OP
pilou12
Guest
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III.-- Una luz en una ventana
( A Lamp in the Window )
Una vez me invitaron a una boda; la novia sugirió que hiciera el viaje desde Nueva York con una pareja de invitados
el señor y la señora Roberts, a quienes no conocía. Era un frío día de abril, y en el viaje a Connecticut, los Roberts, un matrimonio de cuarenta y pocos años, parecieron bastante agradables; no el tipo de gente con los que uno quisiera pasar un largo fin de semana, pero tampoco tremendos .
No obstante, en la recepción nupcial se consumió gran cantidad de licor, y debo decir que mas conductores ingirieron la tercera parte de ello. Fueron los últimos en dejar la fiesta -- aproximadamente, a las once de la noche--, y yo me sentía muy reacio a acompañarlos; sabia que estaban borrachos, pero no me di cuenta de lo mucho que lo estaban. Habríamos recorrido unas veinte millas, con el coche dando muchos virajes mientras el señor y la señora Roberts se insultaban mutuamente en un lenguaje de lo más ( efectivamente, parecía una escena sacada de ¿ Quien teme a Virginia Wolf?), cuando mister Roberts, de modo muy comprensible, torció equivocadamente y se perdió en un oscuro camino comarcal. Seguí pidiéndoles, y terminé rogándoles que pararan el coche y me dejaran bajar, pero estaban tan absortos en sus invectivas que me ignoraron .
Musica para camaleones - Truman Capote
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III.-- Una luz en una ventana
( A Lamp in the Window )
Una vez me invitaron a una boda; la novia sugirió que hiciera el viaje desde Nueva York con una pareja de invitados
el señor y la señora Roberts, a quienes no conocía. Era un frío día de abril, y en el viaje a Connecticut, los Roberts, un matrimonio de cuarenta y pocos años, parecieron bastante agradables; no el tipo de gente con los que uno quisiera pasar un largo fin de semana, pero tampoco tremendos .
No obstante, en la recepción nupcial se consumió gran cantidad de licor, y debo decir que mas conductores ingirieron la tercera parte de ello. Fueron los últimos en dejar la fiesta -- aproximadamente, a las once de la noche--, y yo me sentía muy reacio a acompañarlos; sabia que estaban borrachos, pero no me di cuenta de lo mucho que lo estaban. Habríamos recorrido unas veinte millas, con el coche dando muchos virajes mientras el señor y la señora Roberts se insultaban mutuamente en un lenguaje de lo más ( efectivamente, parecía una escena sacada de ¿ Quien teme a Virginia Wolf?), cuando mister Roberts, de modo muy comprensible, torció equivocadamente y se perdió en un oscuro camino comarcal. Seguí pidiéndoles, y terminé rogándoles que pararan el coche y me dejaran bajar, pero estaban tan absortos en sus invectivas que me ignoraron .
Musica para camaleones - Truman Capote
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