CTUALIZADO 12/01/201603:00
Rául del Pozo

El retrato del Rey Felipe VI preside la sala del juicio de la Audiencia de Palma donde se sienta en el banquillo su hermana la Infanta Cristina, acusada de un delito contra la Hacienda Pública. Junto a ella están su marido Iñaki Urdangarin y 16 procesados más.
En la calle, una docena de manifestantes con banderas gritan: «República otra vez». Se critica mucho nuestra democracia, pero se olvida que han sido juzgados por diversos delitos ministros, presidentes, generales y hasta cupletistas. Me dice un cortesano que Felipe VI saldrá bien del juicio de Palma. «Este Rey está limpio como una patena, entre otras razones porque su padre procuró que lo estuviera. Nadie puede decir que ha movido un dedo ni por su hermana ni por su cuñado. Ha respetado la separación de poderes y las decisiones de los tribunales. La Monarquía sale reforzada y se abre una trinchera entre los dos reinados, porque en el juicio van a salir escándalos que afectarán al ReyJuan Carlos y no a su hijo».
El juicio puede recordar a Todo es verdad, montada en El Globo, que se redujo a cenizas durante una de las representaciones. El drama de Shakespeare trataba de la vida libertina de Enrique VIII y probaba que los pecados de los reyes no los heredan los príncipes. Nadie de la corte obstaculizó la puesta en escena, donde sólo aparece una dama virtuosa, que es Catalina, la reina española. «Imaginad -se dice en el prólogo- las figuras de esta historia: veréis su esplendor tornado en miseria». En la obra se mitifica a la reina Isabel, hija de Enrique VIII y de Ana Bolena. Es saludada como un lirio inmaculado, la espiga en el viento ante la que tiemblan los enemigos.
El rey Felipe VI saldrá limpio de la cloaca de Nóos y se espera que también salga airoso del motín institucional de Cataluña. Mi querido Arcadi Espada recordaba ayer que al presidente de la Generalidad lo nombra el Rey de España. «Y seguramente -añade- al Rey de España le convendría saber si su firma, por muy a acto debido que responda y muy automática que sea, va a sancionar el nombramiento de alguien que ha manifestado nítidamente su voluntad de destruir el Estado». Quizás tenga razón Arcadi, pero hay quien piensa que sería mejor que no se metiera en el lío en el que se metieron los Austrias y los Borbones en Cataluña.
En castellano, la palabra «rey» fue inyectada de sentido oriental, según Américo Castro. El rey era vértice de una pirámide sin base, con un poder que se asemejaba al del rayo; evitaba con el ejército que las nacionalidades se sublevaran cuando no había uniformidad de leyes ni semejanza de costumbres.
Nada de lo dicho afecta al rey de una Monarquía Parlamentaria. Sus poderes son limitados, la toma de decisiones es tarea del Gobierno y del Parlamento. La política, la más alta actividad de la inteligencia, está desacreditada, pero también los votantes debieran sentirse responsables de las tonterías que cometen, a veces, cuando votan y así no tener que esperar después a que vengan los reyes
Rául del Pozo

El retrato del Rey Felipe VI preside la sala del juicio de la Audiencia de Palma donde se sienta en el banquillo su hermana la Infanta Cristina, acusada de un delito contra la Hacienda Pública. Junto a ella están su marido Iñaki Urdangarin y 16 procesados más.
En la calle, una docena de manifestantes con banderas gritan: «República otra vez». Se critica mucho nuestra democracia, pero se olvida que han sido juzgados por diversos delitos ministros, presidentes, generales y hasta cupletistas. Me dice un cortesano que Felipe VI saldrá bien del juicio de Palma. «Este Rey está limpio como una patena, entre otras razones porque su padre procuró que lo estuviera. Nadie puede decir que ha movido un dedo ni por su hermana ni por su cuñado. Ha respetado la separación de poderes y las decisiones de los tribunales. La Monarquía sale reforzada y se abre una trinchera entre los dos reinados, porque en el juicio van a salir escándalos que afectarán al ReyJuan Carlos y no a su hijo».
El juicio puede recordar a Todo es verdad, montada en El Globo, que se redujo a cenizas durante una de las representaciones. El drama de Shakespeare trataba de la vida libertina de Enrique VIII y probaba que los pecados de los reyes no los heredan los príncipes. Nadie de la corte obstaculizó la puesta en escena, donde sólo aparece una dama virtuosa, que es Catalina, la reina española. «Imaginad -se dice en el prólogo- las figuras de esta historia: veréis su esplendor tornado en miseria». En la obra se mitifica a la reina Isabel, hija de Enrique VIII y de Ana Bolena. Es saludada como un lirio inmaculado, la espiga en el viento ante la que tiemblan los enemigos.
El rey Felipe VI saldrá limpio de la cloaca de Nóos y se espera que también salga airoso del motín institucional de Cataluña. Mi querido Arcadi Espada recordaba ayer que al presidente de la Generalidad lo nombra el Rey de España. «Y seguramente -añade- al Rey de España le convendría saber si su firma, por muy a acto debido que responda y muy automática que sea, va a sancionar el nombramiento de alguien que ha manifestado nítidamente su voluntad de destruir el Estado». Quizás tenga razón Arcadi, pero hay quien piensa que sería mejor que no se metiera en el lío en el que se metieron los Austrias y los Borbones en Cataluña.
En castellano, la palabra «rey» fue inyectada de sentido oriental, según Américo Castro. El rey era vértice de una pirámide sin base, con un poder que se asemejaba al del rayo; evitaba con el ejército que las nacionalidades se sublevaran cuando no había uniformidad de leyes ni semejanza de costumbres.
Nada de lo dicho afecta al rey de una Monarquía Parlamentaria. Sus poderes son limitados, la toma de decisiones es tarea del Gobierno y del Parlamento. La política, la más alta actividad de la inteligencia, está desacreditada, pero también los votantes debieran sentirse responsables de las tonterías que cometen, a veces, cuando votan y así no tener que esperar después a que vengan los reyes