Rey emérito: Segunda regularización fiscal, pago de 4 millones

Mira, haz el favor dejar de atacarme personalmente. Yo tampoco lo hago. Si necesitas meterte con alguien atente por favor a los que te rodean. A mi no me conoces, con lo cual tus ideas sobre mi me resbalan. Esos ataques personales a los comentaristas van contra las normas. Lo sabes, no?
Exactamente dónde ves un ataque? Y encima un ataque personal?
He dicho que tu afirmación, cual ley natural, de que las personas de izquierdas no pueden ser monárquicas, que son republicanas y punto, me parece que no tiene ninguna base.
Eso es un ataque personal? Por qué, porque no estoy de acuerdo con una afirmación que tú haces?
Impresionante...
 
Hoy en la tele, la ministra Calvo ha salido diciendo que Hacienda no sabía nada de la declaración complementaria del emerito.
?????
Teniendo en cuenta que este gobierno (y digo los dos partidos) mienten mas que un Borbon.... porque vamos, que si habiendo salido tambien en las noticias no se han enterado, es que son cortos de verdad.
No van a poner algo que se puede comprobar
 

Con que no tenía ni tiene información privilegiada, eh? Y abusó de esa información y complicidad.​

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Los banqueros del rey Juan Carlos, un reflejo de cada etapa de su vida: de Juan March a Emilio Botín y Mario Conde​


De Alfonso Escámez a Isidre Fainé, pasando por Emilio Botín y Mario Conde, Juan Carlos I siempre tuvo cerca a un hombre de banca acorde con los tiempos. Apoyos que reflejaron el espíritu de cada etapa de la vida y el reinado del monarca emérito.​


Por Silvia Cruz Lapeña

10 de octubre de 2020 · 08:30

Más sobre

Realeza

Especial Rey Juan Carlos


El 4 de agosto se hizo pública la carta en la que Juan Carlos I comunicaba a su hijo, Felipe VI, que se iba al extranjero para “salvaguardar la monarquía”. Si, como afirmaron algunos medios, una de las paradas de esa salida fue Azeitão, el rey emérito abandonaba España y volvía a su adolescencia: en la localidad ubicada a 50 kilómetros de Estoril vive João Manuel de Albuquerque d’Orey de Brito e Cunha, su amigo durante el exilio portugués de los Borbones y dueño de la Casa Grande Quinta do Peru, una finca del siglo XVIII rodeada de olivos y castillos medievales. También es yerno de Manuel Ribeiro Espirito Santo (1908-1973), copropietario del banco que su padre, Jose Maria, creó de la nada, bautizó con su apellido y le permitió amasar una fortuna que hace que en Portugal la prensa los llame “Los Dueños de Todo”.
Manuel fue una de las personas que más ayudó a los Borbones en Estoril, y Juan Carlos le devolvió el favor a su familia siendo ya rey abriéndole las puertas de las regatas, donde el banco luso se convirtió en un patrocinador estrella. Fue a principio de los dos mil, cuando la Caja de Ahorros del Mediterráneo financiaba el barco del príncipe Felipe y La Caixa el del rey, el Bribón. A Espirito Santo le tocó, entre otros, imprimir su nombre en las velas de uno de los grandes amigos del Borbón: Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Arión, con quien el monarca participó en los Juegos Olímpicos de 1972.

Espirito Santo fue el primero, pero no el único banquero en la vida de Juan Carlos I. Y cada cual con su estilo, aunque con algo en común: si lo eran, como si no, todos se han comportado como leales juancarlistas. “No estábamos especialmente por el padre o por el hijo, estábamos por la monarquía y la representaban ambos”, aseguraba Luis Valls-Taberner, presidente del Banco Popular, a Tom Burns Marañón en el libro Conversaciones sobre el rey. Él fue su primer banquero de cabecera en España.

Alfonso Escámez  Luis Valls-Taberner Mario Conde


Alfonso Escámez y Luis Valls-Taberner con Mario Conde. © Getty

Valls-Taberner (1926-2006) fue perfecto en la etapa franquista, cuando aún se prefiguraba el futuro del heredero. La historia de su entidad, además, iba paralela a la de los Borbones, pues Alfonso XIII, abuelo del emérito, fue uno de sus fundadores. Como dice Eduardo Segovia en De los Borbones a los Botines: Auge y caída del Banco Popular, a inicios del siglo XX la persona del rey no estaba desligada de la del jefe del Estado, ni el patrimonio personal del obtenido en su cargo. Por eso podía invertir en un banco y anunciarlo a bombo y platillo. Con la República, el Popular tuvo que entregar al Banco de España los activos del rey depuesto por orden de dos decretos firmados en mayo y junio de 1931. Pero la historia de los royals con la entidad no acabó ahí: don Jaime de Borbón, hijo de Alfonso XIII y pretendiente al trono, compró acciones en 1955 y entró en la junta de accionistas, donde había muchos monárquicos con ganas de restaurar la Corona. Pero algunos eran del Opus Dei y se negaron a apoyar a don Jaime, divorciado y casado en segundas nupcias con la soprano Charlotte Luise Auguste Tiedemann, también separada y madre de una niña. Y optaron por su hermano Juan, conde de Barcelona, de cuyo Consejo Privado formó parte Valls-Taberner, que tuvo gran influencia en Juan Carlos, a cuya oficina tenía acceso directo. Un ejemplo: él organizó la reunión del 11 de julio de 1969 con el diputado en el exilio Pedro Sainz Rodríguez en la que se aconsejó al príncipe que si Francisco Franco le ofrecía ser su sucesor, aceptara sin dudar. De la reacción de don Juan, le dijeron, se encargarían el banquero y el exministro de Franco convertido en enemigo.

Además de influencia, los banqueros manejan dinero. Valls-Taberner lo recaudó para Juan Carlos en una comisión encabezada por la duquesa de Alba que se creó para dar liquidez a un príncipe que iba a casarse con Sofía de Grecia. Pidió donaciones a banqueros y empresarios afines a la Corona y consiguió 10 millones de pesetas con los que la pareja empezó su vida de casados en la Zarzuela. Por cierto, a la ceremonia griega de aquella boda don Juan y doña Mercedes llegaron en El Saltillo, un barco que les regaló en 1946 otro banquero: Juan March.
Según Segovia, Alfonso XIII invirtió en el Popular no por necesidad, sino para mantener su estatus de bon vivant y eso lo llevó a tener una corte financiera muy extensa. Entre ellos, Juan Antonio Güell, marqués de Comillas (Banco Hispano Colonial); Luis María de Ybarra, marqués de Arriluce (Banco de Vizcaya); o Pablo Garnica, marqués de Cortina y presidente de Banesto. El caso de Juan Carlos y el dinero no era como el de su abuelo: como se relata en todas sus biografías —la de Luis María Ansón, la de Paul Preston e incluso alguna más crítica, como la de la periodista Rebeca Quintans—, pasó dificultades derivadas del exilio que lo llevaron a depender de la ayuda de terceros. Que siempre se la concedieran lo volvió “caprichosón”, palabra que elige una persona que trabajó con él y la transmitió a Fernando Ónega en Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar. La misma fuente cree que es entonces cuando empieza a ser visto “como alguien que defiende sus intereses personales”.

Mario Conde

Mario Conde inauguró la cultura del pelotazo y abrió la puerta a personajes como los Albertos. © Gtres

Entre los banqueros el rey también buscó asesoramiento para las cuestiones de Estado. Fue el papel de Alfonso Escámez (1916-2010), presidente del Banco Central, a quien consultó en los años setenta y ochenta y reconoció sus servicios designándolo senador real. En 1993 también lo nombró marqués. En Un rey golpe a golpe, Quintans interpreta ese título como un fin de etapa: “Mientras [Juan Carlos] intentaba librarse de Sabino, Conde ya se había convertido en el banquero de confianza del monarca, desplazando a quien hasta entonces había desempeñado ese papel, Alfonso Escámez”. Efectivamente, Sabino Fernández Campo, jefe de la casa real, salió por la puerta casi a la vez que el presidente de Banesto —que consiguió colocar en el lugar del saliente a Fernando Almansa— se convertía en el nuevo banquero de cabecera del rey. Alejarse o dar la espalda es una actitud que se repetiría en Juan Carlos. Lo vivió también Mario Conde cuando llegó su declive. “El rey no me ayudó porque se acojonó”, declaró en el programa de Risto Mejide.

Alfonso Escámez Alberto Cortina Alberto Alcocer


Alfonso Escámez con los Albertos. © Getty

Con Conde las finanzas se mezclaron con el colorín, unión que confirmó en 1988 la boda de Isabel Preysler y Miguel Boyer, ministro de Economía de Felipe González. Así entraron en escena Alberto Cortina y Alberto Alcocer; sus esposas, Alicia y Esther Koplowitz; Marta Chávarri, entonces marquesa de Cubas y amante de Cortina, o novelistas como Carmen Posadas, mujer del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. Eran la beautiful people, donde destacó Conde, un banquero más atractivo, extrovertido y joven que sus homólogos. También el rey se rindió al encanto de un hombre que de día dirigía un banco y de noche acudía a El Portón, local de su propiedad, a bailar sevillanas.

Isidro Fainé rey Juan Carlos


Con Isidro Fainé, presidente de La Caixa. © EFE

A forjar esa amistad contribuyó algo que apunta Preston: antes de ser proclamado heredero y luego rey, su vida en España la había decidido Franco, incluídas sus amistades, así que al hacerse con la corona, tomó el mando también de sus relaciones. Entre ellas, Conde significó la libertad, escenificada con la despedida de Escámez y de Sabino, y que, según Quintans, espoleó Felipe González: “El presidente que más consintió y mimó a Juan Carlos”. En un acto sin precedentes, el rey acompañó a Conde a la Universidad Complutense de Madrid a recoger su doctor honoris causa. Era 1993, el mismo año que el Banco de España intervino Banesto. Empezaba la caída de Conde, y el rey, que venía de disfrutar de un pico de popularidad con los Juegos Olímpicos de 1992, se alejó de su amigo, optó por el recogimiento y eligió para la nueva etapa compañeros más grises, pero más discretos: Juan Antonio Samaranch, por ejemplo, presidente de La Caixa cuando la entidad contrató a la infanta Cristina. En paralelo, adquiría protagonismo Emilio Botín (1934-2014), presidente del Banco Santander desde 1986 y uno de los pocos españoles que estuvo en las bodas de los tres hijos del rey. La relación de su familia con el monarca venía de atrás: de cuando Botín padre recibía a don Juan en El Promontorio, su espectacular casa palacio ubicada en la bahía de la capital cántabra.

Emilio Botín jeque jequesa de Catar


Emilio Botín en una recepción con los jeques de Catar. © EFE

Los Botín siempre fueron fieles a la Corona y, si una imagen vale más que mil palabras, las pronunciadas reverencias que el financiero hacía al rey resumen bien esa entrega. Con el actual presidente de la Fundación La Caixa,Isidre Fainé, y César Alierta (Telefónica) formaba el triángulo de oro del monarca, hoy deshecho por la muerte de Emilio Botín y la enfermedad del segundo, que en 2009 fichó a Urdangarin cuando se mudó a Washington. Fainé es, además de amigo, uno de los hombres a quien más consultaba el rey, pero también el primer banquero en darle un disgusto: despedir a su hija Cristina tras 25 años en La Caixa. La decisión, sin embargo, no fue suya, sino del Patronato de la entidad, prueba de que en los bancos, como en la monarquía, las cosas han cambiado mucho desde los tiempos de Alfonso XIII.
rey Juan Carlos Miguel Boyer Felipe González


El rey Juan Carlos con Miguel Boyer y Felipe González. © EFE

https://www.revistavanityfair.es/po...rey-juan-carlos-juan-march-emilio-botin/47097
 
Teniendo en cuenta que este gobierno (y digo los dos partidos) mienten mas que un Borbon.... porque vamos, que si habiendo salido tambien en las noticias no se han enterado, es que son cortos de verdad.
No van a poner algo que se puede comprobar
O igual es mentira y era un globo sonda a ver cómo reaccionaría la gente.
A mí me tienen frita.
 

Con que no tenía ni tiene información privilegiada, eh? Y abusó de esa información y complicidad.​

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Los banqueros del rey Juan Carlos, un reflejo de cada etapa de su vida: de Juan March a Emilio Botín y Mario Conde​


De Alfonso Escámez a Isidre Fainé, pasando por Emilio Botín y Mario Conde, Juan Carlos I siempre tuvo cerca a un hombre de banca acorde con los tiempos. Apoyos que reflejaron el espíritu de cada etapa de la vida y el reinado del monarca emérito.​


Por Silvia Cruz Lapeña

10 de octubre de 2020 · 08:30

Más sobre

Realeza

Especial Rey Juan Carlos


El 4 de agosto se hizo pública la carta en la que Juan Carlos I comunicaba a su hijo, Felipe VI, que se iba al extranjero para “salvaguardar la monarquía”. Si, como afirmaron algunos medios, una de las paradas de esa salida fue Azeitão, el rey emérito abandonaba España y volvía a su adolescencia: en la localidad ubicada a 50 kilómetros de Estoril vive João Manuel de Albuquerque d’Orey de Brito e Cunha, su amigo durante el exilio portugués de los Borbones y dueño de la Casa Grande Quinta do Peru, una finca del siglo XVIII rodeada de olivos y castillos medievales. También es yerno de Manuel Ribeiro Espirito Santo (1908-1973), copropietario del banco que su padre, Jose Maria, creó de la nada, bautizó con su apellido y le permitió amasar una fortuna que hace que en Portugal la prensa los llame “Los Dueños de Todo”.
Manuel fue una de las personas que más ayudó a los Borbones en Estoril, y Juan Carlos le devolvió el favor a su familia siendo ya rey abriéndole las puertas de las regatas, donde el banco luso se convirtió en un patrocinador estrella. Fue a principio de los dos mil, cuando la Caja de Ahorros del Mediterráneo financiaba el barco del príncipe Felipe y La Caixa el del rey, el Bribón. A Espirito Santo le tocó, entre otros, imprimir su nombre en las velas de uno de los grandes amigos del Borbón: Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Arión, con quien el monarca participó en los Juegos Olímpicos de 1972.

Espirito Santo fue el primero, pero no el único banquero en la vida de Juan Carlos I. Y cada cual con su estilo, aunque con algo en común: si lo eran, como si no, todos se han comportado como leales juancarlistas. “No estábamos especialmente por el padre o por el hijo, estábamos por la monarquía y la representaban ambos”, aseguraba Luis Valls-Taberner, presidente del Banco Popular, a Tom Burns Marañón en el libro Conversaciones sobre el rey. Él fue su primer banquero de cabecera en España.

Alfonso Escámez  Luis Valls-Taberner Mario Conde


Alfonso Escámez y Luis Valls-Taberner con Mario Conde. © Getty

Valls-Taberner (1926-2006) fue perfecto en la etapa franquista, cuando aún se prefiguraba el futuro del heredero. La historia de su entidad, además, iba paralela a la de los Borbones, pues Alfonso XIII, abuelo del emérito, fue uno de sus fundadores. Como dice Eduardo Segovia en De los Borbones a los Botines: Auge y caída del Banco Popular, a inicios del siglo XX la persona del rey no estaba desligada de la del jefe del Estado, ni el patrimonio personal del obtenido en su cargo. Por eso podía invertir en un banco y anunciarlo a bombo y platillo. Con la República, el Popular tuvo que entregar al Banco de España los activos del rey depuesto por orden de dos decretos firmados en mayo y junio de 1931. Pero la historia de los royals con la entidad no acabó ahí: don Jaime de Borbón, hijo de Alfonso XIII y pretendiente al trono, compró acciones en 1955 y entró en la junta de accionistas, donde había muchos monárquicos con ganas de restaurar la Corona. Pero algunos eran del Opus Dei y se negaron a apoyar a don Jaime, divorciado y casado en segundas nupcias con la soprano Charlotte Luise Auguste Tiedemann, también separada y madre de una niña. Y optaron por su hermano Juan, conde de Barcelona, de cuyo Consejo Privado formó parte Valls-Taberner, que tuvo gran influencia en Juan Carlos, a cuya oficina tenía acceso directo. Un ejemplo: él organizó la reunión del 11 de julio de 1969 con el diputado en el exilio Pedro Sainz Rodríguez en la que se aconsejó al príncipe que si Francisco Franco le ofrecía ser su sucesor, aceptara sin dudar. De la reacción de don Juan, le dijeron, se encargarían el banquero y el exministro de Franco convertido en enemigo.

Además de influencia, los banqueros manejan dinero. Valls-Taberner lo recaudó para Juan Carlos en una comisión encabezada por la duquesa de Alba que se creó para dar liquidez a un príncipe que iba a casarse con Sofía de Grecia. Pidió donaciones a banqueros y empresarios afines a la Corona y consiguió 10 millones de pesetas con los que la pareja empezó su vida de casados en la Zarzuela. Por cierto, a la ceremonia griega de aquella boda don Juan y doña Mercedes llegaron en El Saltillo, un barco que les regaló en 1946 otro banquero: Juan March.
Según Segovia, Alfonso XIII invirtió en el Popular no por necesidad, sino para mantener su estatus de bon vivant y eso lo llevó a tener una corte financiera muy extensa. Entre ellos, Juan Antonio Güell, marqués de Comillas (Banco Hispano Colonial); Luis María de Ybarra, marqués de Arriluce (Banco de Vizcaya); o Pablo Garnica, marqués de Cortina y presidente de Banesto. El caso de Juan Carlos y el dinero no era como el de su abuelo: como se relata en todas sus biografías —la de Luis María Ansón, la de Paul Preston e incluso alguna más crítica, como la de la periodista Rebeca Quintans—, pasó dificultades derivadas del exilio que lo llevaron a depender de la ayuda de terceros. Que siempre se la concedieran lo volvió “caprichosón”, palabra que elige una persona que trabajó con él y la transmitió a Fernando Ónega en Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar. La misma fuente cree que es entonces cuando empieza a ser visto “como alguien que defiende sus intereses personales”.

Mario Conde

Mario Conde inauguró la cultura del pelotazo y abrió la puerta a personajes como los Albertos. © Gtres

Entre los banqueros el rey también buscó asesoramiento para las cuestiones de Estado. Fue el papel de Alfonso Escámez (1916-2010), presidente del Banco Central, a quien consultó en los años setenta y ochenta y reconoció sus servicios designándolo senador real. En 1993 también lo nombró marqués. En Un rey golpe a golpe, Quintans interpreta ese título como un fin de etapa: “Mientras [Juan Carlos] intentaba librarse de Sabino, Conde ya se había convertido en el banquero de confianza del monarca, desplazando a quien hasta entonces había desempeñado ese papel, Alfonso Escámez”. Efectivamente, Sabino Fernández Campo, jefe de la casa real, salió por la puerta casi a la vez que el presidente de Banesto —que consiguió colocar en el lugar del saliente a Fernando Almansa— se convertía en el nuevo banquero de cabecera del rey. Alejarse o dar la espalda es una actitud que se repetiría en Juan Carlos. Lo vivió también Mario Conde cuando llegó su declive. “El rey no me ayudó porque se acojonó”, declaró en el programa de Risto Mejide.

Alfonso Escámez Alberto Cortina Alberto Alcocer


Alfonso Escámez con los Albertos. © Getty

Con Conde las finanzas se mezclaron con el colorín, unión que confirmó en 1988 la boda de Isabel Preysler y Miguel Boyer, ministro de Economía de Felipe González. Así entraron en escena Alberto Cortina y Alberto Alcocer; sus esposas, Alicia y Esther Koplowitz; Marta Chávarri, entonces marquesa de Cubas y amante de Cortina, o novelistas como Carmen Posadas, mujer del gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. Eran la beautiful people, donde destacó Conde, un banquero más atractivo, extrovertido y joven que sus homólogos. También el rey se rindió al encanto de un hombre que de día dirigía un banco y de noche acudía a El Portón, local de su propiedad, a bailar sevillanas.

Isidro Fainé rey Juan Carlos


Con Isidro Fainé, presidente de La Caixa. © EFE

A forjar esa amistad contribuyó algo que apunta Preston: antes de ser proclamado heredero y luego rey, su vida en España la había decidido Franco, incluídas sus amistades, así que al hacerse con la corona, tomó el mando también de sus relaciones. Entre ellas, Conde significó la libertad, escenificada con la despedida de Escámez y de Sabino, y que, según Quintans, espoleó Felipe González: “El presidente que más consintió y mimó a Juan Carlos”. En un acto sin precedentes, el rey acompañó a Conde a la Universidad Complutense de Madrid a recoger su doctor honoris causa. Era 1993, el mismo año que el Banco de España intervino Banesto. Empezaba la caída de Conde, y el rey, que venía de disfrutar de un pico de popularidad con los Juegos Olímpicos de 1992, se alejó de su amigo, optó por el recogimiento y eligió para la nueva etapa compañeros más grises, pero más discretos: Juan Antonio Samaranch, por ejemplo, presidente de La Caixa cuando la entidad contrató a la infanta Cristina. En paralelo, adquiría protagonismo Emilio Botín (1934-2014), presidente del Banco Santander desde 1986 y uno de los pocos españoles que estuvo en las bodas de los tres hijos del rey. La relación de su familia con el monarca venía de atrás: de cuando Botín padre recibía a don Juan en El Promontorio, su espectacular casa palacio ubicada en la bahía de la capital cántabra.

Emilio Botín jeque jequesa de Catar


Emilio Botín en una recepción con los jeques de Catar. © EFE

Los Botín siempre fueron fieles a la Corona y, si una imagen vale más que mil palabras, las pronunciadas reverencias que el financiero hacía al rey resumen bien esa entrega. Con el actual presidente de la Fundación La Caixa,Isidre Fainé, y César Alierta (Telefónica) formaba el triángulo de oro del monarca, hoy deshecho por la muerte de Emilio Botín y la enfermedad del segundo, que en 2009 fichó a Urdangarin cuando se mudó a Washington. Fainé es, además de amigo, uno de los hombres a quien más consultaba el rey, pero también el primer banquero en darle un disgusto: despedir a su hija Cristina tras 25 años en La Caixa. La decisión, sin embargo, no fue suya, sino del Patronato de la entidad, prueba de que en los bancos, como en la monarquía, las cosas han cambiado mucho desde los tiempos de Alfonso XIII.
rey Juan Carlos Miguel Boyer Felipe González


El rey Juan Carlos con Miguel Boyer y Felipe González. © EFE

https://www.revistavanityfair.es/po...rey-juan-carlos-juan-march-emilio-botin/47097
Claro hombre, es que los reyes viven en una burbuja sin hablar ni tratar con nadie. Tampoco tienen amigos y como dicen que los Borbones son tontos pues que va a saber el de nada no??

Si siempre se ha dicho que JC tenia mucho que decir de mucha gente con poder.
 
Alto y claro.

Pilar Urbano: “La casa más oscura de España es la Zarzuela”​


Dosieres, guerra sucia, comisiones y dependencia de la política exterior de Estados Unidos. La historia se repite y la periodista Pilar Urbano la ha vivido en primera persona.

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El estudio de Pilar Urbano (Valencia, 1940) tiene trazas de pequeño museo de la historia española contemporánea. Documentos enmarcados, entre los que solo alcanzo a distinguir la firma de Amadeo de Saboya. Posteriormente, ella misma explica que en su colección también cuenta con un telegrama de Daniel Ortega, autógrafos de Picasso, Carrillo —al que llama “su amigo” en otro momento— o Sabino Fernández Campo, el bolígrafo con el que Garzón pidió la extradición de Pinochet, viejas máquinas de escribir, cientos de libros y una pared en la que “sin orden ni concierto” se dispone un álbum de fotos de lo que hoy conocemos como la Transición.

Una de ellas destaca por encima de todas. Muestra al hoy rey emérito, Juan Carlos I de Borbón, y a la reina Sofía. La dedicatoria no es un esfuerzo de originalidad, pero la presencia de la foto evidencia que Urbano mantiene la memoria de cuando la Casa Real la consideraba una de sus periodistas de referencia. Su independencia le retiró ese privilegio. Su conocimiento de la Casa Real quedó plasmada en El Precio del Trono (Planeta, 2011) y La Gran Desmemoria (2014), su obra definitiva sobre el contexto que rodeó el golpe de Estado de 1981, su mejor libro y el que más disgustos le dio, “porque la verdad duele”, desliza en un momento de la conversación.

Urbano ha sido testigo y cronista de los años de restauración de la monarquía, del ascenso y caída de Felipe González, de la defenestración de Adolfo Suárez y de la creación de su mito. También fue encuadrada desde el principio como una “periodista de derechas”, algo que rechaza de plano, “búscame una tía que diga lo que digo yo”. Se reconoce sólo como cristiana. No esconde su vínculo con el Opus Dei.

¿Y qué diantres hace un periódico como El Salto en el taller de Pilar Urbano? Si hubiera que buscar pretextos o coartadas, habría que comenzar por el final. El escándalo del excomisario Villarejo y la guerra de dosieres vivida en septiembre a cuenta de las relaciones de la ministra de Justicia, Dolores Delgado con el expolicía metido a empresario “de la seguridad” ha vuelto a destapar el olor de las cloacas. Un tufo que Urbano, como otros periodistas, reconoce al instante.

Al final de la larga conversación, Urbano nos preguntará si hay algo de lo que nos ha contado que no sabíamos. Y lo hay. En un momento dado, se refiere a una conversación de un colega periodista con Corinna zu Sayn-Wittgenstein. El periodista preguntó a la socia del rey emérito si ella organizaba las comisiones del rey en Arabia Saudí, zu Sayn-Wittgenstein contestó que eso lo hacía “Juan Miguel”. ¿Juan Miguel Villar Mir? Urbano asiente: “Yo no digo que sea o no sea cierto. Digo que Corinna se lo aseguró a un periodista muy serio y con buena información”.

Durante la hora de conversación, Urbano enfoca varios aspectos de actualidad y otros de largo recorrido. Temas que definen la construcción imperfecta de la imperfecta democracia representativa restaurada en 1978. Las acotaciones a su relato están en cursiva.


Corinna zu Sayn-Wittgenstein​

Desde el año 2006, hasta el 2014, ella se erige como intermediaria, abrepuertas para gestionar altos negocios entre España, Arabia Saudí, Rusia, Emiratos… Es sabido que ella viajaba con el rey o diciendo que iba en nombre del rey. Con puntería, José Bono la llama siempre ‘la bella comisionista’. Interviú dio el dato de que en los años de su relación con el rey de España, Corinna amasó una fortunita en Suiza, 30 millones de euros, durante el tiempo que duró su noviazgo clandestino con el monarca. El bufete de abogados Schillings, que la representa, no lo desmintió. Creo que hubo un cambio de cromos, de contactos VIP y de negocios.


CNI, EL PAPEL DE LOS SERVICIOS SECRETOS​

Los servicios secretos están para defender al Estado o al pueblo organizado políticamente, a la Nación. No a un gobierno, no a un grupo de poder y en ningún caso pueden encubrir delitos, ni siquiera los del jefe de Estado. Tanto si es un rey como si es el presidente de la República. Jamás pueden conocer y no denunciar porque se convertirían en un organismo de información corrupto y corruptor, al proteger al corrupto. Sea GAL, sea terrorismo de Estado, sea llevarse el dinero crudo, sea robar el papel del BOE, arramblar con donativos a la Cruz Roja, ocultar cuentas corrientes en Panamá, o recibir donativos o comisiones ilegales, tangentes, para un partido político, para costear unas elecciones, para el referéndum de la OTAN, y estoy citando episodios que han sucedido. Para empezar es que no son los gobiernos los que tienen que encomendar qué investiga la policía, la Guardia Civil o los servicios secretos, porque el Gobierno siempre encargará en beneficio propio. No es imparcial.

Terrorismo de Estado​

El GAL se diseña, se organiza y se ejecuta desde el CESID del señor Manglano. Da igual que lo haya mandado Felipe González, que el rey lo haya jaleado… da igual. Lo han organizado los servicios secretos. No Perote, Manglano. Lo hicieron ellos utilizando a los oficiales de la Guardia Civil del CESID, no buscaron entre los tercios de la Legión.

Realmente la fórmula es del Mossad, para entendernos. La fórmula: “Localícenlos en el sur de Francia, pasen, golpeen y vuelvan. Y les crean ustedes el problema a ellos, a Francia”. Esto se lo propusieron a Suárez y a Rosón pero no quisieron. En cambio, González y Barrionuevo sí. Crear el problema a Francia tuvo como consecuencia la gran conversación entre González y Mitterrand en El Escorial. Cese del GAL y luz verde para que España entrara en el Mercado Común. En el fondo, intercambio de mercancías: terroristas por naranjas.

Juan José Rosón (1932-1986) —procedente de la estructura franquista y posteriormente en UCD— y José Barrionuevo (1942) fueron ministros de Interior. Emilio Alonso Manglano (1926-2013), exdirector del CESID. Juan Alberto Perote, exagente del CESID. François Mitterrand (1916-1996) expresidente de la República francesa.



¿Se perdió una oportunidad para la paz en las conversaciones de Argel?​



Se perdió la oportunidad de un diálogo honesto. Si se quiere hablar con los terroristas, hay que saber que tienen el poder de la asimetría bélica, que pueden disparar desde donde quieran y matar sin aviso y sin desplegar ejércitos. El terrorista es invisible e imprevisible. No cabe por tanto la guerra. Lo único que cabe es decir ‘qué piden ustedes, qué les puedo dar yo’. Pero, claro, esa negociación no pueden hacerla ni un Estado ni un Gobierno. Para eso están lo que se llaman los negociadores grises, hombres, en todo caso, que lo hagan con un sentido de Estado, que no lo hagan por dinero, sino por la paz.

Argel fue un error. Desde Interior se puede combatir a los terroristas pero no se puede negociar con ellos. Si yo, Gobierno, soy el que pone las otras balas, estamos jugando a balas contra balas. Con un agravante cínico, que es que la cúpula que se sentó en Argel no era la cúpula oficial, era la cúpula terrorista de Estado. No era el ministerio de Interior limpio, sino los funcionarios que cobraban de los fondos reservados por matar a los de enfrente. Sí, con el GAL se arruinó una gran ocasión de ganar limpiamente, porque se puso la legalidad al mismo nivel que la criminalidad. Eso es una blasfemia política.



Acceso a los secretos oficiales​

Hablé con Josep Tarradellas. Ese gran señor se había guardado todos los documentos de la República de Cataluña, durante la II República española. Y ahí siguen, en el monasterio de Poblet. Él puso una fecha de 25 años después de su muerte para que pudieran ser desclasificados. Lo publiqué en su día en el semanario Época porque quería que alguien dijera ‘esto es una barbaridad, nadie puede tener a título individual documentos de un Gobierno o de un Estado’. Pero hasta ahora nadie ha dicho ni mú.

Y como este caso, tantísimos otros: ¿Dónde están los documentos de Don Juan y sus relaciones con Franco?, ¿cómo llega Juan Carlos al trono?, ¿al precio de qué compromisos con Estados Unidos? ¿qué se le pagó a Don Jaime, el sordomudo, para que su hijo Alfonso, duque de Cádiz, no reclamase el trono?, ¿por qué hay una Fundación Franco a la que ni tú ni yo tenemos acceso? Solo han podido entrar dos señores hasta ahora, Jesús de Palacio y Luis Suárez. Dos españoles pueden entrar y todos los demás no.

Eso ya no mueve molino, pero es la historia de nuestro pueblo, y no se permite historiar. (...) En España está todo clasificado, top secret, hasta el papel higiénico. Pero además, ad calendas graecas. Yo he preguntado, sobre el armamento de la guerra de Ifni, que tú ni habías nacido, y ahí me dijeron que tenía que volver dentro de 90 años. ¡Échale!


Regate corto​

¿Qué servicios sutiles hacía la señora Corinna zu Sayn-Wittgenstein a los servicios secretos? Cuando el entonces ministro de Exteriores, Margallo, compareció en el Congreso. Alberto Garzón le planteó un par de folios de preguntas que en sí mismas eran una clamorosa denuncia. O era ficción o ponía los pelos de punta. Pero el ministro no respondió más que vaguedades, humo, nada. Pero las preguntas siguen ahí, demandando respuesta. El actual ministro de Exteriores, Borrell, puede encogerse de hombros y decir “y yo qué sé”. Unos se pasan a otros la pelota. A eso lo llamo yo regateo. Vergonzoso. Un parlamento, que es un poder, frente a otro poder, que es el Gobierno, que regatea.

Lo mismo digo de la comparecencia del director del CNI, Sanz Roldán, para explicar por qué visitó a Corinna en un hotel de Londres. Y no lo explicó. Y era en una comisión de secretos oficiales. A puerta cerrada. No hubo información, ni para los diputados ni para los periodistas. El derecho a obtener y transmitir información veraz es un derecho Constitucional. Eso, que me preocupa como periodista y como historiadora, me preocuparía más si yo fuese diputada. Porque la mayor dictadura es la desinformación.





Independencia judicial​

Será lenta, faltan jueces, faltan fiscales, pero al final, tarde o temprano, la Justicia es inexorable y hay sentencias. Yo he podido hacer dos libros, Garzón, el hombre que veía amanecer y La pieza 25, complot de Estado para salvar a la infanta, y para ambos he tenido material. No solo lo he tenido yo, es que muchos autos, informes del fiscal y sentencia se publican en internet. Por tanto, ¿independencia judicial? No hay más duda ni más temor que el hecho de que el fiscal general sale de las manos del Gobierno, y hay una dependencia jerárquica entre los fiscales.

En mi opinión, el Ministerio fiscal no puede ser un órgano del Gobierno, ni depender del ministro de Justicia.Que se investigue la corrupción de los partidos depende de quién está en el poder, porque al fiscal lo ha nombrado el gobierno: actúa pro domo sua. Es un mandado. Jamás van a investigar lo que les perjudique. Los del PP nunca han investigado Gürtel, pero es que los anteriores no investigaban todas las Filesas, Malesas, Export-Import... que permitieron un expolio de 8.000 millones de pesetas, para sanear sus deudas y conseguir el sí en el referéndum de la OTAN.

Nombramiento de fiscales​

No podemos acostumbrarnos a ver normal que un fiscal frene una investigación fuerte por si afecta al jefe de Estado. Un fiscal no debe impedir que se investigue ni un simple tirón de bolso ni la obligación incumplida por un jefe de Estado de declarar su patrimonio. No puede ser que salgan unas cintas del comisario Villarejo, o de quien sea, diciendo que hay una finca en Marrakech puesta a nombre de la “princesa” Corinna, que hay unas cuentas en Suiza a nombre de un primo del rey abiertas a partir de tal año…, y que eso no ha sido declarado.

Entonces, no puede ser que ese tema llegue a la Audiencia Nacional y el fiscal lo paralice. ¿Quién le dice al fiscal que lo paralice? Esa pregunta no puede dejarnos dormir porque, si falla la justicia, fallan las garantías democráticas. El fiscal debería comparecer ante el Parlamento y explicar, decir, ‘obedecía órdenes’.

En mi libro La Pieza 25 se ve cómo el fiscal Horrach obedecía órdenes del fiscal general del Estado, Torres Dulce. Lo que relato ahí es “un complot de Estado para salvar a la infanta”, una operación de Estado que se planifica desde Zarzuela. En esa Causa se ha salvado también a Villar Mir, de OHL, por su responsabilidad en el caso del hospital Son Espases. Quizá se refería a esto el juez Castro cuando dijo que le habían presionado más “por otras cosas” en la Causa Palma Arena que por lo de la infanta.


Pilar Urbano 2


Pilar Urbano, durante la conversación con El Salto. David F. Sabadell

Casa Real​

La casa más oscura de España es la Zarzuela. Las preguntas son ceremoniosas, y las respuestas son banales, artificios de cortesía teatral, para contestar sin decir nada. En realidad, eso es una monarquía, escenificación, pompa y solemnidad, representación en su sentido literal, porque nos representa como nación. Representa la supremacía, la elegancia, la ejemplaridad, el honor, la dignidad, una serie de valores abstractos. Así que se ha de tener gran cuidado a la hora de disponer la puesta en escena de lo regio, los discursos, la agenda y los viajes del rey. Incluso la elección del jefe de su Casa. Aunque eso incumbe al propio monarca, no cabe olvidar que ese jefe es el cuidador del rey.

El rey que es, simbólicamente, el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, no puede dar ni una orden. No puede decir “media vuelta, ar” a un soldado, ni “Jaime [Milans del Bosch], te ordeno que retires los tanques”. No puede. Y lo hizo. En la madrugada del 23-F lo hizo. Consta por escrito.

Juan Carlos ha tenido que irse porque la corona estaba manchada, desprestigiada. Él no quería, pero no había otro remedio. Abdicó in extremis, porque se desmoronaba la institución primaria del Estado.

(...) ¿Transparencia? Sí, y no solo de las cuentas y los gastos de la corona. Tenemos derecho a saber a quién ha recibido el rey. A lo mejor no tenemos derecho a saber ni es prudente qué sepamos de qué han hablado. Pero cuando hay una visita importante o el rey se reúne con los empresarios del Ibex 35 algún comunicado se nos tiene que dar.

El rey, el que sea, mueve muchos hilos, y no son precisamente hilos de juguetes de guiñol, son intereses nacionales. Afectan al bolsillo. Por ejemplo, no es lo mismo vender buques a Arabia Saudí, dando trabajo a la Bazán (Navantia) que venderles bombitas inteligentes. No es lo mismo cobrar o no cobrar comisiones del Ave, o subir o no subir las tasas de las energías renovables. Meternos o no meternos en la obra del Canal de Panamá. En esa obra, ¿cómo entró OHL, Villar Mir?, ¿porque quiso? No, eso se negoció. Y no es admisible que los negocios de alto bordo se resuelvan en una alcoba o en el palco del Bernabéu, o en una cacería en Rusia o en unas competiciones de Fórmula Uno en Abu Dabi. Por eso hablo de “casa oscura”.

No tan soberano​

Historia en mano, Juan Carlos de Borbón le debe el trono a Franco; pero también a Estados Unidos. Son Nixon y Kissinger quienes, en el año 63, envían a Vernon Walters a El Pardo para preguntarle a Franco “¿cuándo corona al rey? ¿cuándo se va usted? ¿habrá una democracia? ¿habrá una dictadura, o habrá una revolución? Franco contestó “dígale al presidente Nixon que aquí no habrá revolución porque ‘dejo el freno echado”, Walters le preguntó ‘¿el freno echado qué es? ¿el ejército?’ Franco le dijo: “No, las clases medias. Yo encontré una España arruinada y pobre, y dejo clases medias, ahora la gente tiene su TV, su coches, su pisito, sus ahorros… y cuando se tiene eso no se quiere hacer revolución”. Obvió decir que esa España se había destruido por obra y desgracia de la Guerra Civil que él provocó.

Vernon Walters (1917-2002), número dos de la CIA, general de aviación. Richard Nixon (1913-1994) expresidente de Estados Unidos. Henry Kissinger (1913) exsecretario de Estado de EE UU.

Estados Unidos le estaba diciendo ya a Franco que desaparecieran los ‘mussolinis’ y ‘hitlers’ del Parlamento, porque iban los procuradores vestidos de ‘mussolinis’, o con uniforme militar y alicatados con insignias. Es entonces cuando Franco empieza a quitar falangistas y militares de sus Gobiernos y a meter gente civil, burócratas, tecnócratas, ministros democristianos y profesores universitarios o ingenieros del Opus Dei.

El compromiso sobre cómo ha de reinar Juan Carlos le viene de Estados Unidos, está en el “catecismo” del embajador Wells Stabler. Ahí se le marca el ritmo, la pareja de baile y la pista donde se puede mover: “El comunismo debe esperar, el socialismo puede esperar; que haya solo dos partidos de centro, uno a la izquierda y otro a la derecha”. Ritmo lento, ‘andante ma non troppo’. Sin cambios radicales, poco a poco. Compromiso atlántico, entrando en la OTAN, por supuesto. Esto era la clave. Y en los Acuerdos Bilaterales con Estados Unidos, amarraron bien que los créditos blandos se nos darían a condición de que no utilizásemos nuestro uranio —mucho uranio— en energía militar atómica si no para uso industrial civil. Teníamos que estar uncidos a la OTAN.

Suárez y el rey​

Y así se está, hasta que Adolfo Suárez dice que no a esa integración, que no a esa dependencia. Que él es partidario de una España no alineada ni integrada en la OTAN. De ahí arrancan las verdaderas diferencias, cada vez más acusadas, entre Suárez y el Rey. Hasta que el rey decide que ya no le gusta Suárez. Y ahí empieza también el plan “corrector desde dentro” de derrocar a Suárez parlamentariamente, extra urnas, fraguando una moción de censura. Literalmente: un golpe de Gobierno.


Los dosieres: cuándo y para qué aparecen​

Últimamente vemos que aparecen unas caritas muy limpias, pero que habían mentido en algo innecesario, porque no es necesario tener másteres para gobernar. Alguien está manchado y ‘ahora queremos que se sepa’. Da igual Pablo Casado, que Pedro Sánchez, que Cristina Cifuentes, que Carmen Montón. Y así, mientras eso dé juego. La gente afeita y maquilla sus CV. Estamos en la mentira boba. Estamos en el juego de un periodismo político de dosieres y de contradosieres. El historiador del presente, que es el periodista, tiene que meterse a espía, tener un amiguete, de manos limpias o sucias, que saque hoy un papel, mañana otro, y al que pueda decirle, ‘oye tío, necesito otro papel más porque el redactor-jefe, si no tengo cinco documentos no lo publica’. No deberíamos ir a ese juego, sino a ser perros guardianes del poder y de lo que los gobernantes hacen con el poder a favor o en contra nuestra. Lo otro son maniobras de distracción, y muchos colegas, obnubilados.

Jefatura de Estado​

¿Qué le pido yo al rey Felipe? Que no esté distraído, que esté para lo nuestro, que se parta la cara por lo nuestro. Y eso se lo pediría igual a él o a un presidente de la República. Hasta ahora Felipe VI lo está haciendo con dignidad, con aplomo. Es un señor que lee, que estudia y tiene autoridad. Nos representa bien. Dicho esto, me parece más democrático elegir a quien tiene que mandar. La suerte en democracia es que el rey reina, pero no gobierna.


Secretos de Estado

https://www.elsaltodiario.com/perio...-rey-juan-carlos-corinna-zu-sayn-wittgenstein

 
Exactamente dónde ves un ataque? Y encima un ataque personal?
He dicho que tu afirmación, cual ley natural, de que las personas de izquierdas no pueden ser monárquicas, que son republicanas y punto, me parece que no tiene ninguna base.
Eso es un ataque personal? Por qué, porque no estoy de acuerdo con una afirmación que tú haces?
Impresionante...
Nombrate a ti misma y tus normas. Sabes que las foreras no son tema.
 
Afortunadamente. Aunque sí que hay foreras interesantes. Y no te preocupes, no me refiero a ti. Lo digo para que no lo entiendas como ataque personal.
Lo que ahora digas me da igual. Nombrate a ti y a tus propias normas. Y si, gracias a Dios las foreras y sus aportaciones son interesantes. Y la excepción confirma la regla.
 
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