Juicio al 'procés' - Referéndum en Cataluña — El conflicto catalán

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La prensa manipuladora, que No quieren ver la realidad de lo que ocurrió ayer y está intoxicando mucho.
Das tu opinión, tan respetable como la mía o de cualquier forer@
Ah es que como yo decía eso en contestación a tu post en la anterior pagina.
Y porque te parece absurdo? cual crees que debería haber sido el escenario? la policia haciendo caso omiso a las ordenes de los tribunales de justicia?
o quizás aqui lo que falla es los que SI HICIERON CASO OMISO a las ORDENES de los TRIBUNALES DE JUSTICIA?(Y no hablo de las masas, hablo de quien movilizo a las masas y quien incumplio su trabajo y su responsabilidad, políticos y funcionarios)
 
Qué gran ejemplo de lo que son los independentistas es el Sr. Carlos Campuzano....dice que el sólo obedece a las decisiones de la Generalitat...pero que no deja su acta de diputado en el congreso de España....xq claro, los 6.000 euros q se lleva de los españoles le vá muy bien. Esto son los independentistas caraduras. Chupan de España TODO lo q pueden, para eso España está bien. Coherencia, señores! Que parecen divorciadas, que no quieren vivir con el marido pero su dinero no lo sueltan.
REQUETEBINGAZO.
No lo había pensado y tienes toda la razón! Siguen cobrando de Espana!!
Ellos mandan a la gente a partirse la cara con odio a España, pero ellos mientras ingresan su sobrecito(en muchísimos casos VITALICIO)de España y con la cara bien ancha y cuidada.
 
Un relato de España



Adela Cortina

2 OCT 2017 - 06:54 CEST

En 1937 se publicó Viento del pueblo,el poemario del alicantino Miguel Hernández, que cuenta entre sus poesías con la que da título al libro. “Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta” es el célebre comienzo de un texto empeñado en mostrar que no es ése un pueblo de bueyes, dispuestos a doblar la cerviz, sino ansioso de libertad y señorío. ¿Quiénes componen el pueblo? Miguel Hernández va desgranando los nombres de todos los pueblos de España y caracteriza a cada uno de ellos con un rasgo alentador. “Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada…” y así hasta haber nombrado a todos los que componen el conjunto de esa España, en que, según él, nunca medraron los bueyes.

Hace algunos días, en las páginas de este diario, José Juan Toharia lamentaba que en el conflicto territorial que estamos viviendo en nuestro país sólo los independentistas hayan contado un relato, que se ha ido imponiendo por sintonizar con los sentimientos de una parte de la población, y sobre todo por falta de alternativa. No parecen existir otras narraciones, capaces de ilusionar a las gentes en otro sentido, y eso favorece la causa independentista.

Y es verdad que las personas interpretamos los hechos desde los relatos que se han ido inscribiendo en nuestro cerebro desde la infancia y que se encuentran muy próximos a las emociones. Es verdad que las narraciones son indispensables para llegar al sentimiento, por eso todas las culturas educan a sus miembros contando cuentos y parábolas, que hunden sus raíces en el pasado y proyectan el futuro. Pero también es cierto que, como decía Lakoff, las historias para ser fecundas, no sólo tienen que ser atractivas, sino sobre todo tienen que ser verdaderas. Tienen que unir —añadiría yo— sentimientos y razón, convencer con argumentos, y no sólo persuadir con recursos emotivos, porque deben llegar a la razón de las personas concretas, que es una razón cordial. Y no es de recibo distorsionar los hechos para acoplarlos a una historia que puede ser eficaz en movilizar sentimientos, pero falsa. La posverdad es sencillamente mentira, y rompe el vínculo humano de la comunicación en provecho de quien la cuenta, se mida ese provecho en votos o en dinero.

El relato de España en que creímos muchos de nosotros es el de Miguel Hernández, el de un conjunto de pueblos a los que la historia, con sus avances y retrocesos, ha ido uniendo, y que pueden aportar cada uno mucho de positivo al acervo común; una aportación que, afortunadamente, no siempre se mide en dinero, como querría una sociedad mercantilizada.

Creímos en un conjunto de pueblos, con sus peculiares historias y tradiciones, pero con una historia y una lengua compartidas, que nos ligaba a nuestra América, situada al otro lado del Océano Atlántico, y entre los que podía existir el proyecto compartido de organizar una sociedad más justa, tanto en la propia casa, como en el concierto de los países. Podíamos hacerlo precisamente porque había un vínculo cultural y a la vez peculiaridades diversas, pero además porque existían diferencias económicas entre las regiones, y la solidaridad entre ellas podía propiciar esa reducción de las desigualdades entre los ciudadanos que es la marca de cualquier proyecto progresista. Tal vez los términos “izquierda” y “derecha” oscurecen la realidad más que iluminarla, y habría que sustituirlos por “progreso” y “regreso”, denunciando por regresivo cualquier intento de quebrar una unidad en lo diverso que ya existe.

Sin embargo, en el actual debate sobre la organización territorial de España se ha producido un inmisericorde empobrecimiento de aquella perspectiva amplia. El número de protagonistas del relato parece haberse reducido a dos: el Gobierno de Mariano Rajoy en el marco del Estado y la Generalitat de Cataluña y quienes salen a las calles pidiendo la independencia. Han desaparecido del horizonte los “extremeños de centeno, aragoneses de casta” y cuantos intervenían en nuestra historia común, junto a los “catalanes de firmeza”, y ha quedado en la desoladora escena un enfrentamiento entre una entelequia llamada “Madrid” y otra, igual de difusa, llamada “Cataluña”. Ninguna de ellas corresponde a una realidad social de carne y hueso, ninguna de ellas tiene verdadera encarnadura social.

Y no sólo porque la mayoría de los catalanes no son independentistas, y habría que decir en el mejor de los casos “una parte de los catalanes”, sino porque apostar por la independencia de Cataluña no es decir no a Rajoy y a un “Madrid” inventado. Tampoco es decir no al Partido Popular. El a la independencia supone rechazar el vínculo con las gentes de esos pueblos de España, que tal vez no sean tan bravíos como los soñaba Miguel Hernández, pero tienen mucho que ofrecer en el concierto mundial desde esa articulación de unidad y pluralidad que tan pocos países han sabido engarzar con tanto respeto, si es que hablamos de cultura, tradiciones o lengua. Baste comprobar la diferencia con otros países, por otra parte espléndidos como Alemania o Francia, bastante menos sensibles al cuidado de lo diverso. Si en nuestro caso hablamos de desigualdad económica, no de diversidad cultural, entonces entramos en la discusión sobre la justicia distributiva y la solidaridad, no sobre cuestiones de identidad.

Sin embargo, como los relatos arrancan del pasado y sobre todo han de proyectarse al futuro, a las altura del siglo XXI, en el horizonte de un mundo global, no creo que haya proyecto más ilusionante y atractivo que el que esbozaron los ilustrados en el siglo XVIII, haciendo pie en el estoicismo y el cristianismo: el de construir una sociedad cosmopolita, en que sea posible erradicar la pobreza y el hambre, reducir las desigualdades, conseguir que ningún ser humano se vea obligado a emigrar, porque todos son ciudadanos de ese mundo. La globalización ha traído recursos que nunca pudimos soñar para ir adensando el grado de democratización de los distintos países, reforzando los vínculos legales y éticos con otras comunidades, que hoy en día ya comparten soberanía gracias a las uniones supranacionales, como la Unión Europea, y a la multiplicación de entidades internacionales, que podrían ser el germen de una gobernanza mundial. Es sin duda un proyecto y un relato que une los sentimientos a la razón.
 
Qué gran ejemplo de lo que son los independentistas es el Sr. Carlos Campuzano....dice que el sólo obedece a las decisiones de la Generalitat...pero que no deja su acta de diputado en el congreso de España....xq claro, los 6.000 euros q se lleva de los españoles le vá muy bien. Esto son los independentistas caraduras. Chupan de España TODO lo q pueden, para eso España está bien. Coherencia, señores! Que parecen divorciadas, que no quieren vivir con el marido pero su dinero no lo sueltan.

Si "Chupan de España TODO lo q pueden" y los catalanes nos queremos ir entonces ¿ Cuál es el problema?.
Dejamos de chupan de España y ya está
 
Pero si hasta ahora no se ha usado el poder ejecutivo del gobierno español. Ha actuado la justicia.
Posiblemente un error visto lo visto.
Rajoy es culpable de la huelga general acordada por la cup? es responsabilidad de los que la han acordado.
Y el Fiscal en nombre de quien actúa? Porque la Juez sólo pasó su acta judicial hace 5 días y fue el Fiscal (=Gobierno) quien por ejemplo quien pidió que se mandara la Policía a Cataluña.Esto es una cuestión política y judicializar delitos políticos en una Democracia es la evidencia de que no funciona
 
Un relato de España



Adela Cortina

2 OCT 2017 - 06:54 CEST

En 1937 se publicó Viento del pueblo,el poemario del alicantino Miguel Hernández, que cuenta entre sus poesías con la que da título al libro. “Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta” es el célebre comienzo de un texto empeñado en mostrar que no es ése un pueblo de bueyes, dispuestos a doblar la cerviz, sino ansioso de libertad y señorío. ¿Quiénes componen el pueblo? Miguel Hernández va desgranando los nombres de todos los pueblos de España y caracteriza a cada uno de ellos con un rasgo alentador. “Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada…” y así hasta haber nombrado a todos los que componen el conjunto de esa España, en que, según él, nunca medraron los bueyes.

Hace algunos días, en las páginas de este diario, José Juan Toharia lamentaba que en el conflicto territorial que estamos viviendo en nuestro país sólo los independentistas hayan contado un relato, que se ha ido imponiendo por sintonizar con los sentimientos de una parte de la población, y sobre todo por falta de alternativa. No parecen existir otras narraciones, capaces de ilusionar a las gentes en otro sentido, y eso favorece la causa independentista.

Y es verdad que las personas interpretamos los hechos desde los relatos que se han ido inscribiendo en nuestro cerebro desde la infancia y que se encuentran muy próximos a las emociones. Es verdad que las narraciones son indispensables para llegar al sentimiento, por eso todas las culturas educan a sus miembros contando cuentos y parábolas, que hunden sus raíces en el pasado y proyectan el futuro. Pero también es cierto que, como decía Lakoff, las historias para ser fecundas, no sólo tienen que ser atractivas, sino sobre todo tienen que ser verdaderas. Tienen que unir —añadiría yo— sentimientos y razón, convencer con argumentos, y no sólo persuadir con recursos emotivos, porque deben llegar a la razón de las personas concretas, que es una razón cordial. Y no es de recibo distorsionar los hechos para acoplarlos a una historia que puede ser eficaz en movilizar sentimientos, pero falsa. La posverdad es sencillamente mentira, y rompe el vínculo humano de la comunicación en provecho de quien la cuenta, se mida ese provecho en votos o en dinero.

El relato de España en que creímos muchos de nosotros es el de Miguel Hernández, el de un conjunto de pueblos a los que la historia, con sus avances y retrocesos, ha ido uniendo, y que pueden aportar cada uno mucho de positivo al acervo común; una aportación que, afortunadamente, no siempre se mide en dinero, como querría una sociedad mercantilizada.

Creímos en un conjunto de pueblos, con sus peculiares historias y tradiciones, pero con una historia y una lengua compartidas, que nos ligaba a nuestra América, situada al otro lado del Océano Atlántico, y entre los que podía existir el proyecto compartido de organizar una sociedad más justa, tanto en la propia casa, como en el concierto de los países. Podíamos hacerlo precisamente porque había un vínculo cultural y a la vez peculiaridades diversas, pero además porque existían diferencias económicas entre las regiones, y la solidaridad entre ellas podía propiciar esa reducción de las desigualdades entre los ciudadanos que es la marca de cualquier proyecto progresista. Tal vez los términos “izquierda” y “derecha” oscurecen la realidad más que iluminarla, y habría que sustituirlos por “progreso” y “regreso”, denunciando por regresivo cualquier intento de quebrar una unidad en lo diverso que ya existe.

Sin embargo, en el actual debate sobre la organización territorial de España se ha producido un inmisericorde empobrecimiento de aquella perspectiva amplia. El número de protagonistas del relato parece haberse reducido a dos: el Gobierno de Mariano Rajoy en el marco del Estado y la Generalitat de Cataluña y quienes salen a las calles pidiendo la independencia. Han desaparecido del horizonte los “extremeños de centeno, aragoneses de casta” y cuantos intervenían en nuestra historia común, junto a los “catalanes de firmeza”, y ha quedado en la desoladora escena un enfrentamiento entre una entelequia llamada “Madrid” y otra, igual de difusa, llamada “Cataluña”. Ninguna de ellas corresponde a una realidad social de carne y hueso, ninguna de ellas tiene verdadera encarnadura social.

Y no sólo porque la mayoría de los catalanes no son independentistas, y habría que decir en el mejor de los casos “una parte de los catalanes”, sino porque apostar por la independencia de Cataluña no es decir no a Rajoy y a un “Madrid” inventado. Tampoco es decir no al Partido Popular. El a la independencia supone rechazar el vínculo con las gentes de esos pueblos de España, que tal vez no sean tan bravíos como los soñaba Miguel Hernández, pero tienen mucho que ofrecer en el concierto mundial desde esa articulación de unidad y pluralidad que tan pocos países han sabido engarzar con tanto respeto, si es que hablamos de cultura, tradiciones o lengua. Baste comprobar la diferencia con otros países, por otra parte espléndidos como Alemania o Francia, bastante menos sensibles al cuidado de lo diverso. Si en nuestro caso hablamos de desigualdad económica, no de diversidad cultural, entonces entramos en la discusión sobre la justicia distributiva y la solidaridad, no sobre cuestiones de identidad.

Sin embargo, como los relatos arrancan del pasado y sobre todo han de proyectarse al futuro, a las altura del siglo XXI, en el horizonte de un mundo global, no creo que haya proyecto más ilusionante y atractivo que el que esbozaron los ilustrados en el siglo XVIII, haciendo pie en el estoicismo y el cristianismo: el de construir una sociedad cosmopolita, en que sea posible erradicar la pobreza y el hambre, reducir las desigualdades, conseguir que ningún ser humano se vea obligado a emigrar, porque todos son ciudadanos de ese mundo. La globalización ha traído recursos que nunca pudimos soñar para ir adensando el grado de democratización de los distintos países, reforzando los vínculos legales y éticos con otras comunidades, que hoy en día ya comparten soberanía gracias a las uniones supranacionales, como la Unión Europea, y a la multiplicación de entidades internacionales, que podrían ser el germen de una gobernanza mundial. Es sin duda un proyecto y un relato que une los sentimientos a la razón.
Pues para esa España de ensueño tampoco hace falta Cataluña. Si el "firme pueblo catalán " no quiere formar parte, ellos se lo pierden.O no. Lo que es seguro es que participar en el sueño de otro obligados me parece más bien una pesadilla
 
Pues para esa España de ensueño tampoco hace falta Cataluña. Si el "firme pueblo catalán " no quiere formar parte, ellos se lo pierden.O no. Lo que es seguro es que participar en el sueño de otro obligados me parece más bien una pesadilla

Será por eso que muchos no queremos participar en esa pesadilla que constituye para nosotros el sueño de independencia catalán.
 
REQUETEBINGAZO.
No lo había pensado y tienes toda la razón! Siguen cobrando de Espana!!
Ellos mandan a la gente a partirse la cara con odio a España, pero ellos mientras ingresan su sobrecito(en muchísimos casos VITALICIO)de España y con la cara bien ancha y cuidada.
6.000 euros al mes...y el tío se partía de la risa mientras lo decía. Son nauseabundos!. La pela es la pela.
 
El gobierno y quienes les apoyan se han equivodaco, han creado un grave proble donde no lo había, han visto que a palos no se solucionan los conflictos, la gente no tiene miedo y seguirá saliéndo a la calle para reidivicar sus derechos.
A esperar a ver donde será el proximo estallido social, estó no se ha terminado, es el comienzo.
 
Yo estuve allí y esto es lo que viví
La autora, magistrada, relata su experiencia en la jornada del referéndum ilegal, ante un colegio habilitado para la votación.

"La policía se mueve rápido. Algunos agentes forman un cordón protegiendo los vehículos e impidiendo el paso de la gente mientras el resto entra en el colegio a retirar las urnas y las papeletas. Y sí, hay un herido. La gente grita con fuerza que son "asesinos", y vuelven los insultos. Comentan que es "violencia" ante un "acto democrático".

De entre el tumulto sale mi madre, catalana y firme defensora del hecho diferencial, pero no independentista. Indignada me comenta que bastante había aguantado ya el policía al energúmeno que le escupía, insultaba y empujaba, y textualmente dice: “Antes le hubiera dado yo”.

Los agentes no miran a la cara de los que, sin ningún pudor, se les colocan delante para insultarles, reclamándoles respeto a la "democracia", recriminándoles su "opresión", señalándoles como "invasores". Son muchos, jóvenes, mayores, hombres y mujeres que sin reparo se colocan a escasos centímetros de los policías para increparles con todo lo que se les pasa por la cabeza."

https://www.elespanol.com/opinion/tribunas/20171001/251094890_12.html

por poner mas puntos de vista, vamos :)
Con esto no quiero defender a nadie pero la poli no atacaba sino que se defendian ante los ataques. Esto se vio por la tele. Que se sentaron delante de las puertas y tuvieron que arrastrarles para quitarles porque tenian que pasar.Los responsables son los que les mandan. Ellos son los mandaos, tienen que hacer lo que les dicen. Si hubiera habido represion serian infinitamente mas los detenidos y los heridos. Un policia de servicio es autoridad y hay que obedecer, no enfrentarte con el.Eso es un delito.
 

Lamento disentir. Las opiniones no son todas respetables.

Coincido.

Sí lo son las personas.

Disiento. El respeto, en todos los casos, hay que ganárselo, que no viene de fábrica ni se otorga por defecto. Otra cosa es que, funcionando con las reglas de la civilización como marco de acción, al no-respetable no se le arrée un jostión que se le vuelva la cara atrás y se deje estar, pero no se convierte ni él ni nadie en respetable sin merecerlo.

:)
 
Estado
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