Hay una forma muy efectiva de luchar contra los bulos: ser honestos.
Cuando un gobierno en una situación de emergencia tiene que estar desmintiendo rumores sobre su gestión y buscando castigar a los culpables es que no se está ocupando de la emergencia como debiera. La honestidad en una gestión es su mejor arma.
Se pueden lanzar bulos, pero el problema es que la gente se los crea, (hay muchos bulos sobre que Elvis sigue vivo, pero no se los cree casi nadie). ¿Y por qué la gente cree los bulos? Siempre hay un porcentaje pequeño de la población que cree en ellos, pero cuando un gran porcentaje prefiere creer los bulos y rumores antes que al gobierno significa que éste ha perdido su credibilidad.
¿Cómo perdió su credibilidad el gobierno?
El gobierno pasó de animar a la gente a que fuera a una manifestación que a ellos les convenía para, al día siguiente anunciar que el virus insignificante aquel de repente era muy peligroso y colapsaría la sanidad.
Sabiendo que la sanidad se vería colapsada, antes del día de la manifestación permitió toda clase de eventos y le quitó importancia a un virus que había obligado en China al confinamiento de millones de personas y comenzaba a causar problemas graves en Italia.
Problemas con el suministro de equipos contra el virus, incluído un asunto con Turquía en el que no fueron claros.
Negarse a decir el nombre de la empresa que los estafó con las mascarillas y volver a trabajar con ella.
El vicepresidente segunto se saltó el confinamiento, algo prohibido para el resto de españoles.
Decía que mascarillas no, que la gente no es capaz de usarlas bien, pero ahora que mascarillas sí. La gente ha visto de repente como aumentaba su cociente intelectual.
Dedicarse, en lugar de a decir las cosas con honestidad y trabajar en un plan bien estructurado para el desconfinamiento, a perseguir bulos, cuando los bulos se deshacen solos con una buena gestión y a pedir que la gente se calle y no los critique.
Ponían de ejemplo a Churchill, que fue muy imitado los primeros días, pero imitaron sólo la pose. La fuerza de Churchill no estaba en su pose, sino en su honestidad. Él fue honesto con los ingleses y les explicó las cosas tal como eran. La gente es capaz de entender los sacrificios si se les habla con honestidad, si no perciben que les cambian el discurso por otras conveniencias cada dos días y que los tratan como imbéciles.
Es un momento de gran incertidumbre, en el que más que nunca la gente necesita una guía, un gobierno que diga las cosas con honestidad y sea claro. Si el gobierno fuera honesto y transparente en su gestión, ya podrían lanzar cientos de bulos, que la gente no haría ni caso.
Pero como lo que hay son marismas de desinformación y arrogancia, la gente se busca la información en otro lado. Lo mismo no es buena información tampoco, pero la desconfianza en las autoridades lleva a la clandestinidad. Siempre sucede así.
Cuando un gobierno en una situación de emergencia tiene que estar desmintiendo rumores sobre su gestión y buscando castigar a los culpables es que no se está ocupando de la emergencia como debiera. La honestidad en una gestión es su mejor arma.
Se pueden lanzar bulos, pero el problema es que la gente se los crea, (hay muchos bulos sobre que Elvis sigue vivo, pero no se los cree casi nadie). ¿Y por qué la gente cree los bulos? Siempre hay un porcentaje pequeño de la población que cree en ellos, pero cuando un gran porcentaje prefiere creer los bulos y rumores antes que al gobierno significa que éste ha perdido su credibilidad.
¿Cómo perdió su credibilidad el gobierno?
El gobierno pasó de animar a la gente a que fuera a una manifestación que a ellos les convenía para, al día siguiente anunciar que el virus insignificante aquel de repente era muy peligroso y colapsaría la sanidad.
Sabiendo que la sanidad se vería colapsada, antes del día de la manifestación permitió toda clase de eventos y le quitó importancia a un virus que había obligado en China al confinamiento de millones de personas y comenzaba a causar problemas graves en Italia.
Problemas con el suministro de equipos contra el virus, incluído un asunto con Turquía en el que no fueron claros.
Negarse a decir el nombre de la empresa que los estafó con las mascarillas y volver a trabajar con ella.
El vicepresidente segunto se saltó el confinamiento, algo prohibido para el resto de españoles.
Decía que mascarillas no, que la gente no es capaz de usarlas bien, pero ahora que mascarillas sí. La gente ha visto de repente como aumentaba su cociente intelectual.
Dedicarse, en lugar de a decir las cosas con honestidad y trabajar en un plan bien estructurado para el desconfinamiento, a perseguir bulos, cuando los bulos se deshacen solos con una buena gestión y a pedir que la gente se calle y no los critique.
Ponían de ejemplo a Churchill, que fue muy imitado los primeros días, pero imitaron sólo la pose. La fuerza de Churchill no estaba en su pose, sino en su honestidad. Él fue honesto con los ingleses y les explicó las cosas tal como eran. La gente es capaz de entender los sacrificios si se les habla con honestidad, si no perciben que les cambian el discurso por otras conveniencias cada dos días y que los tratan como imbéciles.
Es un momento de gran incertidumbre, en el que más que nunca la gente necesita una guía, un gobierno que diga las cosas con honestidad y sea claro. Si el gobierno fuera honesto y transparente en su gestión, ya podrían lanzar cientos de bulos, que la gente no haría ni caso.
Pero como lo que hay son marismas de desinformación y arrogancia, la gente se busca la información en otro lado. Lo mismo no es buena información tampoco, pero la desconfianza en las autoridades lleva a la clandestinidad. Siempre sucede así.