Ines Arrimadas Presidenta

Ciudadanos, ascenso y caída de un partido diseñado en los despachos del poder​

  • Arrimadas trata de evitar el abismo que le auguran los sondeos y le abocarían al cierre por derribo, tan solo tres años después de haber ocupado el podium en el tablero catalán

Esther Palomera
@estherpalomera

Inés Arrimadas y Carlos Carrizosa en el acto de inicio de la campaña electoral.
6 de febrero de 2021 21:27h
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Érase una vez un partido nuevo que llegó para cambiarlo todo. Érase una vez un cuadro de dirigentes tocados por los dioses del establishment patrio. Érase una vez una formación que generó más expectativas que resultados obtuvo en el proceloso mundo de la política. Érase una vez otro sueño del intangible centro político. Érase una vez una organización sin ideología que penduló entre la socialdemocracia y el liberalismo pero nunca definió con claridad sus principios básicos para moverse en la ambigüedad calculada y nutrirse tanto de la izquierda como de la derecha. Y érase una vez un grupo de irredentos que hoy lucha por sobrevivir en el mismo marco en el que nació contra el nacionalismo (todos menos el español). Érase una vez lo que fue y lo que ahora es Ciudadanos. Por sus bandazos y sus delirios de grandeza. Por sus aciertos y sus errores. Por su grandilocuencia y su insoportable levedad.

Su historia da para una novela. Del todo al casi nada en una década. De la primera posición electoral en Catalunya a la ruina que le pronostican cuatro años después todos los sondeos. De tener un líder político incontestable acostumbrado al elogio y al ordeno y mando a un liderazgo desnortado y cuestionado que trata de encontrar un nuevo lugar en el mundo. De la obsesión por sustituir al PP como partido hegemónico de la derecha a conformarse con que a los de Casado les “sorpasse” VOX para que la suya sea una derrota que se diluya en la desgracia de los demás.

Todo empezó en 2006, en las trincheras contra el nacionalismo en Catalunya y en respuesta a un PSC que gobernaba con el independentismo de Esquerra. Entonces se hacían llamar “Ciutadans” y su existencia partió de un grupo intelectuales cuyo objetivo era enfrentarse a la institucionalización del pujolismo para cubrir un espacio de centro equidistante. Sus promotores debutaron con un manifiesto que llamaba al olvido de los asuntos identitarios para ocuparse de los "problemas reales" de los catalanes. Comenzó un movimiento de respuesta cívica contra el nacionalismo, que atrajo al mal llamado "constitucionalismo" y se comprometió a restaurar la normalidad, la autonomía y la convivencia en Cataluña. Cuatro años después, en 2010, entrarían de la mano de un advenedizo pero locuaz Albert Rivera en el Parlament con tres diputados. En 2012, sumaría 9 y 25 en las elecciones de 2015, ya con Inés Arrimadas de cabeza de lista.

"Una especie de Podemos de derechas"​

La victoria histórica pero baldía llegaría en 2017, con 37 escaños. Arrimadas se impuso en votos y en diputados, tres por encima de la segunda fuerza, JuntsxCat, pero aquella hazaña se quedaría en agua de borrajas ante la mayoría absoluta que volvió a sumar el bloque independentista. Las grandes expectativas tornaron en frustración, pese a que la formación naranja ya se movía calculadamente por el espectro nacional, después de que Rivera diera el salto a Madrid animado por el poder económico y mediático.

En 2014, el presidente del Banco Sabadell, Josepo Oliu, había animado en público a crear “una especie de Podemos de derechas” orientado a pescar entre los desencantados del bipartidismo, a primar la iniciativa privada y el desarollo económico para poner freno a “tanta regulación”. El flamante líder de Ciudadanos recogió el guante y puso rumbo a la capital con el objetivo que le habían trazado. La crisis económica que irrumpió en 2008 ya había golpeado duramente a España y los niveles de desempleo y descontento ciudadano con el bipartidismo ya andaba disparado como consecuencia de un goteo de casos de corrupción que un día salpicaban al PP y otro a la Monarquía que agravó la pérdida de credibilidad en los partidos tradicionales y en las instituciones. El marco favoreció la irrupción de nuevas formaciones y Ciudadanos, que hizo de la exigencia de regeneración política una de sus banderas, se convertiría en uno de los partidos emergentes junto a Podemos, cuando ya UPYD andaba en caída libre.

En 2015, con Rivera de cabeza de lista, Ciuadadanos llegaría por primera vez al Congreso con 40 escaños, lo que les convirtió en cuarta fuerza política del Parlamento. La evolución desde entonces hasta hoy en el panorama nacional es de sobra conocida: el sueño húmedo del “sorpasso” al PP, el acuerdo programático con el PSOE de Sánchez, el giro a la derecha, la foto de Colón, la oportunidad perdida de formar un gobierno de centro-izquierda, la repetición electoral, el veto a los socialistas y el sonoro castigo de un electorado perdido ante tanta vacuidad y tanto bandazo, lo que hizo retroceder a la formación hasta los diez diputados y provocó la dimisión de Rivera por vergüenza torera.

De aquellos polvos, estos lodos. La dirección actual cruza ahora los dedos para que ante el 14-F no se repìta el batacazo electoral de 2019 en las generales que acabó con la carrera política de su primer líder y para que el partido no se vea abocado a un cierre por derribo. Arrimadas trata hoy de sacar partido a su escuálida tropa con un nuevo giro al centro que le permita pactar de nuevo con los socialistas en Madrid y hacerse imprescindible para la gobernabilidad de España.

En los pliegues de la memoria, la foto de Colón​

Pero en los pliegues de la memoria del electorado aún asoman el acercamiento al PP, los gobiernos locales y autonómicos de coalición con el apoyo de la ultraderecha y la huída de Arrimadas a Madrid, después de ni siquiera presentarse a una investidura tras su victoria arrolladora de 2017. Hoy Ciudadanos es un partido del que los dirigentes salen en estampida en busca del cobijo y el sustento que les proporcionan otras siglas -como ha sido el caso de Lorena Roldán- mientras las encuestas reflejan que la mitad de su electorado tiene decidido no votarle y detectan fugas hacia el PSC, pero también hacia el PP, e incluso a la ultraderecha de VOX.

En Cataluña, como en España, la formación sufren los estragos de sus propios vaivenes ideológicos y de un liderazgo improvisado con un exaltado Carlos Carrizosa que en absoluto representa el giro que pretende dar Arrimadas al partido. Todo ello unido a un clima completamente distinto al de 2017, en el que la pandemia ha sustituido a los asuntos identitarios como eje central de la campaña, y una convocatoria que ya no tiene carácter plebiscitario sobre el sí o no a la independencia, hace que el resultado que esperan no sea demasiado prometedor. De ahí que la actual dirección estime que los datos que obtenga el 14-F deban compararse más con el resultado de 2015, cuando antes de la inflamación por el procés sumó 25 diputados, y no con los de la última convocatoria electoral en la que lograron 37 escaños.

Aún así, la demoscopia no le da más de 15, que pueden ser incluso menos porque cuando un partido, advierten los sociólogos, entra en caída libre, como entró Ciudadanos con Rivera, el suelo no está escrito. Su único consuelo sería que el PP obtuviera peor resultado aún y que se produjera el sorpasso de VOX. ¡Menudo alivio para quien creyó rozar el cielo e incluso borrar del mapa a la derecha tradicional! En política no es lo mismo tomar decisiones con la cabeza que hacerlo con las tripas. Ni tampoco jugar con el equipo azul que hacerlo con el rojo. Los errores se pagan y las metamorfosis, más. Y tanto Arrimadas como Carrizosa han asumido la herencia de Rivera en toda su amplitud. Mal presagio.


Cuando el PP estaba en crisis conformaron dos partidos: Uno de ellos C'2 para aglutinar el voto de la derecha moderada y luego VOX para recoger los votos de la extrema derecha mientras el PP se recomponía.

Ahora ya no son necesarios pero resulta que mientras uno va desapareciendo poco a poco, el de Ciudadanos, el otro va creciendo y se le está descontrolado al PP. Tiene que ir a su rebufo y seguirle los pasos, que para ello tiene que entrar en su juego y eso les está haciendo perder votos a los del PP.

Veremos como termina todo.
 

Begoña Villacís (Cs), hija de una ‘casera’ que gestiona 100 pisos y hermana de un ultrasur​


La vicealcaldesa madrileña, que no acude a convocatorias públicas con la ultraderecha con la que comparte Gobierno, es conocida por posicionarse en contra de manera reiterada de la regulación del precio del alquiler en la capital

perfil Begoña Villacís Ciudadanos madre 100 pisos hermano ultrasur

En 2018, Begoña Villacís y su grupo político votaba en contra de regular el alquiler en el Ayuntamiento de Madrid. Para la edil, ahora vicealcaldesa, la solución no pasa por asegurar el derecho a la vivienda a través de la promoción de los 263.000 inmuebles vacíos con los que cuenta la capital, sino continuar invirtiendo dinero público en la construcción de nueva infraestructura.

Saltaba, entonces, la polémica. El Confidencial Digital hacía pública una información donde aseguraba que la madre de Villacís, Marisol Sánchez Alonso, era la gestora de unos 100 pisos en el centro de Madrid, situados entre los barrios de Argüelles y Moncloa, una zona que ostenta el tercer puesto en el ranking con alquileres más caros, algunos de ellos de su propiedad.

Asimismo, publicaba también ElDesmarque que, dentro de esos inmuebles, se encontrarían los adquiridos por el magnate mexicano accionista del grupo PRISA, Carlos Slim, y que Sánchez ejercería como intermediaria desde un despacho situado en la calle de Gaztambide. Inquilinos de dichos pisos informaban a estos medios sobre la labor que ejercía, indicando que, en el caso de los pagos relacionados con los domicilios que mantenía bajo su propiedad, se realizaban siempre en efectivo.

UN HERMANO ULTRADERECHISTA CONDENADO A PRISIÓN

En septiembre de 2004 El País publicaba una noticia donde informaban de que 4 miembros de la hinchada de extrema derecha del Real Madrid, “Ultras Sur”, habían sido detenidos por propinar una paliza a un joven en las inmediaciones del barrio de Moncloa.


Entre los agresores, que en el momento de la detención portaban dos puños americanos, unas tijeras y un cuchillo, se encontraba tanto el cabecilla del grupo ultra madridista, Sergio R. M., como Borja V. S. Todos ellos ostentaban antecedentes policiales previos relacionados con delitos de lesiones, daños y desórdenes públicos.

Tiempo después, otros medios se hicieron eco de la noticia, identificando a Borja V. S. (Villacís Sánchez) como el hermano de la líder de Ciudadanos. El ultra, además, no solo habría sido protagonista de esa agresión, sino también estuvo condenado a 6 meses de cárcel y una multa cercana a los 10.000 euros por la Audiencia Provincial de Madrid, esta vez, por propinar golpes a dos hombres que defendieron a una mujer negra de los insultos racistas que le profirió dentro de un vagón de metro.

El agresor acabó consiguiendo un atenuante de la condena impuesta debido a que, días antes de la celebración del juicio, aglutinó una cantidad considerable del dinero destinado a las indemnizaciones atribuidas a los dos agredidos, que se celebró en 2012.

 
Tendrán que convocar elecciones en Madrid, Andalucía y Castilla y León, no se pueden fiar de ellos, el PP está dormido, en el fondo se lo merecen, solo se pueden fiar de VOX y les desprecian.
 
Tendrán que convocar elecciones en Madrid, Andalucía y Castilla y León, no se pueden fiar de ellos, el PP está dormido, en el fondo se lo merecen, solo se pueden fiar de VOX y les desprecian.

Exacto. Cuando se esta mas preocupado por VOX, que deberia ser el socio preferente del PP, que por salvar los gobiernos autonómicos o por dar la batalla a la izquierda, luego pasa lo que pasa. Pablo Casado pasara a la historia por ser el presidente del PP que acabo con su partido, al igual que Arrimadas por hacer lo propio con Ciudadanos.
 
Finalmente se han estrellado, Mireia. No se han hecho con el gobierno de Murcia. 👍🙂 Y mañana tendrá que comparecer ante la ejecutiva del partido, forzada por los críticos.
 
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