La primera frase que pongo en rojo es ya para destacar que no depende de la niña, de su voluntad, el hacerse la foto o no. Está en un acto público, tiene doce años, su abuela la anima a posar, ¿se necesita que firme el acuerdo? Corrección, educación de la normal. La permisividad educativa existente conduce al niño a hacer su santa voluntad sin tener en cuenta el respeto a los demás, máxime en un acto público, pero esos demás existen, están ahí. Y ella tiene doce años.
El último párrafo.
No hace mucho fuí testigo en una comida, entre personas normales, de como un niño de ocho años volcaba un plato de sopa sobre la cabeza de su hermano de nueve. Habían discutido anteriormente. Por lo dicho arriba su edad le eximía de toda culpa, los niños son inocentes a esa edad. ¿Y...? ¿Se le permite entonces llegar a tal despropósito? ¿Se le permite ignorar el concepto de lo que está mal y bien? En realidad ese niño ya sabía donde estaba el mal, ocho años, y, como bien dices, reflejó lo que sentía, indignación, rencor o lo que fuese. Fastidió a su hermano. ¿Se le justifica por ser la consecuencia de la discusión anterior?
Ahora bien, si se comportan como los crían, ¿dejan por ello de saber diferenciar entre el bien y el mal? ¿No tienen capacidad para eso? ¿Pertenecen, en este caso, a un grupo social aislado frágil e indefenso?
Que esta niña, vea en su casa escenas similares no tengo ni idea aunque no me extrañaría que la cernícala de su madre las protagonizara, pero si es incapaz de establecer la barrera entre el bien y el mal puesto que ya está en un mundo más amplio y variado, esos ejemplos no son como para tomarlos como modelo precisamente.
Cuanto se están confundiendo las muestras de afecto con el papel educativo, trabajoso pero absolutamente imprescindible.
