El consultorio de Elena Francis. Escucha que te escucha.

Elena Francis, consejos para la mujer sumisa
Durante 36 años su consultorio diseñó a la mujer, madre y esposa del franquismo. Un estudio rememora la figura de la 'coach' sentimental más popular de la historia de España.
RITA ABUNDANCIA | 04 NOV 2014 07:30

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FOTO: CORBIS

Los consultorios sentimentales de antes hacían las veces de los psicólogos, coaches y sexólogos de ahora, incluso cuando hablar de s*x* estaba mal visto o era casi pecado. De entre todos esos consejeros, en España, destacó Elena Francis, que durante 36 años y desde la radio recomendó a las mujeres abnegación, aguante, mirar para otro lado, hacer la vista gorda, tener paciencia, esperar a que las cosas cambiasen o sacrificarse por los hijos y la familia. El programa no fue sino la doctrina del régimen franquista disfrazada de consultorio sentimental, aunque llegó a sobrevivir al propio Franco –se emitió entre 1947 y 1984- y agonizó hasta su muerte, al negarse a actualizarse y seguir preconizando una moral de posguerra, cuando el destape, el divorcio, el feminismo y la lucha por la ley del aborto campaban a sus anchas por una España con prisas por sacudirse su pasado reciente.

Pura Sánchez, profesora de secundaria de lengua y literatura en el instituto Velázquez, de Sevilla, trabaja en un estudio ligado al equipo de investigación de la Universidad de esa misma ciudad, dentro del departamento de antropología social. El trabajo es una reflexión de la vida íntima de nuestras madres y abuelas a través del análisis de consultorios de radio y revistas femeninas. Pura espera que su investigación tenga éxito y se convierta, en el futuro, en libro. Leer las cartas que las mujeres de aquella época mandaban a Elena Francis con sus preguntas, ha sido una de las tareas de Sánchez para elaborar su estudio. Unas cartas a las que ella identifica con "mensajes de náufragos en una botella" y que describen un panorama de amas de casa solas, relegadas al hogar y a las tareas domésticas y con poca conexión con el mundo. “Es cuando la mujer sale a trabajar cuando empieza a interactuar con otras congéneres, a contarle sus problemas y a compararse con ellas. En los primeros años de la posguerra el lugar de las féminas estaba en casa y su relación con el mundo era bajo el acompañamiento de sus maridos”, cuenta Sánchez, “por eso muchas recurrían al consultorio de la doctora Francis, porque no tenían a nadie a quién contarle sus inquietudes, o porque éstas eran tan graves que temían ser estigmatizadas por ello”.




El gran engaño: Elena era un cura (y un psicólogo)

En el año 1982, cuando el programa todavía se oía en la radio, Gerard Imbert, actualmente catedrático de comunicación audiovisual en la Universidad Carlos III, de Madrid, destapó en su libro Elena Francis, un consultorio para la transición(Península) el gran engaño. El alma y cuerpo del consultorio no existía, era todo un montaje que el Instituto de Belleza Francis, con sede en Barcelona, se había inventado para hacer publicidad de sus productos. Doña Elena era un ser ficticio y las cartas las contestaba un equipo de asesores, entre los que se encontraban un cura y un psicólogo. Más tarde, a partir del año 66, los guiones del programa, que se basaban enteramente en la correspondencia, se le encargaron al periodista y crítico de toros Juan Soto Viñolo. Diversos nombres prestaron su voz al personaje irreal y, entre ellos, Maruja Fernández, actriz de doblaje y locutora –dobló a Anna Magnani, entre otras estrellas– fue la más emblemática. Lo único que era verdad eran las 20.000 cartas que llegaban cada mes al Instituto de Belleza Francis, procedentes de toda España.

El escándalo que siguió a la publicación del libro de Imbert fue tapado por el programa, que emitió un comunicado afirmando que “Elena Francis existe, es un ente físico. Se trata de una señora muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad, que tendrá en la actualidad entre 68 y 70 años. No es posible hablar con ella porque sigue una norma estricta de no conceder entrevistas ni aparecer en público".

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Una vez una niña le preguntó a Elena “las reglas de la actividad sexual”. Francis contestó: “ligada a esta actividad está la función más importante de la mujer, que es la maternidad”



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La homosexualidad según Francis: "un trastorno que las esposas podían remediar"

Según Gerard Imbert, “lo que en un principio se concibió como un consultorio de belleza para promocionar los cosméticos de la marca, luego se transformó en un confesionario, aunque en el programa cabía de todo. Se hablaba de temas domésticos, del cuidado de la casa, de moda, de cocina”. Las preguntas iban desde cómo sacar un chicle pegado a una colcha de terlenka hasta cómo preparar un bacalao al pil-pil. “Una vez una chica preguntó cómo se colocaban las cosas en la nevera”, cuenta Imbert, que en su libro recoge preguntas curiosas de las oyentes, como si los besos de amor eran malos. El s*x* era tema tabú, aunque indirectamente se aludía a él, en el ámbito de las relaciones marido-mujer. La obra de Gerard incluye también la cuestión de una niña de 12 años, que se atreve a preguntar las reglas de la actividad sexual, a lo que Elena Francis responde, “ligada a esta actividad está la función más importante de la mujer, que es la maternidad”.

En otra ocasión, la experta hace una disertación sobre en qué lugar de la cama debe dormir la mujer casada. A una chica, que sale con un novio más bajo que ella y que le prohíbe llevar tacones, la anima a que se haga muchas ilusiones, “yo, francamente, no le veo para ti”; mientras a una mujer que comprueba que su marido es homosexual y va a bares de gays le aconseja “no hacer demasiado caso de los rumores. Compórtese como si no hubiera ocurrido nada, con el fin de que su esposo recobre la confianza perdida. Extreme sus atenciones pero sin que él advierta nada. Cree un grato ambiente en la casa para que él no sienta la necesidad de salir”. Aunque en otros casos de homosexualidad, doña Elena opina que lo mejor es acudir al médico para que le cure el ‘trastorno’. En cuestiones de embarazos prematrimoniales la experta es tajante y “la falta” o “el fallo”, es siempre culpa exclusiva de la mujer. “Siendo tu la responsable” o “tu enorme equivocación”, son expresiones habituales.

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Sophia Loren, en una imagen de archivo.


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La mujer abnegada y atada al matrimonio

Según Gerard Imbert, “la filosofía del programa era la de proponer un modelo de mujer abnegada, sufridora, entregada enteramente al hogar y capaz de cualquier cosa con tal de salvar la unidad familiar. Infidelidades, malos tratos, alcoholismo… Todo había que soportarlo por el bien de los hijos y su futuro”. “El matrimonio era un contrato en el que el hombre podía romper todas las reglas pero la mujer ninguna”, comenta Pura Sánchez.

A lo largo de sus 36 años de vida en antena, el consultorio adoptó diversos formatos y tiempos de duración, que oscilaron entre 30 minutos y una hora. Se ponían canciones dedicadas, se leían autobiografías o vidas de santos, como modelos a imitar, pero el cuerpo principal del programa consistía en leer las preguntas de las oyentes y darles consejo. Algunas cartas, si así se solicitaba, eran contestadas por correo, lo que servía como confirmación de que doña Francis existía y no era una mera leyenda. Según Imbert, “el formato del programa cumplía también una función que subrayaba la ideología del mismo. Todo estaba muy regulado, la música, la lectura de la pregunta planteada por la oyente, un breve paréntesis amenizado por una melodía, en el que pareciera que doña Francis estaba pensando la respuesta y el comentario. Era como un ritual, una misa. La voz que daba vida al personaje era también cuidadosamente elegida. Debía ser grave, con un cierto tono entre autoritario y maternal, porque había muchas Elenas Francis encerradas en una: la amiga, confidente, directora espiritual; pero también la censora, la juez, la represora. Todo estaba empapado de grandes dosis de maternalismo”.

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CORDON PRESS

La ranciedad de los consultorios de la época

Escuchar alguno de aquellos programas puede ser hoy un viaje al surrealismo mágico de la época, pero en realidad casi todos los consultorios para mujeres destilaban el mismo olor rancio y denigratorio para el s*x* femenino. Un reciente programa de RNE sobre el tema que nos ocupa, titulado Elena Francis, el consultorio de la mujer sumisa, recuerda como existían muchos espacios femeninos, en las ondas o en las revistas, de corte similar. En uno de ellos, Carta de España, en la radio, la condesa de Quintanilla, que luego sería la condesa de Romanones –la misma que escribió un libro diciendo que había sido espía de los servicios secretos estadounidenses–, respondía a la pregunta de ¿qué cualidades busca la mujer en un hombre?. “Yo creo que busca las que ella no tiene, que sea muy equilibrado, porque las mujeres somos muy emotivas y menos equilibradas. Necesitamos ver que el hombre supera, muchas veces, las cosas que nos faltan a nosotras”, argumentaba la condesa, norteamericana de origen y española de matrimonio, que sintonizó muy bien con el modelo femenino franquista.

De mujer a mujer fue otro programa de RNE, en el que la señorita Teresa, llegada de la ciudad, daba consejos de higiene a las habitantes de un pequeño pueblo. Espacios pensados para ellas, pero que también escuchaban muchos hombres, especialmente taxistas, mecánicos y tenderos. Cualquiera que tuviera una ocupación que pudiera desempeñarla al mismo tiempo que oía la radio.

En 1961 las cortes franquistas aprueban la Ley de Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la mujer. Según Pura Sánchez, “el régimen se había apuntado al desarrollo económico y quería pasar de la época del autoabastecimiento a la del fomento del consumo. Necesitaba, por tanto, que las mujeres se pusieran a trabajar para impulsar la economía y para convertirse en potenciales consumidoras, que luego compraran un frigorífico o una lavadora. Era una nueva filosofía, contraria a la de la posguerra, que propició la vuelta de las mujeres al hogar y demonizó a las republicanas, como integrantes de la clase obrera”. Claro que este nuevo papel de la mujer necesitaría también de una nueva moral, pero no fue así. Como cuenta el programa de RNE, “años después de la aprobación de la ley, en 1966, Pilar Primo de Rivera, la delegada nacional de la Sección Femenina de La Falange, aclaraba en la radio : ‘el principal papel de la sección femenina es que la mujer se centre. Porque, indudablemente, en estos momentos la mujer tiene que trabajar, tiene que estudiar, pero por encima de todas estas cosas, lo primero para una mujer casada es la vida familiar, de matrimonio y el cuidado de los niños. Una mujer no puede desentenderse de la educación y el cuidado de sus hijos, de ser una compañera y amiga de su marido. Que si tiene que trabajar, tiene que trabajar, pero sin perder lo primordial, que es esto”.

Ciertamente era difícil centrarse, cuando por una parte debías ser moderna y ponerte a la altura de otros países -España, por aquel entonces, tenía el índice más bajo de Europa de mujeres trabajadoras- y por otra, seguir siendo la abnegada esposa, cuya principal misión era llevar el timón del hogar. Pero el consultorio de Elena Francis no cambió en casi nada su ideología. Según Pura Sánchez, “si abrió la mano algo con la ley del divorcio. Aquí la señora Francis aconsejaba primero resignación, luego irse a casa de la madre y, finalmente, si la cosa estaba muy mal, el divorcio. Pero seguía el discurso del temor de dios y el chantaje emocional con los hijos. También es verdad que con el tiempo, los casos de homosexualidad o alcoholismo, se veían más desde un prisma científico y médico y se trataba a los esposos con estas “dolencias”, como enfermos a los que había que curar. Y , por supuesto, el s*x* seguía siendo tema tabú”.

Como cuenta el programa de RNE, los últimos años de emisión del consultorio dejaban traslucir ya el cambio social. Algunas oyentes se interesaban por la obra de Albert Camus; otras pedían la receta del pollo al chilindrón y muchas seguía firmando sus cartas con pseudónimos como “una desgraciada”, “una mujer que sufre”, “una esclava del amor”, “una despechada”, “una víctima de su propio error” o “una pecadora arrepentida”.

https://smoda.elpais.com/placeres/el-influyente-estilo-del-circo/
 
La España nacionalcatólica que escondió el consultorio de Elena Francis
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‘La huella de una carta’, la última novela de Rosario Raro, nos lleva a la Barcelona de los años 60 para abordar, entre otros, el drama de la talidomida
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Imagen de las Ramblas en la época que recoge la autora en 'La huella de una carta'. (Otras fuentes)
ANDRÉS GUERRA, BARCELONA
17/08/2017 00:06Actualizado a17/08/2017 00:22


Quizá el lector ignore que el andamiaje del consultorio de Elena Francis, una suerte de voz de la conciencia de la España franquista, era tan real como el rubor que hoy nos causan sus consejos. Hasta 500 cartas al día recibían los laboratorios cosméticos que idearon la mejor y más longeva campaña de publicidad jamás vista en nuestro país. Cartas reales de mujeres (sobre todo) sometidas en un país asfixiante e hipócrita. Entre ellas, la que halló Nuria Somport y que le heló la sangre: bebés que nacían deformes a causa de un nuevo fármaco. La protagonista de La huella de una carta (Planeta), con la ayuda del joven químico Boro Navascués, se embarca en un thriller para tratar de desentrañar un misterio que acabó llamándose talidomida.

Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971), profesora de Escritura Creativa en la Universitat Jaume I de Castellón y autora de Volver a Canfranc, nos lleva a la Barcelona de los 60 dibujando un fidedigno retrato de la sociedad nacionalcatólica de la época en que el consultorio de Elena Francis es la banda sonora para explicar una tragedia aún viva.

Era un consultorio de estética, así comenzó la empresa, pero al ver el enorme tirón de las cartas sentimentales, se dieron cuenta de que eso multiplicaría la audiencia de una forma desorbitada”

ROSARIO RARO Escritora
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En la novela, Nuria Somport comienza a trabajar para los laboratorios como contestadora de cartas y descubrirá algo que la dejará helada. (Otras fuentes)
Me he quedado de una pieza al saber que el consultorio más famoso de nuestra historia, el de Elena Francis, nació como el astuto envoltorio de una publicidad de cosmética, una de las mejores que se ha hecho jamás.

Era una campaña de comunicación y si pensamos en la duración, del 47 al 84 y el volumen de negocio… Tras una carta tremebunda hablaban de la crema de aguacate o al aceite de visón.Era un consultorio de estética, así comenzó la empresa, pero al ver el enorme tirón de las cartas sentimentales, se dieron cuenta de que eso multiplicaría la audiencia de una forma desorbitada.

¿Cuántas cartas podrían recibir el consultorio cada semana?

En el momento de más popularidad, unas 500 al día, unas 15.000 al mes. Para gestionar todo ese volumen de comunicación con las oyentes, se empeñaron en contestarlas todas en aras de lo que hoy llamamos reputación corporativa. Así, redactaron a muchas mujeres como redactoras, que trabajaban desde casa con su máquina de escribir; acudían a la calle Pelayo, se llevaban una caja con cartas y las devolvían a la semana siguiente con la respuesta mecanografiada en papel con membrete para que la oyente creyera que la misma Elena Francis, que no existía en realidad, les contestaba. Las cartas originales están guardadas en el Arxiu del Baix Llobregat, en Sant Felíu.

Hace un tiempo se hizo público que el personaje ficticio Elena Francis, a quien una mujer, lógicamente, ponía voz, se trataba en realidad de un señor.

El crítico taurino Juan Soto Viñolo, que falleció recientemente, se encargaba del guión radiofónico y seleccionaba las que se emitirían por la radio, arreglándolas un poco porque el índice de analfabetismo del país era muy alto. Estas estaban sometidas a censura a diferencia de las que solamente eran la respuesta a una sola mujer y que se enviaba a cualquier lugar, primero sólo de Catalunya y luego a toda España a través de Radio Peninsular. En las radiadas, solía haber cierto reproche, se inoculaba la culpa a las mujeres; por ejemplo, el marido se iba de fiesta toda la noche y la culpa era de la mujer porque seguramente no cumplía con el débito matrimonial.

Se trata de un fiel retrato social y, particularmente, de la vida cotidiana –infantilizada, bajo presión, con anhelos clandestinos– de las mujeres de entonces, a las que tantas cosas estaban prohibidas.

La libertad era una quimera, sobre todo para las mujeres, y a la hora de escribir la novela me marcó la trama. Nuria, la protagonista, no puede viajar al extranjero por su cuenta sin permiso de su marido. Pero a mí no me interesaba que Máximo Zafara, el comercial italiano con quien está casado, supiese que ella se iba a Montpellier para un congreso médico. En el franquismo había cuádruples y quíntuples vidas; era una sociedad hipócrita y de apariencias.

En las cartas radiadas solía haber cierto reproche, se inoculaba la culpa a las mujeres; por ejemplo, el marido se iba de fiesta toda la noche y la culpa era de la mujer porque seguramente no cumplía con el débito matrimonial”

ROSARIO RARO Escritora
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Portada de la novela, basada en las cartas que recibía el consultorio de Elena Francis. (Otras fuentes)
Abuso de poder, dominio sobre mujeres de humilde condición, humillaciones… Esos eran los casos pero ¿qué porcentaje de respuestas de Elena Francis crees que hoy en día serían aceptables?

Esa es la clave. El problema no eran las cartas, eran mujeres que contaban su problema. El delito, a veces sin comillas, estaba en las respuestas. En una de ellas, una víctima de abusos explicaba que un señor le proponía tener un hijo a cambio de un piso. Elena Francis le recomendaba que aceptase y lo pusiese a su nombre, lo que se llama inducción a la prostit*ción.

Con una moralina, ¿no? Al menos la mujer queda “arreglada”, algo muy franquista.

Así es, se las trataba como menores de edad bajo nociones de nacionalcatolicismo. Resignación y paciencia. Era tremendo. En el Arxiu hay historias para ser denunciadas ante la Policía y no enviadas a la radio.

Por el empuje de Nuria Somport, la protagonista, entiendo que esta novela es tu modo de homenajear a las víctimas de la talidomida. Sé que estás en contacto con ellos, con la asociación AVITE. Explícanos brevemente cómo incluyes esta tragedia en la trama de la novela.

El consultorio es el telón de fondo y la banda sonora para dar el color de los tiempos. En lugar de dedicarme a hacer descripciones, lo que me parece un ejercicio de soberbia, quise llevar al lector a la Barcelona de 1962 a través de esas cartas, las que no pasaban la censura y donde estaba la sociedad real. No salían en radio ni en prensa, lo que no se publicaba, no existía: homosexualidad, su***dio, aborto, maltrato, etc. Nuria vive en el paseo de la Bonanova, en una casa de Puig i Cadafalch, y se siente muy lejana a las mujeres que escriben las cartas. A medida que transcurre la novela se da cuenta de que se siente más cerca y cuando descubre lo que está pasando con la talidomida, eso la socava y no se puede apartar del tema. Ejemplifica la buena acción que supone no mirar hacia otro lado cuando hay una catástrofe.

A las víctimas de la talidomoida las están meciendo, las mandan de un lado para otro. En España llegaron al Supremo y se quedaron sin indemnizaciones por el recurso de la farmacéutica fabricante; el asunto había prescrito”

ROSARIO RARO Escritora
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Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971), profesora de Escritura Creativa en la Universitat Jaume I de Castellón. (Carlos Ruiz B. K.)
¿Cómo fue el proceso de documentación para llevarnos tan fielmente a los años 60?

Todos los documentos que tienen que ver sobre la talidomida son los originales que AVITE presentó en el Tribunal Supremo. En el caso del consultorio, he manejado todas las cartas reales, pero por una cuestión de protección de datos he usado sólo aquellas más superficiales. Las verdaderas cargas de profundidad, las que dan cuenta de la sordidez de la época están basadas en confesiones reales también, pero pidiendo permiso para cambiar nombres y lugares. Todas las cartas que aparecen en la novela son casos reales. Las víctimas de la talidomida me han contado historias escalofriantes que he reproducido, como que había muchos niños escondidos en casa a los que sus padres no querían sacar a la calle.

¿En qué situación judicial se encuentran las víctimas españolas de la talidomida?

Los están meciendo. Los mandan de un lado para otro. En España llegaron al Supremo y se quedaron sin indemnizaciones por el recurso de la farmacéutica fabricante; el asunto había prescrito. Hablamos de personas nacidas a partir de 1957 hasta el 62 y muchos otros casos posteriores. Ya han apelado ante el TEDH. No solo se trata de ayudas económicas sino de una deuda moral porque se les ha escondido bajo la alfombra. Ellos rodaron un cortometraje, Congratulations, que ganó un premio en Cannes y que termina con “la ética no prescribe”.

Dolores Redondo, premio Planeta 2016, ya ha visto cómo su obra más celebrada hasta ese premio, El guardián invisible, ha sido llevada al cine. El finalista, Marcos Chicot, incluso me explicó que escribe en lenguaje televisivo, más que cinematográfico: cada episodio te deja con la intriga y necesitas continuar. ¿Cuál es tu secreto para enganchar al lector?

Me lo planteo como una especie de transcripción de algo que ya preexiste. Como si lo tuviese ya todo en la cabeza viéndolo en el cine. Yo cuento lo que tengo delante, no la invento sobre la marcha. Eso me facilita las cosas. La historia lo decide todo: género, dónde sucede, personajes… En este caso, tenía que ser Barcelona con tintes de thriller y los protagonistas, personas que tienen relación con el ámbito médico y farmacéutico.

Tu anterior novela, Volver a Canfranc, está en manos de Diagonal TV para tratar de cerrar una coproducción europea. ¿La cosa va bien?

Sí, pero si los plazos editoriales son lentos, los del medio audioviosual son exasperantes. A los que escribimos nos resulta relativamente fácil recrear un escenario y poner a los personajes a hablar pero debemos tener paciencia porque en cine o televisión cuesta mucho más trabajo. Yo digo “pirenaico” y me quedo tan ancha; ellos han de trasladarse allí. Además, es una superproducción porque se trata de la II Guerra Mundial, en la frontera, servicio de aduanas, un tren con muchos pasajeros, etc.

Se trataba a las mujeres como menores de edad bajo nociones de nacionalcatolicismo. Resignación y paciencia. Era tremendo”

ROSARIO RARO Escritora
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MASIA DE DESTRALETA EN CORNELLA, DONDE SE HA ENCONTRADO DOCUMENTACION Y CARTAS A ELENA FRANCIS. (Xavier Gómez)

https://www.lavanguardia.com/vida/20170817/43478188506/rosario-raro-la-huella-de-una-carta.html
 
La historia detrás de "El consultorio de Elena Francis", recogida en un libro

Elvira Lindo nos trae a los autors de "Las cartas de Elena Francis", un libro que recoge las historias de mujeres que le escribían durante el franqusmo

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GettyImages

IGNACIO PARRÓN
Madrid
18/10/2018 - 18:59 h. CEST

Elvira Lindo nos trae el libro "Las cartas de Elena Francis", un libro que recoge las historias que mandaban mujeres durante el franquismo al programa "El consultorio de Elena Francis". Hablamos con Armand Balsebre y Rosario Fontova, los autores de esta obra.

"El consultorio era en principio de un instituto de cosmética, pero sirvió desde los años 50 para aleccionar a las mujeres para llevar un estilo de vida que casaba con la Iglesia y el Franquismo", nos explicaba Elvira Lindo.

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Catedra Editorial

Elena Francis no exisitió en realidad, fue un personaje creado para el programa. En 2005 se econtraron en un almacén de Cornellá miles de cartas dirigidas al programa. "Elena Francis llegó a tener siete voces", desveló Rosario Fontova.

"Lo que impresiona es que hay muy poca felicidad en las cartas y las contestaciones remachaban la idea de que se había venido a este mundo a sufrir", contó la propia Fontova.

"A través de las cartas, saber que ibas a recibir una carat de Elena Francis daba una autestima. Era terapéutico. Las mujeres se daban cuenta que sus problemas eran los de muchas", es era el secreto del consultorio para Armand Bastebre.
http://cadenaser.com/programa/2018/10/18/la_ventana/1539881961_818118.html
 
Sección Discos Dedicados

La vaca lechera - Orquesta de Roberto Faz
 
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