversa.
Sí, pero el caso es que lo hicieron y nadie les vio.
¿Qué otra persona querría asesinar a ésta señora?
¿por qué salió él a darle las llaves si nunca ántes lo hacía?
¿por qué nunca antes entregaban el coche en el lavadero?
¿por qué mandó al trabajador que siempre estaba allí a que se fuera a otra parte?
¿por qué justo ése día cambió el protocolo de entrega de coches?
¿por qué apagó el movil justo en ésas horas?
¿Por qué si llevaba meses sin querer hablar con ésa señora porque la odiaba, justo ése día salió a hablar con ella y darle las llaves?
¿Quienes se beneficiaban de la muerte de ésta señora?

Es que vamos, blanco y en botella. Si no lo hizo él con sus propias manos, lo encargó.

Aunque yo también creo que no lo van a poder probar nunca, y se irá de rositas a su casa.
 
La hermana de la víctima: 'Miguel es un gran manipulador'

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Antonia Martínez

Los testimonios de la hermana y de dos de las hijas de la víctima han evidenciado por enésima vez que en el núcleo familiar ya nadie se fiaba de nadie y que los últimos meses de vida de Mari Carmen Martínez transcurrieron entre intrigas, grabaciones, movimientos espías, rencores y mentiras.

Antonia Martínez -hermana de Mari Carmen y conocida como la tía Toñi-, ha concluido ante el jurado que Miguel López, el acusado de dar dos tiros a su suegra en el lavadero de coches familiar por una cuestión de "poder y dinero", era una persona de la que no se fiaba. «Era un gran manipulador», ha sentenciado con voz firme y decidida. Por su parte, Mar y Tania Sala, sus sobrinas, confirmaron lo que ya se sabía: que tras la muerte de Vicente Sala padre, la unidad familiar saltó por los aires.

El fallecimiento del ex presidente de la CAM en agosto de 2011liberó a sus cuatro hijos de guardar las formas y el ansia de poder para controlar la empresa que hizo de la familia una de las más ricas de España fue prioritario. Un esquema, este último, fuertemente alejado del que los miembros de la saga seguían escrupulosamente en vida de su padre. «Antes todo era una maravilla pero a la muerte de Vicente, las cosas dejaron de funcionar», ha explicado Toñi. Tanto es así que, según ha expuesto y después han confirmado Mar y Tania Sala, a su hermana y a ella sus sobrinas les negaban la entrada a su casa.

Desde que en la junta de accionistas de septiembre de 2016 (tres meses antes del crimen) Mari Carmen usara la acción de oro para expulsar a sus hijas del consejo de administración de la empresa matriz y confirmar a su único hijo varón como la persona que llevaba las riendas del holding, las comidas familiares diarias se sustituyeron por un frío «hola y adiós» si se encontraban en la finca en la que todo vivían y el gran comedor que Vicente Sala padre mandó acomodar en la mansión se quedó vacío. «Mis sobrinas iban a recoger la comida y la cena y se las llevaban en tuppers a sus casas», ha rememorado la hermana de la fallecida.

Toñi, que ha vivido con la familia desde que a los 16 años se quedara huérfana de madre y su hermana se la llevara con ellos, ha presentado a Miguel López como un hombre de decisiones contundentes, rápidas y poco reflexivas. En esta línea, ha rescatado para el jurado una anécdota en la que, según ha dicho, Miguel propuso una solución maquiavélica. Al parecer, unos amigos de los Sala-Martínez tenían un conflicto que no detalló. «Estábamos sentados en la mesa comiendo y Miguel nos dijo 'bah, eso se arregla con un sicario'».

A continuación, expuso otra situación que tenía que ver con la preocupación de su hermana con las palomas que había en la finca. «Había un problema y Miguel nos dijo 'yo cojo la escopeta y les doy cuatro tiros', a lo que mi hermana respondió 'deja a las palomas tranquilas».

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A petición de las acusaciones -la Fiscalía y el abogado de la acusación particular, Francisco Ruiz-Marco, que ejerce Vicente Sala hijo-, Toñi ha abundado en la personalidad de Miguel. «Es un hombre muy impulsivo que todo lo sabe. Si está con un piloto, sabe más que un piloto... pero no sabe escuchar. Todo es hablar y hablar. De hecho, cuando mi cuñado (Vicente Sala padre) tenía que hablar con él de negocios, tenía que tomarse un trankimazine».

Con mucha dificultad y con la emoción muy presente, la tía Toñi ha conseguido rememorar los últimos instantes de vida de su hermana. «La llevé al concesionario a que recogiera su coche y al llegar, Miguel nos saludó. Nos extrañó mucho porque nunca lo hacía ya que no nos hablábamos. Siempre la esperaba para volver juntas en los dos coches pero ese día me fui nada más bajar mi hermana de mi coche porque no tenía ganas de ver a Miguel».

A la pregunta de si los coches se entregaban en el lavadero ha sido contundente: «Nunca. Se entregaban en la parking una vez reparados y limpios». En la recta final de su declaración, que ha interrumpido en varias ocasiones por el llanto, contó que Miguel «menospreciaba» a su hermana y que su sobrina Fani -esposa del acusado- no las dejó ver las fotos de la comunión de su hija pequeña pese a que, ha destacado, «mi hermana pagó la fiesta y la comida».

 
Semanas antes de morir María del Carmen comentó que echaba en falta dos pequeñas libretas en las que su marido Vicente Sala apuntaba todo cuando vivía. Registraba, expone el sumario, «todo lo que compraba, día fecha, dinero que daba». Pero María del Carmen les había perdido la pista y le parecía raro. Lo hizo en más de una ocasión.

Las hijas realizaron fotografías de todas las antigüedades de su padre que permanecían en la casa -el expresidente de la CAM era el propietario de una de las colecciones de arte etrusco más importantes de España- e hicieron los propio con las de su madre.

Fani, Tani y Mar Sala -describen las actuaciones- cogieron las llaves del cajón en el que su madre guardaba las joyas y el dinero para hacerles fotos. Lo hicieron, aseguraron a la Policía, «por consejo de sus abogados» con el objetivo de «poder dar testimonio de lo que había en esa caja» por si, dijo, «algún día desaparecían».

María del Carmen se dio cuenta de que alguien había revuelto aquel cajón y dedujo que no fue un robo, aunque después matizara que faltaban joyas. «Ladrón ladrón no puede ser... porque el dinero está ahí sin tocar», dijo en una grabación desde su teléfono móvil interceptada por la Policía e incorporada a la causa. En esa grabación aparecen la propia María del Carmen, su hermana y una de sus hijas. «Yo hace un poco de tiempo que noté que alguien había estado en mi habitación y me había estado registrando los cajones ...donde tengo todas las llaves de todas las cosas que tenía de papá (...) nos hemos encontrado la cerradura abierta sin forzar luego se ha abierto con las llave y todas las cosas cambiadas de sitio», apunta María del Carmen.

«Había dinero -prosigue- que lo han movido pero lo han vuelto a dejar en otro sitio». «Lo han abierto con la llave mía...está la cerradura sin forzar...alguien que conoce nuestros movimientos...yo como sé que hace tiempo estuvisteis registrando mi habitación». «Pensar (sic) qué vamos a hacer, porque algo tenemos que hacer». Al final, plantea llamar a la Policía pero se echa para atrás. No quiere escándalos.
 
Antonia Martínez, que condujo a su hermana, la viuda del expresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, María del Carmen Martínez, hasta el taller donde iba a recoger el coche y donde media hora más tarde apareció asesinada, ha abierto la cuarta sesión del juicio. Ha estado acompañada por su sobrino, el hijo de la víctima. Vestida de luto, Antonia ha dicho que su hermana “era como una madre para mí”. ”Cuando murió mi madre, yo tenía 16 años, mi padre se volvió a casar y mi hermana me dijo que si me quería ir con ella y con su marido. Ahora tengo 72 y he vivido con ellos toda la vida”, dijo. Luego relató, cuando le dejó la emoción, el deterioro de las relaciones de “una familia numerosa” que durante 20 años todos comían en la misma mesa de la casona. Comían y cenaban el matrimonio, los hijos, y los yernos y la nuera, y los nietos. Luego volvían a sus “cuatro casas iguales”, las de las familias del primogénito y las tres hijas, construidas en la finca común. Y señaló algo desconcertante para la teoría del móvil del crimen: “Yo no creo que esto haya sido una cosa de dinero”.

A falta de móvil económico, Antonia Martínez tiene una explicación también familiar . “Mis sobrinas han sido manipuladas por unos maridos que no eran los adecuados”, ha dicho para señalar la raíz del deterioro familiar. Pero como eso abría demasiado el foco de la culpa, dado que solo un yerno, Miguel López, está acusado, el fiscal ha tratado de cerrarlo: “si, pero concretamente…”, ha arrancado. La magistrada le ha cortado: “Eso es como ir llevándola hacia un final”. Y, en efecto, allí estaba al final la respuesta: “Miguel es un gran manipulador”. Luego, cuando la defensa le ha repetido otros rasgos que la testigo había señalado de Miguel (“impulsivo”, “con un pronto malo”), la misma señora Martínez ha añadido uno espontáneamente: “Y muy cariñoso”. Los nueve jurados estaban escribiendo sus preguntas.

Sobre los hechos, lo más relevante que ha declarado la hermana de la víctima tampoco lo supo directamente, sino por comentarios posteriores al crimen. ¿Quién pidió el día de autos retrasar la entrega del coche ya reparado y lavado? ¿Miguel, como sostiene la acusación; o la propia María del Carmen, como sostiene la defensa? Es un ejemplo perfecto que cristaliza todo lo que de endiablado este proceso tiene. Empezando por el esperado indicio diabólico de que el acusado declarara, para que demostrara por fin su inocencia, como si eso fuera posible. Y acabando por estos hechos de dos caras, moneda corriente en el juicio. La persona que llamó a Maria del Carmen el 9 de diciembre de 2016, la recepcionista de Novocar, que es quien podría resolver la duda, no se acordaba cuando declaró ante el jurado el miércoles. ¿Y qué recogen las actas de sus declaraciones? Una cosa -que fue el yerno- y la contraria -que fue la suegra- dependiendo de si es el acta de la policía o la declaración ante el juez. Jurídicamente está claro cuál debería prevalecer -la que dijo ante el juez de instrucción: la suegra “fijó” la hora-. Es más, la policial, ante un tribunal de jurado, es como si no existiera.

Las dos hermanas han descargado la responsabilidad de sus actos y gestos más polémicos -la destitución de su hermano como consejero delegado de la multinacional del plástico; los whatsapp que hicieron enviar a los nietos a su abuela para recriminarles su gestión al frente de las empresas- en “los abogados con los que trabajábamos”. El despacho de Uría que, según ha aclarado Tania Sala, su padre, expresidente de la CAM, les había recomendado expresamente antes de morir. “Si alguna vez tenéis un problema”, recordó que les dijo. A ellas, el fiscal ha renunciado a preguntarles por el conflicto empresarial: “El jurado ya sabe todo lo que había sobre los problemas de las empresas y esas cuestiones”, cargando la suerte, porque era evidente que lo que no quería era escuchar la versión de las hermanas.

¿Ustedes tenían mayoría en las empresas si fallecía su madre? “Pues todavía no lo he entendido del todo: nuestros abogados decían que sí, pero los de mi hermano Vicente decían que no”, dijo Tania Sala. Ruiz Marco, el abogado del hijo que acusa, ha leído la declaración de Tania ante el juez instructor para señalar “la contradicción”. Ante el instructor, había declarado que “la acción de oro” no tenía por qué pasar a su hermano varón. “¿Y dónde está la contradicción, porque he dicho que no lo entiendo y sigo sin entenderlo?”, ha repreguntado la testigo. Según el abogado de su hermano, en decir al instructor que “la acción de oro”, que suponía el poder efectivo en las empresas, no tenía por qué heredarla su hermano; y declarar hoy que sus abogados le habían dicho que las hermanas tendrían la mayoría, y por tanto el poder efectivo. La misma contradicción ha defendido el varón, Vicente Sala Martínez, desde hace años. Y la defiende con abogados y ante jueces distintos. En los litigios mercantiles, alegaba que la acción de oro le correspondía a él, porque así lo expresó su padre en su testamento; y en la investigación del crimen, alegó desde el primer día que, muerta su madre, “sin la acción de oro de ella, el control de la compañía pasa a sus tres hermanas”.
 
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