Poesía Eres Tú...

POEMA TE DIGO ADIOS
- Rafael Alberti -

Te digo adiós, amor, y no estoy triste.​
Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,​
un solo beso lento y prolongado​
que se truncó en dolor cuando partiste.​
No supiste entender, no comprendiste​
que era un amor final, desesperado,​
ni intentaste arrancarme de tu lado​
cuando con duro corazón me heriste.​
Lloré tanto aquel día que no quiero​
pensar que el mismo sufrimiento espero​
cada vez que en tu vida reaparece​
ese amor que al negarlo te ilumina​
Tu luz es él cuando mi luz decrece,​
tu solo amor cuando mi amor declina​
 
"Eu en ti" (Yo en ti) de Celso Emilio Ferreiro:

Eu xa te busquei
cando o mundo era unha pedra intaita.
Cando as cousas buscaban os seus nomes
eu xa te buscaba.
Eu xa te busquei
no comenzo dos mares e das chairas.
Cando Deus procuraba compañía
eu xa te buscaba.
Eu xa te busquei
cando soio a voz do vento soaba.
Cando o silencio chamaba polas verbas
eu xa te chamaba.
Eu xa te chamei
cando o amor era unha folla branca.
Cando a lúa namoraba as outas cumes
eu xa te namoraba.
Sempre,
dende a neve dos tempos,
eu na túa ialma.

Yo ya te busqué
cuando el mundo era una piedra intacta.
Cuando las cosas buscaban sus nombres
yo ya te buscaba.
Yo ya te busqué
en el comienzo de los mares y las llanuras.
Cuando Dios buscaba compañía
yo ya te buscaba.
Yo ya te busqué
cuando sólo la voz del viento sonaba.
Cuando el silencio llamaba a las palabras
yo ya te llamaba.
Yo ya te llamés
cuando el amor era una hoja blanca.
Cuando la luna enamoraba a las altas cumbres
yo ya te enamoraba.
Siempre,
desde la nieve de los tiempos,
yo en tu alma.
 
¡Oh, más dura que mármol a mis quejas
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que la nieve, Dulcinea!
Estoy muriendo, y aun la vida temo.
Témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay sin ti el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora
donde siempre moraste, no pudiendo
della salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
 
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas distilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis si queréis vida,
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;
manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.
Góngora.​
 
Poema del domingo triste

José Angel Buesa

Este domingo triste pienso en ti dulcemente
Y mi vieja mentira de olvido ya no miente.

La soledad a veces es peor castigo,
Ah, ¡pero qué alegre todo si estuvieras conmigo!

Entonces no querría mirar las nubes grises
Formando extraños mapas de imposibles países
Y el monótono ruido del agua no sería
El motivo secreto de mi melancolía.

Este domingo triste nace de algo que es mío,
Que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,
Mientras corren las aguas por la calle en declive
Y el corazón se muere de un ensueño que vive.

La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
Y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo,
Y tendría la tarde, fragantemente muda,
El ingenuo impudor de una niña desnuda.

Si estuvieras conmigo, amor que no volviste.
Oh, ¡qué alegre me sería este domingo triste!
 
Como quien oye llover
Octavio Paz.




Óyeme como quien oye llover,
Ni atenta ni distraída,
Pasos leves, llovizna,
Agua que es aire, aire que es tiempo,

El día no acaba de irse,
La noche no llega todavía,
Figuraciones de la niebla
Al doblar la esquina,

Figuraciones del tiempo
En el recodo de esta pausa,
Óyeme como quien oye llover,
Sin oírme, oyendo lo que digo
Con los ojos abiertos hacia adentro,
Dormida con los cinco sentidos despiertos,

Llueve, pasos leves, rumor de sílabas,
Aire y agua, palabras que no pesan:
Lo que fuimos y somos,
Los días y los años, este instante,

Tiempo sin peso, pesadumbre enorme,
Óyeme como quien oye llover,
Relumbra el asfalto húmedo,
El vaho se levanta y camina,
La noche se abre y me mira,

Eres tú y tu talle de vaho,
Tú y tu cara de noche,
Tú y tu pelo, lento relámpago,
Cruzas la calle y entras en mi frente,
Pasos de agua sobre mis párpados,
Óyeme como quien oye llover,

El asfalto relumbra, tú cruzas la calle,
Es la niebla errante en la noche,
Como quien oye llover

Es la noche dormida en tu cama,
Es el oleaje de tu respiración,
Tus dedos de agua mojan mi frente,
Tus dedos de llama queman mis ojos,

Tus dedos de aire abren los párpados del tiempo,
Manar de apariciones y resurrecciones,
Óyeme como quien oye llover,
Pasan los años, regresan los instantes,
¿Oyes tus pasos en el cuarto vecino?
No aquí ni allá: los oyes
En otro tiempo que es ahora mismo,
Oye los pasos del tiempo
Inventor de lugares sin peso ni sitio,
Oye la lluvia correr por la terraza,

La noche ya es más noche en la arboleda,
En los follajes ha anidado el rayo,
Vago jardín a la deriva
Entra, tu sombra cubre esta página.
 
ODA A MARÍA ANA, PRIMER PREMIO DE AXILAS SIN DEPILAR DE 1930 por Agustin Espinosa

Hablemos de María Ana y de sus axilas sin depilar.
Hablemos también del destino.
Agustín Espinosa, alcantarillero de sueños adversos.
Agustín Espinosa, coleccionador de azucenas innumerables.
Enamorados de María Ana.
Jinetes de su s*x* único.
María Ana, vacilante entre los dos Agustines.
¿Habría de acabar la empresa quebrando amistades, como en las canciones antiguas: HE AQUÍ QUE ES TUYA LA ROSA, VENCEDOR?
Pero dejar 3.114 vellos resabidos, para inventar 489 + 489 vellos olvidados –para descubrirlos- era ya cosa de aventuras de ahora.
María Ana no había comprado nunca hojas Gillette.
María Ana tenía 489 vellos en el hoyo de cada una de sus axilas.
Y esto lo vieron coleccionador y alcantarillero.
Únicamente por sus vientos propios eran luego uno y otro gobernados.
*
Fue así.
Fue tras remontar el vientre sin una arruga de María Ana.
Antes que la gota de sudor que bebiera en su ombligo se secara del todo.

Y por huir de su pecho derecho.
Y tras saltar sobre su pecho izquierdo.
Cómo descubrí mi oasis del Oeste;
La axila derecha sin depilar de María Ana.
Cómo descubrí mi oasis del Este;
La axila izquierda sin depilar de María Ana.

Tengo aún en mi boca el cosquilleo de la radiosa axila que María Ana destapó, al levantar su brazo derecho, para celebrar el regocijo de podérseme dar en un bello erizo asustado.
Tengo aún en mis ojos el primer centelleo de la estrella negra que María Ana encendió, al levantar su brazo izquierdo, para celebrar el regocijo de podérseme dar en un bello erizo incendiado.
Con esencia de sudor de tus axilas, María Ana, se fabricará el perfume integral que arruinará a los actuales perfumistas del mundo y acabará con las futuras industrias perfumistas del submundo.
Con el hueco rosa y caoba de tus axilas sin depilar, María Ana, haré el nido blando donde mi lengua empolle sus horas más claras.
Cada vello, y aun cada fragmento de vello, de tus axilas, María Ana, sabe un vocabulario nuevo que enseñar a mi s*x* casi analfabeto frente a la sabiduría de 489 vellos de cinco años.
Cada centésima, y aun cada milésima de centímetro cuadrado, de tus axilas, tendrá un recuerdo de mis dientes de aprendiz de mordedor de axilas sin depilar.
Por tu ejemplo, sólo, niña peluda, volverán a flotar rosas doradas o negras junto a los pechos blancos de las mujeres de mañana.
Por tu ejemplo sólo venderá la casa Gillette, en 1931, diez millones de hojas de afeitar menos, y podremos dialogar sobre las axilas de las girls y de las cocotas.
*
Tus axilas únicamente, María Ana.
No esperes nada de tus pechos, demasiado próximos, para eternizar a lo eternizante y verdadero.
No esperes nada de tus muslos, que el remate de la media negra hace más deseados.
No esperes nada de tus caderas de jaca de reyes.
No esperes nada de tu vientre, que aprendió su curva en una concha bastante rosada.
Ni de tu boca.
Ni de tu cabello.
Ni de tus piernas, siempre de luto voluntario.
Ni menos aún de tu s*x*, que semeja una campana recién nacida.
Sólo tus axilas, María Ana, te han traído el epinicio primogénito y te traerán los epinicios futuros.
*
Al borde de tus dos fuentes negras se asomarán todos los nuevos hombres de Europa.
Beberán, únicamente, los que deban beber; los iniciados en la caricia indeclinable; los verdaderos catadores de axilas sin depilar.
Pare estos, manosearás picos de estrellas y lomos de nubes, María Ana. Despedirás amigos desde extremos de muelles y ventanillas de vagones, desde cubiertas de barcos o desde los bordes del andén.
Saludarás a la manera deportiva, que has aprendido en los campos de fútbol.
Cogerás nidos altos y descolgarás cuadros, estirando tu cuerpo en su estiraje más estirado.
En otros casos, bastará con acariciarte graciosamente las rodillas.
 
Aquí van unas cuantas maravillas de uno de los grandes: Vicente Aleixandre. Palabras mayores (en todos los sentidos).

Adolescencia
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
 

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