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pilou12
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La meada
—No era tan difícil adivinarlo —le respondió el médico jefe—, porque siempre prefiero mear en la naturaleza y no en esos desagradables aparatos civilizados. Aquí el dorado chorrillo me une con rapidez, de un modo asombroso, al barro, la hierba y la tierra. Porque, Flajsman, polvo soy y en polvo ahora, al menos en parte, me convierto. Mear en la naturaleza es una ceremonia religiosa mediante la cual le prometemos a la tierra que alguna vez regresaremos a ella por entero.
Como Flajsman seguía en silencio, el médico jefe le preguntó:
—Y usted ¿qué? ¿Salió a contemplar la luna? —y como Flajsman permanecía empecinadamente en silencio, el médico jefe dijo—: Es usted, Flajsman, un gran lunático. Y es precisamente por eso por lo que le aprecio.
Flajsman interpretó las palabras del médico jefe como una burla y, procurando serenarse, dijo casi sin abrir la boca:
—Deje en paz a la luna. Yo también vine a mear.
—Querido Flajsman —dijo el médico jefe enternecido—, esto lo interpreto como una extraordinaria manifestación de afecto hacia un jefe ya entrado en años.
Los dos estaban bajo el platanero llevando a cabo un acto que el médico jefe, con sostenido patetismo y renovadas imágenes, denominaba servicio religioso.
El libro de los amores ridiculos
Milan Kundera
—No era tan difícil adivinarlo —le respondió el médico jefe—, porque siempre prefiero mear en la naturaleza y no en esos desagradables aparatos civilizados. Aquí el dorado chorrillo me une con rapidez, de un modo asombroso, al barro, la hierba y la tierra. Porque, Flajsman, polvo soy y en polvo ahora, al menos en parte, me convierto. Mear en la naturaleza es una ceremonia religiosa mediante la cual le prometemos a la tierra que alguna vez regresaremos a ella por entero.
Como Flajsman seguía en silencio, el médico jefe le preguntó:
—Y usted ¿qué? ¿Salió a contemplar la luna? —y como Flajsman permanecía empecinadamente en silencio, el médico jefe dijo—: Es usted, Flajsman, un gran lunático. Y es precisamente por eso por lo que le aprecio.
Flajsman interpretó las palabras del médico jefe como una burla y, procurando serenarse, dijo casi sin abrir la boca:
—Deje en paz a la luna. Yo también vine a mear.
—Querido Flajsman —dijo el médico jefe enternecido—, esto lo interpreto como una extraordinaria manifestación de afecto hacia un jefe ya entrado en años.
Los dos estaban bajo el platanero llevando a cabo un acto que el médico jefe, con sostenido patetismo y renovadas imágenes, denominaba servicio religioso.
El libro de los amores ridiculos
Milan Kundera