...y ahora sigue tú...

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Hola de nuevo a todos
Mientras abrí el hilo anterior, se me ha pasado por la cabeza abrir otro (supongo que no hay límites diarios para hacerlo, no? Si lo hay, avisemos a Houston y a ver cómo arreglamos el problema)

Quizá sería más adecuado que este hilo se abriera en el foro de juegos porque supongo que también lo es, pero mis preferencias son literarias, así que lo hago aquí

Se trata de escribir un relato, una historia encadenada entre todos los foreros, da igual si no tiene calidad ni sentido, aunque estaría bien leer al menos los 3-4 últimos post para que lo que vayamos escribiendo tenga cierta relación. Podemos poner los giros que nos parezca, cambiar de géneros y de tonos, reírnos y volvernos dramáticos... lo que queráis, y podéis hacerlo dejando dos palabra, una línea, un párrafo o siete páginas...
Obviamente va a salir algo disparatado, pero da igual, si logramos pasar un buen rato. Que igual me quedo yo hablando sola por aquí, pero bueno, ahí voy

Dejo este post para la explicación y empiezo en el siguiente
 
Última edición:
Desde luego, jamás habría pensado que iba a verme así a estas alturas de mi vida, aun cuando todos los indicios ya apuntaban en esa dirección desde hacía unos meses pero, al mismo tiempo, había convivido con la idea de que sería capaz de controlar la situación hasta el último momento, si las cosas llegaban a ponerse serias, serias de verdad. Pero, claro, convivir con las ideas es fácil, y en cambio, la realidad es ligeramente diferente, además de tozuda, empezando porque en la vida real tenemos un cuerpo que mantener, alimentar y al que dar descanso por las noches, con lo que lo primero que debía hacer era meter en una maleta las cuatro cosas que aún me quedaban y buscar un lugar en el que pasar la noche que tenía casi encima, bastaba con echar una mirada a la ventana para ver que ya no quedaban muchos minutos de luz, y que también el reloj iba en contra, era cuestión de horas que todos los demás volvieran a la habitación que habían dejado cinco minutos atrás, en medio de una nube de gritos, de polvo y de cristales rotos. Así que me levanté de un salto, sorbí ruidosamente los restos del café que aún me quemaba los labios, y corrí hacia la estantería..., pero ya no estaba.
 
Quería llevarme 'el mundo de Sofía' de Jostein Gaarder, una novela sobre la historia de la filosofía que releía de vez en cuando por las noches. Especialmente en épocas complicadas, como la que iba a comenzar en breve, desde cero y sin recursos. Culpa mía por dejarlo en la estantería, pero ¿quién de las personas con las que convivía pudo habérselo llevado? A decir verdad, ninguno de ellos era lo que se dice el público objetivo de un libro de filosofía... Y no era cuestión de esperar a que volvieran para preguntárselo. En ese momento, lo prioritario era huir. Lo que hasta hacía poco era un ambiente tóxico, se había convertido en realmente peligroso para mi estabilidad mental... y física incluso.
 
Ya nada tenía sentido en esa casa, ni siquiera estar en mi refugio me hacía sentir segura, romper con todo era la única esperanza.
Huir hacia delante sin mirar atrás...era lo único que podía pensar.
Hacía tanto tiempo que no me sentía viva que sólo pensar en ser libre era lo único que me había mantenido cuerda.
 
Por fin conseguí bajar las escaleras con mi frágil maleta y llegué a la calle . Mientras había estado buscando el libro había llegado la noche, pero una gran luna llena iluminaba la calle y con ella, mi libertad.
Eché andar hacia la estación del tren, con la esperanza de poder dormir a cubierto en sus sillones. A la mañana siguiente, me reuniría con el grupo que escaparía conmigo. Una familia con un una niña y dos jóvenes . Quizás podría ser un poco arriesgado llevar a una niña pequeña en esa aventura en la que que íbamos a adentrarnos pero sus padres no quisieron dejarla con los abuelos y luego volver a reunirse con ella. Mi intuición me dice que lo vamos a conseguir, que en unos días después de cruzar varias fronteras , llegaremos a Polonia.
 
La estación es oscura y fría, la luz de la luna apenas deja sus rayos aquí. Los últimos trenes acababan de irse y aún podía oír su traqueteo sobre las vías. Mientras caminaba entre los asientos, buscando uno donde pasar la noche, pensaba en todos los años desperdiciados; por fin había reunido fuerzas para salir de aquella locura. Había llegado a temer por mi vida y mi mente ahora soñaba, sin ataduras, con los pasos que iba a dar a partir de este momento. Me recorrió un escalofrío...
 
Última edición:
Abrí mi mochila rápidamente y sentí como si mi alma escapara de mi cuerpo: Mi portátil no estaba. En ese portátil estaba toda mi vida, mi ruta, mis cuentas... Me había entretenido tanto buscando el libro que había olvidado por completo meter el ordenador en la mochila. Y si mi ordenador seguía en esa casa, cualquiera podría tener acceso a él y a mis datos. Tomé aire e intenté tranquilizarme "mi ordenador está protegido con contraseñas, es difícil que alguien pueda acceder a ello" me dije...
 
—Busca opciones —murmuré para mi.
Si regresaba a la casa se esfumaría la última oportunidad que me quedaba de independencia. Un chispazo iluminó mis ojos: tenía mi móvil y los documentos para viajar. Con los nervios a flor de piel fui cambiando las claves de todo a gran velocidad, al menos en él mantendría mi pequeña parcela.
Todo era cambiante, no podía preveer que iba a suceder en las próximas horas y daba vértigo. «Nuevas aguas corren tras las aguas», recordaba de nuevo.
 
Un amigo informático me había enseñado cómo cambiar la dirección IP de mi móvil. Me iba a resultar útil, porque la panda de locos a los que dejaba atrás podían intentar localizarme. No tenían nada punible que esgrimir en mi contra, y menos aún encontrándome en otro país -cosa que ocurriría en cuestión de horas si todo iba bien-. Pero si quería comenzar una nueva vida, tenía que dejar las menores huellas posibles en el lugar del que huía.
 
Hasta para escapar uno tiene que anticiparse a los movimientos que nuestras huellas pueden dejar.
Gracias a Mike y sus muchas enseñanzas, logré tener una preocupación menos.
Llevaba muchas noches sin dormir, cuando estás desesperada los planes no pueden esperar y era inevitable dejar algún cabo suelto. Los pensamientos intrusivos, el miedo y las preocupaciones no me dejaban descansar.

El agotamiento se hizo notable cuando el silencio inundó la estación, en ese momento pensé que no era la única que estaba destrozada. Quién sabe si esas caras o esas pisadas que estaban cerca a mí alrededor no eran sino personas que huyen al igual que yo, fugitivos de vidas truncadas en busca de un mundo mejor...
 
Más lejos, al otro lado de la ciudad, Delia corre despreocupada entre las maletas mientras sus padres se apresuran a terminar el equipaje. Ambos se entienden con miradas nerviosas y anhelantes: en unas horas su vida va a dar un giro completo. Observan a su hija, una nube de negros cabellos ensortijados se mueve con cada uno de sus brincos.
— ¡Menuda energía! —dice su madre.
— Nos vendrá bien su alegría en esta aventura —replica su padre, y añade elevando un poco la voz—: Y ahora, ¡todos a la cama a descansar! Mañana nos espera un largo día.
 
El reloj marcaba las ocho y la alarma saltó como cada mañana. Pero todo apuntaba a que no sería un día cualquiera.
Lo habían meditado tantas veces que ya no había marcha atrás. Ya no pensaban en ellos, sino en la pequeña Delia.

Sólo habían pasado cinco años desde que firmaron los papeles y su día a día se había convertido en amor incondicional, en risas y juegos.
Era una niña preciosa y la habían deseado tanto que el simple gesto de tenerla entre sus brazos había supuesto un sueño.

Delia todavía descansaba en su cama cuando sonó el teléfono...
 

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