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El lunes se conoció la noticia de la muerte de Claudio Biern Boyd a los 82 años. Y la primera reacción, exactamente igual que entonces y exactamente igual que ante cualquier muerte, la única reacción posible era: ¿Por qué? A él, justo es reconocerlo y por cursi que pueda parecer, le debemos la sintonía de nuestra infancia. No en balde, este productor nacido en Palma de Mallorca en 1940 de gesto plácido, aficionado cabal del Español (directivo durante tres etapas distintas: 1986-1989, 1993-1994 y 2004-2006) y de sonrisa casi perenne fue responsable de series como la citada, además de D'Artacán y los tres Mosqueperros o La vuelta al mundo de Willy Fog (acompañado, claro de Rigodón). En su ideario, como declaró siempre que tuvo ocasión, estaba acercar a todos (padres e hijos) clásicos universales de la literatura. «Lo importante siempre», decía, «es el guión. ¿Y acaso hay mejores guionistas que Alejandro Dumas. Emilio Salgari o Julio Verne?».
Por resumir la biografía, Biern fue hijo de padre catalán y madre escocesa, su abuelo materno llegó a España para poner en marcha la fábrica Hiladuras Fabra y Coats. Al poco de concluir sus estudios de Derecho en la Universidad de Deusto de Bilbao y en Barcelona, entre 1957 y 1962, se trasladó a Madrid para trabajar como jefe de Promoción y Marketing de la multinacional Lever Ibérica, puesto que ocupó hasta 1968. En este último y hasta 1969 trabajó como jefe de Marketing de Profiden-Bristol. Especializado en publicidad, en 1969 creó y encabezó la empresa Transplastic SA, desde la que comercializó muñecos para promociones de dibujos animados norteamericanos.
Hace no tanto, el año pasado, la cartelera sorprendía con una nueva versión en 3-D del mosqueperro de marras. Se diría que su tiempo había pasado. Y no. Cualquiera que se acercara al cine, descubría atónito que el material con el que siempre trabajó Biern -tan cerca de la nostalgia como meticuloso y sabio- devolvía a un universo delicadamente analógico pero decididamente universal y sin tiempo. Suya fue también una larga lista de creaciones clavadas en la memoria como Ruy, el pequeño Cid, Mortadelo y Filemón, La banda de Mozart o Los Intocables de Elliot Mouse.