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Nuria había estado varios días encadenada cerca de un doberman adiestrado para atacar. A Anglés de pequeño le gustaba jugar a atar niñas. La tenía a pan y agua y con síndrome de abstinencia. Le había dejado una dosis de heroína a la vista para mortificarla más. Sólo llevaba bragas y se cubría con una sábana. La había violado tantas veces, de tantos modos y con tantos objetos como se le había ocurrido. Incluso la había ofrecido a otros o los había invitado a orinar y a mas***barse sobre ella. Quería arrancarle los pezones con unos alicates y romperle los dientes con un martillo, pero uno de los colegas presentes lo había detenido. La tenía que matar para hacerle pagar la traición, y cuando se disponía a arrojarla a un pozo ciego lleno de ratas con la ayuda del único que no podía negársela, Miguel Ricart, El Rubio, tuvo que aparecer su madre. Ricart sólo es un pringado con escasa personalidad, cuya máxima actividad es ponerse ciego de chinos. Con un tubo de papel de plata inhala el humo de polvo de heroína quemada y alivia su muermo. No sirve para trabajar. Y ha fracasado en todo lo que ha intentado, por eso quizá piensa que lo mejor es dejarse llevar por Antonio Anglés, que ahora quiere que le llamen Rubén, aunque para todos es El Asuquiqui. Ricart es útil para Anglés porque tiene coche, un Opel Corsa blanco.
Sin embargo la GC aseguraba que en lo ocurrido con Nuria no hubo motivación sexual, que no era su novia sino una repartidora de su mercancía, y que Anglés era homosexual.
El texto me parece muy peliculero, muy sensacionalista, muy apretando un poco más la rosca novelera que le dio la prensa a la versión oficial. No aporta absolutamente nada que no hayamos leído en las revistas, y lo de los pezones y los dientes me suena a cuadrarlo con las agresiones a las niñas.
No sé quién es este señor pero me suena como que no voy a leerle nunca